1. Señor, yo creo
Para creer no siempre se tienen que llegar a circunstancias extremas como la
enfermedad de un ser querido, como en este caso, se debería de creer desde
el principio, no cuando le conviene a la persona, algo así como: “estoy
enfermo y rezo por mi salud, pero estoy saludable y ya no creo en nadie”.
Esto no puede ser así, uno debe ser firme en sus creencias, o si no, no crees
de verdad, puesto que creer por conveniencia no es creer sinceramente.
Como la historia del niño que estaba poseído y que el padre, al ver que no dio
resultado lo que hicieron los apóstoles, les grito impostores y se fue. Pero
cuando se dio cuenta de que Jesús hacía milagros de verdad, volvió y le
curaron al niño, feliz se fue a su casa. Esto también es un caso de creencia
por conveniencia, y esto no se ve bien.