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EL GORRION
Eran las ocho de la mañana de un crudo día de invierno en París y
estaba nevando. Pierre abrió su ventana y contempló el panorama
polar que ofrecía su jardín. Las rosas rojas ahora eran blancas; a
los árboles les habían salido canas y un pequeño gorrión estaba
atrapado en su nido, a punto de congelarse.
Piaba y piaba llamando desesperadamente a su madre; pero la
madre había muerto víctima del frío. Pierre, al verlo, se compadeció
de su situación; bajó al jardín y haciendo un improvisado nido con
su bufanda recogió al pobre pajarito y lo acunó con ternura. Lo llevó
dentro y doblando un viejo calcetín de lana le construyó lo que iba a
ser su residencia permanente. Cortó trocitos pequeños de carne y
los fue arrimando con cuidado a la enorme boca abierta del
animalejo que, al notar que aquello era comida los fue engullendo
con voracidad, intuyendo en su interior que su madre había vuelto
con él. Y no andaba muy errado, pues el bueno de Pierre decidió
adoptarlo y hacer de padre y madre con aquel desventurado.
Así transcurrieron los días y los meses y el pequeño gorrioncito se
fue haciendo un pájaro adulto. Pierre le puso por nombre Piccolo, y
de tanto repetírselo el pájaro ya atendía por esa palabra.. Daba
pequeños vuelos por toda la casa y cuando su dueño se sentaba a
comer se le posaba en el hombro y muy pícaramente le picoteaba
en la boca para sacar alguna tajada. Pierre, que ya conocía las
artimañas de su huésped, le ponía en su lengua algo de lo que
estaba comiendo y el pajarillo lo picaba ávidamente. Después.
cuando ya quedaba saciado, bajaba y se le metía a su dueño por la
manga del batín y allí se quedaba tan panchamente durmiendo su
siesta en ese acogedor nido mientras su amo veía la televisión. Se
acostumbró, con el tiempo, a volar hacia la puerta de entrada
cuando se oía el roce del llavín de Pierre abriendo. Se le colocaba
en el hombro y le picoteaba la oreja como señal de bienvenida..
Para compensar este recibimiento tan cariñoso su amo siempre
llevaba en el bolsillo algún trozo de pastelillo de los que tomaba en
la cafetería, golosina que el pajarito agradecía agitando
alegremente sus alas.
Con estas cosas , entre ambos, hombre y pájaro, iba creciendo un
sentimiento que se parecía mucho al de la relación padre- hijo.
Pierre, con paciencia paternal, adiestraba a Piccolo en mil
habilidades y el pajarillo, listo y vivaz, aprendía como un alumno
aventajado. Llegó, con el tiempo, a entender y atender media
docena de órdenes de su amo: podía apagar y encender las luces
picoteando el suave interruptor; cuando su amo se lo demandaba
traía en su piquito servilletas de papel; y solo si este le daba
permiso engullía con glotonería las sobras del plato de su dueño y
amigo.
Igualmente, a una orden, el animalejo se acurrucaba en su nido de
calcetín de lana que Pierre había situado en la cornisa de la
chimenea francesa y allí quedaba muy quietecito contemplando las
idas y venidas de su amo .Era un pájaro travieso y simpático, pero
obediente.
Un día de primavera y, a través de un altillo de ventana que el
dueño dejaba entreabierto para que Piccolo pudiera salir y entrar al
jardín, penetró en la casa una paloma, quizás en busca de comida.
Al advertir el gorrión la presencia de la intrusa se lanzó hacia ella
piando desaforadamente , muy ofendido de que alguien osara
invadir un territorio que por derecho le correspondía a él. Tras un
largo revoloteo la paloma, aburrida por la insolencia de aquel
enano, salió por donde había entrado. Pierre, que contemplaba la
escena desde su sillón donde leía la prensa, se mondaba de risa
considerando el enfado de Piccolo. Después del “combate” lo llamó
a su lado y le recompensó su valentía y fidelidad dándole a comer
unos trocitos de pollo que le habían sobrado del almuerzo.
Pasadas unas semanas, Pierre tuvo necesidad de hacer un viaje
que le iba a llevar unos cuantos días. Dejó suficiente provisión de
agua y alimentos en la casa para que Piccolo no tuviese necesidad.
Los asuntos que tenía que resolver le retuvieron más de lo que él
deseaba y en su fuero interno apareció la inquietud de si el pajarito
podría resistir tanto tiempo sin su atención.
Dar color
Por fin, al cabo de veinte días pudo retornar a su casa esperando
que el animal hubiera podido defenderse por sí mismo todo ese
tiempo .Al llegar, metió el llavín en la cerradura, abrió despacio la
puerta y, ¡oh sorpresa!, allí, revoloteando a su alrededor, estaba el
simpático gorrioncito piando de alegría y picoteando su oreja
derecha. Pierre lo contemplaba con gozo paternal pues para el ya
constituía un miembro más de su familia. Mas, terminados estos
primeros instantes de salutación Piccolo voló hasta la cornisa de la
chimenea francesa; pió con fuerza y volvió a posarse en el hombro
de su amo. Este acto lo repitió hasta tres veces y Pierre intuyó que
el gorrión le quería comunicar algo. Se fue acercando con
curiosidad hasta el nido del animal y quedó pasmado ante lo que
vio: en el hueco del calcetín que servía de morada al pajarillo había
una hembra echada sobre unos diminutos huevecillos y Piccolo
revoloteaba a su alrededor piando orgulloso: ¡¡Iba a ser padre y
Pierre, por tanto, sería abuelo!!.- Fin
A mi nietecito Alberto de su abuelo Apolo con mucho cariño- Navidad 2012

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  • 1. EL GORRION Eran las ocho de la mañana de un crudo día de invierno en París y estaba nevando. Pierre abrió su ventana y contempló el panorama polar que ofrecía su jardín. Las rosas rojas ahora eran blancas; a los árboles les habían salido canas y un pequeño gorrión estaba atrapado en su nido, a punto de congelarse. Piaba y piaba llamando desesperadamente a su madre; pero la madre había muerto víctima del frío. Pierre, al verlo, se compadeció de su situación; bajó al jardín y haciendo un improvisado nido con su bufanda recogió al pobre pajarito y lo acunó con ternura. Lo llevó dentro y doblando un viejo calcetín de lana le construyó lo que iba a ser su residencia permanente. Cortó trocitos pequeños de carne y los fue arrimando con cuidado a la enorme boca abierta del animalejo que, al notar que aquello era comida los fue engullendo con voracidad, intuyendo en su interior que su madre había vuelto con él. Y no andaba muy errado, pues el bueno de Pierre decidió adoptarlo y hacer de padre y madre con aquel desventurado. Así transcurrieron los días y los meses y el pequeño gorrioncito se fue haciendo un pájaro adulto. Pierre le puso por nombre Piccolo, y de tanto repetírselo el pájaro ya atendía por esa palabra.. Daba pequeños vuelos por toda la casa y cuando su dueño se sentaba a comer se le posaba en el hombro y muy pícaramente le picoteaba en la boca para sacar alguna tajada. Pierre, que ya conocía las artimañas de su huésped, le ponía en su lengua algo de lo que estaba comiendo y el pajarillo lo picaba ávidamente. Después. cuando ya quedaba saciado, bajaba y se le metía a su dueño por la manga del batín y allí se quedaba tan panchamente durmiendo su siesta en ese acogedor nido mientras su amo veía la televisión. Se
  • 2. acostumbró, con el tiempo, a volar hacia la puerta de entrada cuando se oía el roce del llavín de Pierre abriendo. Se le colocaba en el hombro y le picoteaba la oreja como señal de bienvenida.. Para compensar este recibimiento tan cariñoso su amo siempre llevaba en el bolsillo algún trozo de pastelillo de los que tomaba en la cafetería, golosina que el pajarito agradecía agitando alegremente sus alas. Con estas cosas , entre ambos, hombre y pájaro, iba creciendo un sentimiento que se parecía mucho al de la relación padre- hijo. Pierre, con paciencia paternal, adiestraba a Piccolo en mil habilidades y el pajarillo, listo y vivaz, aprendía como un alumno aventajado. Llegó, con el tiempo, a entender y atender media docena de órdenes de su amo: podía apagar y encender las luces picoteando el suave interruptor; cuando su amo se lo demandaba traía en su piquito servilletas de papel; y solo si este le daba permiso engullía con glotonería las sobras del plato de su dueño y amigo. Igualmente, a una orden, el animalejo se acurrucaba en su nido de calcetín de lana que Pierre había situado en la cornisa de la chimenea francesa y allí quedaba muy quietecito contemplando las idas y venidas de su amo .Era un pájaro travieso y simpático, pero obediente. Un día de primavera y, a través de un altillo de ventana que el dueño dejaba entreabierto para que Piccolo pudiera salir y entrar al jardín, penetró en la casa una paloma, quizás en busca de comida. Al advertir el gorrión la presencia de la intrusa se lanzó hacia ella piando desaforadamente , muy ofendido de que alguien osara
  • 3. invadir un territorio que por derecho le correspondía a él. Tras un largo revoloteo la paloma, aburrida por la insolencia de aquel enano, salió por donde había entrado. Pierre, que contemplaba la escena desde su sillón donde leía la prensa, se mondaba de risa considerando el enfado de Piccolo. Después del “combate” lo llamó a su lado y le recompensó su valentía y fidelidad dándole a comer unos trocitos de pollo que le habían sobrado del almuerzo. Pasadas unas semanas, Pierre tuvo necesidad de hacer un viaje que le iba a llevar unos cuantos días. Dejó suficiente provisión de agua y alimentos en la casa para que Piccolo no tuviese necesidad. Los asuntos que tenía que resolver le retuvieron más de lo que él deseaba y en su fuero interno apareció la inquietud de si el pajarito podría resistir tanto tiempo sin su atención. Dar color Por fin, al cabo de veinte días pudo retornar a su casa esperando que el animal hubiera podido defenderse por sí mismo todo ese tiempo .Al llegar, metió el llavín en la cerradura, abrió despacio la puerta y, ¡oh sorpresa!, allí, revoloteando a su alrededor, estaba el simpático gorrioncito piando de alegría y picoteando su oreja derecha. Pierre lo contemplaba con gozo paternal pues para el ya constituía un miembro más de su familia. Mas, terminados estos
  • 4. primeros instantes de salutación Piccolo voló hasta la cornisa de la chimenea francesa; pió con fuerza y volvió a posarse en el hombro de su amo. Este acto lo repitió hasta tres veces y Pierre intuyó que el gorrión le quería comunicar algo. Se fue acercando con curiosidad hasta el nido del animal y quedó pasmado ante lo que vio: en el hueco del calcetín que servía de morada al pajarillo había una hembra echada sobre unos diminutos huevecillos y Piccolo revoloteaba a su alrededor piando orgulloso: ¡¡Iba a ser padre y Pierre, por tanto, sería abuelo!!.- Fin A mi nietecito Alberto de su abuelo Apolo con mucho cariño- Navidad 2012