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El patio de la sacristía
“¡Por favor, carajos, déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media!” El General en su Laberinto, pp. 131-132, Gabriel García
Márquez
Ciertamente el término “Edad Media” es tan complejo, como compleja es la realidad de nuestro país. Para muchos “Edad Media”
significa algo así como retrogado, oscurantismo, atraso de la ciencia y la razón, pérdida del valor del hombre en beneficio de la
metafísica, manipulación de la Iglesia y otros muchos epitetos escritos en muchas ocasiones en el mármol de la conciencia de
nuestro pueblo. Que muchas de esas cosas son ciertas no lo niega nadie. Que durante la Edad Media sucedieron eventos que hoy
en día vemos como actos barbaros, no hay duda y que dichos actos barbaros fueron entonces vistos como expresión de una
civilidad, es cierto. Sin embargo queda la pregunta: ¿es que sólo la Edad Media puede ser acusada de esa manera? ¿es que la edad
antigua o la edad moderna son mejores? la prueba es nuestro tiempo: si la edad media es oscurantista, esta debería
ser su contraposición, es decir, iluminista y por ende completamente perfecta, deseable y ejemplar en comparación con la edad
media. Sin embargo, la humanidad post-revolución francesa, la humanidad post-ONU, la humanidad post-científica y post-
tecnológica, sigue siendo tan perversa, por no decir malvada, como aquella de la edad media.
Todo esto para explicar con qué concepto de edad media vamos a trabajar en este artículo con referencia a Colombia y en dónde y
de qué modo vamos a ubicar ese medioevo colombiano.
La manera de entender el medioevo sólo se hace desde el medioevo mismo. De otra manera se peca de espectador lapidario que se
oculta detrás de las tapias de la revolución francesa para arriba con el agravante de que la edad media no se puede defender en este
momento, al menos de la manera en que los hace la arrogancia intelectual antropocentrista de nuestra época. La edad media en
cambio sí puede defenderse y puede corroborar también mucho de lo que se le acusa.
Como no vamos a estudiar aquí lo que fue la edad media, sólo vamos a tomar algunos elementos de los que nos interesan para el
tema y uno de ellos es el origen del nombre.
Edad media es un nombre teológico judeo-cristiano. Desde esa perspectiva, todavía hoy nos encontramos en la edad media.
Teológicamente son tres las edades de la historia humana: una primer edad dorada que corresponde al mito del paraíso terreno en
el cual la humanidad vivía en una total armonía con la naturaleza y con la divinidad. La pérdida de dicha edad dorada o
paradisiaca hace que entremos a la “edad media” en la cual el hombre intenta la recuperación del paraíso perdido. El triunfo del
hombre se pone al fin del tiempo, cuando la divinidad abra de nuevo las puertas de dicho lugar: el retorno de Adán al Edén
perdido. Entre la edad dorada y la recuperación, está la edad media, por lo tanto, aún estamos en ella desde ese punto de vista.
La edad media tal como la entendemos, es antes que nada europea. Se dice “la china medioeval” en sentido de ubicación histórica,
es decir, que durante el medioevo europeo, tal o cual evento pasó en China, cuya historia tiene sus propios factores de lectura. Este
hecho nos ayudará también a entender lo que llamo la “edad media colombiana”: Cada pueblo tiene su propia lógica histórica,
aunque esta se vea afectada por el encuentro o desencuentro con otros pueblos o continentes, como en efecto pasó con la llegada
de los europeos a América.
Lo paradójico es que la edad media sentó ella misma los precedentes del iluminismo, del capitalismo, de la ciencia, descubrió a
Aristóteles, previno la invasión musulmana a Europa, conservó obras artísticas y literarias de los antiguos y otros muchos
elementos que hoy conocemos gracias a ella. El mismo índice de libros conservó muchas de las obras prohibidas que hoy se
conocen desaparecido el índice prohibidor.
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Colonia española en América
A Colombia le pasaba lo que a China cuando Europa estaba en su Edad Media: Nosotros en cambio no estábamos en ninguna edad
media. El territorio colombiano estaba habitado por una infinidad de pueblos, muchos parientes entre sí, con diferentes grados de
civilidad, entre los cuales destacan los muiscas y los taironas. En cuanto a los muiscas, pertenecientes a la familia chibcha
procedente de América Central, vivían un proceso de consolidación cultural que los hizo la confederación de tribus más grande de
Suramérica, con un sistema político que admira.
Las conquistas españolas detuvieron cualquier tipo de evolución cultural autóctono de nuestro pueblo y establecieron un sistema
feudalista cerrado, sólido y aislado. Si bien el feudalismo hizo parte del medioevo, no se puede decir que todo el medioevo es
feudalista. En el medioevo europeo, se dieron espacios de diálogo intercultural e intelectual muy importantes, aún en los
momentos más álgidos de la inquisición. Por ejemplo, España tuvo por cinco siglos a los musulmanes en gran parte de su territorio
y ello garantizó que Europa redescubriera a Aristóteles, olvidado por los europeos cristianizados, pero descubierto
paradójicamente por los musulmanes quienes, con Averroes, se lo enseñaron a Tomás de Aquino.
Ese espacio de intercambio intelectual no lo tuvimos durante la colonia, cuyo estricto control de nuestras gentes nos ataba a las
cadenas tricentenarias. Todos éramos siervos del feudo de España y ni siquiera los criollos, es decir, aquellos de pura y menos pura
sangre española, pero nacidos en suelo americano, eran considerados miembros de la civitas europea, factor este que jugaría un
papel vital en el descontento criollo que preparó la independencia. En síntesis, nuestra edad media fue impuesta y fue impuesta en
una gran desventaja: Una edad media para unos que no tenían derecho a participar del eurocentrismo. Esa marginación del
eurocentrismo de los habitantes de la colonia (esclavos, indígenas, mestizos, zambos, criollos), fue el responsable de crearnos a
todos (desde el más negro de los negros al más blanco criollo de los carapálida), el complejo de inferioridad y de anonimato que
en muchas ocasiones sufre el hombre latinoamericano hoy por hoy. Por esta razón y una vez se rompieron las exclusas de la
colonia, nuestros primeros gobernantes criollos de las repúblicas-bebé de nuestro suelo americano, corrieron todos a las francias,
italias, inglaterras, a beber de ese eurocentrismo anteriormente negado, pero visto por muchos de ellos como la clave de la
formación de las nuevas naciones.
Fue la colonia indudablemente el creol de nuestra identidad colombiana, venezolana, argentina, mexicana, salvadoreña,
ecuatoriana… latinoamericana. Para conocernos, el medioevo europeo y la colonia americana, son pasos obligados de lectura. Allí
vamos a encontrar el origen de la corrupción de nuestras políticas, la doblez moral de nuestra religiosidad, la ambición desmedida
de nuestros criminales, su sevicia, el alma inmortal de nuestros poetas, la fuerza sensual y atrayente de nuestras danzas, el origen
de nuestros cantos, la inconformidad, nuestros complejos, nuestros anhelos… todo lo que somos hoy.
Colombia medioeval: el patio de la sacristía
Entonces si no tuvimos una edad media a la manera europea ¿en dónde está nuestra edad media?
Aunque hayamos sido excluidos de la europeidad, siendo siervos del feudo europeo (criados de la mansión sin ser hijos de los
amos), una cosa es cierta: Somos hijos de occidente. Usted se sorprende cuando algunos europeos de los de hoy y muchos
estadounidenses y canadienses, se refieren al mundo occidental como sólo a ellos y excluyen a América Latina. De nuevo, siervos
de la mansión, sin ser nada con los amos. Subsiste el pensamiento eurocentrista excluyente. Si en la actualidad los españoles
vienen a Colombia o Ecuador, van a ser recibidos de una u otra manera como parte de la familia, gracias a la identidad hispánica
de nuestros pueblos, que subsiste y no podemos negar. Pero los inmigrantes colombianos y ecuatorianos en España son vistos
como raros sujetos, extranjeros que van a robar puestos de trabajo de los españoles. Se trata de la exclusión eurocentrista.
Como occidentales que somos, los latinoamericanos nos vemos obligados a vivir nuestra edad media. Es una regla, como lo es que
los chinos no necesitan vivirla, porque no son occidentales. Por lo tanto, liberados del yugo español, nuestros pueblos entraron
cada uno en su caos, en sus génesis, procesos, luchas y batallas por encontrar los caminos propios.
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La edad media colombiana comienza en 1821 con la Constitución de Cúcuta, se reafirma con la Constitución de 1886, comienza su
decadencia con la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín en 1968 y se termina (quizás) con la Constitución de
1991.
Lógicamente esta es mi perspectiva y lógicamente las edades no se pueden enmarcar estrictamente en fechas, más en una patria
como la colombiana. Pero demos vía a los argumentos:
Al referirnos a edad media colombiana, no partimos de ningún concepto teológico. Se trata de un concepto político y sociológico.
La influencia de la Iglesia Católica dentro de la sociedad colombiana ha sido muy fuerte y ha regido su devenir de tal manera que el
catolicismo es una parte fundamental en nuestra identidad cultural. Fuera de que se sea creyente o no, practicante o indiferente, el
catolicismo colombiano vive en muchas de nuestras maneras de ser. Las leyes colombianas, la manera de criticar, de discutir, de
resolver nuestros conflictos o de crear nuevos, tiene que ver con nuestra identidad católica. Nosotros no somos protestantes ni
concebimos el mundo desde el punto de vista protestante. La sociedad estadounidense en esencia es protestante, aunque
participan muchos otros grupos religiosos. Lo más curioso es que la sociedad estadounidense es estrictamente religiosa,
comenzando por su gobierno, y no quedan dudas en un George Bush cuyos discursos están imbuidos de figuras teológicas que
llenan la cosmogonía de los estadounidenses (su discurso de “guerra santa”). Aquí nos encontramos con un problema: Cuando
buscamos la imitación de un modelo extranjero como el estadounidense, imponemos una visión completamente ajena a nuestra
identidad y ello nos lleva a las crisis. La respuesta estaría entonces en buscar nuestros propios procesos con lo que somos.
En 1888 la Iglesia católica colombiana pasó de ser perseguida por los gobiernos liberales de presidentes como Tomás Cipriano de
Mosquera, a ser una Iglesia cuyo papel era fundamentalmente dominante en la vida política y social colombiana. En tal caso,
Rafael Núñez fue de algún modo nuestro Constantino que entregó Roma al Papa. Ahora que no se diga que los males de Colombia
durante nuestra “edad media” fueron a causa de la Iglesia Católica (no caigamos en la tentación), porque una de las características
de nuestra catolicidad cultural es precisamente la búsqueda del chivo expiatorio y la polarización de los partidos. Dentro de la
lógica de la Iglesia sólo existen dos fuerzas: el bien y el mal, las cuales entran en combate permanente. Cada una está rigida por un
líder absoluto, uno solo: Dios para el partido del bien y el diablo para el partido del mal. Dentro de la política colombiana también:
si yo soy conservador y usted es liberal, uno de los dos es Dios y el otro el diablo y por lo tanto queda como consecuencia la “guerra
santa”. Usted es paramilitar o guerrillero si no piensa como yo, usted es el culpable de todos nuestros males (como se dice a cada
presidente de turno, como se señala a un solo grupo armado y se olvida al otro… = búsqueda del chivo expiatorio), la cacería de las
brujas = en búsqueda de más chivos expiatorios para quemar en la hoguera de nuestra conciencia. La existencia de los siervos
vistos como parte del escenario medioeval: los pobres, los campesinos, los obreros, todos como carne de cañón. El miedo al
contraste: este especialmente es la prueba de nuestro medioevo, el miedo al que piensa diferente. Algunos críticos de la sociedad
de hoy se quejan de que ahora no se puede pensar diferente porque entonces los acusan de algo. Pero eso no es nuevo. El miedo al
contraste está en el etos de nuestra sociedad latinoamericana. Es que en la colonia no se podía ser diferente: era una sociedad de
castas sociales igualita a la de India hoy. Entonces si usted nacía esclavo, tenía que morir esclavo. Si nacía en un resguardo
indígena, no podía salir de ahí. Si era criollo, no podía tener cargos de mando reservados a lo que nacieron en la sagrada tierra de
Iberia. No se nos olvide que los libros de Vargas Vila fueron tirados a la hoguera, que leer “Viaje a pie” de Fernando González era
pecado mortal… eso ya no pasa ahora, al menos de manera abierta, pero se traduce en nuestras maneras de ver la sociedad, la
política y la economía. Es nuestra edad media.
Ahora nos queda el iluminismo colombiano. Este no ha llegado todavía y no tenemos una idea cabal de cuándo llegará. Para
muchos seguramente seguimos en la edad media, para otros estamos en medio del caos, pero queda también la esperanza de que
estamos en una transición positiva hacia este. La clave del iluminismo europeo es que unos empezaron a desempolvar las obras de
los antiguos y a mirarse en sus rostros. Como occidentales, los colombianos también tenemos derecho a nuestro iluminismo y al
iluminismo propio, autóctono, al que labraremos cuando desempolvemos nuestra historia y veamos con claridad nuestro propio
rostro reflejado en ella, como el niño que mira un viejo album de la familia y contempla los rostros de abuelos, tatarabuelos que no
conoce, pero que se le hacen familiar. Uno no busca sus raíces en el album familiar del vecino. En ese momento podremos decir
también “¡Por favor, carajos, déjennos hacer tranquilos nuestro Iluminismo!”
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Acerca de Albeiro Rodas
Albeiro Rodas did studies of journalism and social communication at the Universidad Pontificia Bolivariana of Medellin, Colombia. He studied
English at the Limerick Language Center in Ireland, Italian at Universita per Stranieri di Perugia and theology and biblical archaeology at the
Cremisan-Ratisbonne Theological Institute in Jerusalem. He is currently doing a Master in Digital Journalism in UPB Medellin online from Kep
City, Cambodia ! Rodas is based in Cambodia since 1999. He is fluent in Khmer language and his main passion is the studies of the Khmer culture
and its history. He belongs to the Salesians of Don Bosco.