Napoleón en chamartín edición resumida y comentada
Viaje de Tartarín de Tarascón a la tierra de los leones
1. CAPITULO I Y II
EL JARDÍN DEL BAOBAB
Jamás olvidaré mi primera visita a Tartarín de Tarascón a pesar de haber
transcurrido ya doce o quince años. La recuerdo como si hubiese tenido lugar
ayer. Por aquella época vivía el valiente Tartarín a la entrada de la ciudad, en
la carretera de Aviñón, en la tercera casa, a mano izquierda.
Aunque en aquel tiempo Tartarín de Tarascón aún no había llegado a ser el
hombre más popular de todo el mediodía de Francia, ya lo era de Tarascón.
Más que eso: era el rey de Tarascón. A tan alta altura había llegado del modo
siguiente.
Para empezar, he de revelar que en Tarascón todos los cazadores, por muy
viejos o muy chicos que sean
2. CAPITULO III Y IV
¡NA! ¡NA! ¡NA!
CONTINÚA LA OJEADA A LA SINGULAR CIUDAD DE TARASCON
Cada familia disponía de su romanza, lo que no constituía ningún secreto para
nadie.
La del boticario Bezuquet comenzaba así:
“Oh blanca estrella que adoro…..”
La del armero Costecalde:
“Ven conmigo al país de las cabañas………”
La del registrado:
“Si fueses invisible, nadie me vería”
Una vez bien cargada la caldera, se levantan, silban a los perros, cargan sus
armas y dan principio a la caza en las ordenanzas del día.
TARTARIN Y EL CASINO
Si todo el pueblo estaba por Tartarín sus anchas espaldas, sus gestos, sus
andares, aquella reputación de héroe….que nadie sabía de donde había
nacido, sus propinas a los limpiabotas, todo eso y mucho más le había
convertido en el lord Seymour. Cuando Tartarín regresaba de caza los
domingos por la tarde y pasaba por los muelles con su escopeta en bandolera
y en su camión la agujerada gorra, los cargadores del Ródano le contemplaban
admirados.
¡Ese tipo si que es un Sansón! ¡Fijaos, tiene músculos dobles!, no obstante, a
pesar de ser el mimado de Tarascón, Tartarín no era fleiz. En su ciudad se
aburría soberanamente.
3. CAPITULO V Y VI
¿SERÁ TARTARIN DE TARASCON UN IMPOSTOR?
Surge, aquí, una lógica pregunta: Con su ferviente anhelo de aventuras, su
necesidad de emociones fuertes, ¿Cómo demonios se explica que Tartarín de
Tarascón no hubiese abandonado jamás Tarascón?.
Ciertamente, el osado Tarasconés, en sus cuarenta y cinco años, jamás había
dormido una sola noche fuera de su ciudad. ¿A qué se debía? Cierto padre de
la Iglesia dijo en cierta ocasión: “Siento dos hombres en mi”. Y el acertó era
perfectamente aplicable en el caso de Tartarín.
CURIOSOS EFECTOS DEL ESPEJSIMO
Sucedió en un anochecer en casa del armero Costecalde. Varios aficionados
escuchaban inesperadamente se abrió la puerta y entró un espantoso cazador
de gorras gritando “¡Un león!…. ¡Un león!”. Asombro general, horror, agitación,
atropello. Tartarín caló la bayoneta. El recién llegado es rodeado e interrogado,
exprimido. Y se enteran de lo siguiente: la colección de fieras de Mitaine
devuelta de la feria de Beaucaire, instalándose en la plaza del castillo, con
todas sus focas, boas, cocodrilos y un impresionante león.
4. CAPITULO VII Y VIII
¡ESTOCADAS, SI, ALFILERAZOS, NO!
Ningún victorioso conquistador despertó tanta expectación como Tartarín en los
salones de tarascón, los grupos se lo rifaban, arrebatándoselo unos a otros
prestándoselo, robándoselo descaradamente.
Cierta dama estuvo en varias ocasiones a punto de desmayarse de felicidad
cuando Tartarín la condujo del brazo a la caza de fieras de Mitaine y
deteniéndose ante la jaula del fiero león le explicó con detalle en modo de
cazar fieras como aquella, a que punto de su cuerpo hay que apuntar, a que
distancia se ha de hacer el disparo, que accidentes terribles suelen ocurrir en
tales duelos.
TARTARIN SE EMBARCA
Cuando llego el memorable día, todo Tarascón como un solo hombre
permaneció desde las primeras horas del alba entorpeciendo la circulación por
la carretera se avinión y en puntos próximos a la casita de boabad.
Ahí se hallaban representadas todas las clases sociales: marineros rodanos,
mozos del cordel, limpiabotas, burgueses, urdidoras, costureras y socios del
casino.
5. EPISODIO SEGUNDO
EN EL PAIS DE LOS “TEURS”
CAPITULO I Y II
¡A LAS ARMAS, A LAS ARMAS!
Desearía, amigos lectores, poseer facultades de pintor, y no vulgar, para poder
ofrecer un cuadro de las diversas posturas que tomó la “chechia” que duro la
travesía de Francia a Argelia, a bordo del “Zuavo” en primer lugar. La
presentaría en el momento de zarpar sobre cubierta, sublime y grandioso,
aquella hermosa testa tarasconesa.
LA PRIMERA SALIDA
Si es cierta la leyenda que dice que en los lugares donde han vivido los
grandes hombres algo de ellos queda flotando por siempre en el ambiente,
algún efluvio de Miguel de Cervantes debió ser el que hizo estremecerse de
placer a Tartarín al desembarcar, aquel magnífico tipo de francés del Mediodía,
en el que se fundían los dos héroes del libro sublime: Don Quijote y Sanco
Panza.
6. CAPITULO III Y IV
COMBATE ESPANTOSO
Se trataba de un desierto inmenso, salvaje, erizado de plantas extrañas,
plantas orientales, con apariencia de seres peligrosos, que las sombras
nocturnas convertían casi en monstruosos. A la derecha, se alzaba la mole de
una montaña… ¡acaso el Atlas! A la derecha, el mar invisible, bramando
calladamente…. Región ideal para las fieras.
Tartarín de Tarasco hincó una rfodilla en tierra, sosteniendo en su mano una
escopeta y dejando la otra a su lado. En esa postura dejó pasar una hora. Otra.
¡Y nada! Fue entonces cuando recordó haber leído que los grandes cazadores
siempre llevan consigo algún corderillo, que atan cerca y le obligan a balar
tirándole de la pata con una cuerda.
¡DORMID, LEONES DE ATLAS!
Aquel primer fracaso hubiera bastado para destrozar el ánimo de Tartarín, pero
nuestro héroe estaba construido de material de primera calidad: no se
desmoralizaba así como así.
Pensó: “Los leones se hallan hacia el Sur. Por lo tanto, iré al Sur”.
Y sin casi concluir el refrigerio con que fue obsequiado, se levantó de la mesa,
dio las gracias al tabernero, besó a la vieja, olvidados todos paraguazos,
derramó una última lágrima, sobre el desdichado Negrillo y regresó
precipitadamente a Argel, decidido firmemente a coger sus trastos y dirigirse
hacia el Sur inmediatamente.
7. CAPITULO V Y VI
EL PRINCIPE GROGORY
Ya llevaba dos semanas interminables nuestro tenaz Tartarín buscando a la
dama de sus sueños; posiblemente jamás hubiera dado con ella de no haber
acudido en su ayuda la Providencia de los enamorados, en la persona de un
hidalgo montenegrino. El hecho sucedió así:
El teatro principal de Argel celebra todos los sábados del invierno, por la noche,
un baile de máscaras, como en la ópera, no vayan ustedes a creer otra cosa.
DIME EL NOMBRE DE TU PADRE Y TE DIRE EL NOMBRE DE ESTA FLOR.
A la mañana siguiente, el príncipe Gregory se presentó excesivamente
temprano en la habitación de nuesro cazador…
¡Vamos!…. ¡Aprisa!.... ¡Vístase!..... Encontré a la mora. Se llama Baya. Una
viuda con veinte años. Y muy hermosa….
¡Viuda! – exclamó Tartarín, quien no sentía excesiva simpatía por los maridos
de Oriente – ¡Qué suerte!
No obstante, está muy vigilada por su hermano.
¡Demonio!
Es un terrible moro que vende pipas en el bazar de Orleáns. Pero yo sé que
usted no es de los que se impresionan tan fácilmente. Y hasta es posible que
todo se solucione con comprarle unas cuantas pipas…. ¡Vamos!... ¡Dése
prisa!.... ¡Hombre afortunado…!
¿Qué debo hacer?
Sólo escribir a la mora.
Y nuestro cazador comenzó a medir con sus pasos la distancia,
concentrándose, pues no es lo mismo escribir a una mora de Argel que a una
modistilla de Beaucaire.
8. CAPITLO VII Y VIII
SIDI TART’RI BEN TART’RI
¡Así es la vida! Todos los grandes hombres han tenido sus momentos de
flaqueza, y el tarasconés no iba a constituir una excepción. Dos meses
permaneció olvidado de los leones y de la gloria, enfrascado en su amor
oriental. Había alquilado en el centro de la ciudad árabe una preciosa casita
indígena, con su patio interior, plátanos, frescas galerías y susurrantes fuentes.
Había penetrado tan fuerte en él el espíritu morisco de la tierra que se pasaba
el día fumando el narguille y comiendo dulces almizclados.
NOTICIAS DE TARASCON
Cierta tarde encantadora, de cielo azul y templada brisa, regresaba Sidi Tarta’ri
de su huerta solo, con su mula. Avanzaba semiadormecido por efectos del
bochorno y del bienestar que respiraba su cuerpo; muy despatarrado, debido a
los anchos zurrones de esparto, repletos de cidra y sandías, arrullado por el
roce de sus estriberas y comunicando el “balánbalán” del animal su ritmo a
todo el cuerpo del jinete. Con tan adormecedoras acechanzas, sólo le quedaba
hacer a Tartarín cerrar sus ojos y cruzar las manos sobre su vientre.
9. EPISODIO TERCERO
EN LA TIERRA DE LOS LEONES
CAPITULO I Y II
UN SEÑOR BAJITO
El vehículo que le llevaba a la gloria era una vieja diligencia, acolchada a la
antigua, con tosco paño azul en pésimas condiciones y grandes presillas de
áspera lana, que necesitaban muy poco tiempo para barrenar las espaldas de
los viajeros. Tartarín de Tarascón, acomodado en un rincón de la rotonda,
respiraba el desagradable olor de diligencia mezcla de mil olores procedentes
de hombres, caballos, mujeres, cuernos, alimentos y paja mojada – a faltaba
del ansiado de los leones del Atlas.
EN MARCHA
Recorrió las anchas calles de Milianah, hermoseadas por lindos árboles y
fuertes, buscando un hotel adecuado. Ni un solo instante dejaba de pensar en
las palabras de Bombonnel… ¡Sería terrible que hubiera desaparecido los
leones de Argelia!... Si así fuera, sobraban tantos trabajos, fatigas y
calamidades.
10. CAPITLO III Y IV
¡POR FIN…!
Nuestros cazadores de leones tuvieron que elegir entre el camello y la
“chechia”… y se quedaron con ésta. De modo que siguieron el camino a pie,
hacia el Sur, a etapas breves; a la cabeza marchaba el tarasconés, a la cola, el
montenegrino, y entre ambos, el camello con todo el equipaje.
La campaña duró casi un mes.
NUEVOS DESASTRES
Grande fue la sorpresa que recibió Tartarín de Tarascón al alcanzar la entrada
de su casa morisca y oír que salían de ella ruido de copas, bombazos de
botellas de champán y alegres risas, y dominando el alboroto, una voz de mujer
cantando alegremente:
“¿Te gusta, Marco la Bella, danzar en salón florido?... “
¡Canastos! – exclamó el tarsconés, entrenado precipitadamente en el patio.
11. CAPITULO V
¡TARASCON! ¡TARASCON!
Son las doce del día. El “Zuavo” está listo para zarpar. Arriba, en el balcón del
café Valentín, los oficiales de la guarnición se dedican a la mayor distracción
que hallan en Argel: contemplar a través de un catalejo el barco afortunado que
sale para Francia; la operación la realizan por orden de grados, comenzando
por el coronel. Abajo, la rada deslumbrante. El metal de los viejos cañones
turcos semihundidos a lo largo del muelle, refleja los rayos solares. Corren los
pasajeros. Las barcas reciben su carga de equipajes, transportados por biskris
y mahoneses.
El único viajero que no llevaba equipaje era Tartarín de Tarascón. Allí va,
descendiendo la calle de la Marina, atravesando el mercado pequeño
atiborrado de plátanos y sandías, en compañía de su buen amigo Barbissou.