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CAPITULO I Y II 
EL JARDÍN DEL BAOBAB 
Jamás olvidaré mi primera visita a Tartarín de Tarascón a pesar de haber 
transcurrido ya doce o quince años. La recuerdo como si hubiese tenido lugar 
ayer. Por aquella época vivía el valiente Tartarín a la entrada de la ciudad, en 
la carretera de Aviñón, en la tercera casa, a mano izquierda. 
Aunque en aquel tiempo Tartarín de Tarascón aún no había llegado a ser el 
hombre más popular de todo el mediodía de Francia, ya lo era de Tarascón. 
Más que eso: era el rey de Tarascón. A tan alta altura había llegado del modo 
siguiente. 
Para empezar, he de revelar que en Tarascón todos los cazadores, por muy 
viejos o muy chicos que sean
CAPITULO III Y IV 
¡NA! ¡NA! ¡NA! 
CONTINÚA LA OJEADA A LA SINGULAR CIUDAD DE TARASCON 
Cada familia disponía de su romanza, lo que no constituía ningún secreto para 
nadie. 
La del boticario Bezuquet comenzaba así: 
“Oh blanca estrella que adoro…..” 
La del armero Costecalde: 
“Ven conmigo al país de las cabañas………” 
La del registrado: 
“Si fueses invisible, nadie me vería” 
Una vez bien cargada la caldera, se levantan, silban a los perros, cargan sus 
armas y dan principio a la caza en las ordenanzas del día. 
TARTARIN Y EL CASINO 
Si todo el pueblo estaba por Tartarín sus anchas espaldas, sus gestos, sus 
andares, aquella reputación de héroe….que nadie sabía de donde había 
nacido, sus propinas a los limpiabotas, todo eso y mucho más le había 
convertido en el lord Seymour. Cuando Tartarín regresaba de caza los 
domingos por la tarde y pasaba por los muelles con su escopeta en bandolera 
y en su camión la agujerada gorra, los cargadores del Ródano le contemplaban 
admirados. 
¡Ese tipo si que es un Sansón! ¡Fijaos, tiene músculos dobles!, no obstante, a 
pesar de ser el mimado de Tarascón, Tartarín no era fleiz. En su ciudad se 
aburría soberanamente.
CAPITULO V Y VI 
¿SERÁ TARTARIN DE TARASCON UN IMPOSTOR? 
Surge, aquí, una lógica pregunta: Con su ferviente anhelo de aventuras, su 
necesidad de emociones fuertes, ¿Cómo demonios se explica que Tartarín de 
Tarascón no hubiese abandonado jamás Tarascón?. 
Ciertamente, el osado Tarasconés, en sus cuarenta y cinco años, jamás había 
dormido una sola noche fuera de su ciudad. ¿A qué se debía? Cierto padre de 
la Iglesia dijo en cierta ocasión: “Siento dos hombres en mi”. Y el acertó era 
perfectamente aplicable en el caso de Tartarín. 
CURIOSOS EFECTOS DEL ESPEJSIMO 
Sucedió en un anochecer en casa del armero Costecalde. Varios aficionados 
escuchaban inesperadamente se abrió la puerta y entró un espantoso cazador 
de gorras gritando “¡Un león!…. ¡Un león!”. Asombro general, horror, agitación, 
atropello. Tartarín caló la bayoneta. El recién llegado es rodeado e interrogado, 
exprimido. Y se enteran de lo siguiente: la colección de fieras de Mitaine 
devuelta de la feria de Beaucaire, instalándose en la plaza del castillo, con 
todas sus focas, boas, cocodrilos y un impresionante león.
CAPITULO VII Y VIII 
¡ESTOCADAS, SI, ALFILERAZOS, NO! 
Ningún victorioso conquistador despertó tanta expectación como Tartarín en los 
salones de tarascón, los grupos se lo rifaban, arrebatándoselo unos a otros 
prestándoselo, robándoselo descaradamente. 
Cierta dama estuvo en varias ocasiones a punto de desmayarse de felicidad 
cuando Tartarín la condujo del brazo a la caza de fieras de Mitaine y 
deteniéndose ante la jaula del fiero león le explicó con detalle en modo de 
cazar fieras como aquella, a que punto de su cuerpo hay que apuntar, a que 
distancia se ha de hacer el disparo, que accidentes terribles suelen ocurrir en 
tales duelos. 
TARTARIN SE EMBARCA 
Cuando llego el memorable día, todo Tarascón como un solo hombre 
permaneció desde las primeras horas del alba entorpeciendo la circulación por 
la carretera se avinión y en puntos próximos a la casita de boabad. 
Ahí se hallaban representadas todas las clases sociales: marineros rodanos, 
mozos del cordel, limpiabotas, burgueses, urdidoras, costureras y socios del 
casino.
EPISODIO SEGUNDO 
EN EL PAIS DE LOS “TEURS” 
CAPITULO I Y II 
¡A LAS ARMAS, A LAS ARMAS! 
Desearía, amigos lectores, poseer facultades de pintor, y no vulgar, para poder 
ofrecer un cuadro de las diversas posturas que tomó la “chechia” que duro la 
travesía de Francia a Argelia, a bordo del “Zuavo” en primer lugar. La 
presentaría en el momento de zarpar sobre cubierta, sublime y grandioso, 
aquella hermosa testa tarasconesa. 
LA PRIMERA SALIDA 
Si es cierta la leyenda que dice que en los lugares donde han vivido los 
grandes hombres algo de ellos queda flotando por siempre en el ambiente, 
algún efluvio de Miguel de Cervantes debió ser el que hizo estremecerse de 
placer a Tartarín al desembarcar, aquel magnífico tipo de francés del Mediodía, 
en el que se fundían los dos héroes del libro sublime: Don Quijote y Sanco 
Panza.
CAPITULO III Y IV 
COMBATE ESPANTOSO 
Se trataba de un desierto inmenso, salvaje, erizado de plantas extrañas, 
plantas orientales, con apariencia de seres peligrosos, que las sombras 
nocturnas convertían casi en monstruosos. A la derecha, se alzaba la mole de 
una montaña… ¡acaso el Atlas! A la derecha, el mar invisible, bramando 
calladamente…. Región ideal para las fieras. 
Tartarín de Tarasco hincó una rfodilla en tierra, sosteniendo en su mano una 
escopeta y dejando la otra a su lado. En esa postura dejó pasar una hora. Otra. 
¡Y nada! Fue entonces cuando recordó haber leído que los grandes cazadores 
siempre llevan consigo algún corderillo, que atan cerca y le obligan a balar 
tirándole de la pata con una cuerda. 
¡DORMID, LEONES DE ATLAS! 
Aquel primer fracaso hubiera bastado para destrozar el ánimo de Tartarín, pero 
nuestro héroe estaba construido de material de primera calidad: no se 
desmoralizaba así como así. 
Pensó: “Los leones se hallan hacia el Sur. Por lo tanto, iré al Sur”. 
Y sin casi concluir el refrigerio con que fue obsequiado, se levantó de la mesa, 
dio las gracias al tabernero, besó a la vieja, olvidados todos paraguazos, 
derramó una última lágrima, sobre el desdichado Negrillo y regresó 
precipitadamente a Argel, decidido firmemente a coger sus trastos y dirigirse 
hacia el Sur inmediatamente.
CAPITULO V Y VI 
EL PRINCIPE GROGORY 
Ya llevaba dos semanas interminables nuestro tenaz Tartarín buscando a la 
dama de sus sueños; posiblemente jamás hubiera dado con ella de no haber 
acudido en su ayuda la Providencia de los enamorados, en la persona de un 
hidalgo montenegrino. El hecho sucedió así: 
El teatro principal de Argel celebra todos los sábados del invierno, por la noche, 
un baile de máscaras, como en la ópera, no vayan ustedes a creer otra cosa. 
DIME EL NOMBRE DE TU PADRE Y TE DIRE EL NOMBRE DE ESTA FLOR. 
A la mañana siguiente, el príncipe Gregory se presentó excesivamente 
temprano en la habitación de nuesro cazador… 
¡Vamos!…. ¡Aprisa!.... ¡Vístase!..... Encontré a la mora. Se llama Baya. Una 
viuda con veinte años. Y muy hermosa…. 
¡Viuda! – exclamó Tartarín, quien no sentía excesiva simpatía por los maridos 
de Oriente – ¡Qué suerte! 
No obstante, está muy vigilada por su hermano. 
¡Demonio! 
Es un terrible moro que vende pipas en el bazar de Orleáns. Pero yo sé que 
usted no es de los que se impresionan tan fácilmente. Y hasta es posible que 
todo se solucione con comprarle unas cuantas pipas…. ¡Vamos!... ¡Dése 
prisa!.... ¡Hombre afortunado…! 
¿Qué debo hacer? 
Sólo escribir a la mora. 
Y nuestro cazador comenzó a medir con sus pasos la distancia, 
concentrándose, pues no es lo mismo escribir a una mora de Argel que a una 
modistilla de Beaucaire.
CAPITLO VII Y VIII 
SIDI TART’RI BEN TART’RI 
¡Así es la vida! Todos los grandes hombres han tenido sus momentos de 
flaqueza, y el tarasconés no iba a constituir una excepción. Dos meses 
permaneció olvidado de los leones y de la gloria, enfrascado en su amor 
oriental. Había alquilado en el centro de la ciudad árabe una preciosa casita 
indígena, con su patio interior, plátanos, frescas galerías y susurrantes fuentes. 
Había penetrado tan fuerte en él el espíritu morisco de la tierra que se pasaba 
el día fumando el narguille y comiendo dulces almizclados. 
NOTICIAS DE TARASCON 
Cierta tarde encantadora, de cielo azul y templada brisa, regresaba Sidi Tarta’ri 
de su huerta solo, con su mula. Avanzaba semiadormecido por efectos del 
bochorno y del bienestar que respiraba su cuerpo; muy despatarrado, debido a 
los anchos zurrones de esparto, repletos de cidra y sandías, arrullado por el 
roce de sus estriberas y comunicando el “balánbalán” del animal su ritmo a 
todo el cuerpo del jinete. Con tan adormecedoras acechanzas, sólo le quedaba 
hacer a Tartarín cerrar sus ojos y cruzar las manos sobre su vientre.
EPISODIO TERCERO 
EN LA TIERRA DE LOS LEONES 
CAPITULO I Y II 
UN SEÑOR BAJITO 
El vehículo que le llevaba a la gloria era una vieja diligencia, acolchada a la 
antigua, con tosco paño azul en pésimas condiciones y grandes presillas de 
áspera lana, que necesitaban muy poco tiempo para barrenar las espaldas de 
los viajeros. Tartarín de Tarascón, acomodado en un rincón de la rotonda, 
respiraba el desagradable olor de diligencia mezcla de mil olores procedentes 
de hombres, caballos, mujeres, cuernos, alimentos y paja mojada – a faltaba 
del ansiado de los leones del Atlas. 
EN MARCHA 
Recorrió las anchas calles de Milianah, hermoseadas por lindos árboles y 
fuertes, buscando un hotel adecuado. Ni un solo instante dejaba de pensar en 
las palabras de Bombonnel… ¡Sería terrible que hubiera desaparecido los 
leones de Argelia!... Si así fuera, sobraban tantos trabajos, fatigas y 
calamidades.
CAPITLO III Y IV 
¡POR FIN…! 
Nuestros cazadores de leones tuvieron que elegir entre el camello y la 
“chechia”… y se quedaron con ésta. De modo que siguieron el camino a pie, 
hacia el Sur, a etapas breves; a la cabeza marchaba el tarasconés, a la cola, el 
montenegrino, y entre ambos, el camello con todo el equipaje. 
La campaña duró casi un mes. 
NUEVOS DESASTRES 
Grande fue la sorpresa que recibió Tartarín de Tarascón al alcanzar la entrada 
de su casa morisca y oír que salían de ella ruido de copas, bombazos de 
botellas de champán y alegres risas, y dominando el alboroto, una voz de mujer 
cantando alegremente: 
“¿Te gusta, Marco la Bella, danzar en salón florido?... “ 
¡Canastos! – exclamó el tarsconés, entrenado precipitadamente en el patio.
CAPITULO V 
¡TARASCON! ¡TARASCON! 
Son las doce del día. El “Zuavo” está listo para zarpar. Arriba, en el balcón del 
café Valentín, los oficiales de la guarnición se dedican a la mayor distracción 
que hallan en Argel: contemplar a través de un catalejo el barco afortunado que 
sale para Francia; la operación la realizan por orden de grados, comenzando 
por el coronel. Abajo, la rada deslumbrante. El metal de los viejos cañones 
turcos semihundidos a lo largo del muelle, refleja los rayos solares. Corren los 
pasajeros. Las barcas reciben su carga de equipajes, transportados por biskris 
y mahoneses. 
El único viajero que no llevaba equipaje era Tartarín de Tarascón. Allí va, 
descendiendo la calle de la Marina, atravesando el mercado pequeño 
atiborrado de plátanos y sandías, en compañía de su buen amigo Barbissou.

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Viaje de Tartarín de Tarascón a la tierra de los leones

  • 1. CAPITULO I Y II EL JARDÍN DEL BAOBAB Jamás olvidaré mi primera visita a Tartarín de Tarascón a pesar de haber transcurrido ya doce o quince años. La recuerdo como si hubiese tenido lugar ayer. Por aquella época vivía el valiente Tartarín a la entrada de la ciudad, en la carretera de Aviñón, en la tercera casa, a mano izquierda. Aunque en aquel tiempo Tartarín de Tarascón aún no había llegado a ser el hombre más popular de todo el mediodía de Francia, ya lo era de Tarascón. Más que eso: era el rey de Tarascón. A tan alta altura había llegado del modo siguiente. Para empezar, he de revelar que en Tarascón todos los cazadores, por muy viejos o muy chicos que sean
  • 2. CAPITULO III Y IV ¡NA! ¡NA! ¡NA! CONTINÚA LA OJEADA A LA SINGULAR CIUDAD DE TARASCON Cada familia disponía de su romanza, lo que no constituía ningún secreto para nadie. La del boticario Bezuquet comenzaba así: “Oh blanca estrella que adoro…..” La del armero Costecalde: “Ven conmigo al país de las cabañas………” La del registrado: “Si fueses invisible, nadie me vería” Una vez bien cargada la caldera, se levantan, silban a los perros, cargan sus armas y dan principio a la caza en las ordenanzas del día. TARTARIN Y EL CASINO Si todo el pueblo estaba por Tartarín sus anchas espaldas, sus gestos, sus andares, aquella reputación de héroe….que nadie sabía de donde había nacido, sus propinas a los limpiabotas, todo eso y mucho más le había convertido en el lord Seymour. Cuando Tartarín regresaba de caza los domingos por la tarde y pasaba por los muelles con su escopeta en bandolera y en su camión la agujerada gorra, los cargadores del Ródano le contemplaban admirados. ¡Ese tipo si que es un Sansón! ¡Fijaos, tiene músculos dobles!, no obstante, a pesar de ser el mimado de Tarascón, Tartarín no era fleiz. En su ciudad se aburría soberanamente.
  • 3. CAPITULO V Y VI ¿SERÁ TARTARIN DE TARASCON UN IMPOSTOR? Surge, aquí, una lógica pregunta: Con su ferviente anhelo de aventuras, su necesidad de emociones fuertes, ¿Cómo demonios se explica que Tartarín de Tarascón no hubiese abandonado jamás Tarascón?. Ciertamente, el osado Tarasconés, en sus cuarenta y cinco años, jamás había dormido una sola noche fuera de su ciudad. ¿A qué se debía? Cierto padre de la Iglesia dijo en cierta ocasión: “Siento dos hombres en mi”. Y el acertó era perfectamente aplicable en el caso de Tartarín. CURIOSOS EFECTOS DEL ESPEJSIMO Sucedió en un anochecer en casa del armero Costecalde. Varios aficionados escuchaban inesperadamente se abrió la puerta y entró un espantoso cazador de gorras gritando “¡Un león!…. ¡Un león!”. Asombro general, horror, agitación, atropello. Tartarín caló la bayoneta. El recién llegado es rodeado e interrogado, exprimido. Y se enteran de lo siguiente: la colección de fieras de Mitaine devuelta de la feria de Beaucaire, instalándose en la plaza del castillo, con todas sus focas, boas, cocodrilos y un impresionante león.
  • 4. CAPITULO VII Y VIII ¡ESTOCADAS, SI, ALFILERAZOS, NO! Ningún victorioso conquistador despertó tanta expectación como Tartarín en los salones de tarascón, los grupos se lo rifaban, arrebatándoselo unos a otros prestándoselo, robándoselo descaradamente. Cierta dama estuvo en varias ocasiones a punto de desmayarse de felicidad cuando Tartarín la condujo del brazo a la caza de fieras de Mitaine y deteniéndose ante la jaula del fiero león le explicó con detalle en modo de cazar fieras como aquella, a que punto de su cuerpo hay que apuntar, a que distancia se ha de hacer el disparo, que accidentes terribles suelen ocurrir en tales duelos. TARTARIN SE EMBARCA Cuando llego el memorable día, todo Tarascón como un solo hombre permaneció desde las primeras horas del alba entorpeciendo la circulación por la carretera se avinión y en puntos próximos a la casita de boabad. Ahí se hallaban representadas todas las clases sociales: marineros rodanos, mozos del cordel, limpiabotas, burgueses, urdidoras, costureras y socios del casino.
  • 5. EPISODIO SEGUNDO EN EL PAIS DE LOS “TEURS” CAPITULO I Y II ¡A LAS ARMAS, A LAS ARMAS! Desearía, amigos lectores, poseer facultades de pintor, y no vulgar, para poder ofrecer un cuadro de las diversas posturas que tomó la “chechia” que duro la travesía de Francia a Argelia, a bordo del “Zuavo” en primer lugar. La presentaría en el momento de zarpar sobre cubierta, sublime y grandioso, aquella hermosa testa tarasconesa. LA PRIMERA SALIDA Si es cierta la leyenda que dice que en los lugares donde han vivido los grandes hombres algo de ellos queda flotando por siempre en el ambiente, algún efluvio de Miguel de Cervantes debió ser el que hizo estremecerse de placer a Tartarín al desembarcar, aquel magnífico tipo de francés del Mediodía, en el que se fundían los dos héroes del libro sublime: Don Quijote y Sanco Panza.
  • 6. CAPITULO III Y IV COMBATE ESPANTOSO Se trataba de un desierto inmenso, salvaje, erizado de plantas extrañas, plantas orientales, con apariencia de seres peligrosos, que las sombras nocturnas convertían casi en monstruosos. A la derecha, se alzaba la mole de una montaña… ¡acaso el Atlas! A la derecha, el mar invisible, bramando calladamente…. Región ideal para las fieras. Tartarín de Tarasco hincó una rfodilla en tierra, sosteniendo en su mano una escopeta y dejando la otra a su lado. En esa postura dejó pasar una hora. Otra. ¡Y nada! Fue entonces cuando recordó haber leído que los grandes cazadores siempre llevan consigo algún corderillo, que atan cerca y le obligan a balar tirándole de la pata con una cuerda. ¡DORMID, LEONES DE ATLAS! Aquel primer fracaso hubiera bastado para destrozar el ánimo de Tartarín, pero nuestro héroe estaba construido de material de primera calidad: no se desmoralizaba así como así. Pensó: “Los leones se hallan hacia el Sur. Por lo tanto, iré al Sur”. Y sin casi concluir el refrigerio con que fue obsequiado, se levantó de la mesa, dio las gracias al tabernero, besó a la vieja, olvidados todos paraguazos, derramó una última lágrima, sobre el desdichado Negrillo y regresó precipitadamente a Argel, decidido firmemente a coger sus trastos y dirigirse hacia el Sur inmediatamente.
  • 7. CAPITULO V Y VI EL PRINCIPE GROGORY Ya llevaba dos semanas interminables nuestro tenaz Tartarín buscando a la dama de sus sueños; posiblemente jamás hubiera dado con ella de no haber acudido en su ayuda la Providencia de los enamorados, en la persona de un hidalgo montenegrino. El hecho sucedió así: El teatro principal de Argel celebra todos los sábados del invierno, por la noche, un baile de máscaras, como en la ópera, no vayan ustedes a creer otra cosa. DIME EL NOMBRE DE TU PADRE Y TE DIRE EL NOMBRE DE ESTA FLOR. A la mañana siguiente, el príncipe Gregory se presentó excesivamente temprano en la habitación de nuesro cazador… ¡Vamos!…. ¡Aprisa!.... ¡Vístase!..... Encontré a la mora. Se llama Baya. Una viuda con veinte años. Y muy hermosa…. ¡Viuda! – exclamó Tartarín, quien no sentía excesiva simpatía por los maridos de Oriente – ¡Qué suerte! No obstante, está muy vigilada por su hermano. ¡Demonio! Es un terrible moro que vende pipas en el bazar de Orleáns. Pero yo sé que usted no es de los que se impresionan tan fácilmente. Y hasta es posible que todo se solucione con comprarle unas cuantas pipas…. ¡Vamos!... ¡Dése prisa!.... ¡Hombre afortunado…! ¿Qué debo hacer? Sólo escribir a la mora. Y nuestro cazador comenzó a medir con sus pasos la distancia, concentrándose, pues no es lo mismo escribir a una mora de Argel que a una modistilla de Beaucaire.
  • 8. CAPITLO VII Y VIII SIDI TART’RI BEN TART’RI ¡Así es la vida! Todos los grandes hombres han tenido sus momentos de flaqueza, y el tarasconés no iba a constituir una excepción. Dos meses permaneció olvidado de los leones y de la gloria, enfrascado en su amor oriental. Había alquilado en el centro de la ciudad árabe una preciosa casita indígena, con su patio interior, plátanos, frescas galerías y susurrantes fuentes. Había penetrado tan fuerte en él el espíritu morisco de la tierra que se pasaba el día fumando el narguille y comiendo dulces almizclados. NOTICIAS DE TARASCON Cierta tarde encantadora, de cielo azul y templada brisa, regresaba Sidi Tarta’ri de su huerta solo, con su mula. Avanzaba semiadormecido por efectos del bochorno y del bienestar que respiraba su cuerpo; muy despatarrado, debido a los anchos zurrones de esparto, repletos de cidra y sandías, arrullado por el roce de sus estriberas y comunicando el “balánbalán” del animal su ritmo a todo el cuerpo del jinete. Con tan adormecedoras acechanzas, sólo le quedaba hacer a Tartarín cerrar sus ojos y cruzar las manos sobre su vientre.
  • 9. EPISODIO TERCERO EN LA TIERRA DE LOS LEONES CAPITULO I Y II UN SEÑOR BAJITO El vehículo que le llevaba a la gloria era una vieja diligencia, acolchada a la antigua, con tosco paño azul en pésimas condiciones y grandes presillas de áspera lana, que necesitaban muy poco tiempo para barrenar las espaldas de los viajeros. Tartarín de Tarascón, acomodado en un rincón de la rotonda, respiraba el desagradable olor de diligencia mezcla de mil olores procedentes de hombres, caballos, mujeres, cuernos, alimentos y paja mojada – a faltaba del ansiado de los leones del Atlas. EN MARCHA Recorrió las anchas calles de Milianah, hermoseadas por lindos árboles y fuertes, buscando un hotel adecuado. Ni un solo instante dejaba de pensar en las palabras de Bombonnel… ¡Sería terrible que hubiera desaparecido los leones de Argelia!... Si así fuera, sobraban tantos trabajos, fatigas y calamidades.
  • 10. CAPITLO III Y IV ¡POR FIN…! Nuestros cazadores de leones tuvieron que elegir entre el camello y la “chechia”… y se quedaron con ésta. De modo que siguieron el camino a pie, hacia el Sur, a etapas breves; a la cabeza marchaba el tarasconés, a la cola, el montenegrino, y entre ambos, el camello con todo el equipaje. La campaña duró casi un mes. NUEVOS DESASTRES Grande fue la sorpresa que recibió Tartarín de Tarascón al alcanzar la entrada de su casa morisca y oír que salían de ella ruido de copas, bombazos de botellas de champán y alegres risas, y dominando el alboroto, una voz de mujer cantando alegremente: “¿Te gusta, Marco la Bella, danzar en salón florido?... “ ¡Canastos! – exclamó el tarsconés, entrenado precipitadamente en el patio.
  • 11. CAPITULO V ¡TARASCON! ¡TARASCON! Son las doce del día. El “Zuavo” está listo para zarpar. Arriba, en el balcón del café Valentín, los oficiales de la guarnición se dedican a la mayor distracción que hallan en Argel: contemplar a través de un catalejo el barco afortunado que sale para Francia; la operación la realizan por orden de grados, comenzando por el coronel. Abajo, la rada deslumbrante. El metal de los viejos cañones turcos semihundidos a lo largo del muelle, refleja los rayos solares. Corren los pasajeros. Las barcas reciben su carga de equipajes, transportados por biskris y mahoneses. El único viajero que no llevaba equipaje era Tartarín de Tarascón. Allí va, descendiendo la calle de la Marina, atravesando el mercado pequeño atiborrado de plátanos y sandías, en compañía de su buen amigo Barbissou.