Un niño con mal carácter recibió de su padre una bolsa de clavos y la instrucción de clavar uno cada vez que perdiera la calma. Al principio clavó muchos clavos, pero con el tiempo fue controlando mejor su genio y clavando menos, hasta que eventualmente no necesitó clavar ninguno. Su padre entonces le dijo que sacara un clavo cada día que mantuviera la calma, y al final el niño pudo sacar todos los clavos de la cerca.