1. LA VERJA
Había un niño pequeño con muy mal genio. Su padre le entregó una
bolsa de clavos y le indicó que cada vez que se pusiera de mal humor
clavara un clavo en la verja de atrás. El primer día el niño clavó 37
clavos en la verja. Entonces, después fue bajando la cantidad, pues
descubrió que era más fácil calmarse que clavar clavos en la verja.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma. Fue y se lo
contó a su padre y su padre le indicó que sacara un clavo cada día que
mantuviera la calma.
Los días pasaron y el niño pudo finalmente decirle a su padre que
había sacado todos los clavos. El padre tomó al niño de la mano y lo
llevó a la verja. Le dijo:
“Has hecho bien mi hijo, pero mira los huecos que quedaron en la
verja; la verja no será la misma. Cuando se dicen cosas con coraje, se
queda una herida como estos huecos. Tú puedes enterrarle un puñal a
alguien y sacárselo. No importará cuántas veces le pidas perdón, esa
herida se queda ahí. Una herida verbal es igual que una herida física”.