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volumen 10 • número 3
julio-septiembre de 2010
La geografía del poder chino
¿Qué tan lejos puede llegar Beijing en tierra
o en alta mar?
Robert D. Kaplan
FL A T I N O A M É R I C A
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La geografía del poder chino
¿Qué tan lejos puede llegar Beijing en tierra
o en alta mar?
Robert D. Kaplan
c
El geógrafo inglés Sir Halford Mackinder finalizó su famoso artículo de 1904,
“The Geographical Pivot of History”, con una perturbadora referencia a China.
Tras explicar por qué Eurasia era el fulcro geoestratégico del poder mundial,
planteó que los chinos, si expandieran su poder más allá de sus fronteras, “podrían
constituir la amenaza amarilla a la libertad del mundo sólo porque le agrega-
rían una fachada oceánica a los recursos del gran continente, una ventaja que
hasta ahora se le ha negado al ocupante ruso de la importante región”. Dejando
de lado el racismo de esta idea, que era común en la época, así como la histeria
generada por el surgimiento de una potencia no occidental en cualquier momen-
to, Mackinder tenía razón: mientras Rusia, el otro gigante eurasiático, era básica-
mente, y lo sigue siendo, una potencia en tierra con un frente oceánico bloquea-
do por hielo, China, debido a un litoral templado de 9 000 millas [14 500 km] de
extensión con muchos puertos naturales adecuados, es una potencia tanto en tie-
rra como en alta mar. (Mackinder realmente temía que China algún día conquis-
tara a Rusia.) El alcance virtual de China se extiende desde Asia central, con toda
su riqueza mineral y en hidrocarburos, hasta las principales vías marítimas del
océano Pacífico.
Robert D. Kaplan es investigador titular en el Center for a New Ame-
rican Security y corresponsal de la revista The Atlantic. Su libro Monsoon:
The Indian Ocean and the Future of American Power será publicado en
el otoño de 2010. Para consultar una guía comentada sobre este tema,
refiérase a “What to Read on Geopolitics” en
www.foreignaffairs.com/readinglists/geopolitics.
© material original de foreign affairs · Volumen 89 Número 3
17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 1
Posteriormente, en Democratic Ideals and Reality, Mackinder predijo que junto
con Estados Unidos y el Reino Unido, China, tarde o temprano, dirigiría al mun-
do “construyendo una nueva civilización —ni totalmente oriental ni totalmente
occidental— para una cuarta parte de la humanidad”.
La privilegiada geografía de China es un punto tan obvio que se tiende a pasar
por alto en las discusiones sobre el dinamismo económico y la determinación
nacional de dicho país. Sin embargo, es esencial: implica que China estará en el
centro de la geopolítica incluso si el camino del país hacia el poder global no es
necesariamente lineal. (China ha tenido habitualmente tasas de crecimiento del
pib de más del 10% anual durante los últimos 30 años, pero muy probablemente
no durarán otros 30.) China combina una modernidad extrema al estilo occiden-
tal con una “civilización hidráulica” (término acuñado por el historiador Karl
Wittfogel para describir a las sociedades que ejercen un control centralizado so-
bre la irrigación) que evoca al antiguo Oriente: gracias al control central, el régi-
men puede, por ejemplo, utilizar la mano de obra de millones de personas para
construir infraestructura importante. Esto hace que China sea implacablemente
dinámica de maneras que las democracias, con todos sus retrasos, no pueden ser-
lo. Como los dirigentes nominalmente comunistas de China —los descendientes
de alrededor de veinticinco dinastías que se remontan 4 000 años— están absor-
biendo la tecnología y las prácticas de Occidente, están incorporándolas a un sis-
tema cultural disciplinado y complejo con una experiencia única en, entre otras
cosas, la formación de relaciones tributarias con otros Estados. “Los chinos”, me
comentó un funcionario de Singapur a principios de 2010,“son encantadores cuan-
do desean serlo y explotadores cuando lo desean, y lo hacen de forma bastante
sistemática”.
El dinamismo interno de China crea ambiciones externas. Los imperios rara vez
surgen por designio; crecen orgánicamente. A medida que los Estados se fortale-
cen, crean nuevas necesidades y —esto podría parecer ilógico— recelos que los fuer-
zan a expandirse de diversas formas. Incluso bajo el liderazgo de algunos de los
presidentes menos memorables —Rutherford Hayes, James Garfield, Chester
Arthur, Benjamin Harrison— la economía de Estados Unidos creció de forma
sostenida y discreta a finales del siglo xix. A medida que el país tenía más transac-
ciones con el mundo exterior, desarrolló complejos intereses económicos y estraté-
gicos en lugares lejanos. En ocasiones, como en Sudamérica y la región del Pacífico,
por ejemplo, estos intereses justificaban la acción militar. Estados Unidos también
pudo comenzar a concentrarse en el exterior durante ese período porque ya había
consolidado el interior del continente; la última batalla importante de las Guerras
Indias se libró en 1890.
China hoy en día está consolidando sus fronteras en tierra y está comenzando a
mirar al exterior. Las ambiciones de política exterior de China son tan agresivas
como las de Estados Unidos hace un siglo, pero por razones completamente di-
ferentes. China no tiene una aproximación misionera hacia los asuntos internacio-
Robert D. Kaplan
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]2
17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 2
nales, con la intención de difundir una ideología o un sistema de gobierno. El pro-
greso moral en asuntos internacionales es una meta estadounidense, no china. Las
acciones de China en el extranjero son impulsadas por su necesidad de asegurar
energía, metales y minerales estratégicos con el fin de sustentar los crecientes
estándares de vida de su inmensa población, que representa alrededor del 20% de la
población mundial.
Para lograr esta tarea, China ha establecido ventajosas relaciones de poder tan-
to en territorios vecinos como en regiones lejanas que son ricas en los recursos
que requiere para impulsar su crecimiento. Debido a que lo que impulsa a China
en el extranjero tiene que ver con un interés nacional básico —la supervivencia
económica— el país puede ser definido como una potencia hiperrealista. Trata
de desarrollar una presencia sólida en las regiones de África que están bien dota-
das de petróleo y minerales y desea asegurar acceso portuario a lo largo del océano
Índico y del mar del Sur de China, que conectan el mundo árabe-persa, rico en
hidrocarburos, con el litoral chino. Al no tener otra opción, a Beijing le tiene sin
cuidado el tipo de régimen con el que establece relaciones; requiere estabilidad,
no virtud como la concibe Occidente. Y, debido a que algunos de estos regímenes
—como los de Irán, Myanmar (también conocido como Birmania) y Sudán—
son oscurantistas y autoritarios, esta búsqueda mundial de recursos pone a China
en conflicto con la orientación misionera de Estados Unidos, y de otros países
como la India y Rusia, contra cuyas esferas de influencia está chocando.
Sin duda, China no representa un problema existencial para esos Estados. La
probabilidad de una guerra entre China y Estados Unidos es remota; la amena-
za del ejército chino es sólo indirecta para Washington. El desafío que repre-
senta China es principalmente geográfico, a pesar de cuestiones críticas relati-
vas a deuda, comercio y calentamiento global. El área de influencia emergente de
China en Eurasia y África está aumentando, no en el sentido imperialista deci-
monónico, sino de una forma más sutil y acorde con la era de la globalización.
Simplemente al asegurar sus necesidades económicas, China está cambiando el
equilibrio de poder en el hemisferio oriental, y eso debe preocupar enormemen-
te a Estados Unidos. En tierra y en alta mar, fomentada por la favorable ubica-
ción geográfica de China, la influencia de Beijing está surgiendo en Asia cen-
tral y expandiéndose hacia el mar del Sur de China, desde el Lejano Este Ruso
hacia el océano Índico. China está surgiendo como una potencia continental, y,
como dijera Napoleón, las políticas de actuación de dichos Estados son inhe-
rentes a su geografía.
síndrome de frontera irritable
Xinjiang y el Tíbet son las dos principales áreas dentro del Estado chino
cuyos habitantes se han resistido a la atracción de la civilización china. Esto los
convierte, de cierto modo, en propiedades imperiales de Beijing. Además, las ten-
La geografía del poder chino
foreign affairs latinoamérica o [ ]3
17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 3
siones nacionalistas étnicas en estas regiones están complicando la relación de
Beijing con los Estados vecinos.
“Xinjiang”, el nombre de la provincia más occidental de China, significa “nuevo
dominio” y se refiere al Turquestán chino, un área del doble del tamaño del estado
de Texas que está muy alejada de la región central de China, al otro lado del de-
sierto de Gobi.China ha sido una entidad política desde hace milenios,pero Xinjiang
se convirtió formalmente en parte de ella a finales del siglo xix. Desde entonces,
como lo explicara el diplomático británico Sir Fitzroy Maclean, la historia de la
provincia “ha sido una de turbulencia sostenida”, salpicada de revueltas y dife-
rentes períodos de gobierno independiente hasta bien entrada la década de los
cuarenta. En 1949, los comunistas de Mao Tse Tung marcharon sobre Xinjiang e
integraron la provincia al resto de China por la fuerza. Pero, en tiempos tan re-
cientes como 1990 y de nuevo en 2009, los uigures túrquicos —descendientes de
los turcos que gobernaron Mongolia en los siglos vii y viii— se rebelaron con-
tra el gobierno de Beijing.
En China, el número de uigures es de alrededor de 8 millones de personas y
representan menos del 1% de la población de China; sin embargo, constituyen el
45% de la población de Xinjiang. La mayoría de la población de la etnia han de Chi-
na está principalmente concentrada en las tierras bajas del centro del país y a lo
largo del Pacífico, mientras que los altiplanos más secos del oeste y suroeste del
país son el hogar histórico de las minorías uigur y tibetana. Esta distribución es
una fuente continua de tensión, porque para Beijing, el Estado chino moderno
debe ejercer un control total sobre estas planicies. Con el fin de asegurar estas
áreas —y el petróleo, el gas natural, el cobre y el mineral de hierro de su subsue-
lo—, Beijing ha estado poblándolas durante décadas con chinos de la etnia han
provenientes del centro del país. También ha cortejado agresivamente a las repú-
blicas túrquicas independientes de Asia central, en parte para privar a los uigu-
res de Xinjiang de cualquier base trasera posible.
Beijing también ha cortejado a los gobiernos de Asia central con el fin de ampliar
su esfera de influencia; China ya ha penetrado en gran parte de Eurasia, pero no
lo suficiente dada su demanda de recursos naturales. La influencia de Beijing en
Asia central se materializa en dos importantes ductos que van hacia Xinjiang que
pronto serán terminados: uno que llevará petróleo del mar Caspio a través de
Kazajistán, el otro transportará gas natural de Turkmenistán a través de Uzbekistán
y Kazajistán. La sed de recursos naturales que tiene China también significa que
Beijing tomará importantes riesgos para asegurarlos. Está extrayendo cobre al sur
de Kabul, en el devastado por la guerra Afganistán, y tiene la vista puesta en el hie-
rro, oro, uranio y piedras preciosas de dicho país (la región tiene algunos de los últi-
mos depósitos no explotados del mundo). Beijing también espera construir caminos
y ductos para energéticos a través de Afganistán y Pakistán, uniendo su floreciente
dominio de Asia central con los puertos del océano Índico. La estratégica ubicación
geográfica de China aumentaría si Estados Unidos estabiliza Afganistán.
Robert D. Kaplan
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]4
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Al igual que Xinjiang, el Tíbet es esencial para la autoconcepción territorial
de China, y como Xinjiang, afecta las relaciones exteriores de China. La planicie
montañosa tibetana, rica en cobre y mineral de hierro, constituye gran parte del
territorio de China. Por eso, Beijing ve con horror la posibilidad de la autonomía ti-
betana, no se diga la independencia, y por eso construye frenéticamente caminos y
ferrocarriles por toda el área. Sin el Tíbet, China sólo sería un despojo, e India le
agregaría una zona septentrional a su base de poder subcontinental.
Con una población de más de mil millones de habitantes, India ya es una roma
cuña geográfica en la zona de influencia de China en Asia. Un mapa de la “Gran
China” del libro The Grand Chessboard, que Zbigniew Brzezinski publicó en 1997,
representa claramente este punto. En cierto modo, China e India están, en efecto,
destinadas a ser rivales debido a la geografía: vecinos con poblaciones inmensas,
culturas ricas y vulnerables, y pretensiones contrapuestas por diferentes territo-
rios (por ejemplo, el estado indio de Arunachal Pradesh). El tema del Tíbet sólo
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exacerba estos problemas. India ha acogido al gobierno en el exilio del Dalai Lama
desde 1957, y según Daniel Twining, investigador titular del Fondo Marshall de
Alemania, las recientes tensiones fronterizas entre China y la India “podrían estar
relacionadas con la preocupación de Beijing por el sucesor del Dalai Lama”: el
siguiente Dalai Lama podría provenir del cinturón cultural tibetano que abarca
el norte de la India, Nepal y Bután, lo que posiblemente lo hace aún más proindio
y antichino. China y la India participarán en un “gran juego” no sólo en esas áreas,
también en Bangladesh y Sri Lanka. Xinjiang y el Tíbet están dentro de las fronte-
ras legales de China, pero las tensas relaciones del gobierno chino con la población
de ambas provincias sugieren que a medida que Beijing amplíe su influencia más
allá del núcleo étnico han, estará destinado a encontrar resistencia.
control paulatino
Incluso allí donde las fronteras de China están seguras, la forma misma del
país lo hace parecer como si estuviera peligrosamente incompleto —como si
algunas partes de la Gran China original hubieran sido suprimidas. La frontera
norte de China circunda a Mongolia, un territorio gigante que parece como si
hubiese sido extirpado del lomo de China. Mongolia tiene una de las densida-
des poblacionales más bajas del mundo y ahora se ve demográficamente amena-
zada por una civilización urbana china vecina. Habiendo conquistado una vez a
Mongolia exterior para tener acceso a más tierra cultivable, Beijing está empeñado
en conquistar Mongolia de nuevo, en cierta medida, con el fin de satisfacer su sed
del petróleo, el carbón, el uranio y las ricas y vacías praderas del país. Las com-
pañías mineras chinas han estado explorando grandes porciones de los activos sub-
terráneos de Mongolia porque la industrialización y urbanización irrestricta han
convertido a China en el principal consumidor mundial de aluminio, cobre, plomo,
níquel, cinc, estaño y mineral de hierro; la participación de China en el consumo
de metales del mundo ha saltado del 10% al 25% desde finales de los noventa. De-
bido a que Tíbet, Macao y Hong Kong ya están bajo el control de Beijing, lo que
suceda entre China y Mongolia será un modelo para juzgar el grado en que China
alberga intenciones imperialistas.
El norte de Mongolia y el norte de las tres provincias nororientales de China
se encuentran en la región del Lejano Este Ruso, una pasmosa extensión del doble
del tamaño de Europa con una exigua y decreciente población. El Estado ruso
extendió su alcance hacia esta área en el siglo xix y a principios del xx, cuando
China era débil. Ahora, China es fuerte, y la autoridad del gobierno ruso es par-
ticularmente débil en el tercio oriental del país. Unos cien millones de chinos
viven en las tres provincias chinas colindantes, justo al otro lado de la frontera de
los alrededor de siete millones de rusos que habitan el Lejano Este Ruso —una
cifra que podría reducirse hasta 4.5 millones para 2015—: la densidad poblacio-
nal es 62 veces mayor en el lado chino que en el ruso. Los migrantes chinos se
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foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]6
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han estado filtrando hacia Rusia, asentándose en grandes números en la ciudad
de Chita, en el norte de Mongolia y en otras partes de la región. La adquisición de
recursos es el principal objetivo de la política exterior de China en todas partes,
y el escasamente poblado Lejano Este Ruso tiene grandes reservas de gas natu-
ral, petróleo, madera, diamantes y oro. “A Moscú le preocupan las grandes canti-
dades de colonos chinos que llegan a esta región, trayendo compañías mineras y
madereras con ellos”, escribió David Blair, corresponsal del Daily Telegraph de
Londres, el verano de 2009.
Al igual que en Mongolia, el temor no es que el ejército chino invada o se anexe
formalmente el Lejano Este Ruso algún día. Lo que temen es que el paulatino con-
trol demográfico y corporativo que ejerce Beijing sobre la región —China ocupó
brevemente partes de esta región durante la dinastía Qing— está aumentando sin
cesar. Durante la Guerra Fría, los conflictos fronterizos entre China y la Unión
Soviética movilizaron a cientos de miles de soldados hacia esta remota región si-
beriana y en ocasiones provocaron enfrentamientos. A finales de los sesenta, estas
tensiones produjeron la escisión sino-soviética. La geografía podría alejar a China
y a Rusia, ya que su alianza actual es puramente táctica; esto podría beneficiar a
Estados Unidos. En los setenta, el gobierno de Nixon pudo sacar ventaja del dis-
tanciamiento de Beijing y Moscú para abrirse hacia China. En el futuro, ya que
China es la superpotencia, es posible que Estados Unidos se asocie con Rusia en
una alianza estratégica para crear un equilibrio frente al Reino Medio.
promesas del sur
La influencia de China también se extiende hacia el sudeste. De hecho, es con
los Estados relativamente débiles del sudeste de Asia que el surgimiento de una
Gran China enfrenta menos resistencia. Hay relativamente pocos impedimen-
tos geográficos que separen a China de Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar.
La capital natural de una esfera de influencia que se centre en el río Mekong y una
a todos los países de Indochina por tierra y por agua sería Kunming, en la pro-
vincia Yunnan de China.
El país más grande del sudeste de Asia continental es Myanmar. Si Pakistán es
los Balcanes de Asia, que corre el riesgo de ser desmembrado, Myanmar es como
la Bélgica de principios del siglo xx, que corre el riesgo de ser rebasada por sus
grandes vecinos. Al igual que Mongolia, el Lejano Este Ruso y otros territorios que
colindan con las fronteras terrestres de China, Myanmar es un Estado débil con
los abundantes recursos naturales que China necesita desesperadamente. China e
India están compitiendo por desarrollar el puerto de aguas profundas de Sittwe, en
la costa del océano Índico de Myanmar; ambos tienen la esperanza de construir,
con el tiempo, gasoductos desde los yacimientos marinos del golfo de Bengala.
En cuanto a la región en conjunto, Beijing ha adoptado, en cierto sentido, una
estrategia de “divide y vencerás”. En el pasado, negociaba con cada país de la
La geografía del poder chino
foreign affairs latinoamérica o [ ]7
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Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ansea) por separado, no con todos
ellos como unidad. Incluso su recién inaugurado tratado para un área de libre co-
mercio con la ansea demuestra la forma en que China sigue desarrollando rela-
ciones redituables con sus vecinos del sur. Utiliza a la ansea como mercado para
vender productos manufacturados chinos de alto costo mientras le compra pro-
ductos agrícolas de bajo costo. Esto ha producido superávit comerciales en China,
mientras los países de la ansea se están convirtiendo en el vertedero para los
productos industriales manufacturados por la barata mano de obra urbana china.
Esto ocurre mientras el antes fuerte Estado de Tailandia, que últimamente ha
sido sacudido por problemas políticos internos, tiene un papel cada vez menos
importante como ancla regional y contrapeso inherente para China. La familia
real tailandesa, con un rey enfermo, no puede ser la fuerza estabilizadora que
alguna vez fuera, y el sectarismo agita al ejército tailandés. (China está desarro-
llando una relación militar bilateral con Tailandia, además de establecer relacio-
nes similares con otros países del sudeste asiático, mientras Estados Unidos se
centra menos en los ejercicios militares en la región con el fin de concentrarse en
las guerras que libra en Afganistán e Iraq.) Al sur de Tailandia, tanto Malasia
como Singapur están iniciando complicadas transiciones democráticas mientras
sus líderes constructores de Estado, Mahathir bin Mohamad y Lee Kuan Yew,
respectivamente, salen de escena. Malasia está cada vez más bajo la sombra eco-
nómica de China, mientras su población de etnia china se siente amenazada por
la mayoría de malayos musulmanes. El gobierno de Singapur —aunque es un
Estado cuya población es principalmente de etnia china— teme convertirse en
vasallo de China; desde hace años, ha fomentado una relación de entrenamiento
militar con Taiwán. Lee ha exhortado públicamente a Estados Unidos para que
siga involucrado en la región, tanto militar como diplomáticamente. Indonesia,
por su parte, está atrapada entre necesitar la presencia naval de Estados Unidos
para protegerse de China y el temor de que si aparenta en demasía ser aliado de
Estados Unidos encolerizará al resto del mundo islámico. A medida que el poder
de Estados Unidos en el sudeste de Asia deja atrás su mejor momento, los países de
la región han comenzado a cooperar más entre sí para atenuar la estrategia de “divi-
de y vencerás” de Beijing. Indonesia, Malasia y Singapur se han unido contra la pi-
ratería, por ejemplo. Mientras más independientes sean estos países, menos ame-
nazados estarán por el auge de China.
en el ejército
Asia central, Mongolia, el Lejano Este Ruso y el sudeste de Asia son zonas
naturales de influencia china. Pero también son zonas cuyas fronteras políticas
probablemente no cambiarán. La situación de la península de Corea es diferente:
el mapa de China está especialmente truncado en esa región, y las fronteras polí-
ticas bien podrían cambiar.
Robert D. Kaplan
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]8
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El hermético régimen norcoreano es fundamentalmente inestable, y su dete-
rioro podría afectar a toda la región. La península de Corea, que parece un apén-
dice de Manchuria, controla todo el tráfico marino desde y hacia el noreste de
China. Nadie espera realmente que China se anexione alguna parte de la península
de Corea, por supuesto, aunque China sigue moles-
ta por la soberanía de los otros Estados de la penín-
sula, especialmente en el norte. Y aunque apoya el
régimen estalinista de Kim Jong Il, Beijing tiene pla-
nes para la península que van más allá de su reinado.
Beijing desearía enviar de vuelta, con el tiempo, a los
miles de desertores norcoreanos que ahora viven en
China para que puedan construir una base política
favorable para que Beijing pueda hacer una toma
económica gradual de la cuenca del río Tumen, don-
de China, Corea del Norte y Rusia se unen y la cual
tiene buenas instalaciones portuarias frente a Japón
en el océano Pacífico.
Esta es una de las razones por las que Beijing preferiría que un Estado mucho
más moderno y autoritario se desarrolle en Corea del Norte; un Estado como ése
crearía una zona de amortiguación entre China y la vibrante democracia burguesa
de Corea del Sur. Sin embargo, la reunificación de la península Coreana también
beneficiaría a Beijing a la larga. Una Corea reunificada sería nacionalista y alber-
garía cierta hostilidad hacia China y Japón, países que han tratado de ocuparla
en el pasado. Pero la animadversión de Corea hacia Japón es significativamente
mayor que la que siente hacia China. (Japón ocupó la península de 1910 a 1945, y
Seúl y Tokio siguen discutiendo sobre la situación de los islotes de Tokdo/Take-
shima.) Las relaciones económicas serían más sólidas con China que con Japón:
una Corea unificada estaría relativamente bajo el control de Seúl, y China ya es
el socio comercial más importante de Corea del Sur. Finalmente, una Corea reuni-
ficada ligeramente inclinada hacia Beijing y alejada de Japón tendría pocas razones
para continuar albergando tropas estadounidenses. En otras palabras, es fácil con-
cebir un futuro coreano dentro de una Gran China y un momento en que la pre-
sencia de Estados Unidos en el noreste de Asia disminuirá.
Como lo muestra el ejemplo de la península Coreana, las fronteras terrestres
de China presentan más oportunidades que riesgos. Como lo sugirió Mackinder,
China parece desarrollarse como una gran potencia en tierra y alta mar que por
lo menos opacará a Rusia y Eurasia. El politólogo John Mearsheimer escribió en
The Tragedy of Great Power Politics que “los Estados más peligrosos del sistema
internacional son las potencias continentales con grandes ejércitos”. Ésta podría
ser la razón para temer la influencia de China a medida que el país se convierte
en una potencia continental, pero China sólo se ajusta parcialmente a la descrip-
ción de Mearsheimer: su ejército, con 1.6 millones de soldados, es el más grande
La geografía del poder chino
foreign affairs latinoamérica o [ ]9
China proyectará
poder duro en el
exterior principalmente
a través de su marina
de guerra.
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del mundo, pero no tendrá capacidad expedicionaria en muchos años. El Ejército
Popular de Liberación (epl) respondió a la emergencia provocada por el terre-
moto en Sichuan en 2008, a los recientes disturbios en el Tíbet y en Xinjiang, y al
desafío a la seguridad que representaron los Juegos Olímpicos de 2008 en Beijing.
Sin embargo, según Abraham Denmark del Center for a New American Security,
esto sólo muestra que el epl puede movilizar a sus tropas de un extremo de China
continental al otro, no que pueda transportar suministros y equipo pesado a la
velocidad requerida para un despliegue militar. Quizá obtener tal capacidad no
importaría mucho, de todos modos, ya que es poco probable que el epl cruce las
fronteras de China, a no ser por error (si hay otra guerra con la India) o para lle-
nar un vacío (si el régimen norcoreano colapsara). China puede llenar los vacíos
de poder de sus vastas fronteras con medios demográficos y corporativos, sin
necesitar el respaldo de una fuerza expedicionaria de tierra.
La fuerza sin precedentes de China en tierra se debe en parte a los diplomáti-
cos chinos, que en años recientes han resuelto afanosamente muchos conflictos
fronterizos con otras repúblicas del centro de Asia, con Rusia y con otros vecinos
(la India es la excepción notable). No se puede dejar de recalcar la importancia
de este cambio. Ya no hay un ejército que avance hacia Manchuria; durante la
Guerra Fría, esa ominosa presencia forzó a Mao a concentrar el presupuesto de
defensa de China en su ejército y a descuidar su marina de guerra. Como lo ates-
tigua la Gran Muralla, China había estado preocupada por invasiones terrestres
de uno u otro tipo desde la antigüedad. Ya no es así.
piernas de mar
Gracias a esta situación favorable en tierra, ahora China tiene la libertad para
construir una gran marina de guerra. Mientras las ciudades-estado costeras y los
países isleños aspiran al poder en el mar como algo natural, esto sería un lujo para
las potencias continentales históricamente aisladas como China. En el caso de
China, esto podría ser un lujo bastante fácil de alcanzar ya que el país está tan
bien dotado en sus litorales como en sus provincias continentales. China domina
la costa del este de Asia en las zonas templadas y tropicales del Pacífico, y su fron-
tera sur está tan cerca del océano Índico que algún día podría unirse a éste me-
diante carretera y ductos para energéticos. En el siglo xxi, China proyectará
poder duro en el exterior principalmente a través de su marina de guerra.
Dicho esto, se enfrenta a un entorno aún más hostil en alta mar del que en-
frenta en tierra. La marina china considera que sólo habrá problemas en lo que
llama la “primera cadena de islas”: la península de Corea, las islas Kuriles, Japón
(incluidas las islas Ryukyu),Taiwán, Filipinas, Indonesia y Australia.Todos excep-
to Australia son posibles puntos de ignición. China ya está enfrascada en varios
conflictos por porciones del lecho marino rico en energéticos del mar del Este de
China y del mar del Sur de China: con Japón por las islas Diaoyu/Senkaku y con
Robert D. Kaplan
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]10
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Filipinas y Vietnam por las islas Spratly. Tales conflictos permiten que Beijing
avive el nacionalismo en casa, pero para los estrategas navales chinos, la escena
marina es sombría en su mayoría. Esta primera cadena de islas es, en palabras de
James Holmes y Toshi Yoshihara de la Academia Naval de Estados Unidos, una
especie de “Gran Muralla a la inversa”: una línea bien organizada de aliados esta-
dounidenses que sirven como torre de vigilancia para monitorear y quizá bloquear
el acceso de China al océano Pacífico.
En ocasiones, la respuesta de China a sentirse tan encajonada ha sido la agre-
sión. El poder naval es generalmente más benigno que el poder terrestre: las
marinas de guerra no pueden ocupar áreas extensas por sí solas y deben hacer mu-
cho más que luchar, como proteger el comercio, por ejemplo. Por ende, se hubiese
esperado que China fuera tan benévola como otros países marítimos antes que ella
—Venecia, Gran Bretaña, Estados Unidos— y se preocupara principalmente, como
lo hicieron esas potencias, por preservar un sistema marítimo pacífico, que incluye
el libre tránsito del comercio. Pero China no tiene tanta confianza en sí misma.
A pesar de ser una potencia marítima, sigue concibiendo al mar de forma terri-
torial: los términos “primera cadena de islas” y “segunda cadena de islas” (la segunda
cadena incluye los territorios estadounidenses de Guam y las islas Marianas del
Norte) sugieren que los chinos consideran que todas estas islas son extensiones
archipielágicas de China continental. Al pensar de una forma tan cerrada sobre
los mares vecinos de su país, los líderes de la marina de China están mostrando
la agresiva filosofía del estratega naval finisecular estadounidense Alfred Thayer
Mahan, quien argumentaba a favor del control del mar y de la batalla decisiva.
Pero aún no tienen la fuerza de aguas profundas suficiente para lograr este con-
trol y esta discrepancia entre sus aspiraciones y sus medios ha producido algunos
embarazosos incidentes en los últimos años. En octubre de 2006, un submarino
chino acechó al USS Kitty Hawk y luego salió a superficie a distancia de tiro de la
embarcación. En noviembre de 2007, los chinos le negaron al grupo aeronaval del
USS Kitty Hawk la entrada al puerto de Victoria cuando buscaba refugio de los ma-
res embravecidos y del mal clima. (El Kitty Hawk hizo una visita a Hong Kong en
2010.) En marzo de 2009, unas cuantas naves del Ejército Popular de Liberación
agredieron a la nave de reconocimiento estadounidense USNS Impeccable mien-
tras realizaba operaciones de manera abierta fuera del límite territorial de China
de 12 millas en el mar del Sur de China, bloqueándole el paso y fingiendo que la
embestirían. Éstas no son las acciones de una gran potencia, son las de una po-
tencia que aún no madura.
La asertividad de China en alta mar también se demuestra a través de sus com-
pras de capital. Beijing está desarrollando capacidades nicho asimétricas diseña-
das para evitar que la marina de Estados Unidos entre al mar del Sur de China y a
otras aguas territoriales chinas. China ha modernizado su flota de destructores y
tiene planes para adquirir uno o dos portaviones, pero no está comprando buques
de guerra en general. Por el contrario, se ha centrado en construir nuevas clases
La geografía del poder chino
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de submarinos convencionales, de ataque nuclear y de misiles balísticos. Según
Seth Cropsey, ex subsecretario adjunto de la marina estadounidense, y Ronald
O’Rourke del Servicio de Investigación del Congreso, China podría poner en
marcha una fuerza de submarinos más grande que la de la marina estadounidense
—que tiene 75 submarinos en servicio— en 15 años. Más aún, la marina china,
dice Cropsey, planea utilizar radares que van más allá del alcance visual, satélites,
redes de sonar en el lecho marino y ciberguerra al servicio de misiles balísticos
antibuque. Esto, junto con la creciente flota de submarinos china, tiene la intención
de impedirle, a la larga, el acceso fácil a la marina estadounidense a porciones sig-
nificativas del Pacífico occidental.
Como parte de su esfuerzo por controlar sus aguas en el estrecho de Taiwán y
en el mar del Sur de China, Beijing también está mejorando su capacidad de guerra
de minas, comprándole a Rusia aviones caza a reacción y destacando alrededor de
1 500 misiles tierra-aire a lo largo de sus litorales. Además, mientras tienen siste-
mas subterráneos de fibra óptica y trasladan sus capacidades de defensa al inte-
rior de China occidental, fuera del alcance de los misiles navales de sus enemigos
en potencia, los chinos están desarrollando una estrategia ofensiva para atacar al
ícono del poderío estadounidense: el portaviones.
China no va a atacar un portaviones estadounidense en el futuro cercano, por
supuesto, y aún está muy lejos de desafiar directamente a Estados Unidos en el
ámbito militar. Pero su objetivo es desarrollar dichas capacidades a lo largo de su li-
toral para disuadir a Estados Unidos de intervenir entre la primera cadena de islas
y la costa china cuando y donde lo desee. Dado que la capacidad de moldear el
comportamiento del adversario es la esencia del poder, ésta es una prueba de que
una Gran China se está materializando tanto en alta mar como en tierra.
directo a taiwán
El futuro de Taiwán es lo más importante para el advenimiento de la Gran
China. La cuestión de Taiwán se analiza a menudo en términos morales: Beijing
habla de la necesidad de consolidar el patrimonio nacional y unificar China por el
bien de toda la etnia china; Washington habla de resguardar su democracia modelo.
Pero el problema real es diferente. Como lo dijera el general Douglas MacArthur,
Taiwán es un “portaviones insumergible” a la mitad de la costa de China. Desde ahí,
según los estrategas navales Holmes y Yoshihara, una potencia extranjera como
Estados Unidos puede “irradiar” poder a lo largo de la periferia costera de China. Si
Taiwán regresara al cobijo de China continental, la marina china no sólo tendría
repentinamente una posición estratégica ventajosa con respecto a la primera cadena
de islas, también tendría la libertad de proyectar poder más allá de ella, en un grado
sin precedentes. El adjetivo “multipolar” se adjudica libremente para describir al
siguiente orden mundial; sólo la fusión de Taiwán con China continental marcaría
el verdadero surgimiento de un orden militar multipolar en Asia oriental.
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Según un estudio de rand de 2009, para el año 2020, Estados Unidos ya no
podrá defender a Taiwán de un ataque chino. Los chinos, explica el informe, po-
drían derrotar para ese entonces a Estados Unidos en una guerra en el estrecho de
Taiwán, aunque Estados Unidos contara con f22, dos grupos aeronavales de ata-
que y acceso continuo a la Base Aérea de Kadena en Okinawa, Japón. El informe
hace hincapié en el combate aéreo. Los chinos aún tendrían que transportar de-
cenas de miles de soldados por mar y serían susceptibles a los submarinos estado-
unidenses. Sin embargo, el informe, a pesar de todas sus advertencias, presenta una
tendencia preocupante. China está a solo 100 millas [160 km] de Taiwán, mientras
que Estados Unidos debe proyectar su poderío militar desde medio mundo de dis-
tancia y con un acceso más limitado a las bases extranjeras del que tenía durante
la Guerra Fría. La estrategia de China de negarle a la marina estadounidense la en-
trada a ciertas aguas no sólo tiene la intención de mantener alejadas a las fuerzas
de Estados Unidos en general, sino de propiciar, específicamente, su dominio so-
bre Taiwán.
Beijing está preparándose para envolver a Taiwán no sólo militarmente, sino
también económica y socialmente. Alrededor del 30% de las exportaciones de
Taiwán van a China. Hay 270 vuelos comerciales a la semana entre Taiwán y el
continente. Dos terceras partes de las compañías taiwanesas han invertido en
China en los últimos 5 años. Medio millón de turistas van del continente a la isla
cada año, y 750 000 taiwaneses residen en China durante aproximadamente 6
meses cada año. Una mayor integración parece probable; cómo se logrará, sin em-
bargo, es incierto y será crucial para el futuro de la política de las grandes potencias
de la región. Si Washington simplemente deja a Taiwán en manos de Beijing,
entonces Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia y otros aliados de Estados Unidos
en el océano Pacífico, así como la India e incluso algunos Estados africanos, co-
menzarán a dudar de la solidez del compromiso de Estados Unidos. Eso podría
alentar a dichos países a acercarse a China y, por ende, permitiría el surgimiento
de una Gran China de proporciones verdaderamente hemisféricas.
Ésta es una de las razones por las que Washington y Taipéi deben considerar
formas asimétricas de contrarrestar militarmente a China. El objetivo no debe-
ría ser derrotar a China en una guerra en el estrecho de Taiwán, sino hacer que
la perspectiva de una guerra le parezca prohibitivamente costosa a Beijing. Esta-
dos Unidos podría entonces mantener su credibilidad con sus aliados mantenien-
do a Taiwán funcionalmente independiente hasta que China sea una sociedad
más liberal. El anuncio del gobierno de Obama, a principios de 2010, de que le
vendería a Taiwán armas con un valor de 6 400 millones de dólares es, por lo tan-
to, vital para la posición de Estados Unidos frente a China y en Eurasia en gene-
ral. Además, el objetivo de transformar a China a nivel interno, no es un sueño
de opio: los millones de turistas chinos que viajan a Taiwán ven sus animados
programas de debate político y los subversivos títulos de sus librerías. Aún así,
de forma algo ilógica, una China más democrática podría ser una gran potencia
La geografía del poder chino
foreign affairs latinoamérica o [ ]13
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aún más dinámica de lo que podría ser una China represiva, en el sentido económi-
co y, por ende, también en el sentido militar.
Además de concentrar sus fuerzas en Taiwán, la marina de guerra china está
proyectando más poder en el mar del Sur de China, que es la entrada de China al
océano Índico y a la ruta de transporte de hidrocarburos del mundo. El desafío
planteado por la piratería, el islamismo radical y el auge de la marina de guerra de
la India se encuentran en el camino, incluso cerca de los cuellos de botella por don-
de debe pasar gran parte de los buques tanque y los barcos mercantes de China.
En términos de importancia estratégica general, el mar del Sur de China podría
convertirse, como algunos han establecido, en un “segundo golfo Pérsico”. Nicholas
Spykman, el experto en geopolítica del siglo xx, notó que a lo largo de la historia,
los países se han involucrado en “una expansión circunferencial y transmarina”
para controlar los mares adyacentes. Grecia trató de controlar el Egeo; Roma, el Me-
diterráneo; Estados Unidos, el Caribe; ahora China está tratando de controlar el
mar del Sur de China. Spykman llamó al Caribe “el Mediterráneo americano”
para enfatizar su importancia para Estados Unidos. El mar del Sur de China po-
dría convertirse en “el Mediterráneo asiático” y en el corazón de la geopolítica de
las siguientes décadas.
inseguridad líquida
Existe, sin embargo, una contradicción en el centro del esfuerzo de China por
proyectar poder en alta mar en el Mediterráneo asiático y más allá. Por un lado,
China parece decidida a negarle a las naves estadounidenses un acceso fácil a sus
mares costeros. Por otro lado, aún no es capaz de proteger sus líneas de comuni-
cación en alta mar, lo que haría que cualquier ataque a un buque de guerra estado-
unidense fuera inútil, ya que la marina estadounidense simplemente podría cor-
tar el suministro de energía a China prohibiendo el paso de embarcaciones
chinas en los océanos Pacífico e Índico. ¿Por qué entonces molestarse con negar el
acceso si nunca se tuvo la intención de cumplirlo? Según la asesora de defensa
Jacqueline Newmyer, Beijing tiene la intención de crear “una disposición del
poder tan favorable” que “en realidad no tendría que usar la fuerza para asegurar
sus intereses”. Mostrar nuevos sistemas de armas, construir instalaciones portua-
rias y puestos de escucha en los océanos Pacífico e Índico, brindar asistencia mili-
tar a los Estados costaneros ubicados entre el territorio chino y el océano Índico,
ninguno de estos movimientos es secreto; todos ellos son muestras deliberadas
de poder. En lugar de luchar abiertamente con Estados Unidos, los chinos desean
influir sobre el comportamiento estadounidense precisamente para evitar un en-
frentamiento.
No obstante, parece haber una arista dura en algunas de las actividades navales
de China. China está construyendo una importante base naval en la punta sur de
la isla de Hainan, justo en el corazón del mar del Sur de China, con instalaciones
subterráneas que podrían alojar hasta 20 submarinos nucleares y con propulsión
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diesel-eléctrica. Éste es un ejercicio de soberanía al estilo de la Doctrina Monroe
sobre las aguas internacionales cercanas. China quizá no tenga intenciones de ir
a la guerra con Estados Unidos actualmente o en el futuro, pero los motivos pue-
den cambiar. Es mejor, en cambio, darle seguimiento a las capacidades.
La actual situación de seguridad en los límites de Eurasia es, en el fondo, más
complicada de lo que fue en los primeros años después de la Segunda Guerra
Mundial. A medida que la hegemonía estadounidense disminuye y el tamaño de
la marina de guerra de Estados Unidos se contrae o se estanca, mientras la eco-
nomía y el ejército de China crecen, la multipolaridad definirá cada vez más las
relaciones de poder en Asia. Estados Unidos le está suministrando a Taiwán 114
misiles de defensa aérea Patriot y docenas de avanzados sistemas de comunica-
ción militar. China está construyendo bases para submarinos en la isla de Hainan
y está desarrollando misiles antibuque. Japón y Corea del Sur siguen moderni-
zando sus flotas. India está construyendo una gran marina de guerra. Cada uno
de estos Estados está intentando cambiar el equilibrio de poder a su favor.
Por esa razón, el rechazo de Hillary Clinton, la Secretaria de Estado estadouni-
dense, a la política de equilibrio de poder como una reliquia del pasado es insin-
cero o equivocado. Se está llevando a cabo una carrera armamentista en Asia, y
Estados Unidos tendrá que enfrentar esta realidad en un momento en que está
reduciendo sustancialmente sus fuerzas en Afganistán e Iraq. Aunque ningún
país asiático tiene incentivos para ir a la guerra, el riesgo de un error de cálculo en
el equilibrio de poder aumentará con el tiempo y con la acumulación de fuerzas
aéreas y navales en la región (aunque sólo sean de China y la India). Las tensio-
nes en tierra podrían reforzar las tensiones en alta mar: los vacíos de poder que
China está llenando la pondrán en un molesto contacto, a su debido tiempo, con
India y Rusia, por lo menos. Espacios que alguna vez estuvieron vacíos ahora se
están llenando de gente, caminos, ductos, embarcaciones (...) y misiles. El poli-
tólogo de Yale, Paul Bracken advirtió en 1999 que Asia se estaba convirtiendo en
una geografía cerrada y se enfrentaba a una crisis de “espacio”. Ese proceso sim-
plemente ha continuado desde entonces.
Entonces, ¿Estados Unidos puede trabajar para preservar la estabilidad en Asia,
proteger a sus aliados de la región y limitar el surgimiento de la Gran China y
evitar al mismo tiempo un conflicto con Beijing? El equilibrio en alta mar quizá
no sea suficiente. Como me comentó un ex alto funcionario indio a principios de
2010, los principales aliados de Estados Unidos en Asia (como Corea del Sur,
India, Japón y Singapur) desean que la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea de Es-
tados Unidos estén en “concierto” con sus propias fuerzas armadas, de modo que
Estados Unidos se convierta en una parte integral del entorno terrestre y marino
de Asia, no sólo una fuerza que acecha a lo lejos. Hay una gran diferencia entre
negociar con Estados Unidos acerca de los derechos para establecer bases, como
lo han hecho recientemente los japoneses, y desear el retiro total de las fuerzas
estadounidenses.
La geografía del poder chino
foreign affairs latinoamérica o [ ]15
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Un plan que ha estado rondado por el Pentágono argumenta que Estados Uni-
dos podría “contrarrestar el poder estratégico chino (…) sin una confrontación
militar directa” con una flota estadounidense de 250 buques (menos de los 280
que tiene ahora) y un recorte del 15% en el gasto de defensa. Este plan, diseñado
por el coronel retirado de la marina, Pat Garrett, es significativo porque intro-
duce la importancia estratégica de Oceanía en la ecuación eurasiática. Guam y
las islas Carolinas, Marshall, Marianas del Norte y Salomón son, todas ellas, terri-
torios estadounidenses, mancomunidades con acuerdos de defensa con Estados
Unidos, o Estados independientes que probablemente estarían abiertos a acuer-
dos de ese tipo. Oceanía ganará importancia porque está relativamente cerca del
este de Asia y fuera de la zona a la que China desea negar el acceso a los buques
de guerra estadounidenses. Guam está a sólo cuatro horas de vuelo de Corea del
Norte y a dos días en barco de Taiwán. Sería menos provocador que Estados
Unidos tuviera bases en Oceanía en el futuro de lo que ha sido mantener tropas
en Corea del Sur, Japón y Filipinas.
La base Andersen de la Fuerza Aérea, en Guam, ya es la plataforma más do-
minante desde la que Estados Unidos proyecta poder duro. Con 100000 bombas
y misiles, y un depósito de 66 millones de galones de combustible para aviones,
es la instalación estratégica de abastecimiento de combustible de la Fuerza Aérea
estadounidense más grande del mundo. Largas filas de aviones Globemaster c-17
y Hornet f/a-18 llenan las pistas de la base. Guam también alberga un escuadrón
de submarinos y se está ampliando como base naval. Guam y las vecinas islas
Marianas del Norte están casi a la misma distancia de Japón y del estrecho de Ma-
laca. Además, el extremo suroccidental de Oceanía —a saber, los fondeaderos de
las islas Ashmore y del islote Cartier (ambas propiedad de Australia) y del litoral
occidental de Australia misma (desde Darwin hasta Perth)— mira desde la parte
inferior del archipiélago indonesio hacia el océano Índico. Así, según el plan de
Garrett, la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea de Estados Unidos podrían to-
mar ventaja de la geografía de Oceanía para establecer una “presencia regional en
potencia” ubicada “al otro lado del horizonte” de las fronteras informales de la
Gran China y de las principales rutas marítimas de Eurasia. (La frase “presencia
regional en potencia” hace eco a la utilizada por el historiador naval británico Sir
Julian Corbett “flota en potencia” de hace un siglo, que se refería a un grupo de em-
barcaciones que podía agruparse rápidamente para formar una flota unificada de
ser necesario. “Al otro lado del horizonte” refleja una confluencia de equilibrio
desde el exterior y la participación en un concierto de poderes.
Fortalecer la presencia de Estados Unidos en tierra y en alta mar en Oceanía
sería una aproximación consensuada entre resistirse a una Gran China a cual-
quier costo y aceptar un futuro en el que la marina de guerra china patrulle la
primera cadena de islas. Esta aproximación garantizaría que China pagara un
alto precio por cualquier agresión militar a Taiwán. También permitiría que Es-
tados Unidos redujera sus “bases heredadas” en la primera cadena de islas, y aun
Robert D. Kaplan
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así permitir que los buques y aviones estadounidenses continúen patrullando el
área.
El plan Garrett también vislumbra una dramática expansión de la actividad
naval estadounidense en el océano Índico. Sin embargo, no pretende expandir
las bases estadounidenses existentes; prevé depender de instalaciones básicas en las
islas Andaman, Comoros, Maldivas, Mauricio, Reunión y Seychelles (algunas de
las cuales son operadas directa o indirectamente por Francia y la India), así como
acuerdos de defensa con Brunei, Malasia y Singapur. Esto garantizaría la libre
navegación y el flujo sin obstáculos de energéticos a través de Eurasia. Además,
al restarle importancia a las bases estadounidenses existentes en Japón y Corea del
Sur y diversificar la huella de Estados Unidos en Oceanía, el plan eliminaría las
bases “maestras” fáciles de atacar.
En todo caso, el control de Estados Unidos sobre la primera cadena de islas
está comenzando a perder fuerza. La población local está cada vez menos con-
forme con la presencia de las tropas extranjeras en su entorno. Y el auge de China
hace que Beijing sea intimidante y atractivo a la vez; sentimientos encontrados que
podrían complicar las relaciones bilaterales de Estados Unidos con sus aliados
del Pacífico. Ya era hora. La actual crisis en las relaciones entre Estados Unidos y
Japón —que ha surgido debido a que el inexperto gobierno de Hatoyama desea re-
escribir la reglas de la relación bilateral a su favor mientras habla de desarrollar
lazos más estrechos con China— debió haber ocurrido hace años. La posición
de Estados Unidos en el océano Pacífico —aún extraordinariamente superior—
es un anacrónico legado de la Segunda Guerra Mundial, una función de la devas-
tación que China, Japón y Filipinas sufrieron durante el conflicto. La presencia
de Estados Unidos en la península Coreana, un subproducto de una guerra que
terminó hace más de medio siglo, tampoco puede ser eterna.
Una Gran China podría estar emergiendo política, económica o militarmente
en Asia central, en el océano Índico, en el Sudeste de Asia y en el Pacífico occiden-
tal. Pero allende este nuevo dominio habrá una gran cantidad de buques de guerra
estadounidenses, muchos de ellos probablemente situados en Oceanía y colabo-
rando con las fuerzas navales de la India, Japón y otras democracias. Con el tiempo,
a medida que la confianza de China aumenta, su fuerza de aguas profundas podría
desarrollar una estrategia menos territorial y ser atraída a una gran alianza naval
regional.
Mientras tanto, vale la pena tener presente que, como señalara el politólogo
Robert Ross en 1999, en términos militares, la relación entre Estados Unidos y
China será más estable que la de Estados Unidos y la Unión Soviética. Lo anterior
se debe a la geografía específica del este de Asia. Durante la Guerra Fría, el poder
marítimo de Estados Unidos por sí sólo no era suficiente para contener a la Unión
Soviética; también se necesitaba una importante fuerza en tierra en Europa. Sin
embargo, no se necesitará una fuerza en tierra como ésa en los límites de Eurasia,
porque mientras la presencia de Estados Unidos alrededor de las fronteras de una
La geografía del poder chino
foreign affairs latinoamérica o [ ]17
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Gran China está disminuyendo, la Marina de Estados Unidos seguirá siendo más
fuerte que la marina de guerra china.
Sin embargo, la realidad misma del creciente poderío económico y militar de
China exacerbará la tensión entre Estados Unidos y China durante los próximos
años. Parafraseando a Mearsheimer, Estados Unidos, el hegemón del hemisferio
occidental, tratará de evitar que China se convierta en el hegemón de gran parte
del hemisferio oriental. Esto podría ser el suceso señero de la época. c
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  • 2. Project4_Layout 1 8/3/10 2:43 PM Page 1
  • 3. [ ]1 La geografía del poder chino ¿Qué tan lejos puede llegar Beijing en tierra o en alta mar? Robert D. Kaplan c El geógrafo inglés Sir Halford Mackinder finalizó su famoso artículo de 1904, “The Geographical Pivot of History”, con una perturbadora referencia a China. Tras explicar por qué Eurasia era el fulcro geoestratégico del poder mundial, planteó que los chinos, si expandieran su poder más allá de sus fronteras, “podrían constituir la amenaza amarilla a la libertad del mundo sólo porque le agrega- rían una fachada oceánica a los recursos del gran continente, una ventaja que hasta ahora se le ha negado al ocupante ruso de la importante región”. Dejando de lado el racismo de esta idea, que era común en la época, así como la histeria generada por el surgimiento de una potencia no occidental en cualquier momen- to, Mackinder tenía razón: mientras Rusia, el otro gigante eurasiático, era básica- mente, y lo sigue siendo, una potencia en tierra con un frente oceánico bloquea- do por hielo, China, debido a un litoral templado de 9 000 millas [14 500 km] de extensión con muchos puertos naturales adecuados, es una potencia tanto en tie- rra como en alta mar. (Mackinder realmente temía que China algún día conquis- tara a Rusia.) El alcance virtual de China se extiende desde Asia central, con toda su riqueza mineral y en hidrocarburos, hasta las principales vías marítimas del océano Pacífico. Robert D. Kaplan es investigador titular en el Center for a New Ame- rican Security y corresponsal de la revista The Atlantic. Su libro Monsoon: The Indian Ocean and the Future of American Power será publicado en el otoño de 2010. Para consultar una guía comentada sobre este tema, refiérase a “What to Read on Geopolitics” en www.foreignaffairs.com/readinglists/geopolitics. © material original de foreign affairs · Volumen 89 Número 3 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 1
  • 4. Posteriormente, en Democratic Ideals and Reality, Mackinder predijo que junto con Estados Unidos y el Reino Unido, China, tarde o temprano, dirigiría al mun- do “construyendo una nueva civilización —ni totalmente oriental ni totalmente occidental— para una cuarta parte de la humanidad”. La privilegiada geografía de China es un punto tan obvio que se tiende a pasar por alto en las discusiones sobre el dinamismo económico y la determinación nacional de dicho país. Sin embargo, es esencial: implica que China estará en el centro de la geopolítica incluso si el camino del país hacia el poder global no es necesariamente lineal. (China ha tenido habitualmente tasas de crecimiento del pib de más del 10% anual durante los últimos 30 años, pero muy probablemente no durarán otros 30.) China combina una modernidad extrema al estilo occiden- tal con una “civilización hidráulica” (término acuñado por el historiador Karl Wittfogel para describir a las sociedades que ejercen un control centralizado so- bre la irrigación) que evoca al antiguo Oriente: gracias al control central, el régi- men puede, por ejemplo, utilizar la mano de obra de millones de personas para construir infraestructura importante. Esto hace que China sea implacablemente dinámica de maneras que las democracias, con todos sus retrasos, no pueden ser- lo. Como los dirigentes nominalmente comunistas de China —los descendientes de alrededor de veinticinco dinastías que se remontan 4 000 años— están absor- biendo la tecnología y las prácticas de Occidente, están incorporándolas a un sis- tema cultural disciplinado y complejo con una experiencia única en, entre otras cosas, la formación de relaciones tributarias con otros Estados. “Los chinos”, me comentó un funcionario de Singapur a principios de 2010,“son encantadores cuan- do desean serlo y explotadores cuando lo desean, y lo hacen de forma bastante sistemática”. El dinamismo interno de China crea ambiciones externas. Los imperios rara vez surgen por designio; crecen orgánicamente. A medida que los Estados se fortale- cen, crean nuevas necesidades y —esto podría parecer ilógico— recelos que los fuer- zan a expandirse de diversas formas. Incluso bajo el liderazgo de algunos de los presidentes menos memorables —Rutherford Hayes, James Garfield, Chester Arthur, Benjamin Harrison— la economía de Estados Unidos creció de forma sostenida y discreta a finales del siglo xix. A medida que el país tenía más transac- ciones con el mundo exterior, desarrolló complejos intereses económicos y estraté- gicos en lugares lejanos. En ocasiones, como en Sudamérica y la región del Pacífico, por ejemplo, estos intereses justificaban la acción militar. Estados Unidos también pudo comenzar a concentrarse en el exterior durante ese período porque ya había consolidado el interior del continente; la última batalla importante de las Guerras Indias se libró en 1890. China hoy en día está consolidando sus fronteras en tierra y está comenzando a mirar al exterior. Las ambiciones de política exterior de China son tan agresivas como las de Estados Unidos hace un siglo, pero por razones completamente di- ferentes. China no tiene una aproximación misionera hacia los asuntos internacio- Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]2 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 2
  • 5. nales, con la intención de difundir una ideología o un sistema de gobierno. El pro- greso moral en asuntos internacionales es una meta estadounidense, no china. Las acciones de China en el extranjero son impulsadas por su necesidad de asegurar energía, metales y minerales estratégicos con el fin de sustentar los crecientes estándares de vida de su inmensa población, que representa alrededor del 20% de la población mundial. Para lograr esta tarea, China ha establecido ventajosas relaciones de poder tan- to en territorios vecinos como en regiones lejanas que son ricas en los recursos que requiere para impulsar su crecimiento. Debido a que lo que impulsa a China en el extranjero tiene que ver con un interés nacional básico —la supervivencia económica— el país puede ser definido como una potencia hiperrealista. Trata de desarrollar una presencia sólida en las regiones de África que están bien dota- das de petróleo y minerales y desea asegurar acceso portuario a lo largo del océano Índico y del mar del Sur de China, que conectan el mundo árabe-persa, rico en hidrocarburos, con el litoral chino. Al no tener otra opción, a Beijing le tiene sin cuidado el tipo de régimen con el que establece relaciones; requiere estabilidad, no virtud como la concibe Occidente. Y, debido a que algunos de estos regímenes —como los de Irán, Myanmar (también conocido como Birmania) y Sudán— son oscurantistas y autoritarios, esta búsqueda mundial de recursos pone a China en conflicto con la orientación misionera de Estados Unidos, y de otros países como la India y Rusia, contra cuyas esferas de influencia está chocando. Sin duda, China no representa un problema existencial para esos Estados. La probabilidad de una guerra entre China y Estados Unidos es remota; la amena- za del ejército chino es sólo indirecta para Washington. El desafío que repre- senta China es principalmente geográfico, a pesar de cuestiones críticas relati- vas a deuda, comercio y calentamiento global. El área de influencia emergente de China en Eurasia y África está aumentando, no en el sentido imperialista deci- monónico, sino de una forma más sutil y acorde con la era de la globalización. Simplemente al asegurar sus necesidades económicas, China está cambiando el equilibrio de poder en el hemisferio oriental, y eso debe preocupar enormemen- te a Estados Unidos. En tierra y en alta mar, fomentada por la favorable ubica- ción geográfica de China, la influencia de Beijing está surgiendo en Asia cen- tral y expandiéndose hacia el mar del Sur de China, desde el Lejano Este Ruso hacia el océano Índico. China está surgiendo como una potencia continental, y, como dijera Napoleón, las políticas de actuación de dichos Estados son inhe- rentes a su geografía. síndrome de frontera irritable Xinjiang y el Tíbet son las dos principales áreas dentro del Estado chino cuyos habitantes se han resistido a la atracción de la civilización china. Esto los convierte, de cierto modo, en propiedades imperiales de Beijing. Además, las ten- La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]3 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 3
  • 6. siones nacionalistas étnicas en estas regiones están complicando la relación de Beijing con los Estados vecinos. “Xinjiang”, el nombre de la provincia más occidental de China, significa “nuevo dominio” y se refiere al Turquestán chino, un área del doble del tamaño del estado de Texas que está muy alejada de la región central de China, al otro lado del de- sierto de Gobi.China ha sido una entidad política desde hace milenios,pero Xinjiang se convirtió formalmente en parte de ella a finales del siglo xix. Desde entonces, como lo explicara el diplomático británico Sir Fitzroy Maclean, la historia de la provincia “ha sido una de turbulencia sostenida”, salpicada de revueltas y dife- rentes períodos de gobierno independiente hasta bien entrada la década de los cuarenta. En 1949, los comunistas de Mao Tse Tung marcharon sobre Xinjiang e integraron la provincia al resto de China por la fuerza. Pero, en tiempos tan re- cientes como 1990 y de nuevo en 2009, los uigures túrquicos —descendientes de los turcos que gobernaron Mongolia en los siglos vii y viii— se rebelaron con- tra el gobierno de Beijing. En China, el número de uigures es de alrededor de 8 millones de personas y representan menos del 1% de la población de China; sin embargo, constituyen el 45% de la población de Xinjiang. La mayoría de la población de la etnia han de Chi- na está principalmente concentrada en las tierras bajas del centro del país y a lo largo del Pacífico, mientras que los altiplanos más secos del oeste y suroeste del país son el hogar histórico de las minorías uigur y tibetana. Esta distribución es una fuente continua de tensión, porque para Beijing, el Estado chino moderno debe ejercer un control total sobre estas planicies. Con el fin de asegurar estas áreas —y el petróleo, el gas natural, el cobre y el mineral de hierro de su subsue- lo—, Beijing ha estado poblándolas durante décadas con chinos de la etnia han provenientes del centro del país. También ha cortejado agresivamente a las repú- blicas túrquicas independientes de Asia central, en parte para privar a los uigu- res de Xinjiang de cualquier base trasera posible. Beijing también ha cortejado a los gobiernos de Asia central con el fin de ampliar su esfera de influencia; China ya ha penetrado en gran parte de Eurasia, pero no lo suficiente dada su demanda de recursos naturales. La influencia de Beijing en Asia central se materializa en dos importantes ductos que van hacia Xinjiang que pronto serán terminados: uno que llevará petróleo del mar Caspio a través de Kazajistán, el otro transportará gas natural de Turkmenistán a través de Uzbekistán y Kazajistán. La sed de recursos naturales que tiene China también significa que Beijing tomará importantes riesgos para asegurarlos. Está extrayendo cobre al sur de Kabul, en el devastado por la guerra Afganistán, y tiene la vista puesta en el hie- rro, oro, uranio y piedras preciosas de dicho país (la región tiene algunos de los últi- mos depósitos no explotados del mundo). Beijing también espera construir caminos y ductos para energéticos a través de Afganistán y Pakistán, uniendo su floreciente dominio de Asia central con los puertos del océano Índico. La estratégica ubicación geográfica de China aumentaría si Estados Unidos estabiliza Afganistán. Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]4 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 4
  • 7. Al igual que Xinjiang, el Tíbet es esencial para la autoconcepción territorial de China, y como Xinjiang, afecta las relaciones exteriores de China. La planicie montañosa tibetana, rica en cobre y mineral de hierro, constituye gran parte del territorio de China. Por eso, Beijing ve con horror la posibilidad de la autonomía ti- betana, no se diga la independencia, y por eso construye frenéticamente caminos y ferrocarriles por toda el área. Sin el Tíbet, China sólo sería un despojo, e India le agregaría una zona septentrional a su base de poder subcontinental. Con una población de más de mil millones de habitantes, India ya es una roma cuña geográfica en la zona de influencia de China en Asia. Un mapa de la “Gran China” del libro The Grand Chessboard, que Zbigniew Brzezinski publicó en 1997, representa claramente este punto. En cierto modo, China e India están, en efecto, destinadas a ser rivales debido a la geografía: vecinos con poblaciones inmensas, culturas ricas y vulnerables, y pretensiones contrapuestas por diferentes territo- rios (por ejemplo, el estado indio de Arunachal Pradesh). El tema del Tíbet sólo foreign affairs latinoamérica o [ ]5 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 5
  • 8. exacerba estos problemas. India ha acogido al gobierno en el exilio del Dalai Lama desde 1957, y según Daniel Twining, investigador titular del Fondo Marshall de Alemania, las recientes tensiones fronterizas entre China y la India “podrían estar relacionadas con la preocupación de Beijing por el sucesor del Dalai Lama”: el siguiente Dalai Lama podría provenir del cinturón cultural tibetano que abarca el norte de la India, Nepal y Bután, lo que posiblemente lo hace aún más proindio y antichino. China y la India participarán en un “gran juego” no sólo en esas áreas, también en Bangladesh y Sri Lanka. Xinjiang y el Tíbet están dentro de las fronte- ras legales de China, pero las tensas relaciones del gobierno chino con la población de ambas provincias sugieren que a medida que Beijing amplíe su influencia más allá del núcleo étnico han, estará destinado a encontrar resistencia. control paulatino Incluso allí donde las fronteras de China están seguras, la forma misma del país lo hace parecer como si estuviera peligrosamente incompleto —como si algunas partes de la Gran China original hubieran sido suprimidas. La frontera norte de China circunda a Mongolia, un territorio gigante que parece como si hubiese sido extirpado del lomo de China. Mongolia tiene una de las densida- des poblacionales más bajas del mundo y ahora se ve demográficamente amena- zada por una civilización urbana china vecina. Habiendo conquistado una vez a Mongolia exterior para tener acceso a más tierra cultivable, Beijing está empeñado en conquistar Mongolia de nuevo, en cierta medida, con el fin de satisfacer su sed del petróleo, el carbón, el uranio y las ricas y vacías praderas del país. Las com- pañías mineras chinas han estado explorando grandes porciones de los activos sub- terráneos de Mongolia porque la industrialización y urbanización irrestricta han convertido a China en el principal consumidor mundial de aluminio, cobre, plomo, níquel, cinc, estaño y mineral de hierro; la participación de China en el consumo de metales del mundo ha saltado del 10% al 25% desde finales de los noventa. De- bido a que Tíbet, Macao y Hong Kong ya están bajo el control de Beijing, lo que suceda entre China y Mongolia será un modelo para juzgar el grado en que China alberga intenciones imperialistas. El norte de Mongolia y el norte de las tres provincias nororientales de China se encuentran en la región del Lejano Este Ruso, una pasmosa extensión del doble del tamaño de Europa con una exigua y decreciente población. El Estado ruso extendió su alcance hacia esta área en el siglo xix y a principios del xx, cuando China era débil. Ahora, China es fuerte, y la autoridad del gobierno ruso es par- ticularmente débil en el tercio oriental del país. Unos cien millones de chinos viven en las tres provincias chinas colindantes, justo al otro lado de la frontera de los alrededor de siete millones de rusos que habitan el Lejano Este Ruso —una cifra que podría reducirse hasta 4.5 millones para 2015—: la densidad poblacio- nal es 62 veces mayor en el lado chino que en el ruso. Los migrantes chinos se Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]6 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 6
  • 9. han estado filtrando hacia Rusia, asentándose en grandes números en la ciudad de Chita, en el norte de Mongolia y en otras partes de la región. La adquisición de recursos es el principal objetivo de la política exterior de China en todas partes, y el escasamente poblado Lejano Este Ruso tiene grandes reservas de gas natu- ral, petróleo, madera, diamantes y oro. “A Moscú le preocupan las grandes canti- dades de colonos chinos que llegan a esta región, trayendo compañías mineras y madereras con ellos”, escribió David Blair, corresponsal del Daily Telegraph de Londres, el verano de 2009. Al igual que en Mongolia, el temor no es que el ejército chino invada o se anexe formalmente el Lejano Este Ruso algún día. Lo que temen es que el paulatino con- trol demográfico y corporativo que ejerce Beijing sobre la región —China ocupó brevemente partes de esta región durante la dinastía Qing— está aumentando sin cesar. Durante la Guerra Fría, los conflictos fronterizos entre China y la Unión Soviética movilizaron a cientos de miles de soldados hacia esta remota región si- beriana y en ocasiones provocaron enfrentamientos. A finales de los sesenta, estas tensiones produjeron la escisión sino-soviética. La geografía podría alejar a China y a Rusia, ya que su alianza actual es puramente táctica; esto podría beneficiar a Estados Unidos. En los setenta, el gobierno de Nixon pudo sacar ventaja del dis- tanciamiento de Beijing y Moscú para abrirse hacia China. En el futuro, ya que China es la superpotencia, es posible que Estados Unidos se asocie con Rusia en una alianza estratégica para crear un equilibrio frente al Reino Medio. promesas del sur La influencia de China también se extiende hacia el sudeste. De hecho, es con los Estados relativamente débiles del sudeste de Asia que el surgimiento de una Gran China enfrenta menos resistencia. Hay relativamente pocos impedimen- tos geográficos que separen a China de Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar. La capital natural de una esfera de influencia que se centre en el río Mekong y una a todos los países de Indochina por tierra y por agua sería Kunming, en la pro- vincia Yunnan de China. El país más grande del sudeste de Asia continental es Myanmar. Si Pakistán es los Balcanes de Asia, que corre el riesgo de ser desmembrado, Myanmar es como la Bélgica de principios del siglo xx, que corre el riesgo de ser rebasada por sus grandes vecinos. Al igual que Mongolia, el Lejano Este Ruso y otros territorios que colindan con las fronteras terrestres de China, Myanmar es un Estado débil con los abundantes recursos naturales que China necesita desesperadamente. China e India están compitiendo por desarrollar el puerto de aguas profundas de Sittwe, en la costa del océano Índico de Myanmar; ambos tienen la esperanza de construir, con el tiempo, gasoductos desde los yacimientos marinos del golfo de Bengala. En cuanto a la región en conjunto, Beijing ha adoptado, en cierto sentido, una estrategia de “divide y vencerás”. En el pasado, negociaba con cada país de la La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]7 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 7
  • 10. Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ansea) por separado, no con todos ellos como unidad. Incluso su recién inaugurado tratado para un área de libre co- mercio con la ansea demuestra la forma en que China sigue desarrollando rela- ciones redituables con sus vecinos del sur. Utiliza a la ansea como mercado para vender productos manufacturados chinos de alto costo mientras le compra pro- ductos agrícolas de bajo costo. Esto ha producido superávit comerciales en China, mientras los países de la ansea se están convirtiendo en el vertedero para los productos industriales manufacturados por la barata mano de obra urbana china. Esto ocurre mientras el antes fuerte Estado de Tailandia, que últimamente ha sido sacudido por problemas políticos internos, tiene un papel cada vez menos importante como ancla regional y contrapeso inherente para China. La familia real tailandesa, con un rey enfermo, no puede ser la fuerza estabilizadora que alguna vez fuera, y el sectarismo agita al ejército tailandés. (China está desarro- llando una relación militar bilateral con Tailandia, además de establecer relacio- nes similares con otros países del sudeste asiático, mientras Estados Unidos se centra menos en los ejercicios militares en la región con el fin de concentrarse en las guerras que libra en Afganistán e Iraq.) Al sur de Tailandia, tanto Malasia como Singapur están iniciando complicadas transiciones democráticas mientras sus líderes constructores de Estado, Mahathir bin Mohamad y Lee Kuan Yew, respectivamente, salen de escena. Malasia está cada vez más bajo la sombra eco- nómica de China, mientras su población de etnia china se siente amenazada por la mayoría de malayos musulmanes. El gobierno de Singapur —aunque es un Estado cuya población es principalmente de etnia china— teme convertirse en vasallo de China; desde hace años, ha fomentado una relación de entrenamiento militar con Taiwán. Lee ha exhortado públicamente a Estados Unidos para que siga involucrado en la región, tanto militar como diplomáticamente. Indonesia, por su parte, está atrapada entre necesitar la presencia naval de Estados Unidos para protegerse de China y el temor de que si aparenta en demasía ser aliado de Estados Unidos encolerizará al resto del mundo islámico. A medida que el poder de Estados Unidos en el sudeste de Asia deja atrás su mejor momento, los países de la región han comenzado a cooperar más entre sí para atenuar la estrategia de “divi- de y vencerás” de Beijing. Indonesia, Malasia y Singapur se han unido contra la pi- ratería, por ejemplo. Mientras más independientes sean estos países, menos ame- nazados estarán por el auge de China. en el ejército Asia central, Mongolia, el Lejano Este Ruso y el sudeste de Asia son zonas naturales de influencia china. Pero también son zonas cuyas fronteras políticas probablemente no cambiarán. La situación de la península de Corea es diferente: el mapa de China está especialmente truncado en esa región, y las fronteras polí- ticas bien podrían cambiar. Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]8 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 8
  • 11. El hermético régimen norcoreano es fundamentalmente inestable, y su dete- rioro podría afectar a toda la región. La península de Corea, que parece un apén- dice de Manchuria, controla todo el tráfico marino desde y hacia el noreste de China. Nadie espera realmente que China se anexione alguna parte de la península de Corea, por supuesto, aunque China sigue moles- ta por la soberanía de los otros Estados de la penín- sula, especialmente en el norte. Y aunque apoya el régimen estalinista de Kim Jong Il, Beijing tiene pla- nes para la península que van más allá de su reinado. Beijing desearía enviar de vuelta, con el tiempo, a los miles de desertores norcoreanos que ahora viven en China para que puedan construir una base política favorable para que Beijing pueda hacer una toma económica gradual de la cuenca del río Tumen, don- de China, Corea del Norte y Rusia se unen y la cual tiene buenas instalaciones portuarias frente a Japón en el océano Pacífico. Esta es una de las razones por las que Beijing preferiría que un Estado mucho más moderno y autoritario se desarrolle en Corea del Norte; un Estado como ése crearía una zona de amortiguación entre China y la vibrante democracia burguesa de Corea del Sur. Sin embargo, la reunificación de la península Coreana también beneficiaría a Beijing a la larga. Una Corea reunificada sería nacionalista y alber- garía cierta hostilidad hacia China y Japón, países que han tratado de ocuparla en el pasado. Pero la animadversión de Corea hacia Japón es significativamente mayor que la que siente hacia China. (Japón ocupó la península de 1910 a 1945, y Seúl y Tokio siguen discutiendo sobre la situación de los islotes de Tokdo/Take- shima.) Las relaciones económicas serían más sólidas con China que con Japón: una Corea unificada estaría relativamente bajo el control de Seúl, y China ya es el socio comercial más importante de Corea del Sur. Finalmente, una Corea reuni- ficada ligeramente inclinada hacia Beijing y alejada de Japón tendría pocas razones para continuar albergando tropas estadounidenses. En otras palabras, es fácil con- cebir un futuro coreano dentro de una Gran China y un momento en que la pre- sencia de Estados Unidos en el noreste de Asia disminuirá. Como lo muestra el ejemplo de la península Coreana, las fronteras terrestres de China presentan más oportunidades que riesgos. Como lo sugirió Mackinder, China parece desarrollarse como una gran potencia en tierra y alta mar que por lo menos opacará a Rusia y Eurasia. El politólogo John Mearsheimer escribió en The Tragedy of Great Power Politics que “los Estados más peligrosos del sistema internacional son las potencias continentales con grandes ejércitos”. Ésta podría ser la razón para temer la influencia de China a medida que el país se convierte en una potencia continental, pero China sólo se ajusta parcialmente a la descrip- ción de Mearsheimer: su ejército, con 1.6 millones de soldados, es el más grande La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]9 China proyectará poder duro en el exterior principalmente a través de su marina de guerra. 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 9
  • 12. del mundo, pero no tendrá capacidad expedicionaria en muchos años. El Ejército Popular de Liberación (epl) respondió a la emergencia provocada por el terre- moto en Sichuan en 2008, a los recientes disturbios en el Tíbet y en Xinjiang, y al desafío a la seguridad que representaron los Juegos Olímpicos de 2008 en Beijing. Sin embargo, según Abraham Denmark del Center for a New American Security, esto sólo muestra que el epl puede movilizar a sus tropas de un extremo de China continental al otro, no que pueda transportar suministros y equipo pesado a la velocidad requerida para un despliegue militar. Quizá obtener tal capacidad no importaría mucho, de todos modos, ya que es poco probable que el epl cruce las fronteras de China, a no ser por error (si hay otra guerra con la India) o para lle- nar un vacío (si el régimen norcoreano colapsara). China puede llenar los vacíos de poder de sus vastas fronteras con medios demográficos y corporativos, sin necesitar el respaldo de una fuerza expedicionaria de tierra. La fuerza sin precedentes de China en tierra se debe en parte a los diplomáti- cos chinos, que en años recientes han resuelto afanosamente muchos conflictos fronterizos con otras repúblicas del centro de Asia, con Rusia y con otros vecinos (la India es la excepción notable). No se puede dejar de recalcar la importancia de este cambio. Ya no hay un ejército que avance hacia Manchuria; durante la Guerra Fría, esa ominosa presencia forzó a Mao a concentrar el presupuesto de defensa de China en su ejército y a descuidar su marina de guerra. Como lo ates- tigua la Gran Muralla, China había estado preocupada por invasiones terrestres de uno u otro tipo desde la antigüedad. Ya no es así. piernas de mar Gracias a esta situación favorable en tierra, ahora China tiene la libertad para construir una gran marina de guerra. Mientras las ciudades-estado costeras y los países isleños aspiran al poder en el mar como algo natural, esto sería un lujo para las potencias continentales históricamente aisladas como China. En el caso de China, esto podría ser un lujo bastante fácil de alcanzar ya que el país está tan bien dotado en sus litorales como en sus provincias continentales. China domina la costa del este de Asia en las zonas templadas y tropicales del Pacífico, y su fron- tera sur está tan cerca del océano Índico que algún día podría unirse a éste me- diante carretera y ductos para energéticos. En el siglo xxi, China proyectará poder duro en el exterior principalmente a través de su marina de guerra. Dicho esto, se enfrenta a un entorno aún más hostil en alta mar del que en- frenta en tierra. La marina china considera que sólo habrá problemas en lo que llama la “primera cadena de islas”: la península de Corea, las islas Kuriles, Japón (incluidas las islas Ryukyu),Taiwán, Filipinas, Indonesia y Australia.Todos excep- to Australia son posibles puntos de ignición. China ya está enfrascada en varios conflictos por porciones del lecho marino rico en energéticos del mar del Este de China y del mar del Sur de China: con Japón por las islas Diaoyu/Senkaku y con Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]10 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 10
  • 13. Filipinas y Vietnam por las islas Spratly. Tales conflictos permiten que Beijing avive el nacionalismo en casa, pero para los estrategas navales chinos, la escena marina es sombría en su mayoría. Esta primera cadena de islas es, en palabras de James Holmes y Toshi Yoshihara de la Academia Naval de Estados Unidos, una especie de “Gran Muralla a la inversa”: una línea bien organizada de aliados esta- dounidenses que sirven como torre de vigilancia para monitorear y quizá bloquear el acceso de China al océano Pacífico. En ocasiones, la respuesta de China a sentirse tan encajonada ha sido la agre- sión. El poder naval es generalmente más benigno que el poder terrestre: las marinas de guerra no pueden ocupar áreas extensas por sí solas y deben hacer mu- cho más que luchar, como proteger el comercio, por ejemplo. Por ende, se hubiese esperado que China fuera tan benévola como otros países marítimos antes que ella —Venecia, Gran Bretaña, Estados Unidos— y se preocupara principalmente, como lo hicieron esas potencias, por preservar un sistema marítimo pacífico, que incluye el libre tránsito del comercio. Pero China no tiene tanta confianza en sí misma. A pesar de ser una potencia marítima, sigue concibiendo al mar de forma terri- torial: los términos “primera cadena de islas” y “segunda cadena de islas” (la segunda cadena incluye los territorios estadounidenses de Guam y las islas Marianas del Norte) sugieren que los chinos consideran que todas estas islas son extensiones archipielágicas de China continental. Al pensar de una forma tan cerrada sobre los mares vecinos de su país, los líderes de la marina de China están mostrando la agresiva filosofía del estratega naval finisecular estadounidense Alfred Thayer Mahan, quien argumentaba a favor del control del mar y de la batalla decisiva. Pero aún no tienen la fuerza de aguas profundas suficiente para lograr este con- trol y esta discrepancia entre sus aspiraciones y sus medios ha producido algunos embarazosos incidentes en los últimos años. En octubre de 2006, un submarino chino acechó al USS Kitty Hawk y luego salió a superficie a distancia de tiro de la embarcación. En noviembre de 2007, los chinos le negaron al grupo aeronaval del USS Kitty Hawk la entrada al puerto de Victoria cuando buscaba refugio de los ma- res embravecidos y del mal clima. (El Kitty Hawk hizo una visita a Hong Kong en 2010.) En marzo de 2009, unas cuantas naves del Ejército Popular de Liberación agredieron a la nave de reconocimiento estadounidense USNS Impeccable mien- tras realizaba operaciones de manera abierta fuera del límite territorial de China de 12 millas en el mar del Sur de China, bloqueándole el paso y fingiendo que la embestirían. Éstas no son las acciones de una gran potencia, son las de una po- tencia que aún no madura. La asertividad de China en alta mar también se demuestra a través de sus com- pras de capital. Beijing está desarrollando capacidades nicho asimétricas diseña- das para evitar que la marina de Estados Unidos entre al mar del Sur de China y a otras aguas territoriales chinas. China ha modernizado su flota de destructores y tiene planes para adquirir uno o dos portaviones, pero no está comprando buques de guerra en general. Por el contrario, se ha centrado en construir nuevas clases La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]11 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 11
  • 14. de submarinos convencionales, de ataque nuclear y de misiles balísticos. Según Seth Cropsey, ex subsecretario adjunto de la marina estadounidense, y Ronald O’Rourke del Servicio de Investigación del Congreso, China podría poner en marcha una fuerza de submarinos más grande que la de la marina estadounidense —que tiene 75 submarinos en servicio— en 15 años. Más aún, la marina china, dice Cropsey, planea utilizar radares que van más allá del alcance visual, satélites, redes de sonar en el lecho marino y ciberguerra al servicio de misiles balísticos antibuque. Esto, junto con la creciente flota de submarinos china, tiene la intención de impedirle, a la larga, el acceso fácil a la marina estadounidense a porciones sig- nificativas del Pacífico occidental. Como parte de su esfuerzo por controlar sus aguas en el estrecho de Taiwán y en el mar del Sur de China, Beijing también está mejorando su capacidad de guerra de minas, comprándole a Rusia aviones caza a reacción y destacando alrededor de 1 500 misiles tierra-aire a lo largo de sus litorales. Además, mientras tienen siste- mas subterráneos de fibra óptica y trasladan sus capacidades de defensa al inte- rior de China occidental, fuera del alcance de los misiles navales de sus enemigos en potencia, los chinos están desarrollando una estrategia ofensiva para atacar al ícono del poderío estadounidense: el portaviones. China no va a atacar un portaviones estadounidense en el futuro cercano, por supuesto, y aún está muy lejos de desafiar directamente a Estados Unidos en el ámbito militar. Pero su objetivo es desarrollar dichas capacidades a lo largo de su li- toral para disuadir a Estados Unidos de intervenir entre la primera cadena de islas y la costa china cuando y donde lo desee. Dado que la capacidad de moldear el comportamiento del adversario es la esencia del poder, ésta es una prueba de que una Gran China se está materializando tanto en alta mar como en tierra. directo a taiwán El futuro de Taiwán es lo más importante para el advenimiento de la Gran China. La cuestión de Taiwán se analiza a menudo en términos morales: Beijing habla de la necesidad de consolidar el patrimonio nacional y unificar China por el bien de toda la etnia china; Washington habla de resguardar su democracia modelo. Pero el problema real es diferente. Como lo dijera el general Douglas MacArthur, Taiwán es un “portaviones insumergible” a la mitad de la costa de China. Desde ahí, según los estrategas navales Holmes y Yoshihara, una potencia extranjera como Estados Unidos puede “irradiar” poder a lo largo de la periferia costera de China. Si Taiwán regresara al cobijo de China continental, la marina china no sólo tendría repentinamente una posición estratégica ventajosa con respecto a la primera cadena de islas, también tendría la libertad de proyectar poder más allá de ella, en un grado sin precedentes. El adjetivo “multipolar” se adjudica libremente para describir al siguiente orden mundial; sólo la fusión de Taiwán con China continental marcaría el verdadero surgimiento de un orden militar multipolar en Asia oriental. Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]12 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 12
  • 15. Según un estudio de rand de 2009, para el año 2020, Estados Unidos ya no podrá defender a Taiwán de un ataque chino. Los chinos, explica el informe, po- drían derrotar para ese entonces a Estados Unidos en una guerra en el estrecho de Taiwán, aunque Estados Unidos contara con f22, dos grupos aeronavales de ata- que y acceso continuo a la Base Aérea de Kadena en Okinawa, Japón. El informe hace hincapié en el combate aéreo. Los chinos aún tendrían que transportar de- cenas de miles de soldados por mar y serían susceptibles a los submarinos estado- unidenses. Sin embargo, el informe, a pesar de todas sus advertencias, presenta una tendencia preocupante. China está a solo 100 millas [160 km] de Taiwán, mientras que Estados Unidos debe proyectar su poderío militar desde medio mundo de dis- tancia y con un acceso más limitado a las bases extranjeras del que tenía durante la Guerra Fría. La estrategia de China de negarle a la marina estadounidense la en- trada a ciertas aguas no sólo tiene la intención de mantener alejadas a las fuerzas de Estados Unidos en general, sino de propiciar, específicamente, su dominio so- bre Taiwán. Beijing está preparándose para envolver a Taiwán no sólo militarmente, sino también económica y socialmente. Alrededor del 30% de las exportaciones de Taiwán van a China. Hay 270 vuelos comerciales a la semana entre Taiwán y el continente. Dos terceras partes de las compañías taiwanesas han invertido en China en los últimos 5 años. Medio millón de turistas van del continente a la isla cada año, y 750 000 taiwaneses residen en China durante aproximadamente 6 meses cada año. Una mayor integración parece probable; cómo se logrará, sin em- bargo, es incierto y será crucial para el futuro de la política de las grandes potencias de la región. Si Washington simplemente deja a Taiwán en manos de Beijing, entonces Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia y otros aliados de Estados Unidos en el océano Pacífico, así como la India e incluso algunos Estados africanos, co- menzarán a dudar de la solidez del compromiso de Estados Unidos. Eso podría alentar a dichos países a acercarse a China y, por ende, permitiría el surgimiento de una Gran China de proporciones verdaderamente hemisféricas. Ésta es una de las razones por las que Washington y Taipéi deben considerar formas asimétricas de contrarrestar militarmente a China. El objetivo no debe- ría ser derrotar a China en una guerra en el estrecho de Taiwán, sino hacer que la perspectiva de una guerra le parezca prohibitivamente costosa a Beijing. Esta- dos Unidos podría entonces mantener su credibilidad con sus aliados mantenien- do a Taiwán funcionalmente independiente hasta que China sea una sociedad más liberal. El anuncio del gobierno de Obama, a principios de 2010, de que le vendería a Taiwán armas con un valor de 6 400 millones de dólares es, por lo tan- to, vital para la posición de Estados Unidos frente a China y en Eurasia en gene- ral. Además, el objetivo de transformar a China a nivel interno, no es un sueño de opio: los millones de turistas chinos que viajan a Taiwán ven sus animados programas de debate político y los subversivos títulos de sus librerías. Aún así, de forma algo ilógica, una China más democrática podría ser una gran potencia La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]13 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 13
  • 16. aún más dinámica de lo que podría ser una China represiva, en el sentido económi- co y, por ende, también en el sentido militar. Además de concentrar sus fuerzas en Taiwán, la marina de guerra china está proyectando más poder en el mar del Sur de China, que es la entrada de China al océano Índico y a la ruta de transporte de hidrocarburos del mundo. El desafío planteado por la piratería, el islamismo radical y el auge de la marina de guerra de la India se encuentran en el camino, incluso cerca de los cuellos de botella por don- de debe pasar gran parte de los buques tanque y los barcos mercantes de China. En términos de importancia estratégica general, el mar del Sur de China podría convertirse, como algunos han establecido, en un “segundo golfo Pérsico”. Nicholas Spykman, el experto en geopolítica del siglo xx, notó que a lo largo de la historia, los países se han involucrado en “una expansión circunferencial y transmarina” para controlar los mares adyacentes. Grecia trató de controlar el Egeo; Roma, el Me- diterráneo; Estados Unidos, el Caribe; ahora China está tratando de controlar el mar del Sur de China. Spykman llamó al Caribe “el Mediterráneo americano” para enfatizar su importancia para Estados Unidos. El mar del Sur de China po- dría convertirse en “el Mediterráneo asiático” y en el corazón de la geopolítica de las siguientes décadas. inseguridad líquida Existe, sin embargo, una contradicción en el centro del esfuerzo de China por proyectar poder en alta mar en el Mediterráneo asiático y más allá. Por un lado, China parece decidida a negarle a las naves estadounidenses un acceso fácil a sus mares costeros. Por otro lado, aún no es capaz de proteger sus líneas de comuni- cación en alta mar, lo que haría que cualquier ataque a un buque de guerra estado- unidense fuera inútil, ya que la marina estadounidense simplemente podría cor- tar el suministro de energía a China prohibiendo el paso de embarcaciones chinas en los océanos Pacífico e Índico. ¿Por qué entonces molestarse con negar el acceso si nunca se tuvo la intención de cumplirlo? Según la asesora de defensa Jacqueline Newmyer, Beijing tiene la intención de crear “una disposición del poder tan favorable” que “en realidad no tendría que usar la fuerza para asegurar sus intereses”. Mostrar nuevos sistemas de armas, construir instalaciones portua- rias y puestos de escucha en los océanos Pacífico e Índico, brindar asistencia mili- tar a los Estados costaneros ubicados entre el territorio chino y el océano Índico, ninguno de estos movimientos es secreto; todos ellos son muestras deliberadas de poder. En lugar de luchar abiertamente con Estados Unidos, los chinos desean influir sobre el comportamiento estadounidense precisamente para evitar un en- frentamiento. No obstante, parece haber una arista dura en algunas de las actividades navales de China. China está construyendo una importante base naval en la punta sur de la isla de Hainan, justo en el corazón del mar del Sur de China, con instalaciones subterráneas que podrían alojar hasta 20 submarinos nucleares y con propulsión Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]14 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 14
  • 17. diesel-eléctrica. Éste es un ejercicio de soberanía al estilo de la Doctrina Monroe sobre las aguas internacionales cercanas. China quizá no tenga intenciones de ir a la guerra con Estados Unidos actualmente o en el futuro, pero los motivos pue- den cambiar. Es mejor, en cambio, darle seguimiento a las capacidades. La actual situación de seguridad en los límites de Eurasia es, en el fondo, más complicada de lo que fue en los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial. A medida que la hegemonía estadounidense disminuye y el tamaño de la marina de guerra de Estados Unidos se contrae o se estanca, mientras la eco- nomía y el ejército de China crecen, la multipolaridad definirá cada vez más las relaciones de poder en Asia. Estados Unidos le está suministrando a Taiwán 114 misiles de defensa aérea Patriot y docenas de avanzados sistemas de comunica- ción militar. China está construyendo bases para submarinos en la isla de Hainan y está desarrollando misiles antibuque. Japón y Corea del Sur siguen moderni- zando sus flotas. India está construyendo una gran marina de guerra. Cada uno de estos Estados está intentando cambiar el equilibrio de poder a su favor. Por esa razón, el rechazo de Hillary Clinton, la Secretaria de Estado estadouni- dense, a la política de equilibrio de poder como una reliquia del pasado es insin- cero o equivocado. Se está llevando a cabo una carrera armamentista en Asia, y Estados Unidos tendrá que enfrentar esta realidad en un momento en que está reduciendo sustancialmente sus fuerzas en Afganistán e Iraq. Aunque ningún país asiático tiene incentivos para ir a la guerra, el riesgo de un error de cálculo en el equilibrio de poder aumentará con el tiempo y con la acumulación de fuerzas aéreas y navales en la región (aunque sólo sean de China y la India). Las tensio- nes en tierra podrían reforzar las tensiones en alta mar: los vacíos de poder que China está llenando la pondrán en un molesto contacto, a su debido tiempo, con India y Rusia, por lo menos. Espacios que alguna vez estuvieron vacíos ahora se están llenando de gente, caminos, ductos, embarcaciones (...) y misiles. El poli- tólogo de Yale, Paul Bracken advirtió en 1999 que Asia se estaba convirtiendo en una geografía cerrada y se enfrentaba a una crisis de “espacio”. Ese proceso sim- plemente ha continuado desde entonces. Entonces, ¿Estados Unidos puede trabajar para preservar la estabilidad en Asia, proteger a sus aliados de la región y limitar el surgimiento de la Gran China y evitar al mismo tiempo un conflicto con Beijing? El equilibrio en alta mar quizá no sea suficiente. Como me comentó un ex alto funcionario indio a principios de 2010, los principales aliados de Estados Unidos en Asia (como Corea del Sur, India, Japón y Singapur) desean que la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea de Es- tados Unidos estén en “concierto” con sus propias fuerzas armadas, de modo que Estados Unidos se convierta en una parte integral del entorno terrestre y marino de Asia, no sólo una fuerza que acecha a lo lejos. Hay una gran diferencia entre negociar con Estados Unidos acerca de los derechos para establecer bases, como lo han hecho recientemente los japoneses, y desear el retiro total de las fuerzas estadounidenses. La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]15 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 15
  • 18. Un plan que ha estado rondado por el Pentágono argumenta que Estados Uni- dos podría “contrarrestar el poder estratégico chino (…) sin una confrontación militar directa” con una flota estadounidense de 250 buques (menos de los 280 que tiene ahora) y un recorte del 15% en el gasto de defensa. Este plan, diseñado por el coronel retirado de la marina, Pat Garrett, es significativo porque intro- duce la importancia estratégica de Oceanía en la ecuación eurasiática. Guam y las islas Carolinas, Marshall, Marianas del Norte y Salomón son, todas ellas, terri- torios estadounidenses, mancomunidades con acuerdos de defensa con Estados Unidos, o Estados independientes que probablemente estarían abiertos a acuer- dos de ese tipo. Oceanía ganará importancia porque está relativamente cerca del este de Asia y fuera de la zona a la que China desea negar el acceso a los buques de guerra estadounidenses. Guam está a sólo cuatro horas de vuelo de Corea del Norte y a dos días en barco de Taiwán. Sería menos provocador que Estados Unidos tuviera bases en Oceanía en el futuro de lo que ha sido mantener tropas en Corea del Sur, Japón y Filipinas. La base Andersen de la Fuerza Aérea, en Guam, ya es la plataforma más do- minante desde la que Estados Unidos proyecta poder duro. Con 100000 bombas y misiles, y un depósito de 66 millones de galones de combustible para aviones, es la instalación estratégica de abastecimiento de combustible de la Fuerza Aérea estadounidense más grande del mundo. Largas filas de aviones Globemaster c-17 y Hornet f/a-18 llenan las pistas de la base. Guam también alberga un escuadrón de submarinos y se está ampliando como base naval. Guam y las vecinas islas Marianas del Norte están casi a la misma distancia de Japón y del estrecho de Ma- laca. Además, el extremo suroccidental de Oceanía —a saber, los fondeaderos de las islas Ashmore y del islote Cartier (ambas propiedad de Australia) y del litoral occidental de Australia misma (desde Darwin hasta Perth)— mira desde la parte inferior del archipiélago indonesio hacia el océano Índico. Así, según el plan de Garrett, la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea de Estados Unidos podrían to- mar ventaja de la geografía de Oceanía para establecer una “presencia regional en potencia” ubicada “al otro lado del horizonte” de las fronteras informales de la Gran China y de las principales rutas marítimas de Eurasia. (La frase “presencia regional en potencia” hace eco a la utilizada por el historiador naval británico Sir Julian Corbett “flota en potencia” de hace un siglo, que se refería a un grupo de em- barcaciones que podía agruparse rápidamente para formar una flota unificada de ser necesario. “Al otro lado del horizonte” refleja una confluencia de equilibrio desde el exterior y la participación en un concierto de poderes. Fortalecer la presencia de Estados Unidos en tierra y en alta mar en Oceanía sería una aproximación consensuada entre resistirse a una Gran China a cual- quier costo y aceptar un futuro en el que la marina de guerra china patrulle la primera cadena de islas. Esta aproximación garantizaría que China pagara un alto precio por cualquier agresión militar a Taiwán. También permitiría que Es- tados Unidos redujera sus “bases heredadas” en la primera cadena de islas, y aun Robert D. Kaplan 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 16
  • 19. así permitir que los buques y aviones estadounidenses continúen patrullando el área. El plan Garrett también vislumbra una dramática expansión de la actividad naval estadounidense en el océano Índico. Sin embargo, no pretende expandir las bases estadounidenses existentes; prevé depender de instalaciones básicas en las islas Andaman, Comoros, Maldivas, Mauricio, Reunión y Seychelles (algunas de las cuales son operadas directa o indirectamente por Francia y la India), así como acuerdos de defensa con Brunei, Malasia y Singapur. Esto garantizaría la libre navegación y el flujo sin obstáculos de energéticos a través de Eurasia. Además, al restarle importancia a las bases estadounidenses existentes en Japón y Corea del Sur y diversificar la huella de Estados Unidos en Oceanía, el plan eliminaría las bases “maestras” fáciles de atacar. En todo caso, el control de Estados Unidos sobre la primera cadena de islas está comenzando a perder fuerza. La población local está cada vez menos con- forme con la presencia de las tropas extranjeras en su entorno. Y el auge de China hace que Beijing sea intimidante y atractivo a la vez; sentimientos encontrados que podrían complicar las relaciones bilaterales de Estados Unidos con sus aliados del Pacífico. Ya era hora. La actual crisis en las relaciones entre Estados Unidos y Japón —que ha surgido debido a que el inexperto gobierno de Hatoyama desea re- escribir la reglas de la relación bilateral a su favor mientras habla de desarrollar lazos más estrechos con China— debió haber ocurrido hace años. La posición de Estados Unidos en el océano Pacífico —aún extraordinariamente superior— es un anacrónico legado de la Segunda Guerra Mundial, una función de la devas- tación que China, Japón y Filipinas sufrieron durante el conflicto. La presencia de Estados Unidos en la península Coreana, un subproducto de una guerra que terminó hace más de medio siglo, tampoco puede ser eterna. Una Gran China podría estar emergiendo política, económica o militarmente en Asia central, en el océano Índico, en el Sudeste de Asia y en el Pacífico occiden- tal. Pero allende este nuevo dominio habrá una gran cantidad de buques de guerra estadounidenses, muchos de ellos probablemente situados en Oceanía y colabo- rando con las fuerzas navales de la India, Japón y otras democracias. Con el tiempo, a medida que la confianza de China aumenta, su fuerza de aguas profundas podría desarrollar una estrategia menos territorial y ser atraída a una gran alianza naval regional. Mientras tanto, vale la pena tener presente que, como señalara el politólogo Robert Ross en 1999, en términos militares, la relación entre Estados Unidos y China será más estable que la de Estados Unidos y la Unión Soviética. Lo anterior se debe a la geografía específica del este de Asia. Durante la Guerra Fría, el poder marítimo de Estados Unidos por sí sólo no era suficiente para contener a la Unión Soviética; también se necesitaba una importante fuerza en tierra en Europa. Sin embargo, no se necesitará una fuerza en tierra como ésa en los límites de Eurasia, porque mientras la presencia de Estados Unidos alrededor de las fronteras de una La geografía del poder chino foreign affairs latinoamérica o [ ]17 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 17
  • 20. Gran China está disminuyendo, la Marina de Estados Unidos seguirá siendo más fuerte que la marina de guerra china. Sin embargo, la realidad misma del creciente poderío económico y militar de China exacerbará la tensión entre Estados Unidos y China durante los próximos años. Parafraseando a Mearsheimer, Estados Unidos, el hegemón del hemisferio occidental, tratará de evitar que China se convierta en el hegemón de gran parte del hemisferio oriental. Esto podría ser el suceso señero de la época. c Robert D. Kaplan foreign affairs latinoamérica · Volumen 10 Número 3[ ]18 17 Robert D. Kaplan_FAL • 10-3 8/3/10 2:10 PM Page 18