breve crónica donde se rememora la hazaña de la selección mexicana en Rusia bajo el mando del colombiano Juan Carlos Osorio quien es el protagonista de este texto en medio de la pandemia de covid-19 que azoto al mundo en 2020 y que tuvo a Juan Carlos como uno de los afectados.
Beginners Guide to TikTok for Search - Rachel Pearson - We are Tilt __ Bright...
El mejor primer tiempo de un mundial + Pandemia.docx
1. El mejor primer tiempo de un mundial
Quién se iba a imaginar que el estadio olímpico de Luzhnikí de Moscú iba a
ser testigo del gran debut de la selección mexicana con una victoria sobre
Alemania, la campeona del mundo en Brasil 2014. Cientos de hinchas llenaban las
tribunas del Luzhnikí y, en ocasiones, lo único que se oía era a los mexicanos
coreando el nombre de su selección. Semejante cita mundialista podía acobardar
a cualquiera y sumirlo en una de las bancas para rogar que todo terminara, pero
Juan Carlos Osorio asumió la tarea con tenacidad, seriedad y profesionalismo.
¿Qué hizo Osorio de diferente? Tal vez, solo hacer un gran planteamiento técnico
y confiar en su equipo, como él mismo manifestó al final.
Sin embargo, tan solo 2 años después de este magno evento, el mundo
recordaba esta gran hazaña desde el banquillo y veía la vida pasar por la ventana,
mientras un virus invisible y aparentemente mortal encerraba a todos. Desde ese
encierro, el profe Juan Carlos Osorio rememoraba el partido contra Alemania y la
oportunidad que le dio a Hirving Lozano quien, valga recordar, fue el encargado de
abrir el marcador contra Alemania.
En los primeros minutos, México se impuso y, aunque una llegada al arco
con Werner puso todo en peligro, México defendió de la mejor manera: atacando.
Llegaron Müller y Hummels, pero México resistía. En ese momento, Osorio,
formalmente vestido para la ocasión, sabía que era todo o nada. Prefirió un
atuendo sencillo que le diera libertad, pero en los primeros minutos ya había
dejado de lado su chaqueta y se instalaba al borde de la cancha, presto a cada
movimiento y aprovechando cada ocasión para alentar a sus muchachos. En
ocasiones, revisaba sus notas con seriedad y, como aquel que divisa el camino
casi al nivel del suelo, Osorio se acurrucaba y revisaba las gambetas
detenidamente. Sólo él podía ser capaz de concentrarse en medio de las tribunas
encendidas del Luzhnikí de Moscú.
Los minutos pasaban y Alemania ya sabía que algo no funcionaba bien en
su táctica porque tenía como rival a una selección mexicana organizada, fuerte y
decidida a dar todo en la cancha. Hacia el minuto 9, Chicharito Hernández llegó a
2. terreno alemán, pero no logra concretar. Llega Kimmich al arco de Ochoa, pero no
lo logra. En ese momento, la tensión aumenta: México estuvo a punto de meter
autogol. En el minuto 15, Alemania pierde una oportunidad de oro y se van a tiro
de esquina, pero el balón llega a las manos de Ochoa quien, valga decirlo, actuó
cuando debía actuar. De ahí en adelante, vemos a una Alemania que no llega, a
pesar de algunos intentos de Kross y Werner. Osorio recorre el campo y mira
fijamente cada jugada y estrategia, atento a atajar cualquier oportunidad.
Justo en el minuto 25, México comente una falta contra Alemania y, en ese
momento, Osorio se acerca al pasto y revisa sus notas, sabe que debe seguir de
cerca cada acción, sabe que los primeros 25 minutos pueden definirse en ese
momento. ¿Pide por un milagro? Tal vez. ¿Espera que sus muchachos atajen?
Posiblemente. Alemania falla y todos respiran de nuevo ante un ataque
comandado por Lozano. Está cerca, todos lo saben, todos anticipan el momento
del gol y Osorio ruega porque llegue, porque el debut pase a la historia y porque
sea el momento en que el fútbol mexicano demuestre todo su potencial.
Extraordinariamente, Osorio logra concentrarse en los momentos de
peligro. Hasta este punto, no grita, no pelea o manotea, solo espera y mira
fijamente. ¿Quién podría conseguir tal nivel de concentración con la hinchada
gritando “ole” ante cada pase de la selección mexicana? Llega Vela, al minuto 27,
Lozano, al 29, y, hacia el minuto 33, Layún pierde una oportunidad justo frente al
arco alemán. Finalmente, Lozano llega al arco alemán, burla a Özil y abre el
marcador para México. En ese instante, Osorio gira hacia el banco mexicano y
busca con quien compartir su euforia: lo habían logrado, le anotaron un gol al
campeón del mundo. Minutos después, se sienta, parece que le falta el aliento, su
cara refleja todo menos emoción. Es consciente de que el resto del encuentro será
todo o nada. Respira, resopla, se concentra y recupera el aliento.
Ante esta entrada, Alemania contrataca y llega con Draxler en el minuto 36,
pero no concreta. Lozano comete falta contra Kimmich y Alemania cobra, pero
falla; Kross la retoma y falla, y Ochoa resiste y ataja cada intento. Alemania
presiona y, en los últimos minutos de la primera mitad, se siente la tensión que
3. reviste el rostro de Osorio. ¿Qué pensarán ahora del equipo? ¿Con qué ojos verán
a México si concretan la hazaña? ¿De verdad le pueden ganar al campeón del
mundo en el debut? De repente, el pito suena y la primera mitad del encuentro es
historia. ¿Qué sigue ahora? Resistir y mantenerse.
Tal parece que la premisa anterior se repite en la actualidad porque la
pandemia ocasionada por el Covid-19 ha puesto como fin resistir y mantenerse. El
fútbol tuvo que ausentarse, los estadios han tenido que cerrar sus puertas y los
jugadores, por primera vez en mucho tiempo, se quedan en casa y esperan. En
medio de este panorama, Juan Carlos Osorio, quien dirigió al Atlético Nacional, se
solidarizó con el club y tanto él como los jugadores emprendieron acciones para
ayudar a todos lo trabajadores y a las personas más afectadas por la pandemia.
Quizá se trate del medio tiempo más prolongado que ha vivido el profe, tiempo en
el que ha podido reflexionar y recordar qué tan necesaria es la derrota en el fútbol
o qué significó el esquema táctico y la confianza que puso en Lozano.
Inicia la segunda mitad y, desde el principio, es claro que Alemania aún no
canta la derrota. Atacan constantemente el arco de Ochoa, pero, por cuestiones
del azar y de unidad de la selección mexicana, los alemanes no concretan. Osorio
busca el banco, pero la ansiedad lo lleva a rechazar algún momento de reposo.
Tiene una expresión sombría e indescifrable que solamente comunica la tensión
que invade su rostro ante semejante reto. Alemania llega cada vez más y la gente
duda, Osorio duda y todo el estadio tan solo reza y espera. Llegan Draxler,
Werner, Kimmich y Kross y todos sienten que el empate les respira en la nuca.
¿Vale la pena tanta tensión? ¿Qué implica ganarle al campeón del mundo?
Justo en el minuto 49, se ve a Osorio llamando a Herrera, dando palmadas
y repartiendo instrucciones. Tan solo van 5 minutos del segundo tiempo y
Alemania ha construido varias oportunidades y llega fuerte y constante al arco
mexicano, pero la selección azteca resiste. En el minuto 56, Lozano y Guardado
intentan convertir el segundo gol y, con esto, materializar la victoria, pero el arco
alemán se resiste a una embestida más de los mexicanos. Lo intenta Müller,
Kimmich se acerca de chilena y Draxler insiste, pero algo pasa con la precisión,
4. con la puntería o el gran planteamiento de Osorio y la fuerza de los jugares lo
impiden a toda costa. Osorio camina de un lado a otro, lleva los brazos a la
espalda. Ahora no se trata de anotar otro gol, tal vez de resistir y su hazaña se
habrá concretado. ¿Va a celebrar? Por supuesto. ¿Significa tanto para un debut?
Para muchos, significa lo que tiene para dar México y, para Osorio, una clara
muestra de todo el trabajo que ha hecho con su equipo para brillar en el Luzhnikí.
Hacia los últimos minutos, Alemania hace sus últimos intentos con Kross y
con una gran oportunidad de Brandt que termina en el palo derecho de Ochoa,
ante lo que Joaquim Löw se lamenta y, tal vez, empieza a admitir la derrota. ¿Y
Osorio? Esperando como todos cuando saben que quedan unos minutos. La
presión sobre el arco de Ochoa aumenta, pero este ataja todo, se lanza por el
balón y sabe que ahora depende de él. Tal es la negativa de Alemania a perder
que Neuer abandona la portería y se une a sus compañeros. Falta solo un minuto,
Alemania presiona, Ochoa ataja el balón sorprendentemente, no lo suelta, no falla
y no duda. El banco mexicano se levanta, saben que están cerca del final y se
preparan para acompañar la victoria inminente. Neuer vuelve a su posición y solo
restan 15 segundos.
De repente, se escucha el pitazo final y Osorio levanta los brazos al cielo y
celebra. Todo el estadio retumba, todo México celebra y los suplentes corren al
campo. No es una final, claro, apenas es la fase de grupos, pero ganarle al
campeón del mundo significa para la selección mexicana esperanza, no solo por lo
venidero, sino porque es un claro mensaje de lo que tiene para dar esta nueva
generación. Al final, Osorio le da lo justo a cada uno y les agradece a sus
muchachos, sabe que tenían un plan y que todos trabajaron al unísono. Cuando
explica lo que acaba de suceder y revela su plan, se comprende que sabía en qué
momento debían llegar, cómo debían aprovechar el juego aéreo, cómo era la
técnica y a qué jugadores debían marcar.
¿Y ahora qué seguía? Como decían muchos comentaristas después del
encuentro: esperar. A la selección mexicana le tocaba resistir y ser constante. Aun
le restaba todo el mundial, pero el inicio auguraba grandes victorias. ¿Y Osorio?
5. ¿Seguiría al frente cuanto terminase el mundial? Todo dependía de los resultados,
pero, en ese momento, la victoria y el juego perfecto eran motivo de celebración.
Con todo, dos años después, el profe Juan Carlos Osorio es consciente de
lo que implica la victoria y en medio de la pandemia recuerda aquella cita
memorable de Jorge Luis Borges: “La derrota tiene una dignidad que la ruidosa
victoria no merece”. En aquella cita mundialista, la victoria de la selección azteca
acaparó todos los medios. Ahora, con la confirmación del contagio de Covid-19, la
victoria para Juan Carlos Osorio será distinta porque, en este caso, el virus nos
lleva a darnos cuenta de nuestra fragilidad y de la futilidad de las cosas. El profe,
como muchas personas en todo el mundo, tuvo que dar esta dura batalla, tal vez,
uno de los retos más grandes en mucho tiempo.
En efecto, ya no se trataba de triunfar con un público enérgico y numeroso
sino de pedirle a su cuerpo que resistiera para volver a pisar un estadio y, por qué
no, repetir otra hazaña memorable. Seguramente, esta nueva situación pedía del
profe paciencia, fortaleza y esperanza, lo mismo que uno le pide a su equipo en
medio de un encuentro. En este momento, cuando el fútbol retorna poco a poco a
los estadios, pero sufre por la ausencia de la hinchada, la paciencia y la fortaleza
traspasan los estadios y se instalan en el hogar de los aficionados para
recordarles que el fútbol conforma una comunidad.