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Gordon Bell

Director del proyecto informático MyLifeBits




“Tengo un esclavo que recuerda por mí”



Tras una vida entera dedicada a los ordenadores, este investigador de Microsoft se enfrenta al reto definitivo: el
proyecto MyLifeBits, una gigantesca memoria informática que almacena todos y cada uno de los momentos de su vida,
ahorrándole el esfuerzo de tener que recordarlos.

Gordon Bell nunca olvidará mi aspecto. Tampoco olvidará el sonido de mi voz. La verdad es que nunca olvidará un
solo detalle sobre mí. Esto es porque, cuando conocí a este afable científico de 72 años en las oficinas del Laboratorio de
Investigación de Microsoft en Redmond, Washington, estaba grabando minuciosamente cada uno de mis movimientos.



Tenía una pequeña cámara en miniatura alrededor del cuello y una diminuta grabadora de audio en el codo. Mientras
charlábamos sobre diversos temas, el equipo de Bell registraba todos mis gestos y palabras, tomando una fotografía
cada 60 segundos. En su despacho, su ordenador había archivado cuidadosamente todos los documentos relacionados
conmigo: todos los correos electrónicos que le había enviado, copias de artículos míos que él había leído, y páginas de mi
blog por las que había navegado.



“Lo tengo todo”, dijo Bell alegremente. Y cuando le vi al día siguiente, en su atestado despacho en San Francisco, se
ofreció a enseñarme una muestra de los recuerdos que había recopilado. Se dejó caer frente a su ordenador, abrió un
buscador, tecleó “Clive Fast Company”, y allí estaban: cientos de fotografías de la reunión se desplegaron en la pantalla, y el
sonido de nuestra conversación del día anterior llenó la habitación. Fue una sensación muy extraña. ¿Se ha conservado mi
charla intrascendente? ¿Para toda la eternidad? Asintió, señalando a un ordenador Dell común y corriente situado bajo
su mesa. Su gran almacén de datos. Su “cerebro sustituto”.



Porque yo no soy la única cosa que Gordon Bell no olvidará jamás. Su objetivo es no olvidar nada, nunca. Durante
los últimos siete años, Bell ha estado desarrollando un audaz experimento de lifelogging: crear un registro digital casi
completo de su experiencia vital.



Puede encontrar en segundos una nota que escribió hace 30 años



Su software diseñado a medida, MyLifeBits –“fragmentos de mi vida”– guarda cualquier cosa a la que Bell pueda echar
mano. De cada correo electrónico que envía o recibe, cada documento que teclea, cada sesión de chat en la que se mete,
cada página web por la que navega, se recoge una copia y se almacena. MyLifeBits graba sus llamadas telefónicas y
archiva cada fotografía –hasta mil diarias– que toma su SenseCam, el aparato que lleva alrededor del cuello. Incluso ha
almacenado todo su pasado: las enormes pilas de documentos de su carrera de 47 años en informática, primero como
ejecutivo millonario y después como funcionario gubernamental de Internet, han sido recopiladas y escaneadas. La
última vez que hizo la cuenta, MyLifeBits tenía más de 101.000 correos electrónicos, casi 15.000 documentos en Word y
PDF, 99.000 páginas web y 44.000 fotografías.

“Y eso”, ríe, “representa un j… cargamento de material”.



Este cargamento ha dotado a Bell de la habilidad para llevar a cabo hazañas de memoria casi sobrenaturales. Puede
rastrear los contenidos precisos de una nota que estuvo sobre su escritorio hace 30 años. Sabe con quién se cruzó por
la calle cuando iba a trabajar hace cuatro semanas. Y cuando alguien pone en duda sus recuerdos sobre una llamada
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que hizo el día anterior, puede terminar la discusión poniendo en marcha el audio y escuchándola de nuevo. Al instante.



“Te da una cierta sensación de limpieza”, me cuenta Bell. “Ahora me siento mucho más libre a la hora de recordar algo.
Tengo esta máquina, este esclavo, que se encarga de ello”.



También le da a su mente, declara, la oportunidad de tener más energía para el pensamiento creativo. Pero esto es un
arma de doble filo. Bell sospecha que MyLifeBits podría estar degradando lentamente la habilidad de su cerebro para
recordar con claridad. Cuando tienes una mente externa haciendo ese trabajo, tiendes a perder práctica. “Es como la
aritmética”, dice. “¿Quién la practica hoy? Hay calculadoras para eso. Sé que puedo hacer divisiones complejas, pero
hace mucho que no las hago”.



Nuestros ordenadores evolucionan hacia una memoria sin límites



Es un experimento de locos. Pero quizá la parte más loca del mismo sea que pronto todos seremos parte de él; tanto
si queremos como si no. Tal y como Bell lo ve, los ordenadores e internet se están haciendo capaces muy
rápidamente de registrar todo lo que hacemos y vemos. La capacidad de los discos duros se ha multiplicado, y cada día
la gente registra más cosas de su vida: tenemos blogs con nuestros pensamientos, cargamos fotos personales en
Flickr, guardamos todos los correos electrónicos en nuestras cuentas de Gmail cuya capacidad no cesa de crecer,
filmamos vídeo con nuestros teléfonos móviles, y grabamos las llamadas de teléfono directamente a nuestro disco duro
cuando usamos Skype.



“La gente dice, ‘¡Lo que usted está haciendo es revolucionario!’”, declara Bell. “Y yo les digo: ‘no, no: es evolucionario.
Porque le está ocurriendo a usted. Le está ocurriendo mientras hablamos’”.



¿Cómo será la vida cuando no se olvide nada? Aunque esta pregunta pueda sonar provocativa, no es nada teórica. El
pensamiento que yace tras MyLife- Bits y otras investigaciones en lifelogging ya se está filtrando en nuestra vida. Está
cambiando la manera en que trabajan nuestros motores de búsqueda. Está afectando a la estrategia empresarial. Y el
potencial de las máquinas para crear una memoria sin límites –y para aumentar e incluso transformar el pensamiento
humano– se va a ir haciendo cada vez más pronunciado.



Pronto una vida entera cabrá en la memoria de un móvil



MyLifeBits nació de una idea mucho más humilde: Bell estaba harto de acarrear papeles de un sitio a otro. Era un
veterano de la revolución informática; de hecho, había contribuido a crearla en los años 60 y 70 cuando construyó las
primeras “minicomputadoras” –del tamaño de una nevera–, para DEC, una firma pionera de computación. En los 80, ayudó al
gobierno en el lanzamiento de internet y luego trabajó en Silicon Valley, haciéndose cada vez más rico a medida que
sus inversiones producían fruto. Cuando Microsoft Research Labs, una rama de la compañía dedicada a diseñar los
ordenadores del futuro, le contrató en 1995, le dieron carta blanca. Decidió convertirse en la primera persona de la historia
en vivir “completamente sin papel”.



Así que se compró un escáner, y su sufrida ayudante Vicky comenzó la ardua tarea de pasar a PDF el contenido de cuatro
enormes archivadores llenos de material. El registro comienza con fotografías del nacimiento de la madre de Bell en
1900 y no termina nunca, absorbiendo todo, desde lo sublime a lo ridículo: los informes médicos de Bell, sus cuadernos
de notas japoneses llenos con sus elegantes bocetos de circuitos informáticos, facturas de teléfono, notas adhesivas y
una copia de un “carné de conductor de robots” que se sacó hace un par de años.


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Con su apetito estimulado, Bell decidió almacenar incluso más datos. Así que recurrió a dos investigadores de Microsoft,
Jim Gemmell y Roger Lueder, para que desarrollaran un software que guardara copias digitales de todo lo que Bell
generase: transcripciones de chats, páginas web, incluso registros de sus pulsaciones en el teclado. Entonces Lyndsay
Williams, un inventor de Microsoft en Cambridge, apareció con una idea incluso más radical: la SenseCam, que crea un
registro visual de su jornada, como una cámara de seguridad personal. Un aparato GPS incorporado etiquetaba cada
fotografía con su localización geográfica.



Al principio, a Bell le preocupaba llenar demasiado rápido el espacio de su disco duro. Cada mes acumula un gigabyte
de información, y a ese ritmo la media de MyLifeBits necesaria para un usuario de 72 años requeriría entre uno y tres
terabytes. Pero para el año 2000, gracias al insaciable deseo de los adolescentes de almacenar MP3 y videoclips, el
precio de los discos duros había bajado radicalmente al tiempo que había crecido su capacidad. Bell opina que en unos
pocos años incluso un teléfono móvil barato tendrá suficiente memoria como para guardar toda una vida.



Para Bell, lo que no puede almacenar simplemente no existe



Poco a poco, de manera a menudo sutil, MyLifeBits comenzó a afectar la vida de Bell. Durante una llamada telefónica que
hizo el año pasado para hablar de un problema cardíaco, fue incapaz de seguir la afluencia de términos específicos de
su médico… pero pudo volver a escuchar la conversación y descifrarla a su gusto. Un amigo falleció: Bell pudo localizar una
carta de hace veinte años entre todos sus documentos, y usarla en su panegírico. Mientras tanto, la presencia constante
de la SenseCam y el grabador de audio comenzó a molestar a su pareja. “Estábamos hablando, y de repente decía'¿No
habrás grabado eso, verdad?'" rie Bell “Y yo admitía: ‘sí, lo he grabado’. ‘¡Pues bórralo!’”.



Bell también descubrió que le molestaban las cosas que no podía almacenar en el disco duro. Los libros, especialmente,
le vuelven loco. “Me niego por completo a poseer ningún libro en este momento”, se quejó en una ocasión. “Los consigo, los
miro, a veces los leo. Pero luego los abandono porque no están en mi memoria. Para mí, casi han desaparecido”.



Recordarlo todo puede hacernos infalibles... o paranoicos



Para Bell, MyLifeBits ha reducido la punzante ansiedad a que nos enfrentamos todos los días en el trabajo. Conocemos
a alguien importante, y nos entra el pánico de no recordar su nombre y puesto. Navegamos por páginas web y nos
preguntamos como de pasada si deberíamos tomarnos unos segundos extra y marcar algo para futuras referencias.
Estos pequeños, pero agotadores, trabajos mentales han desaparecido de la carga cognitiva de Bell, un lujo que
incluso me es útil a mí mientras escribo este artículo. ¿Necesito copias de sus antiguos memorandums de DEC? ¿La
lista de gente que consideró contratar hace unos años para Microsoft Research, incluidas sus notas a mano sobre sus
puntos fuertes y sus debilidades? Tenía copias impecables a mano.



Martin Conway, psicólogo y experto en memoria de la Universidad de Leeds, argumenta que proyectos como MyLifeBits
pueden mejorar la salud mental, liberando nuestros cerebros para que sean más productivos y más creativos.
“Estamos entrando en una era en la que la tecnología va a mejorar de forma masiva nuestras habilidades cognitivas, y
para resolver problemas”, declara. El gurú de la productividad personal David Allen también ha sostenido durante
mucho tiempo que la fragilidad de la memoria cotidiana es la primera fuente de estrés para los trabajadores
sobrecargados.



Pero el proyecto de Bell también ha puesto nerviosos a otros observadores. Enredar en la memoria humana puede no
ser buena idea, dicen, porque es una parte muy poderosa de lo que nos hace ser como somos. “Soy un gran admirador
del olvido”, declara Frank Nack, científico informático alemán que publicó el invierno pasado una crítica sobre los
experimentos de lifelogging. “Por él le damos un sentido a la vida, interpretamos cosas. Todos necesitamos olvidar
ciertas etapas. No quiero que se me recuerde todo lo que he dicho”. El olvido, apunta, es clave para conceptos como el
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perdón y la nostalgia. Es cierto que perdemos la pista de la mayoría de las cosas que nos pasan, pero ese proceso de
filtrado natural tiene como resultado lo que llamamos conocimiento y sabiduría. Cuando los recuerdos están sólo a un clic
de ratón, declara Nack, se trivializan.



Además, si todo el mundo tuviera registros de todas las conversaciones, ello podría convertir la vida y el trabajo
cotidianos en una serie enloquecedora de “¡te pillé!”. Imaginemos a ese compañero inaguantable en nuestra reunión
semanal enfrentándonos con un comentario desafortunado que hicimos tres meses atrás. Saber que todo está
siendo archivado nos podría convertir en personas diferentes. Podríamos volvernos menos extrovertidos, menos
divertidos, menos dispuestos a decir cosas arriesgadas pero potencialmente útiles. “Tendría un efecto paralizador”,
declara Mark Federman, antiguo estratega del Programa McLuhan sobre Cultura y Tecnología. “Nos portaríamos todos de
la mejor manera posible. La realidad se convertiría en telerrealidad”.



En lo que se refiere a Bell, este reconoce que todo este registro puede perder atractivo. “¿Dentro de cincuenta años,
querrá alguien recordar, ‘vaya hoy he visitado una página porno’?”, pregunta sonriente. Y en lo que se refiere a la
información empresarial, admite que “la propiedad, la negación, la privacidad, la capacidad de borrar, de suprimir… son
importantes”. Microsoft de momento no ha puesto objeción a que todos sus informes corporativos más sensibles vayan a
parar al cerebro sustituto de Bell, pero este teme que ese día llegará. Cuando se acabe jubilando, dice, se encontrará
en la extraña situación de tener que sacar esos recuerdos y devolverlos. “Necesitaré una lobotomía”, declara, bromeando
sólo a medias.



Tanta información requiere nuevos motores de búsqueda



MyLifeBits ha crecido tanto que se enfrenta a un problema típico a la hora de manejar información: Bell se encuentra a
menudo perdido en el bosque. Busca un correo electrónico, pero no puede echarle mano. Tantea para localizar un
documento, pero este le elude. “¡O no consigo nada, o consigo demasiado!”, dice. Esto se acaba convirtiendo en la gran
pregunta que hay tras MyLife- Bits: sí, es posible guardar una vida entera de recuerdos, ¿pero qué haces luego con
ellos? Mary Czerwinski, una directora de investigación de laboratorio en Microsoft Research Labs, ha desarrollado
Facetmap, un software para visualizar los contenidos de la cibermemoria de Bell.



Czerwinski me lleva hasta un monitor LCD situado en la pared de su despacho. En la pantalla hay una colección de
burbujas de colores que representan distintas partes de la vida de Bell. Hay una para la gente, otra para las fechas y
varias para distintos tipos de documentos, como correo electrónico o archivos de Word. Si haces clic en cualquier
burbuja, al instante se expande para mostrar todo lo que contiene. Si se hace clic en la burbuja de “Jim Gemmell”, el
principal colaborador de Bell, se abre una burbuja que contiene su tráfico de correos electrónicos, otra con los
documentos que incluyen el nombre de Gemmell, y otra con los eventos en los que él aparece. Cuantos más datos
haya en una categoría, más grande es la burbuja, “de forma que puedes ver al momento qué zona tiene más actividad”,
apunta Czerwinski.



La parte más intrigante de Facetmap es la que muestra cómo está conectada la información de Bell. Comienzo a hurgar,
haciendo clic en la burbuja de Gemmell, y de ahí paso a un correo que Bell le envió el 25 de febrero de 2005. Entro, y el
software crea automáticamente nuevas burbujas que muestran todas las otras cosas que Bell hizo ese día: correos a
otros colegas, fotografías que tomó, páginas web que visitó. Es como revolotear libremente por sus recuerdos.



La mente organiza los recuerdos por tiempo y nombres propios



Facetmap está basado en un hecho que los psicólogos han entendido hace mucho tiempo: organizamos nuestros
recuerdos por tiempo y personas. Estas categorías, me dice Czerwinski, son los senderos que nos guían por el bosque.
“La manera en que recuerdas las cosas es asociativa”, declara. “Piensas: en mi vida hay todas estas cosas que están
relacionadas con Fulano o Mengano. O piensas: están todas estas cosas que ocurrieron el otoño pasado”. Si
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recordamos vagamente un libro pero no nos acordamos del título o del autor, es probable que la primera cosa en la que
pensemos sea el amigo que nos habló de él.



Las fotos suponen el mayor dilema de búsqueda, porque los ordenadores no pueden ver sus contenidos. Es imposible
para Bell buscar “fotografías del escritorio de mi despacho”, o de “ese tipo alto y rubio que conocí en la fiesta”; como mucho,
puede ordenarlas por fechas o por coordinadas GPS. Y aunque ha añadido etiquetas con palabras clave a muchas
imágenes, es algo que le lleva mucho tiempo y no resulta demasiado exacto. Incluso él admite que raras veces mira
con atención alguna de sus miles de fotos tomadas con la SenseCam. ¿Entonces, esas fotos son un desperdicio de
memoria?



¿Podríamos acabar olvidando cómo se recuerda?



Bell y Gemmell han desarrollado un salvapantallas que reproduce al azar fotografías de sus archivos personales. Bell lo
encuentra casi hipnótico: nacimientos o viajes en familia ocurridos hace mucho tiempo le disparan oleadas de nostalgia.
Pero Czerwinski predice que un salvapantallas de este tipo se podría convertir en una aplicación imprescindible en las
empresas. Cuando estuviéramos trabajando en un proyecto, el salvapantallas iría pasando al azar por cualquier
documento, fotografía, correo electrónico o página web relacionada con él… y se podría ver si esas combinaciones
impredecibles inspiraban nuevas maneras de comprenderlo todo. “Verías algún memorandum que escribiste dos años
atrás, y pensarías, ‘¡vaya, esa era una buena idea! ¿Por qué no seguí por ahí?’”, declara.



La memoria mecánica nos está dando, obviamente, habilidades sorprendentes, ¿pero seremos capaces de manejar el
cambio que supondrá en nuestras vidas y empleos? Podríamos volvernos tan dependientes de ella como para perder el
hábito de percibir las cosas. ¿Es posible que olvidemos cómo se recuerda? Quizás; cuando la mayoría de nosotros
extraviamos el móvil, nos damos cuenta de que somos incapaces de recordar los números incluso de nuestros amigos
más cercanos, porque la máquina lo hacía por nosotros. Sea lo que sea lo que significa todo esto probablemente Bell
será la primera persona del planeta en descubrirlo.



Clive Thompson




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Memoria artificial

  • 1. Muy Interesante Gordon Bell Director del proyecto informático MyLifeBits “Tengo un esclavo que recuerda por mí” Tras una vida entera dedicada a los ordenadores, este investigador de Microsoft se enfrenta al reto definitivo: el proyecto MyLifeBits, una gigantesca memoria informática que almacena todos y cada uno de los momentos de su vida, ahorrándole el esfuerzo de tener que recordarlos. Gordon Bell nunca olvidará mi aspecto. Tampoco olvidará el sonido de mi voz. La verdad es que nunca olvidará un solo detalle sobre mí. Esto es porque, cuando conocí a este afable científico de 72 años en las oficinas del Laboratorio de Investigación de Microsoft en Redmond, Washington, estaba grabando minuciosamente cada uno de mis movimientos. Tenía una pequeña cámara en miniatura alrededor del cuello y una diminuta grabadora de audio en el codo. Mientras charlábamos sobre diversos temas, el equipo de Bell registraba todos mis gestos y palabras, tomando una fotografía cada 60 segundos. En su despacho, su ordenador había archivado cuidadosamente todos los documentos relacionados conmigo: todos los correos electrónicos que le había enviado, copias de artículos míos que él había leído, y páginas de mi blog por las que había navegado. “Lo tengo todo”, dijo Bell alegremente. Y cuando le vi al día siguiente, en su atestado despacho en San Francisco, se ofreció a enseñarme una muestra de los recuerdos que había recopilado. Se dejó caer frente a su ordenador, abrió un buscador, tecleó “Clive Fast Company”, y allí estaban: cientos de fotografías de la reunión se desplegaron en la pantalla, y el sonido de nuestra conversación del día anterior llenó la habitación. Fue una sensación muy extraña. ¿Se ha conservado mi charla intrascendente? ¿Para toda la eternidad? Asintió, señalando a un ordenador Dell común y corriente situado bajo su mesa. Su gran almacén de datos. Su “cerebro sustituto”. Porque yo no soy la única cosa que Gordon Bell no olvidará jamás. Su objetivo es no olvidar nada, nunca. Durante los últimos siete años, Bell ha estado desarrollando un audaz experimento de lifelogging: crear un registro digital casi completo de su experiencia vital. Puede encontrar en segundos una nota que escribió hace 30 años Su software diseñado a medida, MyLifeBits –“fragmentos de mi vida”– guarda cualquier cosa a la que Bell pueda echar mano. De cada correo electrónico que envía o recibe, cada documento que teclea, cada sesión de chat en la que se mete, cada página web por la que navega, se recoge una copia y se almacena. MyLifeBits graba sus llamadas telefónicas y archiva cada fotografía –hasta mil diarias– que toma su SenseCam, el aparato que lleva alrededor del cuello. Incluso ha almacenado todo su pasado: las enormes pilas de documentos de su carrera de 47 años en informática, primero como ejecutivo millonario y después como funcionario gubernamental de Internet, han sido recopiladas y escaneadas. La última vez que hizo la cuenta, MyLifeBits tenía más de 101.000 correos electrónicos, casi 15.000 documentos en Word y PDF, 99.000 páginas web y 44.000 fotografías. “Y eso”, ríe, “representa un j… cargamento de material”. Este cargamento ha dotado a Bell de la habilidad para llevar a cabo hazañas de memoria casi sobrenaturales. Puede rastrear los contenidos precisos de una nota que estuvo sobre su escritorio hace 30 años. Sabe con quién se cruzó por la calle cuando iba a trabajar hace cuatro semanas. Y cuando alguien pone en duda sus recuerdos sobre una llamada http://www.muyinteresante.es Potenciado por Joomla! Generado: 6 March, 2007, 15:18
  • 2. Muy Interesante que hizo el día anterior, puede terminar la discusión poniendo en marcha el audio y escuchándola de nuevo. Al instante. “Te da una cierta sensación de limpieza”, me cuenta Bell. “Ahora me siento mucho más libre a la hora de recordar algo. Tengo esta máquina, este esclavo, que se encarga de ello”. También le da a su mente, declara, la oportunidad de tener más energía para el pensamiento creativo. Pero esto es un arma de doble filo. Bell sospecha que MyLifeBits podría estar degradando lentamente la habilidad de su cerebro para recordar con claridad. Cuando tienes una mente externa haciendo ese trabajo, tiendes a perder práctica. “Es como la aritmética”, dice. “¿Quién la practica hoy? Hay calculadoras para eso. Sé que puedo hacer divisiones complejas, pero hace mucho que no las hago”. Nuestros ordenadores evolucionan hacia una memoria sin límites Es un experimento de locos. Pero quizá la parte más loca del mismo sea que pronto todos seremos parte de él; tanto si queremos como si no. Tal y como Bell lo ve, los ordenadores e internet se están haciendo capaces muy rápidamente de registrar todo lo que hacemos y vemos. La capacidad de los discos duros se ha multiplicado, y cada día la gente registra más cosas de su vida: tenemos blogs con nuestros pensamientos, cargamos fotos personales en Flickr, guardamos todos los correos electrónicos en nuestras cuentas de Gmail cuya capacidad no cesa de crecer, filmamos vídeo con nuestros teléfonos móviles, y grabamos las llamadas de teléfono directamente a nuestro disco duro cuando usamos Skype. “La gente dice, ‘¡Lo que usted está haciendo es revolucionario!’”, declara Bell. “Y yo les digo: ‘no, no: es evolucionario. Porque le está ocurriendo a usted. Le está ocurriendo mientras hablamos’”. ¿Cómo será la vida cuando no se olvide nada? Aunque esta pregunta pueda sonar provocativa, no es nada teórica. El pensamiento que yace tras MyLife- Bits y otras investigaciones en lifelogging ya se está filtrando en nuestra vida. Está cambiando la manera en que trabajan nuestros motores de búsqueda. Está afectando a la estrategia empresarial. Y el potencial de las máquinas para crear una memoria sin límites –y para aumentar e incluso transformar el pensamiento humano– se va a ir haciendo cada vez más pronunciado. Pronto una vida entera cabrá en la memoria de un móvil MyLifeBits nació de una idea mucho más humilde: Bell estaba harto de acarrear papeles de un sitio a otro. Era un veterano de la revolución informática; de hecho, había contribuido a crearla en los años 60 y 70 cuando construyó las primeras “minicomputadoras” –del tamaño de una nevera–, para DEC, una firma pionera de computación. En los 80, ayudó al gobierno en el lanzamiento de internet y luego trabajó en Silicon Valley, haciéndose cada vez más rico a medida que sus inversiones producían fruto. Cuando Microsoft Research Labs, una rama de la compañía dedicada a diseñar los ordenadores del futuro, le contrató en 1995, le dieron carta blanca. Decidió convertirse en la primera persona de la historia en vivir “completamente sin papel”. Así que se compró un escáner, y su sufrida ayudante Vicky comenzó la ardua tarea de pasar a PDF el contenido de cuatro enormes archivadores llenos de material. El registro comienza con fotografías del nacimiento de la madre de Bell en 1900 y no termina nunca, absorbiendo todo, desde lo sublime a lo ridículo: los informes médicos de Bell, sus cuadernos de notas japoneses llenos con sus elegantes bocetos de circuitos informáticos, facturas de teléfono, notas adhesivas y una copia de un “carné de conductor de robots” que se sacó hace un par de años. http://www.muyinteresante.es Potenciado por Joomla! Generado: 6 March, 2007, 15:18
  • 3. Muy Interesante Con su apetito estimulado, Bell decidió almacenar incluso más datos. Así que recurrió a dos investigadores de Microsoft, Jim Gemmell y Roger Lueder, para que desarrollaran un software que guardara copias digitales de todo lo que Bell generase: transcripciones de chats, páginas web, incluso registros de sus pulsaciones en el teclado. Entonces Lyndsay Williams, un inventor de Microsoft en Cambridge, apareció con una idea incluso más radical: la SenseCam, que crea un registro visual de su jornada, como una cámara de seguridad personal. Un aparato GPS incorporado etiquetaba cada fotografía con su localización geográfica. Al principio, a Bell le preocupaba llenar demasiado rápido el espacio de su disco duro. Cada mes acumula un gigabyte de información, y a ese ritmo la media de MyLifeBits necesaria para un usuario de 72 años requeriría entre uno y tres terabytes. Pero para el año 2000, gracias al insaciable deseo de los adolescentes de almacenar MP3 y videoclips, el precio de los discos duros había bajado radicalmente al tiempo que había crecido su capacidad. Bell opina que en unos pocos años incluso un teléfono móvil barato tendrá suficiente memoria como para guardar toda una vida. Para Bell, lo que no puede almacenar simplemente no existe Poco a poco, de manera a menudo sutil, MyLifeBits comenzó a afectar la vida de Bell. Durante una llamada telefónica que hizo el año pasado para hablar de un problema cardíaco, fue incapaz de seguir la afluencia de términos específicos de su médico… pero pudo volver a escuchar la conversación y descifrarla a su gusto. Un amigo falleció: Bell pudo localizar una carta de hace veinte años entre todos sus documentos, y usarla en su panegírico. Mientras tanto, la presencia constante de la SenseCam y el grabador de audio comenzó a molestar a su pareja. “Estábamos hablando, y de repente decía'¿No habrás grabado eso, verdad?'" rie Bell “Y yo admitía: ‘sí, lo he grabado’. ‘¡Pues bórralo!’”. Bell también descubrió que le molestaban las cosas que no podía almacenar en el disco duro. Los libros, especialmente, le vuelven loco. “Me niego por completo a poseer ningún libro en este momento”, se quejó en una ocasión. “Los consigo, los miro, a veces los leo. Pero luego los abandono porque no están en mi memoria. Para mí, casi han desaparecido”. Recordarlo todo puede hacernos infalibles... o paranoicos Para Bell, MyLifeBits ha reducido la punzante ansiedad a que nos enfrentamos todos los días en el trabajo. Conocemos a alguien importante, y nos entra el pánico de no recordar su nombre y puesto. Navegamos por páginas web y nos preguntamos como de pasada si deberíamos tomarnos unos segundos extra y marcar algo para futuras referencias. Estos pequeños, pero agotadores, trabajos mentales han desaparecido de la carga cognitiva de Bell, un lujo que incluso me es útil a mí mientras escribo este artículo. ¿Necesito copias de sus antiguos memorandums de DEC? ¿La lista de gente que consideró contratar hace unos años para Microsoft Research, incluidas sus notas a mano sobre sus puntos fuertes y sus debilidades? Tenía copias impecables a mano. Martin Conway, psicólogo y experto en memoria de la Universidad de Leeds, argumenta que proyectos como MyLifeBits pueden mejorar la salud mental, liberando nuestros cerebros para que sean más productivos y más creativos. “Estamos entrando en una era en la que la tecnología va a mejorar de forma masiva nuestras habilidades cognitivas, y para resolver problemas”, declara. El gurú de la productividad personal David Allen también ha sostenido durante mucho tiempo que la fragilidad de la memoria cotidiana es la primera fuente de estrés para los trabajadores sobrecargados. Pero el proyecto de Bell también ha puesto nerviosos a otros observadores. Enredar en la memoria humana puede no ser buena idea, dicen, porque es una parte muy poderosa de lo que nos hace ser como somos. “Soy un gran admirador del olvido”, declara Frank Nack, científico informático alemán que publicó el invierno pasado una crítica sobre los experimentos de lifelogging. “Por él le damos un sentido a la vida, interpretamos cosas. Todos necesitamos olvidar ciertas etapas. No quiero que se me recuerde todo lo que he dicho”. El olvido, apunta, es clave para conceptos como el http://www.muyinteresante.es Potenciado por Joomla! Generado: 6 March, 2007, 15:18
  • 4. Muy Interesante perdón y la nostalgia. Es cierto que perdemos la pista de la mayoría de las cosas que nos pasan, pero ese proceso de filtrado natural tiene como resultado lo que llamamos conocimiento y sabiduría. Cuando los recuerdos están sólo a un clic de ratón, declara Nack, se trivializan. Además, si todo el mundo tuviera registros de todas las conversaciones, ello podría convertir la vida y el trabajo cotidianos en una serie enloquecedora de “¡te pillé!”. Imaginemos a ese compañero inaguantable en nuestra reunión semanal enfrentándonos con un comentario desafortunado que hicimos tres meses atrás. Saber que todo está siendo archivado nos podría convertir en personas diferentes. Podríamos volvernos menos extrovertidos, menos divertidos, menos dispuestos a decir cosas arriesgadas pero potencialmente útiles. “Tendría un efecto paralizador”, declara Mark Federman, antiguo estratega del Programa McLuhan sobre Cultura y Tecnología. “Nos portaríamos todos de la mejor manera posible. La realidad se convertiría en telerrealidad”. En lo que se refiere a Bell, este reconoce que todo este registro puede perder atractivo. “¿Dentro de cincuenta años, querrá alguien recordar, ‘vaya hoy he visitado una página porno’?”, pregunta sonriente. Y en lo que se refiere a la información empresarial, admite que “la propiedad, la negación, la privacidad, la capacidad de borrar, de suprimir… son importantes”. Microsoft de momento no ha puesto objeción a que todos sus informes corporativos más sensibles vayan a parar al cerebro sustituto de Bell, pero este teme que ese día llegará. Cuando se acabe jubilando, dice, se encontrará en la extraña situación de tener que sacar esos recuerdos y devolverlos. “Necesitaré una lobotomía”, declara, bromeando sólo a medias. Tanta información requiere nuevos motores de búsqueda MyLifeBits ha crecido tanto que se enfrenta a un problema típico a la hora de manejar información: Bell se encuentra a menudo perdido en el bosque. Busca un correo electrónico, pero no puede echarle mano. Tantea para localizar un documento, pero este le elude. “¡O no consigo nada, o consigo demasiado!”, dice. Esto se acaba convirtiendo en la gran pregunta que hay tras MyLife- Bits: sí, es posible guardar una vida entera de recuerdos, ¿pero qué haces luego con ellos? Mary Czerwinski, una directora de investigación de laboratorio en Microsoft Research Labs, ha desarrollado Facetmap, un software para visualizar los contenidos de la cibermemoria de Bell. Czerwinski me lleva hasta un monitor LCD situado en la pared de su despacho. En la pantalla hay una colección de burbujas de colores que representan distintas partes de la vida de Bell. Hay una para la gente, otra para las fechas y varias para distintos tipos de documentos, como correo electrónico o archivos de Word. Si haces clic en cualquier burbuja, al instante se expande para mostrar todo lo que contiene. Si se hace clic en la burbuja de “Jim Gemmell”, el principal colaborador de Bell, se abre una burbuja que contiene su tráfico de correos electrónicos, otra con los documentos que incluyen el nombre de Gemmell, y otra con los eventos en los que él aparece. Cuantos más datos haya en una categoría, más grande es la burbuja, “de forma que puedes ver al momento qué zona tiene más actividad”, apunta Czerwinski. La parte más intrigante de Facetmap es la que muestra cómo está conectada la información de Bell. Comienzo a hurgar, haciendo clic en la burbuja de Gemmell, y de ahí paso a un correo que Bell le envió el 25 de febrero de 2005. Entro, y el software crea automáticamente nuevas burbujas que muestran todas las otras cosas que Bell hizo ese día: correos a otros colegas, fotografías que tomó, páginas web que visitó. Es como revolotear libremente por sus recuerdos. La mente organiza los recuerdos por tiempo y nombres propios Facetmap está basado en un hecho que los psicólogos han entendido hace mucho tiempo: organizamos nuestros recuerdos por tiempo y personas. Estas categorías, me dice Czerwinski, son los senderos que nos guían por el bosque. “La manera en que recuerdas las cosas es asociativa”, declara. “Piensas: en mi vida hay todas estas cosas que están relacionadas con Fulano o Mengano. O piensas: están todas estas cosas que ocurrieron el otoño pasado”. Si http://www.muyinteresante.es Potenciado por Joomla! Generado: 6 March, 2007, 15:18
  • 5. Muy Interesante recordamos vagamente un libro pero no nos acordamos del título o del autor, es probable que la primera cosa en la que pensemos sea el amigo que nos habló de él. Las fotos suponen el mayor dilema de búsqueda, porque los ordenadores no pueden ver sus contenidos. Es imposible para Bell buscar “fotografías del escritorio de mi despacho”, o de “ese tipo alto y rubio que conocí en la fiesta”; como mucho, puede ordenarlas por fechas o por coordinadas GPS. Y aunque ha añadido etiquetas con palabras clave a muchas imágenes, es algo que le lleva mucho tiempo y no resulta demasiado exacto. Incluso él admite que raras veces mira con atención alguna de sus miles de fotos tomadas con la SenseCam. ¿Entonces, esas fotos son un desperdicio de memoria? ¿Podríamos acabar olvidando cómo se recuerda? Bell y Gemmell han desarrollado un salvapantallas que reproduce al azar fotografías de sus archivos personales. Bell lo encuentra casi hipnótico: nacimientos o viajes en familia ocurridos hace mucho tiempo le disparan oleadas de nostalgia. Pero Czerwinski predice que un salvapantallas de este tipo se podría convertir en una aplicación imprescindible en las empresas. Cuando estuviéramos trabajando en un proyecto, el salvapantallas iría pasando al azar por cualquier documento, fotografía, correo electrónico o página web relacionada con él… y se podría ver si esas combinaciones impredecibles inspiraban nuevas maneras de comprenderlo todo. “Verías algún memorandum que escribiste dos años atrás, y pensarías, ‘¡vaya, esa era una buena idea! ¿Por qué no seguí por ahí?’”, declara. La memoria mecánica nos está dando, obviamente, habilidades sorprendentes, ¿pero seremos capaces de manejar el cambio que supondrá en nuestras vidas y empleos? Podríamos volvernos tan dependientes de ella como para perder el hábito de percibir las cosas. ¿Es posible que olvidemos cómo se recuerda? Quizás; cuando la mayoría de nosotros extraviamos el móvil, nos damos cuenta de que somos incapaces de recordar los números incluso de nuestros amigos más cercanos, porque la máquina lo hacía por nosotros. Sea lo que sea lo que significa todo esto probablemente Bell será la primera persona del planeta en descubrirlo. Clive Thompson http://www.muyinteresante.es Potenciado por Joomla! Generado: 6 March, 2007, 15:18