«Es una función muy dura para mí. Sin querer me involucro porque hay cosas que me afectan. He tenido una enfermedad, he tenido un marido y tengo una enorme soledad. Sé que he sido una madre coraje, una hija coraje y una esposa coraje, pero no se me debe notar cuando estoy en el escenario»,
3. «¿Quién decide qué es normal y qué no lo es?»,
pregunta Olivia a un Eugenio que es en sí mismo
una respuesta. ¿Denuncia ella ante el inocente estupor
del muchacho y condena al ostracismo a seres como
Eugenio. ? «Ya quisiera la madre de un terrorista haber
tenido un hijo como tú». Y la dignidad del comentario cae
como una losa.
4. En Olivia y Eugenio, madre e hijo se enfrentan a una situación extrema donde se
cuestionan valores que surgen en tiempos de crisis. La tragedia se acerca
irremediablemente a Olivia, que rememora su pasado haciendo un sincero ajuste de
cuentas con su marido, madre, amistades, médicos, y con todos aquellos que presumen
de ser normales, como políticos, profesionales y deportistas con éxito. Sobre ellos, Olivia,
se plantea si son más normales que su hijo Eugenio, un joven con síndrome de Down.
Finalmente, ¿quién es normal en esta vida?
Al igual que Job, Olivia también ajusta cuentas con Dios, quejándose de la cruel vejez
que se lleva poco a poco órganos vitales que le permitían vivir dignamente
5. Esto me ocurrió con Olivia y Eugenio. Una realidad dura y específica,
aparentemente inexorable, conduce esta obra. Pero esas cualidades que hoy
tenemos tan abandonadas como la ternura, la fe en nosotros mismos, la
inmensidad del amor a la vida, la ingenuidad, la inocencia, la alegría de sentirse
vivos y tantas y tantas otras, cambian esa realidad y nos muestran que siempre
hay otros caminos, que el hombre es dueño de su propio destino, digan lo que
digan las circunstancias, los agoreros oficialistas y los erigidos como presbíteros
incuestionables que tantas veces nos ciegan y nos impiden ver lo que es
precisamente, la gran aventura de la vida
6. Olivia no es sólo Olivia; es Olivia y Eugenio, ineludibles e inseparables; su hijo con
síndrome de Down al que cuida en solitario desde que su marido falleció.
«Es una función muy dura para mí. Sin querer me involucro porque hay cosas que me afectan.
He tenido una enfermedad, he tenido un marido y tengo una enorme soledad. Sé que he sido
una madre coraje, una hija coraje y una esposa coraje, pero no se me debe notar cuando estoy
en el escenario», asegura
7. Para todos, Concha Velasco ha vuelto como si no se hubiera ido, siendo ella misma en lo
fundamental: la misma actriz corajuda, valiente, poderosa y fascinante, con esa capacidad
innata para parecer la madre de cualquiera de nosotros.
Ni Dios se libra de los reproches de Olivia, que rechaza la decrepitud de la vejez («Me he
resignado a hacerme mayor, pero no me veo haciéndome vieja», dice
8. «Si yo hiciera una íntima biografía de mi vida te diría que es una enorme soledad. Cuando
era niña fue la soledad de los camerinos compartidos con muchas compañeras. Después,
la de los palcos en los que tenía que dormir porque no tenía dinero y ahora es la soledad
de un hotel de cinco estrellas, de comer sola y de estar sola. Todo eso sólo me compensa
cuando salgo al escenario».
«Carrera profesional, estupenda; vida personal, equivocada, salvo mis
hijos y mis nietos, claro».