¿Es posible satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades? Sí, es posible. Para ello es necesario una profunda revolución cultural. Este concepto involucra, no solo a la política, la economía, la educación, sino a la ciudadanía toda, interpelándola a la participación y potenciando la capacidad de generar transformaciones sociales claves.