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XXIII                                         «No mide el peligro —me dije—. Jamás tiene hambre ni sed. Un poco de
                                                                                sol le basta...»
   —Buenos días —dijo el principito.
                                                                                   Pero me miró y respondió a mi pensamiento:
   —Buenos días —dijo el mercader.
                                                                                   —Tengo sed también... Busquemos un pozo...
    Era un mercader de píldoras especiales que aplacan la sed. Se toma una
por semana y ya no se siente necesidad de beber.                                   Tuve un gesto de cansancio: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la
                                                                                inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha.
   —¿Por qué vendes eso? —dijo el principito.
                                                                                   Cuando hubimos caminado horas en silencio, cayó la noche y las estrellas
   —Es una gran economía de tiempo —dijo el mercader—. Los expertos han
                                                                                comenzaron a brillar. Las veía como en sueños, con un poco de fiebre, a causa
hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
                                                                                de mi sed. Las palabras del principito danzaban en mi memoria:
    —¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? —Se hace lo que se
                                                                                   —¿También tú tienes sed? —le pregunté.
quiere...
                                                                                   Pero no respondió a mi pregunta. Me dijo simplemente:
    «Yo —se dijo el principito—, si tuviera cincuenta y tres minutos para
gastar, caminaría tranquilamente hacia una fuente...»                              —El agua puede también ser buena para el corazón...
                                                                                    No comprendí su respuesta, pero me callé... Sabía bien que no había que
                                                                                interrogarlo.
                                       XXIV
                                                                                    Estaba fatigado. Se sentó. Me senté cerca de él. Y, después de un silencio,
    Estábamos en el octavo día de mi avería en el desierto y había escuchado
                                                                                dijo aún:
la historia del mercader bebiendo la última gota de mi provisión de agua.
                                                                                   —Las estrellas son bellas, por una flor que no se ve...
   —¡Ah! —dije al principito—. Tus recuerdos son muy bonitos, pero todavía
no he reparado mi avión, no tengo nada para beber y yo también sería feliz si        Respondí «por supuesto» y, sin hablar, miré los pliegues de la arena bajo
pudiera caminar tranquilamente hacia una fuente.                                la luna.
   —Mi amigo el zorro... —me dijo.
   —Mi pequeño hombrecito, ¡ya no se trata del zorro!
   —¿Por qué?
   —Porque nos vamos a morir de sed...
   No comprendió mi razonamiento y respondió:
   —Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir. Yo estoy muy
contento de haber tenido un amigo zorro...
—El desierto es bello —agregó.                                                                                        XXV
    Es verdad. Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un             —Los hombres —dijo el principito— se encierran en los "rápidos" pero no
médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo, algo               saben lo que buscan. Entonces se agitan y dan vueltas.
resplandece en el silencio...
                                                                                     Y   agregó:
   —Lo que embellece al desierto —dijo el principito— es que esconde un
                                                                                     —No vale la pena...
pozo en cualquier parte...
                                                                                      El pozo al cual habíamos llegado no se parecía a los pozos del Sahara. Los
    Me sorprendí al comprender de pronto el misterioso resplandor de la
                                                                                  pozos del Sahara son simples agujeros cavados en la arena. Éste se parecía a
arena. Cuando era muchachito vivía yo en una antigua casa y la leyenda
                                                                                  un pozo de aldea. Pero ahí no había ninguna aldea y yo creía soñar.
contaba que allí había un tesoro escondido. Sin duda, nadie supo descubrirlo
y quizá nadie lo buscó. Pero encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un             —Es extraño —dije al principito—. Todo está listo: la roldana, el balde y la
secreto en el fondo de su corazón...                                              cuerda...
    —Sí —dije al principito—; ya se trate de la casa, de las estrellas o del         Rió, tocó la cuerda, e hizo mover la roldana. Y la roldana gimió como gime
desierto, lo que los embellece es invisible.                                      una vieja veleta cuando el viento ha dormí do mucho.
   —Me gusta que estés de acuerdo con mi zorro —dijo.                                —¿Oyes? —dijo el principito—. Hemos despertado al pozo y el pozo
                                                                                  canta...
                                    Como el principito se durmiera, lo tomé
                                en mis brazos y volví a ponerme en camino.           —Déjame a mí —le dije—. Es demasiado pesado para ti.
                                Estaba emocionado. Me parecía cargar un              Icé lentamente el balde hasta el brocal. Lo asenté bien. En mis oídos
                                frágil tesoro. Me parecía también que no          seguía cantando la roldana, y en el agua, que temblaba aún, vi temblar el sol.
                                había nada más frágil sobre la Tierra. A la luz
                                de la luna, miré su frente pálida, sus ojos          —Tengo sed de esta agua —dijo el principito—. Dame de beber...
                                cerrados, sus mechones de cabellos que               Y   comprendí lo que había buscado.
                                temblaban al viento, y me dije: «Lo que veo
                                aquí es sólo una corteza. Lo más importante           Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era
                                es invisible...».                                 bello como una fiesta. El agua no era un alimento. Había nacido de la marcha
                                                                                  bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era
                                      Como sus labios entreabiertos esbozaran     buena para el corazón, como un regalo. Cuando yo era pequeño, la luz del
                                  una media sonrisa, me dije aún: «Lo que me      árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las
                                  emociona tanto en este principito dormido       sonrisas, formaban todo el resplandor del regalo de Navidad que recibía.
es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él
como la llama de una lámpara, aun cuando duerme...». Y lo sentí más frágil            —En tu tierra —dijo el principito— los hombres cultivan cinco» mil rosas
todavía. Es necesario proteger a las lámparas; un golpe de viento puede           en un mismo jardín... Y no encuentran lo que buscan...
apagarlas...                                                                         —No lo encuentran... —respondí.
   Caminando así, descubrí el pozo al nacer el día.
—Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en         Luego, después de un silencio, dijo aún:
un poco de agua...
                                                                                    —Caí muy cerca de aquí.
   —Seguramente —respondí.
                                                                                    Y    se sonrojó.
   Y el principito agregó:
                                                                                   Y de nuevo, sin comprender por qué, sentí un extraño pesar. Sin
   —Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón.              embargo, se me ocurrió preguntar:
   Yo había bebido. Respiraba bien. La arena, al nacer el día, estaba de color       —Entonces, no te paseabas por casualidad la mañana que te conocí, hace
de miel. Me sentía feliz también con ese color de miel. ¿Por qué habría de       ocho días, así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas. ¿Volvías hacia
apenarme?                                                                        el punto de tu caída?
    —Es necesario que cumplas tu promesa —me dijo suavemente el                     El principito enrojeció otra vez. Y agregué, vacilando:
principito, que de nuevo se había sentado cerca de mí.
                                                                                    —¿Tal vez, por el aniversario...?
   —¿Qué promesa?
                                                                                    El principito enrojeció de nuevo. Jamás respondía a las preguntas, pero
   —Tú lo sabes..., un bozal para mi cordero..., ¡soy responsable de esa flor!   cuando uno se enrojece significa «sí», ¿no es cierto?
    Saqué del bolsillo mis bosquejos de dibujo. El principito los vio y «dijo       —¡Ah! —le dije—. Temo...
riendo:
                                                                                    Pero me respondió:
    —Tus baobabs se parecen un poco a los repollos...
                                                                                    —Debes trabajar ahora. Debes volver a tu máquina. Te espero aquí.
   — ¡Oh!                                                                        Vuelve mañana por la tarde...
   ¡Yo que estaba tan orgulloso de los baobabs!                                     Pero yo no estaba muy tranquilo. Me acordaba del zorro. Si uno se deja
                                                                                 domesticar, corre el riesgo de llorar un poco...
   —Tu zorro..., las orejas... parecen cuernos... ¡y son demasiado largas!
                                                                                                                          XXVI
   Y   rió aún.
                                                                                      Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro de piedra. Cuando volví
    —Eres injusto, hombrecito; yo no sabía dibujar más que las boas cerradas
                                                                                 de mi trabajo, por la tarde del día siguiente, vi de lejos al principito sentado
y las boas abiertas.
                                                                                 allí arriba, con las piernas colgando. Y oí que hablaba:
   —¡Oh, está bien! —dijo—. Los niños saben.
                                                                                    —¿No te acuerdas? —decía—. ¡No es exactamente aquí!
   Dibujé, pues, un bozal. Y sentí el corazón oprimido cuando se lo di.
                                                                                    Otra voz le respondió sin duda, puesto que contestó:
   —Tienes proyectos que ignoro...
                                                                                    —¡Sí! ¡Sí! Es el día, pero el lugar no es aquí...
   Pero no me respondió, y me dijo:
                                                                                   Continué mi camino hacia el muro. Seguía sin ver ni oír a nadie. Sin
   —Sabes, mi caída sobre la Tierra... mañana será el aniversario...             embargo, el principito replicó de nuevo:
—... Seguro. Verás dónde comienza mi rastro en la arena. No tienes más              Luego, melancólico:
que esperarme allí. Estaré allí esta noche.
                                                                                       —Es mucho más lejos... Es mucho más difícil...
   Yo estaba a veinte metros del muro y seguía sin ver nada.
                                                                                        Sentí que estaba ocurriendo algo extraordinario. Lo estreché en mis
   El principito dijo aún, después de un silencio:                                  brazos como a un niño, y sin embargo, me pareció que se escurría
                                                                                    verticalmente hacia un abismo sin que pudiera hacer nada por retenerlo...
    —¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho
tiempo?                                                                                Tenía la mirada seria, perdida muy lejos:
   Me detuve, con el corazón oprimido, pero seguía sin comprender.                     —Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal...
   —Ahora, vete... —dijo—. ¡Quiero volver a descender!                                 Sonrió con melancolía.
    Entonces bajé yo mismo los ojos hacia el pie del muro y ¡di un brinco!             Esperé largo rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco:
Estaba allí, erguida hacia el principito, una de esas serpientes amarillas que os
                                                                                       —Has tenido miedo, hombrecito.
ejecutan en treinta segundos. Comencé a correr, mientras buscaba el revólver
en mi bolsillo pero, al oír el ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar           Había tenido miedo, sin duda. Pero rió suavemente.
suavemente por la arena, como un chorro de agua que muere, y sin                       —Tendré mucho más miedo esta noche...
apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras con un ligero sonido
metálico.                                                                              De nuevo me sentí helado por la sensación de lo irreparable. Y comprendí
                                                                                    que no soportaría la idea de no oír nunca más su risa. Era para mí como una
    Llegué al muro justo a tiempo para recibir en brazos a mi hombrecito,           fuente en el desierto.
pálido como la nieve.
                                                                                       —Hombrecito..., quiero oírte reír otra vez...
   —¿Qué historia es ésta? ¿Ahora hablas con las serpientes?
                                                                                       Pero me dijo:
   Aflojé su eterna bufanda de oro. Le mojé las sienes y le hice beber. Y no
me atreví a preguntarle nada. Me miró gravemente y rodeó mi cuello con sus               —Esta noche, hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre
brazos. Sentía latir su corazón como el de un pájaro que muere, herido por          el lugar donde caí el año pasado...
una carabina. Y me dijo:                                                                —Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente,
   —Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina.             de la cita y de la estrella?...
Vas a poder volver a tu casa...                                                        Pero no contestó a mi pregunta, y dijo:
   —¿Cómo lo sabes?                                                                    —Lo que es importante, eso no se ve.
    Precisamente venía a anunciarle que, contra toda esperanza, había tenido           —Ciertamente...
éxito en mi trabajo.
                                                                                        —Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella,
   No respondió nada a mi pregunta, pero agregó:                                    es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
   —Yo también, hoy vuelvo a mi casa...                                                —Ciertamente.
—Es como con el agua. La que me has dado a beber era como una música,               Y   volvió a reír. Después se puso serio:
por la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?... Era dulce.
                                                                                        —Esta noche..., ¿sabes?..., no llega.
   —Ciertamente.
                                                                                        —No me separaré de ti.
    —Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se
                                                                                         —Parecerá que sufro... Parecerá un poco que me muero. Es así. No vengas
encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella
                                                                                     a verlo, no vale la pena...
será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las
estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo...                —No me separaré de ti.
   Volvió a reír.                                                                       Pero estaba inquieto.
   —¡Ah!, hombrecito..., hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!                            —Te digo esto... también por la serpiente. No debe morderte... Las
                                                                                     serpientes son malas. Pueden morder por placer...
   —Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua...
                                                                                        —No me separaré de ti.
   —¿Qué quieres decir?
                                                                                        Pero algo lo tranquilizó:
    —Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que
viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros,      —Es cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura...
que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero                Esa noche no lo vi ponerse en camino. Se evadió sin ruido. Cuando logré
todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.       alcanzarlo, caminaba decidido, con paso rápido. Y me dijo solamente:
   —¿Qué quieres decir?                                                                 —¡Ah! Estás ahí...
    —Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas,             Me tomó de la mano. Pero siguió atormentándose:
como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas.
¡Tú tendrás estrellas que saben reír!                                                   —Has hecho mal. Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será
                                                                                     verdad...
   Y volvió a reír.
                                                                                        Yo callaba.
    —Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás
contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de                 —Comprendes. Es demasiado lejos. No
reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así..., por placer... Y tus amigos se    puedo llevar mi cuerpo allí. Es demasiado
asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: «Sí, las estrellas    pesado.
siempre me hacen reír», y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala            Yo callaba.
jugada...
                                                                                         —Pero será como una vieja corteza
   Y    volvió a reír:                                                               abandonada. No son tristes las viejas
    —Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas un montón de                 cortezas.
cascabelitos que saben reír...                                                          Yo callaba.
Se descorazonó un poco. Pero hizo aún un esfuerzo:                                   Y ahora, por cierto, han pasado ya seis años... Nunca había contado esta
                                                                                    historia. Los camaradas que me encontraron se alegraron de volver a verme
    —¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas. Todas las
                                                                                    vivo. Estaba triste, pero les decía: «Es la fatiga...».
estrellas serán pozos con una roldana enmohecida. Todas las estrellas me
darán de beber...                                                                       Ahora me he consolado un poco. Es decir..., no del todo. Pero sé que
                                                                                    verdaderamente volvió a su planeta, pues, al nacer el día, no encontré su
   Yo callaba.
                                                                                    cuerpo. Y no era un cuerpo tan pesado... Y por la noche me gusta oír las
   —¡Será tan divertido!... Tendrás quinientos millones de cascabeles y             estrellas. Son como quinientos millones de cascabeles...
tendrás quinientos millones de fuentes...
                                                                                        Pero he aquí que pasa algo extraordinario. Me olvidé de agregar la correa
   Pero también calló, porque lloraba...                                            de cuero al bozal que dibujé para el principito. No habrá podido colocárselo
   Es allá. Déjame dar un paso, solo.                                               nunca. Y me pregunto: «¿Qué habrá pasado en el planeta? Quizá el cordero
                                                                                    se comió la flor...».
   Y se sentó porque tenía miedo.
                                                                                         A veces me digo: «¡Claro que no! El principito encierra todas las noches la
   Y dijo aún:                                                                      flor bajo un globo de vidrio y vigila bien a su cordero...». Entonces me siento
    —¿Sabes?..., mi flor..., soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua!   feliz. Y todas las estrellas ríen dulcemente.
Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el mundo...                A veces me digo: «De vez en cuando uno se distrae, ¡y es suficiente! Una
   Me senté porque ya no podía tenerme de pie.                                      noche el principito olvidó el globo de vidrio o el cordero salió silenciosamente
                                                                                    durante la noche...». ¡Entonces, los cascabeles se convierten en lágrimas!...
   El principito dijo:
                                                                                        Es un gran misterio. Para vosotros,
                                                   —Bien... Eso es todo....         que también amáis al principito, como
                                                    Vaciló aún un momento;          para mí, nada en el universo sigue
                                                luego se levantó. Dio un paso.      siendo igual si en alguna parte, no se
                                                Yo no podía moverme.                sabe dónde, un cordero que no
                                                                                    conocemos ha comido, sí o no, a una
                                                    No hubo nada más que un
                                                                                    rosa...
                                                relámpago amarillo cerca de su
                                                tobillo. Quedó inmóvil un              —Mirad al cielo. Preguntad: ¿el
                                                instante. No gritó. Cayó            cordero, sí o no, se ha comido la flor? Y
                                                suavemente, como cae un             veréis cómo todo cambia...
                                                árbol. En la arena, ni siquiera        ¡Y ninguna persona grande
                                                hizo ruido.                         comprenderá jamás que tenga tanta
                                                                                    importancia!
Éste es, para mí, el más bello y más triste paisaje del mundo. Es el
mismo paisaje de la página precedente, pero lo he dibujado una vez
más para mostrároslo bien. Aquí fue donde el principito apareció en la
Tierra, y luego desapareció.
     Mirad atentamente este paisaje a fin de estar seguros de que
habréis de reconocerlo, si viajáis un día por el África, en el desierto. Y
si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os apresuréis; esperad un
momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega
hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando
se le interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me
dejéis tan triste. Escribidme en seguida, decidme que el principito ha
vuelto...

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El principito xxiii_final

  • 1. XXIII «No mide el peligro —me dije—. Jamás tiene hambre ni sed. Un poco de sol le basta...» —Buenos días —dijo el principito. Pero me miró y respondió a mi pensamiento: —Buenos días —dijo el mercader. —Tengo sed también... Busquemos un pozo... Era un mercader de píldoras especiales que aplacan la sed. Se toma una por semana y ya no se siente necesidad de beber. Tuve un gesto de cansancio: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha. —¿Por qué vendes eso? —dijo el principito. Cuando hubimos caminado horas en silencio, cayó la noche y las estrellas —Es una gran economía de tiempo —dijo el mercader—. Los expertos han comenzaron a brillar. Las veía como en sueños, con un poco de fiebre, a causa hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana. de mi sed. Las palabras del principito danzaban en mi memoria: —¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? —Se hace lo que se —¿También tú tienes sed? —le pregunté. quiere... Pero no respondió a mi pregunta. Me dijo simplemente: «Yo —se dijo el principito—, si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría tranquilamente hacia una fuente...» —El agua puede también ser buena para el corazón... No comprendí su respuesta, pero me callé... Sabía bien que no había que interrogarlo. XXIV Estaba fatigado. Se sentó. Me senté cerca de él. Y, después de un silencio, Estábamos en el octavo día de mi avería en el desierto y había escuchado dijo aún: la historia del mercader bebiendo la última gota de mi provisión de agua. —Las estrellas son bellas, por una flor que no se ve... —¡Ah! —dije al principito—. Tus recuerdos son muy bonitos, pero todavía no he reparado mi avión, no tengo nada para beber y yo también sería feliz si Respondí «por supuesto» y, sin hablar, miré los pliegues de la arena bajo pudiera caminar tranquilamente hacia una fuente. la luna. —Mi amigo el zorro... —me dijo. —Mi pequeño hombrecito, ¡ya no se trata del zorro! —¿Por qué? —Porque nos vamos a morir de sed... No comprendió mi razonamiento y respondió: —Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo zorro...
  • 2. —El desierto es bello —agregó. XXV Es verdad. Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un —Los hombres —dijo el principito— se encierran en los "rápidos" pero no médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo, algo saben lo que buscan. Entonces se agitan y dan vueltas. resplandece en el silencio... Y agregó: —Lo que embellece al desierto —dijo el principito— es que esconde un —No vale la pena... pozo en cualquier parte... El pozo al cual habíamos llegado no se parecía a los pozos del Sahara. Los Me sorprendí al comprender de pronto el misterioso resplandor de la pozos del Sahara son simples agujeros cavados en la arena. Éste se parecía a arena. Cuando era muchachito vivía yo en una antigua casa y la leyenda un pozo de aldea. Pero ahí no había ninguna aldea y yo creía soñar. contaba que allí había un tesoro escondido. Sin duda, nadie supo descubrirlo y quizá nadie lo buscó. Pero encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un —Es extraño —dije al principito—. Todo está listo: la roldana, el balde y la secreto en el fondo de su corazón... cuerda... —Sí —dije al principito—; ya se trate de la casa, de las estrellas o del Rió, tocó la cuerda, e hizo mover la roldana. Y la roldana gimió como gime desierto, lo que los embellece es invisible. una vieja veleta cuando el viento ha dormí do mucho. —Me gusta que estés de acuerdo con mi zorro —dijo. —¿Oyes? —dijo el principito—. Hemos despertado al pozo y el pozo canta... Como el principito se durmiera, lo tomé en mis brazos y volví a ponerme en camino. —Déjame a mí —le dije—. Es demasiado pesado para ti. Estaba emocionado. Me parecía cargar un Icé lentamente el balde hasta el brocal. Lo asenté bien. En mis oídos frágil tesoro. Me parecía también que no seguía cantando la roldana, y en el agua, que temblaba aún, vi temblar el sol. había nada más frágil sobre la Tierra. A la luz de la luna, miré su frente pálida, sus ojos —Tengo sed de esta agua —dijo el principito—. Dame de beber... cerrados, sus mechones de cabellos que Y comprendí lo que había buscado. temblaban al viento, y me dije: «Lo que veo aquí es sólo una corteza. Lo más importante Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era es invisible...». bello como una fiesta. El agua no era un alimento. Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era Como sus labios entreabiertos esbozaran buena para el corazón, como un regalo. Cuando yo era pequeño, la luz del una media sonrisa, me dije aún: «Lo que me árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las emociona tanto en este principito dormido sonrisas, formaban todo el resplandor del regalo de Navidad que recibía. es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, aun cuando duerme...». Y lo sentí más frágil —En tu tierra —dijo el principito— los hombres cultivan cinco» mil rosas todavía. Es necesario proteger a las lámparas; un golpe de viento puede en un mismo jardín... Y no encuentran lo que buscan... apagarlas... —No lo encuentran... —respondí. Caminando así, descubrí el pozo al nacer el día.
  • 3. —Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en Luego, después de un silencio, dijo aún: un poco de agua... —Caí muy cerca de aquí. —Seguramente —respondí. Y se sonrojó. Y el principito agregó: Y de nuevo, sin comprender por qué, sentí un extraño pesar. Sin —Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón. embargo, se me ocurrió preguntar: Yo había bebido. Respiraba bien. La arena, al nacer el día, estaba de color —Entonces, no te paseabas por casualidad la mañana que te conocí, hace de miel. Me sentía feliz también con ese color de miel. ¿Por qué habría de ocho días, así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas. ¿Volvías hacia apenarme? el punto de tu caída? —Es necesario que cumplas tu promesa —me dijo suavemente el El principito enrojeció otra vez. Y agregué, vacilando: principito, que de nuevo se había sentado cerca de mí. —¿Tal vez, por el aniversario...? —¿Qué promesa? El principito enrojeció de nuevo. Jamás respondía a las preguntas, pero —Tú lo sabes..., un bozal para mi cordero..., ¡soy responsable de esa flor! cuando uno se enrojece significa «sí», ¿no es cierto? Saqué del bolsillo mis bosquejos de dibujo. El principito los vio y «dijo —¡Ah! —le dije—. Temo... riendo: Pero me respondió: —Tus baobabs se parecen un poco a los repollos... —Debes trabajar ahora. Debes volver a tu máquina. Te espero aquí. — ¡Oh! Vuelve mañana por la tarde... ¡Yo que estaba tan orgulloso de los baobabs! Pero yo no estaba muy tranquilo. Me acordaba del zorro. Si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco... —Tu zorro..., las orejas... parecen cuernos... ¡y son demasiado largas! XXVI Y rió aún. Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro de piedra. Cuando volví —Eres injusto, hombrecito; yo no sabía dibujar más que las boas cerradas de mi trabajo, por la tarde del día siguiente, vi de lejos al principito sentado y las boas abiertas. allí arriba, con las piernas colgando. Y oí que hablaba: —¡Oh, está bien! —dijo—. Los niños saben. —¿No te acuerdas? —decía—. ¡No es exactamente aquí! Dibujé, pues, un bozal. Y sentí el corazón oprimido cuando se lo di. Otra voz le respondió sin duda, puesto que contestó: —Tienes proyectos que ignoro... —¡Sí! ¡Sí! Es el día, pero el lugar no es aquí... Pero no me respondió, y me dijo: Continué mi camino hacia el muro. Seguía sin ver ni oír a nadie. Sin —Sabes, mi caída sobre la Tierra... mañana será el aniversario... embargo, el principito replicó de nuevo:
  • 4. —... Seguro. Verás dónde comienza mi rastro en la arena. No tienes más Luego, melancólico: que esperarme allí. Estaré allí esta noche. —Es mucho más lejos... Es mucho más difícil... Yo estaba a veinte metros del muro y seguía sin ver nada. Sentí que estaba ocurriendo algo extraordinario. Lo estreché en mis El principito dijo aún, después de un silencio: brazos como a un niño, y sin embargo, me pareció que se escurría verticalmente hacia un abismo sin que pudiera hacer nada por retenerlo... —¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo? Tenía la mirada seria, perdida muy lejos: Me detuve, con el corazón oprimido, pero seguía sin comprender. —Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal... —Ahora, vete... —dijo—. ¡Quiero volver a descender! Sonrió con melancolía. Entonces bajé yo mismo los ojos hacia el pie del muro y ¡di un brinco! Esperé largo rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco: Estaba allí, erguida hacia el principito, una de esas serpientes amarillas que os —Has tenido miedo, hombrecito. ejecutan en treinta segundos. Comencé a correr, mientras buscaba el revólver en mi bolsillo pero, al oír el ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar Había tenido miedo, sin duda. Pero rió suavemente. suavemente por la arena, como un chorro de agua que muere, y sin —Tendré mucho más miedo esta noche... apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras con un ligero sonido metálico. De nuevo me sentí helado por la sensación de lo irreparable. Y comprendí que no soportaría la idea de no oír nunca más su risa. Era para mí como una Llegué al muro justo a tiempo para recibir en brazos a mi hombrecito, fuente en el desierto. pálido como la nieve. —Hombrecito..., quiero oírte reír otra vez... —¿Qué historia es ésta? ¿Ahora hablas con las serpientes? Pero me dijo: Aflojé su eterna bufanda de oro. Le mojé las sienes y le hice beber. Y no me atreví a preguntarle nada. Me miró gravemente y rodeó mi cuello con sus —Esta noche, hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre brazos. Sentía latir su corazón como el de un pájaro que muere, herido por el lugar donde caí el año pasado... una carabina. Y me dijo: —Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, —Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. de la cita y de la estrella?... Vas a poder volver a tu casa... Pero no contestó a mi pregunta, y dijo: —¿Cómo lo sabes? —Lo que es importante, eso no se ve. Precisamente venía a anunciarle que, contra toda esperanza, había tenido —Ciertamente... éxito en mi trabajo. —Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, No respondió nada a mi pregunta, pero agregó: es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas. —Yo también, hoy vuelvo a mi casa... —Ciertamente.
  • 5. —Es como con el agua. La que me has dado a beber era como una música, Y volvió a reír. Después se puso serio: por la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?... Era dulce. —Esta noche..., ¿sabes?..., no llega. —Ciertamente. —No me separaré de ti. —Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se —Parecerá que sufro... Parecerá un poco que me muero. Es así. No vengas encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella a verlo, no vale la pena... será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo... —No me separaré de ti. Volvió a reír. Pero estaba inquieto. —¡Ah!, hombrecito..., hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa! —Te digo esto... también por la serpiente. No debe morderte... Las serpientes son malas. Pueden morder por placer... —Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua... —No me separaré de ti. —¿Qué quieres decir? Pero algo lo tranquilizó: —Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, —Es cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura... que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero Esa noche no lo vi ponerse en camino. Se evadió sin ruido. Cuando logré todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido. alcanzarlo, caminaba decidido, con paso rápido. Y me dijo solamente: —¿Qué quieres decir? —¡Ah! Estás ahí... —Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, Me tomó de la mano. Pero siguió atormentándose: como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír! —Has hecho mal. Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será verdad... Y volvió a reír. Yo callaba. —Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de —Comprendes. Es demasiado lejos. No reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así..., por placer... Y tus amigos se puedo llevar mi cuerpo allí. Es demasiado asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: «Sí, las estrellas pesado. siempre me hacen reír», y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala Yo callaba. jugada... —Pero será como una vieja corteza Y volvió a reír: abandonada. No son tristes las viejas —Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas un montón de cortezas. cascabelitos que saben reír... Yo callaba.
  • 6. Se descorazonó un poco. Pero hizo aún un esfuerzo: Y ahora, por cierto, han pasado ya seis años... Nunca había contado esta historia. Los camaradas que me encontraron se alegraron de volver a verme —¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas. Todas las vivo. Estaba triste, pero les decía: «Es la fatiga...». estrellas serán pozos con una roldana enmohecida. Todas las estrellas me darán de beber... Ahora me he consolado un poco. Es decir..., no del todo. Pero sé que verdaderamente volvió a su planeta, pues, al nacer el día, no encontré su Yo callaba. cuerpo. Y no era un cuerpo tan pesado... Y por la noche me gusta oír las —¡Será tan divertido!... Tendrás quinientos millones de cascabeles y estrellas. Son como quinientos millones de cascabeles... tendrás quinientos millones de fuentes... Pero he aquí que pasa algo extraordinario. Me olvidé de agregar la correa Pero también calló, porque lloraba... de cuero al bozal que dibujé para el principito. No habrá podido colocárselo Es allá. Déjame dar un paso, solo. nunca. Y me pregunto: «¿Qué habrá pasado en el planeta? Quizá el cordero se comió la flor...». Y se sentó porque tenía miedo. A veces me digo: «¡Claro que no! El principito encierra todas las noches la Y dijo aún: flor bajo un globo de vidrio y vigila bien a su cordero...». Entonces me siento —¿Sabes?..., mi flor..., soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! feliz. Y todas las estrellas ríen dulcemente. Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el mundo... A veces me digo: «De vez en cuando uno se distrae, ¡y es suficiente! Una Me senté porque ya no podía tenerme de pie. noche el principito olvidó el globo de vidrio o el cordero salió silenciosamente durante la noche...». ¡Entonces, los cascabeles se convierten en lágrimas!... El principito dijo: Es un gran misterio. Para vosotros, —Bien... Eso es todo.... que también amáis al principito, como Vaciló aún un momento; para mí, nada en el universo sigue luego se levantó. Dio un paso. siendo igual si en alguna parte, no se Yo no podía moverme. sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, sí o no, a una No hubo nada más que un rosa... relámpago amarillo cerca de su tobillo. Quedó inmóvil un —Mirad al cielo. Preguntad: ¿el instante. No gritó. Cayó cordero, sí o no, se ha comido la flor? Y suavemente, como cae un veréis cómo todo cambia... árbol. En la arena, ni siquiera ¡Y ninguna persona grande hizo ruido. comprenderá jamás que tenga tanta importancia!
  • 7. Éste es, para mí, el más bello y más triste paisaje del mundo. Es el mismo paisaje de la página precedente, pero lo he dibujado una vez más para mostrároslo bien. Aquí fue donde el principito apareció en la Tierra, y luego desapareció. Mirad atentamente este paisaje a fin de estar seguros de que habréis de reconocerlo, si viajáis un día por el África, en el desierto. Y si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os apresuréis; esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme en seguida, decidme que el principito ha vuelto...