SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 61
Descargar para leer sin conexión
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 1
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 2
Cianómetro, poema conjunto.................................................................4
Cianómetro, poema conjunto......................................................................................4
La Negra, de Sergio Gozzi...........................................................................................7
Tu rostro en cinco actos y un epílogo, de Alfonso Calvo.......................................9
Amor incondicional, de Antonio Ballesteros..........................................................10
Vacío, de Bárbara Nur Ferrante...............................................................................11
Su pequeña María, de Ana María Martínez...........................................................12
Hasta el final, de Anabella Giménez........................................................................17
Flamenco, de Claudio Valdivia..................................................................................18
Poemario inconcluso, de Cristina Cobo Hervás.....................................................23
Shakuhachi, de Arturo Mora Rioja..........................................................................25
Multiplicando, de Antonio Ballesteros....................................................................28
Flying back, de María Castro Domínguez...............................................................29
Haikus, de Gabriella Mariani....................................................................................31
Mágica tempestad, de Manuel Vega.........................................................................32
Impuros, de Sergio Balbotín......................................................................................35
Cynthia Ozick, de Mariano Hortal...........................................................................38
El retrato ciego, de Daniel Palacios.........................................................................42
La chica de la mirada violeta, de Anabella Giménez.............................................44
Eco (Beta), de Bárbara Nur Ferrante.....................................................................46
(Des)obediencia tardía, de Victoria Arenas...........................................................48
El bibliófilo, de Rafael García....................................................................................50
Life on Mars, de Anna Gavilà...................................................................................52
Agradecimientos.........................................................................................................60
MAQUETACIÓN:SERGIOGOZZIVALLEJO
RAFAELGARCÍAMARCO
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 3
Muchos no saben escribir.
Pero sus letras ya fueron escritas hace mucho tiempo.
Muchos no saben leer.
Pero sus letras ya fueron leídas y vividas hace demasiado tiempo.
Sus cuerpos están marcados por cada letra de la historia.
Segundas letras nunca fueron buenas.
Letras escondidas. Ocultadas por las tintas de dedos férreos.
Letras prohibidas. Quemadas por los fuegos de la intransigencia.
Letras femeninas. Silenciadas por los cánones de la tradición.
Letras olvidadas. Relegadas al abismo de la inexistencia.
Letras vagabundas. Caminadoras de una tierra, en busca de una garganta que las
pronuncie.
Y entre todas ellas surgirá una rebelde, disidente, discordante. Dispuesta a alzar la
voz. Una voz solista que destaque entre un coro inhábil de voces átonas. Una voz ne-
gra entre voces blancas. Una voz cantada, rasgada, impetuosa. Una voz nacida para
leer, no para ser leída.
Los músicos afinarán sus instrumentos para protegerla.
Entonces habrá llegado por fin la armonía a la tierra.
Sergio Gozzi
N
V
h
X
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 4
CIANÓMETRO
Corre el azul de la noche en espiral para abrazar la
eternidad
Sin importar el ritmo vertiginoso de un tiempo que decanta
En azul cobalto del cielo que acoge tu círculo infinito.
Y, atrapados en su iris de luz
Que guarda tus cincuenta y tres modos de cantar
En afinaciones añiles que perfilan este temblor
Me brotan sin quemar chispas que no se consumen
Y provocan destellos sobre el rumor del mar
Desvelado de aquello que mirar no puedo.
Tiemblo
Y sólo deseo que cruces mi atmósfera y derrames, azul
Destilado este color, dolor acantilado
Roca, sima, quebrada, anegado
En los abismos a tu caricia
Al silencio que erosionas de celestes.
Perdernos hasta tus labios
De delicados encajes rasgados, recogidos en la tormenta
Azul que quieres reflejarte en la arena y te responde el mar
De impacientes anzuelos y azulejos
Ecos de una inmensidad
Ajena a mí, tal vez espuma a ti
Quebrando tu inmediata acuarela acuática inesperada
Canícula transgresora que hierve en nocturnas aflicciones
¿Manas acaso, o trasciendes del horizonte tu trono?
Brotas y asolas la corriente suspensiva de cuaresmas
Tú comenzaste, entrégate ahora a mi rugido
Comprime tus horas en festín de husos
A una alada nocturna.
Ilustración:ArielRohnerGavilà
Cianómetro
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 5
No te huyo, te recibo
Suave ancla de arenas movedizas
Aprende y prende este oleaje en tu carta de
navegación
Arriba a mi puerto
De heridas que se han vuelto orilla.
Conozco la caída y el vacío
Ya me pierdo, la corriente es mi destino
No te recuerdo, la piel azul marino
He orzado a tu laberinto de atardeceres
Dejando atrás tu enciclopedia de nimiedades
Y sólo me calienta
El fuego ardiente de mis naves rotas
La locura incierta de mis manos inadecuadas
De mis penas y flagelos, inútiles dentelladas
A la inocencia que aún nos queda
Condenada y redimida por un verso
Escrito al aire de tus cielos
Ya transluce el arpegio de tu alma
Ad-verso al naufragio de tu firmamento
El arquero que irisando nubes
Despeina los mares que surca tu canción no escrita
Y sangra su flecha en el terroso costado de Anteo
Que un antes a la pupila su lupa una lágrima
Asomaba incandescente en armas de vuelos
templados
Iridiscente mana hasta mis manos
Con las que acomodo su último sueño
Amainado como la penumbra quejumbrosa del hierro
clandestino
Herrumbre ingrata que espanto
Besando tempestades.
¡Tiembla, yunque! Grito
Enemistando temblores, quebrando sortilegios
Ilustración:MayaVericadGavilà
Cianómetro
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 6
POEMA CONJUNTO
Responde a la forja que te amansa
Perfora el pétalo que te define
Y besa la hoja
Y planta la fibra que enquista el fonema
Y duerme mis labios, o cierra mis ojos
Ahuyenta la mortaja de escondrijos inconexos
O mátame y dime de tu carta:
¿Soy el azul, o soy el negro?
Corta el océano, tiembla el pulso amarrado de los mapas
Detén el tiempo y llévame en tus brazos
Dentro.
Anna Gavilà
Arturo Mora Rioja
Bárbara Nur Ferrante
Claudio Valdivia
Sandra Ruiz
Victoria Arenas
Ilustración:MayaVericadGavilà
Cianómetro
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 7
LA
NEGRA
Sergio
Gozzi
La Negra
L
a Negra se despertó en
medio de la noche. Sus ojos
azabaches se confundían con
el negro que sujetaba las estrellas
en el cielo. Decía que le enamoraba
la noche porque se iba cada día sin
llegar a abandonarla, porque le
pertenecía sin ser suya del todo,
porque era más fácil perderse para
volverse a encontrar. Su negritud se
escondía entre las sombras blancas y
se perdía entre sueños lúcidos llenos
de irrealidad. Decía que la noche
sanaba las heridas de la luz del día.
Era romántica hasta el amanecer,
después los primeros rayos del día
llenaban de silencio sus palabras.
Su cabello negro como el carbón del
fogón que encendía cada mañana. Lo
hacía para mantener vivo el calor
de la noche. Allí, en medio de la
nada, entre cuatro paredes de adobe
rajado y reseco por el viento y el sol,
calentaba el café cada mañana desde
tiempos inmemoriales, tanto que ya
nadie recordaba el lugar sin la Negra.
La Negra hacía el café y el café hacía
a la Negra. Le daba vida. La misma
vida que luego entregaba a la noche.
La misma vida que entregaba a
cada campesino del cafetal. El café
de la Negra era parte del jornal
diario. Más de uno se lo gastaba allí
entero escondidos entre las sombras
blancas de la noche. Los jornaleros
eran todos tan negros como la Negra.
Todos se decían Negro uno al otro,
pero siempre sabían a quien estaban
nombrando. Los negros pueden
reconocer tantas negritudes como
Negros hay en el mundo.
Y la negra les despertaba con los
mismitos granos de café que ellos,
con sus manos habían recolectado.
Así el ciclo de la vida comenzaba una
y otra vez. Grano, manos, sombras,
estrellas, elixires y nuevamente
los granos de café. Se cree que las
plantas alimentan sus raíces con
el néctar sagrado de la Negra y que
por eso unas no pueden vivir sin
Fotografía:SergioGozzi
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 8
la otra, ni la otra sin las unas. Los
espíritus se alimentan mutuamente
en estas tierras. Así ha sido desde
que la primera Negra dio de beber
de su elixir a estas tierras y de su
unión nació el cafetal. Por eso el café
siempre se beberá negro. En honor a
la Negra que lo parió.
Y de paridades hablando, apareció
una mañana un hombre blanco,
flaco como la espiga, huesudo
hasta doler del hambre que
traía consigo. Nadie sabe
cómo llegó hasta allí. Dicen
los espíritus que quien está
pa´juntarse, por mucho que
se alejen, la tierra es redonda
pa´volverlos a rejuntar.
Porque sabe Dios que no haya
Negro de estas tierras que no
haya intentado arrejuntarse
con la Negra. Pero Dios es
caprichoso y estipuló en
el contrato que este baile
sólo uno lo podía bailar,
que esas manos sólo las
podrían sujetar unas manos
blancas como la luna. El día
que el Flaco llegó, la Negra entendió
porque siempre levantaba sus
manos a las estrellas. Coincidían
en sus diferencias, tan distintos
que parecían iguales. Nadie supo
ni nadie preguntó de dónde venía
el Flaco. Aquí no se hacían esas
preguntas. Simplemente no se
hacían preguntas. Tampoco hubo
respuestas. Si la tierra los había
juntado no hacía falta más nada.
La Negra enseñó al Flaco los secretos
del café, sus aromas, sus esencias.
También los secretos de la noche.
Las estrellas dejaban las huellas
de su historia escritas en su piel.
El Flaco y la Negra engordaron por
necesidad ya que piel blanda borra
los recuerdos.
Y el cafetal se fue extendiendo
cosecha tras cosecha. Y al Flaco se le
fue oscureciendo la piel teñido por el
café y por la Negra. Y los inviernos
dieron paso a los veranos, para
volver otra vez el invierno. Y
la tierra siguió nutriéndose
del elixir de la Negra y la
Negra, del Flaco; y el Flaco,
del café; y el café, de la
sombra de la noche; y la
sombra de la noche, de la
blancura de las manos
del Flaco; y las manos
del Flaco, del grano
de café que engordaba
su piel.
De lo que pasó con la piel de la
Negra y el Flaco,
mejor lo cuento otro día.
La Negra
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 9
TU ROSTRO EN CINCO ACTOS Y UN EPÍLOGO
I
Hay un campo de trigo agitándose en tu mejilla derecha
II
Ahí, en esa línea u oquedad, improbable, remota,
imprevisible que queda entre tus labios, llueve.
III
En tu ojo izquierdo, un colibrí verde esmeralda
hace cabriolas alrededor de una flor blanca.
Una gota de rocío cae, parece un milagro.
IV
Las gaviotas se disputan el aire
que moldea el acantilado de tu cuello.
Un helecho amarillo se descuelga de un saliente.
V
Un glaciar se estremece entre tu pelo negro;
las noches de luna llena se puede
ver cómo rompe sobre tus hombros.
Epílogo
Saborear el fruto hasta desarmarlo,
pleno de raíz, palpitando…
…y rendirme a lo vivo.
Alfonso Calvo
Fotografá:YolandaAndrés
Tu rostro en cinco actos y un epílogo
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 10
AMOR
INCONDICIONAL
Antonio
Ballesteros
Estaba dispuesto a acabar con aquella relación que no le aportaba otra cosa que
silencios. Hizo dos intentos serios de despedirse de ella. La primera vez, la muchacha
ni siquiera volvió la espalda cuando él comenzó su discurso. La segunda, se quedó
arrobada, contemplándolo mientras hablaba, con una bella e irresistible sonrisa en el
rostro. Aquel gesto le conmovió hasta las lágrimas, y decidió compartir con ella su vida
para siempre. No fue resignación, sino amor incondicional más allá de las palabras.
Es lo que tiene enamorarse de una sorda sin tener ni puñetera idea de lenguajes de
signos.
Fotografía:YolandaAndrés
Amor incondicional
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 11
VACÍO
Bárbara Nur Ferrante
Vacío al alma en la nada oscura,
consciente, alerta, aún respira y suspira sin voz,
su luz al aliento. Arde al abrazo de nieve.
Inmóvil. Mirada a lo imposible vida mía.
Íncuba de cristal,
crisálida umbilical unida matriz máquina a la creencia torturante.
Parpadea una vez sí, dos no.
Convertida al acero, al uno,
la serie comunica desconectando al techo un cuerpo.
Cuadro blanco pintado al sueño,
que es un vuelo, y un salto, tal vez un después al silencio…
Fotografía:MaribelDíaz
Vacío
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 12
SU
PEQUEÑA
MARÍA
Ana María
Martínez
su pequeña María le
gustaba robar. Era un
hecho. Lo había visto
con sus propios ojos. Si
alguien lo hubiera
insinuado siquiera habría sido
capaz de matar a esa persona. Pero
en realidad nadie hubiese pensado
jamás algo así de su pequeña María
a no ser que como Jose Luis, su
marido, en efecto la hubieran visto
también con sus propios ojos y era
seguro que se habrían quedado casi
tan perplejos como él.
Jose Luis y María llevaban casados
más de tres años. Ambos procedían
de familias destruidas. Cuando se
encontraron sus almas rotas se
ensamblaron sin más. Pero a Jose
Luis nunca dejaría de sorprenderle
que una mujer tan linda y delicada
como su pequeña María se hubiera
conformado con un bruto como él.
Era menuda y algo llenita, muy
rubia y con unos rizos apretados que
siempre peinaba primorosamente.
A menudo la llamaba mi dulce Doris
Day. Le gustaba pensar que eran un
matrimonio diferente, como sacados
de una película de los años cincuenta.
Era cierto que María era muy dulce
y tan tímida que se ponía colorada
si le prestaban atención más de una
milésima de segundo; que siempre le
dejaba a él que hablara en público,
y tan cariñosa y responsable que
al menos una veintena de familias
la hubieran elegido sin dudarlo
para dejarle a sus hijos si a ellos les
ocurriera algo. Era una hormiguita
rubia, formal y quizás a algunos
podía parecerles algo aburrida. Todo
esto era verdad, pero Jose Luis sabía
que también tenía una parcelita
juguetona que lo volvía loco.
A
Ilustración:AnaMaríaMartínez
Su pequeña María
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 13
María desde el principio de su
matrimonio cuando se iban a la
cama, se apretujaba a su lado con
un libro en las manos y le decía:
“Jose Luis, ¿quiéres que te lea un
poco?”. Él sería un bruto a veces,
pero enseguida se dio cuenta de que
ella al leerle esperaba una reacción
por su parte. Llegaría incluso a
sentirse muy orgulloso de sí mismo
al ver lo bien que interpretaba todo
lo que su María le leía Por ejemplo,
cuando le leyó el fragmento del libro
Trenes rigurosamente vigilaos, de
Bohumil Hrabal en el que uno de
los trabajadores de la estación le
estampaba sellos en el trasero a
la telegrafista, provocó que al día
siguiente regresara a casa con un
sello y llenara el propio trasero de
María con estrellitas de tinta azul.
Coleccionaban lecturas comunes
como quien colecciona fotografías de
viajes de enamorados. Y claro, tenían
sus preferidas. Como la instantánea
obtenida tras la lectura de un cuento
de D.H. Lawrence, La media blanca,
cuyo recuerdo a ambos les causaba
unaespecialturbación.Enesecuento
de celos por más vueltas que le daba
no encontraba la pista de lo
que ella quería. Una noche,
en el sillón del salón,
mientras se balanceaba en
su regazo con sus regordetas
piernas sobre los mullidos
brazos de tela, creyó haber
dado de pronto con lo que ella
esperaba y parando un tanto
el balanceo se quedó mirándola
fijamente a los ojos y le espetó:
“mi pequeña putilla”. Ella se puso
tan colorada como si toda la sangre
de su cuerpo se hubiera trasladado
por entero a su cara, como si toda
la sangre de todos sus antepasados
se hubiese asomado a su rostro de
golpe. Jose Luis, se sintió de pronto
aterrorizado. Le entraron las dudas,
“tal vez no era esto lo que esperaba.
Con lo que la quería y respetaba qué
iba a pensar de él”. Pero entonces
ella muy lentamente reanudó el
balanceo y una sutil sonrisa borró el
temor de Jose Luis.
Sí, su María no era tan formal y
aburrida como algunos podían
pensar. Pero de eso a que se
hubiera convertido en una
delincuente…
Durante un tiempo Jose Luis observó
que estaba algo triste. A veces
cuando llegaba a casa del trabajo la
encontraba encogida en el sofá con
las luces apagadas y ella siempre
le pedía que las dejara así. “¿Te
ocurre algo, pequeña?”. “No, no te
preocupes tan solo me duele un poco
la cabeza”. Pero él sabía que algo iba
mal. Un día le dijo que sus sueños se
le iban alejando cada vez más. “Es
como si hubiera estado observando
unos pájaros durante horas y al caer
la tarde se retiraran a descansar
y ya no supiera cuáles he
estado mirando entre tantos,
y quisiera distinguirlos
al día siguiente y me fuera
imposible. Una gran inquietud
me sobrecoge, mis recuerdos y
mis sueños posados sobre las
ramas y los unos comiéndose
a los otros y vomitando unos
monstruos espantosos. Pero yo
sigo buscando mis lindos pajaritos
y nunca vuelven a ser los mismos”.
Jose Luis durante unas semanas
tuvo esos pájaros agujereándole el
estómago. No sabía cómo ayudarla.
Su pequeña María
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 14
Él tenía su propio pasado, pero había
logrado dejarlo en un cuarto oscuro
y tirar la llave con un gran peso al
fondo del mar. Cuando la veía muy
triste le preparaba la cena y le leía
él a ella. Pero lo hacía tan mal que
María se impacientaba y con el
ceño fruncido se daba la vuelta en
la cama y le daba la espalda. A él le
parecía que su espalda entonces se
convertía en una zanja enorme y
se inundaba de soledad.
Pero, esta situación cambió.
Un viernes regresó del trabajo
y ella todavía no había llegado,
cuando normalmente llegaba
antes. Se dio una ducha y ya
comenzaba a inquietarse cuando
oyó la puerta. Salió a su encuentro
para preguntarle qué había pasado
y al verla echó la cabeza hacia atrás
sorprendido, la encontró bellísima.
Lo miraba sonriendo, con los ojos
juguetones que él conocía bien
y antes de que le diera tiempo a
reaccionar lo estaba desnudando.
Sacó una barra de labios del bolso y
lo sostuvo por un instante como si
fuera un objeto mágico, se acercó a
él y le pintó los labios, después se los
pintó ella y comenzó a besarlo por
todo el cuerpo y Jose Luis la besaba
también y en cada beso la tristeza
como un fantasma lo intentaba
avisar de que seguía allí y él cerraba
los ojos, los apretaba muy fuerte, y la
besaba como un loco. El graznido de
los pájaros se alejaba cada vez más
y unos chiquitines se rezagaban,
pero los ojos estaban cerrados.
Vivieron unas semanas de dicha,
pero el sentía que la casa se había
quedado casi en penumbra, justo con
esa luz huidiza de cuando la tarde
muere. Le parecía que no había
vuelto a ver a María a plena luz y
que ambos se habían instalado en
el brillo malsano de sus pupilas que
traía los viernes por la tarde. Cada
viernes un nuevo objeto cobraba
protagonismo. Un perfume, una
pluma estilográfica, un colorido
pañuelo y otros muchos. Inocentes
objetos en apariencia a los que ella
concedía un gran poder.
Eran los viernes, él lo sabía.
Pidió salir unas horas antes
del trabajo y la siguió. Entró
a los grandes almacenes
donde acostumbraban a ir y
la vio cómo con extraordinaria
destreza metía unos guantes en el
bolso. La primera vez quiso creer
que la vista lo engañaba, pero la
segunda vez ya estuvo seguro y la
tercera estaba tan asustado que
creyó que cualquiera se lo leería en
los ojos. Le espantaba pensar que la
pillaran. Ella que se encogía ante el
más mínimo reproche.
Durante toda la semana su mente
analizó lo que ocurría una y otra
vez y desde el miércoles ya creía
saber lo que tenía que hacer, pero
lo angustiaba una barbaridad que
no funcionara. Unas cuantas veces
mientras fumaba en la puerta de los
grandes almacenes había hablado
con el guarda de seguridad y le había
parecido un buen hombre. Incluso,
le había hecho algunas confidencias.
A menudo le sucedía
con la gente, que
rápidamente les
infundía confianza.
La noche
de ese
Su pequeña María
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 15
miércoles esperó a que el hombre
saliera de trabajar y fingió chocar
con él casualmente. Se disculpó
y tras mostrar sorpresa y agrado
al reconocerle le preguntó si se
tomaban una copa antes de irse a
casa. Fue más de una copa porque
no encontraba el momento de
plantearle lo que pretendía. Se sentía
como el autor de un crimen buscando
un cómplice. Cuando viendo lo
tarde que era ella lo llamó al móvil
preocupada, él al fin se decidió. Le
contó al guardia de seguridad lo que
su pequeña María estaba haciendo
y que por nada del mundo podía
permitir que la atraparan robando,
que era lo que temía que sucediera
tarde o temprano, y que sintiera
semejante vergüenza. Lo que le
pidió, le imploró, es que callara y
que él pagaría lo que ella se llevara.
El hombre tuvo sus dudas, pero al
fin aceptó, ya que iba a abonarle
el precio de lo sustraído y le
había emocionado el cariño
de Jose Luis por su mujer.
“Pensaba que en este
mundo ya no quedaban
románticos”, le dijo.
María no se llevaba
piezas de mucho
valor, pero sí suponían
pequeños lujos para la
economía del matrimonio. Tanto
ella como Jose Luis cobraban unos
sueldos muy modestos. Poco a poco
fue siéndole más difícil pagar lo que
ella se llevaba y comenzó a vender
su colección de discos. Intentó lo
imposible para no vender su tesoro
más preciado, un disco firmado de
Bob Dylan. Sabía de coleccionistas
que le darían mucho dinero por él.
Se resistió cuanto pudo, hasta que
no tuvo otra opción.
El guardia de seguridad cada vez
sentía más pena por Jose Luis. Un
viernes no pudo más, fue a hablar
con María y le contó lo que su
marido estaba haciendo por ella.
Le enterneció verla con lágrimas
en los ojos y tan avergonzada. Pero
se sintió satisfecho con habérselo
dicho. Pensó que era una monada
y que sabiendo del sacrificio de su
marido no volvería a hacerlo. Cuando
a la mañana siguiente Jose Luis se
acercó a pagarle, el guardia se dio
cuenta de lo que había ocurrido. Al
contárselo a la mujer se había ido a
otro lugar y había vuelto a robar. Le
explicó que ella lo sabía, que él se lo
había contado. “Amigo, esa mujer no
le conviene…”. Jose Luis fuera de sí
lo agarró por el cuello y enfurecido
le dijo que se callara, que no dijera
ni una palabra más o era capaz
de matarle. “¡Mi pequeña
María es la mejor mujer del
mundo!”.
Por la noche tenían
invitados en casa, un
compañero de trabajo de
Jose Luis y su esposa. La
velada fue muy agradable
y María estuvo pendiente
de todos. Hubo un momento en
el que su compañero se acercó y le
susurró: “Cada vez está más guapa tu
mujer. No sé, tiene algo en su rostro,
una determinación diferente, que la
hace muy seductora. No te importa
que te lo diga, ¿verdad? Tú en
cambio, estás cada día peor”. Y soltó
una gran carcajada. Arriba, María
le enseñaba la casa a la esposa. “¿Y
ese cuarto?”, preguntó. “Oh, no es
nada. Trastos”, dijo María mientras
Su pequeña María
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 16
cerraba la puerta del cuarto donde
su marido guardaba los pocos discos
que le quedaban.
Ilustración:AnaMaríaMartínez
Su pequeña María
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 17
La mira con un cariño infinito.
Su niña de ayer tiene arrugas que él no ve.
Sus manos tiemblan, sus pies vacilan.
Su voz es queda,
Su luz se apaga,
Su mente perdida ni lo recuerda.
Para él, ella siempre será su estrella.
¿Qué te hacía sonreír, qué provocaba tu pena?
¿Cuál era el objeto de tus deseos?
¿Qué guardas en tu caja de secretos?
Tus propios hijos nunca supieron.
Él sí lo sabe, él la conoce.
A veces, lúcida, dice ‘Te quiero’.
Siempre fue suyo y ella de él.
Fueron felices, también lloraron.
Crearon mundos que solo ellos
Redibujaron.
Me da ternura cuando los veo
Y me imagino cómo se amaron.
Tantas caricias… y tantos años…,
Las hayas saben, y el viejo banco.
Amor eterno se prometieron,
Sus manos frágiles aún se encuentran,
Cuando eran nuevos besos y sueños.
Y aunque el sendero se les termina
No tiene miedo, él va con ella,
Él solo teme ser el primero.
Valió la pena y fue verdad.
Juntos caminan
Hasta el final
Anabella Giménez
HASTA EL FINAL
Hasta el final
Fotografía:YolandaAndrés
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 18
FLAMENCO
Claudio
Valdivia
V
ivimos en nuestro mundo
relativamente tranquilo
hasta que un tren nos
pasa por encima, nos destroza y
hay que levantarse.
Siempre levantarse, recoger
los jirones de nuestra memoria,
limpiarnos la nariz de sangre, los
ojos de lágrimas y reunir la poca o
mucha conciencia que nos quede.
Mi tren se llamaba Elisabeth y era
de Vancouver, Canadá. Yo tenía
dieciocho años cuando la conocí
en el puerto de Santa María el año
1962. Ella tenía veinte. Nunca me
gustó la escuela, así que en cuanto
aprendí a leer, escribir y las tablas,
mi padre me llevó con él a trabajar
en la construcción. Mi escuela fue
el mortero, la piedra, el martillo y
el dintel. Levantarme temprano era
un placer, bañando el sol nuestra
tierra gaditana con su generosidad
de siempre, con su fiereza de
siempre, haciéndonos sudar y vivir,
en definitiva sufrir, que es vivir.
Elisabeth aconteció una tarde en
que yo había cobrado cien pesetas y
se había instalado una pequeña feria
a las afueras. Una noria diminuta,
coches de choque, música, sonrisas
y niños por todas partes. Ella
paseaba con su familia sin mucho
interés, acostumbrada, imagino,
a diversiones de mayor categoría.
No pude evitar acercarme a ella y
cuando la vi separada de su familia
le dije:
―Hola.Noeresdeporaquí,¿Verdad?
―Hola. ―contestó ella casi sin
acento― No, vivo en Canadá, pero
mi papá es de aquí.
― ¿Te gustaría montar en la noria?
―pregunté sin mucha convicción.
―No, gracias ―respondió ella
sonriendo― pero sí me gustaría ir a
la playa.
―Entonces ven ―dije cometiendo
mi primer gran error― Vamos con
mi moto.
Y así, sin preguntar a nadie, sin
pedir nada a nadie y sin esperar
nada fue como pasamos aquella
tarde. ¿Qué contar de una tarde
frente al mar compartida por dos
Fotografía:YolandaAndrés
Flamenco
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 19
jóvenes? Hablamos y observamos
el mar, hablamos y nos observamos
el uno al otro, sonreímos y nos
mantuvimos en silencio hasta que la
luz se fue difuminando y nos besamos
tumbados sobre la arena, abrazados
en silencio.
―Manuel ―dijo entonces― Tengo
que decirte que nos vamos en una
semana.
La miré en silencio, súbitamente
preocupado. Ella entonces comenzó
a llorar en silencio.
―Lo siento ―dijo― ¿Me escribirás?
―Claro que lo haré. Me gustaría
conocerte mejor, y a tu familia.
Sintiéndome el hombre más
afortunado del mundo, ella se
acurrucó en mi pecho, se hizo muy
pequeñita y cerró los ojos de los que
manaban grandes lágrimas. ¿Qué
hacer entonces? La arropé lo mejor
que pude y reprimiendo mi dolor
dejé que descansara en mis brazos
hasta que se hizo demasiado tarde.
Aquella semana pasó como
una centella. La mejor, más
apasionante, más bella y trágica
semana de mi vida. Viví aquellos
días con Elisabeth la mayor de
las intensidades, descubriendo
su voz, su aliento, su cuerpo
y muchas de las historias que
guardaba.
Apenas dormía y permanecía en un
estado de agitación permanente.
En consonancia, al parecer con la
infinita vibración de toda la vida a
mi alrededor. Descubrí una nueva
dimensión de la existencia aquella
semana y un día, de repente, todo
acabó cuando les vi cogiendo un
taxi, cargados de maletas hacia el
aeropuerto.
Así comenzó mi tortura. Comencé a
escribir cartas y a recibir la alegría
inmensa de saber que le gustaban,
que a alguien por primera vez
le gustaban mis palabras. Yo no
tenía mucho que contar. Mis días
eran monótonos. Me levantaba y
trabajaba y ahorraba con el objetivo
de ir a verla. Ella me decía que
me echaba de menos y que ojalá
pudiéramos vernos pronto. Quería
estudiar Literatura Francesa, yo le
decía que si fuera a Francia yo iría
allí a verla. El mundo entonces me
parecía pequeño en comparación con
mi pasión. Todo era posible. Yo podía
todo, y no había muro u obstáculo
que no fuera capaz de superar por
ella.
Pasados cuatro meses había
ahorrado lo suficiente para ir a verla.
Comencé a gestionar los papeles, mi
foto del pasaporte, mi visado, un poco
de ropa que no delatara mi modesto
origen y una guitarra. Algo al menos
que no me hiciera olvidar mi país y
mi gente. Ya que estaba dispuesto
a entregarme por completo a
Elisabeth, no quería dejar atrás todo
lo que era.
Tocar la guitarra para mí había sido
como aprender a caminar. Todos los
sábados, cuando mis tíos y primos
se acercaban a la casa encalada de
mi abuela tocaban, bebían, reían
y bailaban hasta que la noche les
envolvía. Aprendí los primeros
acordes en las rodillas de mi tío Juan
y de manera natural la guitarra
se había hecho la compañera de
Flamenco
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 20
aquellas tardes en que languidecía
acordándome de Elisabeth.
Llegó el momento del viaje. Todo
aquél cemento y cristal, los señores
de traje, las pantallas llenas de datos
y yo caminando despacito con pasos
pequeños temiendo caerme en un
abismo en el que podría desaparecer.
Sudaba al pensar que podría
meterme en el avión equivocado,
pero me ayudaron. Madrid―
Londres, Londres―Vancouver.
Vuelo 7650G.
― ¿Tiene usted la tarjeta de
embarque? ―me preguntaron.
― ¿Eh? ¡Ah! Sí, sí…
Me sentía fuera de mi mundo, pero
tenía a Elisabeth en mi mente y en
mi corazón y esto me guiaba. Al
aterrizar no me sentí en otro país,
me sentí en otro planeta. Todo tan
limpio y al mismo tiempo tan frío.
Elisabeth no pudo ir a esperarme así
que cogí un autobús hacia la pensión
que había contratado desde España.
Una vez allí llamé a Elisabeth por
teléfono pero no contestaba. Al día
siguiente fui a la dirección que me
había dado. Tenía tanto frío que
temblaba por el camino. Era una
casa grande en una avenida llena
de árboles sin hojas. Todo estaba
cubierto por una fina capa de hielo.
Toqué el timbre abrazado a mí
mismo y zapateando para espantar
los tiritones.
Pasaronunosminutosinterminables,
escuché unas voces dentro y
finalmente Elisabeth apareció ante
mí. En cuanto vi su cara entendí
todo. El todo es siempre difícil
de explicar, aunque se entiende
rápido. Yo observaba sus ojos y su
rostro, que tantas ganas tenía de
besar, su cuerpo enfundado en un
grueso jersey de lana, su cabello
despeinado… y tenía que contener
el deseo de abrazarla mientras
escuchaba las palabras que salían
de su boca: “Lo siento, perdona,
no quería, no pude, lo lamento, te
pagará mi padre, ahora no tengo
tiempo, fue tan bonito, el próximo
semestre comenzaré la universidad,
no me siento preparada, te tengo
mucho cariño, ahora no estoy lista.”
Me di la vuelta, sin llegar a
franquear las puertas de su
casa. Eso fue todo lo lejos que
llegué. Quedé en el umbral de su
vida, apenas vislumbrando los
frondosos jardines del interior.
Fotografía:YolandaAndrés
Flamenco
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 21
El dolor que sentía me recorría como
una negruzca llama helada, sentía
que en mis venas corrían alfileres y
que el aire helado que respiraba me
asfixiaba. Una vez en la habitación
de la pensión cogí la guitarra y
comencé a tocar. ¿Qué hacer con los
catorce días que me quedaban en
Canadá? Empleé el poco dinero que
me quedaba para comprarme algo
de ropa de abrigo y recorrí las calles
como un alma en pena, sentándome
en las plazas a tocar hasta que se
me entumecían los dedos y debía
continuar mi camino.
Sin planearlo mis pasos me llevaron
alpuerto,alomásparecidoacasaque
me ofrecía el paisaje. Subí por una
calle en cuesta, quería apartarme
de la gente y encontré un lugar
silencioso detrás de unas pistas de
tenis. Entonces, bajo un estoico rayo
de sol saqué mi guitarra y comencé
a tocar pensando en Elisabeth, en su
cuerpo acurrucado junto al mío en
aquella playa. Pensé en sus cartas y
en sus besos. En el peso de su cabeza
en mi regazo y en todos los abrazos
que ya nunca le daría. Ella había
renunciado a mí antes de que pudiera
entregar algo de lo que quería darle
y el dolor hacía que mi música se
elevara como una burbuja que me
rodeaba y me apartaba del mundo.
Debí de tocar bien, y atraje a algunos
de los muchachos que jugaban tenis.
Sin importarme su presencia, cerré
los ojos y seguí tocando, tratando de
apartarme de aquella existencia que
se me antojaba insoportable. ¿Qué le
diría a mi padre? ¿Y a mis amigos? Y
sobre todo ¿Qué hacer ahora? ¿Qué?
Mi pequeño y sudoroso público
aplaudió regocijado en mi dolor. Abrí
entonces los ojos para ver un joven
alto y desgarbado que observaba
desde lejos. Parecía pertenecer a
otro grupo ajeno a los tenistas. Era
simplemente un muchacho que me
había escuchado y se había acercado.
Parecía dividido por el placer que le
daba mi música y la vergüenza por
mezclarse con aquél grupo.
Cuando ellos se cansaron y se
fueron para continuar jugando
él se aproximó y tras un diálogo
rudimentario en francés entendí
que me pedía clases de guitarra. Sin
mucha convicción tomé la dirección
que escribió en un papel y me fui a la
pensión.
Aquella noche tuve claro que quería
morir. Ya no era ni siquiera por
Elisabeth, era por mí. Me había
invadido un profundo cansancio
por la vida. No me sentía con ganas
de seguir existiendo. No deseaba
seguir aquí y fue la mayor de las
convicciones que había tenido. Sin
embargo al día siguiente fui a casa
del chico. Se llamaba Leonard. Vivía
en un barrio modesto no muy lejos de
mi pensión. Le pedí que tocara lo que
supiera. Tenía una bonita guitarra.
No sabía nada.
Tomé su instrumento y lo afiné.
Entonces toqué algo sencillo y dejé
que escuchara algo bien afinado. Su
cara de sorpresa y felicidad me llegó
al corazón. Le devolví su guitarra y
le hice tocar: Era muy malo.
―Je vais montrer les acordes ―le
dije.
Le mostré lo más básico y le
hice practicar un poco. Mejoró
rápidamente, tenía talento. Volví al
Flamenco
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 22
hostal sin saber si vería otro día.
Apreciandoelazulcobaltodelcielo,la
lluvia que empezaba a concentrarse
sobre mí, dándome tiempo para
guarecerme, respetando mi dolor.
El tercer día Leonard sonrió por
primera vez desde que lo había
conocido. Era un muchacho
muy serio. Tuve una extraña
sensación de que cobraba afecto
por mí, pobre chico.
Me sentí intensamente emocionado
cuando dejé su casa ya que era la
última vez que lo vería. Él, para mí,
ya sabía suficiente. No me necesitaba
más.
Llegué con una profunda paz
a mi habitación. Un sobre
me esperaba en el suelo.
Era una carta de Elisabeth.
Me pedía disculpas
por los errores que
había cometido, me
agradecía mi visita
y prometía ir a
verme a
c a s a
el año que
viene. Junto
a la carta
había cuatrocientos
cincuenta dólares
canadienses “todos mis ahorros”
decía. Con eso pensaba compensar
mis gastos.
Dejé su carta doblada sobre la mesa
de noche, llené la bañera de agua
caliente, me introduje en el agua y
me corté las venas.
Al día siguiente nadie llegó a casa
de Leonard. Decepcionado y triste,
me buscó y le dijeron que “le garçon
espagnol est mort”. No sabía nada
de mí, ni de porqué había ido allí, ni
de porqué me había quitado la vida,
pero mucho después se acordaría de
mí y de nuestros acordes.
Flamenco
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 23
Pintura de Antonio Hervás Amezcua
Cristina Cobo Hervás
A veces
siento tu dedo en una herida.
Pero sólo a veces.
A veces
eres un poema inconcluso.
Pero sólo a veces.
A veces
eres el compás que termina en
silencio.
Pero sólo a veces.
Este alma se escapa
gota a gota
por las rendijas de su jarra rota.
Borrosa
Quiero dibujar una espiral
Infinita.
No sé dónde empieza.
Negro sobre papel arrugado,
Se desdibujan los bordes con el agua
Que gotea desde el pelo,
Desde los ojos,
Hacia mi pecho.
Las líneas se ríen de mí.
Escribo en un libro cerrado.
El fraude
No me gusta este vestido.
La cremallera me abrocha
La boca.
Las arrugas
Finas, precisas,
Parecen de otra persona.
Ya no quiero sonreír
Porque no las reconozco.
No mires en el espejo,
Sólo de espaldas.
El perfil no es más que un lado
Y no sé cerrar los ojos.
Orgullosa de mí.
MENTIRA.
Soy un fraude que se arruga.
Poemas, Cristina Cobo Hervás
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 24
La prosa de lo ordinario
Esta es la prosa de lo ordinario. Es el verso de la
tinta sin tiempo. A mi alrededor, las bocas
ladran y el vapor de una máquina ahoga cafés para
vidas amputadas.
Es el tiempo de lo vulgar. De mujeres aisladas de su
propia vida que vaciaron su vientre y que asen con
fuerza un cordón que acaba en nada.
Es el papel que nunca termino, el texto inacabado,
es mi palabra debajo del colchón.
Demasiado cansada, demasiado poco. Sin
tiempo para escribir, sin tiempo para vivir, sin
tiempo.
Las palabras brotan, manchan cada línea,
pero no intentan nada que no sea salir de aquí, salir
de mí, dejarme aún más hueca. Porque tuve un
sueño y pensé que podía escribirlo. Pensé fingir otra
vida y otros cuerpos, y una carga se solapa a otra
mientras pienso.
Quise escribirlo todo y serlo todo. Pero esta
es la prosa de lo ordinario, del café a destiempo, es
la prosa del reloj.
Es la ausencia de las personas sin tiempo.
El libro vacío
Cada pensamiento
va y viene
va y viene.
Ninguno se queda.
Ningún te quiero,
ningún dolor,
ningún amor.
Detrás no hay nada,
o no lo hubo en tu boca
En mi frente flores
frescas,
caricias, promesas,
en mi mente todo pasa.
Detrás no hay nada,
o no lo hubo en tu
cuerpo.
En el mío tu espalda,
tu beso, tu entrada,
en mi cuerpo todo pasa.
¿Cómo empiezo ahora?
¿Cómo olvido?
Si no hay NADA…
Sólo un punto y final.
Y mi libro se queda
tan vacío
tan blanco,
todo por escribir
NADA por recordar.
PINTURA DE ANTONIO HERVÁS AMEZCUA
Cada pensamiento
va y viene
va y viene.
Ninguno se queda.
Ningún te quiero,
ningún dolor,
ningún amor.
CRISTINA COBO HERVÁS
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 25
SHAKUHACHI
Arturo
Mora Rioja
L
as direcciones postales
en Japón no respetan la
estructura occidental que
divide los municipios en
calles y estas en números. En el país
nipón los guarismos representan
edificios dentro de manzanas o
terrenos en áreas rurales. El orden
numérico es el de construcción de
cada bloque, por lo que encontrar
una dirección es una tarea ardua
en ausencia de un plano. Para
complicar aún más la búsqueda, las
indicaciones cartográficas japonesas
no suelen ser fieles a las dimensiones
impuestas por la geografía. Las
instrucciones de localización
impresas en folletos o tarjetas de
visita describen elementos notables
del terreno que hay que identificar
como quien interpreta un mapa
del tesoro –una escalera en curva
hacia la izquierda seguida de un
rascacielos; al girar a la derecha y
cruzar el río se encontrará el destino
tras una pagoda de cuatro alturas.
Atenordelovistoesfácilcomprender
la desesperación de Él1
. Perdido en
un laberinto de calles –algunas sin
nombre–, tampoco podía preguntar
por la dirección a unos transeuntes
1.	Encontrar un nombre adecuado para
un personaje es una labor lenta y
tediosa. Como el Autor no dispone de
mucho tiempo, ha decidido identificar
al protagonista masculino de la historia
de la forma más neutra posible, si bien
dándoleuntoquededistinciónalescribir
en mayúscula la inicial del pronombre,
ahora convertido en nombre de pila
(se equivoca el lector avezado si cree
identificar un guiño a la deidad. El Autor
es ateo y jamás incluiría una referencia
religiosa en sus textos; Dios le libre).
Fotografía:ArturoMoraRioja
Shakuhachi
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 26
que no hablaban inglés –como
buen español, tampoco es que
Él lo dominara2
– y además no
eran capaces de comprender los
caracteres del alfabeto latino que
describían el destino. La ciudad
era distinta a todas las que había
conocido en Europa o América.
Edificios alargados repletos de luces
de neón parecían reírse a su paso.
Ningún interlocutor válido, ningún
punto de referencia. Agudizando el
ingenio, decidió adentrarse en algún
comercio potencialmente atractivo
para turistas. En una amplia avenida
encontró una tienda de productos
artesanales a la que decidió entrar.
A pesar de estar repleta de enseres,
permitía al cliente disfrutar de
un espacio considerable. Él3
se
encaminó hacia el mostrador, donde
le recibió una joven japonesa con
una leve inclinación de cabeza.
Intentó comunicarse con ella en
inglés, pero solo obtuvo respuestas
ininteligibles. Señaló la página de
su agenda donde había apuntado
la dirección. Le ofreció el mapa
que traía impreso. Ella replicaba
con miradas de disculpa. Empezó
a gesticular, agitó violentamente
el plano y, sin darse cuenta, se
encontró alzando la voz ante la
indignación del resto de la clientela.
Su “I’m sorry” se desvaneció como
un susurro en el viento. No entendía.
No le entendían. Agotado, se acercó
2.	Ruego al lector disculpas por este
comentario políticamente incorrecto.
A veces los narradores salen así de
rebeldes. Del mismo modo, espero que
sepan disculpar al otro narrador, al de
la nota al pie de página anterior, que no
me conoce tan bien como presume. De
hecho recomiendo obviar las notas al
pie de página a partir de ahora [N. del
A.].
al ventanal y fijó su vista en
un punto imaginario más allá
de esta urbe cuyo acceso se le
negaba. El orden en las calles,
la ausencia de suciedad y el
comportamiento ejemplar de los
ciudadanos se desplegaron ante su
mirada perdida. Cómo un entorno
tan funcional podía ser a la vez tan
inhóspito. Él4
, la persona más fiable
del mundo, ahogado en un laberinto
incomprensible. Faltaría a su cita.
Nada podía evitarlo.
3.	En este punto el Autor escribió
inicialmente “Nuestro protagonista” en
vez de “Él”. Lo descartó porque pensaba
que sugería un grado de confianza
excesivo con el lector (sí, la a de “Autor”
es mayúscula y la ele de “lector”
minúscula; ese es el orden jerárquico
dominante en la mente de aquél). Por
cierto, la “Nota del Autor” anterior no
es suya, sino mía.
Fotografía:ArturoMoraRioja
Shakuhachi
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 27
La toalla ya tirada, se relajó y alcanzó
cierta paz interna en parte por puro
abandono, pero también gracias al
sonido embaucador de una flauta de
bambú que provenía del fondo de la
tienda. Un anciano de rostro relajado
–¿eldueño?5
–soplabaelinstrumento
con suavidad, profiriendo largas
notas rodeadas de un silencio
aún más expresivo. Él, ahora de
espaldas al ventanal, observaba la
escena con los párpados algo caídos
y los brazos caídos del todo. La
música era lo único que llenaba ese
instante. La música era el instante.
El anciano apartó la flauta de sus
labios pausadamente, miró a Él y,
con gestos reposados, le instó a
acercarse mientras caminaba
hacia la trastienda. Una vez allí,
sirvió sendas tazas de té verde y
se acuclilló6
en el suelo de tatami.
Él, asumiendo la invitación, se
descalzó y acompañó a su anfitrión,
que volvió a enarbolar la flauta de
4.	Nótese que, debido a la holgazanería
del Autor, este “Él” causa ambiguedad
sintáctica, al poder tratarse de un
pronombre o de un nombre propio.
5.	Como buen conservador que soy, y dado
el poder que me otorga mi condición de
narrador principal, esta observación me
parece más que oportuna. Lo normal es
que la mujer joven sea la dependienta y
el hombre anciano el propietario, más
aún en una sociedad tan tradicional
como la japonesa. Espero compartir esta
opinión con mi compañero, el narrador
de los pies de página.
bambú y a emitir esa música que
embelesaba a Él. A ratos el anciano
abandonaba el instrumento para
servir más té; a ratos cerraba
sus ojos y entraba en un estado
meditativo al que arrastraba a su
mudo interlocutor occidental; a
ratos sonreía y hasta reía. Él asentía
y se dejaba llevar. No se puede decir
que estuviera siguiendo la corriente,
porque era esta la que le atrapaba y
le sumía en una forma de interacción
desconocida. Se comunicaban sin
palabras. Pensaban y sentían.
Escuchaban los sonidos. Escuchaban
los silencios. Lo demás no importaba.
Élolvidótodoloaprendido,abandonó
sus mapas, y solo así encontró su
destino.
6.	 Querido lector: me siento avergonzado.
Yo siempre habría escrito “se sentó en
cuclillas” en vez de “se acuclilló”, pero
he perdido por completo el control de
mis narradores. Dado que, no pudiendo
responsabilizarme de la autoría del
texto, me da pavor pensar en cómo
continuará el relato, le suplico que
abandone la lectura en este punto [N.
del A.].
Shakuhachi
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 28
MULTIPLICANDO
Antonio Ballesteros
La multiplicación
es nuestra genuina
esencia matemática.
En alguna curva
de las elipses infinitas
del eterno universo,
nos espera,
alborozado y anhelante
de darnos por fin
un prolongado abrazo,
uno de los luminosos
dobles que nos guían.
Y en este plano febril
de la existencia,
lo que llamamos amor,
no es sino el gozoso
reconocimiento
de dobles que se avienen
en el mar de murmullos silenciosos
de vaporosos ángeles
que nunca necesitan
hablar para entenderse.
Pero cuídate mucho
de encauzar a tu Sombra,
la forma sinuosa de los dobles,
porque a ella también le tienta
la mala costumbre de
multiplicarse.
Multiplicando
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 29
FLYING
BACK
María
Castro Domínguez
L
eft outside in the pouring
rain, I felt very vulnerable.
I used to wait outside
school for hours, the door
closed at five on the dot. My parents
were always the last to pick me. Not
only was I late to be picked up from
school. It was everywhere, parties,
doctors and so on. Hence they
called me the late Castro.
Restlessly I’d spend those
hours inventing stories.
Imagining a life where
I would be the first
everywhere. Where I was
the punctual one and my
parents welcomed me back
like the prodigal son. But
my reality was very different. My
mother usually collected me and
always pressed for time, demanded
I hurry up or else.. I´d be dropped
off outside my house like a burning
parcel, discarded as quickly as
possible without a single word.
So I invented a new collect-me-up-
person. A nanny. I imagined her like
Mary Poppins but darker. She was
late also, but I didn´t care. The wait
was joyous as I anticipated all the
things we would do. She picked
me up and swinging on her
umbrella we´d surf the skies.
After a sugary laden tea she´d
teach me martial arts with
her umbrella. I always
found it difficult
to confront school
bullies.
Of course nothing
extraordinary about this.
I mean how many children invent
stories or secret invisible friends?
But my dilemma took place when I
confided this to a girl, Judy, and she
believed me. Yes, she believed my
nanny would come flying with her
Fotografía:YolandaAndrés
Flying back
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 30
umbrella and all that.
And seriously I even
started to believe it myself.
We´d spend our break together
looking at the sky.
“What does her umbrella look like?”
She´d say.
“Dunno, like
the one in the
movies, you
know. Shiny
and black and
enormous.”
“Does she
come from
here or
t h e r e ? ”
She´d ask
p o i n t i n g
to some shy
clouds.
“Normally from
there.” And I´d
point at some
distant place
above.
S o m e t i m e s
I´d manage
to lure her
away from the flying-nanny topic.
But usually it was impossible. She
was determined to know more.
Day after day we got to know each
other better. In fact we became very
good friends. We´d sit together in
class, play together. She was always
doodling. Drawing cartoons of me
and her, both in school uniforms.
She had a natural flare for it. I would
write stories for her pictures. In a
way we both had a need to create, to
escape into a different universe.
One day she decided to wait with me
after school. I was aghast. Of course
like usual my mother arrived two
hours late. Very disappointed Judy
started crying.
“You said she´d come! I´ll never see
her, never!”
Feeling terrible and foolish, I
explained that my nanny had left,
gone to another family, I no longer
needed her. I could now fend for
myself.
After this we continued being the
best of friends. As the years passed
she realised it was a fantasy,
but never told me. Today
I sometimes mention
this to her, she
laughs but
looks at
me in
a
way….
Flying back
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 31
Gabriella
Mariani
Piano de sueños
entre notas dormidas
vaga el silencio.
Olas de arena
las caricias del viento
mecen la playa.
Piano de sueños
entre notas
dormidas
vaga el silencio.
Peines de lluvia
pétalos despeinados
entre sus gotas.
Cuerdas del alma
la música desnuda
ecos lejanos.
HAIKU 566
HAIKU 545
HAIKU 523
HAIKU 493
Fotografía:CarolinaPérezAlmeida
Haikus, Gabriella Mariani
Fotografía:GabriellaMariani
Fotografía:GabriellaMariani
Fotografía:GabriellaMariani
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 32
MÁGICA
TEMPESTAD
Manuel
Vega
PRÓSPERO.- “Ahora magia no me queda y sólo tengo mis fuerzas, que son
pocas. Si os complace, retenedme aquí, o dejadme ir a Nápoles. Con todo,
si ya el ducado recobro tras perdonar al traidor, no quede hechizado yo
en la isla, y de este encanto libradme con vuestro aplauso. Vuestro
aliento hinche mis velas o fracasará mi idea, que fue agradar. Sin dominio
sobre espíritus o hechizos, me vencerá el desaliento si no me alivia
algún rezo tan sentido que emocione al cielo y excuse errores. Igual que
por pecar rogáis clemencia, libéreme también vuestra indulgencia.”1
Con los brazos abiertos cerró los ojos y se hizo el oscuro, mientras caía el telón.
Losaplausossonaron atronadores.
Se encendieron las luces de la sala
y pudo contemplar a todo aquel
público entregado, en pie, gritando
bravos y silbando entusiasmado.
Saludaba una y otra vez cogido a las
manos de sus compañeros de escena.
Una eléctrica sacudida, transferida
y transmitida al mismo tiempo,
hacía que sus ojos, desbordados,
no quisieran ni pestañear al
encantamiento.
Una vez más inmerso en aquel
éxtasis, en aquel estremecimiento
tan difícil de explicar, pero en el que
necesitaba sumergirse una y otra
vez para seguir vivo. Un sueño tantas
veces vivido pero que, sin embargo,
siempre resultaba igual de mágico,
igual de excitante; un momento
único, repetiblemente irrepetible.
¡Un Shakespeare, nada menos! Por
unas horas la felicidad era suya, y
sabía que podrían robarle cualquier
Fotografía:YolandaAndrés
Mágica tempestad
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 33
cosa, lo que fuera; pero sentía que
nadie lograría arrebatarle jamás esa
emoción.
Después, los
besos, los
abrazos, las
felicitaciones,
los halagos,
unos más
verdaderos
que otros…
Daba igual.
Todo iba
acompañado de un continuo estallido
en su espíritu.
Desde el mismo instante en el que
subió al escenario, su energía,
tan fantástica como el don de su
personaje, no le dejó solo ni un
segundo. Una prodigiosa banda
sonora de instrumentos milagrosos
se había instalado ya en sus sienes.
El silencio se desconvertía, como si
nunca hubiera existido, danzando
de encanto en encanto.
Una vez más inmerso en
aquel éxtasis, en aquel
estremecimiento tan difícil
de explicar, pero en el que
necesitaba sumergirse una y otra
vez para seguir vivo
Durante la cena brindó con una
alegría desmesurada. Entre bocado
y bocado repetía y repetía frases y
momentos del espectáculo, uno tras
otro, sin agotarse, como si su copa
estuviese llena de un nuevo hechizo
vigorizante; un embrujo capaz de
borrar, de un solo trago, el más
mínimo resquicio de infelicidad o
desamparo.
A la puerta del restaurante se
despidió de todos sus compañeros
y amigos y, borracho de pasión,
cogió el coche,
de vuelta a casa.
Las imágenes
se sucedían
una tras otra.
No podía ni
quería librarse
de aquella
excitación. Se
pasó más de un
semáforo en
rojo, absorto en su remembranza.
Si hubieran existido “controles
de euforia emocional”, habría
terminado en el calabozo. ¿Por
qué estaba llorando? le habría
preguntado el policía. A lo que él
hubiese contestado: ¿Se puede
arrestar a alguien por ser feliz?
Al llegar a casa, consciente de su
estado, supo que sería incapaz de
conciliar el sueño. Aparcó y se fue
a caminar por las calles semivacías.
Los instrumentos seguían sonando
sólo para él y quiso gozarlos hasta
la extenuación. Ya no disimulaba.
Percibía perfectamente las miradas
de los pocos transeúntes que se
le cruzaban, girando las caras,
sorprendidos unos y turbados otros.
Él sonreía abiertamente a todos,
sabedor y gozoso de que el encanto
en el que se hallaba podía advertirse
a simple vista.
Siguió su ruta hacia ninguna parte,
negándose a cerrar los ojos. Los
mensajes de WhatsApp fueron
cesando conforme avanzaba la noche
y se percató de que había llegado al
paseo marítimo. Estaba desierto.
Empezaba a refrescar y se abrochó
la chaqueta. Sintió que la libertad
le acariciaba las mejillas. Saltó a la
Mágica tempestad
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 34
arena de la playa. Se tumbó con los
brazos abiertos al firmamento y dijo:
…y de este encanto libradme con vuestro aplauso. Vuestro aliento hinche
mis velas o fracasará mi idea, que fue agradar.
La melodía seguía sonando… mientras la tempestad se llenaba de luz.
1.	 La Tempestad. Epílogo. William Shakespeare.
Fotografía:YolandaAndrés
Mágica tempestad
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 35
IMPUROS
Sergio
Balbotín
IMPURO I
Mientras te penetro lentamente
afuera los cafés
enfrían los inviernos.
IMPURO II
Te he llegado a creer dormida y masturbada en mi bañera
me he llegado a suicidar, me he llegado a tocar en ti.
IMPURO III
Me follaste una noche en tu jardín de estatuas
y luego soplaste un avión que me llevó muy lejos.
No te acuerdas.
Impuros
Poemas pertenecientes a La comisura de las luciérnagas, XXX Premio Cálamo
de poesía erótica organizado por la Sociedad Cultural Gesto (Gijón)
Ilustración:RicardoGonzálezGarcía
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 36
IMPURO IV
Te deseo desde que empezó a girar la tierra.
Mucho antes de convertir palabras en caricias
y hielo en océanos.
Desde que pintaba bisontes persiguiendo tu cuerpo
desnudo en las cuevas de mi corazón.
IMPURO V
El sexo pasado siempre es hermoso,
fugaz pero hermoso.
Mucho más hermoso que todos los caballos salvajes.
IMPURO VI
Tan sólo dos cosas;
el color de tu respiración reflejada en el horizonte
y tus pechos contra el viento haciendo crujir los icebergs.
Poemas pertenecientes a La comisura de las luciérnagas, XXX Premio Cálamo
de poesía erótica organizado por la Sociedad Cultural Gesto (Gijón)
Ilustración:RicardoGonzálezGarcía
Mágica tempestad
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 37
IMPURO VII
Dentro de cada vestido sin tu piel
se muere una estatua rellena de viento.
IMPURO VIII
Tu cuerpo desnudo en mis sueños
enloquece los espejos.
IMPURO IX
La distancia más corta entre dos cuerpos es la mirada.
IMPURO X
¿Qué agua puede esconderme un cometa que
no haya saciado ya entre tus muslos?
Poemas pertenecientes a La comisura de las luciérnagas, XXX Premio Cálamo
de poesía erótica organizado por la Sociedad Cultural Gesto (Gijón)
Ilustración:RicardoGonzálezGarcía
Impuros
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 38
METÁFORA Y MEMORIA
ENSAYOS REUNIDOS DE CYNTHIA OZICK
LA RELEVANCIA DEL ENSAYO
BLOG LITERARIO
DE
MARIANO HORTAL
Mi primer acercamiento a la
norteamericana Cynthia Ozick
ha sido directamente una
confirmación; había pensado en
ir a sus famosos cuentos, pero la
editorial Mar Dulce ha publicado
Metáfora y Memoria.
Ensayos reunidos en
este mismo año y me
parecía una buena
solución, ya que no
es tan extenso para
empezar con la autora.
Como podéis suponer
me ha convencido y
mucho; esta antología
contiene ensayos
que se dividen en
dos grandes grupos:
aquellos relativos a los
temas (cualquier tema
en particular asociado
a la literatura principalmente) y
los que se refieren a los autores
(con reflexiones sobre diferentes
escritores)
Sentía la necesidad de poner algo
sobre ellos y en el horizonte se me
planteabandosposibilidades:porun
lado adoro todo lo relativo a Henry
James que aparece en sus segunda
parte; por el otro un metaensayo
con el que se inicia la antología
llamado Ella:
retrato del ensayo
como cuerpo tibio
donde encontramos
una reflexión
tremendamente
lúcida sobre el
carácter y la forma
del propio género.
Me he decidido por
este último desde
que leí la primera
página:
“UN ENSAYO ES UN PRODUCTO DE
LA IMAGINACIÓN.
Si en un ensayo hay información,
es solo circunstancia, y si hay una
Cynthia Ozick
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 39
opinión, es necesario desconfiar de
ella a largo plazo. Un ensayo genuino
no tiene aplicación educativa,
polémica, ni sociopolítica; es el
movimiento de una mente libre que
juega. Si bien está escrito en prosa,
se halla más cerca en esencia de
la poesía que de cualquier forma
literaria. Al igual que un poema,
un ensayo genuino está hecho de
lenguaje, de personalidad, de un
estado de ánimo, de temperamento,
de agallas, de azar.
Y si hablo de un ensayo genuino es
porque los falsos abundan. Podemos
recurrir aquí al anticuado término
poetastro, aunque indirectamente.
Lo que el poetastro es al poeta –u
aspirante menor-, el artículo es al
ensayo: una imitación consumada
destinada a envejecer pronto. Un
artículo es chisme. Un ensayo es
reflexión y visión interior.”
Ozick reflexiona sobre la esencia
del ensayo y lo equipara con
la poesía distinguiendo entre
ensayos genuinos y ensayos falsos,
abundando desgraciadamente estos
últimos. Es imposible no rendirse
ante la elocuencia de la escritora,
sobre todo cuando compara el
ensayo genuino con el artículo y
define su sentido ontológico en base
a su perdurabilidad y su capacidad
de reflexión. De estas características
es capaz de dilucidar sobre una
casualidad que no había pensado
anteriormente, el poder:
“De modo que el ensayo es antiguo y
variado,peroestoesunlugarcomún.
Hay algo más y es algo todavía más
sorprendente: el poder del ensayo.
Por “poder” me refiero precisamente
a la capacidad de lograr lo que la
fuerza siempre logra: obligarnos a
asentir. No importa que la forma y la
inclinación de un ensayo se opongan
a la coerción o la persuasión ni que
el ensayo tampoco se proponga ni
busque hacernos pensar como su
autor, al menos no abiertamente. Si
un ensayo tiene una “motivación”,
esta se vincula más con la casualidad
y la oportunidad que con la voluntad
aplicada. Un ensayo genuino no es
un tratado doctrinario, un esfuerzo
propagandístico ni una jeremiada.”
En efecto, según lo leía me ocurría
exactamente lo que comentaba
la autora, sentía la necesidad de
asentir; y este asentimiento estaba
en contra de lo que yo pensaba sobre
el género:
“A fin de cuentas, en ensayo es
una fuerza destinada a obtener
un consentimiento. Se apropia del
consentimiento, lo corteja, lo seduce.
Porque durante la breve hora que
nos entregamos a él es seguro
que nos rendiremos, convencidos.
Todo esto ocurrirá aunque estemos
intrínsecamente decididos a
resistirnos.”
El ensayo, según Ozick, no debería
convertirseenuntratadodoctrinario
o propagandístico, más bien,
debería ser esa fuerza destinada a
obtener el consentimiento de sus
lectores que sentirán cómo sus
ideas preestablecidas cambian
ante los argumentos que nos está
mostrando. Para entender aún mejor
sus cualidades, lo contrapone con la
novela:
“La novela tiene la capacidad para
someternos. Suspende nuestra
participación en la sociedad en la
Cynthi Ozick
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 40
que vivimos cada día, de modo tal
que mientras leemos, la olvidamos
por completo. Pero el ensayo no
nos permite olvidar nuestras
sensaciones y opiniones habituales;
hace algo aún más potente: nos
hace negarlas. La autoridad de un
ensayista magistral –la autoridad del
lenguaje sublime y de la observación
íntima- es absoluta.
CUANDO ESTOY CON HAZLITT,
NO CONOZCO MAYOR COMPAÑÍA
QUE LA NATURALEZA. CUANDO
ESTOY CON EMERSON NO CONOZCO
MAYOR SOLEDAD QUE LA
NATURALEZA.”
Mientras la novela nos aliena, nos
aísla de la sociedad, nos somete
al dictado de la ficción; el ensayo
actúa sobre nuestras opiniones y
sensaciones habituales, siempre y
cuandoelensayistaseatanmagistral
que sea capaz de convencernos de
sus argumentos; sí está claro que el
ensayo no nos sustrae de la realidad
que vivimos, más bien nos integra
con ella y nos ilumina sobre temas
de los que no éramos conscientes.
Una vez establecidas estas bases,
da un paso más allá entrando en
la aparente arbitrariedad de los
argumentos, o la dispersión de la que
a veces se le puede culpar y define
varias de sus cualidades:
“Lomaravillosodetodoestoesquede
esta Parente arbitrariedad, de esta
caprichosa dispersión del ver y del
contar, nace un mundo coherente.
Es coherente porque un ensayista
debe ser, después de todo, un artista
y todo artista, cualquier que sea el
medio que utilice, llega a un marco
imaginativo singular y sólido, o
llamémoslo, en menor escala, una
cosmogonía.
Y es dentro de este marco, de esta
obra de arte, donde quedamos
atrapados como peces en una red.
¿Qué nos mantiene atrapados allí?
La autoridad de una voz, el placer -a
veces la ansiedad- de una nueva idea,
de un ángulo insólito, de un trocito de
reminiscencia,deunadicharevelada
o de un susto transmitido. Un ensayo
puede ser el fruto del intelecto o de
la memoria, de la liviandad o del
abatimiento, del bienestar o de la
irritación. Pero siempre hay en
él una cierta quietud, a veces una
suerte de distanciamiento. La furia
y la venganza, creo, pertenecen a la
ficción. El ensayo es más apacible.”
Posiblemente la que más me gusta
es su cualidad de ser apacible,
alejado de la furia y la venganza.
Es la autoridad del narrador la que
nos engancha a un ensayo pero no
lo hace de manera violenta, muy al
contrario, hay una calma inherente a
todo ensayo genuino. El giro final de
la autora, simplemente excepcional,
es atribuir el género femenino
(el del título) al ensayo, toda una
subversión del valor tradicional
asociado a lo masculino, de esta
manera le atribuye características
insospechadas y nos prepara ante
la posibilidad de que el poder se
desplace, nada malo hay en que “ella”
sea el ensayo, importa más que esto
que este ahí, que esté viva, que nos
invite a entrar para sumergirnos en
su autoridad magistral:
“Digamos que no tiene sentido decir
(como lo he hecho repetidamente,
aborreciéndolo cada vez) “el
ensayo”, “un ensayo”. El ensayo –
un ensayo- no es una abstracción;
puede ser una forma femenina
de contornos reconocibles, pero
también muy colorida y con una
Cynthia Ozick
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 41
identidad individual; no es un tipo.
Es demasiado fluida, demasiado
esquiva para ser una categoría.
Puede ser osada, puede ser tímida,
puede confiar en su belleza, en
su inteligencia, en su erotismo
o en su exotismo. Sea cual fuere
su historia, es la protagonista,
la personificación del yo secreto.
Cuando llamamos a su puerta,
nos abre, es una presencia en
el umbral, nos guía de una
sala a la otra; entonces ¿por
qué no deberíamos llamarla
“ella? Puede que en privado
se muestre indiferente a
nosotros, pero no puede ser
más hospitalaria. Por encima
de todo, no es un principio
oculto ni una tesis ni una
construcción: ella está allí, es
una voz viva. Y nos invita a
entrar.”
No sé si he convencido a
alguien para leer a esta
escritora, espero que alguno lo
tenga ya claro; de todos modos
me permito terminar con su
idea de lo que debe ser la meta
de la literatura; nos presenta
la dicotomía universal-particular;
siendo la segunda, la verdadera
definición de lo que busca el
arte literario en la actualidad:
mostrar. reconocer aquello que es
particular:
“Así llegamos, al fin, al pulso y a la
meta de la literatura: rechazar el
borrón de lo “universal”; distinguir
una vida de otra; iluminar la
diversidad; encender la menor
partícula de un ser para mostrar
que es concretamente individual,
diferente de cualquier
otro; narrar, en toda la maravilla
de su singularidad, la santidad
intrínseca de la partícula más
pequeña.
“La literatura es el reconocimiento de lo particular.”
1.	 Los textos vienen de la traducción de Ernesto Montequin de Metáfora y Memoria.
Ensayos reunidos de Cynthia Ozick para la editorial Mar Dulce
http://lecturaylocura.com/metafora-y-memoria
Cynthi Ozick
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 42
EL
RETRATO
CIEGO
Daniel
Palacios
F
ranshua no soportaba
que lo mirasen. Y mucho
menos de aquel modo tan
pedestre. Todos los días
tenía que soportar colas y colas de
curiosos que se paraban frente a él
y hacían todo tipo de comentarios.
Como si realmente entendiesen lo
más mínimo de arte, e incluso, si lo
hacían, como si a él le importase en
absoluto su opinión.
Él ya sabía que era un retrato
augusto e irrepetible, no
necesitaba que aquella recua
de paletos ignorantes viniese a
recordárselo a diario.
En vida, Franshua había sido todo
un caballero, uno de esos personajes
ilustres de alta alcurnia, porte
señorial y modales exquisitos, que
despertaban la admiración de todo
el qué lo rodeaba. Pero de todas sus
cualidades, de la que más orgulloso
se había sentido siempre, era, sin
duda alguna, de su semblante.
Aquella pronunciada barbilla tildada
conaquelhoyuelotanvaronil,eranel
aderezoperfectodeunasmandíbulas
prominentes y masculinas, que
no hacían más que realzar la
fuerza de una mirada penetrante
y misteriosa, similar a un abismo
insondable del que una vez dentro,
no se podría escapar... o al menos
eso se repetía él durante las largas e
interminables jornadas que pasaba
contemplándose en el espejo. Eso
sí, cada día en un espejo diferente,
Fotografía:YolandaAndrés
El retrato ciego
Fotografía:YolandaAndrés
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 43
pues Franshua pensaba que no había
nada más vulgar que repetir espejo.
Por ello, el día que aquel rostro sin
mácula dibujó los primeros síntomas
de esa trágica enfermedad conocida
como “vejez”, Franshua decidió
que un señor como él no podía irse
de este mundo sin antes dejar algo
para la posteridad.. Otros grandes
personajes de la historia habían
aportado su granito de arena, así que
él debía también contribuir con un
legado para la humanidad, algo que
las generaciones futuras pudiesen
recordar durante siglos; pensó
mucho al respecto, hasta decidir que
se inmortalizaría a sí mismo a través
de su retrato.
Laidealehabíaparecidomaravillosa.
La inmortalidad de la que disfrutaría
desde su retrato le permitiría verse
cada día reflejado en un sin fin de
espejos diferentes; todas y cada
una de las pupilas de la cohorte de
personajes ilustres que sin duda
irían cada día a contemplarlo, y al
mismo tiempo daría a todos aquellos
rostros menos afortunados la
oportunidad de deleitarse, al menos
durante un instante, de aquella isla
de perfección. .
Perolascosasnofueronexactamente
como él había esperado, Franshua
adoraba el modo en que él se veía a
sí mismo, pero verse reflejado en los
ojos de los demás era muy diferente.
Resultaba, y él odiaba aquella
palabra, vulgar. La mayoría de sus
voyeurs no tenían la delicadeza
artística para admirar la perfección
en sus matices de la que tanto se
enorgullecía. Había incluso quien se
atrevía a criticar tal o cual aspecto;
pero sin duda los peores eran los
que lo miraban con indiferencia.
¡Como le gustaría sacarles los ojos
a todos! En alguna ocasión lo había
llegado a intentar, había sacado
momentáneamenteunbrazoatravés
del lienzo, tratando de extirpar de
cuajo los globos oculares de aquellos
ignorantes que no sabían darles el
uso apropiado. Pero el vigilante del
museo siempre intervenía a tiempo,
salvando a los desafortunados
mirones y propinando una buena
regañina a Franshua.
Aquella situación parecía no
tener arreglo, y Franshua estaba
empezando a entrar en una
profunda depresión. Pero un
buen día consiguió sustraerle el
borrador a un estudiante de arte
que se paseaba despistado por el
museo, y antes de que el
vigilante p u d i e s e
intervenir, se borró los ojos.
Desde entonces, Franshua, nunca
más ha podido verse a sí mismo,
pero al menos, tampoco tiene que
soportar el modo en que le miran
los demás.
El retrato ciego
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 44
LA CHICA
DE LA
MIRADA
VIOLETA
Anabella
Giménez
N
o sabría precisar cuándo
sus ojos se encontraron por
primera vez. Lo cierto es
que ya hace mucho, mucho
tiempo, se ha convertido en un
hábito, no, más que un hábito,
una necesidad. Cada día, Alice se
sube en el metro a la misma hora
y por la misma puerta, segura de
que encontrará una fugaz, aunque
cálida, mirada. Tan intensa como
breve, porque su dueño abandona el
compartimento en el que ella entra
cada día para llegar a su trabajo,
rutinario y monótono como su vida.
Es curioso cómo una sola mirada
puede cambiar las cosas. La tenue
llama de la esperanza, que ella creía
extinta, se aviva cuando se abre la
puerta, y aunque ya no es una niña,
siente cómo su corazón se acelera
ante la sola idea de volver a ver sus
ojos. A veces se pregunta si él sentirá
lo mismo. En los mejores días, está
convencida de que él también la
espera, que necesita tanto como ella
ese momento. En los peores, se dice
‘Deja de soñar, Alice. Estas
cosas no le pasan a la gente
como tú’.
Hoy ha escogido ponerse el vestido
malva de mariposas que guardaba
en el fondo de su armario, tan
arrinconado como sus ilusiones.
Lo compró para una ocasión
especial que nunca llegó. Se lo pone
frente al espejo, observándose
meticulosamente, contoneándose
coqueta. Sí, definitivamente realza el
color de sus ojos. Se suelta el cabello
despacio y la asaltan las dudas, ¿la
reconocerá? Ella siempre va con
vaqueros y camisetas oscuras, y con
el pelo recogido en una coleta… no,
está bien, quiere que esta vez sea
Fotografía:YolandaAndrés
La chica de la mirada violeta
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 45
distinto.
Quizá no suba hoy al vagón,
tal vez lo espere en el andén
y hasta le dirija la palabra.
¿Quién sabe si…y…oh no…!
¡las 16:30!
Coge las llaves y el bolso y baja las
escaleras de casa de dos en dos, no
puede llegar tarde, hoy no.
Hallovido.Cuandollegaalaestación
el andén está casi vacío. Tan solo
aquellos que, como ella, llegaron
tarde al tren de las 16:30. La puerta
que tanto deseaba ver abrirse se
había cerrado, y el vagón se perdía
lentamente en la distancia. Hoy se
quedó sin su dosis, su antídoto contra
la poquedad que sufre. No puede
evitar sentir una losa en su corazón,
aunque sabe que mañana se volverá
a abrir esa puerta. Camina cabizbaja,
el suelo está húmedo, igual que sus
ojos. De pronto ve algo al borde
de la plataforma, como un sobre
pisoteado. Lo recoge y lo abre con un
poco de vergüenza, como si estuviera
asomándose indiscretamente por la
ventana de alguien. Es un disco con
una dedicatoria:
A la chica de la mirada
violeta.
Fotografía:YolandaAndrés
La chica de la mirada violeta
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 46
ECO (BETA)
Bárbara
Nur
Ferrante
Grité al vacío arrancada a las cuerdas para que tú me oyeras
- Las gotas sobre el cristal del ático
resbalan como la miel. ¿Qué pasaría
si yo me dejara deslizar así? Qué
suavidad, sería tan dulce al fin
descansar, sin nada más que decir,
sin otra lágrima que alimente el lago
de la desesperanza -Musitaba Klara
en un momento de pausa abrazada a
su cómplice.
Tomó el último trozo de resina.
- Tendré que ir a comprar más a la
tienda del señor Vogel. Pero eso será
mañana, sí, tal vez mañana.
Frotando la crin de su arco, con
un vaivén que recordaba al de una
delicada caricia, sensual, como
quien roza el cabello de un amante
tras haber probado su sabor, cuando
aún vibra su gemido susurrante al
oído, y ya no hay un tú, ni un yo,
sino dunas que se entremezclan y se
alejan donde uno siempre se pierde,
y lo desea. Sus piernas apretaron
el cuerpo suave, la piel en caricia
al bosque; en melodía impetuosa al
ascua casi extinguida de la noche.
La humedad de la pluma llenó de
risas la partitura, de llantos, gritos
ahogados que sólo la música puede
expresar a la vez, con la libertad de
quien se sabe la locura.
Aquel invierno había esculpido
caramelos de hielo en las fachadas
de las casas. Eran tan suaves, tan
parecidos a encontrarse en una
cueva ancestral en la que uno puede
hablar consigo mismo y con su eco.
Klara había terminado, al menos lo
que necesitaba decir quedó plasmado
entre algunas notas. Se lo dedicaba
a él, como todas las cosas, como sus
movimientos, como respirar. El chelo
ardía entre sus piernas mojadas de
sudor, por aquello que por fin había
logrado dar a luz, pues una mujer
necesita crear desde sus entrañas, y
hacer nacer, siempre viva, siempre
dándose. Primero quiso abrazarlo,
llevarlo consigo, convertirse en
viento entre
Eco (Beta)
Ilustración:BárbaraNurFerrante
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 47
s u s
cuerdas y
p e n e t r a r
en los
sonidos, en
los murmullos,
en las gargantas y en
los pechos de los amantes.
Lo dejó caer,
primero a él,
después iría
ella. Observó
la luz que
atravesaba
los trozos de
hielo, parecían cristales
hechos por un artesano que
se había obsesionado con formas
que le recordaban a un instrumento
musical del que había olvidado el
nombre. Un farolero terminaba de
alumbrar la última de las calles,
nunca había visto la ciudad desde
tan arriba, donde los tejados
parecían conformar una
dimensión escondida en
la que poder habitar.
Recordó el olor a
chocolate de
las pastas
de su
pueblo de Colonia, y la sonrisa de su madre, y el reloj de bolsillo de su padre,
cuando jugaba a escondérselo y él la reñía por ello haciéndole cosquillas con
su frondoso bigote en el cuello hasta que las risas inundaban toda la casa. Y los
gritos de los cerdos, y cómo sonaba el cuello de las gallinas al partirse, y el tío
Klaus, que por las noches la hacía visitas en su cuarto mientras todos dormían.
Ilustración:BárbaraNurFerrante
Eco (Beta)
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 48
(DES)OBEDIENCIA
TARDÍA Victoria
Arenas
N
o salir, no salir. Nos
dijeron que no debemos
salir, pero aquí no hay
espacio, está oscuro.
Somos muchos. No sé por dónde es,
que entran más y más de nosotros.
No se cabe. No se puede estar más
apretado. Golpes, codazos, hedor;
estamos hacinados. No me toques.
No me roces. No salir, no salir.
Grito. Pero ni yo mismo entiendo lo
que pido, ni sé contra quien blasfemo.
¿Quién nos acoge aquí?
¿De qué están hechas estas
paredes viscosas?
Resbalo mi alma por su superficie,
resbala mi aliento entre los
huecos de otros entes iguales
a mí. No salir, no salir.
Pero¿porqué?Nosdijeronque
no deberíamos salir porque
fuera había una amenaza.
¿Acaso aquí estamos a
salvo? ¿Acaso aquí hay
esperanzas de algo, sino es
para ver cómo morimos
aplastados? Algunos de
los nuestros ya se han
quitado la vida. Con sus afiladas
garras rasgaron su abdomen,
sacaron sus vísceras negras hechas
de filamentos de desesperación
y silencios. Convivimos con sus
despojos putrefactos.
No puedo más –¿quién me sigue?–.
Mássilencio.Abrolabocaparavolver
a gritar, pero esta vez mi voz se queda
dentro. Está dentro de mí. Intento
que salga el aliento. Imposible.
Jadeo. Tanteo con mis manos mi
pecho. ¡Está abierto! Me doy cuenta
en ese momento de que estoy vacío.
Toco el calor de mis fluidos internos,
pero mis manos solo encuentran
una cavidad hueca. No
tengo tráquea, ni
Fotografía:YolandaAndrés
FOTOGRAFÍA:YOLANDAANDRÉS
Desobediencia tardía
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 49
pulmones, ni corazón. ¡Mi vacío
es físico y real! ¡No tengo voz, y es
algo definitivo! Así
descubro que estoy
aislado hasta de los
míos. No salir, no
salir. Sé que fuera
me tratarán mejor.
¡Me han robado
las entrañas! ¿Qué
mal puede haber
fuera que me haga
más daño que
perderlo todo? La
piel que me cubre
era la coraza que
debía proteger
el resto. Ya no la
quiero para nada.
No me sirve. No
tengo nada que
guardar.
Todavía conservo
los ojos. El oído.
Vuelvo a escuchar
la voz que antaño
nos dijo que no
saliéramos. Ahora
dice como en un
eco antiguo:
“¡No salgáis!
Fuera sólo
hay un mundo
contaminado por un baile de
máscaras diabólicas. ¡Aquí estáis
a salvo, hijos míos!”
Pero ¿quién habla? ¿De dónde
procede esa voz? ¿Será de algún
ser divino de los que
hablan los libros?
Si es así, ¿de cuál?
Hay decenas de
dioses, ¿quién es
el que nos habla?
Obedezco desde
niño a esta voz,
sin cuestionarme
su origen, ni sus
intenciones.
Un zumbido, un
alarido… la nave
viscosa y oscura en
la que viajamos se
agita violentamente.
Algo frío y afilado
pasa por mi lado.
Me rasga el brazo.
Siento el calor de la
sangre que chorrea.
Así pierdo lo único
que conservaba.
Silencio, gritos. Gritos.
Y silencio.
Fotografía: Ana Estrada
Desobediencia tardía
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 50
uando el viernes, tras una
breve ducha y un café mac-
chiato, al fin tuvo la novela
en sus manos, supo que aquella no-
che sería solo para ellos.
Desde que había decidido leerla, apenas el
trasiego de la semana,las inevitables compras
de última hora y alguna visita inoportuna
(que despachó sin esforzarse en parecer
amable), habían postergado su encuentro. A
solas con ella, por fin, ese velo de irrealidad
que llaman realidad había caído.
Cogió la novela y desprendió con las uñas
la película que velaba, como un sucinto
encaje de transparencias, la cubierta de
la nueva edición. Unos segundos en sus
manos le bastaron para percibir el
equilibrado gramaje de la tapa, su
densidad precisa, que no caía
en las trampas de la rigidez
ni en la muelle flacidez de
otras ediciones. Bajo el
halógeno del comedor abrió
el libro y hojeó con meditada
parsimonia el inicio. Los
titulares, la cifrada dedicatoria
(cuyas iniciales ignoró), ese otro
libro dentro del libro que es el prefacio, le
supusieron un agradable preámbulo. La luz
que se desprendía del papel en esas primeras
páginas, de exiguas palabras, evocó ante él
la imagen de un paisaje nocturno tras las
primeras nieves. Bajo esa luz invernal, las
letras se le antojaron las huellas dispersas de
un lobo solitario.
Se acomodó en el sofá y dejó que su cuerpo
recrease en torno a ellos su propia intimidad.
Luego no pudo –no quiso– esperar más y
buscó con impaciencia el inicio de la historia.
Como había previsto, del libro se
alzaba un perfume almizclado a
tinta y pegamento,a simiente de
papel;un aroma denso y dulzón,
un olor que atravesó sus poros
hasta adentrarse en su sangre,
como esos venenos a los que
basta el contacto con la piel para
penetrar en el flujo sanguíneo.
Fue como si se adueñase de él una
Rafael
García
Foto:RafaelGarcía
EL BIBLIÓFILO
Bajo esa luz invernal, las letras se le an-
tojaron las huellas dispersas de un lobo
solitario.
Fotografía:RafaelGarcía
Fotografía: Rafael García
El bibliófilo
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 51
punzante lascivia. Su cuerpo se tensó y
sus manos abrieron aún más el volumen,
empujándolo con una vehemencia ancestral,
con el gesto del hombre que separa con
tosca delicadeza las piernas de la amada. La
novela abierta pareció dejarse hacer, sumisa
y obediente bajo su envite, echando hacia
atrás su cuerpo, mostrando sin recato alguno
la superficie desnuda de su alma de papel.
Al roce de sus yemas experimentó un leve
temblor, como un chasquido, que parecía
provenir del centro mismo de la página.
Se detuvo, diciéndose –diciéndole: «No, aún
no».
En un ritual que repetía desde su primera
lectura, muchos años atrás, pronunció las
primeras palabras de la historia en voz alta,
como quien invoca una presencia. Sentía
que, de alguna manera, la novela había de
regresar a la vida a través de él. Si el escritor
era un demiurgo, el lector había de aspirar
a ser uno con la obra, por imperfecta
que fuese. Leyéndola, pronunciándola,
la convocaba, la encarnaba, como esos
personajes de Bradbury que se convertían
en libros a fuerza de recitarlos. Mientras
leía el texto, notó el dócil cuerpo de los
fonemas conformándose en su garganta,
deslizándose lúbricamente sobre el
tobogán de su paladar, cómo a cada frase
leída el verbo se hacía carne. Captó el
sabor salino de las sílabas en los receptores
de su lengua, jugó a subir y bajar la
entonación, del susurro al gemido, enfatizando
ciertas palabras que intuyó excitarían su deseo,
mientras el texto iba y venía de sus pupilas a sus
papilas, con la sinuosa y húmeda cadencia del
placer humano.
«Aún no», se murmuró –le murmuró.
Era un lector de fondos, pero no desdeñaba
por ello las vanidades de la forma. Se
recreó en los vocablos, en el significante
sin significado. Para él, si en el rostro de
la literatura la sonrisa era el significado, el
significante eran los labios. Cómo disfrutar
del beso profundo de la literatura sin
ellos. Recorrió con sus dedos la esbelta
tipografía, una variedad de Garamond que
desconocía y cuya sutileza en los remates
halagó su sensibilidad, como si la novela
hubiera elegido una lencería exclusiva, una
que solo él sabría apreciar, únicamente
por complacerle. A su provocador regalo
respondió con recíproca entrega. Extendió
los dedos y acarició fugazmente los senos de
las emes,el escote de las uves,demorándose
luego en el monte de Venus de la ípsilon.
Curioso, se dijo, que la única conjunción
con forma de pubis fuese la copulativa.
«Ahora. ¡Ven!», le dijo –se dijo.
La cogió de la mano y la condujo hasta su
cama. Allí gozó de cada página de la novela
una y otra vez, con la sublime intensidad de
los amantes furtivos, hasta que horas más
tarde los sorprendió en su lecho, exhaustos,
el previsible amanecer. Las manos del
hombre se hundían entre las páginas como
quien hunde sus manos en el cabello de su
amada; como si aun dormido continuara,
sueño adentro, acariciando palabras.
Al roce de sus yemas experimentó un
leve temblor, como un chasquido, que
parecía provenir del centro mismo de la
página.
Fotografía:RafaelGarcía
Fotografía:RafaelGarcía
El bibliófilo
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 52
Anna
Gavilà
LIFE
ON
MARS
e aburría. Se llamaba Eva
Sinclair, y tenía el pelo tan
desordenado y rizado como
las ideas. Miraba por la ventana por
si aparecía algún personaje interesante,
alguna historia que mereciese haber
vivido el día y su pena. Era como
una estrella que se hacía la dormida,
esperando el sabor de sus próximas
lágrimas.
Yo también. No. Yo no me llamaba
Eva Sinclair, y no lloraba. Yo era Dave.
Simplemente Dave. David Jones, pero eso
no sería siempre así.Yo también me aburría,
quería decir. Desde mi ventana podía ver la
suya. Imaginaba sus piernas interminables,
que acababan siempre en zapatos de hebilla,
color manzana de caramelo, colgando desde
el alféizar.
Vivíamos en un barrio residencial. A la
hora en que nosotros buscábamos alimento
para nuestros sueños y buceábamos entre
las nubes, los demás seguían hipnotizados
delante de los televisores o los tocadiscos.
Nadie tintaba las nubes de azúcar y canela
como Eva quería. Nadie, tampoco, lanzaba
un rayo fulminante que nos abriese las
mentes de una vez,como yo había imaginado
tantas veces. Nadie escuchaba a Patti Smith
ni leía a la generación Beat. Sólo nosotros
dos permanecíamos en esa ensoñación de
un mundo menos gris.
Decían en las noticias que los planetas
estaban a punto de alinearse, pero no decían
cuáles. Las chicas de primer curso en la
universidad estaban muy interesadas en la
astrología. Yo era capricornio, pues nací,
y también, curiosamente, morí en enero.
Luego descubriría que Eva era una aries.
Fantaseé con un día en que pudiésemos ir a
ver marte y venus juntos, y tal vez entonces
podría pedir su mano. Desde mi posición,
Ilustración:CandelaTorres
Life on Mars
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 53
ella me parecía una galaxia muy lejana,
inalcanzable. Lo era.
Supongo que estaba deseando
independizarse.Demomentovagabundeaba
por el universo de su habitación.La pantalla
de su televisor parpadeaba tanto como sus
ojos bicolores. Peleas falsas, nauseabundos
intercambios polisémicos, los absurdos
noticiarios. Ya habíamos conquistado la
luna, o eso nos habían hecho creer. Yo
también quería visitar otros planetas, y
acercarme a otros satélites. Los cambios
eran vertiginosos, pero no parecían
afectarnos mucho. Sus discos de los Beatles,
los de Eva, se amontonaban en estanterías
repletas de vinilos polvorientos. Ya no los
escuchaba. Nadie en su casa lo hacía. Tal
vez la chica esperaba algo mejor: un toque
de glamour, unas letras que hablasen de ella
mirando por la ventana, desenredándose su
cabello dorado rojizo, o de presenciar una
pelea multitudinaria en un bar, pero sin
implicarse.
Una tarde me acerqué.Le ofrecí un cigarrillo
y sonreí. Se lo guardó en el bolsillo, y la
sonrisa también. Le vi hacerlo. Me habló
de que estaba comprometida. Llevaba un
anillo barato, oxidado, que le apretaba
bastante. Se lo quitaba en presencia de sus
padres, decía. Eran muy conservadores y
pensaban que ella era demasiado joven para
tener novio. Yo también pensaba que ella
era demasiado joven, y también demasiado
bonita para tener novio y que el novio no
fuese yo. Él le había dicho que el nombre de
ella desanudaba los ecos de sus ruinas. Eso
era mucho, pensaba ella, aunque lo había
interpretado en clave sexual. Me hubiese
gustado decirle que ante el amor todos nos
convertimos en poetas, pero me pareció
trivial, pues ya alguien lo dijo antes que yo,
y yo no estaba aquí para repetir, sino para
transformar.
No hablaba mucho,pero le gustaba escuchar.
Tal vez porque no había mucho más que
hacer. A veces respondía y, con frecuencia,
preguntaba sin poner mucho interés en lo
que yo contestaba. Yo me sentaba junto a
ella, y como si fuésemos niños distraídos
que no saben a qué jugar, a veces nos
quedábamos quietos en el cómodo silencio
que sólo comparten los personajes como
nosotros.
Esa primera tarde, sorprendidos, nos
quedamos mirando aquella puesta de
sol descolorida. Fue allí donde nuestras
atmósferas conectaron. Suspiramos
pensando en el sueño americano, o en un
viaje a Ibiza. Ella iría con su prometido.
Se bañarían en aguas turquesas y harían el
amor bajo la luna. Los Pink Floyd habían
estado allí, componiendo un par de temas
y fumando hierba. Que si tenía hierba.
Aunque yo estaba seguro de que ella no
fumaba y también de que nunca había hecho
el amor y de que su prometido no la quería.
Me guardé esa carta para otra tarde, la de la
hierba, porque ella era para visitarla por la
tarde. Era entonces cuando el sol se filtraba
mejor en nuestra calle, dándonos el aspecto
de una fotografía abandonada porque
nadie querría ya volver a mirarla. El color
sepia, el color del olvido. Y allí estábamos,
dejando que el tiempo nos llenase de huecos
en nuestros vacíos contemporáneos, tan
similares.
Hablando de cartas, se me ocurrió decirle
que era un gran conocedor del tarot de
Alastair Crowley. Sus ojos relampaguearon.
Era entonces cuando el sol se filtraba
mejor en nuestra calle, dándonos el
aspecto de una fotografía abandonada
porque nadie querría ya volver a mirar-
la. El color sepia, el color del olvido.
Life on Mars
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 54
Sí, estaba prometida, pero también se
aburría,y yo era un buen jugador.Le prometí
que le haría una lectura personal, pero que
a cambio ella tendría que invitarme a un
helado. Negoció que mejor un batido, y eso
lo apunté para una próxima canción.
Aún no le había dicho que yo era músico.
Retrasaba el momento casi con placer. Sé
que ella se había dado cuenta de que mis ojos
eran bicolores como los suyos, y de que mis
botas de plataforma tenían también el color
de las manzanas de caramelo. Pero lo que
más nos unía era ese inmenso aburrimiento
y nuestro peculiar modo de compartirlo.
Llegaban noticias multicolores, promesas
de vida nueva y sueños intergalácticos,
pero nosotros estaríamos siempre tristes y
el verano se nos antojaría demasiado largo
como para estar haciéndonos guiños desde
el tejado de nuestras respectivas casas.
A Eva le gustaban los cómics. Yo tenía
una colección estupenda y fantaseaba con
leerla juntos y hacernos cosquillas que
pudiesenterminar en algo más. Había
empezado a dibujar algunos bocetos de sus
piernas colgando del alféizar, pero no me
atrevíaaenseñárselos.“Estoycomprometida,
recuerda.”– Decía siempre. También
podíamos hablar de poesía francesa. Yo
había leído a los simbolistas, ella adoraba a
Char y a Jaccottet.
* * *
UNA TARDE FUIMOS AL CINE. NO RECUERDO
EL TÍTULO DE LA PELÍCULA. Creo que ella
tampoco. Lloró en una de las escenas. Dijo
que no era nada, que le había parecido muy
aburrida.Yo sólo pude decirle que la invitaba
a tomar algodón de azúcar, sumándome a
su aburrimiento. Hubiese deseado pintarla.
La luz de la tarde bordaba su falda azul
marino en encajes psicodélicos. Su cabello
era como hilos plateados de un mar muy
quieto, capaz de reflejar todas las estrellas
nocturnas.Llevaba los zapatos de siempre,y
su anillo de compromiso. Su lengua rosada
se fundía con el algodón pegajoso. Y yo, yo
me humedecía los labios pensando en mil
maneras de acercarme a su cuello y descubrir
nuevos sabores en ese azúcar de jazmín, tan
blanco.
Debía ser cuidadoso en mis maniobras de
aproximación y aterrizaje, pues sé de buena
tinta que si nos acercamos demasiado la
chica se enamora. Y cuando eso ocurre, hay
Ilustración:ArielRohner
Life on Mars
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 55
que salir huyendo y dejarla con
sus lágrimas para no extinguir
el proceso creativo musical.
Sentados, en el parque,
comentamos el guion de
aquella película.Ella quería
ser guionista.Tenía buenas
ideas, decía. Además su
prometido era escritor. Poeta,
según ella. Seguro que podían
hacer algo juntos. Él la ayudaría.
Querían irse a vivir a América.
Allí todo saldría bien.
—Si pudieras viajar en el tiempo,
¿a dónde irías? —Preguntó.	
—Probablemente al futuro. —
Le dije. No sé. Llegaría hasta
mil novecientos ochenta y cuatro
al menos. Seguro que los coches ya no
existirán y nos desplazaremos en naves
espaciales.
—¿Crees que desaparecerán las bicicletas?
—Preguntó, con expresión lánguida,
bajando la mirada.
Tomé su mano, y ella la soltó rápidamente.
—Eva, las bicicletas no desaparecerán
nunca. Nunca, ¿entiendes? —Le dije,
consolándola. Parecía a punto de llorar.
Pude verla en su bicicleta roja, en unas
vacaciones en el campo, sentada de lado
mientras su prometido,Tom, la llevaba por
un camino encharcado, bajo unos árboles
frondosos que iban desprendiéndose de sus
hojas y anticipando un triste otoño.
—Promételo, David. Promételo. Promete
que no desaparecerán las bicicletas. —
Insistió.
Se lo prometí, y quise darle un beso,
pero miré su anillo oxidado, el anillo de
compromiso, y me contuve.
—Dave, ¿tú crees que hay
vida en Marte? —Preguntó.
—¿Que si hay vida en
Marte? Claro que sí. Allí
los suelos son de color
manzana caramelo. Nos
costaría caminar, porque
no nos veríamos los pies.
Los discos de John Lennon
estarían prohibidos, y el
único modo de transporte
sería la bicicleta.—
Mientras le decía esto, me
permití tomar un mechón
de su cabello.
* * *
TENÍA EL PELO REVUELTO.
A VECES LA IMAGINABA
LLORANDO, EMPAPANDO LA
ALMOHADA. A veces la soñaba junto al
teléfonoquenosonaba.Yoleíalosperiódicos
buscando el anuncio de su boda, que nunca
sucedía. Necesitaban tiempo, había dicho
ella. No quería hacerle daño, habría dicho
él, seguramente. Siempre decíamos eso
cuando dejábamos de interesarnos.
Tenía el pelo revuelto, pero yo quería
revolverlo un poco más. Y después,
desenredarla. Eva estaba llena de canciones
por escribir y estaban todas en su pelo.
Sólo necesitaba que me dejase acercarme
un poco más a ella, absorberla tan sólo un
poco más.
—Dave, si hubiese vida en Marte, ¿me
llevarías contigo? —Dijo Eva. Le caían
gruesas lágrimas de sus ojos bicolores.
—Si hubiese vida en Marte, yo te llevaría
conmigo, Eva. —Sequé esas lágrimas con
mis pulgares tibios y le di un beso en la
frente. Eva sonrió.
Ilustración:MayaVericadGavilà
Life on Mars
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 56
Una tarde la echaron de casa. Estaba
sentada en la acera porque me esperaba.
Los calcetines hasta la rodilla no escondían
su piel blanca bajo la falda. Estaba llorando
bajo un libro, bajo un parasol de barro, bajo
un sueño que se hundía en la arena. No
había llamadas. Su amigo no aparecía por
ningún lado. Todo esto ella no me lo había
dicho, pero yo ya lo sabía.
Me senté a su lado. Apoyó su cabeza en
mi hombro. No nos importaba manchar
nuestra ropa londinense en las húmedas
aceras. Ya lo sabíamos todo de estas calles.
Ya nos habíamos aburrido suficientemente
de los demás.
—No me gusta el nuevo disco de Lennon.—
Dijo como excusa para su llanto.
—Ni a mí, Eva. —Contesté. Aunque ni
siquiera lo había escuchado. Había gastado
casi toda mi asignación en cigarrillos. Y en
la baraja del tarot,el de Crowley,claro, en el
mercadillo de segunda mano. Parecía nuevo.
Le gustaría.
Quería protegerla. En mi casa había
demasiado ruido. No era el mejor lugar
para salvarla. Pensé que podíamos ir al
piso de Terry. No caía lejos, y él nos dejaría
quedarnos. Busqué en los bolsillos de mi
abrigo azul marino. Aún tenía algunas
monedas para comprar leche y cereales. Eva
debía ser de esas chicas que sólo comían
leche y cereales. Y alguna vez, manzanas de
caramelo y algodón de azúcar.
—¿Te gustan los cereales para el desayuno?
—Pregunté,intentando calmarla.La ayudé a
levantarse y nos fuimos hacia el apartamento
de mi hermano.Eva me dejó coger su mano,
como si me hiciese un precioso regalo. Al
llegarescuchamosaTerrytocandounodesus
solos de saxo. Eva apretó mi mano con más
fuerza. Le gustaba la música. Yo aún no le
había dicho mi profesión.Seguía retrasando
la idea de contárselo. Ella, por el contrario,
me había contado que era estudiante de arte
y que estaba siguiendo un curso de escritura
creativa. Allí había conocido a ese chico. Sí,
ya sé que su prometido era poeta, pero a mí
también se me podía dar bien escribir si me
enamoraba un poco más. Yo había leído a
los grandes. Algún día, incluso, me atrevería
con T.S. Eliot y La tierra baldía.
Necesitaban tiempo, había dicho ella.
No quería hacerle daño, habría dicho
él, seguramente. Siempre decíamos eso
cuando dejábamos de interesarnos.
Esperamos a queTerry acabase de tocar para
llamar al timbre.No queríamos interrumpir.
Le gustó verme con una chica. Una chica
con buen aspecto, quise decir. Sonrió,
pero fue bastante discreto. Ella lo miraba
entusiasmada, aplaudía. Terry hizo una
pequeña reverencia y nos dejó pasar al salón.
Parecía tranquilo. Eva miraba poco a poco,
como a sorbos.Nos sentamos en el sofá rojo,
con Terry, y encendimos cigarrillos juntos.
La habitación se llenó rápidamente de
humo.Eva tosió.No fumaba,sólo quería ser
Ilustración:MayaVericadGavilà
Life on Mars
beatsbury Número 2 - Enero 2017
Página 57
e d u c a d a .
Terry dijo
que podíamos
quedarnos en
la habitación
que usaba como
estudio. Había
un sofá cama
bastante cómodo.
Hice un gesto
nervioso con la
cabeza que él no
supo interpretar.
—Yo dormiré aquí, en el salón,
Terry. —Dije, finalmente.
Eva se rio y yo no entendí su risa. Al caer la
noche salimos a la terraza con unos vasos de
licor.
—Mañana te llevaré al ensayo. —Me atreví
a decir. No pareció sorprenderse mucho,
ni preguntó qué tipo de ensayo, pero ya no
estaba aburrida.
—¿Tienes pesadillas a veces, Dave? —Me
preguntó.
—De niño soñaba con ratones. Como en ese
cuento…
—¿El flautista de Hammelin?
—Sí, pero muchísimos más. Cientos de ellos.
Miles de ellos.
—¿Como si trazásemos una línea desde el
Mediterráneo hasta el frío norte?
—Algo así. ¿Y tú, con qué sueñas?
—Sueño con que estoy en el cine y siempre
proyectan la misma película.
—Es que siempre es la misma. La que vimos
la otra tarde. Sólo hay esa.
—Sueño con que Tom
desaparece.
—¿Tom? ¿Es… algún
actor, un personaje de
una canción, de un
cómic?
—Es un poeta. —
Contestó Eva.
Ya no pregunté más.
Tom era su prometido,
y la película en la que
desaparecía era la que ella
veía todos los días desde la ventana de su
vida.Tom ya no la quería, pero ella siempre le
esperaba. Por eso pasaba todas las tardes bajo
aquella ventana, con sus piernas colgando.
Algún día, pensaba ella. Algún día.
Sopló una brisa ligera que nos despegó un
poco el calor del verano.Me fijé en que uno de
los tirantes de su camiseta se deslizaba por su
esbelto hombro. Bajó la mirada, y luego posó
sus ojos bicolores en los míos, que también
lo eran. Se escuchaban risas, se escuchaban
nuevas canciones. Alguien tecleaba en una
máquina de escribir unos versos que nunca
terminaba y que no le llevaban al lugar que
soñaba.
Eva bebió de un trago todo lo que quedaba
en su vaso y entonces me besó. Fue un beso
inocente, espontáneo. No significaba nada.
Sólo gratitud.Conmigo,pensé, no se aburriría
nunca, y eso podía gustarle.
No sucedió nuestra noche. Eva se levantó
para ir al baño y se marchó, dejando un
rastro de música en el perfume de su cabello
enmarañado. Terry me miró y yo sólo pude
encogerme de hombros y seguir fumando y
canturreando el resto de la noche.
—Ven, siéntate al piano. Toquemos algo,
Dave.
Ilustración: Maya Vericad Gavilà
Life on Mars
Beatsbury Número 2 - Enero 2017
Beatsbury Número 2 - Enero 2017
Beatsbury Número 2 - Enero 2017
Beatsbury Número 2 - Enero 2017

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

24 poetas latinoamericanos
24 poetas latinoamericanos24 poetas latinoamericanos
24 poetas latinoamericanosJuan Martinez
 
CON LA FUERZA DE MIS VERSOS
CON LA FUERZA DE MIS VERSOSCON LA FUERZA DE MIS VERSOS
CON LA FUERZA DE MIS VERSOSJuan Martinez
 
Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009
Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009
Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009SaborArtistico
 
Borges jorge luis poemas varios word
Borges jorge luis  poemas varios  wordBorges jorge luis  poemas varios  word
Borges jorge luis poemas varios wordEdith Cerbino
 
Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...
Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...
Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...Enrique Posada
 
Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008
Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008
Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008guillow
 
Mis poemas Israel Rojas De Rosas
Mis poemas Israel Rojas De RosasMis poemas Israel Rojas De Rosas
Mis poemas Israel Rojas De RosasIsrael Rojas Der's
 
200 Poemas de Amor
200 Poemas de Amor200 Poemas de Amor
200 Poemas de AmorN/A
 
El amornoseacabacuandotevas
El amornoseacabacuandotevasEl amornoseacabacuandotevas
El amornoseacabacuandotevasC0razonanorexic
 
13 de septiembre niños héroes (poemas)
13 de septiembre   niños héroes (poemas)13 de septiembre   niños héroes (poemas)
13 de septiembre niños héroes (poemas)Arcelia Herrera
 
Poemes s jordi 12
Poemes s jordi 12Poemes s jordi 12
Poemes s jordi 12m_carpio
 

La actualidad más candente (20)

24 poetas latinoamericanos
24 poetas latinoamericanos24 poetas latinoamericanos
24 poetas latinoamericanos
 
Poemas
PoemasPoemas
Poemas
 
CON LA FUERZA DE MIS VERSOS
CON LA FUERZA DE MIS VERSOSCON LA FUERZA DE MIS VERSOS
CON LA FUERZA DE MIS VERSOS
 
Libro de poemas juveniles
Libro de poemas juvenilesLibro de poemas juveniles
Libro de poemas juveniles
 
Miguel Hernández
Miguel HernándezMiguel Hernández
Miguel Hernández
 
Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009
Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009
Sabor Artístico, La Revista - Nº 15 - Octubre, 2009
 
Borges jorge luis poemas varios word
Borges jorge luis  poemas varios  wordBorges jorge luis  poemas varios  word
Borges jorge luis poemas varios word
 
Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...
Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...
Ojos soñadores y despiertos - Volumne 1 de Los poemas del grupo de Poemas y E...
 
Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008
Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008
Poesias De Ismael Enrique Arciniegas 2008
 
Hernandez
HernandezHernandez
Hernandez
 
Mis poemas Israel Rojas De Rosas
Mis poemas Israel Rojas De RosasMis poemas Israel Rojas De Rosas
Mis poemas Israel Rojas De Rosas
 
200 Poemas de Amor
200 Poemas de Amor200 Poemas de Amor
200 Poemas de Amor
 
Poemas con famosos 2010
Poemas con famosos   2010Poemas con famosos   2010
Poemas con famosos 2010
 
El amornoseacabacuandotevas
El amornoseacabacuandotevasEl amornoseacabacuandotevas
El amornoseacabacuandotevas
 
Federico garcía lorca poemas
Federico garcía lorca   poemasFederico garcía lorca   poemas
Federico garcía lorca poemas
 
Homenaje Neruda y arte
Homenaje Neruda y arteHomenaje Neruda y arte
Homenaje Neruda y arte
 
13 de septiembre niños héroes (poemas)
13 de septiembre   niños héroes (poemas)13 de septiembre   niños héroes (poemas)
13 de septiembre niños héroes (poemas)
 
Poemas letras
Poemas letras Poemas letras
Poemas letras
 
Número 2 terminado
Número 2 terminadoNúmero 2 terminado
Número 2 terminado
 
Poemes s jordi 12
Poemes s jordi 12Poemes s jordi 12
Poemes s jordi 12
 

Destacado

Precious Strawberry Tayag - Resume (linkedin)
Precious Strawberry Tayag -    Resume (linkedin)Precious Strawberry Tayag -    Resume (linkedin)
Precious Strawberry Tayag - Resume (linkedin)Precious Strawberry Tayag
 
MOL Group HSE Management System
MOL Group HSE Management SystemMOL Group HSE Management System
MOL Group HSE Management SystemPeter Varga
 
3Com 3C16491-US
3Com 3C16491-US3Com 3C16491-US
3Com 3C16491-USsavomir
 
проект школьный музей
проект школьный музей проект школьный музей
проект школьный музей alena2277
 
سيرة ذاتية جديدة عمر
سيرة ذاتية جديدة عمرسيرة ذاتية جديدة عمر
سيرة ذاتية جديدة عمرOMER ELMUSALAMI
 
33º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_15
33º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_1533º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_15
33º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_15SINTE Regional
 
IBA_HRMC Course Material
 IBA_HRMC Course Material IBA_HRMC Course Material
IBA_HRMC Course MaterialDilshad Hossain
 
PLD report Dec-16
PLD report Dec-16PLD report Dec-16
PLD report Dec-16Prateek Rai
 
IBA_HRMC Course Material
 IBA_HRMC Course Material IBA_HRMC Course Material
IBA_HRMC Course MaterialDilshad Hossain
 
15th January 2017 -Your Faith has made you well
15th January 2017 -Your Faith has made you well15th January 2017 -Your Faith has made you well
15th January 2017 -Your Faith has made you wellThorn Group Pvt Ltd
 
Cкульптура как вид изобразительного искусства
Cкульптура как вид изобразительного искусства   Cкульптура как вид изобразительного искусства
Cкульптура как вид изобразительного искусства galinakap
 

Destacado (17)

Precious Strawberry Tayag - Resume (linkedin)
Precious Strawberry Tayag -    Resume (linkedin)Precious Strawberry Tayag -    Resume (linkedin)
Precious Strawberry Tayag - Resume (linkedin)
 
Cando petan.... samuel
Cando petan.... samuelCando petan.... samuel
Cando petan.... samuel
 
Cando petan pola noite b
Cando petan pola noite bCando petan pola noite b
Cando petan pola noite b
 
O segredo de marco polo
O segredo de marco poloO segredo de marco polo
O segredo de marco polo
 
MOL Group HSE Management System
MOL Group HSE Management SystemMOL Group HSE Management System
MOL Group HSE Management System
 
3Com 3C16491-US
3Com 3C16491-US3Com 3C16491-US
3Com 3C16491-US
 
проект школьный музей
проект школьный музей проект школьный музей
проект школьный музей
 
Amol lawankar
Amol  lawankarAmol  lawankar
Amol lawankar
 
سيرة ذاتية جديدة عمر
سيرة ذاتية جديدة عمرسيرة ذاتية جديدة عمر
سيرة ذاتية جديدة عمر
 
33º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_15
33º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_1533º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_15
33º Congresso Nacional CNTE_boletim_dia_15
 
Vaibhav ppt
Vaibhav pptVaibhav ppt
Vaibhav ppt
 
IBA_HRMC Course Material
 IBA_HRMC Course Material IBA_HRMC Course Material
IBA_HRMC Course Material
 
PLD report Dec-16
PLD report Dec-16PLD report Dec-16
PLD report Dec-16
 
IBA_HRMC Course Material
 IBA_HRMC Course Material IBA_HRMC Course Material
IBA_HRMC Course Material
 
Janaina Tschape
Janaina TschapeJanaina Tschape
Janaina Tschape
 
15th January 2017 -Your Faith has made you well
15th January 2017 -Your Faith has made you well15th January 2017 -Your Faith has made you well
15th January 2017 -Your Faith has made you well
 
Cкульптура как вид изобразительного искусства
Cкульптура как вид изобразительного искусства   Cкульптура как вид изобразительного искусства
Cкульптура как вид изобразительного искусства
 

Similar a Beatsbury Número 2 - Enero 2017 (20)

Mi OxíGeno
Mi OxíGenoMi OxíGeno
Mi OxíGeno
 
Poemas de mi Biblioteca
Poemas de mi BibliotecaPoemas de mi Biblioteca
Poemas de mi Biblioteca
 
La Cosa Misma. Número 1
La Cosa Misma. Número 1La Cosa Misma. Número 1
La Cosa Misma. Número 1
 
Poemas duermevela
Poemas duermevelaPoemas duermevela
Poemas duermevela
 
15 Poemas de escritores Salvadoreños
15 Poemas de escritores Salvadoreños15 Poemas de escritores Salvadoreños
15 Poemas de escritores Salvadoreños
 
Lázaro+me..
Lázaro+me..Lázaro+me..
Lázaro+me..
 
Poesía chilena
Poesía chilenaPoesía chilena
Poesía chilena
 
Asi fue como vivimos
Asi fue como vivimosAsi fue como vivimos
Asi fue como vivimos
 
Revista 14
Revista 14Revista 14
Revista 14
 
Revista-Homenaje a Mario Benedetti - Sabor Artistico
Revista-Homenaje a Mario Benedetti - Sabor ArtisticoRevista-Homenaje a Mario Benedetti - Sabor Artistico
Revista-Homenaje a Mario Benedetti - Sabor Artistico
 
Tren - Rafael Bejarano
Tren - Rafael BejaranoTren - Rafael Bejarano
Tren - Rafael Bejarano
 
Germinación..pdf
Germinación..pdfGerminación..pdf
Germinación..pdf
 
Germinación..pdf
Germinación..pdfGerminación..pdf
Germinación..pdf
 
RosalíA De Castro Pilardela Paz
RosalíA De Castro Pilardela PazRosalíA De Castro Pilardela Paz
RosalíA De Castro Pilardela Paz
 
RosalíA De Castro Pilardela Paz
RosalíA De Castro Pilardela PazRosalíA De Castro Pilardela Paz
RosalíA De Castro Pilardela Paz
 
Antologia pacheco
Antologia pachecoAntologia pacheco
Antologia pacheco
 
Llanto numero 2
Llanto numero 2Llanto numero 2
Llanto numero 2
 
Prog Odgers Edicion06
Prog Odgers Edicion06Prog Odgers Edicion06
Prog Odgers Edicion06
 
Cantos de amores
Cantos de amoresCantos de amores
Cantos de amores
 
RSA2 - Sabor Artístico - La Revista - Nº 2 - Septiembre 2008
RSA2 - Sabor Artístico - La Revista - Nº 2 - Septiembre 2008RSA2 - Sabor Artístico - La Revista - Nº 2 - Septiembre 2008
RSA2 - Sabor Artístico - La Revista - Nº 2 - Septiembre 2008
 

Último

andrea arriojas afiche didactico, historia 4
andrea arriojas afiche didactico, historia 4andrea arriojas afiche didactico, historia 4
andrea arriojas afiche didactico, historia 4Andrea11166
 
METODO CIENTIFICO 2024..................
METODO CIENTIFICO 2024..................METODO CIENTIFICO 2024..................
METODO CIENTIFICO 2024..................CelinChauca
 
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitectura
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitecturaTrabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitectura
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitecturaccastilloojeda12
 
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdfAntigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdfVictoria867681
 
"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...
"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g..."Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...
"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...dnmxd1213
 
CATALOGO PILOT que contiene muchas cosas
CATALOGO PILOT que contiene muchas cosasCATALOGO PILOT que contiene muchas cosas
CATALOGO PILOT que contiene muchas cosasMichelACruzSolano
 
Cartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdf
Cartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdfCartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdf
Cartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdfsheylayaninaagurtofa1
 
GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---
GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---
GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---YurleyFlorez5
 
LA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptx
LA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptxLA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptx
LA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptxJuankLerma
 
PORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdf
PORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdfPORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdf
PORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdfYeniferGarcia36
 
Nuestro Libro de aventuras película up.pdf
Nuestro Libro de aventuras película up.pdfNuestro Libro de aventuras película up.pdf
Nuestro Libro de aventuras película up.pdfmalvarado8
 
La Importancia de la Universidad como Institución Social.pdf
La Importancia de la Universidad como Institución Social.pdfLa Importancia de la Universidad como Institución Social.pdf
La Importancia de la Universidad como Institución Social.pdfloquendo1901
 
Trbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptx
Trbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptxTrbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptx
Trbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptxlorenita0682
 
Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...
Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...
Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...CarlosMelgarejo25
 
CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptxCERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptxMaikelPereira1
 
Mapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptx
Mapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptxMapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptx
Mapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptxMaraMilagrosBarrosMa
 
Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...
Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...
Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIFILIPPI
 
Informe-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.e
Informe-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.eInforme-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.e
Informe-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.eyonayker10
 
Semana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdf
Semana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdfSemana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdf
Semana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdfromaldonolascorojas1
 
Arquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptx
Arquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptxArquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptx
Arquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptxAdriannDiaz
 

Último (20)

andrea arriojas afiche didactico, historia 4
andrea arriojas afiche didactico, historia 4andrea arriojas afiche didactico, historia 4
andrea arriojas afiche didactico, historia 4
 
METODO CIENTIFICO 2024..................
METODO CIENTIFICO 2024..................METODO CIENTIFICO 2024..................
METODO CIENTIFICO 2024..................
 
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitectura
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitecturaTrabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitectura
Trabajo historia sobre el Renacimiento en la arquitectura
 
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdfAntigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
 
"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...
"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g..."Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...
"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...
 
CATALOGO PILOT que contiene muchas cosas
CATALOGO PILOT que contiene muchas cosasCATALOGO PILOT que contiene muchas cosas
CATALOGO PILOT que contiene muchas cosas
 
Cartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdf
Cartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdfCartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdf
Cartilla de bienvenida a la comunidad educativa para el reinicio de clases.pdf
 
GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---
GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---
GUARDIANES VIRTUALES guia metodologica---
 
LA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptx
LA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptxLA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptx
LA DANZA PROCESO DE LA VIDA Y EL CUERPO.pptx
 
PORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdf
PORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdfPORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdf
PORTA SUCULENTAS POR EL DÍA DEL MAESTROS # 1.pdf
 
Nuestro Libro de aventuras película up.pdf
Nuestro Libro de aventuras película up.pdfNuestro Libro de aventuras película up.pdf
Nuestro Libro de aventuras película up.pdf
 
La Importancia de la Universidad como Institución Social.pdf
La Importancia de la Universidad como Institución Social.pdfLa Importancia de la Universidad como Institución Social.pdf
La Importancia de la Universidad como Institución Social.pdf
 
Trbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptx
Trbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptxTrbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptx
Trbajo de Sociales, ecosistemas terrestres.pptx
 
Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...
Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...
Relato Bélico sobre la Guerra entre los paises sudamericanos Bolivia y Paragu...
 
CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptxCERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
 
Mapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptx
Mapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptxMapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptx
Mapa-conceptual-de-la-Primera-Guerra-Mundial.pptx
 
Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...
Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...
Artes/ObrasMaestras del siglo XVI - tiempos BY: CLAUDIA GINGLIONA RAMÍREZ DIF...
 
Informe-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.e
Informe-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.eInforme-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.e
Informe-RQ-2021-A4_compressed.pdf.sjjjas.e
 
Semana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdf
Semana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdfSemana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdf
Semana 3 - Bases de Datos Avanzadas - Big Data - Sesion 3.pdf
 
Arquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptx
Arquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptxArquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptx
Arquitectura renacentista - Adriánn Díaz 30.118.599.pptx
 

Beatsbury Número 2 - Enero 2017

  • 1. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 1
  • 2. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 2 Cianómetro, poema conjunto.................................................................4 Cianómetro, poema conjunto......................................................................................4 La Negra, de Sergio Gozzi...........................................................................................7 Tu rostro en cinco actos y un epílogo, de Alfonso Calvo.......................................9 Amor incondicional, de Antonio Ballesteros..........................................................10 Vacío, de Bárbara Nur Ferrante...............................................................................11 Su pequeña María, de Ana María Martínez...........................................................12 Hasta el final, de Anabella Giménez........................................................................17 Flamenco, de Claudio Valdivia..................................................................................18 Poemario inconcluso, de Cristina Cobo Hervás.....................................................23 Shakuhachi, de Arturo Mora Rioja..........................................................................25 Multiplicando, de Antonio Ballesteros....................................................................28 Flying back, de María Castro Domínguez...............................................................29 Haikus, de Gabriella Mariani....................................................................................31 Mágica tempestad, de Manuel Vega.........................................................................32 Impuros, de Sergio Balbotín......................................................................................35 Cynthia Ozick, de Mariano Hortal...........................................................................38 El retrato ciego, de Daniel Palacios.........................................................................42 La chica de la mirada violeta, de Anabella Giménez.............................................44 Eco (Beta), de Bárbara Nur Ferrante.....................................................................46 (Des)obediencia tardía, de Victoria Arenas...........................................................48 El bibliófilo, de Rafael García....................................................................................50 Life on Mars, de Anna Gavilà...................................................................................52 Agradecimientos.........................................................................................................60 MAQUETACIÓN:SERGIOGOZZIVALLEJO RAFAELGARCÍAMARCO
  • 3. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 3 Muchos no saben escribir. Pero sus letras ya fueron escritas hace mucho tiempo. Muchos no saben leer. Pero sus letras ya fueron leídas y vividas hace demasiado tiempo. Sus cuerpos están marcados por cada letra de la historia. Segundas letras nunca fueron buenas. Letras escondidas. Ocultadas por las tintas de dedos férreos. Letras prohibidas. Quemadas por los fuegos de la intransigencia. Letras femeninas. Silenciadas por los cánones de la tradición. Letras olvidadas. Relegadas al abismo de la inexistencia. Letras vagabundas. Caminadoras de una tierra, en busca de una garganta que las pronuncie. Y entre todas ellas surgirá una rebelde, disidente, discordante. Dispuesta a alzar la voz. Una voz solista que destaque entre un coro inhábil de voces átonas. Una voz ne- gra entre voces blancas. Una voz cantada, rasgada, impetuosa. Una voz nacida para leer, no para ser leída. Los músicos afinarán sus instrumentos para protegerla. Entonces habrá llegado por fin la armonía a la tierra. Sergio Gozzi N V h X
  • 4. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 4 CIANÓMETRO Corre el azul de la noche en espiral para abrazar la eternidad Sin importar el ritmo vertiginoso de un tiempo que decanta En azul cobalto del cielo que acoge tu círculo infinito. Y, atrapados en su iris de luz Que guarda tus cincuenta y tres modos de cantar En afinaciones añiles que perfilan este temblor Me brotan sin quemar chispas que no se consumen Y provocan destellos sobre el rumor del mar Desvelado de aquello que mirar no puedo. Tiemblo Y sólo deseo que cruces mi atmósfera y derrames, azul Destilado este color, dolor acantilado Roca, sima, quebrada, anegado En los abismos a tu caricia Al silencio que erosionas de celestes. Perdernos hasta tus labios De delicados encajes rasgados, recogidos en la tormenta Azul que quieres reflejarte en la arena y te responde el mar De impacientes anzuelos y azulejos Ecos de una inmensidad Ajena a mí, tal vez espuma a ti Quebrando tu inmediata acuarela acuática inesperada Canícula transgresora que hierve en nocturnas aflicciones ¿Manas acaso, o trasciendes del horizonte tu trono? Brotas y asolas la corriente suspensiva de cuaresmas Tú comenzaste, entrégate ahora a mi rugido Comprime tus horas en festín de husos A una alada nocturna. Ilustración:ArielRohnerGavilà Cianómetro
  • 5. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 5 No te huyo, te recibo Suave ancla de arenas movedizas Aprende y prende este oleaje en tu carta de navegación Arriba a mi puerto De heridas que se han vuelto orilla. Conozco la caída y el vacío Ya me pierdo, la corriente es mi destino No te recuerdo, la piel azul marino He orzado a tu laberinto de atardeceres Dejando atrás tu enciclopedia de nimiedades Y sólo me calienta El fuego ardiente de mis naves rotas La locura incierta de mis manos inadecuadas De mis penas y flagelos, inútiles dentelladas A la inocencia que aún nos queda Condenada y redimida por un verso Escrito al aire de tus cielos Ya transluce el arpegio de tu alma Ad-verso al naufragio de tu firmamento El arquero que irisando nubes Despeina los mares que surca tu canción no escrita Y sangra su flecha en el terroso costado de Anteo Que un antes a la pupila su lupa una lágrima Asomaba incandescente en armas de vuelos templados Iridiscente mana hasta mis manos Con las que acomodo su último sueño Amainado como la penumbra quejumbrosa del hierro clandestino Herrumbre ingrata que espanto Besando tempestades. ¡Tiembla, yunque! Grito Enemistando temblores, quebrando sortilegios Ilustración:MayaVericadGavilà Cianómetro
  • 6. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 6 POEMA CONJUNTO Responde a la forja que te amansa Perfora el pétalo que te define Y besa la hoja Y planta la fibra que enquista el fonema Y duerme mis labios, o cierra mis ojos Ahuyenta la mortaja de escondrijos inconexos O mátame y dime de tu carta: ¿Soy el azul, o soy el negro? Corta el océano, tiembla el pulso amarrado de los mapas Detén el tiempo y llévame en tus brazos Dentro. Anna Gavilà Arturo Mora Rioja Bárbara Nur Ferrante Claudio Valdivia Sandra Ruiz Victoria Arenas Ilustración:MayaVericadGavilà Cianómetro
  • 7. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 7 LA NEGRA Sergio Gozzi La Negra L a Negra se despertó en medio de la noche. Sus ojos azabaches se confundían con el negro que sujetaba las estrellas en el cielo. Decía que le enamoraba la noche porque se iba cada día sin llegar a abandonarla, porque le pertenecía sin ser suya del todo, porque era más fácil perderse para volverse a encontrar. Su negritud se escondía entre las sombras blancas y se perdía entre sueños lúcidos llenos de irrealidad. Decía que la noche sanaba las heridas de la luz del día. Era romántica hasta el amanecer, después los primeros rayos del día llenaban de silencio sus palabras. Su cabello negro como el carbón del fogón que encendía cada mañana. Lo hacía para mantener vivo el calor de la noche. Allí, en medio de la nada, entre cuatro paredes de adobe rajado y reseco por el viento y el sol, calentaba el café cada mañana desde tiempos inmemoriales, tanto que ya nadie recordaba el lugar sin la Negra. La Negra hacía el café y el café hacía a la Negra. Le daba vida. La misma vida que luego entregaba a la noche. La misma vida que entregaba a cada campesino del cafetal. El café de la Negra era parte del jornal diario. Más de uno se lo gastaba allí entero escondidos entre las sombras blancas de la noche. Los jornaleros eran todos tan negros como la Negra. Todos se decían Negro uno al otro, pero siempre sabían a quien estaban nombrando. Los negros pueden reconocer tantas negritudes como Negros hay en el mundo. Y la negra les despertaba con los mismitos granos de café que ellos, con sus manos habían recolectado. Así el ciclo de la vida comenzaba una y otra vez. Grano, manos, sombras, estrellas, elixires y nuevamente los granos de café. Se cree que las plantas alimentan sus raíces con el néctar sagrado de la Negra y que por eso unas no pueden vivir sin Fotografía:SergioGozzi
  • 8. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 8 la otra, ni la otra sin las unas. Los espíritus se alimentan mutuamente en estas tierras. Así ha sido desde que la primera Negra dio de beber de su elixir a estas tierras y de su unión nació el cafetal. Por eso el café siempre se beberá negro. En honor a la Negra que lo parió. Y de paridades hablando, apareció una mañana un hombre blanco, flaco como la espiga, huesudo hasta doler del hambre que traía consigo. Nadie sabe cómo llegó hasta allí. Dicen los espíritus que quien está pa´juntarse, por mucho que se alejen, la tierra es redonda pa´volverlos a rejuntar. Porque sabe Dios que no haya Negro de estas tierras que no haya intentado arrejuntarse con la Negra. Pero Dios es caprichoso y estipuló en el contrato que este baile sólo uno lo podía bailar, que esas manos sólo las podrían sujetar unas manos blancas como la luna. El día que el Flaco llegó, la Negra entendió porque siempre levantaba sus manos a las estrellas. Coincidían en sus diferencias, tan distintos que parecían iguales. Nadie supo ni nadie preguntó de dónde venía el Flaco. Aquí no se hacían esas preguntas. Simplemente no se hacían preguntas. Tampoco hubo respuestas. Si la tierra los había juntado no hacía falta más nada. La Negra enseñó al Flaco los secretos del café, sus aromas, sus esencias. También los secretos de la noche. Las estrellas dejaban las huellas de su historia escritas en su piel. El Flaco y la Negra engordaron por necesidad ya que piel blanda borra los recuerdos. Y el cafetal se fue extendiendo cosecha tras cosecha. Y al Flaco se le fue oscureciendo la piel teñido por el café y por la Negra. Y los inviernos dieron paso a los veranos, para volver otra vez el invierno. Y la tierra siguió nutriéndose del elixir de la Negra y la Negra, del Flaco; y el Flaco, del café; y el café, de la sombra de la noche; y la sombra de la noche, de la blancura de las manos del Flaco; y las manos del Flaco, del grano de café que engordaba su piel. De lo que pasó con la piel de la Negra y el Flaco, mejor lo cuento otro día. La Negra
  • 9. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 9 TU ROSTRO EN CINCO ACTOS Y UN EPÍLOGO I Hay un campo de trigo agitándose en tu mejilla derecha II Ahí, en esa línea u oquedad, improbable, remota, imprevisible que queda entre tus labios, llueve. III En tu ojo izquierdo, un colibrí verde esmeralda hace cabriolas alrededor de una flor blanca. Una gota de rocío cae, parece un milagro. IV Las gaviotas se disputan el aire que moldea el acantilado de tu cuello. Un helecho amarillo se descuelga de un saliente. V Un glaciar se estremece entre tu pelo negro; las noches de luna llena se puede ver cómo rompe sobre tus hombros. Epílogo Saborear el fruto hasta desarmarlo, pleno de raíz, palpitando… …y rendirme a lo vivo. Alfonso Calvo Fotografá:YolandaAndrés Tu rostro en cinco actos y un epílogo
  • 10. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 10 AMOR INCONDICIONAL Antonio Ballesteros Estaba dispuesto a acabar con aquella relación que no le aportaba otra cosa que silencios. Hizo dos intentos serios de despedirse de ella. La primera vez, la muchacha ni siquiera volvió la espalda cuando él comenzó su discurso. La segunda, se quedó arrobada, contemplándolo mientras hablaba, con una bella e irresistible sonrisa en el rostro. Aquel gesto le conmovió hasta las lágrimas, y decidió compartir con ella su vida para siempre. No fue resignación, sino amor incondicional más allá de las palabras. Es lo que tiene enamorarse de una sorda sin tener ni puñetera idea de lenguajes de signos. Fotografía:YolandaAndrés Amor incondicional
  • 11. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 11 VACÍO Bárbara Nur Ferrante Vacío al alma en la nada oscura, consciente, alerta, aún respira y suspira sin voz, su luz al aliento. Arde al abrazo de nieve. Inmóvil. Mirada a lo imposible vida mía. Íncuba de cristal, crisálida umbilical unida matriz máquina a la creencia torturante. Parpadea una vez sí, dos no. Convertida al acero, al uno, la serie comunica desconectando al techo un cuerpo. Cuadro blanco pintado al sueño, que es un vuelo, y un salto, tal vez un después al silencio… Fotografía:MaribelDíaz Vacío
  • 12. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 12 SU PEQUEÑA MARÍA Ana María Martínez su pequeña María le gustaba robar. Era un hecho. Lo había visto con sus propios ojos. Si alguien lo hubiera insinuado siquiera habría sido capaz de matar a esa persona. Pero en realidad nadie hubiese pensado jamás algo así de su pequeña María a no ser que como Jose Luis, su marido, en efecto la hubieran visto también con sus propios ojos y era seguro que se habrían quedado casi tan perplejos como él. Jose Luis y María llevaban casados más de tres años. Ambos procedían de familias destruidas. Cuando se encontraron sus almas rotas se ensamblaron sin más. Pero a Jose Luis nunca dejaría de sorprenderle que una mujer tan linda y delicada como su pequeña María se hubiera conformado con un bruto como él. Era menuda y algo llenita, muy rubia y con unos rizos apretados que siempre peinaba primorosamente. A menudo la llamaba mi dulce Doris Day. Le gustaba pensar que eran un matrimonio diferente, como sacados de una película de los años cincuenta. Era cierto que María era muy dulce y tan tímida que se ponía colorada si le prestaban atención más de una milésima de segundo; que siempre le dejaba a él que hablara en público, y tan cariñosa y responsable que al menos una veintena de familias la hubieran elegido sin dudarlo para dejarle a sus hijos si a ellos les ocurriera algo. Era una hormiguita rubia, formal y quizás a algunos podía parecerles algo aburrida. Todo esto era verdad, pero Jose Luis sabía que también tenía una parcelita juguetona que lo volvía loco. A Ilustración:AnaMaríaMartínez Su pequeña María
  • 13. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 13 María desde el principio de su matrimonio cuando se iban a la cama, se apretujaba a su lado con un libro en las manos y le decía: “Jose Luis, ¿quiéres que te lea un poco?”. Él sería un bruto a veces, pero enseguida se dio cuenta de que ella al leerle esperaba una reacción por su parte. Llegaría incluso a sentirse muy orgulloso de sí mismo al ver lo bien que interpretaba todo lo que su María le leía Por ejemplo, cuando le leyó el fragmento del libro Trenes rigurosamente vigilaos, de Bohumil Hrabal en el que uno de los trabajadores de la estación le estampaba sellos en el trasero a la telegrafista, provocó que al día siguiente regresara a casa con un sello y llenara el propio trasero de María con estrellitas de tinta azul. Coleccionaban lecturas comunes como quien colecciona fotografías de viajes de enamorados. Y claro, tenían sus preferidas. Como la instantánea obtenida tras la lectura de un cuento de D.H. Lawrence, La media blanca, cuyo recuerdo a ambos les causaba unaespecialturbación.Enesecuento de celos por más vueltas que le daba no encontraba la pista de lo que ella quería. Una noche, en el sillón del salón, mientras se balanceaba en su regazo con sus regordetas piernas sobre los mullidos brazos de tela, creyó haber dado de pronto con lo que ella esperaba y parando un tanto el balanceo se quedó mirándola fijamente a los ojos y le espetó: “mi pequeña putilla”. Ella se puso tan colorada como si toda la sangre de su cuerpo se hubiera trasladado por entero a su cara, como si toda la sangre de todos sus antepasados se hubiese asomado a su rostro de golpe. Jose Luis, se sintió de pronto aterrorizado. Le entraron las dudas, “tal vez no era esto lo que esperaba. Con lo que la quería y respetaba qué iba a pensar de él”. Pero entonces ella muy lentamente reanudó el balanceo y una sutil sonrisa borró el temor de Jose Luis. Sí, su María no era tan formal y aburrida como algunos podían pensar. Pero de eso a que se hubiera convertido en una delincuente… Durante un tiempo Jose Luis observó que estaba algo triste. A veces cuando llegaba a casa del trabajo la encontraba encogida en el sofá con las luces apagadas y ella siempre le pedía que las dejara así. “¿Te ocurre algo, pequeña?”. “No, no te preocupes tan solo me duele un poco la cabeza”. Pero él sabía que algo iba mal. Un día le dijo que sus sueños se le iban alejando cada vez más. “Es como si hubiera estado observando unos pájaros durante horas y al caer la tarde se retiraran a descansar y ya no supiera cuáles he estado mirando entre tantos, y quisiera distinguirlos al día siguiente y me fuera imposible. Una gran inquietud me sobrecoge, mis recuerdos y mis sueños posados sobre las ramas y los unos comiéndose a los otros y vomitando unos monstruos espantosos. Pero yo sigo buscando mis lindos pajaritos y nunca vuelven a ser los mismos”. Jose Luis durante unas semanas tuvo esos pájaros agujereándole el estómago. No sabía cómo ayudarla. Su pequeña María
  • 14. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 14 Él tenía su propio pasado, pero había logrado dejarlo en un cuarto oscuro y tirar la llave con un gran peso al fondo del mar. Cuando la veía muy triste le preparaba la cena y le leía él a ella. Pero lo hacía tan mal que María se impacientaba y con el ceño fruncido se daba la vuelta en la cama y le daba la espalda. A él le parecía que su espalda entonces se convertía en una zanja enorme y se inundaba de soledad. Pero, esta situación cambió. Un viernes regresó del trabajo y ella todavía no había llegado, cuando normalmente llegaba antes. Se dio una ducha y ya comenzaba a inquietarse cuando oyó la puerta. Salió a su encuentro para preguntarle qué había pasado y al verla echó la cabeza hacia atrás sorprendido, la encontró bellísima. Lo miraba sonriendo, con los ojos juguetones que él conocía bien y antes de que le diera tiempo a reaccionar lo estaba desnudando. Sacó una barra de labios del bolso y lo sostuvo por un instante como si fuera un objeto mágico, se acercó a él y le pintó los labios, después se los pintó ella y comenzó a besarlo por todo el cuerpo y Jose Luis la besaba también y en cada beso la tristeza como un fantasma lo intentaba avisar de que seguía allí y él cerraba los ojos, los apretaba muy fuerte, y la besaba como un loco. El graznido de los pájaros se alejaba cada vez más y unos chiquitines se rezagaban, pero los ojos estaban cerrados. Vivieron unas semanas de dicha, pero el sentía que la casa se había quedado casi en penumbra, justo con esa luz huidiza de cuando la tarde muere. Le parecía que no había vuelto a ver a María a plena luz y que ambos se habían instalado en el brillo malsano de sus pupilas que traía los viernes por la tarde. Cada viernes un nuevo objeto cobraba protagonismo. Un perfume, una pluma estilográfica, un colorido pañuelo y otros muchos. Inocentes objetos en apariencia a los que ella concedía un gran poder. Eran los viernes, él lo sabía. Pidió salir unas horas antes del trabajo y la siguió. Entró a los grandes almacenes donde acostumbraban a ir y la vio cómo con extraordinaria destreza metía unos guantes en el bolso. La primera vez quiso creer que la vista lo engañaba, pero la segunda vez ya estuvo seguro y la tercera estaba tan asustado que creyó que cualquiera se lo leería en los ojos. Le espantaba pensar que la pillaran. Ella que se encogía ante el más mínimo reproche. Durante toda la semana su mente analizó lo que ocurría una y otra vez y desde el miércoles ya creía saber lo que tenía que hacer, pero lo angustiaba una barbaridad que no funcionara. Unas cuantas veces mientras fumaba en la puerta de los grandes almacenes había hablado con el guarda de seguridad y le había parecido un buen hombre. Incluso, le había hecho algunas confidencias. A menudo le sucedía con la gente, que rápidamente les infundía confianza. La noche de ese Su pequeña María
  • 15. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 15 miércoles esperó a que el hombre saliera de trabajar y fingió chocar con él casualmente. Se disculpó y tras mostrar sorpresa y agrado al reconocerle le preguntó si se tomaban una copa antes de irse a casa. Fue más de una copa porque no encontraba el momento de plantearle lo que pretendía. Se sentía como el autor de un crimen buscando un cómplice. Cuando viendo lo tarde que era ella lo llamó al móvil preocupada, él al fin se decidió. Le contó al guardia de seguridad lo que su pequeña María estaba haciendo y que por nada del mundo podía permitir que la atraparan robando, que era lo que temía que sucediera tarde o temprano, y que sintiera semejante vergüenza. Lo que le pidió, le imploró, es que callara y que él pagaría lo que ella se llevara. El hombre tuvo sus dudas, pero al fin aceptó, ya que iba a abonarle el precio de lo sustraído y le había emocionado el cariño de Jose Luis por su mujer. “Pensaba que en este mundo ya no quedaban románticos”, le dijo. María no se llevaba piezas de mucho valor, pero sí suponían pequeños lujos para la economía del matrimonio. Tanto ella como Jose Luis cobraban unos sueldos muy modestos. Poco a poco fue siéndole más difícil pagar lo que ella se llevaba y comenzó a vender su colección de discos. Intentó lo imposible para no vender su tesoro más preciado, un disco firmado de Bob Dylan. Sabía de coleccionistas que le darían mucho dinero por él. Se resistió cuanto pudo, hasta que no tuvo otra opción. El guardia de seguridad cada vez sentía más pena por Jose Luis. Un viernes no pudo más, fue a hablar con María y le contó lo que su marido estaba haciendo por ella. Le enterneció verla con lágrimas en los ojos y tan avergonzada. Pero se sintió satisfecho con habérselo dicho. Pensó que era una monada y que sabiendo del sacrificio de su marido no volvería a hacerlo. Cuando a la mañana siguiente Jose Luis se acercó a pagarle, el guardia se dio cuenta de lo que había ocurrido. Al contárselo a la mujer se había ido a otro lugar y había vuelto a robar. Le explicó que ella lo sabía, que él se lo había contado. “Amigo, esa mujer no le conviene…”. Jose Luis fuera de sí lo agarró por el cuello y enfurecido le dijo que se callara, que no dijera ni una palabra más o era capaz de matarle. “¡Mi pequeña María es la mejor mujer del mundo!”. Por la noche tenían invitados en casa, un compañero de trabajo de Jose Luis y su esposa. La velada fue muy agradable y María estuvo pendiente de todos. Hubo un momento en el que su compañero se acercó y le susurró: “Cada vez está más guapa tu mujer. No sé, tiene algo en su rostro, una determinación diferente, que la hace muy seductora. No te importa que te lo diga, ¿verdad? Tú en cambio, estás cada día peor”. Y soltó una gran carcajada. Arriba, María le enseñaba la casa a la esposa. “¿Y ese cuarto?”, preguntó. “Oh, no es nada. Trastos”, dijo María mientras Su pequeña María
  • 16. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 16 cerraba la puerta del cuarto donde su marido guardaba los pocos discos que le quedaban. Ilustración:AnaMaríaMartínez Su pequeña María
  • 17. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 17 La mira con un cariño infinito. Su niña de ayer tiene arrugas que él no ve. Sus manos tiemblan, sus pies vacilan. Su voz es queda, Su luz se apaga, Su mente perdida ni lo recuerda. Para él, ella siempre será su estrella. ¿Qué te hacía sonreír, qué provocaba tu pena? ¿Cuál era el objeto de tus deseos? ¿Qué guardas en tu caja de secretos? Tus propios hijos nunca supieron. Él sí lo sabe, él la conoce. A veces, lúcida, dice ‘Te quiero’. Siempre fue suyo y ella de él. Fueron felices, también lloraron. Crearon mundos que solo ellos Redibujaron. Me da ternura cuando los veo Y me imagino cómo se amaron. Tantas caricias… y tantos años…, Las hayas saben, y el viejo banco. Amor eterno se prometieron, Sus manos frágiles aún se encuentran, Cuando eran nuevos besos y sueños. Y aunque el sendero se les termina No tiene miedo, él va con ella, Él solo teme ser el primero. Valió la pena y fue verdad. Juntos caminan Hasta el final Anabella Giménez HASTA EL FINAL Hasta el final Fotografía:YolandaAndrés
  • 18. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 18 FLAMENCO Claudio Valdivia V ivimos en nuestro mundo relativamente tranquilo hasta que un tren nos pasa por encima, nos destroza y hay que levantarse. Siempre levantarse, recoger los jirones de nuestra memoria, limpiarnos la nariz de sangre, los ojos de lágrimas y reunir la poca o mucha conciencia que nos quede. Mi tren se llamaba Elisabeth y era de Vancouver, Canadá. Yo tenía dieciocho años cuando la conocí en el puerto de Santa María el año 1962. Ella tenía veinte. Nunca me gustó la escuela, así que en cuanto aprendí a leer, escribir y las tablas, mi padre me llevó con él a trabajar en la construcción. Mi escuela fue el mortero, la piedra, el martillo y el dintel. Levantarme temprano era un placer, bañando el sol nuestra tierra gaditana con su generosidad de siempre, con su fiereza de siempre, haciéndonos sudar y vivir, en definitiva sufrir, que es vivir. Elisabeth aconteció una tarde en que yo había cobrado cien pesetas y se había instalado una pequeña feria a las afueras. Una noria diminuta, coches de choque, música, sonrisas y niños por todas partes. Ella paseaba con su familia sin mucho interés, acostumbrada, imagino, a diversiones de mayor categoría. No pude evitar acercarme a ella y cuando la vi separada de su familia le dije: ―Hola.Noeresdeporaquí,¿Verdad? ―Hola. ―contestó ella casi sin acento― No, vivo en Canadá, pero mi papá es de aquí. ― ¿Te gustaría montar en la noria? ―pregunté sin mucha convicción. ―No, gracias ―respondió ella sonriendo― pero sí me gustaría ir a la playa. ―Entonces ven ―dije cometiendo mi primer gran error― Vamos con mi moto. Y así, sin preguntar a nadie, sin pedir nada a nadie y sin esperar nada fue como pasamos aquella tarde. ¿Qué contar de una tarde frente al mar compartida por dos Fotografía:YolandaAndrés Flamenco
  • 19. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 19 jóvenes? Hablamos y observamos el mar, hablamos y nos observamos el uno al otro, sonreímos y nos mantuvimos en silencio hasta que la luz se fue difuminando y nos besamos tumbados sobre la arena, abrazados en silencio. ―Manuel ―dijo entonces― Tengo que decirte que nos vamos en una semana. La miré en silencio, súbitamente preocupado. Ella entonces comenzó a llorar en silencio. ―Lo siento ―dijo― ¿Me escribirás? ―Claro que lo haré. Me gustaría conocerte mejor, y a tu familia. Sintiéndome el hombre más afortunado del mundo, ella se acurrucó en mi pecho, se hizo muy pequeñita y cerró los ojos de los que manaban grandes lágrimas. ¿Qué hacer entonces? La arropé lo mejor que pude y reprimiendo mi dolor dejé que descansara en mis brazos hasta que se hizo demasiado tarde. Aquella semana pasó como una centella. La mejor, más apasionante, más bella y trágica semana de mi vida. Viví aquellos días con Elisabeth la mayor de las intensidades, descubriendo su voz, su aliento, su cuerpo y muchas de las historias que guardaba. Apenas dormía y permanecía en un estado de agitación permanente. En consonancia, al parecer con la infinita vibración de toda la vida a mi alrededor. Descubrí una nueva dimensión de la existencia aquella semana y un día, de repente, todo acabó cuando les vi cogiendo un taxi, cargados de maletas hacia el aeropuerto. Así comenzó mi tortura. Comencé a escribir cartas y a recibir la alegría inmensa de saber que le gustaban, que a alguien por primera vez le gustaban mis palabras. Yo no tenía mucho que contar. Mis días eran monótonos. Me levantaba y trabajaba y ahorraba con el objetivo de ir a verla. Ella me decía que me echaba de menos y que ojalá pudiéramos vernos pronto. Quería estudiar Literatura Francesa, yo le decía que si fuera a Francia yo iría allí a verla. El mundo entonces me parecía pequeño en comparación con mi pasión. Todo era posible. Yo podía todo, y no había muro u obstáculo que no fuera capaz de superar por ella. Pasados cuatro meses había ahorrado lo suficiente para ir a verla. Comencé a gestionar los papeles, mi foto del pasaporte, mi visado, un poco de ropa que no delatara mi modesto origen y una guitarra. Algo al menos que no me hiciera olvidar mi país y mi gente. Ya que estaba dispuesto a entregarme por completo a Elisabeth, no quería dejar atrás todo lo que era. Tocar la guitarra para mí había sido como aprender a caminar. Todos los sábados, cuando mis tíos y primos se acercaban a la casa encalada de mi abuela tocaban, bebían, reían y bailaban hasta que la noche les envolvía. Aprendí los primeros acordes en las rodillas de mi tío Juan y de manera natural la guitarra se había hecho la compañera de Flamenco
  • 20. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 20 aquellas tardes en que languidecía acordándome de Elisabeth. Llegó el momento del viaje. Todo aquél cemento y cristal, los señores de traje, las pantallas llenas de datos y yo caminando despacito con pasos pequeños temiendo caerme en un abismo en el que podría desaparecer. Sudaba al pensar que podría meterme en el avión equivocado, pero me ayudaron. Madrid― Londres, Londres―Vancouver. Vuelo 7650G. ― ¿Tiene usted la tarjeta de embarque? ―me preguntaron. ― ¿Eh? ¡Ah! Sí, sí… Me sentía fuera de mi mundo, pero tenía a Elisabeth en mi mente y en mi corazón y esto me guiaba. Al aterrizar no me sentí en otro país, me sentí en otro planeta. Todo tan limpio y al mismo tiempo tan frío. Elisabeth no pudo ir a esperarme así que cogí un autobús hacia la pensión que había contratado desde España. Una vez allí llamé a Elisabeth por teléfono pero no contestaba. Al día siguiente fui a la dirección que me había dado. Tenía tanto frío que temblaba por el camino. Era una casa grande en una avenida llena de árboles sin hojas. Todo estaba cubierto por una fina capa de hielo. Toqué el timbre abrazado a mí mismo y zapateando para espantar los tiritones. Pasaronunosminutosinterminables, escuché unas voces dentro y finalmente Elisabeth apareció ante mí. En cuanto vi su cara entendí todo. El todo es siempre difícil de explicar, aunque se entiende rápido. Yo observaba sus ojos y su rostro, que tantas ganas tenía de besar, su cuerpo enfundado en un grueso jersey de lana, su cabello despeinado… y tenía que contener el deseo de abrazarla mientras escuchaba las palabras que salían de su boca: “Lo siento, perdona, no quería, no pude, lo lamento, te pagará mi padre, ahora no tengo tiempo, fue tan bonito, el próximo semestre comenzaré la universidad, no me siento preparada, te tengo mucho cariño, ahora no estoy lista.” Me di la vuelta, sin llegar a franquear las puertas de su casa. Eso fue todo lo lejos que llegué. Quedé en el umbral de su vida, apenas vislumbrando los frondosos jardines del interior. Fotografía:YolandaAndrés Flamenco
  • 21. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 21 El dolor que sentía me recorría como una negruzca llama helada, sentía que en mis venas corrían alfileres y que el aire helado que respiraba me asfixiaba. Una vez en la habitación de la pensión cogí la guitarra y comencé a tocar. ¿Qué hacer con los catorce días que me quedaban en Canadá? Empleé el poco dinero que me quedaba para comprarme algo de ropa de abrigo y recorrí las calles como un alma en pena, sentándome en las plazas a tocar hasta que se me entumecían los dedos y debía continuar mi camino. Sin planearlo mis pasos me llevaron alpuerto,alomásparecidoacasaque me ofrecía el paisaje. Subí por una calle en cuesta, quería apartarme de la gente y encontré un lugar silencioso detrás de unas pistas de tenis. Entonces, bajo un estoico rayo de sol saqué mi guitarra y comencé a tocar pensando en Elisabeth, en su cuerpo acurrucado junto al mío en aquella playa. Pensé en sus cartas y en sus besos. En el peso de su cabeza en mi regazo y en todos los abrazos que ya nunca le daría. Ella había renunciado a mí antes de que pudiera entregar algo de lo que quería darle y el dolor hacía que mi música se elevara como una burbuja que me rodeaba y me apartaba del mundo. Debí de tocar bien, y atraje a algunos de los muchachos que jugaban tenis. Sin importarme su presencia, cerré los ojos y seguí tocando, tratando de apartarme de aquella existencia que se me antojaba insoportable. ¿Qué le diría a mi padre? ¿Y a mis amigos? Y sobre todo ¿Qué hacer ahora? ¿Qué? Mi pequeño y sudoroso público aplaudió regocijado en mi dolor. Abrí entonces los ojos para ver un joven alto y desgarbado que observaba desde lejos. Parecía pertenecer a otro grupo ajeno a los tenistas. Era simplemente un muchacho que me había escuchado y se había acercado. Parecía dividido por el placer que le daba mi música y la vergüenza por mezclarse con aquél grupo. Cuando ellos se cansaron y se fueron para continuar jugando él se aproximó y tras un diálogo rudimentario en francés entendí que me pedía clases de guitarra. Sin mucha convicción tomé la dirección que escribió en un papel y me fui a la pensión. Aquella noche tuve claro que quería morir. Ya no era ni siquiera por Elisabeth, era por mí. Me había invadido un profundo cansancio por la vida. No me sentía con ganas de seguir existiendo. No deseaba seguir aquí y fue la mayor de las convicciones que había tenido. Sin embargo al día siguiente fui a casa del chico. Se llamaba Leonard. Vivía en un barrio modesto no muy lejos de mi pensión. Le pedí que tocara lo que supiera. Tenía una bonita guitarra. No sabía nada. Tomé su instrumento y lo afiné. Entonces toqué algo sencillo y dejé que escuchara algo bien afinado. Su cara de sorpresa y felicidad me llegó al corazón. Le devolví su guitarra y le hice tocar: Era muy malo. ―Je vais montrer les acordes ―le dije. Le mostré lo más básico y le hice practicar un poco. Mejoró rápidamente, tenía talento. Volví al Flamenco
  • 22. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 22 hostal sin saber si vería otro día. Apreciandoelazulcobaltodelcielo,la lluvia que empezaba a concentrarse sobre mí, dándome tiempo para guarecerme, respetando mi dolor. El tercer día Leonard sonrió por primera vez desde que lo había conocido. Era un muchacho muy serio. Tuve una extraña sensación de que cobraba afecto por mí, pobre chico. Me sentí intensamente emocionado cuando dejé su casa ya que era la última vez que lo vería. Él, para mí, ya sabía suficiente. No me necesitaba más. Llegué con una profunda paz a mi habitación. Un sobre me esperaba en el suelo. Era una carta de Elisabeth. Me pedía disculpas por los errores que había cometido, me agradecía mi visita y prometía ir a verme a c a s a el año que viene. Junto a la carta había cuatrocientos cincuenta dólares canadienses “todos mis ahorros” decía. Con eso pensaba compensar mis gastos. Dejé su carta doblada sobre la mesa de noche, llené la bañera de agua caliente, me introduje en el agua y me corté las venas. Al día siguiente nadie llegó a casa de Leonard. Decepcionado y triste, me buscó y le dijeron que “le garçon espagnol est mort”. No sabía nada de mí, ni de porqué había ido allí, ni de porqué me había quitado la vida, pero mucho después se acordaría de mí y de nuestros acordes. Flamenco
  • 23. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 23 Pintura de Antonio Hervás Amezcua Cristina Cobo Hervás A veces siento tu dedo en una herida. Pero sólo a veces. A veces eres un poema inconcluso. Pero sólo a veces. A veces eres el compás que termina en silencio. Pero sólo a veces. Este alma se escapa gota a gota por las rendijas de su jarra rota. Borrosa Quiero dibujar una espiral Infinita. No sé dónde empieza. Negro sobre papel arrugado, Se desdibujan los bordes con el agua Que gotea desde el pelo, Desde los ojos, Hacia mi pecho. Las líneas se ríen de mí. Escribo en un libro cerrado. El fraude No me gusta este vestido. La cremallera me abrocha La boca. Las arrugas Finas, precisas, Parecen de otra persona. Ya no quiero sonreír Porque no las reconozco. No mires en el espejo, Sólo de espaldas. El perfil no es más que un lado Y no sé cerrar los ojos. Orgullosa de mí. MENTIRA. Soy un fraude que se arruga. Poemas, Cristina Cobo Hervás
  • 24. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 24 La prosa de lo ordinario Esta es la prosa de lo ordinario. Es el verso de la tinta sin tiempo. A mi alrededor, las bocas ladran y el vapor de una máquina ahoga cafés para vidas amputadas. Es el tiempo de lo vulgar. De mujeres aisladas de su propia vida que vaciaron su vientre y que asen con fuerza un cordón que acaba en nada. Es el papel que nunca termino, el texto inacabado, es mi palabra debajo del colchón. Demasiado cansada, demasiado poco. Sin tiempo para escribir, sin tiempo para vivir, sin tiempo. Las palabras brotan, manchan cada línea, pero no intentan nada que no sea salir de aquí, salir de mí, dejarme aún más hueca. Porque tuve un sueño y pensé que podía escribirlo. Pensé fingir otra vida y otros cuerpos, y una carga se solapa a otra mientras pienso. Quise escribirlo todo y serlo todo. Pero esta es la prosa de lo ordinario, del café a destiempo, es la prosa del reloj. Es la ausencia de las personas sin tiempo. El libro vacío Cada pensamiento va y viene va y viene. Ninguno se queda. Ningún te quiero, ningún dolor, ningún amor. Detrás no hay nada, o no lo hubo en tu boca En mi frente flores frescas, caricias, promesas, en mi mente todo pasa. Detrás no hay nada, o no lo hubo en tu cuerpo. En el mío tu espalda, tu beso, tu entrada, en mi cuerpo todo pasa. ¿Cómo empiezo ahora? ¿Cómo olvido? Si no hay NADA… Sólo un punto y final. Y mi libro se queda tan vacío tan blanco, todo por escribir NADA por recordar. PINTURA DE ANTONIO HERVÁS AMEZCUA Cada pensamiento va y viene va y viene. Ninguno se queda. Ningún te quiero, ningún dolor, ningún amor. CRISTINA COBO HERVÁS
  • 25. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 25 SHAKUHACHI Arturo Mora Rioja L as direcciones postales en Japón no respetan la estructura occidental que divide los municipios en calles y estas en números. En el país nipón los guarismos representan edificios dentro de manzanas o terrenos en áreas rurales. El orden numérico es el de construcción de cada bloque, por lo que encontrar una dirección es una tarea ardua en ausencia de un plano. Para complicar aún más la búsqueda, las indicaciones cartográficas japonesas no suelen ser fieles a las dimensiones impuestas por la geografía. Las instrucciones de localización impresas en folletos o tarjetas de visita describen elementos notables del terreno que hay que identificar como quien interpreta un mapa del tesoro –una escalera en curva hacia la izquierda seguida de un rascacielos; al girar a la derecha y cruzar el río se encontrará el destino tras una pagoda de cuatro alturas. Atenordelovistoesfácilcomprender la desesperación de Él1 . Perdido en un laberinto de calles –algunas sin nombre–, tampoco podía preguntar por la dirección a unos transeuntes 1. Encontrar un nombre adecuado para un personaje es una labor lenta y tediosa. Como el Autor no dispone de mucho tiempo, ha decidido identificar al protagonista masculino de la historia de la forma más neutra posible, si bien dándoleuntoquededistinciónalescribir en mayúscula la inicial del pronombre, ahora convertido en nombre de pila (se equivoca el lector avezado si cree identificar un guiño a la deidad. El Autor es ateo y jamás incluiría una referencia religiosa en sus textos; Dios le libre). Fotografía:ArturoMoraRioja Shakuhachi
  • 26. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 26 que no hablaban inglés –como buen español, tampoco es que Él lo dominara2 – y además no eran capaces de comprender los caracteres del alfabeto latino que describían el destino. La ciudad era distinta a todas las que había conocido en Europa o América. Edificios alargados repletos de luces de neón parecían reírse a su paso. Ningún interlocutor válido, ningún punto de referencia. Agudizando el ingenio, decidió adentrarse en algún comercio potencialmente atractivo para turistas. En una amplia avenida encontró una tienda de productos artesanales a la que decidió entrar. A pesar de estar repleta de enseres, permitía al cliente disfrutar de un espacio considerable. Él3 se encaminó hacia el mostrador, donde le recibió una joven japonesa con una leve inclinación de cabeza. Intentó comunicarse con ella en inglés, pero solo obtuvo respuestas ininteligibles. Señaló la página de su agenda donde había apuntado la dirección. Le ofreció el mapa que traía impreso. Ella replicaba con miradas de disculpa. Empezó a gesticular, agitó violentamente el plano y, sin darse cuenta, se encontró alzando la voz ante la indignación del resto de la clientela. Su “I’m sorry” se desvaneció como un susurro en el viento. No entendía. No le entendían. Agotado, se acercó 2. Ruego al lector disculpas por este comentario políticamente incorrecto. A veces los narradores salen así de rebeldes. Del mismo modo, espero que sepan disculpar al otro narrador, al de la nota al pie de página anterior, que no me conoce tan bien como presume. De hecho recomiendo obviar las notas al pie de página a partir de ahora [N. del A.]. al ventanal y fijó su vista en un punto imaginario más allá de esta urbe cuyo acceso se le negaba. El orden en las calles, la ausencia de suciedad y el comportamiento ejemplar de los ciudadanos se desplegaron ante su mirada perdida. Cómo un entorno tan funcional podía ser a la vez tan inhóspito. Él4 , la persona más fiable del mundo, ahogado en un laberinto incomprensible. Faltaría a su cita. Nada podía evitarlo. 3. En este punto el Autor escribió inicialmente “Nuestro protagonista” en vez de “Él”. Lo descartó porque pensaba que sugería un grado de confianza excesivo con el lector (sí, la a de “Autor” es mayúscula y la ele de “lector” minúscula; ese es el orden jerárquico dominante en la mente de aquél). Por cierto, la “Nota del Autor” anterior no es suya, sino mía. Fotografía:ArturoMoraRioja Shakuhachi
  • 27. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 27 La toalla ya tirada, se relajó y alcanzó cierta paz interna en parte por puro abandono, pero también gracias al sonido embaucador de una flauta de bambú que provenía del fondo de la tienda. Un anciano de rostro relajado –¿eldueño?5 –soplabaelinstrumento con suavidad, profiriendo largas notas rodeadas de un silencio aún más expresivo. Él, ahora de espaldas al ventanal, observaba la escena con los párpados algo caídos y los brazos caídos del todo. La música era lo único que llenaba ese instante. La música era el instante. El anciano apartó la flauta de sus labios pausadamente, miró a Él y, con gestos reposados, le instó a acercarse mientras caminaba hacia la trastienda. Una vez allí, sirvió sendas tazas de té verde y se acuclilló6 en el suelo de tatami. Él, asumiendo la invitación, se descalzó y acompañó a su anfitrión, que volvió a enarbolar la flauta de 4. Nótese que, debido a la holgazanería del Autor, este “Él” causa ambiguedad sintáctica, al poder tratarse de un pronombre o de un nombre propio. 5. Como buen conservador que soy, y dado el poder que me otorga mi condición de narrador principal, esta observación me parece más que oportuna. Lo normal es que la mujer joven sea la dependienta y el hombre anciano el propietario, más aún en una sociedad tan tradicional como la japonesa. Espero compartir esta opinión con mi compañero, el narrador de los pies de página. bambú y a emitir esa música que embelesaba a Él. A ratos el anciano abandonaba el instrumento para servir más té; a ratos cerraba sus ojos y entraba en un estado meditativo al que arrastraba a su mudo interlocutor occidental; a ratos sonreía y hasta reía. Él asentía y se dejaba llevar. No se puede decir que estuviera siguiendo la corriente, porque era esta la que le atrapaba y le sumía en una forma de interacción desconocida. Se comunicaban sin palabras. Pensaban y sentían. Escuchaban los sonidos. Escuchaban los silencios. Lo demás no importaba. Élolvidótodoloaprendido,abandonó sus mapas, y solo así encontró su destino. 6. Querido lector: me siento avergonzado. Yo siempre habría escrito “se sentó en cuclillas” en vez de “se acuclilló”, pero he perdido por completo el control de mis narradores. Dado que, no pudiendo responsabilizarme de la autoría del texto, me da pavor pensar en cómo continuará el relato, le suplico que abandone la lectura en este punto [N. del A.]. Shakuhachi
  • 28. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 28 MULTIPLICANDO Antonio Ballesteros La multiplicación es nuestra genuina esencia matemática. En alguna curva de las elipses infinitas del eterno universo, nos espera, alborozado y anhelante de darnos por fin un prolongado abrazo, uno de los luminosos dobles que nos guían. Y en este plano febril de la existencia, lo que llamamos amor, no es sino el gozoso reconocimiento de dobles que se avienen en el mar de murmullos silenciosos de vaporosos ángeles que nunca necesitan hablar para entenderse. Pero cuídate mucho de encauzar a tu Sombra, la forma sinuosa de los dobles, porque a ella también le tienta la mala costumbre de multiplicarse. Multiplicando
  • 29. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 29 FLYING BACK María Castro Domínguez L eft outside in the pouring rain, I felt very vulnerable. I used to wait outside school for hours, the door closed at five on the dot. My parents were always the last to pick me. Not only was I late to be picked up from school. It was everywhere, parties, doctors and so on. Hence they called me the late Castro. Restlessly I’d spend those hours inventing stories. Imagining a life where I would be the first everywhere. Where I was the punctual one and my parents welcomed me back like the prodigal son. But my reality was very different. My mother usually collected me and always pressed for time, demanded I hurry up or else.. I´d be dropped off outside my house like a burning parcel, discarded as quickly as possible without a single word. So I invented a new collect-me-up- person. A nanny. I imagined her like Mary Poppins but darker. She was late also, but I didn´t care. The wait was joyous as I anticipated all the things we would do. She picked me up and swinging on her umbrella we´d surf the skies. After a sugary laden tea she´d teach me martial arts with her umbrella. I always found it difficult to confront school bullies. Of course nothing extraordinary about this. I mean how many children invent stories or secret invisible friends? But my dilemma took place when I confided this to a girl, Judy, and she believed me. Yes, she believed my nanny would come flying with her Fotografía:YolandaAndrés Flying back
  • 30. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 30 umbrella and all that. And seriously I even started to believe it myself. We´d spend our break together looking at the sky. “What does her umbrella look like?” She´d say. “Dunno, like the one in the movies, you know. Shiny and black and enormous.” “Does she come from here or t h e r e ? ” She´d ask p o i n t i n g to some shy clouds. “Normally from there.” And I´d point at some distant place above. S o m e t i m e s I´d manage to lure her away from the flying-nanny topic. But usually it was impossible. She was determined to know more. Day after day we got to know each other better. In fact we became very good friends. We´d sit together in class, play together. She was always doodling. Drawing cartoons of me and her, both in school uniforms. She had a natural flare for it. I would write stories for her pictures. In a way we both had a need to create, to escape into a different universe. One day she decided to wait with me after school. I was aghast. Of course like usual my mother arrived two hours late. Very disappointed Judy started crying. “You said she´d come! I´ll never see her, never!” Feeling terrible and foolish, I explained that my nanny had left, gone to another family, I no longer needed her. I could now fend for myself. After this we continued being the best of friends. As the years passed she realised it was a fantasy, but never told me. Today I sometimes mention this to her, she laughs but looks at me in a way…. Flying back
  • 31. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 31 Gabriella Mariani Piano de sueños entre notas dormidas vaga el silencio. Olas de arena las caricias del viento mecen la playa. Piano de sueños entre notas dormidas vaga el silencio. Peines de lluvia pétalos despeinados entre sus gotas. Cuerdas del alma la música desnuda ecos lejanos. HAIKU 566 HAIKU 545 HAIKU 523 HAIKU 493 Fotografía:CarolinaPérezAlmeida Haikus, Gabriella Mariani Fotografía:GabriellaMariani Fotografía:GabriellaMariani Fotografía:GabriellaMariani
  • 32. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 32 MÁGICA TEMPESTAD Manuel Vega PRÓSPERO.- “Ahora magia no me queda y sólo tengo mis fuerzas, que son pocas. Si os complace, retenedme aquí, o dejadme ir a Nápoles. Con todo, si ya el ducado recobro tras perdonar al traidor, no quede hechizado yo en la isla, y de este encanto libradme con vuestro aplauso. Vuestro aliento hinche mis velas o fracasará mi idea, que fue agradar. Sin dominio sobre espíritus o hechizos, me vencerá el desaliento si no me alivia algún rezo tan sentido que emocione al cielo y excuse errores. Igual que por pecar rogáis clemencia, libéreme también vuestra indulgencia.”1 Con los brazos abiertos cerró los ojos y se hizo el oscuro, mientras caía el telón. Losaplausossonaron atronadores. Se encendieron las luces de la sala y pudo contemplar a todo aquel público entregado, en pie, gritando bravos y silbando entusiasmado. Saludaba una y otra vez cogido a las manos de sus compañeros de escena. Una eléctrica sacudida, transferida y transmitida al mismo tiempo, hacía que sus ojos, desbordados, no quisieran ni pestañear al encantamiento. Una vez más inmerso en aquel éxtasis, en aquel estremecimiento tan difícil de explicar, pero en el que necesitaba sumergirse una y otra vez para seguir vivo. Un sueño tantas veces vivido pero que, sin embargo, siempre resultaba igual de mágico, igual de excitante; un momento único, repetiblemente irrepetible. ¡Un Shakespeare, nada menos! Por unas horas la felicidad era suya, y sabía que podrían robarle cualquier Fotografía:YolandaAndrés Mágica tempestad
  • 33. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 33 cosa, lo que fuera; pero sentía que nadie lograría arrebatarle jamás esa emoción. Después, los besos, los abrazos, las felicitaciones, los halagos, unos más verdaderos que otros… Daba igual. Todo iba acompañado de un continuo estallido en su espíritu. Desde el mismo instante en el que subió al escenario, su energía, tan fantástica como el don de su personaje, no le dejó solo ni un segundo. Una prodigiosa banda sonora de instrumentos milagrosos se había instalado ya en sus sienes. El silencio se desconvertía, como si nunca hubiera existido, danzando de encanto en encanto. Una vez más inmerso en aquel éxtasis, en aquel estremecimiento tan difícil de explicar, pero en el que necesitaba sumergirse una y otra vez para seguir vivo Durante la cena brindó con una alegría desmesurada. Entre bocado y bocado repetía y repetía frases y momentos del espectáculo, uno tras otro, sin agotarse, como si su copa estuviese llena de un nuevo hechizo vigorizante; un embrujo capaz de borrar, de un solo trago, el más mínimo resquicio de infelicidad o desamparo. A la puerta del restaurante se despidió de todos sus compañeros y amigos y, borracho de pasión, cogió el coche, de vuelta a casa. Las imágenes se sucedían una tras otra. No podía ni quería librarse de aquella excitación. Se pasó más de un semáforo en rojo, absorto en su remembranza. Si hubieran existido “controles de euforia emocional”, habría terminado en el calabozo. ¿Por qué estaba llorando? le habría preguntado el policía. A lo que él hubiese contestado: ¿Se puede arrestar a alguien por ser feliz? Al llegar a casa, consciente de su estado, supo que sería incapaz de conciliar el sueño. Aparcó y se fue a caminar por las calles semivacías. Los instrumentos seguían sonando sólo para él y quiso gozarlos hasta la extenuación. Ya no disimulaba. Percibía perfectamente las miradas de los pocos transeúntes que se le cruzaban, girando las caras, sorprendidos unos y turbados otros. Él sonreía abiertamente a todos, sabedor y gozoso de que el encanto en el que se hallaba podía advertirse a simple vista. Siguió su ruta hacia ninguna parte, negándose a cerrar los ojos. Los mensajes de WhatsApp fueron cesando conforme avanzaba la noche y se percató de que había llegado al paseo marítimo. Estaba desierto. Empezaba a refrescar y se abrochó la chaqueta. Sintió que la libertad le acariciaba las mejillas. Saltó a la Mágica tempestad
  • 34. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 34 arena de la playa. Se tumbó con los brazos abiertos al firmamento y dijo: …y de este encanto libradme con vuestro aplauso. Vuestro aliento hinche mis velas o fracasará mi idea, que fue agradar. La melodía seguía sonando… mientras la tempestad se llenaba de luz. 1. La Tempestad. Epílogo. William Shakespeare. Fotografía:YolandaAndrés Mágica tempestad
  • 35. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 35 IMPUROS Sergio Balbotín IMPURO I Mientras te penetro lentamente afuera los cafés enfrían los inviernos. IMPURO II Te he llegado a creer dormida y masturbada en mi bañera me he llegado a suicidar, me he llegado a tocar en ti. IMPURO III Me follaste una noche en tu jardín de estatuas y luego soplaste un avión que me llevó muy lejos. No te acuerdas. Impuros Poemas pertenecientes a La comisura de las luciérnagas, XXX Premio Cálamo de poesía erótica organizado por la Sociedad Cultural Gesto (Gijón) Ilustración:RicardoGonzálezGarcía
  • 36. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 36 IMPURO IV Te deseo desde que empezó a girar la tierra. Mucho antes de convertir palabras en caricias y hielo en océanos. Desde que pintaba bisontes persiguiendo tu cuerpo desnudo en las cuevas de mi corazón. IMPURO V El sexo pasado siempre es hermoso, fugaz pero hermoso. Mucho más hermoso que todos los caballos salvajes. IMPURO VI Tan sólo dos cosas; el color de tu respiración reflejada en el horizonte y tus pechos contra el viento haciendo crujir los icebergs. Poemas pertenecientes a La comisura de las luciérnagas, XXX Premio Cálamo de poesía erótica organizado por la Sociedad Cultural Gesto (Gijón) Ilustración:RicardoGonzálezGarcía Mágica tempestad
  • 37. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 37 IMPURO VII Dentro de cada vestido sin tu piel se muere una estatua rellena de viento. IMPURO VIII Tu cuerpo desnudo en mis sueños enloquece los espejos. IMPURO IX La distancia más corta entre dos cuerpos es la mirada. IMPURO X ¿Qué agua puede esconderme un cometa que no haya saciado ya entre tus muslos? Poemas pertenecientes a La comisura de las luciérnagas, XXX Premio Cálamo de poesía erótica organizado por la Sociedad Cultural Gesto (Gijón) Ilustración:RicardoGonzálezGarcía Impuros
  • 38. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 38 METÁFORA Y MEMORIA ENSAYOS REUNIDOS DE CYNTHIA OZICK LA RELEVANCIA DEL ENSAYO BLOG LITERARIO DE MARIANO HORTAL Mi primer acercamiento a la norteamericana Cynthia Ozick ha sido directamente una confirmación; había pensado en ir a sus famosos cuentos, pero la editorial Mar Dulce ha publicado Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos en este mismo año y me parecía una buena solución, ya que no es tan extenso para empezar con la autora. Como podéis suponer me ha convencido y mucho; esta antología contiene ensayos que se dividen en dos grandes grupos: aquellos relativos a los temas (cualquier tema en particular asociado a la literatura principalmente) y los que se refieren a los autores (con reflexiones sobre diferentes escritores) Sentía la necesidad de poner algo sobre ellos y en el horizonte se me planteabandosposibilidades:porun lado adoro todo lo relativo a Henry James que aparece en sus segunda parte; por el otro un metaensayo con el que se inicia la antología llamado Ella: retrato del ensayo como cuerpo tibio donde encontramos una reflexión tremendamente lúcida sobre el carácter y la forma del propio género. Me he decidido por este último desde que leí la primera página: “UN ENSAYO ES UN PRODUCTO DE LA IMAGINACIÓN. Si en un ensayo hay información, es solo circunstancia, y si hay una Cynthia Ozick
  • 39. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 39 opinión, es necesario desconfiar de ella a largo plazo. Un ensayo genuino no tiene aplicación educativa, polémica, ni sociopolítica; es el movimiento de una mente libre que juega. Si bien está escrito en prosa, se halla más cerca en esencia de la poesía que de cualquier forma literaria. Al igual que un poema, un ensayo genuino está hecho de lenguaje, de personalidad, de un estado de ánimo, de temperamento, de agallas, de azar. Y si hablo de un ensayo genuino es porque los falsos abundan. Podemos recurrir aquí al anticuado término poetastro, aunque indirectamente. Lo que el poetastro es al poeta –u aspirante menor-, el artículo es al ensayo: una imitación consumada destinada a envejecer pronto. Un artículo es chisme. Un ensayo es reflexión y visión interior.” Ozick reflexiona sobre la esencia del ensayo y lo equipara con la poesía distinguiendo entre ensayos genuinos y ensayos falsos, abundando desgraciadamente estos últimos. Es imposible no rendirse ante la elocuencia de la escritora, sobre todo cuando compara el ensayo genuino con el artículo y define su sentido ontológico en base a su perdurabilidad y su capacidad de reflexión. De estas características es capaz de dilucidar sobre una casualidad que no había pensado anteriormente, el poder: “De modo que el ensayo es antiguo y variado,peroestoesunlugarcomún. Hay algo más y es algo todavía más sorprendente: el poder del ensayo. Por “poder” me refiero precisamente a la capacidad de lograr lo que la fuerza siempre logra: obligarnos a asentir. No importa que la forma y la inclinación de un ensayo se opongan a la coerción o la persuasión ni que el ensayo tampoco se proponga ni busque hacernos pensar como su autor, al menos no abiertamente. Si un ensayo tiene una “motivación”, esta se vincula más con la casualidad y la oportunidad que con la voluntad aplicada. Un ensayo genuino no es un tratado doctrinario, un esfuerzo propagandístico ni una jeremiada.” En efecto, según lo leía me ocurría exactamente lo que comentaba la autora, sentía la necesidad de asentir; y este asentimiento estaba en contra de lo que yo pensaba sobre el género: “A fin de cuentas, en ensayo es una fuerza destinada a obtener un consentimiento. Se apropia del consentimiento, lo corteja, lo seduce. Porque durante la breve hora que nos entregamos a él es seguro que nos rendiremos, convencidos. Todo esto ocurrirá aunque estemos intrínsecamente decididos a resistirnos.” El ensayo, según Ozick, no debería convertirseenuntratadodoctrinario o propagandístico, más bien, debería ser esa fuerza destinada a obtener el consentimiento de sus lectores que sentirán cómo sus ideas preestablecidas cambian ante los argumentos que nos está mostrando. Para entender aún mejor sus cualidades, lo contrapone con la novela: “La novela tiene la capacidad para someternos. Suspende nuestra participación en la sociedad en la Cynthi Ozick
  • 40. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 40 que vivimos cada día, de modo tal que mientras leemos, la olvidamos por completo. Pero el ensayo no nos permite olvidar nuestras sensaciones y opiniones habituales; hace algo aún más potente: nos hace negarlas. La autoridad de un ensayista magistral –la autoridad del lenguaje sublime y de la observación íntima- es absoluta. CUANDO ESTOY CON HAZLITT, NO CONOZCO MAYOR COMPAÑÍA QUE LA NATURALEZA. CUANDO ESTOY CON EMERSON NO CONOZCO MAYOR SOLEDAD QUE LA NATURALEZA.” Mientras la novela nos aliena, nos aísla de la sociedad, nos somete al dictado de la ficción; el ensayo actúa sobre nuestras opiniones y sensaciones habituales, siempre y cuandoelensayistaseatanmagistral que sea capaz de convencernos de sus argumentos; sí está claro que el ensayo no nos sustrae de la realidad que vivimos, más bien nos integra con ella y nos ilumina sobre temas de los que no éramos conscientes. Una vez establecidas estas bases, da un paso más allá entrando en la aparente arbitrariedad de los argumentos, o la dispersión de la que a veces se le puede culpar y define varias de sus cualidades: “Lomaravillosodetodoestoesquede esta Parente arbitrariedad, de esta caprichosa dispersión del ver y del contar, nace un mundo coherente. Es coherente porque un ensayista debe ser, después de todo, un artista y todo artista, cualquier que sea el medio que utilice, llega a un marco imaginativo singular y sólido, o llamémoslo, en menor escala, una cosmogonía. Y es dentro de este marco, de esta obra de arte, donde quedamos atrapados como peces en una red. ¿Qué nos mantiene atrapados allí? La autoridad de una voz, el placer -a veces la ansiedad- de una nueva idea, de un ángulo insólito, de un trocito de reminiscencia,deunadicharevelada o de un susto transmitido. Un ensayo puede ser el fruto del intelecto o de la memoria, de la liviandad o del abatimiento, del bienestar o de la irritación. Pero siempre hay en él una cierta quietud, a veces una suerte de distanciamiento. La furia y la venganza, creo, pertenecen a la ficción. El ensayo es más apacible.” Posiblemente la que más me gusta es su cualidad de ser apacible, alejado de la furia y la venganza. Es la autoridad del narrador la que nos engancha a un ensayo pero no lo hace de manera violenta, muy al contrario, hay una calma inherente a todo ensayo genuino. El giro final de la autora, simplemente excepcional, es atribuir el género femenino (el del título) al ensayo, toda una subversión del valor tradicional asociado a lo masculino, de esta manera le atribuye características insospechadas y nos prepara ante la posibilidad de que el poder se desplace, nada malo hay en que “ella” sea el ensayo, importa más que esto que este ahí, que esté viva, que nos invite a entrar para sumergirnos en su autoridad magistral: “Digamos que no tiene sentido decir (como lo he hecho repetidamente, aborreciéndolo cada vez) “el ensayo”, “un ensayo”. El ensayo – un ensayo- no es una abstracción; puede ser una forma femenina de contornos reconocibles, pero también muy colorida y con una Cynthia Ozick
  • 41. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 41 identidad individual; no es un tipo. Es demasiado fluida, demasiado esquiva para ser una categoría. Puede ser osada, puede ser tímida, puede confiar en su belleza, en su inteligencia, en su erotismo o en su exotismo. Sea cual fuere su historia, es la protagonista, la personificación del yo secreto. Cuando llamamos a su puerta, nos abre, es una presencia en el umbral, nos guía de una sala a la otra; entonces ¿por qué no deberíamos llamarla “ella? Puede que en privado se muestre indiferente a nosotros, pero no puede ser más hospitalaria. Por encima de todo, no es un principio oculto ni una tesis ni una construcción: ella está allí, es una voz viva. Y nos invita a entrar.” No sé si he convencido a alguien para leer a esta escritora, espero que alguno lo tenga ya claro; de todos modos me permito terminar con su idea de lo que debe ser la meta de la literatura; nos presenta la dicotomía universal-particular; siendo la segunda, la verdadera definición de lo que busca el arte literario en la actualidad: mostrar. reconocer aquello que es particular: “Así llegamos, al fin, al pulso y a la meta de la literatura: rechazar el borrón de lo “universal”; distinguir una vida de otra; iluminar la diversidad; encender la menor partícula de un ser para mostrar que es concretamente individual, diferente de cualquier otro; narrar, en toda la maravilla de su singularidad, la santidad intrínseca de la partícula más pequeña. “La literatura es el reconocimiento de lo particular.” 1. Los textos vienen de la traducción de Ernesto Montequin de Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick para la editorial Mar Dulce http://lecturaylocura.com/metafora-y-memoria Cynthi Ozick
  • 42. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 42 EL RETRATO CIEGO Daniel Palacios F ranshua no soportaba que lo mirasen. Y mucho menos de aquel modo tan pedestre. Todos los días tenía que soportar colas y colas de curiosos que se paraban frente a él y hacían todo tipo de comentarios. Como si realmente entendiesen lo más mínimo de arte, e incluso, si lo hacían, como si a él le importase en absoluto su opinión. Él ya sabía que era un retrato augusto e irrepetible, no necesitaba que aquella recua de paletos ignorantes viniese a recordárselo a diario. En vida, Franshua había sido todo un caballero, uno de esos personajes ilustres de alta alcurnia, porte señorial y modales exquisitos, que despertaban la admiración de todo el qué lo rodeaba. Pero de todas sus cualidades, de la que más orgulloso se había sentido siempre, era, sin duda alguna, de su semblante. Aquella pronunciada barbilla tildada conaquelhoyuelotanvaronil,eranel aderezoperfectodeunasmandíbulas prominentes y masculinas, que no hacían más que realzar la fuerza de una mirada penetrante y misteriosa, similar a un abismo insondable del que una vez dentro, no se podría escapar... o al menos eso se repetía él durante las largas e interminables jornadas que pasaba contemplándose en el espejo. Eso sí, cada día en un espejo diferente, Fotografía:YolandaAndrés El retrato ciego Fotografía:YolandaAndrés
  • 43. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 43 pues Franshua pensaba que no había nada más vulgar que repetir espejo. Por ello, el día que aquel rostro sin mácula dibujó los primeros síntomas de esa trágica enfermedad conocida como “vejez”, Franshua decidió que un señor como él no podía irse de este mundo sin antes dejar algo para la posteridad.. Otros grandes personajes de la historia habían aportado su granito de arena, así que él debía también contribuir con un legado para la humanidad, algo que las generaciones futuras pudiesen recordar durante siglos; pensó mucho al respecto, hasta decidir que se inmortalizaría a sí mismo a través de su retrato. Laidealehabíaparecidomaravillosa. La inmortalidad de la que disfrutaría desde su retrato le permitiría verse cada día reflejado en un sin fin de espejos diferentes; todas y cada una de las pupilas de la cohorte de personajes ilustres que sin duda irían cada día a contemplarlo, y al mismo tiempo daría a todos aquellos rostros menos afortunados la oportunidad de deleitarse, al menos durante un instante, de aquella isla de perfección. . Perolascosasnofueronexactamente como él había esperado, Franshua adoraba el modo en que él se veía a sí mismo, pero verse reflejado en los ojos de los demás era muy diferente. Resultaba, y él odiaba aquella palabra, vulgar. La mayoría de sus voyeurs no tenían la delicadeza artística para admirar la perfección en sus matices de la que tanto se enorgullecía. Había incluso quien se atrevía a criticar tal o cual aspecto; pero sin duda los peores eran los que lo miraban con indiferencia. ¡Como le gustaría sacarles los ojos a todos! En alguna ocasión lo había llegado a intentar, había sacado momentáneamenteunbrazoatravés del lienzo, tratando de extirpar de cuajo los globos oculares de aquellos ignorantes que no sabían darles el uso apropiado. Pero el vigilante del museo siempre intervenía a tiempo, salvando a los desafortunados mirones y propinando una buena regañina a Franshua. Aquella situación parecía no tener arreglo, y Franshua estaba empezando a entrar en una profunda depresión. Pero un buen día consiguió sustraerle el borrador a un estudiante de arte que se paseaba despistado por el museo, y antes de que el vigilante p u d i e s e intervenir, se borró los ojos. Desde entonces, Franshua, nunca más ha podido verse a sí mismo, pero al menos, tampoco tiene que soportar el modo en que le miran los demás. El retrato ciego
  • 44. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 44 LA CHICA DE LA MIRADA VIOLETA Anabella Giménez N o sabría precisar cuándo sus ojos se encontraron por primera vez. Lo cierto es que ya hace mucho, mucho tiempo, se ha convertido en un hábito, no, más que un hábito, una necesidad. Cada día, Alice se sube en el metro a la misma hora y por la misma puerta, segura de que encontrará una fugaz, aunque cálida, mirada. Tan intensa como breve, porque su dueño abandona el compartimento en el que ella entra cada día para llegar a su trabajo, rutinario y monótono como su vida. Es curioso cómo una sola mirada puede cambiar las cosas. La tenue llama de la esperanza, que ella creía extinta, se aviva cuando se abre la puerta, y aunque ya no es una niña, siente cómo su corazón se acelera ante la sola idea de volver a ver sus ojos. A veces se pregunta si él sentirá lo mismo. En los mejores días, está convencida de que él también la espera, que necesita tanto como ella ese momento. En los peores, se dice ‘Deja de soñar, Alice. Estas cosas no le pasan a la gente como tú’. Hoy ha escogido ponerse el vestido malva de mariposas que guardaba en el fondo de su armario, tan arrinconado como sus ilusiones. Lo compró para una ocasión especial que nunca llegó. Se lo pone frente al espejo, observándose meticulosamente, contoneándose coqueta. Sí, definitivamente realza el color de sus ojos. Se suelta el cabello despacio y la asaltan las dudas, ¿la reconocerá? Ella siempre va con vaqueros y camisetas oscuras, y con el pelo recogido en una coleta… no, está bien, quiere que esta vez sea Fotografía:YolandaAndrés La chica de la mirada violeta
  • 45. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 45 distinto. Quizá no suba hoy al vagón, tal vez lo espere en el andén y hasta le dirija la palabra. ¿Quién sabe si…y…oh no…! ¡las 16:30! Coge las llaves y el bolso y baja las escaleras de casa de dos en dos, no puede llegar tarde, hoy no. Hallovido.Cuandollegaalaestación el andén está casi vacío. Tan solo aquellos que, como ella, llegaron tarde al tren de las 16:30. La puerta que tanto deseaba ver abrirse se había cerrado, y el vagón se perdía lentamente en la distancia. Hoy se quedó sin su dosis, su antídoto contra la poquedad que sufre. No puede evitar sentir una losa en su corazón, aunque sabe que mañana se volverá a abrir esa puerta. Camina cabizbaja, el suelo está húmedo, igual que sus ojos. De pronto ve algo al borde de la plataforma, como un sobre pisoteado. Lo recoge y lo abre con un poco de vergüenza, como si estuviera asomándose indiscretamente por la ventana de alguien. Es un disco con una dedicatoria: A la chica de la mirada violeta. Fotografía:YolandaAndrés La chica de la mirada violeta
  • 46. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 46 ECO (BETA) Bárbara Nur Ferrante Grité al vacío arrancada a las cuerdas para que tú me oyeras - Las gotas sobre el cristal del ático resbalan como la miel. ¿Qué pasaría si yo me dejara deslizar así? Qué suavidad, sería tan dulce al fin descansar, sin nada más que decir, sin otra lágrima que alimente el lago de la desesperanza -Musitaba Klara en un momento de pausa abrazada a su cómplice. Tomó el último trozo de resina. - Tendré que ir a comprar más a la tienda del señor Vogel. Pero eso será mañana, sí, tal vez mañana. Frotando la crin de su arco, con un vaivén que recordaba al de una delicada caricia, sensual, como quien roza el cabello de un amante tras haber probado su sabor, cuando aún vibra su gemido susurrante al oído, y ya no hay un tú, ni un yo, sino dunas que se entremezclan y se alejan donde uno siempre se pierde, y lo desea. Sus piernas apretaron el cuerpo suave, la piel en caricia al bosque; en melodía impetuosa al ascua casi extinguida de la noche. La humedad de la pluma llenó de risas la partitura, de llantos, gritos ahogados que sólo la música puede expresar a la vez, con la libertad de quien se sabe la locura. Aquel invierno había esculpido caramelos de hielo en las fachadas de las casas. Eran tan suaves, tan parecidos a encontrarse en una cueva ancestral en la que uno puede hablar consigo mismo y con su eco. Klara había terminado, al menos lo que necesitaba decir quedó plasmado entre algunas notas. Se lo dedicaba a él, como todas las cosas, como sus movimientos, como respirar. El chelo ardía entre sus piernas mojadas de sudor, por aquello que por fin había logrado dar a luz, pues una mujer necesita crear desde sus entrañas, y hacer nacer, siempre viva, siempre dándose. Primero quiso abrazarlo, llevarlo consigo, convertirse en viento entre Eco (Beta) Ilustración:BárbaraNurFerrante
  • 47. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 47 s u s cuerdas y p e n e t r a r en los sonidos, en los murmullos, en las gargantas y en los pechos de los amantes. Lo dejó caer, primero a él, después iría ella. Observó la luz que atravesaba los trozos de hielo, parecían cristales hechos por un artesano que se había obsesionado con formas que le recordaban a un instrumento musical del que había olvidado el nombre. Un farolero terminaba de alumbrar la última de las calles, nunca había visto la ciudad desde tan arriba, donde los tejados parecían conformar una dimensión escondida en la que poder habitar. Recordó el olor a chocolate de las pastas de su pueblo de Colonia, y la sonrisa de su madre, y el reloj de bolsillo de su padre, cuando jugaba a escondérselo y él la reñía por ello haciéndole cosquillas con su frondoso bigote en el cuello hasta que las risas inundaban toda la casa. Y los gritos de los cerdos, y cómo sonaba el cuello de las gallinas al partirse, y el tío Klaus, que por las noches la hacía visitas en su cuarto mientras todos dormían. Ilustración:BárbaraNurFerrante Eco (Beta)
  • 48. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 48 (DES)OBEDIENCIA TARDÍA Victoria Arenas N o salir, no salir. Nos dijeron que no debemos salir, pero aquí no hay espacio, está oscuro. Somos muchos. No sé por dónde es, que entran más y más de nosotros. No se cabe. No se puede estar más apretado. Golpes, codazos, hedor; estamos hacinados. No me toques. No me roces. No salir, no salir. Grito. Pero ni yo mismo entiendo lo que pido, ni sé contra quien blasfemo. ¿Quién nos acoge aquí? ¿De qué están hechas estas paredes viscosas? Resbalo mi alma por su superficie, resbala mi aliento entre los huecos de otros entes iguales a mí. No salir, no salir. Pero¿porqué?Nosdijeronque no deberíamos salir porque fuera había una amenaza. ¿Acaso aquí estamos a salvo? ¿Acaso aquí hay esperanzas de algo, sino es para ver cómo morimos aplastados? Algunos de los nuestros ya se han quitado la vida. Con sus afiladas garras rasgaron su abdomen, sacaron sus vísceras negras hechas de filamentos de desesperación y silencios. Convivimos con sus despojos putrefactos. No puedo más –¿quién me sigue?–. Mássilencio.Abrolabocaparavolver a gritar, pero esta vez mi voz se queda dentro. Está dentro de mí. Intento que salga el aliento. Imposible. Jadeo. Tanteo con mis manos mi pecho. ¡Está abierto! Me doy cuenta en ese momento de que estoy vacío. Toco el calor de mis fluidos internos, pero mis manos solo encuentran una cavidad hueca. No tengo tráquea, ni Fotografía:YolandaAndrés FOTOGRAFÍA:YOLANDAANDRÉS Desobediencia tardía
  • 49. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 49 pulmones, ni corazón. ¡Mi vacío es físico y real! ¡No tengo voz, y es algo definitivo! Así descubro que estoy aislado hasta de los míos. No salir, no salir. Sé que fuera me tratarán mejor. ¡Me han robado las entrañas! ¿Qué mal puede haber fuera que me haga más daño que perderlo todo? La piel que me cubre era la coraza que debía proteger el resto. Ya no la quiero para nada. No me sirve. No tengo nada que guardar. Todavía conservo los ojos. El oído. Vuelvo a escuchar la voz que antaño nos dijo que no saliéramos. Ahora dice como en un eco antiguo: “¡No salgáis! Fuera sólo hay un mundo contaminado por un baile de máscaras diabólicas. ¡Aquí estáis a salvo, hijos míos!” Pero ¿quién habla? ¿De dónde procede esa voz? ¿Será de algún ser divino de los que hablan los libros? Si es así, ¿de cuál? Hay decenas de dioses, ¿quién es el que nos habla? Obedezco desde niño a esta voz, sin cuestionarme su origen, ni sus intenciones. Un zumbido, un alarido… la nave viscosa y oscura en la que viajamos se agita violentamente. Algo frío y afilado pasa por mi lado. Me rasga el brazo. Siento el calor de la sangre que chorrea. Así pierdo lo único que conservaba. Silencio, gritos. Gritos. Y silencio. Fotografía: Ana Estrada Desobediencia tardía
  • 50. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 50 uando el viernes, tras una breve ducha y un café mac- chiato, al fin tuvo la novela en sus manos, supo que aquella no- che sería solo para ellos. Desde que había decidido leerla, apenas el trasiego de la semana,las inevitables compras de última hora y alguna visita inoportuna (que despachó sin esforzarse en parecer amable), habían postergado su encuentro. A solas con ella, por fin, ese velo de irrealidad que llaman realidad había caído. Cogió la novela y desprendió con las uñas la película que velaba, como un sucinto encaje de transparencias, la cubierta de la nueva edición. Unos segundos en sus manos le bastaron para percibir el equilibrado gramaje de la tapa, su densidad precisa, que no caía en las trampas de la rigidez ni en la muelle flacidez de otras ediciones. Bajo el halógeno del comedor abrió el libro y hojeó con meditada parsimonia el inicio. Los titulares, la cifrada dedicatoria (cuyas iniciales ignoró), ese otro libro dentro del libro que es el prefacio, le supusieron un agradable preámbulo. La luz que se desprendía del papel en esas primeras páginas, de exiguas palabras, evocó ante él la imagen de un paisaje nocturno tras las primeras nieves. Bajo esa luz invernal, las letras se le antojaron las huellas dispersas de un lobo solitario. Se acomodó en el sofá y dejó que su cuerpo recrease en torno a ellos su propia intimidad. Luego no pudo –no quiso– esperar más y buscó con impaciencia el inicio de la historia. Como había previsto, del libro se alzaba un perfume almizclado a tinta y pegamento,a simiente de papel;un aroma denso y dulzón, un olor que atravesó sus poros hasta adentrarse en su sangre, como esos venenos a los que basta el contacto con la piel para penetrar en el flujo sanguíneo. Fue como si se adueñase de él una Rafael García Foto:RafaelGarcía EL BIBLIÓFILO Bajo esa luz invernal, las letras se le an- tojaron las huellas dispersas de un lobo solitario. Fotografía:RafaelGarcía Fotografía: Rafael García El bibliófilo
  • 51. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 51 punzante lascivia. Su cuerpo se tensó y sus manos abrieron aún más el volumen, empujándolo con una vehemencia ancestral, con el gesto del hombre que separa con tosca delicadeza las piernas de la amada. La novela abierta pareció dejarse hacer, sumisa y obediente bajo su envite, echando hacia atrás su cuerpo, mostrando sin recato alguno la superficie desnuda de su alma de papel. Al roce de sus yemas experimentó un leve temblor, como un chasquido, que parecía provenir del centro mismo de la página. Se detuvo, diciéndose –diciéndole: «No, aún no». En un ritual que repetía desde su primera lectura, muchos años atrás, pronunció las primeras palabras de la historia en voz alta, como quien invoca una presencia. Sentía que, de alguna manera, la novela había de regresar a la vida a través de él. Si el escritor era un demiurgo, el lector había de aspirar a ser uno con la obra, por imperfecta que fuese. Leyéndola, pronunciándola, la convocaba, la encarnaba, como esos personajes de Bradbury que se convertían en libros a fuerza de recitarlos. Mientras leía el texto, notó el dócil cuerpo de los fonemas conformándose en su garganta, deslizándose lúbricamente sobre el tobogán de su paladar, cómo a cada frase leída el verbo se hacía carne. Captó el sabor salino de las sílabas en los receptores de su lengua, jugó a subir y bajar la entonación, del susurro al gemido, enfatizando ciertas palabras que intuyó excitarían su deseo, mientras el texto iba y venía de sus pupilas a sus papilas, con la sinuosa y húmeda cadencia del placer humano. «Aún no», se murmuró –le murmuró. Era un lector de fondos, pero no desdeñaba por ello las vanidades de la forma. Se recreó en los vocablos, en el significante sin significado. Para él, si en el rostro de la literatura la sonrisa era el significado, el significante eran los labios. Cómo disfrutar del beso profundo de la literatura sin ellos. Recorrió con sus dedos la esbelta tipografía, una variedad de Garamond que desconocía y cuya sutileza en los remates halagó su sensibilidad, como si la novela hubiera elegido una lencería exclusiva, una que solo él sabría apreciar, únicamente por complacerle. A su provocador regalo respondió con recíproca entrega. Extendió los dedos y acarició fugazmente los senos de las emes,el escote de las uves,demorándose luego en el monte de Venus de la ípsilon. Curioso, se dijo, que la única conjunción con forma de pubis fuese la copulativa. «Ahora. ¡Ven!», le dijo –se dijo. La cogió de la mano y la condujo hasta su cama. Allí gozó de cada página de la novela una y otra vez, con la sublime intensidad de los amantes furtivos, hasta que horas más tarde los sorprendió en su lecho, exhaustos, el previsible amanecer. Las manos del hombre se hundían entre las páginas como quien hunde sus manos en el cabello de su amada; como si aun dormido continuara, sueño adentro, acariciando palabras. Al roce de sus yemas experimentó un leve temblor, como un chasquido, que parecía provenir del centro mismo de la página. Fotografía:RafaelGarcía Fotografía:RafaelGarcía El bibliófilo
  • 52. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 52 Anna Gavilà LIFE ON MARS e aburría. Se llamaba Eva Sinclair, y tenía el pelo tan desordenado y rizado como las ideas. Miraba por la ventana por si aparecía algún personaje interesante, alguna historia que mereciese haber vivido el día y su pena. Era como una estrella que se hacía la dormida, esperando el sabor de sus próximas lágrimas. Yo también. No. Yo no me llamaba Eva Sinclair, y no lloraba. Yo era Dave. Simplemente Dave. David Jones, pero eso no sería siempre así.Yo también me aburría, quería decir. Desde mi ventana podía ver la suya. Imaginaba sus piernas interminables, que acababan siempre en zapatos de hebilla, color manzana de caramelo, colgando desde el alféizar. Vivíamos en un barrio residencial. A la hora en que nosotros buscábamos alimento para nuestros sueños y buceábamos entre las nubes, los demás seguían hipnotizados delante de los televisores o los tocadiscos. Nadie tintaba las nubes de azúcar y canela como Eva quería. Nadie, tampoco, lanzaba un rayo fulminante que nos abriese las mentes de una vez,como yo había imaginado tantas veces. Nadie escuchaba a Patti Smith ni leía a la generación Beat. Sólo nosotros dos permanecíamos en esa ensoñación de un mundo menos gris. Decían en las noticias que los planetas estaban a punto de alinearse, pero no decían cuáles. Las chicas de primer curso en la universidad estaban muy interesadas en la astrología. Yo era capricornio, pues nací, y también, curiosamente, morí en enero. Luego descubriría que Eva era una aries. Fantaseé con un día en que pudiésemos ir a ver marte y venus juntos, y tal vez entonces podría pedir su mano. Desde mi posición, Ilustración:CandelaTorres Life on Mars
  • 53. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 53 ella me parecía una galaxia muy lejana, inalcanzable. Lo era. Supongo que estaba deseando independizarse.Demomentovagabundeaba por el universo de su habitación.La pantalla de su televisor parpadeaba tanto como sus ojos bicolores. Peleas falsas, nauseabundos intercambios polisémicos, los absurdos noticiarios. Ya habíamos conquistado la luna, o eso nos habían hecho creer. Yo también quería visitar otros planetas, y acercarme a otros satélites. Los cambios eran vertiginosos, pero no parecían afectarnos mucho. Sus discos de los Beatles, los de Eva, se amontonaban en estanterías repletas de vinilos polvorientos. Ya no los escuchaba. Nadie en su casa lo hacía. Tal vez la chica esperaba algo mejor: un toque de glamour, unas letras que hablasen de ella mirando por la ventana, desenredándose su cabello dorado rojizo, o de presenciar una pelea multitudinaria en un bar, pero sin implicarse. Una tarde me acerqué.Le ofrecí un cigarrillo y sonreí. Se lo guardó en el bolsillo, y la sonrisa también. Le vi hacerlo. Me habló de que estaba comprometida. Llevaba un anillo barato, oxidado, que le apretaba bastante. Se lo quitaba en presencia de sus padres, decía. Eran muy conservadores y pensaban que ella era demasiado joven para tener novio. Yo también pensaba que ella era demasiado joven, y también demasiado bonita para tener novio y que el novio no fuese yo. Él le había dicho que el nombre de ella desanudaba los ecos de sus ruinas. Eso era mucho, pensaba ella, aunque lo había interpretado en clave sexual. Me hubiese gustado decirle que ante el amor todos nos convertimos en poetas, pero me pareció trivial, pues ya alguien lo dijo antes que yo, y yo no estaba aquí para repetir, sino para transformar. No hablaba mucho,pero le gustaba escuchar. Tal vez porque no había mucho más que hacer. A veces respondía y, con frecuencia, preguntaba sin poner mucho interés en lo que yo contestaba. Yo me sentaba junto a ella, y como si fuésemos niños distraídos que no saben a qué jugar, a veces nos quedábamos quietos en el cómodo silencio que sólo comparten los personajes como nosotros. Esa primera tarde, sorprendidos, nos quedamos mirando aquella puesta de sol descolorida. Fue allí donde nuestras atmósferas conectaron. Suspiramos pensando en el sueño americano, o en un viaje a Ibiza. Ella iría con su prometido. Se bañarían en aguas turquesas y harían el amor bajo la luna. Los Pink Floyd habían estado allí, componiendo un par de temas y fumando hierba. Que si tenía hierba. Aunque yo estaba seguro de que ella no fumaba y también de que nunca había hecho el amor y de que su prometido no la quería. Me guardé esa carta para otra tarde, la de la hierba, porque ella era para visitarla por la tarde. Era entonces cuando el sol se filtraba mejor en nuestra calle, dándonos el aspecto de una fotografía abandonada porque nadie querría ya volver a mirarla. El color sepia, el color del olvido. Y allí estábamos, dejando que el tiempo nos llenase de huecos en nuestros vacíos contemporáneos, tan similares. Hablando de cartas, se me ocurrió decirle que era un gran conocedor del tarot de Alastair Crowley. Sus ojos relampaguearon. Era entonces cuando el sol se filtraba mejor en nuestra calle, dándonos el aspecto de una fotografía abandonada porque nadie querría ya volver a mirar- la. El color sepia, el color del olvido. Life on Mars
  • 54. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 54 Sí, estaba prometida, pero también se aburría,y yo era un buen jugador.Le prometí que le haría una lectura personal, pero que a cambio ella tendría que invitarme a un helado. Negoció que mejor un batido, y eso lo apunté para una próxima canción. Aún no le había dicho que yo era músico. Retrasaba el momento casi con placer. Sé que ella se había dado cuenta de que mis ojos eran bicolores como los suyos, y de que mis botas de plataforma tenían también el color de las manzanas de caramelo. Pero lo que más nos unía era ese inmenso aburrimiento y nuestro peculiar modo de compartirlo. Llegaban noticias multicolores, promesas de vida nueva y sueños intergalácticos, pero nosotros estaríamos siempre tristes y el verano se nos antojaría demasiado largo como para estar haciéndonos guiños desde el tejado de nuestras respectivas casas. A Eva le gustaban los cómics. Yo tenía una colección estupenda y fantaseaba con leerla juntos y hacernos cosquillas que pudiesenterminar en algo más. Había empezado a dibujar algunos bocetos de sus piernas colgando del alféizar, pero no me atrevíaaenseñárselos.“Estoycomprometida, recuerda.”– Decía siempre. También podíamos hablar de poesía francesa. Yo había leído a los simbolistas, ella adoraba a Char y a Jaccottet. * * * UNA TARDE FUIMOS AL CINE. NO RECUERDO EL TÍTULO DE LA PELÍCULA. Creo que ella tampoco. Lloró en una de las escenas. Dijo que no era nada, que le había parecido muy aburrida.Yo sólo pude decirle que la invitaba a tomar algodón de azúcar, sumándome a su aburrimiento. Hubiese deseado pintarla. La luz de la tarde bordaba su falda azul marino en encajes psicodélicos. Su cabello era como hilos plateados de un mar muy quieto, capaz de reflejar todas las estrellas nocturnas.Llevaba los zapatos de siempre,y su anillo de compromiso. Su lengua rosada se fundía con el algodón pegajoso. Y yo, yo me humedecía los labios pensando en mil maneras de acercarme a su cuello y descubrir nuevos sabores en ese azúcar de jazmín, tan blanco. Debía ser cuidadoso en mis maniobras de aproximación y aterrizaje, pues sé de buena tinta que si nos acercamos demasiado la chica se enamora. Y cuando eso ocurre, hay Ilustración:ArielRohner Life on Mars
  • 55. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 55 que salir huyendo y dejarla con sus lágrimas para no extinguir el proceso creativo musical. Sentados, en el parque, comentamos el guion de aquella película.Ella quería ser guionista.Tenía buenas ideas, decía. Además su prometido era escritor. Poeta, según ella. Seguro que podían hacer algo juntos. Él la ayudaría. Querían irse a vivir a América. Allí todo saldría bien. —Si pudieras viajar en el tiempo, ¿a dónde irías? —Preguntó. —Probablemente al futuro. — Le dije. No sé. Llegaría hasta mil novecientos ochenta y cuatro al menos. Seguro que los coches ya no existirán y nos desplazaremos en naves espaciales. —¿Crees que desaparecerán las bicicletas? —Preguntó, con expresión lánguida, bajando la mirada. Tomé su mano, y ella la soltó rápidamente. —Eva, las bicicletas no desaparecerán nunca. Nunca, ¿entiendes? —Le dije, consolándola. Parecía a punto de llorar. Pude verla en su bicicleta roja, en unas vacaciones en el campo, sentada de lado mientras su prometido,Tom, la llevaba por un camino encharcado, bajo unos árboles frondosos que iban desprendiéndose de sus hojas y anticipando un triste otoño. —Promételo, David. Promételo. Promete que no desaparecerán las bicicletas. — Insistió. Se lo prometí, y quise darle un beso, pero miré su anillo oxidado, el anillo de compromiso, y me contuve. —Dave, ¿tú crees que hay vida en Marte? —Preguntó. —¿Que si hay vida en Marte? Claro que sí. Allí los suelos son de color manzana caramelo. Nos costaría caminar, porque no nos veríamos los pies. Los discos de John Lennon estarían prohibidos, y el único modo de transporte sería la bicicleta.— Mientras le decía esto, me permití tomar un mechón de su cabello. * * * TENÍA EL PELO REVUELTO. A VECES LA IMAGINABA LLORANDO, EMPAPANDO LA ALMOHADA. A veces la soñaba junto al teléfonoquenosonaba.Yoleíalosperiódicos buscando el anuncio de su boda, que nunca sucedía. Necesitaban tiempo, había dicho ella. No quería hacerle daño, habría dicho él, seguramente. Siempre decíamos eso cuando dejábamos de interesarnos. Tenía el pelo revuelto, pero yo quería revolverlo un poco más. Y después, desenredarla. Eva estaba llena de canciones por escribir y estaban todas en su pelo. Sólo necesitaba que me dejase acercarme un poco más a ella, absorberla tan sólo un poco más. —Dave, si hubiese vida en Marte, ¿me llevarías contigo? —Dijo Eva. Le caían gruesas lágrimas de sus ojos bicolores. —Si hubiese vida en Marte, yo te llevaría conmigo, Eva. —Sequé esas lágrimas con mis pulgares tibios y le di un beso en la frente. Eva sonrió. Ilustración:MayaVericadGavilà Life on Mars
  • 56. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 56 Una tarde la echaron de casa. Estaba sentada en la acera porque me esperaba. Los calcetines hasta la rodilla no escondían su piel blanca bajo la falda. Estaba llorando bajo un libro, bajo un parasol de barro, bajo un sueño que se hundía en la arena. No había llamadas. Su amigo no aparecía por ningún lado. Todo esto ella no me lo había dicho, pero yo ya lo sabía. Me senté a su lado. Apoyó su cabeza en mi hombro. No nos importaba manchar nuestra ropa londinense en las húmedas aceras. Ya lo sabíamos todo de estas calles. Ya nos habíamos aburrido suficientemente de los demás. —No me gusta el nuevo disco de Lennon.— Dijo como excusa para su llanto. —Ni a mí, Eva. —Contesté. Aunque ni siquiera lo había escuchado. Había gastado casi toda mi asignación en cigarrillos. Y en la baraja del tarot,el de Crowley,claro, en el mercadillo de segunda mano. Parecía nuevo. Le gustaría. Quería protegerla. En mi casa había demasiado ruido. No era el mejor lugar para salvarla. Pensé que podíamos ir al piso de Terry. No caía lejos, y él nos dejaría quedarnos. Busqué en los bolsillos de mi abrigo azul marino. Aún tenía algunas monedas para comprar leche y cereales. Eva debía ser de esas chicas que sólo comían leche y cereales. Y alguna vez, manzanas de caramelo y algodón de azúcar. —¿Te gustan los cereales para el desayuno? —Pregunté,intentando calmarla.La ayudé a levantarse y nos fuimos hacia el apartamento de mi hermano.Eva me dejó coger su mano, como si me hiciese un precioso regalo. Al llegarescuchamosaTerrytocandounodesus solos de saxo. Eva apretó mi mano con más fuerza. Le gustaba la música. Yo aún no le había dicho mi profesión.Seguía retrasando la idea de contárselo. Ella, por el contrario, me había contado que era estudiante de arte y que estaba siguiendo un curso de escritura creativa. Allí había conocido a ese chico. Sí, ya sé que su prometido era poeta, pero a mí también se me podía dar bien escribir si me enamoraba un poco más. Yo había leído a los grandes. Algún día, incluso, me atrevería con T.S. Eliot y La tierra baldía. Necesitaban tiempo, había dicho ella. No quería hacerle daño, habría dicho él, seguramente. Siempre decíamos eso cuando dejábamos de interesarnos. Esperamos a queTerry acabase de tocar para llamar al timbre.No queríamos interrumpir. Le gustó verme con una chica. Una chica con buen aspecto, quise decir. Sonrió, pero fue bastante discreto. Ella lo miraba entusiasmada, aplaudía. Terry hizo una pequeña reverencia y nos dejó pasar al salón. Parecía tranquilo. Eva miraba poco a poco, como a sorbos.Nos sentamos en el sofá rojo, con Terry, y encendimos cigarrillos juntos. La habitación se llenó rápidamente de humo.Eva tosió.No fumaba,sólo quería ser Ilustración:MayaVericadGavilà Life on Mars
  • 57. beatsbury Número 2 - Enero 2017 Página 57 e d u c a d a . Terry dijo que podíamos quedarnos en la habitación que usaba como estudio. Había un sofá cama bastante cómodo. Hice un gesto nervioso con la cabeza que él no supo interpretar. —Yo dormiré aquí, en el salón, Terry. —Dije, finalmente. Eva se rio y yo no entendí su risa. Al caer la noche salimos a la terraza con unos vasos de licor. —Mañana te llevaré al ensayo. —Me atreví a decir. No pareció sorprenderse mucho, ni preguntó qué tipo de ensayo, pero ya no estaba aburrida. —¿Tienes pesadillas a veces, Dave? —Me preguntó. —De niño soñaba con ratones. Como en ese cuento… —¿El flautista de Hammelin? —Sí, pero muchísimos más. Cientos de ellos. Miles de ellos. —¿Como si trazásemos una línea desde el Mediterráneo hasta el frío norte? —Algo así. ¿Y tú, con qué sueñas? —Sueño con que estoy en el cine y siempre proyectan la misma película. —Es que siempre es la misma. La que vimos la otra tarde. Sólo hay esa. —Sueño con que Tom desaparece. —¿Tom? ¿Es… algún actor, un personaje de una canción, de un cómic? —Es un poeta. — Contestó Eva. Ya no pregunté más. Tom era su prometido, y la película en la que desaparecía era la que ella veía todos los días desde la ventana de su vida.Tom ya no la quería, pero ella siempre le esperaba. Por eso pasaba todas las tardes bajo aquella ventana, con sus piernas colgando. Algún día, pensaba ella. Algún día. Sopló una brisa ligera que nos despegó un poco el calor del verano.Me fijé en que uno de los tirantes de su camiseta se deslizaba por su esbelto hombro. Bajó la mirada, y luego posó sus ojos bicolores en los míos, que también lo eran. Se escuchaban risas, se escuchaban nuevas canciones. Alguien tecleaba en una máquina de escribir unos versos que nunca terminaba y que no le llevaban al lugar que soñaba. Eva bebió de un trago todo lo que quedaba en su vaso y entonces me besó. Fue un beso inocente, espontáneo. No significaba nada. Sólo gratitud.Conmigo,pensé, no se aburriría nunca, y eso podía gustarle. No sucedió nuestra noche. Eva se levantó para ir al baño y se marchó, dejando un rastro de música en el perfume de su cabello enmarañado. Terry me miró y yo sólo pude encogerme de hombros y seguir fumando y canturreando el resto de la noche. —Ven, siéntate al piano. Toquemos algo, Dave. Ilustración: Maya Vericad Gavilà Life on Mars