1. Reseña de William K. Boone, 17 Jun 2003
La carta esférica
por Arturo Pérez-Reverte, 1994
fechada en La Navata, en diciembre de 1999.
(edición México, Alfaguara, 2002)
La Navata es el nombre de una pequeña aldea situada en los 42° 13’ de latitud
norte y los 2° 52’ de longitud oeste, unos 100 km. al noreste cuarta al norte de
Barcelona, pero podría ser también el nombre de un velero, fondeado en el Mar
Mediterráneo cerca de la costa al sureste de Cartagena.
En esta novela Pérez-Reverte nos regala con una especie de examen profesional,
merecedor de mención honorífica, en ciencia náutica, cartografía, investigación
histórica, psicología, psicoanálisis, geografía, astronomía, meteorología, música
de jazz, literatura clásica y contemporánea, y su arte magistral de contar historias.
Indicaciones.
Es una novela para leerse sin prisas y pausadamente, de preferencia en voz baja,
dejándose llevar por los cuentos y anécdotas de la marina mercante, y los motivos
que llevan a los hombres al mar, prestando atención a cada detalle descrito tan
hábil y tan minuciosamente por el autor, aceptando su sutil invitación a escuchar el
jazz de Charlie Parker y de Miles Davis como música de fondo. Conviene también
tener un diccionario a la mano, para saborear más intensamente algunos
modismos peninsulares del español, que no acostumbramos en México, como
chiringuito, chirimiri, guardapolvo,..
Sería bueno haber leído previamente La Odisea de Homero, Lord Jim de Conrad,
Moby Dick de Melville y La Isla del Tesoro de Stevenson; pero si no, esta novela
seguramente nos va a llevar a aquellas otras clásicas del mar.
Misterios.
Desde los primeros renglones en la primera página nos podemos dar cuenta que
ésta es una novela de misterio y de suspense, y que, para disfrutarla como se
merece, no podremos leerla pasivamente sino que tendremos que interactuar con
el autor.
¿Qué está pasando? ¿Qué ha sucedido? ¿De qué se trata? ¿En dónde nos
encontramos? ¿Qué año es éste? ¿Qué hay de ese barco que se aleja lentamente
del muelle? ¿Quién es el que nos dice que no perdamos de vista “al hombre”,
“pues vamos a contar su historia”? Asumiremos por el momento que es el autor
omnisciente ... excepto por un par de pequeños detalles.
Cuando lleguemos al final de la novela se habrán aclarado muchos de sus
misterios, aunque – aún más misteriosamente – no todos.
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2. - Exacto. Sólo que yo detesto decir las cosas en pocas palabras – nos dice el
autor a través de uno de sus personajes allá por la página 489. Y poco más
tarde añade – No me prive del placer del suspense, querido amigo.
A medida que avanzamos en la lectura confirmamos que el autor nos ha planteado
muchos misterios y su narración nos ha llevado en suspense desde su inicio.
Primer misterio. Tenemos en nuestras manos la que es probablemente la obra
cumbre de uno de los más grandes y exitosos novelistas en idioma español de
nuestro tiempo; apenas nos estamos acomodando en el sillón, hamaca o quizás
una tumbona a la orilla de una alberca; y, si prestamos la debida atención a la
lectura de las primeras dos páginas, nos tropezamos de inmediato con una
extraña incongruencia: ¿porqué ese aparente disparate astronómico sobre la
estrella Polar?
Sugiero hacer una pausa y leer nuevamente esas primeras dos páginas que sirven
de introducción. Y quizás debamos leerlas una tercera vez. Y seguramente
queramos volverlas a leer al finalizar la novela.
Riddle. Enigma. Así “nos dicen” (página 87) que se llama una goleta con la que el
buque del protagonista se cruza en uno de sus tantas idas y venidas por los mares
del mundo: y precisamente de esa substancia, de misterios y de enigmas, está
hecha esta novela.
- [...] los relatos, como los enigmas y la vida misma, son sobres cerrados que
contienen otros sobres cerrados en su interior – nos explica el narrador
cuando ya vamos en la página 463, y apenas nos estamos enterando quién
es esa persona que nos ha estado contando la historia.
Pero aún al final de la novela, solucionados otros misterios, persiste el enigma
sobre el disparate astronómico. Desechamos categóricamente el que sea un
simple caso de licencia poética al que recurrió el autor.
Sólo Pérez-Reverte, pala en mano, sabe lo que hay en el fondo de su olla. El nos
podría aclarar el misterio, aunque nunca sabríamos si se comporta como caballero
o como escudero – ver capítulo vi.
Mi teoría es que Pérez-Reverte nos deja este “misterio” como tarea, para
investigarlo o no en nuestro propio tiempo y espacio, según nos plazca.
El lector que no sepa de esos asuntos de mecánica celeste y/o que ni le interesen
– supongo que la inmensa mayoría de la humanidad - pasará de largo sobre el
disparate sin pestañear.
Quienes Pérez-Reverte haya picado con el aguijón de la curiosidad, hemos hecho
nuestra modesta labor investigadora, similar a la que evidentemente y de manera
disciplinada y exhaustiva él debe haber hecho en museos, bibliotecas, Archivo de
2
3. Indias, archivos del Almirantazgo inglés, el palacio de la Inquisición de Cartagena
de Indias, Medina Sidonia, y algunos otros. En nuestro caso hemos recurrido a la
Enciclopedia Británica, el Norton’s Star Atlas, al software de Astronomy Redshift
(en CD) y a La Iliada de Homero, entre otros.
El resultado de nuestra investigación es que, efectivamente, es un disparate
opinar que “La Polar va a seguir en el mismo sitio durante los próximos veinte mil
años”, como “nos dicen” a partir del tercer renglón de la novela.
Un maestro cartógrafo y profesor universitario en Murcia debería saber que la
evidencia científica más bien señala que las estrellas “fijas” sólo parecen serlo en
el relativamente corto tiempo de vida de una persona, pero no en el contexto
histórico de cientos o miles de años, como fue siendo constatado al comparar
catálogos de estrellas de Hiparcos (129 a.C.) con los elaborados posteriormente
por Ptolomeo (c. 139 d.C.) y Copérnico (c. 1520).
El caso de la Polar es muy interesante: está ahí, convenientemente muy cerca del
polo, a sólo poco más de medio grado de distancia (lo que es el diámetro aparente
de la Luna llena). Pero sólo ha estado por ese rumbo en tiempos relativamente
recientes. Estará ligeramente más cerca aún en el año 2102. Pero después se irá,
retirando paulatinamente así como llegó, alejándose cada vez más, y – de no
presentarse algún cataclismo cósmico en el futuro inmediato - para dentro de
25,800 (valor aproximado para el ciclo de la precesión de los equinoccios) estará
nuevamente de regreso, ahí en donde la vemos ahora, señalando muy de cerca el
eje de rotación de la Tierra. Nos dicen los astrónomos que dentro de unos 11,000
años será la hermosa estrella Vega (la cuarta en brillantez en todo el cielo
nocturno, después de Sirio, Canopus y Alfa-Centauri) la que ocupe este
privilegiado lugar; y que hace unos 5,000 años la polar era la estrella Alfa-
Draconis; chinos y fenicios quizás se habrán cuestionado el porqué una estrella
tan insignificante habría recibido tan protagónico papel.
En tiempos homéricos, hace unos 3,000 ó 2,500 años, cuando las naves cóncavas
surcaban el Mar Egeo para asediar Troya, la actual Polar era una estrella
cualquiera, que nadie tomaba mucho en cuenta. El puesto de Estrella Polar estaba
digamos que vacante. En un bello pasaje de la Ilíada, libro xviii, el dios Vulcano
forja nuevas armas para Aquiles, adornándolas – como sólo un dios sería capaz –
con majestuosos escenarios de Cielos, Tierra y Mar, incluyendo las constelaciones
de “las Pléyades, las Hyades, el enorme Orión y el Oso que gira alrededor,
siempre en un solo lugar, de frente a Orión, y es el único que nunca se sumerge
en el Océano”
Homero no menciona a ninguna estrella polar por la sencilla razón de que no la
había: La constelación que conocemos ahora como Osa Mayor estaba mucho más
cerca del polo que ahora (como a la mitad de la distancia) y giraba
“misteriosamente” alrededor de ... ¿?... nada importante que se pudiera apreciar,
en un círculo mucho más estrecho del actual. A las latitudes de Argos, Micenas e
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4. Itaca (similares a las de Cartagena), la Osa Mayor siempre estaba claramente
visible sobre el horizonte.
Segundo misterio. La escena descrita en las dos primeras páginas – lo sabremos
al final de la novela -- transcurre en Cartagena, España, a eso de la una de la
madrugada durante un Julio o Agosto de la época actual. Nos dice el misterioso
narrador – nos enteraremos quién es él en la página 463 – que “hallaremos Orión
sin dificultad ...”. Lo dudo. Si, como ya nos dijo, la Osa Mayor está a la izquierda
de la Polar, Orión debe estar muy bajo en el horizonte. Quizás lográramos ver las
Pléyades. Pero, ¿“sin dificultad”?, solo en Febrero o Marzo, en horario cómodo,
cuando Merak y Dubhé estén a la derecha de la Polar. Y de Perseo no puedo
opinar – ésa es una constelación sin estrellas de primera magnitud y ni siquiera la
sé identificar.
Desde la Ciudad de México, a mediados de junio, es imposible verificar
visualmente estas suposiciones, ya que lo único que se ve en el cielo nocturno son
nubes y smog iluminados por las luces de la ciudad: las estrellas están de
vacaciones.
Tercer misterio. Título del capítulo xii: Sudoeste cuarta al este. Pérez Reverte hace
gala de su dominio del argot náutico, con tanto lujo de detalle que supera por
amplio margen lo que ya aprendimos antes, en inglés, de Herman Melville en
Moby Dick. Pero, ... “sudoeste cuarta al este” me temo que provocaría escalofríos
y una mirada de desconcierto en un disciplinado timonel, dispuesto a obedecer sin
chistar las órdenes de su capitán. ¿Disparate náutico? ¿lapsus editoris? Sudoeste
cuarta al sur, señala más apropiadamente la página 422.
Haciendo a un lado los mencionados y quizás no intencionados “misterios”, La
Carta Esférica es una gran novela. El tema histórico – las circunstancias en que se
movían los jesuitas en el siglo xviii, que los condenó a ser expulsados de los
dominios de España, acusados de traición al Rey, y posteriormente llevó al Papa a
decretar la disolución de la orden -- está desarrollado de manera excepcional,
como sé que lo han atestiguado reconocidos historiadores. Podría ser un buen
libro de historia, excepto que obviamente intervienen algunos personajes ficticios y
se describen hechos que pudieron o no haber ocurrido, quizás de una manera
similar -- y los elementos novelescos nos dificultan la tarea de separar la parte
ficticia de la realidad histórica.
Suspense.
Después de aquella “misteriosa” introducción, la historia se inicia en Barcelona con
una subasta. Un perspicaz lector seguramente sospechará de cierta sutil alusión
de Pérez-Reverte al tono con que inicia la obra musical de Andrew Lloyd Weber:
El Fantasma de la Ópera. Ta-ta-ta-ta-tán.
Ocasionalmente, quien nos cuenta la historia nos deja temporalmente en ascuas.
Por ejemplo, Coy pregunta y “ella” le dice su nombre (página 44) – pero nosotros
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5. tenemos que esperar varias páginas y un nuevo capítulo para enterarnos – de
manera indirecta -- que el nombre de “ella” es Tánger Soto (página 57).
En un momento dado, nuestro héroe se mete en serios problemas y termina
golpeado, esposado y preso (página 195). En el siguiente capítulo, el narrador
brinca un par de días y de páginas al futuro, antes de “acordarse” y explicarnos,
casualmente, cómo fue que se solucionó aquel asunto.
Un incidente ocurrido en el Océano Índico a las 4.20 de la madrugada (¿4 hrs 20
minutos ó 4 horas 20 centésimos?) es mencionado en la página 13, pero es hasta
llegar a la página 52 cuando es elaborado y explicado en detalle.
El buque carguero Felix von Luckner, de la Zeeland Ship, con bandera belga,
aparece y desaparece de la escena como un fantasma, sin venir mucho al caso,
hasta que en las últimas páginas...
Y así, en su amena manera de relatar la historia, Pérez-Reverte nos va
sembrando incertidumbres que ya nos irá aclarando a su debido tiempo.
Personajes.
El personaje principal se llama Coy (¿del inglés: tímido o que pretende serlo?).
Sabemos todo de él: cómo es, cómo viste, qué hace, cómo piensa, qué siente, ...
cómo percibe todo lo que sucede a su alrededor, lo que otros personajes hacen y
lo que dicen, ...
La novela no nos dice prácticamente nada de los otros personajes ni de la historia,
excepto por lo que Coy ve y entiende.
Tánger Soto es la inteligente y seductora encargada de Investigación y
Adquisiciones del Museo Naval en Madrid. Ella es quien descubre, investiga,
documenta y decide emprender el rescate de un naufragio acontecido en 1767,
cerca de la costa de Cartagena.
Pedro el Piloto, amigo fiel y leal de Coy, complementa el trío de “los buenos”.
Por otro lado, están “los malos”: Nino Palermo, alias “gibraltareño” por su origen y
“dálmata” por sus ojos bicolores, dedicado profesionalmente al rescate de tesoros;
Horacio Kiskoros, alias “enano melancólico”, el rufián a sueldo; y en roles
meramente decorativos, el chofer de aspecto bereber y la secretaria.
Aparecen un par de especialistas que asesoran en ciertos momentos a los
protagonistas: Lucio Gamboa, director del Observatorio de San Fernando en Cádiz
y Néstor Perona, maestro cartógrafo, catedrático de la Universidad de Murcia.
Entre los personajes complementarios se destaca Zaz, el alegre perro labrador de
pelo corto y dorado, de ojos oscuros y tristes, leales y fieles, que la heroína ha
heredado de su anterior compañera de departamento (piso, le dicen en España).
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6. No podía haberlo adquirido de otra manera, para ser congruente con el personaje
y con la historia,
Las aventuras del Torpedero Ticumán y el resto de la Tripulación Sanders le dan
gran colorido a la historia.
En cuanto a la cartografía, para quien le interese el tema histórico de cómo fue
evolucionando el trazado y la exactitud de los mapas, particularmente cómo se
fueron resolviendo los problemas de latitud y sobre todo de longitud, el trabajo
efectuado por Pérez-Reverte y sus colaboradores es monumental. Aunque el
profesionalismo con el que lo desarrollaron me ha dejado algo confundido:
verdaderamente ya no sé si el Atlas Marítimo de las Costas de España de Urrutia
Salcedo es o no ficticio. La ausencia de evidencia en enciclopedias y en Internet
así como la existencia de un pequeño pueblo de pescadores cerca de Cartagena
que se llama Los Urrutias, me hacen sospechar que esta “joya cartográfíca del
xviii” es apócrifa.
La descripción minuciosa de los recorridos citadinos por avenidas, parques, y
visitas a museos, restaurantes, “chiringuitos” y bares de Barcelona, Madrid, Cádiz,
Gibraltar, Cartagena y Murcia podrían ser considerados como guía turística para
un futuro viaje a España.
Marco histórico. Desde el punto de vista de la heroína, libre de consideraciones
metafóricas, psicológicas y poéticas, el argumento es el siguiente:
Tánger Soto es historiadora y trabaja en el Museo Naval de Madrid (número 5 del
Paseo del Prado). Hace un viaje a Barcelona y adquiere en subasta (en la casa
Claymore) un “Atlas Marítimo de las Costas de España” de un tal Manuel Urrutia
Salcedo, fechado en 1751. En esa subasta conoce casualmente al héroe, de
apellido Coy, quien es un experimentado oficial de la marina mercante
(temporalmente sin licencia por haber encallado un barco durante su turno de
guardia) y le pide que colabore con ella. En esa primera escena hay también un
enfrentamiento con “los malos”, que andan también tras las mismas pistas.
La heroína le explica a su nuevo socio – a cuentagotas y nunca más de lo que
necesita explicar - que varios años antes, haciendo una investigación en el
“Archivo Histórico Nacional” en donde preparaba un trabajo universitario sobre la
Machinada de Guipúzcoa en 1766, se encontró casualmente una antigua carta
que había sido enviada por un jesuita a otro. Originalmente, la carta había sido
escrita en clave. Algún funcionario anónimo había hecho la transcripción; se había
archivado y se había quedado olvidada por todos, entre otros documentos
incautados a la Compañía de Jesús. En esa carta, fechada el 1-Nov-1766 en
Valencia, el padre Nicolás Escobar menciona los problemas por lo que atraviesan
los jesuitas, habla de amigos y enemigos en la corte de Carlos III, y dice que “me
dispongo a viajar en la esperanza de que, Ad Maiorem Dei Gloriam (con ese
nombre y ese amparo me dispongo a embarcar)” ... hacia La Habana y regresar
con el padre José Luis Tolosa, otro jesuita que viene de Cartagena de Indias,
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7. trayendo “doscientos argumentos a modo de llamas de fuego verde sin tallar,
perfectas y grandes como nueces” ..., con lo que piensan arreglar algunos asuntos
en la corte española.
La heroína no le hace mucho caso a aquella carta hasta que años después un
reconocido empresario, dedicado a rescatar naufragios, la busca a ella en el
Museo Naval y le pide cierta información sobre un barco de nombre Dei Gloria que
naufragó cerca de Cartagena en Febrero de 1767. Ella recuerda la carta, se da
cuenta de lo que puede haber tras de aquello, le esconde y bloquea la información
al empresario y se pone a investigar por su cuenta.
Obtiene, entre otras cosas, copia del acta que se le levantó a los pocos días al
único sobreviviente: un joven de quince años, ayudante del piloto, que fue quien
se encargó de calcular y anotar la posición del barco pocos momentos antes del
combate con un corsario argelino, que terminó con el hundimiento de ambos
barcos. El joven desaparece “misteriosamente“ al día siguiente, antes de que
puedan interrogarlo más, pero ha dejado testimonio de cuáles eran las
coordenadas y que las cartas de navegación eran las de Urrutia. Mucho después
nos enteraremos que mantuvo en secreto cierta información clave.
En la novela se menciona que en aquella época aún no existía el estándar del
meridiano de Greenwich y que el atlas de Urrutia señala cuatro meridianos de
referencia: París, Tenerife, Cádiz, Cartagena. Casi al fin de la novela, resulta que
el Dei Gloria venía navegando bajo un “meridiano secreto”: el del Antiguo Colegio
Real de la Compañía de Jesús, muy cerca de la Catedral de Salamanca.
En el archivo general de marina de Viso del Marqués, la heroína – por medio de
una amiga que trabaja ahí - consigue copia del manifiesto de embarque: algodón,
tabaco y azúcar ... y dos pasajeros, N. E. y J.L.T.; evidentemente, los PP. Nicolás
Escobar y José Luis Tolosa. Más tarde se explica que ese documento “vino a
España con los papeles de la evacuación de Cuba en 1898; no a Cádiz, donde se
habría perdido con el incendio, sino a El Ferrol. De ahí pasó a Viso del Marqués ...
sección de navegación mercantil.”
A todos “extraña” que el Dei Gloria no hubiera entrado al puerto de Cádiz o a otro
puerto a reparar sus averías sufridas por tormentas en el Atlántico, y que opusiera
tan tenaz resistencia al corsario que lo atacó, si únicamente transportaba algodón,
tabaco y azúcar.
La heroína averigua que el Dei Gloria había salido de la Habana el 1-Ene-1766,
con 29 tripulantes y dos pasajeros. Su destino era el puerto de Valencia. El barco
pertenecía oficialmente a un armador llamado Luis Fornet Palau, pero era
propiedad de la Compañía de Jesús. Ese Fornet Palau era simplemente un presta
nombres. El capitán era hermano de uno de los principales asistentes del general
de la Orden, en Roma.
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8. En otra escena de la novela, el “malo” explica que un “hurón de bibliotecas” ... le
había puesto en sus manos un libro publicado en 1803 sobre la actividad marítima
de la Compañía de Jesús. Se llamaba: “La flota negra: jesuitas en las Indias
Orientales y Occidentales”, había sido escrito por Francisco José González,
bibliotecario del observatorio de marina de San Fernando (Cádiz). Ese libro
mencionaba al Dei Gloria y su extraña desaparición.
La heroína consigue también los planos del barco ... en realidad, los del barco
gemelo: Loyola, que les habrían de ser utilísimos para la buceada, después de
que localizaran el naufragio.
La novela hace breves referencias históricas al Motín de Esquilache, la corte de
Carlos III, la Pesquisa Secreta, ...
Hay mención de varios personajes supuestamente históricos: Pedro Pablo Abarca,
conde de Aranda; Lorenzo Hermoso; Luis Velázquez de Velasco, marqués de
Valdeflores; el abate Gámdara, Manuel Godoy (primer ministro de Carlos IV), ...
Se supone que la heroína había hecho su tesis de licenciatura sobre el abate
Miguel de la Gándara (¿ficticio?), que fue “apresado poco antes de la caída de la
orden, vivió en prisión los dieciocho años que le quedaban de vida, y murió en la
cárcel de Pamplona sin que nadie estableciera con claridad los motivos de su
condena”. Se dice que este abate era el principal apoyo de los jesuitas cercas del
rey. Este abate supuestamente mantuvo siempre el secreto de las esmeraldas y el
plan de sobornar al Conde de Aranda, excepto por una carta entre jesuitas que
escribió muchos años después, poco antes de morir.
El empresario “malo” dice que conoce “palmo a palmo los nueve kilómetros de
estanterías que tiene el Archivo de Indias, y también los archivos del Almirantazgo
inglés, el palacio de la Inquisición en Cartagena de Indias, Simancas, Viso del
Marqués, Medina Sidonia, ...
Según la novela, “algunos de los más importantes cartógrafos pertenecieron a la
Compañía de Jesús: Ricci, Martini, el padre Fournier, autor de la Hydrographie, ...
Tenían sus sistemas, sus misiones en Asia, sus reducciones americanas, sus
rutas propias, sus feudos de todo tipo. Sus barcos, capitanes y pilotos., Blasco
Ibáñez los noveló como La araña negra, y en cierto sentido tenía razón.”
Dice en su novela Arturo Pérez-Reverte (originario de Cartagena) que, aunque
luego el conde de Aranda, quien presidía la Pesquisa Secreta, destruyó su
correspondencia con el Padre Nicolás Escobar (murciano) aún se conservan tres
de esas cartas, firmadas de puño y letra por Aranda, en la Universidad de Murcia.
Y así, sobre este marco histórico, transcurre la novela, salpicada de misterio,
intriga, aventura, sexo, violencia y crudas muestras de lenguaje coloquial
contemporáneo de un oficial naval cartaginés.
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9. En resumen, esta es una gran novela de aventuras, de suspenso, de misterio tras
misterio, de investigaciones históricas sobre supuestos acontecimientos de 1767,
de rescate de naufragios, de la vida en el mar. Y de lo que un hombre hace, no
hace y deshace, aún después de sobrevivir naufragios en el mar y en tierra firme,
seducido por el canto de una sirena a la que no quiere dejar de escuchar. Y de lo
que una intrépida mujer hace para lograr sus propósitos.
William K. Boone Canovas
Campestre Churubusco, junio de 2003
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