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Grupo 442<br />Valtierra Angulo Ana Karen<br />Reporte del libro El burlador de Sevilla<br />Tirso de Molina, seudónimo del español Fray Gabriel Téllez (1571-1648), es el autor de esta magnífica obra dramática dividida en tres actos, que es consideraba por muchos como una reliquia de la literatura universal. La historia, gira en torno al personaje principal Don Juan Tenorio, quien resulta ser el hijo del Privado del Rey de España y sobrino del embajador español en Nápoles. Éste, es un obstinado burlador que seduce a cuanta mujer se le ponga enfrente, engañándola con promesa de matrimonio para gozarla y después dejarla en deshonra. Sin embargo, al final de la obra recibe un merecido castigo divino.<br />El drama, comienza cuando en una noche en la ciudad de Nápoles, Don Juan Tenorio logra seducir a la Duquesa Isabela en el propio palacio del Rey, suplantando la identidad del Duque Octavio. No obstante, los gritos que la Duquesa lanza al darse cuenta del terrible engaño, son suficientes para que el Rey de Nápoles llegue con su acompañamiento a la escena. Este último, encarga a Don Pedro Tenorio, el embajador de España, el castigo correspondiente al libertino. Sin embargo, cuando Don Pedro se entera de que se trata de su propio sobrino, decide dejarlo escapar por el balcón, advirtiéndole que tiene que irse a Sicilia o Milán. Además, termina culpando del delito al Duque. <br />Ante el supuesto agravio, el embajador es enviado a la casa del Sr. Octavio para detenerlo. Cuando llega, el Duque le pregunta la causa de su venida y cuando éste le contesta que el Rey ha mandado prenderlo, exige una explicación a tan extraño motivo. Don Pedro Tenorio le dice que la Duquesa Isabela fue hallada en los brazos de un hombre poderoso y que ante la presencia de todos afirmó que se trataba de él mismo. El Duque Octavio queda impactado ante la noticia y no puede creer la traición de su amada Isabela. Finalmente, como el embajador estaba consciente de su inocencia y quería evitarse problemas, le da la oportunidad de embarcar a España y ausentarse por el momento.<br />Ahora bien, Don Juan Tenorio en el camino a Sicilia o Milán, termina naufragando junto con su fiel lacayo Catalión en las costas de Tarragona, quienes al salvarse de tal suceso son recogidos por una pescadora llamada Tisbea, la cual siempre se jactaba de su libertad amorosa. A pesar de esto, cuando ve a Don Juan termina rendida a sus pies e incluso manda llamar a otros pescadores (Anfriso y Coridón) para que lo lleven a su choza, junto con Catalión. El hijo del Privado del Rey de España se aprovecha de tal situación y le cuenta al criado acerca de sus perversos planes para engañar también a la pobre de Tisbea. <br />En otro lado del mundo, el Comendador de Calatrava, Don Gonzalo de Ulloa, le informa al Rey Don Alfonso de Castilla sobre su misión en la embajada de Lisboa y termina elogiando a dicha ciudad. Después de una larga charla, Don Gonzalo hasta le ofrece al Rey su hija Doña Ana para casarla de su mano y Don Alfonso le comenta que el esposo será Don Juan Tenorio, de Sevilla.<br />Regresando a la playa de Tarragona, el protagonista le ordena a Catalión que prepare dos yeguas para poder huir una vez cometida la infamia. El lacayo le sugiere desistir, al decirle que los que engañan a las mujeres lo pagan con la muerte, pero él simplemente se burla de su consejo. Como era de esperarse, Tisbea es seducida y abandonada aún cuando le habían prometido casamiento. Ella queda destrozada y se lamenta de haber caído ante los encantos de un hombre. <br />El segundo acto inicia con el Rey Don Alfonso de Castilla y Don Diego Tenorio. El padre de Don Juan le informa al Rey del acto cometido por su hijo en Nápoles y le comunica que se encuentra ya en Sevilla. Don Alfonso le dice que la resolución será casarlo con la Duquesa, pero que mientras lo mejor será que salga a Lebrija. Lo único que ambos lamentan, es que no podrá ser esposo de la hija de Don Gonzalo de Ulloa. Después de un tiempo, el Duque Octavio llega a Sevilla buscando hablar con el Rey y cuando él lo recibe,  comienza a lamentar su desdicha. Su señoría le dice que ya sabe de su inocencia y le notifica que le escribirá al Rey de Nápoles para que lo restituya en su estado. Además, opta porque sea él quien se case con Doña Ana de Ulloa. <br />Posteriormente, el Duque Octavio y Don Juan Tenorio se encuentran ocasionalmente, pues ambos se encontraban en Sevilla. Pero como el Duque no estaba enterado de que él era el causante de su desgracia, no ocurre ningún enfrentamiento. Cuando el Sr. Octavio se va, llega el Marqués de la Mota, quien se alegra de ver a su viejo amigo. Es aquí, cuando el Marqués le confiesa a Don Juan que está enamorado de su prima Doña Ana de Ulloa, aún cuando el Rey ya la tiene casada. Sin embargo, le asegura que el amor es correspondido y que hasta recibe cartas de ella. Mientras el Marqués de la Mota habla de su amorío, el hijo de Don Diego comienza a planear un engaño más pero ahora con la propia Doña Ana. <br />Cuando el Marqués se retira, se queda solo el personaje principal y al escuchar que alguien llama en la reja acude hasta ahí. Para suerte de él, una criada le entrega una carta de la hija de Don Gonzalo de Ulloa destinada a su galán enamorado. En la carta, Doña Ana le dice que lo espera a las once de la noche para entregarse a él, y que para identificarlo deberá llevar una capa de color. Don Juan considera que es el momento oportuno para realizar la felonía, le cuenta lo sucedido a su criado y le asegura que será él quien entre a la habitación de la señorita. Éste, le muestra su disgusto pero nuevamente no le hace caso. Al contrario, cuando su supuesto amigo regresa al mismo lugar donde había charlado con él, le da el recado de que su amada lo estará esperando en su aposento, pero en vez de decirle que la cita es a las once le miente diciéndole que es a media noche. <br />En el mismo día, Don Pedro Tenorio habla con su hijo reprendiéndolo de su mala actitud y le dice que por orden del Rey debe irse a Lebrija hasta que los problemas que causó hayan menguado. Tristemente, él toma en saco roto lo dicho por su padre y decide no desistir de su próxima aventura. Una vez llegada la noche, el conocido mujeriego se encuentra con el Marqués de la Mota y lo reconoce por su capa. Asimismo, le pregunta quién vive en la casa que mira y él le responde que es la casa de Don Gonzalo de Ulloa.  En ese momento, Don Juan Tenorio le dice al Marqués que quiere burlarse de una mujer y éste además de darle su  consentimiento, le da su capa para que no lo reconozcan. Lamentablemente, él se la da sin pensar que esa mujer es la hija de Don Gonzalo. Tal como lo había planeado, el protagonista se burla de Doña Ana pero es descubierto por el Comendador, quien al querer vengar el honor perdido de su hija, muere en la riña entablada entre ambos varones.<br />Después de esto, el homicida llega con el Marqués de la Mota y cuando éste le pregunta si se burló de una mujer, él lo afirma pero el pobre Marqués no sabe que se ha burlado de él mismo. El se marcha para llegar a su encuentro amoroso, mientras que Catalión y su señor huyen a Dos Hermanas. En el camino a la casa de Don Gonzalo, el Marqués presiente que algo no anda bien y esto se confirma cuando al llegar a la casa es aprehendido por los guardias y llevado ante el Rey. La razón es que al ver que traía la capa de color, piensan que él fue quien mató al Comendador de Calatrava y el que gozó de su hija, por lo que quieren cortarle la cabeza. Sin embargo, él asegura que se trata de una equivocación.<br />Al llegar a Dos Hermanas, Don Juan se da cuenta de que está a punto de casarse una pareja,  Patricio y Aminta, por lo que por cuarta ocasión asegura que dejará a la novia sin honra. Patricio por su lado, no ve con buenos ojos al sobrino de Don Pedro Tenorio pues se da cuenta que le coquetea indiscretamente a su prometida.<br />El último acto, inicia cuando Don Juan Tenorio le miente a Patricio al decirle que Aminta es su amante desde hace tiempo, por lo que el labrador acepta que su adversario se ha ganado el amor de ella. Como todo se trataba de una farsa para poder cumplir su objetivo, ahora sí el hijo del Privado del Rey de España logra convencer a Gaseno, padre de Aminta, y a la propia labradora, de que lo mejor es el casamiento entre ambos. La burla no se hace esperar y Don Juan una vez que la seduce la deja sin misericordia. Entre tanto, la Duquesa Isabela se dirige a Sevilla para casarse con él, pero al llegar a la playa de Tarragona se encuentra de manera inesperada con Tisbea, quien le cuenta que fue engañada por el mismo hombre. Ante tal situación, ambas deciden vengarse de él y acusarlo ante el Rey de Castilla.<br />A partir de ese momento, Catalión le informa a su amo que las cosas se están ya complicando. Por una parte, el Duque Octavio se ha enterado de su traición al igual que el Marqués de la Mota, mientras que la Duquesa está a punto de llegar a Sevilla para que se convierta en su mujer. Ante semejante panorama, ambos se esconden en una iglesia donde ven el sepulcro de Don Gonzalo de Ulloa. Don Juan se burla de la estatua funeral hecha en honor del Comendador y es tanto su cinismo que incluso la invita a cenar. Para su sorpresa, la estatua acude a su casa y le pide que si tiene palabra vaya al día siguiente a su capilla. Éste para no aparentar miedo acepta, pero una vez que el muerto se retira no puede esconder su temor. <br />El asunto se sigue complicando más para el galanteador, pues la Srta. Isabela llega con el Rey muy disgustada y el Duque de Nápoles le pide a Don Alfonso de Castilla el permiso para vengarse del traidor. Además, llega a la capital de Andalucía la hija de Gaseno, Aminta, quien afirma ser la futura esposa de Don Juan. Al día siguiente, el burlador cumple con su promesa y va al oratorio con su fiel servidor Catalión. Don Gonzalo les ofrece de cenar víboras, alacranes, guiso de uñas, y vino de hiel y vinagre. Una vez que terminan, Don Gonzalo de Ulloa le pide a su homicida que le de la mano y, cuando lo hace, un fuego le recorre por todo el cuerpo provocando un dolor insoportable. El hijo de Don Diego pide a gritos confesión, pero ya es demasiado tarde pues la estatua termina arrastrándolo consigo al sepulcro y finalmente muere. La historia concluye cuando Catalión llega a la corte del Rey y anuncia la muerte de Don Juan Tenorio, por lo que el Rey de Castilla dispone las bodas finales en una típica reorganización del caos: el Duque Octavio se casa con la viuda Isabela, el Marqués de la Mota con su prima Doña Ana de Ulloa y Patricio con Aminta.<br />Antes de finalizar con este reporte, me gustaría comentar que El burlador de Sevilla resultó para mí una obra dramática fascinante, en la que pude observar detalladamente las características propias de la literatura barroca. Además, concuerdo con los críticos literarios que afirman que su protagonista, Don Juan Tenorio, es uno de los grandes personajes universales del teatro español que ha tenido más éxito que ningún otro, a excepción de Don Quijote de la Mancha. Es tanto el impacto de este personaje, que se ha convertido desde entonces en un arquetípico de la figura del burlador, especialmente de las mujeres (de él viene la expresión  tan conocida “eres un donjuán”). Finalmente, su historia, nos deja un valioso mensaje al enseñarnos que lo que sembremos en la vida es lo que cosecharemos y que toda decisión siempre traerá una consecuencia, ya sea buena o mala. En fin, definitivamente no me arrepiento de haber leído esta obra del reconocido Tirso de Molina.<br />Fuente:<br />De Molina, T. (1997). El burlador de Sevilla. México: Editores Mexicanos Unidos, S.A. Pp, 143. <br />
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El burlador de Sevilla

  • 1. Grupo 442<br />Valtierra Angulo Ana Karen<br />Reporte del libro El burlador de Sevilla<br />Tirso de Molina, seudónimo del español Fray Gabriel Téllez (1571-1648), es el autor de esta magnífica obra dramática dividida en tres actos, que es consideraba por muchos como una reliquia de la literatura universal. La historia, gira en torno al personaje principal Don Juan Tenorio, quien resulta ser el hijo del Privado del Rey de España y sobrino del embajador español en Nápoles. Éste, es un obstinado burlador que seduce a cuanta mujer se le ponga enfrente, engañándola con promesa de matrimonio para gozarla y después dejarla en deshonra. Sin embargo, al final de la obra recibe un merecido castigo divino.<br />El drama, comienza cuando en una noche en la ciudad de Nápoles, Don Juan Tenorio logra seducir a la Duquesa Isabela en el propio palacio del Rey, suplantando la identidad del Duque Octavio. No obstante, los gritos que la Duquesa lanza al darse cuenta del terrible engaño, son suficientes para que el Rey de Nápoles llegue con su acompañamiento a la escena. Este último, encarga a Don Pedro Tenorio, el embajador de España, el castigo correspondiente al libertino. Sin embargo, cuando Don Pedro se entera de que se trata de su propio sobrino, decide dejarlo escapar por el balcón, advirtiéndole que tiene que irse a Sicilia o Milán. Además, termina culpando del delito al Duque. <br />Ante el supuesto agravio, el embajador es enviado a la casa del Sr. Octavio para detenerlo. Cuando llega, el Duque le pregunta la causa de su venida y cuando éste le contesta que el Rey ha mandado prenderlo, exige una explicación a tan extraño motivo. Don Pedro Tenorio le dice que la Duquesa Isabela fue hallada en los brazos de un hombre poderoso y que ante la presencia de todos afirmó que se trataba de él mismo. El Duque Octavio queda impactado ante la noticia y no puede creer la traición de su amada Isabela. Finalmente, como el embajador estaba consciente de su inocencia y quería evitarse problemas, le da la oportunidad de embarcar a España y ausentarse por el momento.<br />Ahora bien, Don Juan Tenorio en el camino a Sicilia o Milán, termina naufragando junto con su fiel lacayo Catalión en las costas de Tarragona, quienes al salvarse de tal suceso son recogidos por una pescadora llamada Tisbea, la cual siempre se jactaba de su libertad amorosa. A pesar de esto, cuando ve a Don Juan termina rendida a sus pies e incluso manda llamar a otros pescadores (Anfriso y Coridón) para que lo lleven a su choza, junto con Catalión. 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