2. El virus influenza AH1N1 es uno de los descendientes de la gripe española que
causó una pandemia devastadora en la humanidad durante el periodo 1918–1919.
Tras la finalización de la pandemia el virus persistió en cerdos, y con ello, los
descendientes del virus de 1918 han circulado en seres humanos durante todo el
transcurso del siglo XX, contribuyendo a la aparición normal de gripe estacional
anualmente. Sin embargo, la transmisión directa de cerdos a humanos es bastante
rara, pues sólo 12 casos se han demostrado en los Estados Unidos desde el 2005.
3. Entre 2005 y 2007 el Centro para el Control de Enfermedades (Atlanta,
Estados Unidos), reportó 5 casos de gripe porcina. El primer caso detectado en
2009 se detectó el 28 de marzo, según la conferencia de prensa ofrecida el 23 de
abril del 2009 por la doctora Nancy Cox. En abril de 2009 se detectó un brote
de gripe porcina en humanos, en México, que causó más de 20 muertes. El 24
de abril de 2009 el gobierno de la ciudad de México y el del estado de México
cerraron temporalmente —con el respaldo de la Secretaría de Educación
Pública— las escuelas desde el nivel preescolar hasta el universitario, a fin de
evitar que la enfermedad se extendiera a un área mayor.
Hasta el momento se desconocen tanto el virus mutante que provocó la
aparición de esta enfermedad en los seres humanos, como la vacuna contra la
misma.
4. La gripe porcina infecta a algunas personas cada año, y suele encontrarse en
aquellos que han estado en contacto con cerdos de forma ocupacional, aunque
también puede producirse transmisión persona a persona. Los síntomas en seres
humanos incluyen: aumento de secreción nasal, tos, dolor de garganta, fiebre alta,
malestar general, perdida de apetito, dolor de articulaciones, vómitos, diarrea y,
en casos de mala evolución, desorientación, perdida de la conciencia y,
ocasionalmente, la muerte.
5. Las medidas de prevención adecuadas contra las diversas formas de gripe en seres
humanos son las que buscan evitar la transmisión —como el aislamiento, o el uso
de mascarillas— y las vacunas, que preparan el sistema inmunitario para resistir la
infección cuando ésta se produce. Las distintas cepas de la gripe, incluida la gripe
estacional común, son suficientemente distintas como para que la vacuna contra
una no sea efectiva contra otras; la vacuna para la gripe estacional no tiene ningún
valor preventivo frente a la gripe porcina del 2009. Después de la crisis de gripe
aviaria de 2005, los organismos internacionales y los sistemas sanitarios se
prepararon para abordar el desarrollo y producción de vacunas específicas para
afrontar sin demoras una posible pandemia. El tratamiento causal se basa en
antivirales, sustancias que interfieren con la multiplicación del virus. Hay dos
clases de antivirales inicialmente útiles contra la gripe, de las que una —la de los
inhibidores de la enzima vírica llamada neurominidasa— conserva la efectividad y
la capacidad de evitar un desarrollo grave de la gripe cuando se necesita. Son dos
las sustancias de esta clase, el oseltamivir (cuyo nombre comercial es Tamiflu), y el
zanamivir (cuyo nombre comercial es Relenza).