1. Leamos el siguiente retrato de un buen periodista:
Se mueve con rapidez y sin hacer ruido, hace preguntas concretas, hasta se anticipa
a los acontecimientos, a los actos y reacciones cuando es posible hacer tal cosa.
Está enterado de las noticias del día, lee diligentemente los diarios y revistas,
escucha los principales noticiarios para estar bien enterado.
Es un hombre que ha recibido buena educación y que lee mucho.
Investiga no sólo lo que ha ocurrido, sino también por qué ocurrió y qué puede
esperarse que ocurra después.
Es diligente, sin ser entrometido; penetrante, sin ser ofensivo; persuasivo, sin ser
engañador, perspicaz, sin ser adivino; escrupuloso, sin ser pedante; escéptico, sin
ser cínico confirmado; minucioso, sin ser un taquígrafo; cauto sin ser vacilante;
firme en su propósito, sin ser halagador; de buenos modales, sin ser obsequioso.
Hace mucho más que informar acerca de las noticias.
El periodismo no sería su profesión si se limitara a registrar una cadena de
acontecimientos.
Es una de las fuerzas primordiales de nuestra vida cotidiana; una fuerza que
trasmite, explica y, a veces, origina el flujo mundial de los acontecimientos y las
ideas.
Ejerce una influencia vasta e incalculable sobre la gente que se encuentra dentro del
radio de su comunicación. No es ningún semidiós.
Es el periodista del diario que a todos nos gustaría leer