Ninos, Vida Cristiana, Educacion

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NO SE LO IMPIDAIS
Por: Jonathan Bravo
Cita Base: Marcos 10:13-16
“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los
presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis; porque de los tales es El Reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba El
Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las
manos sobre ellos, los bendecía.”
Hoy quiero hablarles en el tono más tierno posible. He invitado a los niños menores de 20
años de edad para que vengan a sentarse en las filas de adelante y quiero decirles que son
nuestros invitados especiales en esta reunión. Usted que es adulto no se incomode, si tiene hijitos
aquí disfrute el mensaje de hoy y si no tiene niños, disfrútelo también. Comprenda que El que no
reciba El Evangelio como un niño, no entrará en El Reino del Cielo. (Lucas 18:17)
Cuando miramos a un niño, no podemos menos que asombrarnos. Un pequeño ser
humano a escala, no podremos descubrir tantos misterios guardados en ese pequeño cuerpo, pero
al mirarlo directamente a los ojos descubrimos algo que nos habla de Dios.
Jesús amó siempre a los niños. Aceptaba su simpatía infantil, y su amor franco y sin
apariencias. Creo que la risa de sus labios puros era música para sus oídos y agradaba a su
espíritu cuando estaba oprimido por el trato con hombres astutos e hipócritas. Dondequiera que
fuera El Señor, la benignidad de su rostro y sus modales amables y bondadosos le granjeaban el
amor y la confianza de los niños. Sin embargo, había y hay algo todavía más profundo que sólo
cargar a un niño y hacerle “malacatonche” como hacen los políticos y los que quieren quedar
bien ante la gente para obtener ventaja para sus propios intereses. Con El Señor se cumplen todas
las profecías. Mire esta que habla de los niños:
“ ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu Nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la
fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo.”
Salmo 8:1,2
“Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero los principales sacerdotes
y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y
diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y
Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y de los que maman Perfeccionaste la alabanza?”
Mateo 21:14-16

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Entre los judíos era costumbre llevar a los niños ante algún rabino, independientemente
de los actos y ceremonias formales, a fin de que les impusiese las manos para bendecirlos; pero
los discípulos pensaban que el trabajo del Señor era demasiado importante como para ser
interrumpido de esta manera. Cuando venían las personas a Él con sus pequeños, los discípulos
las miraban con desagrado. Pensaban que esos niños eran demasiado molestos e inconscientes
como para recibir algún beneficio de una visita a Jesús, y concluían que su presencia
“seguramente” le desagradaba. Pero los discípulos eran precisamente quienes incurrían en su
desagrado. El comprendía los cuidados y la carga de los padres y las madres que estaban tratando
de educar a sus hijos de acuerdo con La Palabra de Dios. Había oído sus oraciones. El mismo les
había atraído a su presencia, con todos sus hijitos.
Algunos de los niños, seguramente ya habrían pasado de la infancia a la niñez y a la
adolescencia. Cuando las madres expresaron su deseo, Jesús oyó con simpatía la tímida petición.
Pero esperó para ver cómo las tratarían los discípulos. Cuando los vio despedir a las madres
pensando hacerle un favor, les mostró su error diciendo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se
lo impidáis; porque de los tales es El Reino de Dios." Tomó a los niños en sus brazos, puso las
manos sobre ellos y les dio la bendición que habían venido a buscar. ¡Qué tierno es Jesús!
¿Cuál cree que fue el resultado de todo esto? Volvieron a sus casas fortalecidos y
bendecidos por las Palabras de Cristo. Quedaron animados para reasumir sus cargas con nueva
alegría, y para trabajar con esperanza por sus hijos.
Acudamos a Jesús con todas nuestras inquietudes. Hallaremos gracia suficiente para
ayudarnos en la dirección de los hijos. Las puertas están abiertas para todo el que quiera poner
sus cargas a los pies del Salvador. El que dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no los
impidáis," sigue invitándonos a conducir a nuestros hijos para que sean bendecidos por él. Aun
el bebé de pecho en los brazos de su madre, puede morar bajo el cuidado del Todopoderoso por
la fe de su madre que ora. Juan el Bautista estuvo lleno del Espíritu Santo desde antes de su
nacimiento. Si queremos vivir en comunión con Dios, nosotros también podemos orar y esperar
que El Espíritu amolde a nuestros hijos, aun desde el momento en que son concebidos.
En los niños que eran puestos en relación con El, Jesús veía a los hombres y mujeres que
serían herederos de su gracia y súbditos de su Reino, algunos de los cuales llegarían a ser sus
siervos, sus apóstoles y profetas, sus pastores, sus testigos y algunos de ellos mártires por su
causa. El sabía que estos niños le escucharían y le aceptarían como su Salvador y Señor con
mayor facilidad que los adultos, muchos de los cuales eran sabios en las cosas del mundo y de
corazón endurecido. En su enseñanza tan misteriosa y profunda, al tratarse de los niños, El
descendía a su nivel. Él, la Majestad del cielo, no rechazaba contestar sus preguntas y simplificar
sus importantes lecciones para adaptarlas a su entendimiento infantil. Implantaba en sus mentes
semillas de verdad que en años posteriores brotarían y darían fruto para vida eterna. Es todavía
verdad que los niños son más susceptibles a las enseñanzas del Evangelio; sus corazones están
abiertos a las influencias espirituales, y son fuertes para retener las lecciones recibidas. Los
niñitos pueden ser cristianos y tener una experiencia de acuerdo con sus años. Necesitan ser
educados en las cosas espirituales, y los padres deben darles todas las posibilidades a fin de que
adquieran un carácter semejante al de Cristo. Los padres y las madres debemos considerar a los
hijos como miembros más jóvenes de la familia del Señor, nos han sido confiados no nada más

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en custodia o para su manutención, sino para que los eduquemos y guiemos para el cielo. Las
lecciones que nosotros mismos aprendemos de Cristo, debemos darlas a nuestros hijos a medida
que sus mentes jóvenes puedan recibirlas, revelándoles poco a poco la belleza de los principios
del cielo. Así llega a ser el hogar cristiano una escuela donde los padres sirven como ejemplo,
mientras que Cristo es El Maestro principal. Al trabajar para la conversión de nuestros hijos,
debemos enseñarles a traer sus pecados a Jesús, a pedirle que los perdone, y a creer que los
perdona y los recibe como recibía a los niños cuando estaba físicamente en la tierra.
Jesús es el modelo para los niños, y es también el ejemplo para los padres. El hablaba
como quien tenía autoridad y su Palabra tenía y tiene poder; sin embargo, en todo su trato con
hombres rudos y violentos no empleó una sola expresión o palabra inapropiadas, El es nuestro
ejemplo de bondad y cortesía. La gracia de Cristo en el corazón impartirá una dignidad que
proviene del cielo y un sentido de lo que es apropiado. Suavizará cuanto haya de duro, y
dominará todo lo tosco y poco amable. Inducirá a los padres y las madres a tratar a sus hijos
como seres inteligentes, como quisieran ellos mismos ser tratados por El Padre Celestial.
Padres, al educar a nuestros hijos, estudiemos las lecciones que Dios nos ha dado en la
naturaleza. Si queremos cultivar un árbol, o un rosal, o una matita de chiles, ¿cómo lo haríamos?
Preguntemos a algún hermano jardinero por medio de qué proceso se logra que prosperen toda
rama y hoja y que se desarrollen con hermosura. El nos dirá que no es mediante un trato rudo ni
un esfuerzo violento; porque eso no haría sino romper los delicados tallos. Es por medio de
pequeñas atenciones repetidas con frecuencia. Riega el suelo y protege las crecientes plantas del
viento, del frio y del sol abrasador, y Dios las hace prosperar y florecer. Al tratar con nuestros
hijos, sigamos el método del jardinero. Por toques suaves, por un ministerio dedicado, amante,
constante y muy cercano, tratando de moldear su carácter conforme al carácter de Cristo.
“Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud,
Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio.”
Salmo 144:12
Por lo visto también vamos a necesitar a un hermano constructor que sepa interpretar
planos para construir estructuras importantes. No sé cuánto de jardineros o de constructores
tengamos, pero lo que sí sé es que Dios nos ha encargado estos niños, nuestros hijos y todos los
demás para que los cuidemos, para que los acerquemos a Él, para que no les impidamos, sino
mas bien les facilitemos que Jesús les tome en sus brazos, les dé su bendición y que lleguen a ser
gente valiosa, pero sobre todo, Hijos de Dios.
Con el conocimiento que ahora tenemos de La Palabra y del Plan de Dios, deberíamos
aplicar un plan educativo para cada hijo según su edad y carácter, atrevernos a disciplinar y
romper o cortar toda atadura de maldición heredada. Si lo hacemos, podemos aspirar a tener en
nuestros hijitos a un Moisés, a un Josué, a una Deborah, a una Esther, a un Samuel, a una Ruth,
a un Elías, a una María, a un Juan y por qué no: a un ¡Jesús! ¿No lo cree? ¿Piensa que es
imposible? ¡Lo que pasa es que muchos padres ya se han dado por vencidos! Honestamente creo
que hay hombres y mujeres que nunca debieron procrear bebés, ¡Pobres criaturas! Hace algunos
días escuché una de las peores opiniones de un mal padre acerca de sus propios hijos: “Cada
quien va a ser como va a ser, el que va a salir mal, va a salir mal” eso es una tontera, “¡El que

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va a salir mal!” ¡Pues si no son tomates! Muchos “razonan” que como ellos fueron malvados,
rebeldes y desordenados, así deben ser también sus descendientes; que si a ellos les fue mal en la
vida, también a los hijos y nietos, esas son las herencias de maldición que se deben cortar ya.
Jesucristo nos ha redimido con su preciosa sangre para vivir una vida nueva. (1 Pedro 1: 18,19)
Si usted no lo cree, está condenando a sus hijos a perderse, les está robando la bendición de
acercarse al Señor y los está encaminando a ser del montón de perdidos y a una vida miserable.
Si Usted no le cree al Señor, corre el riesgo de que en vez de tener hijos santos y temerosos de
Dios, tenga un Caín, un Faraón, un Herodes, Una Jezabel, una Dalila, un Judas Iscariote, un
Hitler. ¿Le gusta? ¿Verdad que no? Pero la verdad es que muchos de los mas malvados fueron
hijos de cristianos, cuando fueron niños asistieron a una iglesia, conocieron La Palabra y hasta
cantaban alabanzas. Hermanos, ¡Vamos a tener que darle cuentas al Señor por los hijos que El
nos encargó! Pero si usted le cree al Señor y pone por obra cada una de estas cosas, si por amor
decide ser ejemplo, entonces recibirá juntamente con sus hijos la aprobación y la bendición de
Dios. El Señor le dirá: “¡Buen Trabajo!” “¡Good Job!” “¡Bien Hecho!” sus hijos llegarán a ser
Hijos de Dios, personas importantes, ministros poderosos y dichosos por la eternidad. Todos
deseamos cosas buenas,
“Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
Proverbios 22:6
“Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;
mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo
engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has
aprendido; y que desde la niñez has sabido Las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada
por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de
que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
2 Timoteo 3:12-17
Otros de los más grandes pecados (les llaman negligencia y problemas sociales) son el
descuido y daño a los más indefensos: Embarazos no deseados, aborto, abandono, abuso
emocional, físico y sexual, prostitución infantil, violencia, abuso laboral, inducción a vicios y la
brutalidad diabólica de cómo los matan. Lo que es peor; ¡ya casi nadie se horroriza! Suceden
cosas monstruosas con los niños tan frecuentemente que parece que ya es lo normal. Gente
metida en las religiones, santurrones endemoniados, que abusan de los niños. ¡De veras! Ahora
hay que sospechar y cuidarse de todo mundo, de los padres, de los abuelos, de los familiares, de
los vecinos etiquetados como “ofensores sexuales” de los maestros, de los más cercanos, porque
son los que dañan de por vida a los niños. ¡Sí, Dios va a enjuiciar con justa ira a estos
depravados! Pero la pregunta es ¿Por qué el ser humano se ha degradado a un nivel peor que el
de las bestias? ¡Por la dureza del corazón!
Estimulemos en los hijos la expresión del amor hacia Dios y de la responsabilidad de
amor y respeto de unos hacia otros. La razón por la cual hay tantos hombres y mujeres de
corazón duro y sin amor en el mundo es porque el verdadero afecto ha sido considerado como
debilidad, y ha sido desalentado y reprimido. Lo mejor de la naturaleza de estas personas fue

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ahogada en la infancia; y a menos que el calor del amor divino derrita su frío egoísmo, su
felicidad quedará arruinada para siempre. Si queremos que nuestros hijos posean el tierno
Espíritu de Jesús, debemos estimular los impulsos desde la infancia.
Satanás odia al Ser humano, procura por todas las maneras posibles alejarlos de alcanzar
las promesas de bendición que Dios ha dado a los que confiamos en El. Una de las maneras más
efectivas y especializadas es aniquilar a los niños. ¿Recuerda a Faraón en Egipto? ¿Recuerda a
Herodes? ¿y a esos “discípulos” que no querían a los niños cerca de Jesús?
“Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y
fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra. Entretanto, se levantó sobre Egipto un
nuevo rey que no conocía a José; y dijo a su pueblo: He aquí, el pueblo de los hijos de Israel
es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se
multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee
contra nosotros, y se vaya de la tierra. Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos
que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje,
Pitón y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de
manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Y los egipcios hicieron servir a los hijos
de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y
en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor. Y habló el rey
de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra, y otra Fúa, y les
dijo: Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es
hija, entonces viva. Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de
Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y
les dijo: ¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños? Y las parteras
respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son
robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas. Y Dios hizo bien a las parteras; y el
pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. Y por haber las parteras temido a Dios, él
prosperó sus familias. Entonces Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a
todo hijo que nazca, y a toda hija preservad la vida.”
Éxodo 1:7-22
Mire con Herodes:
“Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y
dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te
diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.Y él, despertando, tomó de
noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para
que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi
Hijo. Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar
a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores,
conforme al tiempo que había inquirido de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho
por el profeta Jeremías, cuando dijo: Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y
gemido, Raquel que llora a sus hijos,
Y no quiso ser consolada, porque perecieron.”
Mateo 2:13-18

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Miremos algunas de esas promesas de Dios, lea y luego me dice lo que quiera.
“Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que
hice transportar de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y
comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y
dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os
disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a
Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.”
Jeremías 29:4-7
“Así ha dicho Jehová: Como si alguno hallase mosto en un racimo, y dijese: No lo
desperdicies, porque bendición hay en él; así haré yo por mis siervos, que no lo destruiré todo.
Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán
por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí. Y será Sarón para habitación de ovejas, y el
valle de Acor para majada de vacas, para mi pueblo que me buscó. Pero vosotros los que
dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis
libaciones para el Destino; yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os
arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que
hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada. Por tanto, así dijo
Jehová el Señor: He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que
mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed; he aquí que mis siervos se alegrarán, y vosotros
seréis avergonzados; he aquí que mis siervos cantarán por júbilo del corazón, y vosotros
clamaréis por el dolor del corazón, y por el quebrantamiento de espíritu aullaréis.
Y dejaréis vuestro nombre por maldición a mis escogidos, y Jehová el Señor te matará, y a sus
siervos llamará por otro nombre. El que se bendijere en la tierra, en el Dios de verdad se
bendecirá; y el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad jurará; porque las angustias
primeras serán olvidadas, y serán cubiertas de mis ojos. Porque he aquí que yo crearé nuevos
cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.
Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí
que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me
gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor.
No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el
niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito. Edificarán casas, y morarán
en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni
plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi
pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos.
No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de
Jehová, y sus descendientes con ellos. Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún
hablan, yo habré oído. El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja
como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi
santo monte, dijo Jehová.”
Isaías 65:8-25
Yo sé que pasajes como el anterior muchos los toman estrictamente para tratar de
interpretar profecías futuras; pero como La Biblia es El Libro de Eternidad, lo que está escrito es
para hoy y hay que aprovecharlo. Aquí se hace el contraste de la gente que ordena su manera de

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vivir y le sirve a Dios y de la que se dedica a buscar sus metas terrenales. Si lo notó, habla hasta
de buscar “fortunas” “el destino” y “volverse en la búsqueda de lo que no es importante.”
Entonces desprendemos de ese pasaje de promesas que una de las grandes áreas de
acción en la vida cristiana, incluyendo nuestra convivencia diaria con los hijos es La Disciplina.
Todas las promesas de Dios están condicionadas a algo que los humanos debemos hacer. Al
hablar de disciplina, hay quienes de inmediato lo relacionan con el castigo. Pero la palabra en
realidad se refiere a formación, instrucción o enseñanza y los métodos que se usarán para dicho
fin. Esto equivale a decir que hay cosas emocionantes que aprender para vivir bien y tener la
bendición de Dios; y que el castigo, tiene un lugar en la disciplina, mas no es lo más importante
ni atractivo, ni el único recurso disciplinario.
La disciplina a los hijos tiene como propósito principal, enseñarles a comportarse.
Obviamente, de manera previa y antes de pedirles que pongan algo en práctica, se les instruirá
con manifestaciones de amor. Corresponde a los padres convertirse en modelos de
comportamiento para sus propios hijos. Solo así la disciplina será efectiva. ¿Cuántas veces los
adultos exigen que sus hijos les obedezcan, pero ellos no obedecen a Dios?
Es de suma importancia que los padres muestren su alegría y expresen palabras de agrado
cuando los hijos se comportan adecuadamente, esto es percibido de forma positiva por los hijos y
les ayuda a reconocer lo correcto. Recuerde que hay que disfrutar la vida. Asimismo, es
recomendable que los padres eviten censurar o reprochar a sus hijos cada vez que ellos fallan en
hacer lo bueno; la tristeza de los padres es suficiente después que los hijos hagan lo malo.
Recordemos que los seres humanos (y nuestros hijos son humanos más pequeños) atravesamos
por diversas etapas de desarrollo y formación, e inevitablemente cometeremos errores y haremos
lo indebido, pero en menor escala si hubo disciplina. Al disciplinar a nuestros hijos, jamás
pretendamos imponerles cargas difíciles de sobrellevar.
La tarea de ser padres no es de un día, tampoco la disciplina deberá serlo de manera
esporádica o eventual. Ambos aspectos demandan de esfuerzo y sacrificio constante, sin dejar
por ningún motivo la afectividad y ternura hacia los hijos. Durante las etapas de crecimiento de
los hijos, habrá mucho qué enseñarles, y esto requerirá tiempo, paciencia y amor. Enseñemos a
los niños a ver a Cristo en la naturaleza. Sacándolos al aire libre, bajo los árboles; y en todas las
cosas maravillosas de la creación enseñemos a ver una expresión de su amor. Enseñémosles que
él hizo las leyes que gobiernan todas las cosas vivientes, que El ha hecho leyes para nosotros, y
que esas leyes son para nuestra felicidad y nuestro gozo. No los cansemos con largas oraciones y
tediosas exhortaciones, sino que por medio de las lecciones objetivas de la creación,
enseñémosles a obedecer la ley de Dios.
Cuando Jesús dijo a sus discípulos que no impidiesen a los niños que fueran a El, hablaba
a los que le seguirían en todos los siglos, a los dirigentes de la iglesia, a los ministros y sus
ayudantes y a todos los cristianos. Jesús está atrayendo a los niños y nos ordena: "Dejadlos
venir a mí." Es como si nos dijese: ¡Vendrán a mí si ustedes no los impiden! ¡No les
estorbemos, pues! No permitamos que nuestro carácter diferente del de Cristo le represente
falsamente. No apartemos a los pequeños de El por nuestra frialdad y dureza. No les hagamos
nunca sentir que el cielo no sería un lugar agradable para ellos porque nosotros estaremos allí.

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No hablemos de la Biblia como de algo que los niños no pueden entender, No les demos la falsa
impresión de que Cristo es una religión aburrida, y que al venir al Salvador deben renunciar a
todo lo que llena la vida de alegría.
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre
y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de
larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino
criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”
Efesios 6:1-4
Trabajar con personas es algo muy complicado, no se nos pide comprender todas las
cosas, ni tener todas las respuestas a todas las inquietudes. Sin embargo, como todas las
personas, nuestros hijos necesitan que les amemos, les sirvamos y les guiemos mostrándoles el
ejemplo y por la Gracia de Cristo podemos verlos crecidos, transformados y seguros en carácter
espiritual, de manera que se pueda decir: "Porque de los tales es El Reino de Dios."
Se suplica la reproducción.