1. De pie nuevamente, miro al frente, sigo corriendo, a la derecha no hay nada, por la izquierda
mejor. Alguien me observa a los ojos, era una anciana, “el demonio” pensé. Sigo el camino, respiro
profundo, aún puedo seguir, esquivo personas. “Loco” grita alguno, es cierto pienso, y continúo.
Me atravieso entre los autos, “está en rojo desgraciado”, grito; creo que lo estaba, no importa.
Adelante sigo observando y siento que se me escapa o que me alcanzan?, como sea mis piernas se
manejan solas, me siento vivo y huele bien. Ahora llueve y es mejor aun, atrapo más gotas en mi
huida. Allá bajo el techo en la entrada de aquel edificio, ella, con su rostro ido y concentrado en la
lluvia, la gente usualmente es cautivada por la lluvia o el fuego, su rostro es tremendamente
hermoso, disminuyo la velocidad, una gota directo en mi ojo derecho. No debo parar, arranco
nuevamente y entonces a pocos metros, choco contra alguien y me espera el suelo, estoy allí con
mi rostro en el charco de agua, voy a pararme y entonces…despierto, debo ponerme de pie.
Diego Hernández