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(TEXTO EXPOSITIVO)
¡Hoy es un día fenomenal, para mí, como para muchos latinoamericanos que gustamos
del deporte globalizado! –Ese fue mi pensamiento al despertarme sonámbulo. Había tenido un
sueño de persecución asesina en un lugar turístico de Chancay. Al razonar tuve un poco de miedo.
– ¡Ah! ¡Ah!, –dije bostezando, pero hoy será el gran partido –anticipé– antes de prender la
televisión. Como buen religioso –católico por cierto– y creedor en Cristo, me realicé la señal de la
Santa Cruz y tomé posesión de una sillita de metal. Después de unos minutos de reflexión, un
poco entristecido, miré al reloj; – ¡asu! 7: 40 minutos, – ¡ya va a ser hora!, pero… ¡pero el
desayuno! –concluí. No, no, eso se puede soportar – imaginé– y prendí la diminuta pantalla, –que
ya no es de blanco y negro–, ergo por el tamaño, algo de similitud suele tener.
Son tan sui generis los deportes, en este mundo de aciertos y errores, en su practicar
–peculiares por cierto– no tienen regla única y auténtica. Cada deportista, senil o novato, lo
disfruta a su manera, a su gana y gusto –dicen muchos. Que el latinoamericano es muy aguerrido y
ganador; el europeo, en cambio, es reflexivo y depurado en su táctica y técnica; mientras, que el
asiático es bueno, o muy bueno en las competencias individuales y juega prolijamente, cuando se
proponen jugar –suelen referir otros. Y así se puede proferir a diversos deportistas de disímiles
pueblos en el mundo actual.
Más allá de las probidades acotadas líneas atrás; los deportes practicados desde su
invención, los que han llegado a estos
momentos y
los que se siguen
forjándose y promoviéndose a lo
largo de la historia humana, tienen un
origen proficuo –eso lo sabemos los
infalibles hinchas. Los antiguos griegos
honraron a sus dioses olímpicos, a
través del deporte competitivo. Sus
creaciones son amadísimas. Su mística
va más allá de lo religioso y natural;
sus legados en el mundo actual nos
hacen discurrir magnas penas,
pedantes alegrías, seculares astucias,
sedantes cóleras y onerosas calmas; a
la hora de la práctica deportiva. Aún
más funesto es el padecer, de quien
no juega, el que sufre, es “el hincha”, –el observador a la distancia– en este caso. Esos y otros
más, fueron mis sentimientos vividos en una quincena de vacaciones frías, en las calles limeñas;
pero a la par, se distinguen hogares alegres cuando de dispersan festejos deportivos en las
Olimpiadas Londres 2 012.
Faltaba poco para el inicio del partido esperado; muchos –seguro estoy–, sentíanse
decepcionados por los resultados atroces obtenidos por los representantes latinoamericanos.
Peor aún, de la realidad nuestra: a ningún peruano –hasta ese momento– había visto por la
diminuta pantalla. Los más grandes deportivamente hablando, eran los asiáticos, seguidos de los
europeos y los estadounidenses.
¡Eso, eso! ¡Quiero ver eso!, –grité–, cuando
observé a una árbitra con pelo canoso, aunque al
parecer estaba maquillada así. Se la podía
distinguir por la parte izquierda, con el balón en la
mano derecha. ¡Qué lindas chicas! ¡Qué vestuario!
¡Qué estadio! ¡Qué público! Todo se volvió en una
encomiada admiración personal, sobre la escena
determinada. Sin duda, lo que observaba era
majestuoso: un estadio inglés; donde tantas veces
miré el juego agresivo y limpio de la Premier Ligue.
Después de una revisión minuciosa de los seis
palos ubicados en el césped y de las mallas que
estaban detrás de éstos; la experta árbitra,
–también religiosa–, hizo muecas de petición Divina, alzando las manos, pidiendo a Dios un buen
trabajo. Luego volvió a levantarlas en el cetro del verde estadio, dando el pitazo inicial del partido.
El pingpong comenzó a rodar en el gramado; y las cámaras de televisión enfocaban a la hinchada
verde-amarilla.
– ¡Brasil! ¡Brasil!, comenzaron a gritar mis vecinos de las viviendas continuas –pues éstos
eran otros incólumes seguidores de fútbol, como yo–; al dar un vistazo por la ventana, determiné
que ellos estaban tan prendidos a sus pantallas gigantes; mientras mi persona, hacia vivas en su
plasma de 14 pulgadas. ¡Ahora si ganamos ¡–seguía jocoso y alardeante.
–Allí la toca Marta (mejor jugadora del mundo durante cinco veces consecutivas 2 005 – 2 010),
Marta, para Thais; Thais para Blanca… y la pelota al tiro de esquina –narraba el periodista de
ESPN. –Japón realiza un generoso trabajo, como un campeón Mundial: la recepciona el balón y la
toca por todo el campo –de izquierda a derecha y viceversa–; se ve… es un gran campeón
–agregaba el comentarista argentino. –Se va Japón con la pelota por la parte central del campo;
con el balón Ohno, ella toca para Miyawa, se viene por la parte derecha del equipo
sudamericano… ¡faul…! Exactamente a los 26 minutos; se produce una falta en favor del equipo
asiático, y en conclusión, tiro libre para Japón –aclaraba el narrador hispanoamericano. Se
prepara… ¿quién se prepara para este tiro libre amigo mío? – preguntaba el narrador. –Muy bien
Raúl, la que va a ejecutar este disparo es Homare Sawa –sintetizó el comentarista. –Se viene el
disparooooo…. la pelota es tocada de inmediato para Ogimi y… ¡Goooooooool! ¡Goooooooool!
¡Gol de Japón! Señoras y señores ¡gol de Ogimi!, tras el tiro libre –que mas bien fue un toque
magistral y rápido, ‘a lo vivo’– de
la jugadora Sawa; el marcador es
ahora ¡Brasil 0, Japón 1!
¡Pucha!, –dije– esto se ve
difícil; que cólera, ¡no, no, no!,
–concluí– dando un puñetazo a
mi mesa, que casi lo derribo.
Rencoroso y colérico observaba
el partido. Por allí se vio una
buena
salida
del
equipo
sudamericano, pero fue opacado
por la férrea defensa rival. Los
periodistas
discurrían
sus
opiniones: –este no es Brasil, está
muy timorato, no demuestra lo
que en otras oportunidades nos
ha demostrado –opinaba el comentarista; mientras que el narrador de ESPN aclaraba: –pues no
tiene salida, porque la marca del equipo japonés es muy vistosa, con marca personal para las dos
atacantes brasileñas ¡así es imposible lograr el empate! – Concluía.
Pues nada más que hacer y al descanso. Había terminado el primer tiempo y mis diminutas
dudas se fueron transformando en gigantescas pesadumbres. Pero como dicen muchos “que la
esperanza es lo último que se pierde”, reafirmé fervorosamente que en el segundo tiempo Brasil
nos alegrará con un triplete y… algo más.
Durante el descanso coadyuvaba un silencio total, no podía creer, que el mejor equipo
sudamericano esté perdiendo. A pesar del dominio total del partido en sus 45’ iniciales. De pronto
sentí un acto de incomodidad, pues mi cuerpo deseaba realizar sus necesidades fisiológicas. Tanto
había sido mi concentración; o tal vez, la distracción de las lindas chicas, que se veían a la
distancia, me hicieron olvidar lo que era una orden innegable; así acudí a su requerimiento.
Antes del comienzo del segundo tiempo, ya estaba de retorno, sentado en mi silla
congresal. El partido era manejado por el equipo Brasileño, como en la parte inicial. “Hay dudas”
escuchaba decir a los periodistas. –Las brasileñas no profundizan jugadas, tocan y tocan el balón,
pero así no se hace nada –aclaraban. Brasil siguió dominando el lance. –¡Vamos! ¡Vamos al
empate! allí, arriba, ¡vamos carajo!, – gritaba, trasladándome de mi mesa circular a un viejo sillón
sin color. A la silla, ya lo había abandonado. Caminaba toda la sala, iba a beber agua de la cañería,
retornaba y el partido seguía 0 a 1 a favor de las asiáticas.
– Se viene Brasil con Cristiane, la toca para Formiga, cuidado…, la pelota al saque de arco
para las japonesas. La redonda es puesta en movimiento de inmediato, por Fukumoto. Brasil ha
salido muy arriba, cuidado con el contraataque; que si se descuidan, el rival, en este caso Japón,
no perdonará –concluía el narrador deportivo–. Sale por la izquierda el equipo asiático, se viene el
contragolpe muy rápido; la toca
Samaki a su compañera Ockusha,
que está en la parte derecha; el
balón para Ogimi, ésta habilita
para Shinobu Ohno, se viene,
viene… sí, sí, sí… ¡Goooooooool!
¡Goooooooool! ¡Gol de Shinobu
Ohno! A los 73 minutos y con un
magnífico gol. Primero batiendo a
Erika; luego levantando el balón
como un globo; la pelota por
encima de las manos de Andreia.
El partido está 0 a 2, ‘y nada
menos y nada más’, que a favor
de Japón –expresó el narrador–
con una voz melancólica y poco expuesta. –¡Qué definición, la dominó con la derecha y remató
con la izquierda! ¡Es un golazo! –agregó el comentarista deportivo. Un gol que trae la tranquilidad
al equipo japonés –concluyó su compañero de trabajo.
¡Qué cólera, ya fuimos! – Recalqué–, una y otra vez; pero no tan furibundo como antes.
Comencé a decir: –no hay nada competente en Sudamérica. El deporte más destacado y
dominado, es el fútbol, y ya lo estamos perdiendo; ¿quedamos afuera otra vez? ¡Brasil, Brasil ya
no es Brasil! En el fútbol masculino también ha descendido su calidad. El año pasado fue
eliminado del mundial a manos del finalista –Holanda–, que ni siquiera ganó la copa. España, en
cambio, nos dejó estupefactos con su sagradísimo tic - tac.
Mientras dejaba el agua en la cocina, para preparar mi desayuno, miré el tiempo
– apenas se veía en mi televisor–, faltaban 8’ para la finalización del partido. De pronto distinguí el
trabajo de Jorge Barcellos, quien realizó dos cambios y me vino a la mente y pregunté: ¿Dónde
está la llamada Ronaldinha?, en las redes informativas había visto un video donde impartían sus
admirables goles, seguro ya “colgó los chimpunes” –concluí penosamente–; mientras escuchaba
el silbido del agua en el hervidor.
–Un Brasil abatido, sin alma, sin espíritu y sin ninguna medalla se está yendo del estadio
inglés de St James´ Park de Newcastle; en cambio, un Japón imponente, preparado y ordenado
está dejando otra vez sus huellas en el gramado olímpico. Y seguro pensando en el siguiente
partido de semifinales, –dijo un periodista. Mientras que la arbitra alzó las manos señalando el
centro del campo, ¡partido terminado! Las japonesas corrieron agitadísimas, gritando, haciendo
vivas y gestos de triunfo, se abrazaban fortísimo. Japón ya era semifinalista. El narrador de ESPN
concluyó: –Un candidato se fue como vino. La mayoría pensábamos que en fútbol de damas,
Brasil era un candidato serio; pero, ustedes ya lo vieron, se va eliminado; peor aún, sin jugar como
nos tiene acostumbrados… es una pena… ¡Qué podemos hacer! Señores acabó el partido y
nosotros nos vamos; no tan bien, pero la vida es ésta y seguiremos adelante. Más tarde –seguro
estoy– tendremos mejores resultados y allí estaremos con más deportes para ustedes. ¡Cuídense!,
¡chau!, –así concluyo el narrador– y su triste pena por el lance.
Seguro que no hay razón, ni solución, somos eliminados por el campeón mundial y espero
que vuelva a ganar la de oro, como ya lo ha realizado en el mundial pasado –dije en forma de
consuelo–. Seguro ya lo veré cuando juegue ante Francia que venció 2 a 1 a Suecia y es el segundo
semifinalista –concluí.
Después de unos minutos el hambre ya había pasado, no sentía nada, pues el sueño me
estaba abatiendo en el sillón. De pronto escuché decir en la cercanía de la puerta: – ¡Chato,
Chato!, vamos a jugar partido en la loza; sin perder un minuto contesté: –sí, sí, vamos, espera un
minuto ya voy…
Lima, 03 de agosto de 2012.
(ESPINOZA RUÍZ, Elmer)

St James' Park de Newcastle. El gran estadio donde perdió Brasil.
IMAGEN 01.
IMAGEN 02.

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  • 1. (TEXTO EXPOSITIVO) ¡Hoy es un día fenomenal, para mí, como para muchos latinoamericanos que gustamos del deporte globalizado! –Ese fue mi pensamiento al despertarme sonámbulo. Había tenido un sueño de persecución asesina en un lugar turístico de Chancay. Al razonar tuve un poco de miedo. – ¡Ah! ¡Ah!, –dije bostezando, pero hoy será el gran partido –anticipé– antes de prender la televisión. Como buen religioso –católico por cierto– y creedor en Cristo, me realicé la señal de la Santa Cruz y tomé posesión de una sillita de metal. Después de unos minutos de reflexión, un poco entristecido, miré al reloj; – ¡asu! 7: 40 minutos, – ¡ya va a ser hora!, pero… ¡pero el desayuno! –concluí. No, no, eso se puede soportar – imaginé– y prendí la diminuta pantalla, –que ya no es de blanco y negro–, ergo por el tamaño, algo de similitud suele tener. Son tan sui generis los deportes, en este mundo de aciertos y errores, en su practicar –peculiares por cierto– no tienen regla única y auténtica. Cada deportista, senil o novato, lo disfruta a su manera, a su gana y gusto –dicen muchos. Que el latinoamericano es muy aguerrido y ganador; el europeo, en cambio, es reflexivo y depurado en su táctica y técnica; mientras, que el asiático es bueno, o muy bueno en las competencias individuales y juega prolijamente, cuando se proponen jugar –suelen referir otros. Y así se puede proferir a diversos deportistas de disímiles pueblos en el mundo actual. Más allá de las probidades acotadas líneas atrás; los deportes practicados desde su invención, los que han llegado a estos momentos y los que se siguen forjándose y promoviéndose a lo largo de la historia humana, tienen un origen proficuo –eso lo sabemos los infalibles hinchas. Los antiguos griegos honraron a sus dioses olímpicos, a través del deporte competitivo. Sus creaciones son amadísimas. Su mística va más allá de lo religioso y natural; sus legados en el mundo actual nos hacen discurrir magnas penas, pedantes alegrías, seculares astucias, sedantes cóleras y onerosas calmas; a la hora de la práctica deportiva. Aún más funesto es el padecer, de quien no juega, el que sufre, es “el hincha”, –el observador a la distancia– en este caso. Esos y otros más, fueron mis sentimientos vividos en una quincena de vacaciones frías, en las calles limeñas;
  • 2. pero a la par, se distinguen hogares alegres cuando de dispersan festejos deportivos en las Olimpiadas Londres 2 012. Faltaba poco para el inicio del partido esperado; muchos –seguro estoy–, sentíanse decepcionados por los resultados atroces obtenidos por los representantes latinoamericanos. Peor aún, de la realidad nuestra: a ningún peruano –hasta ese momento– había visto por la diminuta pantalla. Los más grandes deportivamente hablando, eran los asiáticos, seguidos de los europeos y los estadounidenses. ¡Eso, eso! ¡Quiero ver eso!, –grité–, cuando observé a una árbitra con pelo canoso, aunque al parecer estaba maquillada así. Se la podía distinguir por la parte izquierda, con el balón en la mano derecha. ¡Qué lindas chicas! ¡Qué vestuario! ¡Qué estadio! ¡Qué público! Todo se volvió en una encomiada admiración personal, sobre la escena determinada. Sin duda, lo que observaba era majestuoso: un estadio inglés; donde tantas veces miré el juego agresivo y limpio de la Premier Ligue. Después de una revisión minuciosa de los seis palos ubicados en el césped y de las mallas que estaban detrás de éstos; la experta árbitra, –también religiosa–, hizo muecas de petición Divina, alzando las manos, pidiendo a Dios un buen trabajo. Luego volvió a levantarlas en el cetro del verde estadio, dando el pitazo inicial del partido. El pingpong comenzó a rodar en el gramado; y las cámaras de televisión enfocaban a la hinchada verde-amarilla. – ¡Brasil! ¡Brasil!, comenzaron a gritar mis vecinos de las viviendas continuas –pues éstos eran otros incólumes seguidores de fútbol, como yo–; al dar un vistazo por la ventana, determiné que ellos estaban tan prendidos a sus pantallas gigantes; mientras mi persona, hacia vivas en su plasma de 14 pulgadas. ¡Ahora si ganamos ¡–seguía jocoso y alardeante. –Allí la toca Marta (mejor jugadora del mundo durante cinco veces consecutivas 2 005 – 2 010), Marta, para Thais; Thais para Blanca… y la pelota al tiro de esquina –narraba el periodista de ESPN. –Japón realiza un generoso trabajo, como un campeón Mundial: la recepciona el balón y la toca por todo el campo –de izquierda a derecha y viceversa–; se ve… es un gran campeón –agregaba el comentarista argentino. –Se va Japón con la pelota por la parte central del campo; con el balón Ohno, ella toca para Miyawa, se viene por la parte derecha del equipo sudamericano… ¡faul…! Exactamente a los 26 minutos; se produce una falta en favor del equipo asiático, y en conclusión, tiro libre para Japón –aclaraba el narrador hispanoamericano. Se prepara… ¿quién se prepara para este tiro libre amigo mío? – preguntaba el narrador. –Muy bien Raúl, la que va a ejecutar este disparo es Homare Sawa –sintetizó el comentarista. –Se viene el disparooooo…. la pelota es tocada de inmediato para Ogimi y… ¡Goooooooool! ¡Goooooooool!
  • 3. ¡Gol de Japón! Señoras y señores ¡gol de Ogimi!, tras el tiro libre –que mas bien fue un toque magistral y rápido, ‘a lo vivo’– de la jugadora Sawa; el marcador es ahora ¡Brasil 0, Japón 1! ¡Pucha!, –dije– esto se ve difícil; que cólera, ¡no, no, no!, –concluí– dando un puñetazo a mi mesa, que casi lo derribo. Rencoroso y colérico observaba el partido. Por allí se vio una buena salida del equipo sudamericano, pero fue opacado por la férrea defensa rival. Los periodistas discurrían sus opiniones: –este no es Brasil, está muy timorato, no demuestra lo que en otras oportunidades nos ha demostrado –opinaba el comentarista; mientras que el narrador de ESPN aclaraba: –pues no tiene salida, porque la marca del equipo japonés es muy vistosa, con marca personal para las dos atacantes brasileñas ¡así es imposible lograr el empate! – Concluía. Pues nada más que hacer y al descanso. Había terminado el primer tiempo y mis diminutas dudas se fueron transformando en gigantescas pesadumbres. Pero como dicen muchos “que la esperanza es lo último que se pierde”, reafirmé fervorosamente que en el segundo tiempo Brasil nos alegrará con un triplete y… algo más. Durante el descanso coadyuvaba un silencio total, no podía creer, que el mejor equipo sudamericano esté perdiendo. A pesar del dominio total del partido en sus 45’ iniciales. De pronto sentí un acto de incomodidad, pues mi cuerpo deseaba realizar sus necesidades fisiológicas. Tanto había sido mi concentración; o tal vez, la distracción de las lindas chicas, que se veían a la distancia, me hicieron olvidar lo que era una orden innegable; así acudí a su requerimiento. Antes del comienzo del segundo tiempo, ya estaba de retorno, sentado en mi silla congresal. El partido era manejado por el equipo Brasileño, como en la parte inicial. “Hay dudas” escuchaba decir a los periodistas. –Las brasileñas no profundizan jugadas, tocan y tocan el balón, pero así no se hace nada –aclaraban. Brasil siguió dominando el lance. –¡Vamos! ¡Vamos al empate! allí, arriba, ¡vamos carajo!, – gritaba, trasladándome de mi mesa circular a un viejo sillón sin color. A la silla, ya lo había abandonado. Caminaba toda la sala, iba a beber agua de la cañería, retornaba y el partido seguía 0 a 1 a favor de las asiáticas. – Se viene Brasil con Cristiane, la toca para Formiga, cuidado…, la pelota al saque de arco para las japonesas. La redonda es puesta en movimiento de inmediato, por Fukumoto. Brasil ha salido muy arriba, cuidado con el contraataque; que si se descuidan, el rival, en este caso Japón,
  • 4. no perdonará –concluía el narrador deportivo–. Sale por la izquierda el equipo asiático, se viene el contragolpe muy rápido; la toca Samaki a su compañera Ockusha, que está en la parte derecha; el balón para Ogimi, ésta habilita para Shinobu Ohno, se viene, viene… sí, sí, sí… ¡Goooooooool! ¡Goooooooool! ¡Gol de Shinobu Ohno! A los 73 minutos y con un magnífico gol. Primero batiendo a Erika; luego levantando el balón como un globo; la pelota por encima de las manos de Andreia. El partido está 0 a 2, ‘y nada menos y nada más’, que a favor de Japón –expresó el narrador– con una voz melancólica y poco expuesta. –¡Qué definición, la dominó con la derecha y remató con la izquierda! ¡Es un golazo! –agregó el comentarista deportivo. Un gol que trae la tranquilidad al equipo japonés –concluyó su compañero de trabajo. ¡Qué cólera, ya fuimos! – Recalqué–, una y otra vez; pero no tan furibundo como antes. Comencé a decir: –no hay nada competente en Sudamérica. El deporte más destacado y dominado, es el fútbol, y ya lo estamos perdiendo; ¿quedamos afuera otra vez? ¡Brasil, Brasil ya no es Brasil! En el fútbol masculino también ha descendido su calidad. El año pasado fue eliminado del mundial a manos del finalista –Holanda–, que ni siquiera ganó la copa. España, en cambio, nos dejó estupefactos con su sagradísimo tic - tac. Mientras dejaba el agua en la cocina, para preparar mi desayuno, miré el tiempo – apenas se veía en mi televisor–, faltaban 8’ para la finalización del partido. De pronto distinguí el trabajo de Jorge Barcellos, quien realizó dos cambios y me vino a la mente y pregunté: ¿Dónde está la llamada Ronaldinha?, en las redes informativas había visto un video donde impartían sus admirables goles, seguro ya “colgó los chimpunes” –concluí penosamente–; mientras escuchaba el silbido del agua en el hervidor. –Un Brasil abatido, sin alma, sin espíritu y sin ninguna medalla se está yendo del estadio inglés de St James´ Park de Newcastle; en cambio, un Japón imponente, preparado y ordenado está dejando otra vez sus huellas en el gramado olímpico. Y seguro pensando en el siguiente partido de semifinales, –dijo un periodista. Mientras que la arbitra alzó las manos señalando el centro del campo, ¡partido terminado! Las japonesas corrieron agitadísimas, gritando, haciendo vivas y gestos de triunfo, se abrazaban fortísimo. Japón ya era semifinalista. El narrador de ESPN concluyó: –Un candidato se fue como vino. La mayoría pensábamos que en fútbol de damas, Brasil era un candidato serio; pero, ustedes ya lo vieron, se va eliminado; peor aún, sin jugar como nos tiene acostumbrados… es una pena… ¡Qué podemos hacer! Señores acabó el partido y
  • 5. nosotros nos vamos; no tan bien, pero la vida es ésta y seguiremos adelante. Más tarde –seguro estoy– tendremos mejores resultados y allí estaremos con más deportes para ustedes. ¡Cuídense!, ¡chau!, –así concluyo el narrador– y su triste pena por el lance. Seguro que no hay razón, ni solución, somos eliminados por el campeón mundial y espero que vuelva a ganar la de oro, como ya lo ha realizado en el mundial pasado –dije en forma de consuelo–. Seguro ya lo veré cuando juegue ante Francia que venció 2 a 1 a Suecia y es el segundo semifinalista –concluí. Después de unos minutos el hambre ya había pasado, no sentía nada, pues el sueño me estaba abatiendo en el sillón. De pronto escuché decir en la cercanía de la puerta: – ¡Chato, Chato!, vamos a jugar partido en la loza; sin perder un minuto contesté: –sí, sí, vamos, espera un minuto ya voy… Lima, 03 de agosto de 2012. (ESPINOZA RUÍZ, Elmer) St James' Park de Newcastle. El gran estadio donde perdió Brasil. IMAGEN 01.