La historia trata sobre Reyna, una mujer que despierta por los ladridos de su perro. Después de preparar el desayuno, sale a caminar por su jardín y encuentra un grupo de ranas azules brillantes que comienzan a tocar el piano y otros instrumentos musicales. Pronto, periodistas y policías llegan al jardín causando un gran alboroto para obtener noticias sobre las ranas concertistas. Reyna se da cuenta que su tranquila vida ha cambiado para siempre cuando suena el teléfono y la despierta de su sueño.
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SIN DESPERTAR
La luz del sol se vuelve a ver en el horizonte. Reyna la señora de la casa está
durmiendo profundamente, cuando de repente el ladrido de Tobby, su perro, la
asusta despertándola. –Tobby! Grito ella –cállate! Y el perro asombrosamente
guardó silencio. Resignada a dejar lo tibio de sus sabanas, Reyna se dispuso a
comenzar su día.
Después de haberse aseado decidió encender la radio y posteriormente prepara el
desayuno. Una melodía hermosa de la que sobresalía el sonido de la flauta dulce,
le hizo recordar su niñez. Se dibujó una enorme sonrisa en el rostro, al tiempo
que terminaba de preparar su desayuno. Cuando termino el último sorbo de café
dio un vistazo por la ventana, observando lo verde del jardín. Salió a caminar y
disfrutar del olor a césped fresco. Kiro su gallo la vio pasar cerca del gallinero y
comenzó a cantar, alborotando a todas las gallinas. –Calma, calma. Ya les traje su
alimento, miren nada más, no han puesto ni un solo huevo pero eso sí, están de
escandalosas.
Unos pasos más adelante se encontró con una piscina de lodo. –Miren que
tenemos aquí, vecinas nuevas! Varias ranas saltaron por todos lados. Reyna quiso
confrontarlas, pero le fue imposible y decidió dejarlas donde las había encontrado.
Las ranas parecían ser diferentes, tenían un color azul intenso y en el lomo
parecía haber un brillo parecido al de los diamantes.
Siguiendo con la vista el rumbo de las ranas, Reyna vio un piano. Las ranas
comenzaron a tocar el piano y posteriormente tocaron la tarola como un cantico de
soldados en guerra. Poco a poco el ruido del piano y la tarola se fue convirtiendo
en una verdadera camerata. Sin duda Reyna se había sacado la lotería al
encontrar semejantes ranas.
Repentinamente una manada de periodistas llegaron al jardín de Reyna en busca
de la nota. Miles de flashazos golpeaban el perfil de las ranas junto a Reyna; los
micrófonos parecían reproducirse al compás de las miles de preguntas que los
periodistas hacían a Reyna, y ella sin saber que contestar. Un helicóptero con la
sirena encendida volaba por encima de todos, policías se deslizaban por una soga
para poder asegurar el terreno; corrían con sus armas de fuego por todos lados.
2. Gabriela Muñoz Puebla Página 2
Reyna creyó que ya nada más podía pasar, que ya nada más la podía sorprender,
cuando miró hacia el suelo y vio que éste se dividía, alcanzo a dar un salto y se
levantó una iglesia de creyentes en ranas concertistas, el sonido de las campanas
retumbaba por todo el campo.
Todo iba tan bien, tan normal como cualquier otro día y se convirtió en un caos.
Reyna había perdido la tranquilidad que gozaba y que tanto apreciaba del vivir en
ese lugar. Ya nada volvería a ser como antes. Sin más el ring de su teléfono la
despertó.