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Watchmen
1.
2. WATCHMEN – OBRA, GÉNERO Y BÚSQUEDAS INSTROCPECTIVAS.
En 1986, después de haber firmado un contrato vinculante con DC Comics, Alan Moore
y Dave Gibbons publican el primero de los doce tomos de Watchmen. El propósito es
crear una historia autoconclusiva que aportase una nueva versión del superhéroe. El
primer paso hacia una renovación conceptual de todo el género del cómic, que
supondría a su vez una pieza excepcional en el desestimado mundo de la novela
gráfica.
La historia con que nos topamos no sólo compone una reubicación justificada de los
superhéroes en una sociedad real; sino que trata los problemas sociales intrínsecos de
una época donde la población pulula como una masa sin razón de ser. El insertar
figuras de superhéroes (también Vigilantes) en un contexto tan alejado a la fantasía de
los comics y precedentes en el género, supone una evolución en el razonamiento
postmoderno, en la deconstrucción de realidades y la mezcla entre ficción y verdad.
Nos encontramos con un contexto –real, en el año de publicación de la novela‐ dónde
el mercado exigía un nuevo enfoque del género. El comic, fundado en los años treinta
con Batman, Superman o Corto Maltés, proponía un canon de figura que a su vez bebía
de los héroes clásicos y sus arquetipos. Hombres valientes y fuertes, idolatrados por
una gran masa incapaz de enfrentarse a los conflictos que él era capaz de resolver:
Hector, Aquiles, Hércules y Odiseo. En los años treinta, un periodo de recuperación de
la Gran Guerra y antesala a la Segunda Guerra Mundial, surge el comic y este
superhéroe a modo de estandarte glorioso para un occidente victorioso.
Tras cincuenta años en el mercado, en los ochenta la renovación se cumple junto con
otros muchos géneros que lo había hecho antes o después. El inicio de este decenio
está marcado por el aumento de las tensiones de la Guerra Fría entre Estados Unidos y
la Unión Soviética. La amenaza nuclear se hace más potente que nunca, por lo que a
mediados de la década se produce un acercamiento entre los dos bloques. Éste es el
punto de inflexión en el arquetipo de superhéroe al modo clásico (el híbrido entre el
héroe griego y el surgido en los años treinta).
Nos topamos pues con superhéroes que carecen de poderes o habilidades especiales,
encontramos una retrospectiva brutal en las motivaciones y problemas personales de
cada personaje, así como las reacciones sociales al tener vigilantes enmascarados que
pelean contra el crimen por su propia cuenta y al margen de la ley. Así que
encontramos a un Nixon en su enésimo, un cuerpo de policía declarado en huelga
(placas, no mascaras) y un artilugio llamado “Reloj del Juicio Final” donde se marcan
los minutos para un cada vez más cercano holocausto nuclear.
Y es que la obra narra un acontecimiento social, una historia mucho más cercana e
intimista de lo que pueda parecer, centrada en un contexto social concreto, alejado de
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3. supervillanos que pretenden conquistar el mundo, nos presenta conflictos políticos y
criminales corrientes y preocupantes (más aun en el año de publicación del libro). Por
lo que, ¿qué son en realidad los Vigilantes? Como analizaremos, quizá no sean
superhéroes, sino conceptos fuertemente estereotipados que siempre se han tenido
en mente, pero que en la práctica, la sociedad nunca ha sabido llevar a cabo.
Con esta peculiar y atípica obra, el género abre sus puertas al concepto de novela
gráfica y la dramatización de sus obras –un primer paso hacia la idea de desvincular al
género de lo juvenil o elitista‐. Ello gracias a un puñado de nuevos autores que
buscaron la renovación; Frank Miller, Jeph Loeb, Neil Gaiman o el propio Alan Moore.
Los problemas del hombre postmoderno, los quebraderos de cabeza o la búsqueda de
la identidad también aquí están servidos.
En definitiva tenemos Watchmen como una obra coral, sustentada por la interrelación
del lector con los personajes, así como el espectro social de los superhéroes en su
realidad alternativa en el mundo del comic. Un héroe distorsionado, vacio, gris y triste,
enmarcado en unas viñetas donde no encontramos ni una sola onomatopeya, ni un
solo supervillano, y la excepción de superpoderes ‐salvo el doctor Manhattan, del que
hablaremos‐. Este conjunto, unido a los juegos referenciales, y a una trama llevadera,
convierte a Watchmen en una obra de múltiples lecturas e interpretaciones.
CONTEXTOS Y REALIDADES ALTERNATIVAS. INFLUENCIAS Y DEMÁS
DECONSTRUCCIONES.
Lo que podría ser una reinterpretación más de la realidad y la consiguiente
construcción de un contexto más o menos alejado, se convierte en un punto a tomar y
sobre el que reflexionar. Y es que en realidad sólo hay tres ficciones en el 1985 que
propone Watchmen.
En primer lugar tenemos la inclusión de Vigilantes como ciudadanos de a pie que
luchan por su propia justicia. Por otra parte Alan Moore imaginó el asesinato de los
periodistas que descubrieron el escándalo del Watergate en 1972 y permitió, en su
ficción, que Richard Nixon disfrutara de un quinto mandato. Finalmente tenemos la
incorporación de un hombre con capacidades ilimitadas sobre la realidad, el tiempo y
el espacio.
Nueva York, 1984. Aunque la fecha de publicación diste poco del presente de
Watchmen, y pese a lo alternativo de su presente; los lectores pueden verse
parcialmente reconocidos en esta realidad deconstruida: preocupaciones, miedos y
problemas políticos. Estos elementos casi equiparables a los existentes en el momento
de publicación del libro hacen que la historia sea más mucho próxima al lector que
otros relatos completamente fantásticos o futuristas. Y es que la ciudad retratada en
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4. Watchmen refleja perfectamente el espíritu americano del momento: hippies en
decadencia, auge del yuppie, torpes inicios de la informática y desarrollo militar, los
pop art como un nuevo arte incomprendido, la política neoconservadora y la
intervención ciudadana en la vida política –amplios ejemplos de manifestaciones y
protestas públicas, así como las conversaciones del kioskero y sus clientes‐. En
conclusión una mezcla de entusiasmo y miedo por la evolución social que está
hundiendo a la raza bajo el terror nuclear –un terror nuclear que no es más que el
terror de perdernos a nosotros mismos sin saber que somos en realidad, no se trata de
bombas sino de tener un algo en que preocuparnos que nos evite divagar y elucubrar
sobre las inquietudes humanas‐.
El pilar social es el elemento más importante, sobre él Moore realiza el proceso
deconstructivo de los superhéroes, despojándoles de todos sus mitos y tópicos y
mostrándolos como fracasados, inestables, neuróticos, violadores, fascistas y
paranoicos. De hecho, uno de los secundarios (antiguo héroe retirado) escribe dentro
de la obra las andanzas del Vigilantismo como realidad en los Estados Unidos. Desde su
origen en los años treinta, lo que coincide con la edición real de los comic‐books, hasta
la crisis del superhéroe en los ochenta –también en semejanza al propio género, con la
incorporación de la nueva generación de lectores, más interesados por el cine y las
videoconsolas y el manga japonés ‐, donde en la ficción la Ley Keene los ha declarado
ilegales.
Los elementos narrativos son asombrosamente parecidos a las características
generales de la novela postmodernista. Incorporación de interpretaciones donde el
propio lectores quien completará con sus conocimientos y dará el significado oportuno
a aquello que haya querido ver en la obra; numerosos subtextos ocultos en la obra,
inclinaciones fascistas, anarquistas, conservadoras y clasicistas. Así como las
mencionadas crisis personales, donde los iconos populares quedan deconstruidos
(aparte de todo el mundo del héroe y el comic en sí). También Watchmen compone en
sí mismo un compendio de referencias literarias, de cultura pop, cine y artes plásticas.
Tanto el nombre de cada capítulo como el cierre de cada bloque nos lo da una
oportuna, famosa conveniente cita: William Blake, Nietzsche, Carl Gustav Jung, Albert
Einstein, Eleanor Fajorn o Bob Dylan, entre otros. También están referencias fílmicas
como la proyección de Ultimátum a la tierra en un cine llamado “Utopía”... A ello
añadimos el uso constante del Smiley como un icono de la felicidad y estabilidad
quebrada con una gota de sangre del comediante. ¿Quebrada por qué, por los
conflictos a los que estamos supeditados como la guerra?; ¿O por los conflictos que
para con nosotros mismos no sabemos resolver, como les ocurre a los héroes?
La historia se nos presenta por tanto descentralizada, cuyo eje visible no tiene más
peso que cualquiera de las historias personales que acarrea cada uno de los héroes por
separado. Otra de estas subtramas, Los relatos del navío negro, como obra recurrente,
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5. un comic dentro de un comic, es el modo en el que el autor nos muestra que la pieza
de ficción que tenemos entre las manos puede ser tan real como la vida (el toque
postmodernista consiste en que los problemas con que se enfrenta el protagonista de
“Los relatos del navío negro” no son crisis politicosociales, sino problemas morales,
manías persecutorias y enredos psicotraumáticos).
A pesar de todo el material que podamos extraer de la novela de forma genérica, la
verdadera deconstrucción de mitos y la búsqueda de la identidad la encontramos en
cada uno de los personajes que componen el elenco de tan extraña obra.
EL COMEDIANTE – JUSTICIA PARA TODOS.
La muerte del comediante es la razón de la obra, y el personaje en sí un ataque brutal
al arquetipo preconcebido de héroe salvador. A través de flashbacks nos topamos de
bruces con un vigilante cuasi mercenario –contratado por el gobierno‐; un héroe de
guerra deconstruido en favor de un hombre que ha descubierto su propio verdad. La
crueldad de la existencia humana y la falta de sentido en una vida que todos se
empeñan en salvar.
Algo así como un modelo antagonista de los valores éticos que todo héroe –entendido
como personaje superior al resto, capaz de protegerlos‐ ha de tener. Es totalmente
pragmático, atípico; bebedor y fumador, sin escrúpulos ni juicios morales ante el
enemigo. Ante el resto de los Vigilantes viene de vuelta, viene de conocer ese mundo
que sus utópicos compañeros pretender reconstruir. Partícipe en el conflicto de
Vietnam, ha aprendido a solventar las situaciones de manera precisa. En mitad de una
América amenazada por el conflicto nuclear no hay lugar para enmascarados coloridos
de sólida moral.
Es curioso –y no coincidencia‐ que el emblema del personaje sea el famoso Smiley,
creado 1963, un monigote amarillo sonriente que a la vez funciona de icono de la obra.
Casi a modo de guiño de los poparts, es una especie de incoherencia intencionada de
que el más cruel y vicioso de los personajes esté representado por una sonrisa feliz;
Happy Smiley.
RORSCHACH ‐ NUEVA ÉTICA, MISMA DELINCUENCIA
Rorschach nos muestra al “héroe” como misántropo, rencoroso, desequilibrado y
maniqueo. Con un febril sentido de la justicia, animalizado y llevado a su extremo más
calculador. El personaje está diseñado con rasgos similares a los del propio autor; Alan
Moore, que también tuvo una infancia de pobreza, vegetariano, con un sentido de la
justicia que no gusta a todos, (Moore es anarquista). Las exageraciones, por supuesto,
están servidas; pero tan sólo pretenden llamar la atención sobre la propia ficción de
una persona así.
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6. Rorschach se nos presenta casi a modo de detective; gabardina marrón y sombrero, un
reflejo sucio y deteriorado de Bogart, icono de años atrás. A pesar de ser el más
desagradable (radical, paranoico, ultraderechista), mantiene los rasgos del superhéroe
clásico, vestimenta característica, alter ego, símbolos identificativos, modus operandi,
enemigos antagonistas, etc.
Su infancia, pasado y experiencias en la vida le hacen ver las cosas de un modo
totalmente dispar a lo que la idea preconcebida del lector como “superhéroe” sería
posible. Con ello Alan Moore allana el camino al diseño de los antihéroes, como
personajes protagonistas, con los que el lector ni se identifica ni se desea que se sienta
identificado. Se demuestra con este personaje que puede darse pié en el propio
género a relatos e historias mucho más interesantes de las que dan los superhéroes
clásicos. Como las mentes perturbadas y las continuas retrospectivas hacia que es
bueno o malo en realidad y sobretodo que es justo y en qué situación lo es, dan juego
en la sociedad postmoderna.
DOCTOR MANHATTAN – DIOS HECHO HOMBRE
El nacimiento de este ser, fruto de un accidente de laboratorio donde se
experimentaba con la desintegración molecular en los años 60, es el tercer punto de
inflexión en la realidad alternativa de Watchmen. A pesar de ser el único personaje
poseedor de lo que llamamos superpoderes al tener dominio absoluto sobre la
realidad, tiempo y espacio, el Dr.Manhattan es el más alejado de todos ellos al
concepto tradicional de superhéroe.
Dejando atrás la omnipotencia y el despliegue espectacular de sus poderes, el Dr.
Manhattan no es más que la amoralidad encarnada. Su persona, que cada vez se aleja
más del hombre que fue, está por encima de los conflictos “triviales” de la raza
humana: guerras, pérdida de la identidad, crisis políticas, amar y ser amado. Pese a
que las consecuencias militares, políticas y sociales de tener a “una bomba atómica
andante” en la realidad den mucho juego a la obra y su trama, su omnipotencia lo aleja
poco a poco de las emociones humanas y los propios conceptos en que se maneja el
hombre. No es más que la visión de la humanidad que ninguno de nosotros podemos
tener: “La vida es un fenómeno altamente sobrevalorado/A Marte le va perfectamente
sin el menor atisbo de existencia viva en él”. Curioso, el único ser capaz de encontrar la
triste respuesta al sentido de la vida es el difícil de considerar humano.
BUHO – CRISIS DEL HOMBRE/CRISIS DE ADAN
Si Rorscharch era el reflejo oscuro del antihéroe derrotado, el Búho es la crisis turbia y
borrosa, la mirada atrás de lo que pasó, de lo que pudo ser y no fue. El hombre que se
perdió a sí mismo con el héroe que fue. Los años han pasado convirtiéndole en el
solitario y depresivo hombre que es, incapaz incluso de explicar los motivos que
impulsaban sus actos heroicos. A pesar de ser el más estereotipado, esconde una serie
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7. de inquietudes y tribulaciones personales que son las que mejor funcionan con el
lector postmoderno que se enfrenta a la obra.
Como Búho, habiendo llegado a desarrollar ingeniosos gadgets y dispositivos de alta
tecnología para la persecución de malhechores, ahora no es más que uno más, parte
del montón, parte de nada. La amenaza mundial al apocalipsis y la situación política es
cada vez más tensa, es la situación ideal para refugiarse en la nostalgia del pasado:
utilizar el “superheroismo” como terapia psicoanalítica.
VEIDT – VENI, VIDI, VICI
Si el Búho Nocturno y Roscharch componen lo más parecido al superhéroe moderno
de los años 30 en un nuevo contexto, Veidt es el héroe clásico colocado en el siglo XX.
No solo su vestimenta es un híbrido entre los pomposos disfraces de superhéroe y las
vestimentas de la corte egipcia, su comportamiento denota unas virtudes y valores
difícilmente estipulables en la sociedad en que se desarrolla Watchmen.
El peso que contiene este personaje pasa de anecdótico a esencial. Su pasividad
esconde la frialdad que a veces esconden los rostros grises y aburridos con que
podemos cruzarnos cada día en la calle. Su actitud prepotente y despótica le dan una
actitud arrogante que incluso algunas viñetas estructuran por sí mismas (él serio, de
espaldas al espectador, mirando un conjunto de televisores). Como villano no
responde a ningún canon preconcebido, sino a la reinvención de las grandes tragedias
clásicas y los villanos de James Bond.
Como mencionaba, las similitudes con el mundo clásicos son exageradamente amplias,
tanto las directas como las indirectas. Por una parte tenemos a su alter ego
Ozymandias, nombre griego del belicoso faraón Ramses II. Con ella y toda la
simbología faraónica hacemos referencia a la vuelta del superhombre y hombre Dios,
así como de las inquietudes sociales que sólo los grandes pueden resolver desde una
superioridad despótica. Por otra parte aparece la figura inspiradora para el personaje
de Alejandro Magno, a la cual menciona y de la cual podemos extrapolar el mito del
nudo Gordiano, imposible de desatar, Alejandro optó simplemente por cortalo. Veidt
encontró la solución a la crisis de la humanidad de una manera inquietantemente
similar.
Como conclusión, Watchmen no es más que lo que nosotros queramos que sea.
Entretenimiento, deconstrucciones, reinterpretaciones o nuevos puntos de vista, obra
maestra o perdida de tiempo. Quizá un ensayo filosófico y sociológico que realmente
no sea más que el fruto de una sociedad aburrida y perdida.
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