NZ All Blacks, la leyenda negra - Fermín de la Calle
1. Fermín de la Calle: All Blacks, la leyenda negra
Posted by Fermín de la Calle
Si uno rasca bajo las colosales odas que glosan sus hazañas y ese místico aura que recubre a estos semidioses maoríes, encontrará que en esencia los All Blacks son simple y
llanamente el mejor equipo de la historia del deporte mundial. Su porcentaje de victorias supera el 70%, pero más que su registro es su forma de someter a sus adversarios la
que les ha convertido en un referente que trasciende a la disciplina del rugby e incluso a los límites del deporte. Una historia de superación, discriminación racial, honor,
sabotajes, derrotas aleccionadoras y sobre todo victorias, cientos de triunfos. Una historia que comenzó una soleada tarde de agosto de 1903…
The Originals
El Sydney Cricket Ground presentaba un aspecto inmejorable. Hasta allí había llegado la expedición neozelandesa después de pasar un mes embarcada en el buque Morokai.
Capitaneados por el bigotudo Jimmy Duncan, quien tapaba habitualmente su prominente calva con una vieja gorra de paño. Australia vistió zamarra azul, divisa clásica del
club New South Wales y fue capitaneada por Montgomery Wickham. Pasadas las 15:30 James Joyce, un segunda línea australiano al que apodaban El Toro, puso en juego la
primera pelota de la historia all black. Nueva Zelanda alineó un equipo a la vieja usanza: dos primeras, tres segundas, tres terceras, un halfback, dos five-eights, tripleta de
tres-cuartos y un zaguero. La primera letanía negra se recitaba de la siguiente manera: Tyler, Udy; Long, Cook, Fanning; Nicholson, McMinn, Gallagher, Kiernan;
Duncan, Wood; Asher, Robert McGregor, Duncan McGregor; y Wallace. El juego de los keewees (kiwis) entusiasmó a los espectadores y el 3-22 final demostró que los All
Blacks estaban preparados para cruzar el mar de Tasmania y medirse a las poderosas selecciones de Europa. Algo que ocurrió en 1905 cuando Nueva Zelanda, bajo la
denominación de The Originals, pisó por primera vez Europa. Planificaron una gira de 29 partidos, el penúltimo de ellos en Cardiff, ante la todopoderosa Gales. Liderados por
Dave Gallagher y Billy Wallace derrotaron a Irlanda en Dublín (0-15), a Escocia en Inverleith (7-12) y a Inglaterra en el Crystal Palace de Londres (0-15). “Gales parece
nuestra única esperanza”, señaló el Daily Mail aquel día. El 16 de diciembre 47.000 almas llenaron Arms Parks para ver en directo a los All Blacks. Después de que los sureños
escenificaran la haka ocurrió algo inesperado, espontáneamente el público comenzó a entonar el Lands of my fathers, algo que sobrecogió a los neozelandeses e insufló en los
galeses una euforia que les llevó a ganar el partido 3-0 con un ensayo de Teddy Morgan. Hubo otro del neozelandés Deans, que se bautizó como “el ensayo que no fue”, pero
aunque el jugador visitante posó la pelota, el árbitro escocés John Dallas no concedió el try. Fue el primer varapalo de la historia de los All Blacks. Dos semanas después, el
primero de enero de 1906, batieron en el Parque de los Príncipes a Francia (8-38) horas antes de emprender viaje de regreso a casa en una travesía que duró casi tres meses.
Habían salido en junio de 1905 y pisaron tierra en marzo de 1906. Sin embargo, el esfuerzo mereció la pena porque aquella gira iniciática convirtió a los All Blacks en un
equipo de leyenda.
Los neozelandeses siguieron haciendo crecer su leyenda librando épicas batallas, especialmente con sus vecinos sudafricanos y australianos. Las Guerras Mundiales
condicionaron el devenir del mundo en las décadas posteriores y el rugby no fue ajeno a ello. Los All Blacks no jugaron ningún partido durante los años 1922, 1923, 1926 y
1927 y los que encuentros que disputaron en 1924, 1925, 1928 y 1929 lo hicieron en el extranjero. Pese a ello, en estos años se produce la legendaria primera gira por
Sudáfrica, en 1928, que dirigió exitosamente Cyril Brownlie, y la aparición de la primera gran estrella maorí, el zaguero George Nepia. Las Guerras Mundiales se cobraron
muchas bajas en los All Blacks. 13 murieron en la primera Guerra Mundial, entre ellos uno de los fundadores, Dave Gallagher, y 7 en la segunda. No disputaron partidos con
regularidad entre 1938 y 1946, año en el que la Armada neozelandesa decidió reclutar un equipo con miembros de la 2ª Fuerza de Expedicionarios. Disputaron 33 partidos
viajando por Gales, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia e incluso Alemania, ganando 29 con un elegante juego de ataque. Casualmente, el 1 de septiembre de 1939, mientras
Adolph Hitler invadía Polonia, los All Blacks arrancaban una semana de concentración para preparar una gira por Sudáfrica que nunca llegó a celebrarse para desilusión de
Ted McKenzie, su promotor.
2. JPR Williams en la gira de los Lions
Pero si hay una década en la que los All Blacks se instalaron en el Olimpo del deporte, esa fue la de los 60. En esa década completaron memorables giras por Gran Bretaña y
Francia en 1963 y 1967, además de por Sudáfrica en 1970. Y ejercieron de anfitriones con éxito ante los springboks en 1965, los Lions en 1966, la laureada Francia del primer
Grand Slam en el 68 y el mejor Gales de la historia en el 69. Destacaba notablemente una delantera en la que militaban Wilson Whineray, Bruce McLeod, Ken Gray, Kel
Tremain, Colin Meads, Stan Meads, Dick Conway y Sir Brian Lochore. Este último, el capitán, afirmaba que jugar de 8 en aquella delantera “era como ir sentado en un
Rolls Royce”. 1967 fue un año difícil. Se suspendió una gira por Sudáfrica al negarse el gobierno local a tramitar el visado a los jugadores maoríes. El apartheid, uno de los más
fieros rivales de los All Blacks, hacía acto de presencia. Las presiones internacionales acabaron por posibilitar aquel tour, que se realizó finalmente en 1970 participando en el
mismo tres jugadores de ascendencia maorí (Sid Going, Buff Milner y Blair Furlong), y uno de origen samoano (Bryan Williams). En esa década (1963-72) los All Blacks
disputaron 49 test, ganando el 79% de los partidos. 17 de ellos seguidos entre 1965 y 70, récord aún vigente. Los técnicos que dirigieron aquel equipo fueron Neil McPhail y el
mítico Fred Allen, que en sus tres años en el banquillo ganó los 14 partidos que dirigió. Sin embargo, no pudo sacarse la espina de vengar la incontestable derrota encajada en
la gira por tierras springboks del 49, en la que Allen era jugador. La suspensión del tour del 67 le negó esa revancha porque cuando se hizo, tres años después, ya había dejado
su puesto a uno de sus ayudantes, Ivan Vodanovich.
Los All Blacks sólo han perdido cinco giras como anfitriones en su más de cien años de historia: ante los springboks en el 37, frente a los wallabies 49, con los Lions en el 71,
ante los Baby Blacks en el 86 y frente a Francia en el 94, con ‘el ensayo del fin del mundo’ el día que Jonah Lomu debutó de ala. Pero lo que ha hecho grande a los All Blacks
es que de todas las derrotas han extraídos lecturas positivas que han implementado en su juego. Especialmente de dos: la de los springboks en el 37, en la que aprendieron a
trabajar la delantera, y la de los Lions del 71, probablemente el mejor equipo de la historia, ante los que asimilaron que el rugby es un deporte de evasión, no de contacto.
Los All Blacks en Belfast en el 82
Los Lions llegaron a Nueva Zelanda con la línea de backs más exuberantes que han pisado jamás un campo: Gareth Edwards y Barry John en los medios, Mike Gibson y
John Dawes de centros, los alas David Duckham y Gerald Davies y como zaguero JPR Williams. Dirigidos por el entrenador posiblemente más influyente de todos los
tiempos, el genio de Llanelli, Carwyn James. El hombre que promulgó la más famosa de las tácticas: “En el rugby se ataca desde cualquier parte del campo”. Libraron cuatro
partidos de rugby ofensivo y espectacular en el que cosecharon una victoria cada uno y dos empates en los duelos finales. La impronta de los Lions caló hondo en la isla de la
nube blanca, cristalizando años después en el ADN de jugadores como Michael Jones, Zinzan Brooke, Andrew Merthens, Jonah Lomu o en la actualidad en el centro Sonny
Bill Williams. Nueva Zelanda seguía modelando su estilo de juego, pero no era capaz de sacudirse el fantasma del apartheid. El 12 de septiembre de 1981, mientras kiwis y
springboks se batían el cobre en el campo, después de numerosas manifestaciones anti-segregacionistas que trataron de frenar el tour de los sudafricanos, una avioneta Cessna
pilotada por Marx Jones, activista anti-apartheid, sobrevoló Eden Park. Lanzó folletos, amenazó con aterrizar en el campo y acabó lanzando bombas de harina, una de las
cuales cayó de pleno sobre el neozelandés Gary Knight. El partido, que concluyó con victoria kiwi 25-22, pasó a la historia como ‘El día de las bombas de harina’. Un años
después, los All Blacks desafiaban el ambiente bélico de Belfast y se enfrentaban a Irlanda en el Ulster durante su gira por las naciones celtas, Gales e Irlanda. “Venimos a
tender la mano a nuestros amigos irlandeses, porque el rugby no entiende de política”. Ese fue el mensaje escueto que remitió la Federación kiwi al respecto de la visita. Cuatro
años después, el apartheid volvió a colocar a los dirigentes neozelandeses en el ojo del huracán. En 1986 Sudáfrica cursó una invitación a Nueva Zelanda para visitar el país, en
plena época de aparthetid, que aceptaron un grupo de jugadores, entre los que estaban Kirkpatrick, Andy Dalton, Robbie Deans o Wayne Smith, y que lideró en el banquillo
el mítico Colin Meads. Alegaron que si habían ido a Irlanda, deberían ir a Sudáfrica sin inmiscuirse en temas políticos. La Federación no respaldó el viaje y el equipo se
presentó en tierras africanas bajo el nombre de The Cavaliers. A su vuelta fueron sancionados con dos partidos, encontrándose la Federación en la tesitura de tener que
convocar un XV de urgencia para medirse a Francia sin los esquiroles. A Sudáfrica no viajaron los jóvenes John Kirwan, a causa de la enfermedad de su padre, ni el
mediomelé David Kirk, que se posicionó en contra del viaje. Por lo tanto, el 28 de junio de 86 la Francia de Blanco, Sella, Lescaboura, Berbizier, Champ y compañía se
midió a unos Baby Blacks entre los que estaban los citados Kirk, Kirwan, más un ramillete de debutantes entre los que destacaba alguien que revolucionaría la posición de
talonador, Sean Fitzpatrick. Los héroes del partido fueron Greg Cooper y Frano Botica, ilustres desconocidos que disfrutaron de su cuarto de hora de fama aquel día
derrotando a la glamurosa Francia. Sólo cuatro miembros de aquellos Baby Blacks aparecieron en la lista para el Mundial del 87 de los All Blacks.
Unos meses antes de aquello, en 1985, Nueva Zelanda se marchó de gira por Argentina. Entre los expedicionarios figuraba uno de los nombres más legendarios que ha vestido
jamás la zamarra negra: Buck Shelford. A los pocos días de llegar Shelford reunió a sus compañeros una tarde: “Hagamos la haka como debe hacerse o dejemos de hacerla.
Voten y decidan”. Shelford coincidía con un compañero de club en Rotoura, Hika Reid, sobre la importancia de la puesta en escena de la haka. La votación fue positiva y la
haka, que pudo desaparecer de la historia all black una argentina tarde, recobró nuevos bríos. Ensayaron hasta tres y cuatro horas al día empujados por el entusiasta Shelford al
grito de “es nuestro himno, es nuestra historia”. Y la haka arraigó definitivamente en el corazón de los colosos de negro. 1987 fue un año capital para seguir fraguando la
historia de los All Blacks: primer Mundial y como anfitriones. Los kiwis se enfrentaban en la final a la elegante Francia de los efervescentes Blanco, Sella y compañía. La
misma final que se repetirá, 24 años después, el domingo. El resultado fue incontestable, 28-8 para los anfitriones y David Kirk se convirtió en el primer jugador en alzar el
Santo Grial del rugby, la Copa William Webb Ellis de campeón del mundo.
3. David Kirk con la Copa de campeón del mundo
En 1991 los wallabies se tomaron la revancha derrotando a sus ilustres vecinos en semifinales con una destacada actuación de Michael Lynagh y del gran Campo, David
Campese. Pero el gran reto era conquistar el Mundial del 95 en la inhóspita Sudáfrica, donde tantas veces habían sido repudiados los maoríes. Para más inri, Nueva Zelanda
llegaba personificada en la persona de un maorí, el jugador más determinante que ha pisado nunca un campo de rugby: Jonah Tali Lomu. La situación había cambiado tras la
aparición de Nelson Mandela, quien encontró en el rugby el vehículo para unificar a un pueblo históricamente segregado. Los kiwis fueron ganando partidos hasta colarse en
la semifinal, donde los anfitriones batieron a Francia con una controvertida decisión al anularse un ensayo galo al final del choque. Mientras los springboks daban la sorpresa en
un partido jugado bajo un infernal aguacero, los All Blacks se medían a los arrogantes ingleses. Su capitán, uno de los hermanos Underwwod, Tony, preguntado por Lomu en la
rueda de prensa previa al choque respondió con su habitual fanfarronería: “¿Jonah qué?”. Horas antes del partido, en la recepción del Johannesburg Holiday Inn, lugar de
concentración neozelandesa, se recibió un fax que decía: “Recuerden que el rugby es un deporte de equipo. 14 de ustedes deben asegurarse de pasarle la pelota a Lomu”. La
receta fue seguida al pie de la letra y Lomu completó la mejor actuación de su, por entonces, incipiente carrera. Anotó cuatro ensayos, uno es aún la jugada más célebre de la
historia de rugby, en la que se deshizo con un hand off de dos defensores antes de percutir contra el inglés Mike Catt, pasándole por encima para posar el ensayo. Underwwod
pidió disculpas en la rueda de prensa posterior y Nueva Zelanda se metió en la final. Restaba el partido decisivo ante Sudáfrica, enemigo histórico. Los días previos fueron
complicados en la base de operaciones kiwi. La noche del jueves previa al choque 27 de los 35 miembros de la expedición cenaron en el hotel. Una de las encargadas de la
cocina llamada Susie diluyó en el café una sustancia que intoxicó al equipo. Restaban 48 horas para la final y los jugadores sufrían los rigores de una gastroenteritis que les
impidió entrenarse con normalidad. Hubo muchas conjeturas al respecto. Pero quizás la versión más concluyente la ofrece en su autobiografía Rory Steyn, el que fuera jefe de
seguridad de Nelson Mandela y a quien se asignó el cuidado de los All Blacks. Steyn respalda la teoría del envenenamiento en su libro One Step Behind Mandela. También
Steve Boggan, redactor del diario londinense The Independent, encontró indicios de intoxicación. Sudáfrica ganó la final de la que Lomu dijo “nos medimos a un país y a la
historia, no a un equipo de rugby”. No fue lo único que tuvieron que aguantar. En el banquete final, durante el tercer tiempo, Louis Luy, presidente de la federación springbok,
afirmó durante su discurso: “En 1987 y 1991 no hubo verdaderos campeones del mundo porque Sudáfrica no estaba allí”. Esto provocó la indignación en Nueva Zelanda, que
se levantó de la mesa en bloque y se marchó. Era la gota que colmaba el vaso tras sufrir escuchas telefónicas en el hotel y de la detonación programada de las alarmas de los
coches que rodeaban el perímetro del Johannesburg Holiday Inn sistemáticamente cada amanecer para perturbar el sueño de los jugadores.
En 1999 fue el champagne francés quien les derrotó en una semifinal catalogada como el mejor partido de la historia de los Mundiales. Y tampoco tuvieron suerte en 2003 ni
en 2007, siendo eliminados prematuramente en los cruces. Pero en 2011 el Santo Grial ha regresado a Nueva Zelanda. Los All Blacks pretenden cuadrar el círculo
precisamente frente al rival ante el que conquistaron el cetro mundial en el 87, Francia, adversario de connotaciones muy especiales en la historia kiwi. En Francia concluyó la
primera gira en 1906, fueron los galos los últimos en derrotar a los neozelandeses en una gira en tierra sureña; también los galos dejaron a Lomu, el coloso por antonomasia de
la historia all blacks, sin título en el 99 y han sido los franceses los últimos en echar de un Mundial a Nueva Zelanda. Ocurra lo que ocurra después de que Piri Weepu ordene
rebanarse a sus compañeros el gaznate en la haka (Kapa O Pango, por supuesto), los All Blacks seguirán siendo simple y llanamente el mejor equipo de la historia del deporte
mundial. Y un referente que trasciende a la disciplina del rugby e incluso a los límites del deporte.