1. Lunes por la tarde. Primavera en
una azotea mediterránea. Una
mujer está a punto de empezar una
novela. La apoya suavemente en su
regazo y mientras acaricia la
portada mira por la ventana.
2. Las nubes reposan y amparan una
chimenea que parece vigilar el barrio
entero desde las alturas, como un tótem
metálico. Al fondo, el sombrero
puntiagudo de la Catedral da gracias a
dios por los colores celestes que
divisa.
3. Mientras tanto, dos pinzas trapecistas
acaban de conocerse. No hay braguitas,
ni calcetines que puedan entrometerse.
La situación es perfecta:
-Hola. Qué tarde tan bonita. ¿Te
importa si me quedo un ratito a tu
lado?
-No, si no te molesta estar en
silencio.
(La brisa marina del barrio marinero
cruza las torres y llega hasta sus
oídos de madera barata)
4. -¿Tienes fuego?
- No fumo, pero sé que a
veces aparece por aquí una
humana fumadora a quien no
le molesta el silencio de
las alturas. Puede que
tengas suerte y suba.
5. -Mira, allí está. No seas
vergonzosa. -Sí, toma.
-¿Estás segura que no es
peligrosa?
-Sí es mi amiga.
-Está bien. Se lo pediré.
¿Tienes fuego?
6. La mujer de la novela acaba de
terminar el primer capítulo. De
nuevo apoya el libro en su regazo y
se fija en una azotea. ¡Un par de
pinzas se lo están montando a lo
grande! Se frota los ojos por
incrédula, pero…