El maestro le aconseja al discípulo vivir como las flores para no molestarse con los defectos de los demás. Las flores nacen en el barro pero permanecen puras y perfumadas, extrayendo sólo lo bueno de la tierra para nutrirse. Del mismo modo, debemos preocuparnos por nuestras propias faltas pero no dejar que los vicios ajenos nos afecten, pues los defectos de los otros no son nuestros. La virtud es rechazar el mal de fuera y perfumar la vida de los demás con bondad.