El dragón Echafuegos era muy presumido y solo pensaba en sí mismo, quemando las cosas de los demás, por lo que nadie quería ser su amigo. Un día se quedó sin fuego y se aburrió, pero no tenía a nadie con quien jugar. Más tarde ayudó a un ratón a cruzar un río, y desde entonces el dragón aprendió que era mejor ayudar a los demás, haciéndose feliz al ganarse muchos amigos.