Tilo Bernal reclama a su esposa Maricielo sobre la paternidad del hijo que espera, sospechando que podría ser de otro hombre. Maricielo responde que como Tilo es el dueño de la vaca, también es el dueño del becerro. Tilo se da cuenta tarde que él ha sido engañado y utilizado como el buey, no como el verdadero dueño de la vaca.