1. Sobre la alegría y la paz
En su mensaje de Año Nuevo, el papa Francisco habló de la alegría y la paz como
condiciones indispensables para ayudar a crear un mundo más habitable, más
clemente y más armónico.
Lo decía en medio de una realidad donde en cambio abundan las condiciones
opuestas, ya que -como se sabe- este mundo del siglo XXI no parece haber
aprendido las terribles lecciones del pasado y su panorama internacional no se
caracteriza por la alegría y la paz que recomienda el Papa. El deseo de Francisco,
formulado con óptimas intenciones, merecería empero una larga puntualización
para que la gente razone sobre los caminos que deberían emprenderse para que
una humanidad tan sembrada de guerras y penurias pudiera convertirse en una
sociedad más radiante, más propicia para el entendimiento mutuo y la
reconciliación.
Para que la alegría y la paz avancen, habría que encontrar la manera de
solucionarles la vida en sus países de origen a millones de nigerianos, etíopes,
filipinos, somalíes o paquistaníes, empujados a una emigración masiva por la
miseria o el miedo que padecen en su tierra. Pero por el momento, como es
notorio, ese flujo migratorio no solo persiste sino que continúa creciendo,
mayormente a través del Mediterráneo, desde las costas del Magreb y hacia los
puntos más cercanos de la Europa meridional.