Hoja parroquial del 26 de marzo al 1 de abril de 2012
Hoja litúrgica del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario- Ciclo A
1. LECTURAS: Sb. 6, 12-16; Sal. 62; 1Ts. 4, 13-18; Mt. 25, 1-13
Evangelio según San Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -El Reino de los Cielos se parecerá
a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran
necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en
cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les
entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo,
salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar
sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: -«Dadnos un poco de vuestro aceite, que se
nos apagan las lámparas.» Pero las sensatas contestaron: -«Por si acaso no hay bastante para
vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» Mientras iban a
comprarlo llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas,
y se cerró la puerta. Mas tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor,
ábrenos.» Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco.» Por tanto, velad, porque no
sabéis el día ni la hora.
“Velad, porque
no sabéis el día
ni la hora”
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DOMINGO XXXII DEL TIEMPO
ORDINARIO- CICLO A
REFLEXIÓN SOBRE LA PALABRA
Con los años, los acontecimientos, etc. la
lámpara de nuestra fe, de nuestras obras se
puede ir consumiendo y apagando, ¿hacemos
algo para esto no suceda?.
¿Esperamos “unos cielos nuevos y una tierra
nueva” que ya intentamos comenzar aquí con
los valores del Evangelio, al modo de las
vírgenes prudentes, o ya hemos perdido el
interés por la vida, somos indiferentes, no nos
comprometemos a nada, al modo de las
vírgenes que se durmieron?
¿Qué “aceite” tengo que poner en mi vida para
ser luz para mí mismo y para los demás?
ORACIÓN (Liturgia de las Horas)
Este es el tiempo en que llegas, Esposo, tan de repente, que invitas a los
que velan y olvidas a los que duermen. Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes y lámparas que guardaron copioso y claro el
aceite.
¡Cómo golpean las necias las puertas de tu banquete!¡Y cómo lloran a
oscuras los ojos que no han de verte! Mira que estamos alerta, Esposo,
por si vinieres, y está el corazón velando, mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa, Amor que a la noche vienes, antes que la
noche acabe y que la puerta se cierre. Amén.