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SELECCIÓN Y PROLOGO
Santos Jaime Ccoa Chilo
01 02 03
CONTENIDO
Ø Prólogo 04
Ø Dedicatoria 07
Ø El Origen De Una Vida 10
Ø El Origen De Una Sociedad 12
Ø El Tren De La Vida 16
Ø Devuélveme Mis Manitas 19
Ø Una Historia Real 21
Ø Mamá 23
Ø La Lección Del Carbón 24
Ø Una Preciosa Factura 27
Ø El Puente Fraterno 29
Ø Papi, ¿Cuánto Ganas Por Hora? 31
Ø El Perro Fiel 33
Ø El Papel Arrugado 35
Ø Insultos Al Vacío 37
Ø El Temor A Los Riesgos 39
Ø “Siempre Se Hace Así” 41
Ø La Flor De La Honradez 43
Ø ¿Cambiar El Destino? 47
Ø Un Anillo De Compromiso 49
Ø Quiero Ver A Dios 51
Ø Las Habilidades Del Barquero 53
Ø La Caja De Besos 55
Ø El Peso Del Agua 57
Ø El Ladrillazo 59
Ø La Publicidad Del Ciego 62
Ø El Verdadero Tesoro 64
Ø La Niña De Las Manzanas 68
Ø El Diccionario De Los Niños 71
Ø Por Un Vaso De Leche 73
Ø Educar Es Sembrar 76
Ø El Pequeño Bombero 79
Ø El Anillo Especial 84
Ø Los Cien Días Del Plebeyo 88
Ø El Árbol De Manzanas 91
Ø La Pregunta Más Importante 95
Ø La Ranita Sorda 97
Ø Fortunas Del Campo 99
Ø Auxilio En La Lluvia 101
Ø Recuerda A Quienes Sirves 103
Ø Los Obstáculos En Nuestro Camino 105
Ø Dar Y Perder La Vida 107
Ø El Coleccionista De Insultos 109
Ø Las Tres Rejas 112
Ø La Casa Imperfecta 114
Ø El Violín De Paganini 117
Ø El Perrito Cojo 120
Ø El Árbol De Los Problemas 123
Ø Empuja La Vaquita 125
Ø El Eco 128
Ø La Carreta Vacía 130
Ø La Felicidad Escondida 132
Ø Mi Mejor Amigo 134
Ø Las Cicatrices De Los Clavos 135
Ø El Soldado Amigo 137
Ø Huellas En El Corazón 138
Ø Aprendí Y Decidí 141
Ø La Marioneta 143
Ø Quién Me Necesita? 146
Ø Reflexión Sobre la Vida 149
PRÓLOGO
Las personas somos lo que pensamos. Por lo
tanto, si queremos ayudar a los demás a ser y a
comportarse de manera diferente, tenemos que
ayudarlos a pensar de manera diferente. Si deseamos
propiciar ambientes en los cuales la tolerancia y la
cooperación sean las fuentes del sentir, del pensar y
del actuar, debemos revisar el pensamiento lineal,
lógico, de la corteza cerebral. Se impone el
pensamiento holístico, intuitivo. De allí surgió la
___
idea de realizar esta nueva compilación: El Tren
de la Vida.
¿Por qué este título? Porque solemos vivir
como un viaje en un tren en embarques y desembar-
ques donde nacemos y morimos por lo tanto lo
primero en la vida debemos saber las peripecias
que nos rodean en nuestras vidas y saber solucionar
día a día, por mas graves que sean, y vivirlas al
maximo y no dejar la tareas de hoy para mañana,
cambiemos y sigamos adelante.
El miedo a este compromiso es de tal magnitud
que sólo pensamos en el cambio como una
exigencia para los demás: quien debe cambiar es mi
pareja, mi jefe, el gobierno, el neoliberalismo, el
establecimiento... Todo y todos, menos yo; soy
perfecto y no necesito cambiar nada. El problema,
cualquiera que sea, es de los demás, no mío.
Pensar, sentir y actuar en estos términos es la
mejor manera de pasar por encima de los proble-
mas, llenarse de fundamentalismos y convertirse en
un egoadicto. Por eso nada cambia. Porque cada día
cobra mayor claridad la frase del conde de
Lampedusa en su novela El gatopardo: “Es preciso
que todo cambie para que todo siga igual”.
Recientes investigaciones sobre el aprendizaje
coinciden en afirmar que el adulto desarrolla me-
__
nos resistencia al cambio si no trabaja con el pensa-
miento lógico y lineal sino con el pensamiento lú-
dico y creativo. Otra vez el tema de los hemisferios
cerebrales, la racionalidad y la intuición, los pen-
samientos y las imágenes, la filosofía y la poesía.
Entonces parece necesario darle al cerebro estí-
mulos distintos a los que le hemos dado siempre,
cambiarle los parámetros de funcionamiento, exi-
girle que use otras partes, inventar nuevos paradig-
mas. Por eso creemos que las imágenes que evocan
las parábolas y anécdotas, el reto que plantean las
04 05
alegorías, el alimento que ofrecen las buenas
reflexiones, invitan a la mente a pensar distinto, a
absorber otros mensajes, a llegar a conclusiones que
no están a la vista de lo que llamamos razón.
La sabiduría del género humano está contenida
en parábolas, anécdotas, fábulas, máximas e imá-
genes que siempre nos dejan en silencio, al abrir en
nuestro interior un paréntesis que lleva a la re-
flexión. Se trata de respuestas distintas a problemas
que no fuimos capaces de resolver; de alegorias que
arrojan nueva luz sobre las cosas. Mientras mas per-
sonas las lean, las repitan, las transmitan, las com -
partan y las sientan, se afianzan con mayor fuerza una
nueva manera de pensar, sentir y actuar.
JAIMES. COA CHILOC
06
DEDICATORIAS
Dedico el presente trabajo a mis padres que me vieron
nacer y que su enseñanza y sus buenas costumbres han
creado en mi sabiduría haciendo que hoy tenga el
conocimiento de lo que soy.
Con respeto y admiración a mis padres: Santos y
Florentina
Agradezco a mi hermano y Hermanas el apoyo que
siempre me han brindado con su impulso, fuerza y
tenacidad que son parte de mi formación, como muestra
de gratitud les dedico el presente trabajo:
Con todo lo que he podido ser hasta hoy, para ustedes:
Victoria, Delia, Ylda; Yola, Mario
Con todo mi amor y cariño a mi esposa que todos los
días me otorga su amor, su cariño y comprensión y hace
que en mi existencia tenga la fuerza para seguir en este
mundo y así poder luchar para que la vida nos depare un
futuro mejor.
Para ti: Yudith
A mi hija que la quiero, la adoro y siempre la tengo en
mi mente y por ser la fuente de mi inspiración y
motivación para superarme cada día más
Para: Jazmine
07 08
Con todo lo que soy y he logrado ser, te dedico este
trabajo, tu que estas presente en
Cualquier lugar, en cualquier momento, circunstancia y
hasta donde permitas que sea yo.
Para ti: Dios
Para todos los que me faltaron, Instituciones, amigos,
compañeros de trabajo, que sin embargo me han
aceptado, enseñado y han hecho lo que soy.
“Gracias”.
09
“Atte: S. Jaime Ccoa Chilo"
☼
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HO#RULJHQ#GH#XQD#YLGD
Qunca es tarde… porque no importa lo que hayas
vivido, no importa los errores que hayas cometido, no
importa las oportunidades que se hayan dejado pasar,
siempre estamos a tiempo para decir EDVWD, para oír
el llamado que tenemos de buscar la perfección, para
sacudirnos el cieno y volar muy alto y muy lejos sobre
el pantano.
Ve buen@ o amistos@ por que al compararnos con
paciencia y bondad, obtenemos amigos y cariño; al
actuar con rencor y envidia, ganamos problemas y
enemigos. Jamás desees el mal que siempre regresara
para golpearte. Busca el los problemas el lado positivo
y en las personas, sus virtudes más que sus afectos.
Cultiva solo buenos amigos, el vicio siempre te llevara
por mal camino; el tramposo te obliga a mentir; el
grosero te enseñara a maldecir y el que habla mal de
otros hablara mal de ti. Elimina en tu vocabulario la
palabra “QR# SXHGR” cuando estés a punto de
decirlo, cámbiala por “YROYHUH# D#
LQWHQWDUOR—#o “TENGO QUE LOGRARLO”.
¡Wú eres un triunfador! No te falles a ti mismo,
cuando caigas ponte de pie inmediatamente si
permaneces postrado durante mucho tiempo, se te
debilitara el carácter. Qadie es feliz por naturaleza,
debemos aprender a ser feliz, esforzándonos por estar
contentos la mayor parte del tiempo, sonríe con
frecuencia, conviértete cada instante en un alegre
reto. No importa que tan arduo sea el trabajo a
realizar, hazlo bien y gózalo. Deja de preocuparte, la
preocupaciones solo te hacen infeliz, además, casi
nunca ocurren las cosas que te preocupan. Sueña
grandes logros e imagina como lograrlos. ¡Comienza
hoy mismo! Compórtate ahora como te comportarías
si ya fueras la persona que deseas llegar a ser. No
importa mucho lo que tengas, pues lo que realmente
importa es quien esta a tu lado y valóralo.
Un amigo que te quiere………..
Jaime ccoa
10 11
HO#RULJHQ#GH#XQD#VRFLHGDG
· El 62% de los matrimonios de primera nupcias
fracasan.
· Los 80% de los fracasados se vuelven a casar y en
la mitad de los casos la familia vuelve a
malograrse.
· Cuatro de cada diez niños pasan su infancia en
hogares de un solo progenitor.
· El 20% de los nacimientos son ilegítimos y 60%
de estos provienen de adolescentes.
· El 80% de los padres maltratan a sus hijos. La
primera causa de muerte de niños menores de 5
años es el maltrato.
· En promedio, 32 adolescentes se quitan
diariamente la vida en América latina.
· El crimen más numeroso sin denunciar son las
golpizas a mujeres.
· El 80% de las familias tienen por lo menos un hijo
fracasado en los estudios.
· El 60% de los padres renuncian a la dirección del
hogar cuando los hijos se rebelan y fracasan.
· El 95% de las familias de hoy sufren uno o varios
de los siguientes problemas:
o Frialdad y distancia moral del padre.
o Hostilidad, burla y falta de comunicación
entre los hermanos.
o Machismo del padre e hijos varones.
o Normas rígidas, cambiantes e injustas.
o Malentendido continuos por la
comunicación superficial.
o Vidas independientes bajo el mismo techo,
vicios.
12
Faminar por la vida arrastrando en el subconsciente
las laceraciones que deja una mala educación es como
escalar una gran montaña llevando a cuestas un baúl
con inmundicias.
Ge cada diez hijos de familias anómalas solamente
uno consigue deshacerse de la carga de basura
heredada y escalar la cima del éxito ¡solo uno lo
consigue!
Oos jóvenes rebeldes eligen no siempre de modo
consiente el mal camino para dar una lección a sus
padres o hermanos, haciéndoles sentir culpables de su
fracaso.
Hstudios psiquiátricos revelan que el primer
paso para regenerar a los delincuentes y
depravados es lograr que consigan
SHUGRQDU a algún familiar con el que
convivieron en su niñez.
Hsto arroja la premisa de que todo los
“muchachos problema” albergan en su mente
la misma clase de resentimientos familiares.
Los padres dañan a sus hijos y los hijos
devuelven de una u otra forma el daño,
creando un círculo espantoso que lanza
enormes cantidades de individuos
insatisfechos al mundo.
13
Oa delincuencia, la drogadicción, la
prostitución (la maldad en sí), que
ensombrecen a la humanidad no son sino los
frutos de la semilla que se siembran en los
hogares. La familia es la base de la sociedad
por que todo hombre y mujer que la
conforman se hicieron en una familia. Si la
familia se corrompe, la sociedad, el país, el
mundo entero se corrompe.
Oos gobernantes hace el ridículo tratando de
acabar con el mal; ho#ruljhq#gh#xqd#vrflhgdg#
fruuxswd# vrq# odv# idploldv# fruuxswdv1# La
procedencia de un hombre malo es una mala
familia. No hay más.
Hsto un verdadero mensaje urgente. Xq#julwr#
ghvhvshudgr# antes de que sea demasiado
tarde: el que no lucha por su familia es alguien
que, qr#lpsruwd#srutxh#rwud#frvd#oxfkh, no
merece tener el lugar que Dios le ha dado en
esta tierra.
James ccoa
14 15
EL TREN DE LA VIDA
La vida no es más que un viaje por tren: repleto de
embarques y desembarques, salpicado de accidentes,
sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas
tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con
algunas personas las cuales creemos que siempre estarán
con nosotros en este viaje: nuestros padres.
Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en
alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño,
amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto
no impide a que se suban otras personas que nos serán
muy especiales. Llegan nuestros hermanos, nuestros
amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas
que toman este tren, habrá los que lo hagan como un
simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en
el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán
siempre listos en ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros
pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos
cuenta que desocuparon el asiento. Es curioso constatar
que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se
acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto,
se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde
luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos
con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero
lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado
pues habrá otra persona ocupando el asiento. No importa,
el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños,
fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera
posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los
pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto,
ellos podrán titubear y probablemente precisaremos
entenderlos ya que nosotros también muchas veces
titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué
estación bajaremos, mucho menos donde bajarán
nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en
el asiento de al lado. Me quedo pensando si cuando baje
del tren, sentiré nostalgia. Creo que sí. Separarme de
algunos amigos de los que me hice en el viaje será
dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy
triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún
momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran
emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían
cuando embarcaron. Lo que me hará feliz, será pensar
que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera
valiosa.
Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea
tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto, para
que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro
asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que
en el viaje permanezcan.
16 17
Agradezco a Dios porque estemos realizando este viaje
juntos y a pesar de que nuestros asientos no estén juntos,
con seguridad el vagón es el mismo.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros
pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos
cuenta que desocuparon el asiento. Es curioso constatar
que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se
acomodan en vagones
18
DEVUELVEME MIS MANITAS
Una familia había comprado un carro lujoso. El padre
amaba ese auto.
Llegando a una gasolinera los padres bajan y dejan al
niño de 3 años en el auto, cerrando las puertas…el niño,
encontró un marcador y comenzó a escribir en todo aquel
tapizado, con un gran entusiasmo y amor. Al regresar, el
padre enfurecido, comenzó a golpear al niño en sus
manos con mucha fuerza…hasta que tuvieron que sacarle
al niño estaba muy maltratado y tuvieron que llevarlo al
hospital.
En el hospital, les notifican que sus manos habían
quedado lisiadas por la golpiza. Encontrando al padre en
la habitación envuelto en lágrimas…el niño le dice
sonriente…¡¡Hola papi…ya aprendí la lección…no lo
voy hacer mas papi…¡ ¡Pero por favor que me
compongan mis manitas! !El padre salió de aquella
habitación muy triste. Aquello marco su vida para
siempre.
Por qué le damos tanta importancia las cosas materiales
al grado de lastimar a nuestros seres queridos? ¡¡¡QUE
GRANDE ESTUPIDEZ!!! ”Un día nací, un día moriré, y
nada me llevaré, pero ¿estoy realmente viviendo?”
19
“Una casa está hecha de roca y madera, un hogar…de
amor y entrega”.
A veces descuidamos la relación de familia por cosas
materiales. No olvidemos que primero están las
personas.
UNA HISTORIA REAL
Jenny pensó que sus padres no le darían permiso para
irse de fiesta con unos amigos, de manera que les mintió
y les dijo que iba al cine con una compañera. Aunque se
sintió un poco mal porque no les dijo la verdad, tampoco
le dio muchas vueltas al asunto y se dispuso a divertirse.
La pizza estuvo bien y la fiesta genial: al final su amigo
Pedro que ya estaba medio borracho, la invito a dar un
paseo, pero primero quiso dar una fumadita... Jenny no
podía creer que él estuviera fumando eso, pero aún así
subió al carro con él.
De repente Pedro comenzó a propasarse. Eso no era lo
que Jenny quería del todo. "Tal vez mis padres tienen
razón" - pensó-; "quizás soy muy joven para salir así. "
"¿Cómo pude ser tan tonta?" "Por favor, Pedro -dijo-
llévame a casa, no me quiero quedar".
Molesto, Pedro arrancó el carro y comenzó a conducir a
toda velocidad. Jenny, asustada, le rogó que fuera más
despacio, pero mientras más ella le suplicaba, más él
pisaba el acelerador. De repente, vio un gran resplandor.
"Oh, Dios ayúdanos. ¡Vamos a chocar! Ella recibió toda
la fuerza del impacto, todo de repente se puso negro.
Semi-inconsciente, sintió que alguien la saco del carro
retorcido, y escucho voces: ¡llamen a la ambulancia!
"Estos jóvenes están en problemas". Le pareció oír que
había dos carros involucrados en el choque.
Despertó en el hospital viendo caras tristes. "Estuviste en
un choque terrible", dijo alguien. En medio de la
20 21
confusión se enteró de que Pedro estaba muerto. A ella
misma le dijeron "Jenny, hacemos todo lo que podemos,
pero parece ser que te perderemos a ti también". ¿Y la
gente del otro carro? Preguntó Jenny llorando "También
murieron" le contestaron. Jenny rezó: "Dios perdóname
por lo que he hecho, yo sólo quería una noche de
diversión". Y dirigiéndose a una de las enfermeras pidió:
"Por favor, dígale a la familia de los que iban en el otro
carro que me perdonen que yo quisiera regresarles a sus
seres queridos. Dígale a mi mamá y a mi papá que lo
siento, porque mentí, y que me siento culpable porque
varios hayan muerto. Por favor enfermera, ¿Les podrá
decir esto de mi parte?. La enfermera se quedó callada,
como una estatua. Instantes después, Jenny murió.
Un hombre cuestionó entonces duramente a la
enfermera: "¿Por qué no hizo lo posible para cumplir la
última voluntad de esa niña?" La enfermera miró al
hombre con ojos llenos de tristeza, y le dijo: "Porque la
gente en el otro carro eran su papá y su mamá que habían
salido a buscarla".
MAMÁ
Tú piensas que estoy dormido cuando tu y papá pelean.
Pero no estoy, estoy escondido debajo de las cobijas y
oigo todo oigo gritos, oigo que él te amenaza, oigo
cuando él te cachetea y golpea. Oigo cuando lloras, yo
también estoy llorando. Pero trato de estar muy callado
para que no me oigas. Siento mucho miedo cuando oigo
todas estas cosas. Y me preocupo, me preocupo por ti y
por nuestra familia.
Me siento indefenso, me siento muy triste, siento como
que es mi culpa, no quiero ir a la escuela, tengo miedo de
venir a casa, tengo miedo que vaya a lastimarte
seriamente. Tengo miedo que vaya a lastimarme también
a mí. ¡Mamá! ¿Qué debe ser el amor? ¿Es parte del amor
el ser lastimado por la persona que supuestamente te
ama? ¿Está bien pretender que nada está mal y no hablar
sobre lo que está pasando?, Mamá mira lo que me estas
enseñando. Que el ir creciendo las niñas deben sufrir en
silencio al ser lastimadas, que los niños el ir creciendo
deben ser violentos.
22 23
A LECCIÓN DEL CARBÓN
Un hombre, que regularmente asistía a las
reuniones de un determinado grupo, sin ningún
aviso dejó de participar en sus actividades.
Después de algunas semanas, una noche muy
fría el líder de aquel grupo decidió visitarlo.
Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente
a una chimenea donde ardía un fuego brillante y
acogedor.
Adivinando la razón de la visita, el hombre
dio la bienvenida al líder, lo condujo a una silla
grande cerca de la chimenea y se quedó quieto,
esperando una pregunta. Se hizo un grave
silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la
danza de las llamas en torno de los troncos de
leña que crepitaban.
Al cabo de algunos minutos el líder, sin
decir palabra, examinó las brasas que se
formaban y cuidadosamente seleccionó una de
ellas, la más __
L
24
incandescente de todas, retirándola a un lado del
brasero con unas tenazas. Volvió entonces a
sentarse, permaneciendo silencioso e inmóvil
después de solicitar permiso para fumarse una
pipa.
El anfitrión prestaba atención a todo, fas-
cinado pero inquieto. Al poco rato, la llama de la
brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo
un brillo momentáneo y el fuego se apagó
repentinamente. En poco tiempo, lo que era una
muestra de luz y de calor, no era más que un
negro, frío y muerto pedazo de carbón
recubierto por una leve capa de ceniza. Muy
pocas palabras habían sido dichas desde el ritual
saludo entre los dos amigos.
El líder, antes de prepararse para salir, con las
tenazas blandió el carbón frío e inútil,
colocándolo de nuevo en medio del fuego. De
inmediato la brasa se volvió a encender,
alimentada por la luz y el calor de los carbones
ardientes en torno suyo.
Cuando el dirigente alcanzó la puerta para
irse, el anfitrión le dijo:
—Gracias por tu visita y por tu bellísima
lección. Regresaré al grupo. Buenas noches.
25
¿Por qué se extinguen los grupos? Muy
simple: porque cada miembro que se retira le
quita el fuego y el calor al resto.
A los miembros de un grupo vale recordarles
que ellos forman parte de la llama y que lejos del
grupo pierden todo su brillo.
A los líderes vale recordarles que son
responsables por mantener encendida la llama
de cada uno de los miembros y por promover la
unión entre todos ellos, para que el fuego sea
realmente fuerte, eficaz y duradero.
NA PRECIOSA FACTURA
Cierta tarde un pequeño se acercó a su
madre, que preparaba la cena en la cocina, y
le entregó una hoja de papel en la que había
escrito algo. Después de secarse las manos y
quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la
nota:
Cortar el césped del jardín............$15.00
Limpiar mi cuarto esta semana ......$5.00
Cuidar de mi hermano....................$5.00
Ir a la panadería..............................$0.50
Sacar la basura toda la semana.......$2.50
Libreta con buenas calificaciones $50.00
Limpiar el patio..............................$5.00
TOTAL ADEUDADO.................$83.00
Al terminar la lectura, la madre miró con
seriedad al chico mientras él aguardaba
expectante. Y sin decir palabra, ella tomó un
lapicero y en el reverso de la misma hoja
anotó:
U
Por llevarte nueve meses en mi
vientre y darte la vida ....................NADA
26 27
Por tantas noches de desvelos,
curarte y orar por ti........................NADA
Por la alegría y el amor de
nuestra familia ...............................NADA
Por el temor y las preocupaciones
cuando enfermabas ........................NADA
Por comida, ropa y educación .......NADA
Por tomar tu mano y darte
apoyo .............................................NADA
Cuando el niño terminó de leer lo que ella
había escrito, tenía los ojos llenos de lágrimas.
La miró a los ojos y le dijo: —Te quiero, mamá.
Luego tomó el lapicero y escribió con letra muy
grande en el papel: “TOTALMENTE
PAGADO”.
¿Por qué reclamamos derechos que no
concedemos a los padres?
¿No es muy clara la diferencia entre las “co-
sas” y el amor?
L PUENTE FRATERNO
Había una vez dos hermanos, Tomás y Javier,
que vivían uno al frente del otro en dos casas de
una hermosa campiña. Por problemas pequeños,
que se fueron haciendo grandes con el tiempo,
los hermanos dejaron de hablarse y evitaban
cruzarse en el camino.
Cierto día llegó a una de las casas un car-
pintero y le preguntó a uno de los hermanos si
tendría trabajo para él. Tomás le contestó:
—¿Ve usted esa madera que está cerca de
aquel riachuelo? Pues la he cortado reciente-
mente. Mi hermano Javier vive al frente y, a
causa de nuestra enemistad, desvió ese arroyo
para separarnos definitivamente. Así que yo no
quiero ver más su casa. Le dejo el encargo de
hacerme una cerca muy alta que me evite la vista
del frente.
Tomás se fue al pueblo y no regresó sino hasta
bien entrada la noche.
E
Cuál no sería su sorpresa cuando, en vez de
una cerca, encontró que el hombre había hecho
un hermoso puente que unía las dos partes de la
campiña.
28 29
Sin poder hablar, de pronto se vio al frente de
su hermano, que en ese momento estaba
atravesando el puente con una sonrisa:
—Tomás, hermano mío, no puedo creer que
hayas sido tú el que haya hecho el puente,
habiendo sido yo el que te ofendió. Vengo a
pedirte perdón.
Y los dos hermanos se abrazaron.
Cuando Tomás se dio cuenta de que el car-
pintero se alejaba, le dijo:
—Buen hombre, ¿cuánto te debo? ¿Por qué
no te quedas?
—No, gracias —contestó el carpintero—.
¡Tengo muchos puentes que construir!
¿Cuántas veces podemos ayudar a perdonar
y servir de puentes?
30
API, ¿CUÁNTO GANAS POR HORA?
En el mismo momento en que lo vio llegar a
casa, un niño le preguntó a su padre:
—¿Papi, cuánto ganas por hora?
Así, con voz tímida y ojos de admiración, un
pequeño lo recibía al término de su trabajo. El
padre miró con rostro severo al niño y repuso:
—Mira, hijo, esos datos ni tu madre los co-
noce, no me molestes que estoy cansado.
—Pero, papi —insistía—, sólo es una pre-
gunta: ¿cuánto ganas por hora?
La reacción del padre esta vez fue menos
severa y contestó:
—Bueno, hijo, pues $ 10.000 la hora.
—Papi, ¿me podrías prestar $ 5.000? —pre-
guntó de inmediato el pequeño.
El padre montó en cólera y tratando con
brusquedad al pequeño le dijo:
P
—¡Así que era esa la razón de saber lo que
gano! ¡Vete a dormir y no molestes, muchacho
aprovechado!
31
Al caer la noche, el padre había meditado
sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su
hijo quería comprar algo. En fin, queriendo
descargar su conciencia se asomó al cuarto de su
hijo.
—¿Duermes hijo? —preguntó el padre.
—No, papi, dime —contestó entredormido.
—Aquí tienes el dinero que me pediste res-
pondió el padre.
—Gracias papi, contestó con alegría el pe-
queño. Y metiendo su manito bajo la almohada
sacó otros billetes.
—Papi, ahora ya lo completé todo: tengo los
$10.000. ¿Me podrías vender una hora de tu
tiempo?
¿Qué tanta, atención prestas a tus hijos?
¿Alguna vez has pensado en la soledad, la
inseguridad o los miedos de los niños?
L PERRO FIEL
Una pareja de jóvenes, con varios años de
casados, no habían podido tener hijos. Para no
sentirse tan solos, compraron un cachorro de
pastor alemán y lo criaron como si fuera su
propio hijo.
El cachorro creció hasta convertirse en un
enorme y hermoso animal de esa raza. El perro
salvó en más de una ocasión a la pareja de ser
atacada por ladrones. Siempre fue muy apegado:
quería y defendía a sus dueños contra cualquier
peligro.
Sin embargo, después de siete años la pareja
logró tener el hijo tan deseado.
Ellos estaban muy contentos con su nuevo
hijo y desde luego disminuyeron las atenciones
que tenían con el perro. Este, al parecer, co-
menzó a manifestar celos del niño y sus dueños
veían que ya no era el perro cariñoso y fiel que
tuvieron durante siete años.
E
Un día la pareja dejó al bebé adentro, dur-
miendo plácidamente en la cuna, y fueron a la
terraza de su finca a preparar la cena. Cuál no
32 33
sería su sorpresa cuando al rato ven al perro
saliendo del cuarto del bebé con la boca en-
sangrentada, pero moviéndoles la cola.
Como es obvio, el dueño del perro adivinó
lo peor; entonces, sin pensarlo dos veces,
agarró un arma que tenía cerca y mató al
perro. Entretanto, la madre angustiada corría
hacia el cuarto del bebé donde
sorpresivamente encontró una gran serpiente
degollada al lado de la cuna.
¿Alguna vez dejaremos de juzgar o
condenar anticipadamente a los demás?
¿Cuántas injusticias se cometen por
fijarse tan solo en las apariencias7
.
¿Pensamos antes de agredir a otro?
L PAPEL ARRUGADO
Contaba un predicador que, cuando era niño,
su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a
la menor provocación. Luego de que sucedía,
casi siempre se sentía avergonzado y batallaba
por pedir excusas a quien había ofendido.
Un día su maestro, que lo vio dando justifi-
caciones después de una explosión de ira a uno
de sus compañeros de clase, lo llevó al salón, le
entregó una hoja de papel lisa y le dijo:
—¡Arrúgalo!
El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció
e hizo con el papel una bolita.
—Ahora —volvió a decirle el maestro— dé-
jalo como estaba antes.
Por supuesto que no pudo dejarlo como
estaba. Por más que trataba, el papel siempre
permanecía lleno de pliegues y de arrugas.
Entonces el maestro remató diciendo:
E
—El corazón de las personas es como ese
papel. La huella que dejas con tu ofensa será tan
difícil de borrar como esas arrugas y esos
pliegues.
34 35
Así aprendió a ser más comprensivo y más
paciente, recordando, cuando está a punto de
estallar, el ejemplo del papel arrugado.
¿Recuerdas que alguien dijo una vez: «habla
cuando tus palabras sean tan suaves como el
silencio»?
Muchas personas se jactan de ser francas, y que
dicen las cosas con independencia del sentimiento
de los demás. ¿No son ellas fabricantes de papeles
arrugados por dondequiera que pasan?
36
NSULTOS AL VACÍO
Una historia más de Gandhi: otro de sus
mejores discípulos, quien después de haber sido
su agresor había recibido una importante lección
del maestro, decidió propagar las bondades del
pensamiento de su líder el resto de su vida.
En efecto, solía contar a sus amigos la lección
aprendida sobre el perdón; no obstante, con
Gandhi se había ejercitado para expresarse con
alegorías, y de este modo, cuando al discípulo le
preguntaban cómo hacía para no reaccionar de
manera violenta ante las agresiones y a las
presiones, reunía a sus seguidores y los llevaba a
un cementerio.
Allí, en ese sombrío lugar, les pedía que
gritaran al aire, con todas las fuerzas de sus
pulmones, cualquier clase de insultos y agravios
a los muertos. Luego de hacerlo, les indicaba
que gritaran asimismo toda clase de halagos y
de felicitaciones. Era muy divertido ver en el
___
I
camposanto a todos aquellos hombres y mujeres
que parecían un grupo de locos.
Luego se sentaban y el hombre, mirando
hacia las lápidas de mármol, les decía:
37
—Parece que es necesario aprender de los
muertos. Como ellos, hay que ser indiferentes
tanto a las ofensas como a los elogios. De esa
indiferencia pueden florecer otras virtudes como
la bondad y la comprensión.
Gandhi siempre fue fiel a este precepto
mientras recibía insultos y luego elogios de los
ingleses. ¿Sabías que de esta conducta nació la
“resistencia pacífica” con la cual pudo
independizarse su país?
¿Qué sería de nuestras vidas si siguiéramos
esa potente y sencilla filosofía?
L TEMOR A LOS RIESGOS
En un país en guerra, había un rey que causaba
miedo. No siempre que tomaba prisioneros en
las batallas los mataba. Simplemente los llevaba
a una sala donde había un grupo de arqueros de
un lado y una inmensa puerta de hierro del otro
lado, sobre la cual se veían grabadas figuras de
calaveras cubiertas de sangre.
El rey hacía formar a los prisioneros en círculo
en la sala y les decía:
—Ustedes pueden elegir entre morir atrave-
sados por las flechas de mis arqueros, o pasar
por esa puerta misteriosa.
Todos elegían ser muertos por los arqueros.
Tiempo después, al terminar la guerra, un sol-
dado que por mucho tiempo había servido
fielmente al rey se dirigió al soberano y le dijo:
—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?
—Dime, soldado —repuso el soberano.
—¿Qué había detrás de la horrorosa puerta?
E
—Ve y mira tú mismo, le respondió de in-
mediato el rey.
38 39
El soldado separó temerosamente la puerta
pero, a medida que ella se abría, fueron entrando
unos brillantes rayos de sol que iluminaron el
ambiente. Finalmente descubrió que la puerta se
abría sobre un camino que conducía a la
libertad. El soldado, admirado, sólo miró a su
rey mientras éste le explicaba:
—Yo les daba a todos la posibilidad de
realizar una elección; pero ellos preferían morir
antes que arriesgarse a abrir esa puerta.
¿Cuántas puertas dejamos de abrir por el
temor al fracaso? ¿Te has dado cuenta de que
todos le tememos a lo desconocido y a veces nos
condenamos a lo conocido?
IEMPRE SE HACE ASÍ”
Cierto día, un becerro tuvo que atravesar un
bosque virgen para volver a su pradera. Como
era un animal irracional abrió un sendero tor-
tuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando
colinas.
Al día siguiente, un perro que pasaba por allí
usó ese mismo sendero para atravesar el bosque.
Después fue el turno de un carnero, jefe de un
rebaño, que viendo el espacio ya abierto hizo a
su rebaño seguir por allí.
Más tarde, los hombres comenzaron a usar
ese mismo sendero: entraban y salían, giraban a
la derecha y a la izquierda, descendían, se
desviaban de los obstáculos, quejándose y
maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían
nada para crear una nueva vía.
Después de tanto uso, el sendero acabó
convertido en una amplia carretera donde
los pobres animales se cansaban bajo pesadas
“S
cargas, obligados a recorrer en tres horas una
distancia que podría realizarse en treinta mi-
nutos si no hubieran seguido la vía abierta por
el becerro.
40 41
____
Pasaron muchos años y el camino se con-
virtió en la calle principal de un poblado y,
finalmente, en la avenida principal de una
ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque
el trayecto intrincado era el peor de todos.
Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se
reía al ver que los hombres tienen esa ciega
tendencia rutinaria a seguir la vía que ya está
abierta, sin preguntarse si habría acaso una
mejor opción o camino. Tal vez hubiesen des-
cubierto otros paisajes más bellos.
De seguro has escuchado la frase “eso
siempre se ha hecho así, ¿para qué voy a
cambiarlo?”
¿Con cuanta frecuencia nos preguntamos si
“éste será el mejor modo de hacer esto”?
¿Los planificadores realmente son
innovadores, o siempre siguen los mismos
caminos?
42
A FLOR DE LA HONRADEZ
Se cuenta que en la China antigua, un príncipe
estaba próximo a ser coronado emperador, pero,
de acuerdo con la ley, debía casarse antes de la
ceremonia. El príncipe decidió hacer un
concurso entre las muchachas de la corte para
ver quién sería digna de su propuesta. Al día
siguiente, anunció que recibiría en una
celebración especial a todas las pretendientes y
lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio escuchó
los comentarios sobre los preparativos, y sintió
una leve tristeza porque sabía que su joven nieta
tenía un profundo sentimiento de amor por el
príncipe. Al llegar a la casa y contarle el plan del
príncipe, se asombró de saber que ella quería ir a
la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
—¿Hija mía, que vas a hacer? Todas las
muchachas más bellas y prósperas de la corte
L
43
estarán allí. Sácate esa idea insensata de la
cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no
hagas que el sufrimiento se vuelva locura.
Y la nieta respondió:
—No, querida abuela, no estoy sufriendo y
tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré
escogida, pero es mi oportunidad de estar por
lo menos por algunos momentos cerca del
príncipe. Esto me hará feliz.
Llegada la noche, la joven llegó al palacio.
Allí estaban todas las muchachas más bellas,
con las más hermosas prendas, las más lindas
joyas y las más determinadas intenciones de
ganarse el favor del príncipe.
El joven príncipe anunció el desafío:
—Daré a cada una de ustedes una semilla.
Aquella que me traiga la flor más bella dentro
de seis meses será escogida por mí como mi
esposa y futura emperatriz de China.
El tiempo pasó y la dulce joven, aunque no
tenía mucha habilidad en las artes de la jardi-
nería, cuidaba con mucha paciencia y ternura
de su semilla. Pasaron tres meses y nada bro-
taba. La joven intentó todos los métodos que
conocía pero resultaron infructuosos. Cada día
veía más lejos su sueño, pero su amor era aún
más profundo. Al finalizar los seis meses nada
había brotado. No obstante, consciente de su
esfuerzo y dedicación pero sin posibilidades de
ganar, la muchacha le comunicó a su abuela que
regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas
sólo para estar cerca del príncipe por unos
momentos.
A la hora señalada ella estaba allí, con su jarro
lleno de tierra y sin flores, feliz por ver el
hermoso rostro de su amado. Todas las otras
pretendientes llevaban en sus macetas flores en
las más variadas formas y colores. El príncipe
observó a cada una de las pretendientes con
mucho cuidado y atención. Después de verlas a
todas, una a una, anunció su conclusión: aquella
bella joven con su jarro sin flores sería su futura
esposa.
Todos los presentes emitieron un gesto de
sorpresa. Como nadie entendía por qué razón el
príncipe había escogido justamente a la chica
que no había presentado ninguna flor, explicó:
—Esta joven —dijo el soberano—, cultivó
una flor que la hace digna de convertirse en
44 45
Emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las
semillas que entregué eran estériles.
¿Es que el amor y la honestidad van juntos?
¿Qué necesidad existe de aparentar ante el ser
amado lo que no somos y lo que no tenemos?
¿Qué le demostró la chica a las demás com-
petidoras?
AMBIAR EL DESTINO?
Durante una batalla, cierto general decidió
atacar al adversario a sabiendas que su ejército
era inferior en el número de efectivos. Pero
estaba confiado en ganar, aun cuando sus
hombres estaban llenos de dudas. Camino a las
operaciones, se detuvieron en una capilla.
Después de rezar con sus hombres, el general
sacó una moneda y dijo:
—Ahora tiraré esta moneda. Si es cara, ga-
naremos. Si es cruz, perderemos. El destino se
revelará.
Tiró la moneda en el aire y todos miraron
atentos como aterrizaba en el suelo. Era cara.
Los soldados estaban tan contentos y tan con-
fiados que atacaron vigorosamente al enemigo y
consiguieron la victoria.
Después del combate, un teniente le dijo el
general:
¿C
46 47
—Nadie puede cambiar el destino.
—Tal vez —contestó el general con una
sonrisa de picardía mientras mostraba al
teniente una moneda que tenía cara en ambos
lados.
¿La diferencia entre el éxito y la derrota
estará en nuestras mentes?
¿Si conectáramos nuestra mente con los
sueños, sería más fácil hacerlos realidad?
¿Somos lo que pensamos?
48
N ANILLO DE COMPROMISO
Un muchacho entró con paso firme a una tien-
da y pidió al joyero que le mostrara el mejor
anillo de compromiso que tuviera.
El joyero le enseñó uno. Una hermosa piedra,
solitaria, que brillaba como un diminuto sol
resplandeciente. El muchacho contempló el
anillo y con una sonrisa lo aprobó, preguntó el
precio y se dispuso a pagarlo.
—¿Se va usted a casar pronto? —le preguntó
el curioso joyero.
—No —respondió el muchacho—. Ni si-
quiera tengo novia.
La muda sorpresa del orfebre divirtió al
comprador.
—Es para mi mamá —dijo el muchacho—.
Cuando yo iba a nacer nadie pudo acompañarla
y su embarazo estuvo lleno de dificultades;
alguien le había aconsejado que detuviera mi
nacimiento para que se evitara problemas en lo
U
sucesivo. Pero ella se negó, insistió y me dio el
don de la vida. Desde luego que continuaron sus
problemas; sin embargo, fue padre y madre para
mí, fue amiga y hermana, y fue mi maestra. En
49
fin, me hizo lo que soy. Así que como ella nunca
tuvo un anillo de compromiso, ahora que puedo
se lo daré como una promesa de que si ella hizo
todo por mí ahora yo haré todo por ella. Quizá
después entregue a otra persona otro anillo de
compromiso, pero será el segundo.
El joyero no dijo nada. Solamente ordenó
discretamente a su cajera que le hiciera al mu-
chacho el descuento que solamente se le hacía a
los clientes importantes.
¿De vez en cuando no será bueno pensar en
reconocer lo que hicieron nuestros padres por
nosotros?
¿Qué tan generosos somos en ese tipo de agra-
decimiento?
¿Alguna vez valoramos sus esfuerzos en con-
diciones adversas?
UIERO VER A DIOS
Dicen que un niño pequeño quería ver a Dios.
Sabía que era un viaje largo y duro y por eso
metió en su mochila algunos pastelitos, re-
frescos, caramelos y ropa suficiente. Al entrar en
el parque de juegos se encontró con una mujer
anciana, sola, contemplando las palomas. Se
sentó junto a ella, abrió su mochila y sacó su
merienda. Vio que la anciana parecía
hambrienta, así que le ofreció un pastelito. Ella
lo aceptó y le regaló una maravillosa sonrisa.
Como al niño le agradó esa expresión y quería
verla sonreír de nuevo, le ofreció un refresco y el
niño quedó encantado.
Allí estuvieron toda la tarde, comiendo y be-
biendo, pero no se dijeron ni una sola palabra.
Cuando oscureció, el niño se dio cuenta de lo
tarde que era; se levantó, se despidió y le dio un
abrazo de despedida y agradecimiento. Ella,
después de abrazarlo, le regaló con la sonrisa
más grande y bonita de su vida.
Q
Cuando llegó a su casa, su madre advirtió el
gesto inmensamente feliz de su hijo, y le
preguntó:
50 51
—¿Qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:
—¡Mami, hoy almorcé con Dios! —Y antes
de que su madre añadiera algo le dijo: —¿Y
sabes?, ¡tiene la sonrisa más hermosa que he
visto!
Mientras tanto la anciana, radiante de felici-
dad, regresó a su casa y su hijo, sorprendido, le
preguntó:
—Mamá, ¿qué hiciste hoy que vienes tan
contenta?
Ella respondió:
—¡Comí con Dios en el parque! Y ¿sabes?
¡Es más joven de lo que yo pensaba!
¿Estamos listos para ver en nuestro prójimo
más que a una persona?
¿Somos fuente de felicidad para los demás?
¿Podemos compartir las cosas y, sobre todo, el
amor?
AS HABILIDADES DEL BARQUERO
Un hombre erudito alquiló una barca para
cruzar un río caudaloso. Al recibirlo, el
barquero se expresó con frases pobres y mal
construidas. El erudito le preguntó:
—Usted nunca ha estudiado gramática,
¿verdad?
—No, señor —contestó el barquero—, soy
analfabeto.
—¿Supongo que tampoco sabrá historia,
geografía ni aritmética?
—Tampoco, no sé nada de eso —respondió
nuevamente el barquero, medio avergonzado.
—¿Por supuesto que tampoco sabrá nada de
filosofía, arte o literatura? —volvió a
preguntar el hombre culto con cierta
pedantería.
—No, señor, sólo soy un pobre barquero
ignorante —dijo el hombre ya totalmente
humillado.
L
—Pues he de decirle que un hombre sin
cultura es como si hubiera perdido la mitad de
su vida —sentenció el erudito.
52 53
En ese momento, la barca, arrastrada por la
corriente, fue a dar contra unas rocas y se partió
en dos y cayeron barquero y erudito al río.
El barquero preguntó:
—Señor, señor, ¿usted sabe nadar?
—¡No!, ¡no sé nadar! —gritó aquel hombre
terriblemente asustado.
—Pues me temo que hoy va a perder no la
mitad sino toda su vida.
Dicho lo cual, el barquero se lanzó al río y se
apartó nadando. Pero se alejó muy poco, regresó
y salvó al fastidioso hombre quien, ciertamente
humillado, no pronunció palabra hasta la orilla.
¿Por qué nos ufanamos de nuestras cualidades
y competencias sin considerar las de los demás?
¿Hay otras competencias que según las cir-
cunstancias pueden ser más apropiadas que las
mías?
54
A CAJA DE BESOS
El padre se puso furioso cuando su hija de tres
años gastó todo un rollo de papel para envolver
la cajita que iba a poner bajo el árbol de
Navidad. Estaban muy escasos de dinero y ese
despilfarro le pareció toda una desconsideración.
A pesar del regaño, al día siguiente la niña le
entregó con sus manitas la cajita a su papá.
—Esto es para ti, papi.
El padre se sintió avergonzado de su enojo
anterior, pero le volvió la ira cuando vio que la
caja estaba vacía.
—Se supone que si uno va a regalar algo, no
entrega una caja vacía —le dijo a gritos el
papá—. ¡Gastaste todo el papel para nada, para
entregar una caja vacía!
—Pero no está vacía, papi —le dijo la niña
sollozando—. Durante todo el día de ayer la
estuve llenando con besitos.
L
55
Antoine de Saint-Exupéry escribía en su
magistral obra El Principito: “Lo fundamental
es invisible a los ojos”.
¿El afecto y sus manifestaciones no son acaso
un regalo inapreciable?
¿Cómo se mide el amor?
L PESO DEL AGUA
Un conferencista hablaba sobre el manejo de la
tensión. Levantó un vaso de agua y preguntó al
auditorio:
—¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso de
agua?
Las respuestas del público variaron entre 20 y
500 gramos. Entonces el conferencista comentó:
—No, eso depende. No es un asunto de peso
sino de tiempo. En verdad poco importa el peso
absoluto. Lo que importa considerar es el tiempo
que voy a sostenerlo. Si lo sostengo por un
minuto, no pasa nada. Si lo sostengo durante una
hora me empezará a doler el brazo. Si lo
sostengo durante un día completo, tendrán que
llamar una ambulancia. Y es exactamente el
mismo peso: pero mientras más tiempo paso
sosteniéndolo, más pesado se va volviendo.
E
Y concluyó:
—Si cargamos nuestros pesos todo el tiem-
po, más temprano o más tarde no seremos
56 57
capaces de continuar: la carga se irá volviendo
cada vez más y más pesada. Lo que tienes que
hacer es dejar el vaso en algún lugar y descan-
sar un poco antes de sostenerlo nuevamente.
Tienes que dejar la carga periódicamente: eso
es reconfortante y te permite continuar de
nuevo.
Por lo tanto, antes de que regreses esta
noche a tu casa deja afuera el peso de tus ten-
siones. No lo lleves a tu casa. Mañana podrás
recogerlo otra vez, al salir.
¿Son las grandes tensiones sólo pequeñas
cargas aumentadas por nuestro hábito de
seguirlas cargando?
¿Puedes descargar tu tensión laboral antes
de llegar a tu casa?
L LADRILLAZO
Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda
velocidad en su Jaguar último modelo, sin
ningún tipo de precaución.
De repente sintió un estruendoso golpe en la
puerta, se detuvo y al bajarse vio que un ladrillo le
había estropeado la pintura, la carrocería y el
vidrio lateral de su lujoso auto. Se subió nue-
vamente, pero, lleno de enojo, dio un brusco
giro de 180 grados y regresó a toda velocidad al
lugar donde vio salir el ladrillo, que acababa de
dañar su hermoso y exótico auto.
Salió del auto de un brinco y agarró por los
brazos a un chiquillo y, empujándolo hacia el
auto estacionado, le gritó a toda voz:
—¿Qué rayos fue eso? ¿Quién eres tú? ¿Qué
crees que haces con mi auto? —Y enfurecido,
casi botando humo, continuó gritándole al chi-
quillo:—¿No ves que es un auto nuevo y ese
ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro?
¿Por qué hiciste eso?
—Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho!,
E
58 59
no sé qué hacer —suplicó el chiquillo—. Le lancé
el ladrillo porque nadie se detenía.
Las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el
suelo, mientras señalaba al lado del auto
estacionado.
—Mire, es mi hermano —le dijo—. Se cayó
de su silla de ruedas al suelo y no puedo
levantarlo.
Sollozando, el chiquillo le preguntó al eje-
cutivo:
—¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo
en su silla? Está golpeado, pesa mucho y no puedo
alzarlo pues soy muy pequeño.
Visiblemente impactado por las palabras del
chiquillo, el ejecutivo tragó saliva pasando el
nudo que se le formó en la garganta.
Indescriptiblemente emocionado por lo que
acababa de pasarle, levantó al joven del suelo y lo
sentó nuevamente en su silla; enseguida sacó su
pañuelo de seda para limpiar un poco las
cortaduras y el polvo en las heridas del hermano de
aquel chiquillo tan especial.
Luego de verificar que el hermano se en-
contraba bien, miró al chico cuando éste le
daba las gracias con una sonrisa imposible de
describir...
60
—Dios lo bendiga, señor, y muchas
gracias —le dijo.
El hombre vio cómo se alejaba el chiquillo
empujando trabajosamente la pesada silla de
ruedas de su hermano, hasta llegar a una hu-
milde casita cercana.
El ejecutivo aún no ha reparado la puerta del
auto, con el propósito de recordar que no se
debe ir por la vida tan de prisa hasta el punto
que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para
llamar la atención.
¿Por qué no prevemos las necesidades de los
demás y son ellos los que tienen que pedir
nuestra ayuda?
¿Qué tan sensibles somos al dolor ajeno?
¿Hay todavía algún espacio para la
misericordia?
61
A PUBLICIDAD DEL CIEGO
Estaba un hombre ciego sentado en la
vereda con sus gafas negras, una gorra a sus
pies y un pedazo de cartón donde, escrito con
tiza blanca, se leía: “Por favor ayúdeme, soy
ciego”.
Un creativo de publicidad que pasaba
frente a él se detuvo y observó unas pocas
monedas en la gorra. Sin pedirle permiso al
ciego tomó el cartel, le dio vuelta, cogió un
marcador y escribió otro anuncio.
Volvió a poner el pedazo de cartón sobre
los pies del ciego y se fue.
Al final de la tarde el creativo volvió a
pasar frente al hombre que pedía limosna: ¡la
gorra estaba llena de billetes y monedas!
Cuando el ciego reconoció sus pasos y el
olor de su loción, le preguntó si era aquella
misma persona que había reescrito su cartel y
le pidió que se lo leyera.
El publicista le contestó:
L
—”Nada que no sea tan cierto como tu
anuncio, pero con otras palabras”. No dijo más y
siguió su camino.
El ciego luego lo supo: su nuevo cartel decía:
“HOY ES PRIMAVERA, Y NO PUEDO
VERLA”
Si cambiamos de estrategia cuando no nos sale
algo, veremos que las cosas pueden resultar de
otra manera.
¿Por qué el pesimista habla del vaso medio
vacío y el optimista del vaso medio lleno?
¿Has oído hablar de los placeres negativos?
Ejemplo: ¡Qué dicha, está lloviendo y como no
tengo a nadie en casa así puedo recostarme y
descansar! En vez de ¡qué soledad y qué día tan
horrible para estar en casa!
62 63
L VERDADERO TESORO
Jenny, la niña alegre y de dorados rizos estaba
a punto de cumplir cinco años. Mientras
esperaba a que su madre pagara en la caja del
supermercado descubrió un collar de perlas
blancas y relucientes en una caja rosada de metal
y le rogó:
—¡Mamá! ¿Me las compras? ¡Por favor...!
Rápidamente la madre echó un vistazo al
reverso de la cajita. Luego, miró a la nena que le
imploraba con sus ojitos azules y la cabeza
vuelta hacia arriba y le dijo:
—Cuatro mil quinientos pesos. Son casi
cinco mil pesos... Si quieres el collar, tendrás
que ayudar más en casa. Así ahorrarás suficiente
dinero para comprarlo. Tu cumpleaños será en
una semana y puede que tu abuela te dé un
billete de dos mil pesos.
Tan pronto como la niña llegó a casa, vació
su alcancía y contó las monedas: cuatrocientos
E
setenta pesos. Después de la cena ayudó más
de lo habitual. Luego fue a ver a su vecina, la
señora Rodríguez, y se ofreció a arrancarle las
malas hierbas del jardín por doscientos pesos.
Y el día de su cumpleaños la abuela le dio
dos mil pesos. Por fin tenía suficiente dinero
para comprar el collar. A Jenny le encantaban
las perlas. Se sentía elegante y como una niña
grande. Se las ponía para ir a todas partes: a la
iglesia, al jardín de infancia... No se
desprendía de ellas ni para dormir. Sólo se las
quitaba para nadar o para darse un baño de
burbujas porque su madre le dijo que si se
mojaba el collar se pelarían las perlas.
El papá de Jenny era muy cariñoso. Cada
noche, cuando ella tenía que irse a la cama él
dejaba lo que estuviera haciendo y subía al
cuarto de ella a leerle un cuento. Una noche, al
terminar de leerle, le preguntó:
—¿Me quieres?
—Claro, papá. Tú sabes que te quiero.
—Entonces, dame las perlas.
—Ay, papá. Las perlas, no. Pero te puedo
dar a la Princesa, la yegua blanca de mi colec-
ción de caballitos. La que tiene la cola de color
64 65
rosa. ¿Te acuerdas, papá? La que me regalaste.
Es mi favorita.
—Está bien, mi cielo. Papá te quiere. Buenas
noches. —Tras decir estas palabras, el papá se
despidió dándole un breve beso en la mejilla.
Pasó cerca de una semana. Después de
contarle un cuento, el papá de Jenny volvió a
preguntarle:
—¿Me quieres?
—Sí, papá. Tú sabes que te quiero.
—Entonces, dame las perlas.
—Ay, papá. Las perlas, no. Pero te puedo dar
mi muñeca, la nueva, la que me regalaron en mi
cumpleaños. Es preciosa, y también te daré la
frazada amarilla que hace juego con su camita.
—Está bien. Que sueñes con los angelitos.
Papá te quiere. Y, como siempre, le dio un
tierno beso en la mejilla.
Unas cuantas noches más tarde, el papá, al
llegar a casa, vio a Jenny sentada en la cama
con las piernas cruzadas, al estilo indio. Al acer-
carse, notó que le temblaba el mentón y una
lágrima silenciosa le rodaba por la mejilla.
—¿Qué te pasa, hija, qué tienes?
66
Jenny no dijo nada, pero levantó su dimi-
nuta mano en dirección a su padre. Cuando la
abrió, allí estaba el pequeño collar de perlas.
Le temblaron un poco los labios mientras, por
fin, decía:
—Toma, papá. Te lo doy.
El amable papá, con los ojos llenos de lá-
grimas, alargó una mano para tomar el collar
de baratija, se metió la otra en el bolsillo y,
extrayendo un estuche de terciopelo azul que
contenía un collar de perlas auténticas, se lo
entregó a Jenny.
Lo tenía desde el principio. Sólo esperaba a
que ella le entregara el de bisutería para cam-
biárselo por uno verdadero.
¿Van siempre juntos el amor y la confianza?
67
A NIÑA DE LAS MANZANAS
Un grupo de vendedores fue a una conven-
ción de ventas. Todos les habían prometido a
sus esposas que llegarían a tiempo para cenar
el viernes por la noche. Sin embargo, la
convención terminó un poco tarde y llegaron
retrasados al aeropuerto.
Entraron todos con sus boletos y portafolios
corriendo por los pasillos de pasajeros. De
repente, y sin quererlo, uno de los vendedores
tropezó con una mesa que tenía una canasta de
manzanas. Las manzanas salieron volando por
todas partes. Sin detenerse ni voltear para
atrás, los vendedores siguieron corriendo y
apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos,
menos uno.
Este último vendedor se detuvo, respiró
hondo y experimentó un sentimiento de com-
pasión por la dueña del puesto de manzanas.
Le dijo a sus amigos que siguieran sin él, y le
L
pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su
esposa y le explicara que iba a llegar en el
vuelo siguiente. Luego, regresó al pasillo y
encontró todas las manzanas tiradas por el
suelo.
Su sorpresa fue enorme al darse cuenta de
que la dueña del puesto era una niña ciega. La
encontró llorando, con enormes lágrimas
corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso
tratando, en vano, de recoger las manzanas,
mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin
detenerse y sin importarle su infortunio.
El hombre se arrodilló con ella, junto a las
manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a
montar el puesto nuevamente. Mientras lo
hacía se dio cuenta de que muchas se habían
golpeado y estaban magulladas. Las tomó y
las puso en otra canasta.
Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a
la niña:
—Toma, por favor, estos veinte mil pesos
por el daño que te hicimos. ¿Estás bien?
Ella, llorando, asintió con la cabeza.
Él continuó diciéndole
—Espero no haber arruinado tu día.
Adiós.
68 69
Conforme el vendedor empezó a alejarse, la
niña le gritó:
—¡Señor... señor...!
Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos.
Ella le preguntó:
—¿Es usted Jesús... ?
Él se paró en seco y dio varias vueltas antes
de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pre-
gunta quemándole y vibrando en su alma.
¿Cuántos de nosotros asumimos las consecuencias
denuestrosactos?
¿Compensamos a los otros cuando les hemos
hecho daño?
¿Nos ponemos en los zapatos del otro?
L DICCIONARIO DE LOS NIÑOS
Cuando supimos del libro Casa de las
Estrellas, una maravillosa selección de Javier
Naranjo con definiciones escritas por niños de
primaria, no pudimos menos que deleitarnos con
estos textos:
ANCIANO: Es un hombre que se mantiene
sentado todo el día.
(Mary Luz Arbeláez, 9 años)
BLANCO: El blanco es un color que no pinta.
(Jonathan de J. Ramírez, 11 años)
CIELO: Donde sale el día.
(Duván Arnulfo Arango, 8 años)
COLOMBIA: Es un partido de fútbol.
(Diego Alejandro Giraldo, 8 años)
GUERRILLA: Es un montón de policías.
(Blanca Nidia Loaiza, 11 años)
MAESTRO: Es una persona que no se cansa
de copiar.
(María José García, 8 años)
MAFIOSO: Es una persona con mucha
plata y que no le gusta nada.
(Luis Fernando Ocampo, 10 años)
E
70 71
POLÍTICO: Es una persona que nos acaba o
ayuda, depende de su situación económica.
(Pastor Ernesto Castaño, 11 años)
SEXO: Es una persona que se besa encima
de la otra.
(Luisa Fernanda Potes, 8 años)
SOL: El que seca la ropa.
(Diego Alejandro Giraldo, 8 años)
TRANQUILIDAD: Que el papá le diga que
le va a pegar y que después le diga que ya no.
(Blanca Yuli Henao, 10 años)
UNIVERSO: Es un concurso para las
reinas.
(Walter de Jesús Arias, 10 años)
72
OR UN VASO DE LECHE
Un día, un muchacho pobre, Howard Kelly,
que vendía mercancías de puerta en puerta para
pagar sus estudios universitarios, encontró que
sólo le quedaba una simple moneda de diez
centavos, y tenía hambre.
Decidió que pediría comida en la próxima
casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron
cuando una encantadora mujer joven le abrió la
puerta. En lugar de comida le pidió un vaso de
agua.
Ella pensó que el joven parecía hambriento,
así que le trajo un gran vaso de leche.
Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó:
—¿Cuánto le debo, señora?
—No me debes nada —contestó ella—. Mi
madre siempre nos ha enseñado que nunca
debemos recibir nada por una buena obra.
P
Él le preguntó su nombre y enseguida le dijo:
—Entonces, se lo agradezco de todo cora-
zón...
Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no
sólo se sintió más fuerte, sino que también su fe
en los seres humanos era más sólida. En ciertos
73
momentos, él había estado a punto de rendirse y
dejarlo todo cuando veía que muy pocos lo
ayudaban.
Años después esa misma mujer enfermó
gravemente. Los doctores locales estaban con-
fundidos, por lo cual decidieron remitirla a un
importante hospital de la capital. Llamaron al
doctor Howard Kelly para consultarle. Cuando
éste oyó el nombre del pueblo de donde venía la
paciente, una extraña luz brilló en sus ojos.
Inmediatamente el doctor Kelly subió del
vestíbulo del hospital al cuarto donde estaba la
paciente. Vestido con su bata de médico entró a
verla. La reconoció enseguida. Entonces regresó
al cuarto de observación decidido a hacer
lo mejor posible para salvarle la vida. Después
de una larga lucha, ella ganó la batalla. Estaba
recuperada.
Como le iban a dar de alta a la paciente,
porque estaba plenamente aliviada, el doctor
Kelly pidió a la oficina de administración del
hospital que le enviaran la factura total de los
gastos para aprobarla. Él la revisó y firmó la
cuenta. Además escribió algo en el borde del
importe y lo remitió al cuarto de su paciente.
Cuando la cuenta llegó al cuarto de la pa-
ciente, ella temía abrirla porque sabía que le
tomaría el resto de su vida poder pagar todos los
gastos de ese gran hospital donde la habían
atendido.
Finalmente abrió el sobre y algo llamó su
atención de inmediato; en el borde de la factura
leyó estas palabras:
“Pagado por completo hace muchos años con
un vaso de leche”.
¿No es el agradecimiento un sentimiento que
puede quedarse congelado y manifestarse
después de muchos años? ¿Has recibido
sorpresas de personas que alguna vez pasaron
por tu vida”?
Una vez más: parecería que todo en la vida se
nos devuelve, tanto lo bueno como lo malo.
74 75
DUCAR ES SEMBRAR
Germán tomaba todos los días el mismo
autobús para ir a su trabajo. Una parada
después de la suya, siempre subía una anciana
y se sentaba al lado de una ventana. La anciana
abría una bolsa y durante todo el trayecto iba
tirando algo por la ventana.
Como todos los días hacía lo mismo, Ger-
mán, muy intrigado, se acercó a ella y le pre-
guntó qué era lo que tiraba por la ventana.
—Son semillas —le dijo la anciana.
—Pero las semillas caen encima del asfalto,
las aplastan los coches, se las comen los pája-
ros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado
del camino?
—Seguro que sí. Aunque algunas semillas
en efecto se pierdan, algunas más acabarán en
la cuneta y, con el tiempo, germinarán.
—Pero tardarán en crecer, necesitan agua...
—replicó Germán.
E
—Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán
los días de lluvia!
La anciana siguió con su tarea y Germán se
fue a trabajar pensando que la anciana había
perdido un poco la cabeza.
Unos meses después, yendo para su oficina,
al mirar Germán por la ventana vio todo el
camino lleno de flores. Todo lo que veía era un
colorido y florido paisaje. Se acordó de la
anciana, pero hacía muchos días que no lo había
vuelto a ver. Preguntó al conductor: —¿Y la
anciana de las semillas?
—Pues ya hace un mes que murió —contestó
el chofer.
Germán volvió a su asiento y siguió mirando
el paisaje. “Las flores han brotado, se dijo, pero
¿de qué le sirvió a la anciana su trabajo? No ha
podido ver su obra”.
De repente, oyó la risa de un pequeño. Era
una niña que señalaba entusiasmada las flores.
—¡Mira, papi, cuántas flores bellas!
Dicen que Germán, desde aquel día, hace el
viaje desde su casa al trabajo con una bolsa de
semillas.
76 77
¿No es sembrar flores lo que hacen los
educadores? Ellos, los maestros, los pro-
fesionales de la enseñanza, no pueden ver cómo
crecen las semillas plantadas, las esperanzas
diseminadas en el corazón de los adolescentes
que llenan sus clases. Pero algo hicieron para
ello.
Y como los padres son, o deberían ser, los
grandes educadores, también ellos pensarán
en el potente significado de esta historia.
Porque educar es sembrar caminos.
78
L PEQUEÑO BOMBERO
Cuentan que en la ciudad de Phoenix,
Arizona, una joven madre de 26 años se quedó
silenciosa mirando el rostro de su pequeño hijo
que padecía una leucemia terminal. Como
cualquier madre, deseaba que su hijo creciera y
realizara todos sus sueños, pero ahora ello no era
posible pues la enfermedad se llevaría pronto a
su pequeño.
No obstante, como ella deseaba a toda costa
que los sueños de su hijo se realizaran, tomó la
mano del pequeño y le preguntó:
—George, ¿alguna vez pensaste en lo que
querías ser cuando crecieras? ¿Soñaste alguna
vez y pensaste en lo que harías con tu vida?
—Mami, siempre quise ser bombero cuando
creciera.
La madre sonrió y dijo: —Veamos si podemos
hacer realidad tu sueño.
Ella se dirigió entonces a la estación de bom-
beros. Allí conoció a un bombero de nombre
E
79
Bob, un hombre de corazón tan grande como
Phoenix. Ella le explicó el último deseo de su
hijo y le preguntó si era posible darle a su hijo de
seis años un paseo alrededor de la cuadra del
hospital en un camión de bomberos.
Bob le contestó:
—Mire, podemos hacer algo mejor que eso.
Tenga a su hijo listo el miércoles a las siete en
punto de la mañana y lo haremos “Bombero
Honorario” durante todo el día. Él puede venir
con nosotros a la estación, comer con todos y
salir cuando recibamos llamadas de incendio o
de ayuda. Si usted nos da sus medidas, le conse-
guiremos un verdadero uniforme de bombero,
con un sombrero y un casco verdadero que lleve
el emblema de la estación de Phoenix, no uno de
juguete, sino el amarillo que nosotros
utilizamos, además de sus botas de hule. Todo
eso es hecho aquí, así que lo podremos
conseguir todo para el miércoles.
Tres días más tarde el bombero Bob recogió a
George, le puso el uniforme oficial y lo condujo
desde la cama del hospital hasta el camión de
bomberos.
El chico tuvo que sentarse en la parte de
atrás del camión y le permitieron ayudar a
conducirlo de regreso a la estación. El chico se
sentía como en el cielo.
Hubo tres llamadas a la estación y George
atendió con los bomberos las tres en camiones
diferentes: en el camión tradicional, en el mi-
crobús paramédico y también en el carro del jefe
de bomberos. También le tomaron videos para
las noticias locales de televisión.
Habiendo hecho realidad su sueño y con todo
el amor y la atención que le fueron dados,
George fue tocado tan profundamente en su
corazón, que logró vivir tres meses más de lo
que cualquier médico hubiera pronosticado.
Una noche, todas las señales vitales comen-
zaron a decaer dramáticamente y el jefe de
enfermería, que creía en el principio de que
nadie debe morir solo, comenzó a llamar a los
miembros de la familia para que vinieran al
hospital. Luego, recordó el día que George había
sido un bombero, así que llamó al jefe de la
estación y le preguntó si era posible que le
enviara a un bombero uniformado al hospital
para que estuviera con el niño en sus últimos
momentos.
El jefe dijo:
80 81
—Haremos algo mejor, estaremos allí en
cinco minutos. ¿Me puede hacer un favor?
Cuando oigan las sirenas y las luces centellean-
do, podría avisar por los altoparlantes que no hay
ningún incendio, sino que el departamento de
bomberos va a visitar a uno de sus mas des-
tacados miembros y, por favor, ¿podría abrir la
ventana de su cuarto?
Cinco minutos después, un gancho y la
escalera del carro de bomberos llegaron al
hospital, se extendieron hasta el tercer piso
donde estaba la ventana abierta del cuarto de
George y seis bomberos subieron por ella y
entraron al cuarto.
Con el permiso de su mamá cada uno de ellos
lo abrazó y lo arrulló diciéndole cuánto lo
amaba.
Con aliento agonizante el chico miró al jefe de
los bomberos y le dijo:
—Jefe, ¿soy verdaderamente un bombero
ahora?
El jefe le respondió;
—¡Sí, señor!, claro que lo eres.
Con esas palabras George cerró sus ojos por
última vez.
¿Será que siempre podremos realizar
nuestros sueños?
¿Podemos ser parte de los sueños de nuestros
niños?
¿No será que son los sueños los que nos
sostienen en la vida?
82 83
L ANILLO ESPECIAL
Un alumno de una aldea rural llegó donde su
maestro con un problema.
—Estoy aquí, maestro, porque me siento tan
poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Dicen que no sirvo para nada, que no hago nada
bien, que soy tonto e idiota. ¿Cómo puedo
mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren
más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Lo siento mucho, joven, pero ahora no
puedo ayudarte. Primero debo resolver mi
propio problema, tal vez después...
Y haciendo una pausa continuó:
—Si tú me ayudas, y puedo resolver mi pro-
blema rápidamente, quizás pueda ayudarte a
resolver el tuyo.
—Claro, maestro —murmuró el joven. Pero
de nuevo se sintió disminuido.
El maestro se sacó el anillo que llevaba en el
dedo meñique, se lo dio y le dijo:
—Quiero que vayas al mercado. Debes
vender allí este anillo porque tengo que pagar
una deuda. Es necesario que obtengas de él lo
E
84
máximo posible, pero no aceptes menos de una
moneda de oro. Vete y vuelve con esa moneda lo
más rápido posible.
El joven cogió el anillo y partió. Cuando llegó
al mercado empezó a ofrecer el anillo a los
mercaderes. Ellos miraban con algún interés,
atendiendo al joven cuando exhibía el anillo. Al
saber que pedía una moneda de oro, algunos
reían, y otros se apartaban sin mirarle.
Solamente un viejecito fue amable y le explicó
que una moneda de oro era mucho valor para
comprar ese anillo.
Intentando ayudar al joven, llegaron a
ofrecerle una moneda de plata o una vasija de
cobre, pero el joven seguía las instrucciones de
no aceptar menos de una moneda de oro, y por lo
tanto rechazaba las ofertas.
Después de ofrecer la joya a todos los
que pasaban por el mercado, y abatido por
su fracaso, montó el caballo y regresó. El joven
anhelaba tener una moneda de oro para com-
prarle el anillo al maestro, liberándolo de su
deuda y así poder recibir su ayuda y sus sabios
consejos.
Entró en la casa y le dijo: —Maestro, lo siento
mucho, pero es imposible conseguir lo que me
pidió. Tal vez pueda conseguir dos o tres
85
anillo. Vuelve a coger el caballo y te vas
directamente a ver un joyero. ¿Quién mejor para
saber su valor exacto? Pero no importa cuánto te
ofrezca, no lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven fue a ver al joyero y le enseñó el
anillo para que lo examinara. El joyero lo miró
con su lupa, lo pesó en la balanza y le dijo:
—Dile a tu maestro que, si lo quiere vender
ahora, no puedo darle más de diez monedas de
oro.
—¡Diez monedas de oro! —exclamó el
joven.
—Sí —contestó el joyero—, y creo que con
el tiempo podría ofrecerle hasta catorce o
quince. Pero si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maes-
tro para contarle lo ocurrido.
—Siéntate —dijo el maestro, y después de
escuchar todas las aflicciones del joven, aña-
dió:— Tú eres como ese anillo: una joya valiosa
y única. Pero solamente puede ser valorada por
un especialista. ¿Pensabas que cualquiera en el
mercado podía descubrir tu verdadero valor sin
conocerte?
Y diciendo esto se volvió a colocar el anillo
en su dedo.
—Todos somos como esta joya, hijo. Somos
valiosos y únicos, pero andamos por todos los
mercados de la vida pretendiendo que algunas
personas inexpertas descubran nuestro genuino
valor.
La valoración de las competencias de las
personas no está al alcance de cualquiera. ¿Por
qué nos sentimos mal cuando no nos aprecian
como somos?
¿Qué pasa en este caso con nuestra autoesti-
ma?
¿Si somos únicos, acaso nos podemos comparar
con alguien en el mundo?
___
monedas de plata, pero no creo que se pueda
engañar a nadie sobre el valor del anillo.
—Es muy importante lo que me dices, joven
—le contestó sonriente el maestro—. Lo
primero que debemos saber es el valor real del
86 87
OS CIEN DÍAS DEL PLEBEYO*
Una bella princesa estaba buscando
consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban
de todas partes con maravillosos regalos: joyas,
tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos
se encontraba un joven plebeyo que no tenía
más riquezas que el amor y la perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
—Princesa, te he amado toda la vida. Como
soy un hombre pobre y no tengo tesoros para
darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de
amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana,
sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas
que las que llevo puestas. Esa será mi dote.
La princesa, conmovida por semejante gesto
de amor, decidió aceptar:
L
—Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prue-
ba, me desposarás.
Así pasaron las horas y los días. El preten-
diente permaneció afuera del palacio, soportan-
do el sol, los vientos, la nieve y las noches he-
ladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón
de su amada, el valiente súbdito siguió firme en
su empeño sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana
real dejaba traslucir la esbelta figura de la prin-
cesa, que con un noble gesto y una sonrisa
aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravi-
llas, se hicieron apuestas y algunos optimistas
comenzaron a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobla-
dores de la zona salieron a animar al próximo
monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero
cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo,
ante la mirada atónita de los asistentes y la
perplejidad de la princesa, el joven se levantó y,
sin dar explicación alguna, se alejó lentamente
del lugar donde había permanecido cien días.
Unas semanas después, mientras deambula-
ba por un solitario camino, un niño de la co-
marca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa:
__
—¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr
la meta, ¿por qué perdiste esa oportunidad?
¿Por qué te retiraste?
Con profunda consternación y lágrimas mal
disimuladas, el plebeyo contestó en voz baja:
—La princesa no me ahorró ni un día de
sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía
mi amor.
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Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de
nosotros mismos como prueba de afecto o
lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra
dignidad, merecemos al menos una palabra de
comprensión o estímulo. Las personas tienen
que hacerse merecedoras del amor que se les
ofrece.
90
L ÁRBOL DE MANZANAS*
Este era un enorme árbol de manzanas al
cual un niño amaba mucho. Todos los días
jugaba a su alrededor, trepaba hasta el tope,
comía sus frutos y tomaba la siesta bajo su
sombra. El árbol también lo quería mucho.
Pasó el tiempo, el niño creció y no volvió a
jugar alrededor del árbol. Un día regresó y
escuchó que este le decía con cierta tristeza:
—¿Vienes a jugar conmigo?
Pero el muchacho contestó:
—Ya no soy el niño de antes que juega alre-
dedor de los árboles. Ahora quiero tener ju-
guetes, y necesito dinero para comprarlos.
—Lo siento —dijo el árbol—. No tengo di-
nero, pero te sugiero que tomes todas mis
manzanas y las vendas; así podrás comprar tus
juguetes.
E
91
El muchacho tomó las manzanas, obtuvo el
dinero y se sintió feliz. También el árbol fue
feliz, pero el muchacho no volvió. Tiempo
después, cuando regresó, el árbol le preguntó:
—¿Vienes a jugar conmigo?
—No tengo tiempo para jugar; debo trabajar
para mi familia y necesito una casa para mi
esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?
—Lo siento —repuso el árbol—. No tengo
una casa, pero puedes cortar mis ramas y cons-
truir tu casa.
El hombre cortó todas las ramas del árbol,
que se sintió feliz, y no volvió. Cierto día de un
cálido verano, regresó. El árbol estaba en-
cantado.
—¿Vienes a jugar conmigo? —le preguntó.
—Me siento triste, estoy volviéndome viejo.
Quiero un bote para navegar y descansar,
¿puedes dármelo?
El árbol contestó:
—Usa mi tronco para construir uno; así
podrás navegar y serás feliz.
El hombre cortó el tronco, construyó su bo-
te y se fue a navegar por un largo tiempo. Re-
gresó después de muchos años y el árbol le
dijo:
—Lo siento mucho, pero ya no tengo nada
que darte, ni siquiera manzanas.
El hombre replicó:
—No tengo dientes para morder ni fuerzas
para escalar, ya estoy viejo.
Entonces el árbol, llorando, le dijo:
—Realmente no puedo darte nada. Lo único
que me queda son mis raíces muertas.
Y el hombre contestó:
—No necesito mucho ahora, sólo un lugar
para reposar. Estoy cansado después de tantos
años...
—Bueno —dijo el árbol—, las viejas raíces
de un árbol son el mejor lugar para recostarse y
descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa.
El hombre se sentó junto al árbol y este,
alegre y risueño, dejó caer algunas lágrimas.
Esta es la historia de cada uno de
nosotros: el árbol son nuestros padres. De
niños, los amamos y jugamos con ellos.
Cuando crecemos los dejamos solos;
regresamos a ellos cuando los necesitamos,
92 93
o cuando estamos en problemas. No importa
lo que sea, siempre están allí pura darnos
todo lo que puedan y hacernos felices. Usted
puede pensar que el muchacho es cruel con el
árbol, pero ¿no es así como tratamos a veces a
nuestros padres7
.
A PREGUNTA MÁS IMPORTANTE*
En cierta ocasión, durante mi segundo semes-
tre en la escuela de enfermería, el profesor nos
hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas
las preguntas, hasta llegar a la última: “¿Cómo se
llama la mujer que limpia la escuela?”
Seguramente era una broma. Yo había visto
muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela.
Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero,
¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen
sin contestar la última pregunta.
Antes de que terminara la clase, alguien le
preguntó al profesor si esa pregunta contaría
para la calificación. “Definitivamente —con-
testó. En sus carreras ustedes conocerán a
muchas personas. Todas son importantes. Ellas
L
94 95
merecen su atención y cuidado, aun si ustedes
sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!”
Nunca olvidé esa lección, y supe luego que
su nombre era Dorothy. Todos somos impor-
tantes.
Este es un curso acelerado de relaciones
humanas en el trabajo. A propósito, ¿ya se hizo
la misma pregunta ?
96
A RANITA SORDA*
Un grupo de ranas viajaba por el bosque,
cuando de repente dos de ellas cayeron en un
pozo profundo. Las demás se reunieron
alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo
que era, le dijeron a las caídas que, para efectos
prácticos, debían darse por muertas. Sin
embargo, ellas seguían tratando de salir del
hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían
que esos esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas atendió a lo que
las demás decían, se dio por vencida y murió.
La otra continuó saltando con tanto esfuerzo
como le era posible. La multitud le gritaba que
era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez
con más fuerza, hasta que finalmente salió del
hoyo. Las otras le preguntaron: “¿No
escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les
L
97
explicó que era sorda, y creía que las demás
la estaban animando desde el borde a
esforzarse más y más para salir del hueco.
La palabra tiene poder de vida y de muerte.
Una voz de aliento a alguien que se siente
desanimado puede ayudarle a terminar el día,
mientras que una palabra negativa puede
acabar por destruirlo. Cualquiera puede decir
palabras que roben a los demás el espíritu que
les permite seguir la lucha en medio de
tiempos difíciles. Tengamos cuidado con lo que
decimos, pero sobre todo con lo que
escuchamos.
ORTUNAS DEL CAMPO*
Cierta vez un acaudalado padre de familia lle-
vó a su hijo a un viaje por el campo con el
firme propósito de que este viera cuán pobres
eran ciertas personas y comprendiera el valor
de las cosas y. lo afortunados que eran ellos.
Estuvieron un día y una noche en la granja de
una familia campesina muy humilde. Al con-
cluir el viaje, ya de regreso en casa, le pregun-
tó a su hijo:
— ¿Qué te pareció el viaje?
— ¡Muy bonito, papá!
— ¿Viste qué tan pobre y necesitada puede
ser la gente?
—Sí.
— ¿Y qué aprendiste?
F
98 99
—Vi que nosotros tenemos un perro en
casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos
una piscina de veinticinco metros, ellos un
riachuelo sin fin. Nosotros tenemos
lámparas importadas en el patio, ellos
tienen las estrellas. Nuestro patio llega
hasta el muro de la casa, el de ellos hasta el
horizonte. Especialmente, papá, vi que
ellos tienen tiempo para conversar y
convivir en familia. Tú y mi mamá deben
trabajar todo el tiempo y casi nunca los
veo.
El padre se quedó mudo y el niño
agregó:
—Gracias, papá, por enseñarme lo ricos
que podríamos llegar a ser.
UXILIO EN LA LLUVIA*
Una noche, a las 11:30 p.m., una mujer
afroamericana de edad avanzada estaba
parada en el borde de una autopista de
Alabama bajo una fuerte tormenta. Su
automóvil se había descompuesto y
necesitaba desesperadamente que alguien la
llevara. Empapada, decidió hacerle señas al
próximo carro que pasara. A pesar de ser
una época de agudos conflictos raciales, un
joven blanco se detuvo a ayudarla, la llevó a
un lugar seguro y la puso en un taxi. La
señora, que parecía bastante apurada, anotó
la dirección del joven, le agradeció y se fue.
Siete días después, tocaron a la puerta de
la casa del joven. Para su sorpresa, era un
paquete a su nombre: un televisor de
pantalla gigante con una nota que decía:
A
100 101
“Muchísimas gracias por ayudarme en la
autopista la otra noche. La lluvia anegó no
sólo mi ropa sino mi espíritu. Entonces
apareció usted. Gracias a usted, pude llegar al
lado de la cama de mi marido agonizante,
justo antes de que muriera. Dios lo bendiga
por ayudarme y por servir a otros des-
interesadamente.
“Sinceramente, la señora de Nat King Cole”
102
ECUERDA A QUIENES SIRVES*
En los días en que un helado costaba mucho
menos, un niño de 10 años entró en un esta-
blecimiento y se sentó en una mesa. La mesera
puso un vaso de agua enfrente de él.
— ¿Cuánto cuesta un helado con chocolate y
maní? —preguntó el niño.
—Cincuenta centavos —respondió la mujer.
El niño sacó la mano del bolsillo y examinó
las monedas.
— ¿Cuánto cuesta un helado solo? —volvió
a preguntar. Algunas personas esperaban mesa
y la camarera ya estaba un poco impaciente.
—Veinticinco centavos —dijo bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
—Quiero el helado solo —dijo.
R
103
La mesera le trajo el helado, puso la cuenta
en la mesa y se retiró. El niño terminó el hela-
do, pagó en la caja y salió. Cuando la mesera
volvió a limpiar la mesa, le costó tragar saliva
al ver que allí, ordenadamente junto al plato
vacío, había veinticinco centavos: su propina.
Jamás juzgues a alguien antes de saber por qué.
OS OBSTÁCULOS EN NUESTRO
CAMINO*
Un rey puso una gran roca en medio del
camino, obstaculizando el paso. Luego se
escondió para ver si alguien la retiraba.
Los comerciantes más adinerados del reino
y algunos cortesanos que pasaron simplemen-
te rodearon la roca. Muchos culparon al rey de
no mantener los caminos despejados, pero
ninguno hizo algo para retirar el obstáculo.
Entonces llegó un campesino que llevaba
una carga de verduras. La dejó en el piso y
trató de mover la roca a un lado del camino.
Después de empujar y fatigarse mucho, lo lo-
gró. Mientras recogía su carga, encontró una
cartera en el piso, justo donde había estado la
roca. Contenía muchas monedas de oro y una
L
104 105
nota del rey, indicando que esa era la recom-
pensa para quien despejara el camino.
El campesino aprendió lo que los otros nun-
ca entendieron.
Cada obstáculo presenta una oportunidad
para mejorar la propia condición. ¡Si alguna
vez cae, levántese y siga adelante!
AR Y PERDER LA VIDA*
Hace muchos años, cuando trabajaba como
voluntario en un hospital de Stanford, conocí
a una niñita llamada Liz, que sufría de una
extraña enfermedad. Su única oportunidad de
recuperarse era una transfusión de sangre de
su hermano de 5 años, quien había sobrevivi-
do a la misma enfermedad y había desarrolla-
do los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano
de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a
darle su sangre. Yo lo vi dudar por un mo-
mento antes de tomar un gran suspiro y decir:
“Sí, lo haré si eso salva a Liz”.
Mientras la transfusión se hacía, él estaba
acostado en una cama al lado de la de su her-
D
106 107
mana, muy sonriente, mientras nosotros los
asistíamos y veíamos regresar el color a las me-
jillas de la niña. De pronto el pequeño se puso
pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor
y le preguntó con voz temblorosa: “¿A qué hora
empezaré a morir?”
No había comprendido al doctor: pensaba
que tendría que darle toda su sangre a su her-
mana. Y aun así había aceptado.
Da todo por quienes amas. Ama como nunca
lo has hecho. No desprecies la amistad de tus
amigos. Vive cada día con fe, amor y paz.
108
L COLECCIONISTA DE INSULTOS
En los días que corren es conveniente
cederle un espacio a esta alegoría
budista que transcribe Paulo Coelho
y que hará pensar a muchos.
Cerca de Tokio vivía un gran samuray, ya an-
ciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen
a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la
leyenda de que era capaz de vencer a cualquier
adversario. Cierto día un guerrero conocido por
su total falta de escrúpulos pasó por la casa del
viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la
provocación: esperaba que el adversario hiciera
su primer movimiento y, gracias a su in-
teligencia privilegiada para captar los errores,
contraatacaba con velocidad fulminante. El
joven e impaciente guerrero jamás había per-
dido una batalla. Conociendo la reputación del
E
109
viejo samuray, estaba allí para derrotarlo y au-
mentar aún más su fama.
Los estudiantes de zen que se encontraban
presentes se manifestaron contra la idea, pero el
anciano aceptó el desafío. Entonces fueron
todos a la plaza de la ciudad, donde el joven
empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas pie-
dras en su dirección, lo escupió en la cara y le
gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo
incluso a sus ancestros. Durante varias horas
hizo todo lo posible para sacarlo de casillas,
pero el viejo permaneció impasible. Al final de la
tarde, ya exhausto y humillado, el joven
guerrero se retiró de la plaza.
Decepcionados por el hecho de que su maes-
tro aceptara tantos insultos y provocaciones, los
alumnos le preguntaron:
—¿Cómo ha podido soportar tanta indig-
nidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo
que podría perder la lucha, en vez de mostrarse
como un cobarde ante todos nosotros?
El viejo samuray repuso:
—Si alguien se acerca a ti con un regalo y no
lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
—Por supuesto, a quien intentó entregarlo
—respondió uno de los discípulos.
—Pues lo mismo vale para la envidia, la
rabia y los insultos —añadió el maestro—.
Cuando no son aceptados, continúan
perteneciendo a quien los cargaba consigo.
Nadie nos agrede o nos hace sentir mal:
somos los que decidimos cómo sentirnos. No
culpemos a nadie por nuestros sentimientos:
somos los únicos responsables de ellos. Eso es
lo que se llama asertividad.
110 111
AS TRES REJAS*
El joven discípulo de un filósofo sabio llegó a
casa de este y le dijo:
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando
de usted con malevolencia.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo—.
¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a
contarme?
—¿Las tres rejas?
—Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Es-
tás seguro de que lo que quieres decirme es
absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar
por la segunda reja, que es la bondad. Esto que
deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es
necesario hacerme saber eso que tanto te in-
quieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si
no es verdadero, ni bueno, ni necesario, se-
pultémoslo en el olvido.
Cuántos malos ratos podríamos evitar si some-
tiéramos a esas tres rejas todo lo que decimos...
L
112 113
A CASA IMPERFECTA*
Un maestro de construcción ya entrado en
años estaba listo para retirarse a disfrutar su
pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca
de sus planes de dejar el trabajo para llevar una
vida más placentera con su esposa y su familia.
Iba a extrañar su salario mensual, pero
necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de al-
guna manera.
El jefe se dio cuenta de que era inevitable
que su buen empleado dejara la compañía y le
pidió, como favor personal, que hiciera el últi-
mo esfuerzo: construir una casa más. El hombre
accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las
claras que no estaba poniendo el corazón en lo
que hacía. Utilizaba materiales de inferior
calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus
L
114
ayudantes, era deficiente. Era una infortunada
manera de poner punto final a su carrera.
Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe
fue a inspeccionar la casa y le extendió las lla-
ves de la puerta principal. “Esta es tu casa, que-
rido amigo —dijo—. Es un regalo para ti”.
Si el albañil hubiera sabido que estaba cons-
truyendo su propia casa, seguramente la hubiera
hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que
vivir en la casa imperfecta que había
construido!
Construimos nuestras vidas de manera
distraída, reaccionando cuando deberíamos
actuar, y sin poner en esa actuación lo mejor de
nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos
nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces
de repente vemos la situación que hemos creado y
descubrimos que estamos viviendo en la casa
que hemos construido. Si lo hubiéramos sabido
antes, la habríamos hecho diferente.
La conclusión es que debemos pensar como si
estuviésemos construyendo nuestra casa. Cada
día clavamos un clavo, levantamos una pared o
edificamos un techo. Construir con sabiduría es
115
la única regla que podemos reforzar en nuestra
existencia. Inclusive si la vivimos sólo por un día,
ese día merece ser vivido con gracia y dignidad.
La vida es como un proyecto de hágalo-usted-
mismo. Su vida, ahora, es el resultado de sus ac-
titudes y elecciones del pasado. ¡Su vida de ma-
ñana será el resultado de sus actitudes y elecciones
de hoy!
L VIOLÍN DE PAGANINI*
Hubo un gran violinista llamado Paganini. Al-
gunos decían que era una persona extraña.
Otros, que había en él algo sobrenatural. Las
notas mágicas que salían de su violín tenían un
sonido diferente, y por eso nadie quería perder
la oportunidad de verlo tocar.
Una noche, el escenario estaba repleto de
admiradores preparados para recibirlo. La or-
questa entró y fue aplaudida. El director entró y
recibió una gran ovación. Pero cuando la figura
de Paganini surgió, triunfante, el público deliró.
El violinista se puso el instrumento en el
hombro, y lo que siguió fue indescriptible:
blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y
semicorcheas parecían tener alas y volar al to-
que de aquellos dedos encantados.
E
116 117
De repente, un sonido extraño interrumpió
el ensueño de la platea: una de las cuerdas del
violín de Paganini se había roto. El director
paró. La orquesta se calló. El público estaba en
suspenso. Pero Paganini no se detuvo.
Mirando su partitura, continuó extrayendo so-
nidos deliciosos de su violín atrofiado. El di-
rector y la orquesta, admirados, volvieron a
tocar.
Cuando el público se tranquilizó, de repente
otro sonido perturbador atrajo su atención.
Otra cuerda del violín se rompió. El director y
la orquesta pararon de nuevo, mas Paganini
continuó como si nada hubiera ocurrido. Im-
presionados, los músicos volvieron a tocar.
Pero el público no podía imaginar lo que
iba a ocurrir a continuación. Todos los asis-
tentes, asombrados, gritaron un “¡oohhh!” que
retumbó por la sala: otra cuerda del violín se
había roto. El director y la orquesta se detu-
vieron. La respiración del público cesó. Pero
Paganini seguía: como un contorsionista mu-
sical, arrancaba todos los sonidos posibles de
la única cuerda que le quedaba al destruido
violín. El director, embelesado, se animó, y la
orquesta volvió a tocar con mayor entusiasmo.
El público iba del silencio a la euforia, de la
inercia al delirio.
Paganini alcanzó la gloria, y su nombre co-
rrió a través del tiempo. No fue apenas un vio-
linista genial, sino el símbolo del profesional
que continúa adelante aun ante lo imposible.
Cuando todo parece derrumbarse, démonos
una oportunidad y sigamos adelante;
despertemos al Paganini que existe en nuestro
interior. La celebridad es el arte de continuar
donde otros resuelven parar.
118 119
L PERRITO COJO*
El dueño de una tienda estaba poniendo en la
puerta un cartel que decía: “Cachorros en ven-
ta”. Como esa clase de anuncios siempre atrae a
los niños, de pronto apareció un pequeño y le
preguntó:
—¿Cuál es el precio de los perritos?
El dueño contestó:
—Entre treinta y cincuenta dólares.
El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó
unas monedas.
—Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?
El hombre sonrió y silbó. De la trastienda
salió una perra seguida por cinco perritos, uno
de los cuales se quedaba atrás. El niñito inme-
diatamente señaló al cachorrito rezagado.
—¿Qué le pasa a ese perrito? —preguntó.
E
120
El hombre le explicó que el animalito tenía la
cadera defectuosa y cojearía por el resto de su
vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:
— ¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!
Y el hombre replicó:
—No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si
realmente lo quieres, yo te lo regalo.
El niñito se disgustó y, mirando al hombre a
los ojos, le dijo:
—No, no quiero que usted me lo regale. Creo
que vale tanto como los otros perritos, y le
pagaré el precio completo. De hecho, le voy a
dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada
mes, hasta que lo haya pagado todo.
El hombre contestó:
—Hijo, en verdad no querrás comprar ese
perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y
jugar como los otros.
El niñito se agachó y levantó su pantalón
para mostrar su pierna izquierda, retorcida e
inutilizada, soportada por un gran aparato de
metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:
—Bueno, yo no puedo correr muy bien tam-
poco, y el perrito necesitará a alguien que lo
entienda.
121
El hombre se mordió el labio y, con los
ojos llenos de lágrimas, dijo:
—Hijo, espero que cada uno de estos
cachorritos tenga un dueño como tú.
En la vida no importa quiénes somos, sino que
alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y
nos ame incondicionalmente.
L ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS*
El carpintero que había contratado para que
me ayudara a reparar una vieja granja acababa
de finalizar su primer día de trabajo. Su corta-
dora eléctrica se había dañado, haciéndole per-
der una hora de trabajo, y su viejo camión se
negaba a arrancar.
Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en
silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer
a su familia. Mientras nos dirigíamos a la
puerta, se detuvo brevemente frente a un
pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas
con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sor-
prendente transformación. Su bronceada cara
estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pe-
queños hijos y le dio un beso entusiasta a su
esposa.
E
122 123
De regreso me acompañó hasta el carro.
Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curio-
sidad y le pregunté acerca de lo que lo había
visto hacer un rato antes.
“Este es mi árbol de problemas —contestó—
. Sé que no puedo evitar tener problemas en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas
no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis
hijos. Así que simplemente los cuelgo en el
árbol cada noche cuando llego a casa, y en la
mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo
sonriendo— es que cuando salgo a recogerlos,
no hay tantos como los que recuerdo haber
colgado la noche anterior”.
MPUJA LA VAQUITA
Un sabio maestro paseaba por el bosque
con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un
sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una
breve visita. Durante la caminata le comentó al
aprendiz sobre la importancia de conocer
lugares y personas, y sobre las oportunidades
de aprendizaje que nos brindan estas
experiencias.
La casa era de madera y sus habitantes, una
pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y
rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se
aproximó al señor, aparentemente el padre de
familia, y le dijo:
—En este lugar no existen posibilidades de
trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen
usted y su familia para sobrevivir?
El hombre respondió calmadamente:
—Amigo mío, nosotros tenemos una vaqui-
ta que nos da varios litros de leche todos los
días. Parte de la leche la vendemos o la cam-
biamos por otros alimentos en la ciudad veci-
E
na, y con la restante elaboramos queso, cuajada y
otros productos para nuestro consumo. Así es
como vamos sobreviviendo.
124 125
El sabio agradeció la información y contempló
el lugar por un momento, antes de despedirse y
partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel
discípulo:
—¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y
empújala!
El joven lo miró espantado y le replicó que
ese animal era el medio de subsistencia de la
familia. Como percibió el silencio absoluto del
maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al
barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó
grabada en su memoria.
Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo
que había aprendido y regresar a aquel lu-
gar para contarle la verdad a la familia y pedir-
le perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproxi-
maba veía todo muy bonito, diferente de como lo
recordaba. Se sintió triste, imaginando que
aquella humilde familia había debido vender su
terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al
llegar, fue recibido por un señor muy simpáti-
co, al cual preguntó por las personas que vi-
vían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre
le respondió que allí seguían.
Sobrecogido, el joven entró corriendo a la
casa y confirmó que era la misma familia que
había visitado algunos años antes con el maes-
126
tro. Elogió el lugar y le preguntó al señor, el
dueño de la vaquita:
— ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y
cambiar de vida?
Emocionado, el hombre le respondió:
—Nosotros teníamos una vaquita que cayó
por el precipicio y murió. De ahí en adelante
nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas
y desarrollar otras habilidades que no sabía-
mos que teníamos; así alcanzamos el éxito que
sus ojos ven ahora.
Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona
de confort. Estamos tan conformes con el estado
de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras
posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpre-
sivo para darnos cuenta de que la seguridad pue-
de ser nuestra peor consejera y de que nos impide
ver el horizonte.
127
L ECO
Un padre y su hijo estaban caminando en las
montañas. De repente, el hijo se cayó, lasti-
mándose, y gritó:
— ¡Aaaaaayyyy!
Para su sorpresa, oyó una voz que repetía, en
algún lugar de la montaña:
— ¡Aaaaaayyyy!
Con curiosidad, el niño gritó:
— ¿Quién está ahí?
Y recibió esta respuesta:
— ¿Quién está ahí?
Enojado, gritó:
— ¡Cobarde!
Y escuchó:
— ¡Cobarde!
El niño miró al padre y le preguntó: — ¿Qué
sucede, papá? El hombre, sonriendo, le dijo: —Hijo
mío, presta atención —y gritó hacia la montaña—:
¡Te admiro!
E
Y la voz le respondió:
— ¡Te admiro!
De nuevo, el hombre gritó:
— ¡Eres un campeón!
Y la voz le respondió:
— ¡Eres un campeón!
El niño estaba asombrado, pero no entendía
nada. Entonces el padre le explicó:
— La gente lo llama eco, pero en realidad es la
vida. Te devuelve todo lo que dices o haces.
Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras
acciones. Si desea más amor en el mundo, cree más
amor a su alrededor. Si anhela felicidad, dé
felicidad a quienes lo rodean. Si quiere una sonrisa
en el alma, dé una sonrisa al alma de las personas
que conoce. Esto se aplica a todos los aspectos de
la vida. Ella nos da de regreso exactamente lo que
le hemos dado. Nuestra vida no es una
coincidencia, sino un reflejo de nosotros mismos.
128 129
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  • 1.
  • 2. SELECCIÓN Y PROLOGO Santos Jaime Ccoa Chilo 01 02 03 CONTENIDO Ø Prólogo 04 Ø Dedicatoria 07 Ø El Origen De Una Vida 10 Ø El Origen De Una Sociedad 12 Ø El Tren De La Vida 16 Ø Devuélveme Mis Manitas 19 Ø Una Historia Real 21 Ø Mamá 23 Ø La Lección Del Carbón 24 Ø Una Preciosa Factura 27 Ø El Puente Fraterno 29 Ø Papi, ¿Cuánto Ganas Por Hora? 31 Ø El Perro Fiel 33 Ø El Papel Arrugado 35 Ø Insultos Al Vacío 37 Ø El Temor A Los Riesgos 39 Ø “Siempre Se Hace Así” 41 Ø La Flor De La Honradez 43 Ø ¿Cambiar El Destino? 47 Ø Un Anillo De Compromiso 49 Ø Quiero Ver A Dios 51 Ø Las Habilidades Del Barquero 53 Ø La Caja De Besos 55 Ø El Peso Del Agua 57 Ø El Ladrillazo 59 Ø La Publicidad Del Ciego 62 Ø El Verdadero Tesoro 64 Ø La Niña De Las Manzanas 68 Ø El Diccionario De Los Niños 71 Ø Por Un Vaso De Leche 73 Ø Educar Es Sembrar 76 Ø El Pequeño Bombero 79 Ø El Anillo Especial 84 Ø Los Cien Días Del Plebeyo 88 Ø El Árbol De Manzanas 91 Ø La Pregunta Más Importante 95 Ø La Ranita Sorda 97 Ø Fortunas Del Campo 99 Ø Auxilio En La Lluvia 101 Ø Recuerda A Quienes Sirves 103 Ø Los Obstáculos En Nuestro Camino 105 Ø Dar Y Perder La Vida 107 Ø El Coleccionista De Insultos 109 Ø Las Tres Rejas 112 Ø La Casa Imperfecta 114 Ø El Violín De Paganini 117 Ø El Perrito Cojo 120 Ø El Árbol De Los Problemas 123 Ø Empuja La Vaquita 125 Ø El Eco 128 Ø La Carreta Vacía 130 Ø La Felicidad Escondida 132 Ø Mi Mejor Amigo 134 Ø Las Cicatrices De Los Clavos 135 Ø El Soldado Amigo 137 Ø Huellas En El Corazón 138 Ø Aprendí Y Decidí 141 Ø La Marioneta 143 Ø Quién Me Necesita? 146 Ø Reflexión Sobre la Vida 149
  • 3. PRÓLOGO Las personas somos lo que pensamos. Por lo tanto, si queremos ayudar a los demás a ser y a comportarse de manera diferente, tenemos que ayudarlos a pensar de manera diferente. Si deseamos propiciar ambientes en los cuales la tolerancia y la cooperación sean las fuentes del sentir, del pensar y del actuar, debemos revisar el pensamiento lineal, lógico, de la corteza cerebral. Se impone el pensamiento holístico, intuitivo. De allí surgió la ___ idea de realizar esta nueva compilación: El Tren de la Vida. ¿Por qué este título? Porque solemos vivir como un viaje en un tren en embarques y desembar- ques donde nacemos y morimos por lo tanto lo primero en la vida debemos saber las peripecias que nos rodean en nuestras vidas y saber solucionar día a día, por mas graves que sean, y vivirlas al maximo y no dejar la tareas de hoy para mañana, cambiemos y sigamos adelante. El miedo a este compromiso es de tal magnitud que sólo pensamos en el cambio como una exigencia para los demás: quien debe cambiar es mi pareja, mi jefe, el gobierno, el neoliberalismo, el establecimiento... Todo y todos, menos yo; soy perfecto y no necesito cambiar nada. El problema, cualquiera que sea, es de los demás, no mío. Pensar, sentir y actuar en estos términos es la mejor manera de pasar por encima de los proble- mas, llenarse de fundamentalismos y convertirse en un egoadicto. Por eso nada cambia. Porque cada día cobra mayor claridad la frase del conde de Lampedusa en su novela El gatopardo: “Es preciso que todo cambie para que todo siga igual”. Recientes investigaciones sobre el aprendizaje coinciden en afirmar que el adulto desarrolla me- __ nos resistencia al cambio si no trabaja con el pensa- miento lógico y lineal sino con el pensamiento lú- dico y creativo. Otra vez el tema de los hemisferios cerebrales, la racionalidad y la intuición, los pen- samientos y las imágenes, la filosofía y la poesía. Entonces parece necesario darle al cerebro estí- mulos distintos a los que le hemos dado siempre, cambiarle los parámetros de funcionamiento, exi- girle que use otras partes, inventar nuevos paradig- mas. Por eso creemos que las imágenes que evocan las parábolas y anécdotas, el reto que plantean las 04 05 alegorías, el alimento que ofrecen las buenas reflexiones, invitan a la mente a pensar distinto, a absorber otros mensajes, a llegar a conclusiones que no están a la vista de lo que llamamos razón. La sabiduría del género humano está contenida en parábolas, anécdotas, fábulas, máximas e imá- genes que siempre nos dejan en silencio, al abrir en nuestro interior un paréntesis que lleva a la re- flexión. Se trata de respuestas distintas a problemas que no fuimos capaces de resolver; de alegorias que arrojan nueva luz sobre las cosas. Mientras mas per- sonas las lean, las repitan, las transmitan, las com - partan y las sientan, se afianzan con mayor fuerza una nueva manera de pensar, sentir y actuar. JAIMES. COA CHILOC 06
  • 4. DEDICATORIAS Dedico el presente trabajo a mis padres que me vieron nacer y que su enseñanza y sus buenas costumbres han creado en mi sabiduría haciendo que hoy tenga el conocimiento de lo que soy. Con respeto y admiración a mis padres: Santos y Florentina Agradezco a mi hermano y Hermanas el apoyo que siempre me han brindado con su impulso, fuerza y tenacidad que son parte de mi formación, como muestra de gratitud les dedico el presente trabajo: Con todo lo que he podido ser hasta hoy, para ustedes: Victoria, Delia, Ylda; Yola, Mario Con todo mi amor y cariño a mi esposa que todos los días me otorga su amor, su cariño y comprensión y hace que en mi existencia tenga la fuerza para seguir en este mundo y así poder luchar para que la vida nos depare un futuro mejor. Para ti: Yudith A mi hija que la quiero, la adoro y siempre la tengo en mi mente y por ser la fuente de mi inspiración y motivación para superarme cada día más Para: Jazmine 07 08 Con todo lo que soy y he logrado ser, te dedico este trabajo, tu que estas presente en Cualquier lugar, en cualquier momento, circunstancia y hasta donde permitas que sea yo. Para ti: Dios Para todos los que me faltaron, Instituciones, amigos, compañeros de trabajo, que sin embargo me han aceptado, enseñado y han hecho lo que soy. “Gracias”. 09 “Atte: S. Jaime Ccoa Chilo" ☼ Txlvlhud# dupdu#hq#hvwrv# gðdv# xq#khuprvr#äuero# gh#Dplvwdg# |#frojdu/#hq#oxjdu#gh#Iuxwrv/# orv#qrpeuhv# gh#wrgrv#plv#dpljrv/#orv#gh#fhufd# |#orv#gh#ohmrv>#orv#gh#vlhpsuh## |#orv#gh#dkrud/# orv#txh#yhr#fdgd#gðd#|#orv#txh# ududphqwh#hqfxhqwur/# orv#vlhpsuh#uhfrugdgrv#|#orv#txh#d#yhfhv# vh#ph#roylgdq># orv#frqvwdqwhv#|#orv#lqfrqvwdqwhv/#orv#gh# odv#krudv# gliðflohv#|#orv#gh#odv#krudv#dohjuhv/#d#orv#txh#vlq# txhuhu#khuð#|#vlq#txhuhu#ph#klulhurq/#dtxhoorv# d#txlhqhv# frqr}fr#surixqgdphqwh#|#d#txlhqhv#dshqdv#frqr}fr# sru#vxv#dsdulhqfldv1# Orv#txh#ph#ghehq#|#d#txlhqhv#gher#pxfkr#päv1#Plv## dpljrv#kxploghv#|#plv#dpljrv#lpsruwdqwhv1# Sru#hvr#rv#qrpeur#d#wrgrv/#d#wrgrv#orv# dpljrv#txh#sdvdurq#sru#pl#ylgd=#xq#äuero#gh#udðfhv# surixqgdv/#sdud#txh#yxhvwurv#qrpeuhv#qxqfd#vhdq# duudqfdgrv>#xq#äuero#txh#do#ioruhfhu/#dôr#hq#dôr#qrv# wudljd#loxvlöq/#vdoxg/#elhqhvwdu/#dpru#|#sd}1# Rmdoä#txh#hq#dojýq#rsruwxqlgdg#qrv#srgdprv#hqfrqwudu# sdud#frpsduwlu#orv# phmruhv#ghvhrv# gh#hvshudq}d/# srqlhqgr#xq# srfr#gh#iholflgdg# hq#dtxhoorv#txh# or#kdq#shuglgr#wrgr1# Xq#Dpljr#txh#wh#txlhuh# –Mdlph#Ffrd#Fk1—
  • 5. HO#RULJHQ#GH#XQD#YLGD Qunca es tarde… porque no importa lo que hayas vivido, no importa los errores que hayas cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, siempre estamos a tiempo para decir EDVWD, para oír el llamado que tenemos de buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar muy alto y muy lejos sobre el pantano. Ve buen@ o amistos@ por que al compararnos con paciencia y bondad, obtenemos amigos y cariño; al actuar con rencor y envidia, ganamos problemas y enemigos. Jamás desees el mal que siempre regresara para golpearte. Busca el los problemas el lado positivo y en las personas, sus virtudes más que sus afectos. Cultiva solo buenos amigos, el vicio siempre te llevara por mal camino; el tramposo te obliga a mentir; el grosero te enseñara a maldecir y el que habla mal de otros hablara mal de ti. Elimina en tu vocabulario la palabra “QR# SXHGR” cuando estés a punto de decirlo, cámbiala por “YROYHUH# D# LQWHQWDUOR—#o “TENGO QUE LOGRARLO”. ¡Wú eres un triunfador! No te falles a ti mismo, cuando caigas ponte de pie inmediatamente si permaneces postrado durante mucho tiempo, se te debilitara el carácter. Qadie es feliz por naturaleza, debemos aprender a ser feliz, esforzándonos por estar contentos la mayor parte del tiempo, sonríe con frecuencia, conviértete cada instante en un alegre reto. No importa que tan arduo sea el trabajo a realizar, hazlo bien y gózalo. Deja de preocuparte, la preocupaciones solo te hacen infeliz, además, casi nunca ocurren las cosas que te preocupan. Sueña grandes logros e imagina como lograrlos. ¡Comienza hoy mismo! Compórtate ahora como te comportarías si ya fueras la persona que deseas llegar a ser. No importa mucho lo que tengas, pues lo que realmente importa es quien esta a tu lado y valóralo. Un amigo que te quiere……….. Jaime ccoa 10 11 HO#RULJHQ#GH#XQD#VRFLHGDG · El 62% de los matrimonios de primera nupcias fracasan. · Los 80% de los fracasados se vuelven a casar y en la mitad de los casos la familia vuelve a malograrse. · Cuatro de cada diez niños pasan su infancia en hogares de un solo progenitor. · El 20% de los nacimientos son ilegítimos y 60% de estos provienen de adolescentes. · El 80% de los padres maltratan a sus hijos. La primera causa de muerte de niños menores de 5 años es el maltrato. · En promedio, 32 adolescentes se quitan diariamente la vida en América latina. · El crimen más numeroso sin denunciar son las golpizas a mujeres. · El 80% de las familias tienen por lo menos un hijo fracasado en los estudios. · El 60% de los padres renuncian a la dirección del hogar cuando los hijos se rebelan y fracasan. · El 95% de las familias de hoy sufren uno o varios de los siguientes problemas: o Frialdad y distancia moral del padre. o Hostilidad, burla y falta de comunicación entre los hermanos. o Machismo del padre e hijos varones. o Normas rígidas, cambiantes e injustas. o Malentendido continuos por la comunicación superficial. o Vidas independientes bajo el mismo techo, vicios. 12
  • 6. Faminar por la vida arrastrando en el subconsciente las laceraciones que deja una mala educación es como escalar una gran montaña llevando a cuestas un baúl con inmundicias. Ge cada diez hijos de familias anómalas solamente uno consigue deshacerse de la carga de basura heredada y escalar la cima del éxito ¡solo uno lo consigue! Oos jóvenes rebeldes eligen no siempre de modo consiente el mal camino para dar una lección a sus padres o hermanos, haciéndoles sentir culpables de su fracaso. Hstudios psiquiátricos revelan que el primer paso para regenerar a los delincuentes y depravados es lograr que consigan SHUGRQDU a algún familiar con el que convivieron en su niñez. Hsto arroja la premisa de que todo los “muchachos problema” albergan en su mente la misma clase de resentimientos familiares. Los padres dañan a sus hijos y los hijos devuelven de una u otra forma el daño, creando un círculo espantoso que lanza enormes cantidades de individuos insatisfechos al mundo. 13 Oa delincuencia, la drogadicción, la prostitución (la maldad en sí), que ensombrecen a la humanidad no son sino los frutos de la semilla que se siembran en los hogares. La familia es la base de la sociedad por que todo hombre y mujer que la conforman se hicieron en una familia. Si la familia se corrompe, la sociedad, el país, el mundo entero se corrompe. Oos gobernantes hace el ridículo tratando de acabar con el mal; ho#ruljhq#gh#xqd#vrflhgdg# fruuxswd# vrq# odv# idploldv# fruuxswdv1# La procedencia de un hombre malo es una mala familia. No hay más. Hsto un verdadero mensaje urgente. Xq#julwr# ghvhvshudgr# antes de que sea demasiado tarde: el que no lucha por su familia es alguien que, qr#lpsruwd#srutxh#rwud#frvd#oxfkh, no merece tener el lugar que Dios le ha dado en esta tierra. James ccoa 14 15
  • 7. EL TREN DE LA VIDA La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros. Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres. Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que nos serán muy especiales. Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite. Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento. Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento. No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos. Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor. Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda. El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado. Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia. Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron. Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valiosa. Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan. 16 17 Agradezco a Dios porque estemos realizando este viaje juntos y a pesar de que nuestros asientos no estén juntos, con seguridad el vagón es el mismo. Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento. Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones 18
  • 8. DEVUELVEME MIS MANITAS Una familia había comprado un carro lujoso. El padre amaba ese auto. Llegando a una gasolinera los padres bajan y dejan al niño de 3 años en el auto, cerrando las puertas…el niño, encontró un marcador y comenzó a escribir en todo aquel tapizado, con un gran entusiasmo y amor. Al regresar, el padre enfurecido, comenzó a golpear al niño en sus manos con mucha fuerza…hasta que tuvieron que sacarle al niño estaba muy maltratado y tuvieron que llevarlo al hospital. En el hospital, les notifican que sus manos habían quedado lisiadas por la golpiza. Encontrando al padre en la habitación envuelto en lágrimas…el niño le dice sonriente…¡¡Hola papi…ya aprendí la lección…no lo voy hacer mas papi…¡ ¡Pero por favor que me compongan mis manitas! !El padre salió de aquella habitación muy triste. Aquello marco su vida para siempre. Por qué le damos tanta importancia las cosas materiales al grado de lastimar a nuestros seres queridos? ¡¡¡QUE GRANDE ESTUPIDEZ!!! ”Un día nací, un día moriré, y nada me llevaré, pero ¿estoy realmente viviendo?” 19 “Una casa está hecha de roca y madera, un hogar…de amor y entrega”. A veces descuidamos la relación de familia por cosas materiales. No olvidemos que primero están las personas. UNA HISTORIA REAL Jenny pensó que sus padres no le darían permiso para irse de fiesta con unos amigos, de manera que les mintió y les dijo que iba al cine con una compañera. Aunque se sintió un poco mal porque no les dijo la verdad, tampoco le dio muchas vueltas al asunto y se dispuso a divertirse. La pizza estuvo bien y la fiesta genial: al final su amigo Pedro que ya estaba medio borracho, la invito a dar un paseo, pero primero quiso dar una fumadita... Jenny no podía creer que él estuviera fumando eso, pero aún así subió al carro con él. De repente Pedro comenzó a propasarse. Eso no era lo que Jenny quería del todo. "Tal vez mis padres tienen razón" - pensó-; "quizás soy muy joven para salir así. " "¿Cómo pude ser tan tonta?" "Por favor, Pedro -dijo- llévame a casa, no me quiero quedar". Molesto, Pedro arrancó el carro y comenzó a conducir a toda velocidad. Jenny, asustada, le rogó que fuera más despacio, pero mientras más ella le suplicaba, más él pisaba el acelerador. De repente, vio un gran resplandor. "Oh, Dios ayúdanos. ¡Vamos a chocar! Ella recibió toda la fuerza del impacto, todo de repente se puso negro. Semi-inconsciente, sintió que alguien la saco del carro retorcido, y escucho voces: ¡llamen a la ambulancia! "Estos jóvenes están en problemas". Le pareció oír que había dos carros involucrados en el choque. Despertó en el hospital viendo caras tristes. "Estuviste en un choque terrible", dijo alguien. En medio de la 20 21
  • 9. confusión se enteró de que Pedro estaba muerto. A ella misma le dijeron "Jenny, hacemos todo lo que podemos, pero parece ser que te perderemos a ti también". ¿Y la gente del otro carro? Preguntó Jenny llorando "También murieron" le contestaron. Jenny rezó: "Dios perdóname por lo que he hecho, yo sólo quería una noche de diversión". Y dirigiéndose a una de las enfermeras pidió: "Por favor, dígale a la familia de los que iban en el otro carro que me perdonen que yo quisiera regresarles a sus seres queridos. Dígale a mi mamá y a mi papá que lo siento, porque mentí, y que me siento culpable porque varios hayan muerto. Por favor enfermera, ¿Les podrá decir esto de mi parte?. La enfermera se quedó callada, como una estatua. Instantes después, Jenny murió. Un hombre cuestionó entonces duramente a la enfermera: "¿Por qué no hizo lo posible para cumplir la última voluntad de esa niña?" La enfermera miró al hombre con ojos llenos de tristeza, y le dijo: "Porque la gente en el otro carro eran su papá y su mamá que habían salido a buscarla". MAMÁ Tú piensas que estoy dormido cuando tu y papá pelean. Pero no estoy, estoy escondido debajo de las cobijas y oigo todo oigo gritos, oigo que él te amenaza, oigo cuando él te cachetea y golpea. Oigo cuando lloras, yo también estoy llorando. Pero trato de estar muy callado para que no me oigas. Siento mucho miedo cuando oigo todas estas cosas. Y me preocupo, me preocupo por ti y por nuestra familia. Me siento indefenso, me siento muy triste, siento como que es mi culpa, no quiero ir a la escuela, tengo miedo de venir a casa, tengo miedo que vaya a lastimarte seriamente. Tengo miedo que vaya a lastimarme también a mí. ¡Mamá! ¿Qué debe ser el amor? ¿Es parte del amor el ser lastimado por la persona que supuestamente te ama? ¿Está bien pretender que nada está mal y no hablar sobre lo que está pasando?, Mamá mira lo que me estas enseñando. Que el ir creciendo las niñas deben sufrir en silencio al ser lastimadas, que los niños el ir creciendo deben ser violentos. 22 23 A LECCIÓN DEL CARBÓN Un hombre, que regularmente asistía a las reuniones de un determinado grupo, sin ningún aviso dejó de participar en sus actividades. Después de algunas semanas, una noche muy fría el líder de aquel grupo decidió visitarlo. Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a una chimenea donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al líder, lo condujo a una silla grande cerca de la chimenea y se quedó quieto, esperando una pregunta. Se hizo un grave silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los troncos de leña que crepitaban. Al cabo de algunos minutos el líder, sin decir palabra, examinó las brasas que se formaban y cuidadosamente seleccionó una de ellas, la más __ L 24
  • 10. incandescente de todas, retirándola a un lado del brasero con unas tenazas. Volvió entonces a sentarse, permaneciendo silencioso e inmóvil después de solicitar permiso para fumarse una pipa. El anfitrión prestaba atención a todo, fas- cinado pero inquieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y el fuego se apagó repentinamente. En poco tiempo, lo que era una muestra de luz y de calor, no era más que un negro, frío y muerto pedazo de carbón recubierto por una leve capa de ceniza. Muy pocas palabras habían sido dichas desde el ritual saludo entre los dos amigos. El líder, antes de prepararse para salir, con las tenazas blandió el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en medio del fuego. De inmediato la brasa se volvió a encender, alimentada por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno suyo. Cuando el dirigente alcanzó la puerta para irse, el anfitrión le dijo: —Gracias por tu visita y por tu bellísima lección. Regresaré al grupo. Buenas noches. 25 ¿Por qué se extinguen los grupos? Muy simple: porque cada miembro que se retira le quita el fuego y el calor al resto. A los miembros de un grupo vale recordarles que ellos forman parte de la llama y que lejos del grupo pierden todo su brillo. A los líderes vale recordarles que son responsables por mantener encendida la llama de cada uno de los miembros y por promover la unión entre todos ellos, para que el fuego sea realmente fuerte, eficaz y duradero. NA PRECIOSA FACTURA Cierta tarde un pequeño se acercó a su madre, que preparaba la cena en la cocina, y le entregó una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota: Cortar el césped del jardín............$15.00 Limpiar mi cuarto esta semana ......$5.00 Cuidar de mi hermano....................$5.00 Ir a la panadería..............................$0.50 Sacar la basura toda la semana.......$2.50 Libreta con buenas calificaciones $50.00 Limpiar el patio..............................$5.00 TOTAL ADEUDADO.................$83.00 Al terminar la lectura, la madre miró con seriedad al chico mientras él aguardaba expectante. Y sin decir palabra, ella tomó un lapicero y en el reverso de la misma hoja anotó: U Por llevarte nueve meses en mi vientre y darte la vida ....................NADA 26 27
  • 11. Por tantas noches de desvelos, curarte y orar por ti........................NADA Por la alegría y el amor de nuestra familia ...............................NADA Por el temor y las preocupaciones cuando enfermabas ........................NADA Por comida, ropa y educación .......NADA Por tomar tu mano y darte apoyo .............................................NADA Cuando el niño terminó de leer lo que ella había escrito, tenía los ojos llenos de lágrimas. La miró a los ojos y le dijo: —Te quiero, mamá. Luego tomó el lapicero y escribió con letra muy grande en el papel: “TOTALMENTE PAGADO”. ¿Por qué reclamamos derechos que no concedemos a los padres? ¿No es muy clara la diferencia entre las “co- sas” y el amor? L PUENTE FRATERNO Había una vez dos hermanos, Tomás y Javier, que vivían uno al frente del otro en dos casas de una hermosa campiña. Por problemas pequeños, que se fueron haciendo grandes con el tiempo, los hermanos dejaron de hablarse y evitaban cruzarse en el camino. Cierto día llegó a una de las casas un car- pintero y le preguntó a uno de los hermanos si tendría trabajo para él. Tomás le contestó: —¿Ve usted esa madera que está cerca de aquel riachuelo? Pues la he cortado reciente- mente. Mi hermano Javier vive al frente y, a causa de nuestra enemistad, desvió ese arroyo para separarnos definitivamente. Así que yo no quiero ver más su casa. Le dejo el encargo de hacerme una cerca muy alta que me evite la vista del frente. Tomás se fue al pueblo y no regresó sino hasta bien entrada la noche. E Cuál no sería su sorpresa cuando, en vez de una cerca, encontró que el hombre había hecho un hermoso puente que unía las dos partes de la campiña. 28 29 Sin poder hablar, de pronto se vio al frente de su hermano, que en ese momento estaba atravesando el puente con una sonrisa: —Tomás, hermano mío, no puedo creer que hayas sido tú el que haya hecho el puente, habiendo sido yo el que te ofendió. Vengo a pedirte perdón. Y los dos hermanos se abrazaron. Cuando Tomás se dio cuenta de que el car- pintero se alejaba, le dijo: —Buen hombre, ¿cuánto te debo? ¿Por qué no te quedas? —No, gracias —contestó el carpintero—. ¡Tengo muchos puentes que construir! ¿Cuántas veces podemos ayudar a perdonar y servir de puentes? 30
  • 12. API, ¿CUÁNTO GANAS POR HORA? En el mismo momento en que lo vio llegar a casa, un niño le preguntó a su padre: —¿Papi, cuánto ganas por hora? Así, con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño lo recibía al término de su trabajo. El padre miró con rostro severo al niño y repuso: —Mira, hijo, esos datos ni tu madre los co- noce, no me molestes que estoy cansado. —Pero, papi —insistía—, sólo es una pre- gunta: ¿cuánto ganas por hora? La reacción del padre esta vez fue menos severa y contestó: —Bueno, hijo, pues $ 10.000 la hora. —Papi, ¿me podrías prestar $ 5.000? —pre- guntó de inmediato el pequeño. El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al pequeño le dijo: P —¡Así que era esa la razón de saber lo que gano! ¡Vete a dormir y no molestes, muchacho aprovechado! 31 Al caer la noche, el padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo. —¿Duermes hijo? —preguntó el padre. —No, papi, dime —contestó entredormido. —Aquí tienes el dinero que me pediste res- pondió el padre. —Gracias papi, contestó con alegría el pe- queño. Y metiendo su manito bajo la almohada sacó otros billetes. —Papi, ahora ya lo completé todo: tengo los $10.000. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo? ¿Qué tanta, atención prestas a tus hijos? ¿Alguna vez has pensado en la soledad, la inseguridad o los miedos de los niños? L PERRO FIEL Una pareja de jóvenes, con varios años de casados, no habían podido tener hijos. Para no sentirse tan solos, compraron un cachorro de pastor alemán y lo criaron como si fuera su propio hijo. El cachorro creció hasta convertirse en un enorme y hermoso animal de esa raza. El perro salvó en más de una ocasión a la pareja de ser atacada por ladrones. Siempre fue muy apegado: quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro. Sin embargo, después de siete años la pareja logró tener el hijo tan deseado. Ellos estaban muy contentos con su nuevo hijo y desde luego disminuyeron las atenciones que tenían con el perro. Este, al parecer, co- menzó a manifestar celos del niño y sus dueños veían que ya no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años. E Un día la pareja dejó al bebé adentro, dur- miendo plácidamente en la cuna, y fueron a la terraza de su finca a preparar la cena. Cuál no 32 33
  • 13. sería su sorpresa cuando al rato ven al perro saliendo del cuarto del bebé con la boca en- sangrentada, pero moviéndoles la cola. Como es obvio, el dueño del perro adivinó lo peor; entonces, sin pensarlo dos veces, agarró un arma que tenía cerca y mató al perro. Entretanto, la madre angustiada corría hacia el cuarto del bebé donde sorpresivamente encontró una gran serpiente degollada al lado de la cuna. ¿Alguna vez dejaremos de juzgar o condenar anticipadamente a los demás? ¿Cuántas injusticias se cometen por fijarse tan solo en las apariencias7 . ¿Pensamos antes de agredir a otro? L PAPEL ARRUGADO Contaba un predicador que, cuando era niño, su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a la menor provocación. Luego de que sucedía, casi siempre se sentía avergonzado y batallaba por pedir excusas a quien había ofendido. Un día su maestro, que lo vio dando justifi- caciones después de una explosión de ira a uno de sus compañeros de clase, lo llevó al salón, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo: —¡Arrúgalo! El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció e hizo con el papel una bolita. —Ahora —volvió a decirle el maestro— dé- jalo como estaba antes. Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba. Por más que trataba, el papel siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas. Entonces el maestro remató diciendo: E —El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con tu ofensa será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. 34 35 Así aprendió a ser más comprensivo y más paciente, recordando, cuando está a punto de estallar, el ejemplo del papel arrugado. ¿Recuerdas que alguien dijo una vez: «habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio»? Muchas personas se jactan de ser francas, y que dicen las cosas con independencia del sentimiento de los demás. ¿No son ellas fabricantes de papeles arrugados por dondequiera que pasan? 36
  • 14. NSULTOS AL VACÍO Una historia más de Gandhi: otro de sus mejores discípulos, quien después de haber sido su agresor había recibido una importante lección del maestro, decidió propagar las bondades del pensamiento de su líder el resto de su vida. En efecto, solía contar a sus amigos la lección aprendida sobre el perdón; no obstante, con Gandhi se había ejercitado para expresarse con alegorías, y de este modo, cuando al discípulo le preguntaban cómo hacía para no reaccionar de manera violenta ante las agresiones y a las presiones, reunía a sus seguidores y los llevaba a un cementerio. Allí, en ese sombrío lugar, les pedía que gritaran al aire, con todas las fuerzas de sus pulmones, cualquier clase de insultos y agravios a los muertos. Luego de hacerlo, les indicaba que gritaran asimismo toda clase de halagos y de felicitaciones. Era muy divertido ver en el ___ I camposanto a todos aquellos hombres y mujeres que parecían un grupo de locos. Luego se sentaban y el hombre, mirando hacia las lápidas de mármol, les decía: 37 —Parece que es necesario aprender de los muertos. Como ellos, hay que ser indiferentes tanto a las ofensas como a los elogios. De esa indiferencia pueden florecer otras virtudes como la bondad y la comprensión. Gandhi siempre fue fiel a este precepto mientras recibía insultos y luego elogios de los ingleses. ¿Sabías que de esta conducta nació la “resistencia pacífica” con la cual pudo independizarse su país? ¿Qué sería de nuestras vidas si siguiéramos esa potente y sencilla filosofía? L TEMOR A LOS RIESGOS En un país en guerra, había un rey que causaba miedo. No siempre que tomaba prisioneros en las batallas los mataba. Simplemente los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del otro lado, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre. El rey hacía formar a los prisioneros en círculo en la sala y les decía: —Ustedes pueden elegir entre morir atrave- sados por las flechas de mis arqueros, o pasar por esa puerta misteriosa. Todos elegían ser muertos por los arqueros. Tiempo después, al terminar la guerra, un sol- dado que por mucho tiempo había servido fielmente al rey se dirigió al soberano y le dijo: —Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —Dime, soldado —repuso el soberano. —¿Qué había detrás de la horrorosa puerta? E —Ve y mira tú mismo, le respondió de in- mediato el rey. 38 39
  • 15. El soldado separó temerosamente la puerta pero, a medida que ella se abría, fueron entrando unos brillantes rayos de sol que iluminaron el ambiente. Finalmente descubrió que la puerta se abría sobre un camino que conducía a la libertad. El soldado, admirado, sólo miró a su rey mientras éste le explicaba: —Yo les daba a todos la posibilidad de realizar una elección; pero ellos preferían morir antes que arriesgarse a abrir esa puerta. ¿Cuántas puertas dejamos de abrir por el temor al fracaso? ¿Te has dado cuenta de que todos le tememos a lo desconocido y a veces nos condenamos a lo conocido? IEMPRE SE HACE ASÍ” Cierto día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pradera. Como era un animal irracional abrió un sendero tor- tuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas. Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, jefe de un rebaño, que viendo el espacio ya abierto hizo a su rebaño seguir por allí. Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese mismo sendero: entraban y salían, giraban a la derecha y a la izquierda, descendían, se desviaban de los obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva vía. Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en una amplia carretera donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas “S cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría realizarse en treinta mi- nutos si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro. 40 41 ____ Pasaron muchos años y el camino se con- virtió en la calle principal de un poblado y, finalmente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto intrincado era el peor de todos. Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía al ver que los hombres tienen esa ciega tendencia rutinaria a seguir la vía que ya está abierta, sin preguntarse si habría acaso una mejor opción o camino. Tal vez hubiesen des- cubierto otros paisajes más bellos. De seguro has escuchado la frase “eso siempre se ha hecho así, ¿para qué voy a cambiarlo?” ¿Con cuanta frecuencia nos preguntamos si “éste será el mejor modo de hacer esto”? ¿Los planificadores realmente son innovadores, o siempre siguen los mismos caminos? 42
  • 16. A FLOR DE LA HONRADEZ Se cuenta que en la China antigua, un príncipe estaba próximo a ser coronado emperador, pero, de acuerdo con la ley, debía casarse antes de la ceremonia. El príncipe decidió hacer un concurso entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio escuchó los comentarios sobre los preparativos, y sintió una leve tristeza porque sabía que su joven nieta tenía un profundo sentimiento de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contarle el plan del príncipe, se asombró de saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó: —¿Hija mía, que vas a hacer? Todas las muchachas más bellas y prósperas de la corte L 43 estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura. Y la nieta respondió: —No, querida abuela, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz. Llegada la noche, la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más hermosas prendas, las más lindas joyas y las más determinadas intenciones de ganarse el favor del príncipe. El joven príncipe anunció el desafío: —Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí como mi esposa y futura emperatriz de China. El tiempo pasó y la dulce joven, aunque no tenía mucha habilidad en las artes de la jardi- nería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla. Pasaron tres meses y nada bro- taba. La joven intentó todos los métodos que conocía pero resultaron infructuosos. Cada día veía más lejos su sueño, pero su amor era aún más profundo. Al finalizar los seis meses nada había brotado. No obstante, consciente de su esfuerzo y dedicación pero sin posibilidades de ganar, la muchacha le comunicó a su abuela que regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos. A la hora señalada ella estaba allí, con su jarro lleno de tierra y sin flores, feliz por ver el hermoso rostro de su amado. Todas las otras pretendientes llevaban en sus macetas flores en las más variadas formas y colores. El príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de verlas a todas, una a una, anunció su conclusión: aquella bella joven con su jarro sin flores sería su futura esposa. Todos los presentes emitieron un gesto de sorpresa. Como nadie entendía por qué razón el príncipe había escogido justamente a la chica que no había presentado ninguna flor, explicó: —Esta joven —dijo el soberano—, cultivó una flor que la hace digna de convertirse en 44 45
  • 17. Emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles. ¿Es que el amor y la honestidad van juntos? ¿Qué necesidad existe de aparentar ante el ser amado lo que no somos y lo que no tenemos? ¿Qué le demostró la chica a las demás com- petidoras? AMBIAR EL DESTINO? Durante una batalla, cierto general decidió atacar al adversario a sabiendas que su ejército era inferior en el número de efectivos. Pero estaba confiado en ganar, aun cuando sus hombres estaban llenos de dudas. Camino a las operaciones, se detuvieron en una capilla. Después de rezar con sus hombres, el general sacó una moneda y dijo: —Ahora tiraré esta moneda. Si es cara, ga- naremos. Si es cruz, perderemos. El destino se revelará. Tiró la moneda en el aire y todos miraron atentos como aterrizaba en el suelo. Era cara. Los soldados estaban tan contentos y tan con- fiados que atacaron vigorosamente al enemigo y consiguieron la victoria. Después del combate, un teniente le dijo el general: ¿C 46 47 —Nadie puede cambiar el destino. —Tal vez —contestó el general con una sonrisa de picardía mientras mostraba al teniente una moneda que tenía cara en ambos lados. ¿La diferencia entre el éxito y la derrota estará en nuestras mentes? ¿Si conectáramos nuestra mente con los sueños, sería más fácil hacerlos realidad? ¿Somos lo que pensamos? 48
  • 18. N ANILLO DE COMPROMISO Un muchacho entró con paso firme a una tien- da y pidió al joyero que le mostrara el mejor anillo de compromiso que tuviera. El joyero le enseñó uno. Una hermosa piedra, solitaria, que brillaba como un diminuto sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó, preguntó el precio y se dispuso a pagarlo. —¿Se va usted a casar pronto? —le preguntó el curioso joyero. —No —respondió el muchacho—. Ni si- quiera tengo novia. La muda sorpresa del orfebre divirtió al comprador. —Es para mi mamá —dijo el muchacho—. Cuando yo iba a nacer nadie pudo acompañarla y su embarazo estuvo lleno de dificultades; alguien le había aconsejado que detuviera mi nacimiento para que se evitara problemas en lo U sucesivo. Pero ella se negó, insistió y me dio el don de la vida. Desde luego que continuaron sus problemas; sin embargo, fue padre y madre para mí, fue amiga y hermana, y fue mi maestra. En 49 fin, me hizo lo que soy. Así que como ella nunca tuvo un anillo de compromiso, ahora que puedo se lo daré como una promesa de que si ella hizo todo por mí ahora yo haré todo por ella. Quizá después entregue a otra persona otro anillo de compromiso, pero será el segundo. El joyero no dijo nada. Solamente ordenó discretamente a su cajera que le hiciera al mu- chacho el descuento que solamente se le hacía a los clientes importantes. ¿De vez en cuando no será bueno pensar en reconocer lo que hicieron nuestros padres por nosotros? ¿Qué tan generosos somos en ese tipo de agra- decimiento? ¿Alguna vez valoramos sus esfuerzos en con- diciones adversas? UIERO VER A DIOS Dicen que un niño pequeño quería ver a Dios. Sabía que era un viaje largo y duro y por eso metió en su mochila algunos pastelitos, re- frescos, caramelos y ropa suficiente. Al entrar en el parque de juegos se encontró con una mujer anciana, sola, contemplando las palomas. Se sentó junto a ella, abrió su mochila y sacó su merienda. Vio que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelito. Ella lo aceptó y le regaló una maravillosa sonrisa. Como al niño le agradó esa expresión y quería verla sonreír de nuevo, le ofreció un refresco y el niño quedó encantado. Allí estuvieron toda la tarde, comiendo y be- biendo, pero no se dijeron ni una sola palabra. Cuando oscureció, el niño se dio cuenta de lo tarde que era; se levantó, se despidió y le dio un abrazo de despedida y agradecimiento. Ella, después de abrazarlo, le regaló con la sonrisa más grande y bonita de su vida. Q Cuando llegó a su casa, su madre advirtió el gesto inmensamente feliz de su hijo, y le preguntó: 50 51
  • 19. —¿Qué hiciste hoy que te hizo tan feliz? El niño contestó: —¡Mami, hoy almorcé con Dios! —Y antes de que su madre añadiera algo le dijo: —¿Y sabes?, ¡tiene la sonrisa más hermosa que he visto! Mientras tanto la anciana, radiante de felici- dad, regresó a su casa y su hijo, sorprendido, le preguntó: —Mamá, ¿qué hiciste hoy que vienes tan contenta? Ella respondió: —¡Comí con Dios en el parque! Y ¿sabes? ¡Es más joven de lo que yo pensaba! ¿Estamos listos para ver en nuestro prójimo más que a una persona? ¿Somos fuente de felicidad para los demás? ¿Podemos compartir las cosas y, sobre todo, el amor? AS HABILIDADES DEL BARQUERO Un hombre erudito alquiló una barca para cruzar un río caudaloso. Al recibirlo, el barquero se expresó con frases pobres y mal construidas. El erudito le preguntó: —Usted nunca ha estudiado gramática, ¿verdad? —No, señor —contestó el barquero—, soy analfabeto. —¿Supongo que tampoco sabrá historia, geografía ni aritmética? —Tampoco, no sé nada de eso —respondió nuevamente el barquero, medio avergonzado. —¿Por supuesto que tampoco sabrá nada de filosofía, arte o literatura? —volvió a preguntar el hombre culto con cierta pedantería. —No, señor, sólo soy un pobre barquero ignorante —dijo el hombre ya totalmente humillado. L —Pues he de decirle que un hombre sin cultura es como si hubiera perdido la mitad de su vida —sentenció el erudito. 52 53 En ese momento, la barca, arrastrada por la corriente, fue a dar contra unas rocas y se partió en dos y cayeron barquero y erudito al río. El barquero preguntó: —Señor, señor, ¿usted sabe nadar? —¡No!, ¡no sé nadar! —gritó aquel hombre terriblemente asustado. —Pues me temo que hoy va a perder no la mitad sino toda su vida. Dicho lo cual, el barquero se lanzó al río y se apartó nadando. Pero se alejó muy poco, regresó y salvó al fastidioso hombre quien, ciertamente humillado, no pronunció palabra hasta la orilla. ¿Por qué nos ufanamos de nuestras cualidades y competencias sin considerar las de los demás? ¿Hay otras competencias que según las cir- cunstancias pueden ser más apropiadas que las mías? 54
  • 20. A CAJA DE BESOS El padre se puso furioso cuando su hija de tres años gastó todo un rollo de papel para envolver la cajita que iba a poner bajo el árbol de Navidad. Estaban muy escasos de dinero y ese despilfarro le pareció toda una desconsideración. A pesar del regaño, al día siguiente la niña le entregó con sus manitas la cajita a su papá. —Esto es para ti, papi. El padre se sintió avergonzado de su enojo anterior, pero le volvió la ira cuando vio que la caja estaba vacía. —Se supone que si uno va a regalar algo, no entrega una caja vacía —le dijo a gritos el papá—. ¡Gastaste todo el papel para nada, para entregar una caja vacía! —Pero no está vacía, papi —le dijo la niña sollozando—. Durante todo el día de ayer la estuve llenando con besitos. L 55 Antoine de Saint-Exupéry escribía en su magistral obra El Principito: “Lo fundamental es invisible a los ojos”. ¿El afecto y sus manifestaciones no son acaso un regalo inapreciable? ¿Cómo se mide el amor? L PESO DEL AGUA Un conferencista hablaba sobre el manejo de la tensión. Levantó un vaso de agua y preguntó al auditorio: —¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso de agua? Las respuestas del público variaron entre 20 y 500 gramos. Entonces el conferencista comentó: —No, eso depende. No es un asunto de peso sino de tiempo. En verdad poco importa el peso absoluto. Lo que importa considerar es el tiempo que voy a sostenerlo. Si lo sostengo por un minuto, no pasa nada. Si lo sostengo durante una hora me empezará a doler el brazo. Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia. Y es exactamente el mismo peso: pero mientras más tiempo paso sosteniéndolo, más pesado se va volviendo. E Y concluyó: —Si cargamos nuestros pesos todo el tiem- po, más temprano o más tarde no seremos 56 57
  • 21. capaces de continuar: la carga se irá volviendo cada vez más y más pesada. Lo que tienes que hacer es dejar el vaso en algún lugar y descan- sar un poco antes de sostenerlo nuevamente. Tienes que dejar la carga periódicamente: eso es reconfortante y te permite continuar de nuevo. Por lo tanto, antes de que regreses esta noche a tu casa deja afuera el peso de tus ten- siones. No lo lleves a tu casa. Mañana podrás recogerlo otra vez, al salir. ¿Son las grandes tensiones sólo pequeñas cargas aumentadas por nuestro hábito de seguirlas cargando? ¿Puedes descargar tu tensión laboral antes de llegar a tu casa? L LADRILLAZO Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su Jaguar último modelo, sin ningún tipo de precaución. De repente sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y al bajarse vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, la carrocería y el vidrio lateral de su lujoso auto. Se subió nue- vamente, pero, lleno de enojo, dio un brusco giro de 180 grados y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo, que acababa de dañar su hermoso y exótico auto. Salió del auto de un brinco y agarró por los brazos a un chiquillo y, empujándolo hacia el auto estacionado, le gritó a toda voz: —¿Qué rayos fue eso? ¿Quién eres tú? ¿Qué crees que haces con mi auto? —Y enfurecido, casi botando humo, continuó gritándole al chi- quillo:—¿No ves que es un auto nuevo y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro? ¿Por qué hiciste eso? —Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho!, E 58 59 no sé qué hacer —suplicó el chiquillo—. Le lancé el ladrillo porque nadie se detenía. Las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo, mientras señalaba al lado del auto estacionado. —Mire, es mi hermano —le dijo—. Se cayó de su silla de ruedas al suelo y no puedo levantarlo. Sollozando, el chiquillo le preguntó al eje- cutivo: —¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado, pesa mucho y no puedo alzarlo pues soy muy pequeño. Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo, el ejecutivo tragó saliva pasando el nudo que se le formó en la garganta. Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo y lo sentó nuevamente en su silla; enseguida sacó su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras y el polvo en las heridas del hermano de aquel chiquillo tan especial. Luego de verificar que el hermano se en- contraba bien, miró al chico cuando éste le daba las gracias con una sonrisa imposible de describir... 60
  • 22. —Dios lo bendiga, señor, y muchas gracias —le dijo. El hombre vio cómo se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a una hu- milde casita cercana. El ejecutivo aún no ha reparado la puerta del auto, con el propósito de recordar que no se debe ir por la vida tan de prisa hasta el punto que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para llamar la atención. ¿Por qué no prevemos las necesidades de los demás y son ellos los que tienen que pedir nuestra ayuda? ¿Qué tan sensibles somos al dolor ajeno? ¿Hay todavía algún espacio para la misericordia? 61 A PUBLICIDAD DEL CIEGO Estaba un hombre ciego sentado en la vereda con sus gafas negras, una gorra a sus pies y un pedazo de cartón donde, escrito con tiza blanca, se leía: “Por favor ayúdeme, soy ciego”. Un creativo de publicidad que pasaba frente a él se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso al ciego tomó el cartel, le dio vuelta, cogió un marcador y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de cartón sobre los pies del ciego y se fue. Al final de la tarde el creativo volvió a pasar frente al hombre que pedía limosna: ¡la gorra estaba llena de billetes y monedas! Cuando el ciego reconoció sus pasos y el olor de su loción, le preguntó si era aquella misma persona que había reescrito su cartel y le pidió que se lo leyera. El publicista le contestó: L —”Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras”. No dijo más y siguió su camino. El ciego luego lo supo: su nuevo cartel decía: “HOY ES PRIMAVERA, Y NO PUEDO VERLA” Si cambiamos de estrategia cuando no nos sale algo, veremos que las cosas pueden resultar de otra manera. ¿Por qué el pesimista habla del vaso medio vacío y el optimista del vaso medio lleno? ¿Has oído hablar de los placeres negativos? Ejemplo: ¡Qué dicha, está lloviendo y como no tengo a nadie en casa así puedo recostarme y descansar! En vez de ¡qué soledad y qué día tan horrible para estar en casa! 62 63
  • 23. L VERDADERO TESORO Jenny, la niña alegre y de dorados rizos estaba a punto de cumplir cinco años. Mientras esperaba a que su madre pagara en la caja del supermercado descubrió un collar de perlas blancas y relucientes en una caja rosada de metal y le rogó: —¡Mamá! ¿Me las compras? ¡Por favor...! Rápidamente la madre echó un vistazo al reverso de la cajita. Luego, miró a la nena que le imploraba con sus ojitos azules y la cabeza vuelta hacia arriba y le dijo: —Cuatro mil quinientos pesos. Son casi cinco mil pesos... Si quieres el collar, tendrás que ayudar más en casa. Así ahorrarás suficiente dinero para comprarlo. Tu cumpleaños será en una semana y puede que tu abuela te dé un billete de dos mil pesos. Tan pronto como la niña llegó a casa, vació su alcancía y contó las monedas: cuatrocientos E setenta pesos. Después de la cena ayudó más de lo habitual. Luego fue a ver a su vecina, la señora Rodríguez, y se ofreció a arrancarle las malas hierbas del jardín por doscientos pesos. Y el día de su cumpleaños la abuela le dio dos mil pesos. Por fin tenía suficiente dinero para comprar el collar. A Jenny le encantaban las perlas. Se sentía elegante y como una niña grande. Se las ponía para ir a todas partes: a la iglesia, al jardín de infancia... No se desprendía de ellas ni para dormir. Sólo se las quitaba para nadar o para darse un baño de burbujas porque su madre le dijo que si se mojaba el collar se pelarían las perlas. El papá de Jenny era muy cariñoso. Cada noche, cuando ella tenía que irse a la cama él dejaba lo que estuviera haciendo y subía al cuarto de ella a leerle un cuento. Una noche, al terminar de leerle, le preguntó: —¿Me quieres? —Claro, papá. Tú sabes que te quiero. —Entonces, dame las perlas. —Ay, papá. Las perlas, no. Pero te puedo dar a la Princesa, la yegua blanca de mi colec- ción de caballitos. La que tiene la cola de color 64 65 rosa. ¿Te acuerdas, papá? La que me regalaste. Es mi favorita. —Está bien, mi cielo. Papá te quiere. Buenas noches. —Tras decir estas palabras, el papá se despidió dándole un breve beso en la mejilla. Pasó cerca de una semana. Después de contarle un cuento, el papá de Jenny volvió a preguntarle: —¿Me quieres? —Sí, papá. Tú sabes que te quiero. —Entonces, dame las perlas. —Ay, papá. Las perlas, no. Pero te puedo dar mi muñeca, la nueva, la que me regalaron en mi cumpleaños. Es preciosa, y también te daré la frazada amarilla que hace juego con su camita. —Está bien. Que sueñes con los angelitos. Papá te quiere. Y, como siempre, le dio un tierno beso en la mejilla. Unas cuantas noches más tarde, el papá, al llegar a casa, vio a Jenny sentada en la cama con las piernas cruzadas, al estilo indio. Al acer- carse, notó que le temblaba el mentón y una lágrima silenciosa le rodaba por la mejilla. —¿Qué te pasa, hija, qué tienes? 66
  • 24. Jenny no dijo nada, pero levantó su dimi- nuta mano en dirección a su padre. Cuando la abrió, allí estaba el pequeño collar de perlas. Le temblaron un poco los labios mientras, por fin, decía: —Toma, papá. Te lo doy. El amable papá, con los ojos llenos de lá- grimas, alargó una mano para tomar el collar de baratija, se metió la otra en el bolsillo y, extrayendo un estuche de terciopelo azul que contenía un collar de perlas auténticas, se lo entregó a Jenny. Lo tenía desde el principio. Sólo esperaba a que ella le entregara el de bisutería para cam- biárselo por uno verdadero. ¿Van siempre juntos el amor y la confianza? 67 A NIÑA DE LAS MANZANAS Un grupo de vendedores fue a una conven- ción de ventas. Todos les habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por la noche. Sin embargo, la convención terminó un poco tarde y llegaron retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios corriendo por los pasillos de pasajeros. De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo y apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos, menos uno. Este último vendedor se detuvo, respiró hondo y experimentó un sentimiento de com- pasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin él, y le L pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en el vuelo siguiente. Luego, regresó al pasillo y encontró todas las manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme al darse cuenta de que la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse y sin importarle su infortunio. El hombre se arrodilló con ella, junto a las manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía se dio cuenta de que muchas se habían golpeado y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: —Toma, por favor, estos veinte mil pesos por el daño que te hicimos. ¿Estás bien? Ella, llorando, asintió con la cabeza. Él continuó diciéndole —Espero no haber arruinado tu día. Adiós. 68 69
  • 25. Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: —¡Señor... señor...! Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella le preguntó: —¿Es usted Jesús... ? Él se paró en seco y dio varias vueltas antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pre- gunta quemándole y vibrando en su alma. ¿Cuántos de nosotros asumimos las consecuencias denuestrosactos? ¿Compensamos a los otros cuando les hemos hecho daño? ¿Nos ponemos en los zapatos del otro? L DICCIONARIO DE LOS NIÑOS Cuando supimos del libro Casa de las Estrellas, una maravillosa selección de Javier Naranjo con definiciones escritas por niños de primaria, no pudimos menos que deleitarnos con estos textos: ANCIANO: Es un hombre que se mantiene sentado todo el día. (Mary Luz Arbeláez, 9 años) BLANCO: El blanco es un color que no pinta. (Jonathan de J. Ramírez, 11 años) CIELO: Donde sale el día. (Duván Arnulfo Arango, 8 años) COLOMBIA: Es un partido de fútbol. (Diego Alejandro Giraldo, 8 años) GUERRILLA: Es un montón de policías. (Blanca Nidia Loaiza, 11 años) MAESTRO: Es una persona que no se cansa de copiar. (María José García, 8 años) MAFIOSO: Es una persona con mucha plata y que no le gusta nada. (Luis Fernando Ocampo, 10 años) E 70 71 POLÍTICO: Es una persona que nos acaba o ayuda, depende de su situación económica. (Pastor Ernesto Castaño, 11 años) SEXO: Es una persona que se besa encima de la otra. (Luisa Fernanda Potes, 8 años) SOL: El que seca la ropa. (Diego Alejandro Giraldo, 8 años) TRANQUILIDAD: Que el papá le diga que le va a pegar y que después le diga que ya no. (Blanca Yuli Henao, 10 años) UNIVERSO: Es un concurso para las reinas. (Walter de Jesús Arias, 10 años) 72
  • 26. OR UN VASO DE LECHE Un día, un muchacho pobre, Howard Kelly, que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar sus estudios universitarios, encontró que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos, y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió la puerta. En lugar de comida le pidió un vaso de agua. Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche. Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó: —¿Cuánto le debo, señora? —No me debes nada —contestó ella—. Mi madre siempre nos ha enseñado que nunca debemos recibir nada por una buena obra. P Él le preguntó su nombre y enseguida le dijo: —Entonces, se lo agradezco de todo cora- zón... Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió más fuerte, sino que también su fe en los seres humanos era más sólida. En ciertos 73 momentos, él había estado a punto de rendirse y dejarlo todo cuando veía que muy pocos lo ayudaban. Años después esa misma mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban con- fundidos, por lo cual decidieron remitirla a un importante hospital de la capital. Llamaron al doctor Howard Kelly para consultarle. Cuando éste oyó el nombre del pueblo de donde venía la paciente, una extraña luz brilló en sus ojos. Inmediatamente el doctor Kelly subió del vestíbulo del hospital al cuarto donde estaba la paciente. Vestido con su bata de médico entró a verla. La reconoció enseguida. Entonces regresó al cuarto de observación decidido a hacer lo mejor posible para salvarle la vida. Después de una larga lucha, ella ganó la batalla. Estaba recuperada. Como le iban a dar de alta a la paciente, porque estaba plenamente aliviada, el doctor Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. Él la revisó y firmó la cuenta. Además escribió algo en el borde del importe y lo remitió al cuarto de su paciente. Cuando la cuenta llegó al cuarto de la pa- ciente, ella temía abrirla porque sabía que le tomaría el resto de su vida poder pagar todos los gastos de ese gran hospital donde la habían atendido. Finalmente abrió el sobre y algo llamó su atención de inmediato; en el borde de la factura leyó estas palabras: “Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche”. ¿No es el agradecimiento un sentimiento que puede quedarse congelado y manifestarse después de muchos años? ¿Has recibido sorpresas de personas que alguna vez pasaron por tu vida”? Una vez más: parecería que todo en la vida se nos devuelve, tanto lo bueno como lo malo. 74 75
  • 27. DUCAR ES SEMBRAR Germán tomaba todos los días el mismo autobús para ir a su trabajo. Una parada después de la suya, siempre subía una anciana y se sentaba al lado de una ventana. La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto iba tirando algo por la ventana. Como todos los días hacía lo mismo, Ger- mán, muy intrigado, se acercó a ella y le pre- guntó qué era lo que tiraba por la ventana. —Son semillas —le dijo la anciana. —Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pája- ros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino? —Seguro que sí. Aunque algunas semillas en efecto se pierdan, algunas más acabarán en la cuneta y, con el tiempo, germinarán. —Pero tardarán en crecer, necesitan agua... —replicó Germán. E —Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia! La anciana siguió con su tarea y Germán se fue a trabajar pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza. Unos meses después, yendo para su oficina, al mirar Germán por la ventana vio todo el camino lleno de flores. Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje. Se acordó de la anciana, pero hacía muchos días que no lo había vuelto a ver. Preguntó al conductor: —¿Y la anciana de las semillas? —Pues ya hace un mes que murió —contestó el chofer. Germán volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje. “Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le sirvió a la anciana su trabajo? No ha podido ver su obra”. De repente, oyó la risa de un pequeño. Era una niña que señalaba entusiasmada las flores. —¡Mira, papi, cuántas flores bellas! Dicen que Germán, desde aquel día, hace el viaje desde su casa al trabajo con una bolsa de semillas. 76 77 ¿No es sembrar flores lo que hacen los educadores? Ellos, los maestros, los pro- fesionales de la enseñanza, no pueden ver cómo crecen las semillas plantadas, las esperanzas diseminadas en el corazón de los adolescentes que llenan sus clases. Pero algo hicieron para ello. Y como los padres son, o deberían ser, los grandes educadores, también ellos pensarán en el potente significado de esta historia. Porque educar es sembrar caminos. 78
  • 28. L PEQUEÑO BOMBERO Cuentan que en la ciudad de Phoenix, Arizona, una joven madre de 26 años se quedó silenciosa mirando el rostro de su pequeño hijo que padecía una leucemia terminal. Como cualquier madre, deseaba que su hijo creciera y realizara todos sus sueños, pero ahora ello no era posible pues la enfermedad se llevaría pronto a su pequeño. No obstante, como ella deseaba a toda costa que los sueños de su hijo se realizaran, tomó la mano del pequeño y le preguntó: —George, ¿alguna vez pensaste en lo que querías ser cuando crecieras? ¿Soñaste alguna vez y pensaste en lo que harías con tu vida? —Mami, siempre quise ser bombero cuando creciera. La madre sonrió y dijo: —Veamos si podemos hacer realidad tu sueño. Ella se dirigió entonces a la estación de bom- beros. Allí conoció a un bombero de nombre E 79 Bob, un hombre de corazón tan grande como Phoenix. Ella le explicó el último deseo de su hijo y le preguntó si era posible darle a su hijo de seis años un paseo alrededor de la cuadra del hospital en un camión de bomberos. Bob le contestó: —Mire, podemos hacer algo mejor que eso. Tenga a su hijo listo el miércoles a las siete en punto de la mañana y lo haremos “Bombero Honorario” durante todo el día. Él puede venir con nosotros a la estación, comer con todos y salir cuando recibamos llamadas de incendio o de ayuda. Si usted nos da sus medidas, le conse- guiremos un verdadero uniforme de bombero, con un sombrero y un casco verdadero que lleve el emblema de la estación de Phoenix, no uno de juguete, sino el amarillo que nosotros utilizamos, además de sus botas de hule. Todo eso es hecho aquí, así que lo podremos conseguir todo para el miércoles. Tres días más tarde el bombero Bob recogió a George, le puso el uniforme oficial y lo condujo desde la cama del hospital hasta el camión de bomberos. El chico tuvo que sentarse en la parte de atrás del camión y le permitieron ayudar a conducirlo de regreso a la estación. El chico se sentía como en el cielo. Hubo tres llamadas a la estación y George atendió con los bomberos las tres en camiones diferentes: en el camión tradicional, en el mi- crobús paramédico y también en el carro del jefe de bomberos. También le tomaron videos para las noticias locales de televisión. Habiendo hecho realidad su sueño y con todo el amor y la atención que le fueron dados, George fue tocado tan profundamente en su corazón, que logró vivir tres meses más de lo que cualquier médico hubiera pronosticado. Una noche, todas las señales vitales comen- zaron a decaer dramáticamente y el jefe de enfermería, que creía en el principio de que nadie debe morir solo, comenzó a llamar a los miembros de la familia para que vinieran al hospital. Luego, recordó el día que George había sido un bombero, así que llamó al jefe de la estación y le preguntó si era posible que le enviara a un bombero uniformado al hospital para que estuviera con el niño en sus últimos momentos. El jefe dijo: 80 81
  • 29. —Haremos algo mejor, estaremos allí en cinco minutos. ¿Me puede hacer un favor? Cuando oigan las sirenas y las luces centellean- do, podría avisar por los altoparlantes que no hay ningún incendio, sino que el departamento de bomberos va a visitar a uno de sus mas des- tacados miembros y, por favor, ¿podría abrir la ventana de su cuarto? Cinco minutos después, un gancho y la escalera del carro de bomberos llegaron al hospital, se extendieron hasta el tercer piso donde estaba la ventana abierta del cuarto de George y seis bomberos subieron por ella y entraron al cuarto. Con el permiso de su mamá cada uno de ellos lo abrazó y lo arrulló diciéndole cuánto lo amaba. Con aliento agonizante el chico miró al jefe de los bomberos y le dijo: —Jefe, ¿soy verdaderamente un bombero ahora? El jefe le respondió; —¡Sí, señor!, claro que lo eres. Con esas palabras George cerró sus ojos por última vez. ¿Será que siempre podremos realizar nuestros sueños? ¿Podemos ser parte de los sueños de nuestros niños? ¿No será que son los sueños los que nos sostienen en la vida? 82 83 L ANILLO ESPECIAL Un alumno de una aldea rural llegó donde su maestro con un problema. —Estoy aquí, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Dicen que no sirvo para nada, que no hago nada bien, que soy tonto e idiota. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El maestro, sin mirarlo, le dijo: —Lo siento mucho, joven, pero ahora no puedo ayudarte. Primero debo resolver mi propio problema, tal vez después... Y haciendo una pausa continuó: —Si tú me ayudas, y puedo resolver mi pro- blema rápidamente, quizás pueda ayudarte a resolver el tuyo. —Claro, maestro —murmuró el joven. Pero de nuevo se sintió disminuido. El maestro se sacó el anillo que llevaba en el dedo meñique, se lo dio y le dijo: —Quiero que vayas al mercado. Debes vender allí este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas de él lo E 84
  • 30. máximo posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y vuelve con esa moneda lo más rápido posible. El joven cogió el anillo y partió. Cuando llegó al mercado empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Ellos miraban con algún interés, atendiendo al joven cuando exhibía el anillo. Al saber que pedía una moneda de oro, algunos reían, y otros se apartaban sin mirarle. Solamente un viejecito fue amable y le explicó que una moneda de oro era mucho valor para comprar ese anillo. Intentando ayudar al joven, llegaron a ofrecerle una moneda de plata o una vasija de cobre, pero el joven seguía las instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y por lo tanto rechazaba las ofertas. Después de ofrecer la joya a todos los que pasaban por el mercado, y abatido por su fracaso, montó el caballo y regresó. El joven anhelaba tener una moneda de oro para com- prarle el anillo al maestro, liberándolo de su deuda y así poder recibir su ayuda y sus sabios consejos. Entró en la casa y le dijo: —Maestro, lo siento mucho, pero es imposible conseguir lo que me pidió. Tal vez pueda conseguir dos o tres 85 anillo. Vuelve a coger el caballo y te vas directamente a ver un joyero. ¿Quién mejor para saber su valor exacto? Pero no importa cuánto te ofrezca, no lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven fue a ver al joyero y le enseñó el anillo para que lo examinara. El joyero lo miró con su lupa, lo pesó en la balanza y le dijo: —Dile a tu maestro que, si lo quiere vender ahora, no puedo darle más de diez monedas de oro. —¡Diez monedas de oro! —exclamó el joven. —Sí —contestó el joyero—, y creo que con el tiempo podría ofrecerle hasta catorce o quince. Pero si la venta es urgente... El joven corrió emocionado a casa del maes- tro para contarle lo ocurrido. —Siéntate —dijo el maestro, y después de escuchar todas las aflicciones del joven, aña- dió:— Tú eres como ese anillo: una joya valiosa y única. Pero solamente puede ser valorada por un especialista. ¿Pensabas que cualquiera en el mercado podía descubrir tu verdadero valor sin conocerte? Y diciendo esto se volvió a colocar el anillo en su dedo. —Todos somos como esta joya, hijo. Somos valiosos y únicos, pero andamos por todos los mercados de la vida pretendiendo que algunas personas inexpertas descubran nuestro genuino valor. La valoración de las competencias de las personas no está al alcance de cualquiera. ¿Por qué nos sentimos mal cuando no nos aprecian como somos? ¿Qué pasa en este caso con nuestra autoesti- ma? ¿Si somos únicos, acaso nos podemos comparar con alguien en el mundo? ___ monedas de plata, pero no creo que se pueda engañar a nadie sobre el valor del anillo. —Es muy importante lo que me dices, joven —le contestó sonriente el maestro—. Lo primero que debemos saber es el valor real del 86 87
  • 31. OS CIEN DÍAS DEL PLEBEYO* Una bella princesa estaba buscando consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riquezas que el amor y la perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: —Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esa será mi dote. La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: L —Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prue- ba, me desposarás. Así pasaron las horas y los días. El preten- diente permaneció afuera del palacio, soportan- do el sol, los vientos, la nieve y las noches he- ladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la prin- cesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravi- llas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobla- dores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar donde había permanecido cien días. Unas semanas después, mientras deambula- ba por un solitario camino, un niño de la co- marca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: __ —¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste? Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas, el plebeyo contestó en voz baja: —La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor. 88 89 Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos como prueba de afecto o lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra dignidad, merecemos al menos una palabra de comprensión o estímulo. Las personas tienen que hacerse merecedoras del amor que se les ofrece. 90
  • 32. L ÁRBOL DE MANZANAS* Este era un enorme árbol de manzanas al cual un niño amaba mucho. Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba hasta el tope, comía sus frutos y tomaba la siesta bajo su sombra. El árbol también lo quería mucho. Pasó el tiempo, el niño creció y no volvió a jugar alrededor del árbol. Un día regresó y escuchó que este le decía con cierta tristeza: —¿Vienes a jugar conmigo? Pero el muchacho contestó: —Ya no soy el niño de antes que juega alre- dedor de los árboles. Ahora quiero tener ju- guetes, y necesito dinero para comprarlos. —Lo siento —dijo el árbol—. No tengo di- nero, pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas; así podrás comprar tus juguetes. E 91 El muchacho tomó las manzanas, obtuvo el dinero y se sintió feliz. También el árbol fue feliz, pero el muchacho no volvió. Tiempo después, cuando regresó, el árbol le preguntó: —¿Vienes a jugar conmigo? —No tengo tiempo para jugar; debo trabajar para mi familia y necesito una casa para mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme? —Lo siento —repuso el árbol—. No tengo una casa, pero puedes cortar mis ramas y cons- truir tu casa. El hombre cortó todas las ramas del árbol, que se sintió feliz, y no volvió. Cierto día de un cálido verano, regresó. El árbol estaba en- cantado. —¿Vienes a jugar conmigo? —le preguntó. —Me siento triste, estoy volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar, ¿puedes dármelo? El árbol contestó: —Usa mi tronco para construir uno; así podrás navegar y serás feliz. El hombre cortó el tronco, construyó su bo- te y se fue a navegar por un largo tiempo. Re- gresó después de muchos años y el árbol le dijo: —Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas. El hombre replicó: —No tengo dientes para morder ni fuerzas para escalar, ya estoy viejo. Entonces el árbol, llorando, le dijo: —Realmente no puedo darte nada. Lo único que me queda son mis raíces muertas. Y el hombre contestó: —No necesito mucho ahora, sólo un lugar para reposar. Estoy cansado después de tantos años... —Bueno —dijo el árbol—, las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa. El hombre se sentó junto al árbol y este, alegre y risueño, dejó caer algunas lágrimas. Esta es la historia de cada uno de nosotros: el árbol son nuestros padres. De niños, los amamos y jugamos con ellos. Cuando crecemos los dejamos solos; regresamos a ellos cuando los necesitamos, 92 93
  • 33. o cuando estamos en problemas. No importa lo que sea, siempre están allí pura darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Usted puede pensar que el muchacho es cruel con el árbol, pero ¿no es así como tratamos a veces a nuestros padres7 . A PREGUNTA MÁS IMPORTANTE* En cierta ocasión, durante mi segundo semes- tre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última: “¿Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?” Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero, ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen sin contestar la última pregunta. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la calificación. “Definitivamente —con- testó. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellas L 94 95 merecen su atención y cuidado, aun si ustedes sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!” Nunca olvidé esa lección, y supe luego que su nombre era Dorothy. Todos somos impor- tantes. Este es un curso acelerado de relaciones humanas en el trabajo. A propósito, ¿ya se hizo la misma pregunta ? 96
  • 34. A RANITA SORDA* Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo. Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les L 97 explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco. La palabra tiene poder de vida y de muerte. Una voz de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudarle a terminar el día, mientras que una palabra negativa puede acabar por destruirlo. Cualquiera puede decir palabras que roben a los demás el espíritu que les permite seguir la lucha en medio de tiempos difíciles. Tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos. ORTUNAS DEL CAMPO* Cierta vez un acaudalado padre de familia lle- vó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que este viera cuán pobres eran ciertas personas y comprendiera el valor de las cosas y. lo afortunados que eran ellos. Estuvieron un día y una noche en la granja de una familia campesina muy humilde. Al con- cluir el viaje, ya de regreso en casa, le pregun- tó a su hijo: — ¿Qué te pareció el viaje? — ¡Muy bonito, papá! — ¿Viste qué tan pobre y necesitada puede ser la gente? —Sí. — ¿Y qué aprendiste? F 98 99
  • 35. —Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina de veinticinco metros, ellos un riachuelo sin fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta el muro de la casa, el de ellos hasta el horizonte. Especialmente, papá, vi que ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia. Tú y mi mamá deben trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo. El padre se quedó mudo y el niño agregó: —Gracias, papá, por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser. UXILIO EN LA LLUVIA* Una noche, a las 11:30 p.m., una mujer afroamericana de edad avanzada estaba parada en el borde de una autopista de Alabama bajo una fuerte tormenta. Su automóvil se había descompuesto y necesitaba desesperadamente que alguien la llevara. Empapada, decidió hacerle señas al próximo carro que pasara. A pesar de ser una época de agudos conflictos raciales, un joven blanco se detuvo a ayudarla, la llevó a un lugar seguro y la puso en un taxi. La señora, que parecía bastante apurada, anotó la dirección del joven, le agradeció y se fue. Siete días después, tocaron a la puerta de la casa del joven. Para su sorpresa, era un paquete a su nombre: un televisor de pantalla gigante con una nota que decía: A 100 101 “Muchísimas gracias por ayudarme en la autopista la otra noche. La lluvia anegó no sólo mi ropa sino mi espíritu. Entonces apareció usted. Gracias a usted, pude llegar al lado de la cama de mi marido agonizante, justo antes de que muriera. Dios lo bendiga por ayudarme y por servir a otros des- interesadamente. “Sinceramente, la señora de Nat King Cole” 102
  • 36. ECUERDA A QUIENES SIRVES* En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un esta- blecimiento y se sentó en una mesa. La mesera puso un vaso de agua enfrente de él. — ¿Cuánto cuesta un helado con chocolate y maní? —preguntó el niño. —Cincuenta centavos —respondió la mujer. El niño sacó la mano del bolsillo y examinó las monedas. — ¿Cuánto cuesta un helado solo? —volvió a preguntar. Algunas personas esperaban mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente. —Veinticinco centavos —dijo bruscamente. El niño volvió a contar las monedas. —Quiero el helado solo —dijo. R 103 La mesera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se retiró. El niño terminó el hela- do, pagó en la caja y salió. Cuando la mesera volvió a limpiar la mesa, le costó tragar saliva al ver que allí, ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos: su propina. Jamás juzgues a alguien antes de saber por qué. OS OBSTÁCULOS EN NUESTRO CAMINO* Un rey puso una gran roca en medio del camino, obstaculizando el paso. Luego se escondió para ver si alguien la retiraba. Los comerciantes más adinerados del reino y algunos cortesanos que pasaron simplemen- te rodearon la roca. Muchos culparon al rey de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para retirar el obstáculo. Entonces llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. La dejó en el piso y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo lo- gró. Mientras recogía su carga, encontró una cartera en el piso, justo donde había estado la roca. Contenía muchas monedas de oro y una L 104 105
  • 37. nota del rey, indicando que esa era la recom- pensa para quien despejara el camino. El campesino aprendió lo que los otros nun- ca entendieron. Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar la propia condición. ¡Si alguna vez cae, levántese y siga adelante! AR Y PERDER LA VIDA* Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivi- do a la misma enfermedad y había desarrolla- do los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Yo lo vi dudar por un mo- mento antes de tomar un gran suspiro y decir: “Sí, lo haré si eso salva a Liz”. Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su her- D 106 107 mana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las me- jillas de la niña. De pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: “¿A qué hora empezaré a morir?” No había comprendido al doctor: pensaba que tendría que darle toda su sangre a su her- mana. Y aun así había aceptado. Da todo por quienes amas. Ama como nunca lo has hecho. No desprecies la amistad de tus amigos. Vive cada día con fe, amor y paz. 108
  • 38. L COLECCIONISTA DE INSULTOS En los días que corren es conveniente cederle un espacio a esta alegoría budista que transcribe Paulo Coelho y que hará pensar a muchos. Cerca de Tokio vivía un gran samuray, ya an- ciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su in- teligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había per- dido una batalla. Conociendo la reputación del E 109 viejo samuray, estaba allí para derrotarlo y au- mentar aún más su fama. Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas pie- dras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza. Decepcionados por el hecho de que su maes- tro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: —¿Cómo ha podido soportar tanta indig- nidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros? El viejo samuray repuso: —Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo? —Por supuesto, a quien intentó entregarlo —respondió uno de los discípulos. —Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos —añadió el maestro—. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo. Nadie nos agrede o nos hace sentir mal: somos los que decidimos cómo sentirnos. No culpemos a nadie por nuestros sentimientos: somos los únicos responsables de ellos. Eso es lo que se llama asertividad. 110 111
  • 39. AS TRES REJAS* El joven discípulo de un filósofo sabio llegó a casa de este y le dijo: —Maestro, un amigo suyo estuvo hablando de usted con malevolencia. —¡Espera! —lo interrumpió el filósofo—. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme? —¿Las tres rejas? —Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Es- tás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto? —No; lo oí comentar a unos vecinos. —Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien? —No, en realidad no. Al contrario... — ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te in- quieta? —A decir verdad, no. —Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, se- pultémoslo en el olvido. Cuántos malos ratos podríamos evitar si some- tiéramos a esas tres rejas todo lo que decimos... L 112 113 A CASA IMPERFECTA* Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de al- guna manera. El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el últi- mo esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacía. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus L 114 ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera. Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las lla- ves de la puerta principal. “Esta es tu casa, que- rido amigo —dijo—. Es un regalo para ti”.
  • 40. Si el albañil hubiera sabido que estaba cons- truyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido! Construimos nuestras vidas de manera distraída, reaccionando cuando deberíamos actuar, y sin poner en esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces de repente vemos la situación que hemos creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Si lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente. La conclusión es que debemos pensar como si estuviésemos construyendo nuestra casa. Cada día clavamos un clavo, levantamos una pared o edificamos un techo. Construir con sabiduría es 115 la única regla que podemos reforzar en nuestra existencia. Inclusive si la vivimos sólo por un día, ese día merece ser vivido con gracia y dignidad. La vida es como un proyecto de hágalo-usted- mismo. Su vida, ahora, es el resultado de sus ac- titudes y elecciones del pasado. ¡Su vida de ma- ñana será el resultado de sus actitudes y elecciones de hoy! L VIOLÍN DE PAGANINI* Hubo un gran violinista llamado Paganini. Al- gunos decían que era una persona extraña. Otros, que había en él algo sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, y por eso nadie quería perder la oportunidad de verlo tocar. Una noche, el escenario estaba repleto de admiradores preparados para recibirlo. La or- questa entró y fue aplaudida. El director entró y recibió una gran ovación. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. El violinista se puso el instrumento en el hombro, y lo que siguió fue indescriptible: blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecían tener alas y volar al to- que de aquellos dedos encantados. E 116 117
  • 41. De repente, un sonido extraño interrumpió el ensueño de la platea: una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto. El director paró. La orquesta se calló. El público estaba en suspenso. Pero Paganini no se detuvo. Mirando su partitura, continuó extrayendo so- nidos deliciosos de su violín atrofiado. El di- rector y la orquesta, admirados, volvieron a tocar. Cuando el público se tranquilizó, de repente otro sonido perturbador atrajo su atención. Otra cuerda del violín se rompió. El director y la orquesta pararon de nuevo, mas Paganini continuó como si nada hubiera ocurrido. Im- presionados, los músicos volvieron a tocar. Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todos los asis- tentes, asombrados, gritaron un “¡oohhh!” que retumbó por la sala: otra cuerda del violín se había roto. El director y la orquesta se detu- vieron. La respiración del público cesó. Pero Paganini seguía: como un contorsionista mu- sical, arrancaba todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba al destruido violín. El director, embelesado, se animó, y la orquesta volvió a tocar con mayor entusiasmo. El público iba del silencio a la euforia, de la inercia al delirio. Paganini alcanzó la gloria, y su nombre co- rrió a través del tiempo. No fue apenas un vio- linista genial, sino el símbolo del profesional que continúa adelante aun ante lo imposible. Cuando todo parece derrumbarse, démonos una oportunidad y sigamos adelante; despertemos al Paganini que existe en nuestro interior. La celebridad es el arte de continuar donde otros resuelven parar. 118 119 L PERRITO COJO* El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: “Cachorros en ven- ta”. Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó: —¿Cuál es el precio de los perritos? El dueño contestó: —Entre treinta y cincuenta dólares. El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas. —Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos? El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inme- diatamente señaló al cachorrito rezagado. —¿Qué le pasa a ese perrito? —preguntó. E 120
  • 42. El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó: — ¡Ese es el perrito que yo quiero comprar! Y el hombre replicó: —No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo. El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo: —No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo. El hombre contestó: —Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros. El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: —Bueno, yo no puedo correr muy bien tam- poco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda. 121 El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo: —Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú. En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente. L ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS* El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su corta- dora eléctrica se había dañado, haciéndole per- der una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sor- prendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pe- queños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa. E 122 123
  • 43. De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curio- sidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes. “Este es mi árbol de problemas —contestó— . Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo sonriendo— es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”. MPUJA LA VAQUITA Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias. La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo: —En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir? El hombre respondió calmadamente: —Amigo mío, nosotros tenemos una vaqui- ta que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cam- biamos por otros alimentos en la ciudad veci- E na, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo. 124 125 El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo: —¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala! El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencio absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria. Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lu- gar para contarle la verdad a la familia y pedir- le perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproxi- maba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpáti- co, al cual preguntó por las personas que vi- vían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre le respondió que allí seguían. Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maes- 126
  • 44. tro. Elogió el lugar y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita: — ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida? Emocionado, el hombre le respondió: —Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabía- mos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora. Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona de confort. Estamos tan conformes con el estado de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpre- sivo para darnos cuenta de que la seguridad pue- de ser nuestra peor consejera y de que nos impide ver el horizonte. 127 L ECO Un padre y su hijo estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, lasti- mándose, y gritó: — ¡Aaaaaayyyy! Para su sorpresa, oyó una voz que repetía, en algún lugar de la montaña: — ¡Aaaaaayyyy! Con curiosidad, el niño gritó: — ¿Quién está ahí? Y recibió esta respuesta: — ¿Quién está ahí? Enojado, gritó: — ¡Cobarde! Y escuchó: — ¡Cobarde! El niño miró al padre y le preguntó: — ¿Qué sucede, papá? El hombre, sonriendo, le dijo: —Hijo mío, presta atención —y gritó hacia la montaña—: ¡Te admiro! E Y la voz le respondió: — ¡Te admiro! De nuevo, el hombre gritó: — ¡Eres un campeón! Y la voz le respondió: — ¡Eres un campeón! El niño estaba asombrado, pero no entendía nada. Entonces el padre le explicó: — La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Si desea más amor en el mundo, cree más amor a su alrededor. Si anhela felicidad, dé felicidad a quienes lo rodean. Si quiere una sonrisa en el alma, dé una sonrisa al alma de las personas que conoce. Esto se aplica a todos los aspectos de la vida. Ella nos da de regreso exactamente lo que le hemos dado. Nuestra vida no es una coincidencia, sino un reflejo de nosotros mismos. 128 129