4. ¿Y saben por qué era maravillosa? Por muchos
motivos, pero el más fabuloso de todos, era que
tenía el poder de hacer feliz a cualquiera que
pasara por ella.
5. Los chicos jugaban sin parar con otros chicos, en
la hamaca, en el tobogán, en el sube y baja, en el
arenero… ¡cuántas sonrisas y caras contentas se
veían en esta plaza!
6. Los papás estaban felices de ver a sus niños
divertirse… y ni les cuento los abuelos… los
abuelos vivían con gran placer y emoción ese
momento compartido.
7. También se veían chicos más grandes, esos que
van a la otra escuela, sentados sobre mantas en el
suelo, tomando mate con sus amigos y
escuchando música.
8. Otros jugando partidos de fútbol gritando goles a
los cuatro vientos cuando la pelota entraba en
algún arco armado con buzos o piedras.
9. Había personas adultas leyendo libros en los
bancos de la plaza y bebés súper pequeños
disfrutando del paseo en cochecito.
10. La plaza tenía un poder especial, un poder que
lograba que desde el niño más pequeño al abuelo
más grande vivieran un momento de felicidad
único, de esos que llenan el alma.
11. Pero no vayan a pensar que sólo la gente era
feliz... Los perros, sin sus correas, iban de un lado
hacia otro, persiguiéndose, jugando con sus
dueños, con los chicos, con los gatos,
interrumpiendo los partidos de fútbol.
12. Las palomas y los pájaros se hacían un festín con
las migas de pan o semillas que les daban de
comer los pequeños.
14. Pero, como siempre hay un pero, en esta plaza
sucedía algo que nadie percibía.
Les cuento un secreto, los juegos de la plaza
también tenían sentimientos. Les encantaba que
los niños jugaran sin parar, ellos hacían lo posible
por estar siempre sanos y bien predispuestos para
que todos pudieran divertirse.
15. Pero algo pasaba, algo había cambiado en este
último tiempo.
Muchos juegos estaban agotados, cansados
porque no todos los chicos los respetaban y
cuidaban.
16. Los chicos no respetaban su turno para jugar y es
así como varios se subían todos juntos al sube y
baja, y el pobre no dejaba de hacer fuerza para
mantener a todos seguros. Así es como empezó a
quebrarse su madera y a aflojarse sus
agarraderas…
17. Y ni hablar de las hamacas, mientras algunos
bailoteaban, otros se enroscaban y se paraban
sobre ellas… las cadenas se golpeaban, los
asientos se empezaron a ensuciar y
resquebrajarse y nadie se percataba del dolor que
sentían estos juegos, estos juegos que lo único
que querían era que los chicos fueran felices.
18. Lo mismo sucedía con el pasa manos que ya
empezaba a oxidarse por los mensajes que
escribían rayando su cuerpo.
19. Y ni hablar del arenero… ya no tenía sólo arena,
ahora encontrábamos envoltorios de caramelos,
chicles, botellas, papeles de todo tipo…
20. Por qué será que nadie se da cuenta de que si no
nos ocupamos de la plaza, poco a poco se irá
perdiendo la magia de ese lugar tan especial que
nos hace tan felices.
21. ¿En qué momento dejamos de fijarnos qué le
pasa al otro y dejamos de cuidarlo?
22. Por suerte, en esta plaza aún hay un cuidador que
se ocupa diariamente de reparar y limpiar los
juegos y el lugar. Día a día encuentra niños
entusiasmados, que lo quieren ayudar con el
trabajo.
23. Él, les da una tarea que pueden hacer mejor que
nadie… una tarea súper especial… hablar con sus
amigos para que entre todos cuidemos los lugares
comunes de los que tanto disfrutamos.