El autor recuerda cómo su perro Coto desapareció mientras exploraban un área con barrancos cerca de su pueblo natal Tibi cuando tenía 15 años. Mientras buscaba a Coto desesperadamente, escuchó sus lamentos que provenían de un gran agujero debajo de un árbol muerto. Al acercarse, descubrió que Coto estaba atrapado en un túnel subterráneo excavado de forma irregular.
Este documento es un relato escrito en primera persona por un pavo que describe su vida en el campo y su viaje forzado a la corte. El pavo narra sus costumbres diarias en el campo, como buscar comida y cortejar a su pareja. Luego es llevado a la corte contra su voluntad, donde experimenta un gran choque al encontrar la ciudad sucia, peligrosa y abarrotada en comparación con su tranquila vida rural. El pavo expresa nostalgia por su hogar y sufre por la incertidumbre de su futuro.
Este documento presenta una introducción escrita en primera persona por Colas Breugnon, un hombre borgoñón de 50 años. Breugnon explica por qué ha decidido escribir un libro, a pesar de no estar seguro de para quién lo escribe. A continuación, hace un breve inventario de sus posesiones, incluyendo su casa, su esposa, sus hijos, nietos y animales. Breugnon proporciona detalles humorísticos sobre su matrimonio y relación con su esposa, así como sobre su hija Martine.
El hombre que plantaba árboles. Jean Giono.Semper Virens
Este documento resume la historia de Eleazar Bouffier, un hombre que decidió plantar árboles en una región desolada de los Alpes francesas. Bouffier había perdido a su familia y comenzó a plantar encinos y otros árboles para contrarrestar la deforestación. En tres años había plantado 100,000 árboles. El autor conoció a Bouffier y observó su meticuloso proceso de selección y plantación de semillas. Bouffier plantaba árboles sin importarle la propiedad de la tierra, con la esper
Este documento presenta un resumen de varios cuentos cortos de autores latinoamericanos. Incluye un prólogo que describe la importancia y popularidad de los cuentos a través de la historia y las culturas. Luego presenta resúmenes de 12 cuentos diferentes, incluyendo información sobre los autores y breves sinopsis de cada historia.
Este documento presenta un resumen de la historia corta "El Hombre que Plantaba Árboles" de Jean Giono. Narra la historia de Eleazar Bouffier, un pastor solitario de mediana edad que decide plantar árboles en una región desolada de los Alpes donde antes no crecía nada. A lo largo de varios años, Bouffier planta cientos de miles de bellotas de encino y hayas, aunque sabe que muchas no germinarán. Su único objetivo es revivir el paisaje y dejar su huella a través de
Este documento presenta un resumen de la novela corta "El Hombre que Plantaba Árboles" de Jean Giono. Narra la historia de un pastor solitario que vive en una región desolada de los Alpes franceses y pasa sus días cuidadosamente seleccionando bellotas para plantar encinas, con la esperanza de reforestar la zona. El narrador conoce al pastor mientras viaja por la región y queda impresionado por su dedicación silenciosa y solitaria a la siembra de árboles a lo largo
Este documento es una recopilación de cuentos cortos de la autora Carola Baratti. El primer cuento narra la experiencia de la protagonista en Brasil, donde conoce a un hombre llamado Batman y luego a otro llamado Guzy. El segundo cuento trata sobre el viaje de la protagonista a la casa de Guzy en Curitiba después de aceptar su invitación, solo para descubrir que Guzy no estaba.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de la novela "Entre hormigueos" de Santiago Martín Moreno. En el prólogo, el autor reflexiona sobre la percepción humana limitada y la posibilidad de conexión con otros reinos. En el primer capítulo, una mujer llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Cabezota mientras está sentada en un banco. Intercambian información sobre sus vidas y Cabezota sorprende a Dolita con sus amplios conocimientos sobre las hormigas.
Este documento es un relato escrito en primera persona por un pavo que describe su vida en el campo y su viaje forzado a la corte. El pavo narra sus costumbres diarias en el campo, como buscar comida y cortejar a su pareja. Luego es llevado a la corte contra su voluntad, donde experimenta un gran choque al encontrar la ciudad sucia, peligrosa y abarrotada en comparación con su tranquila vida rural. El pavo expresa nostalgia por su hogar y sufre por la incertidumbre de su futuro.
Este documento presenta una introducción escrita en primera persona por Colas Breugnon, un hombre borgoñón de 50 años. Breugnon explica por qué ha decidido escribir un libro, a pesar de no estar seguro de para quién lo escribe. A continuación, hace un breve inventario de sus posesiones, incluyendo su casa, su esposa, sus hijos, nietos y animales. Breugnon proporciona detalles humorísticos sobre su matrimonio y relación con su esposa, así como sobre su hija Martine.
El hombre que plantaba árboles. Jean Giono.Semper Virens
Este documento resume la historia de Eleazar Bouffier, un hombre que decidió plantar árboles en una región desolada de los Alpes francesas. Bouffier había perdido a su familia y comenzó a plantar encinos y otros árboles para contrarrestar la deforestación. En tres años había plantado 100,000 árboles. El autor conoció a Bouffier y observó su meticuloso proceso de selección y plantación de semillas. Bouffier plantaba árboles sin importarle la propiedad de la tierra, con la esper
Este documento presenta un resumen de varios cuentos cortos de autores latinoamericanos. Incluye un prólogo que describe la importancia y popularidad de los cuentos a través de la historia y las culturas. Luego presenta resúmenes de 12 cuentos diferentes, incluyendo información sobre los autores y breves sinopsis de cada historia.
Este documento presenta un resumen de la historia corta "El Hombre que Plantaba Árboles" de Jean Giono. Narra la historia de Eleazar Bouffier, un pastor solitario de mediana edad que decide plantar árboles en una región desolada de los Alpes donde antes no crecía nada. A lo largo de varios años, Bouffier planta cientos de miles de bellotas de encino y hayas, aunque sabe que muchas no germinarán. Su único objetivo es revivir el paisaje y dejar su huella a través de
Este documento presenta un resumen de la novela corta "El Hombre que Plantaba Árboles" de Jean Giono. Narra la historia de un pastor solitario que vive en una región desolada de los Alpes franceses y pasa sus días cuidadosamente seleccionando bellotas para plantar encinas, con la esperanza de reforestar la zona. El narrador conoce al pastor mientras viaja por la región y queda impresionado por su dedicación silenciosa y solitaria a la siembra de árboles a lo largo
Este documento es una recopilación de cuentos cortos de la autora Carola Baratti. El primer cuento narra la experiencia de la protagonista en Brasil, donde conoce a un hombre llamado Batman y luego a otro llamado Guzy. El segundo cuento trata sobre el viaje de la protagonista a la casa de Guzy en Curitiba después de aceptar su invitación, solo para descubrir que Guzy no estaba.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de la novela "Entre hormigueos" de Santiago Martín Moreno. En el prólogo, el autor reflexiona sobre la percepción humana limitada y la posibilidad de conexión con otros reinos. En el primer capítulo, una mujer llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Cabezota mientras está sentada en un banco. Intercambian información sobre sus vidas y Cabezota sorprende a Dolita con sus amplios conocimientos sobre las hormigas.
Este documento presenta un prólogo y la primera parte de una novela titulada "Entre hormigueos". En el prólogo, el autor reflexiona sobre la capacidad humana para percibir otros reinos más allá de los sentidos. La primera parte introduce a la protagonista hablando con una hormiga que se presenta como independiente y le cuenta sobre las actividades de recogida y procesamiento de alimentos que realizan las hormigas.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de la novela "Entre hormigueos" de Santiago Martín Moreno. En el prólogo, el autor reflexiona sobre la percepción humana limitada y la posibilidad de conexión con otros reinos. En el primer capítulo, una chica llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Cabezota mientras está sentada en un banco junto a un lago, y conversan sobre sus vidas y el mundo de las hormigas.
El documento presenta las memorias de un pavo que fue llevado de una granja a la corte. En la corte, el pavo sufrió maltrato y privaciones hasta que finalmente fue llevado a una buhardilla oscura donde se dio cuenta que sería cocinado para la cena. Las memorias del pavo están escritas en papeles que fueron encontrados dentro de su cuerpo por los comensales durante la cena.
Este documento es una sinopsis de la novela "Born" de Tara Brown. Resume la historia de Emma, quien ha vivido aislada durante 10 años desde que el mundo se derrumbó. Emma realiza viajes ocasionales para recoger suministros de una vieja granja. En su último viaje, escucha un golpe en la puerta de su cabaña por una chica que busca ayuda para su hermano. Ahora Emma debe decidir si confiar en otros nuevamente.
Cuento de ciencia ficción ciberpunk, escrito por Luis Bermer. En un futuro consumido por la lluvia ácida, entre otros horrores, cada uno sobrevive como puede.
Este documento describe la escena después de que Daniel encuentra a Vera inconsciente al pie de la escalera de su casa. Vera sufrió un traumatismo craneal grave y fue llevada al hospital, donde se encuentra en coma inducido con múltiples lesiones y conectada a máquinas que controlan sus signos vitales. Daniel se sienta junto a ella en la habitación oscura, tocando su cabeza y sintiendo la profunda quietud, aunque el médico le indica que es improbable que Vera pueda oírlo o percibir su presencia en ese
El documento narra la historia de un viaje a Entre Ríos de un niño llamado Albertito con su padre. Durante la visita a la casa de un pariente lejano, Albertito conoce a Marita, la hija menor de 14 años, y los dos comparten un primer beso en un maizal detrás de la casa. Albertito experimenta una variedad de emociones durante este encuentro y queda maravillado por su primer beso. Al final del viaje, Albertito le pregunta a su padre cuándo volverán para poder ver a Marita nuevamente.
El protagonista, un niño de 13 años llamado Albertito, acompaña a su padre en un viaje por Entre Ríos. Se detienen en la casa de un pariente lejano donde Albertito se siente incómodo socializando con extraños. La hija menor, Marita, lo invita a jugar y lo lleva a un maizal donde, para sorpresa de Albertito, lo besa por primera vez despertando nuevas sensaciones en él.
Este documento presenta un resumen de la novela corta "El Hombre que Plantaba Árboles" de Jean Giono. Narra la historia de un hombre solitario que vive en una región desolada de los Alpes franceses y dedica su vida a plantar árboles, transformando el paisaje. El narrador conoce a este hombre mientras viaja por la región y queda impresionado por su dedicación y trabajo constante para reforestar la zona, a pesar de no recibir ninguna recompensa. El documento también incluye una
El documento narra la historia de un pastor llamado Eleazar Bouffier que dedicó su vida a plantar árboles en una región árida y desolada de los Alpes franceses. Comenzó plantando cien mil bellotas de encino y con el tiempo creó un bosque de once kilómetros de largo. A pesar de las dificultades, continuó su labor de reforestación durante décadas sin descanso, transformando completamente el paisaje.
Jean giono el hombre que plantaba arbolesNelson Molina
El documento resume la novela de Jean Giono "El Hombre que Plantaba Árboles". Narra la historia de Eleazar Bouffier, un pastor solitario de 55 años que decide plantar árboles en la desolada región donde vive. A los 3 años ya había plantado 100,000 bellotas de encino, aunque sólo 20,000 germinaron. El objetivo de Bouffier era reforestar la tierra y dejar su marca, aunque no esperaba recompensa.
El segundo anillo de poder de carlos castaneda r1.0victoria bravo
Carlos Castaneda regresa a México para buscar a Pablito y Néstor, dos de los aprendices de don Juan, con el fin de resolver sus dudas. Al llegar a la casa de Pablito, se encuentra con que doña Soledad, la madre de Pablito, ha sido transformada y ahora irradia una gran energía y vitalidad, en lugar de parecer una anciana indefensa como antes. Doña Soledad le dice a Carlos que ha sido transformada. Carlos queda sorprendido por el cambio en doña Soledad y se da cuenta de que no la había conocido
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". En el prólogo, el autor reflexiona sobre la capacidad humana para percibir otros reinos más allá de lo sensorial. En el primer capítulo, una mujer llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Choly mientras está sentada junto a un lago. Choly le habla sobre la inteligencia y la sociedad de las hormigas.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". Narra una conversación entre una mujer que está sentada junto a un seto tocando la guitarra y una hormiga que pasa arrastrando un trozo de cáscara de avellana. La hormiga le explica a la mujer que las hormigas se dedican a la agricultura y la ganadería, ordeñando pulgones. La conversación continúa con la mujer mostrando interés en la vida de la hormiga y viceversa.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". En el prólogo, el autor reflexiona sobre la capacidad humana para percibir otros reinos más allá de lo sensorial. En el primer capítulo, una mujer llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Choly mientras está sentada junto a un lago. Choly le habla sobre la inteligencia y la sociedad de las hormigas.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". Narra una conversación entre una mujer que está sentada junto a un seto tocando la guitarra y una hormiga que pasa arrastrando un trozo de cáscara de avellana. La hormiga le explica a la mujer que las hormigas se dedican a la agricultura y la ganadería, ordeñando pulgones. La conversación continúa con la mujer mostrando interés en la vida de la hormiga y viceversa.
Este documento es una traducción al español del prólogo de la novela "No Place Like Oz" de Danielle Paige. Narra la historia desde la perspectiva de Dorothy Gale, quien regresa a Kansas después de sus aventuras en Oz pero extraña la magia y la emoción de ese mundo. A pesar de estar agradecida con su familia, Dorothy sueña con volver a Oz.
DON SANDALIO, JUGADOR DE AJEDREZ (1930) Miguel de UnamunoJulioPollinoTamayo
Este documento presenta un fragmento de la novela "Don Sandalio, jugador de ajedrez" de Miguel de Unamuno. Narra la historia de un hombre que huye de la sociedad debido a su misantropía y aversión a la tontería humana. Se refugia en la naturaleza, pero eventualmente se une al casino local donde descubre a Don Sandalio, un misterioso hombre que parece dedicarse solo a jugar ajedrez en silencio, despertando la curiosidad del narrador.
Aliolé 13 en la docena lagunas tello, rubén lateru82 arreboss artRUBÉN LAGUNAS TELLO
Este documento cuenta la historia de Pim, un gallo que nació en una granja y se enamoró de Henny, una gallina recién llegada. Pim intentó volar pero se cayó y se rompió un ala. Henny lo cuidó y desde entonces Pim encontró su lugar a su lado. Pasaban tiempo juntos bailando y paseando. Pim empezó a querer a Henny a medida que la iba conociendo. Aunque sus nortes eran diferentes, para Pim ella era la gallina más bonita. Extrañaba a Henny cuando llev
Este documento presenta un prólogo y la primera parte de una novela titulada "Entre hormigueos". En el prólogo, el autor reflexiona sobre la capacidad humana para percibir otros reinos más allá de los sentidos. La primera parte introduce a la protagonista hablando con una hormiga que se presenta como independiente y le cuenta sobre las actividades de recogida y procesamiento de alimentos que realizan las hormigas.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de la novela "Entre hormigueos" de Santiago Martín Moreno. En el prólogo, el autor reflexiona sobre la percepción humana limitada y la posibilidad de conexión con otros reinos. En el primer capítulo, una chica llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Cabezota mientras está sentada en un banco junto a un lago, y conversan sobre sus vidas y el mundo de las hormigas.
El documento presenta las memorias de un pavo que fue llevado de una granja a la corte. En la corte, el pavo sufrió maltrato y privaciones hasta que finalmente fue llevado a una buhardilla oscura donde se dio cuenta que sería cocinado para la cena. Las memorias del pavo están escritas en papeles que fueron encontrados dentro de su cuerpo por los comensales durante la cena.
Este documento es una sinopsis de la novela "Born" de Tara Brown. Resume la historia de Emma, quien ha vivido aislada durante 10 años desde que el mundo se derrumbó. Emma realiza viajes ocasionales para recoger suministros de una vieja granja. En su último viaje, escucha un golpe en la puerta de su cabaña por una chica que busca ayuda para su hermano. Ahora Emma debe decidir si confiar en otros nuevamente.
Cuento de ciencia ficción ciberpunk, escrito por Luis Bermer. En un futuro consumido por la lluvia ácida, entre otros horrores, cada uno sobrevive como puede.
Este documento describe la escena después de que Daniel encuentra a Vera inconsciente al pie de la escalera de su casa. Vera sufrió un traumatismo craneal grave y fue llevada al hospital, donde se encuentra en coma inducido con múltiples lesiones y conectada a máquinas que controlan sus signos vitales. Daniel se sienta junto a ella en la habitación oscura, tocando su cabeza y sintiendo la profunda quietud, aunque el médico le indica que es improbable que Vera pueda oírlo o percibir su presencia en ese
El documento narra la historia de un viaje a Entre Ríos de un niño llamado Albertito con su padre. Durante la visita a la casa de un pariente lejano, Albertito conoce a Marita, la hija menor de 14 años, y los dos comparten un primer beso en un maizal detrás de la casa. Albertito experimenta una variedad de emociones durante este encuentro y queda maravillado por su primer beso. Al final del viaje, Albertito le pregunta a su padre cuándo volverán para poder ver a Marita nuevamente.
El protagonista, un niño de 13 años llamado Albertito, acompaña a su padre en un viaje por Entre Ríos. Se detienen en la casa de un pariente lejano donde Albertito se siente incómodo socializando con extraños. La hija menor, Marita, lo invita a jugar y lo lleva a un maizal donde, para sorpresa de Albertito, lo besa por primera vez despertando nuevas sensaciones en él.
Este documento presenta un resumen de la novela corta "El Hombre que Plantaba Árboles" de Jean Giono. Narra la historia de un hombre solitario que vive en una región desolada de los Alpes franceses y dedica su vida a plantar árboles, transformando el paisaje. El narrador conoce a este hombre mientras viaja por la región y queda impresionado por su dedicación y trabajo constante para reforestar la zona, a pesar de no recibir ninguna recompensa. El documento también incluye una
El documento narra la historia de un pastor llamado Eleazar Bouffier que dedicó su vida a plantar árboles en una región árida y desolada de los Alpes franceses. Comenzó plantando cien mil bellotas de encino y con el tiempo creó un bosque de once kilómetros de largo. A pesar de las dificultades, continuó su labor de reforestación durante décadas sin descanso, transformando completamente el paisaje.
Jean giono el hombre que plantaba arbolesNelson Molina
El documento resume la novela de Jean Giono "El Hombre que Plantaba Árboles". Narra la historia de Eleazar Bouffier, un pastor solitario de 55 años que decide plantar árboles en la desolada región donde vive. A los 3 años ya había plantado 100,000 bellotas de encino, aunque sólo 20,000 germinaron. El objetivo de Bouffier era reforestar la tierra y dejar su marca, aunque no esperaba recompensa.
El segundo anillo de poder de carlos castaneda r1.0victoria bravo
Carlos Castaneda regresa a México para buscar a Pablito y Néstor, dos de los aprendices de don Juan, con el fin de resolver sus dudas. Al llegar a la casa de Pablito, se encuentra con que doña Soledad, la madre de Pablito, ha sido transformada y ahora irradia una gran energía y vitalidad, en lugar de parecer una anciana indefensa como antes. Doña Soledad le dice a Carlos que ha sido transformada. Carlos queda sorprendido por el cambio en doña Soledad y se da cuenta de que no la había conocido
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". En el prólogo, el autor reflexiona sobre la capacidad humana para percibir otros reinos más allá de lo sensorial. En el primer capítulo, una mujer llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Choly mientras está sentada junto a un lago. Choly le habla sobre la inteligencia y la sociedad de las hormigas.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". Narra una conversación entre una mujer que está sentada junto a un seto tocando la guitarra y una hormiga que pasa arrastrando un trozo de cáscara de avellana. La hormiga le explica a la mujer que las hormigas se dedican a la agricultura y la ganadería, ordeñando pulgones. La conversación continúa con la mujer mostrando interés en la vida de la hormiga y viceversa.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". En el prólogo, el autor reflexiona sobre la capacidad humana para percibir otros reinos más allá de lo sensorial. En el primer capítulo, una mujer llamada Dolita conoce a una hormiga independiente llamada Choly mientras está sentada junto a un lago. Choly le habla sobre la inteligencia y la sociedad de las hormigas.
Este documento presenta el prólogo y el primer capítulo de una novela titulada "Entre hormigueos". Narra una conversación entre una mujer que está sentada junto a un seto tocando la guitarra y una hormiga que pasa arrastrando un trozo de cáscara de avellana. La hormiga le explica a la mujer que las hormigas se dedican a la agricultura y la ganadería, ordeñando pulgones. La conversación continúa con la mujer mostrando interés en la vida de la hormiga y viceversa.
Este documento es una traducción al español del prólogo de la novela "No Place Like Oz" de Danielle Paige. Narra la historia desde la perspectiva de Dorothy Gale, quien regresa a Kansas después de sus aventuras en Oz pero extraña la magia y la emoción de ese mundo. A pesar de estar agradecida con su familia, Dorothy sueña con volver a Oz.
DON SANDALIO, JUGADOR DE AJEDREZ (1930) Miguel de UnamunoJulioPollinoTamayo
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Aliolé 13 en la docena lagunas tello, rubén lateru82 arreboss artRUBÉN LAGUNAS TELLO
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Agujero
1.
2. AGUJERO
por Elmer Ruddenskjrik
—Cerca del pantano de Tibi, fue. —Oigo que dice mi hijo, a mis espaldas, desde el comedor,
apenas distinguibles sus palabras entre el murmullo del agua del grifo bajo la que aclaro el jabón
de los platos—. Les dejamos explorar a su aire por las colinas, y a los quince minutos nos llegó
con las dos rodillas raspadas. Cuando no es Bruno, es Cloe, pero así andan los dos, rifándose las
magulladuras. Tienen un talento natural para irse dejando pedazos de carne por el campo o la
montaña: ya sea sobre grava suelta, roca viva, agreste bosque de ramas secas… son un par de
todoterrenos. Pero se lo pasan bomba. Yo me alegro de que les mole tanto el andar por ahí. Veo a
los hijos de los demás tan enganchados a los móviles y los videojuegos que da hasta penuca…
Termino de aclarar el agua del último plato y, antes de dejarlo encajado en el sencillo escurridor
de plástico, le saco un leve tintineo con un golpe seco del garfio prostético que sustituye mi mano
derecha. El resto de la velada permanezco callado, dejando que mi hijo, mi nuera y mi mujer sigan
hablando de distintas cosas sobre las que tengo poco que aportar, la verdad. Voy repasando los
sucesos en mi memoria, paso a paso, cuidadosamente, con tanto cuidado que soy capaz, por
momentos, de sentir los nervios de mi brazo mutilado sacudirse en ecos de dolor no lo bastante
lejanos. Espero, con paciencia, a que el cansancio haga mella en todos, y entonces abordo a mi
hijo, al que animo a tomar una última copa de vino, charlando, los dos solos, en el salón de la casa,
mientras en la tele se suceden irrelevantes sucesos en un programa cualquiera que insiste en
interrumpir las largas y sedantes cadenas de anuncios.
—¿Qué pasa, papá? —Me pregunta mi hijo, una vez recostado en el lado más usado del sofá.
Ambos damos un sorbo corto a nuestras copas, y luego suspiro dejando que todo el peso de mi
cuerpo sea recogido por mi viejo y fiable sillón. Ladeando un poco la cabeza hacia él, empiezo a
hablar.
—Es por eso que dijiste de Bruno y Cloe, dejándolos corretear por las colinas de los alrededores
de Tibi…
3. —Sí, ¿qué pasa con eso? —Me interrumpe. Puedo sentir que parece ponerse a la defensiva, como
si le juzgara como padre.
—Verás, hijo… No debes, bajo ningún concepto, perderlos de vista por esas tierras.
—¿De qué hablas, papá? ¿Cuándo has estado tú encima de mí, vigilándome? ¿Desde cuándo te
preocupa que se den los críos un golpe o dos por ahí?
—Tú no te has criado por esa zona, ya me ocupé yo de ello. —Mi hijo sacude la cabeza mientras
le da un nuevo sorbo al vino, impaciente—. Escucha, escúchame bien. Esto que te voy a contar es
algo que no sabe nadie. No quiero levantar la voz, ni quiero darte una lección, solo contarte lo que
hay, porque las cosas son como son. Debes saberlo, debes saberlo por tu bien, el de los críos y por
el de cualquiera que conozcas. Escucha.
»A pesar de que luego me establecí con tu madre bien lejos de allí, ya sabes que me crie en el
mismo Tibi. Cuando tenía quince años recién cumplidos, todavía tenía un perro. Coto. Sé que
tienes oída esa historia: la de que perdí la mano tratando de sacar a Coto del interior de una cueva
tras un derrumbamiento. Pero esa no es la verdad. Coto y yo nos pasábamos la vida correteando
por todo camino y descampado más o menos practicable que rodeara Tibi hasta decenas de
kilómetros. Me encantaba la sensación de libertad y de encontrarnos algo nuevo que acompañaba
a la exploración. Coto era incansable, y a veces podía tirarse casi una hora desaparecido,
anticipándose a mí o quedándose rezagado, no sé si persiguiendo ardillas por los bosques de pinos
o hurgando los secarrales en busca de topos. A ver, el perro tendría… yo qué sé, cinco o seis años
como mucho. No era ya un cachorro, pero se movía como si le ardiera siempre la cola. Era grande,
fuerte, lleno de vida. Volvía a mí, creo yo, cuando quería, cuando se aburría de lo suyo, quizá para
ver si yo estaba bien o para que le diera agua de mi cantimplora, que le brindaba sobre la palma de
esta misma mano, la que ahora sustituye este burdo garfio. Soy consciente de que, de alguna
manera, quizá con su privilegiado olfato, sabía siempre dónde me encontraba yo, por mucha que
fuera la distancia que nos separara. Pero hubo un día que no volvió a mí.
»Empezó a parecerme extraño llevar tanto tiempo caminando solo, así fue como me di cuenta.
Hacia rato que ambos habíamos dejado atrás los ejemplares más diminutos de la vegetación,
internándonos por un terreno de ondulaciones, de retorcidos barrancos de tierra pedregosa que se
comunicaban unos con otros en formas algo tortuosas, como por efecto de alguna antigua y
4. tormentosa riada repentina. El suelo era seco y duro, y quebradizo allí donde se solapaban bordes
de tierra seca que habían quedado suspendidos en el aire, esculpidos por torrentes de agua que en
algún momento habrían actuado como cuchillas por su velocidad e insistencia. Era media tarde,
pero sabía que debíamos empezar a volver ya si no quería que se nos hiciera de noche antes de
llegar al pueblo. Alcancé cuanto antes el borde más alto del barranco más cercano para otear, para
encontrar a Coto.
»Nada. Más allá de donde me encontraba, surcos gruesos se anudaban unos con otros dejando
pequeños altiplanos a mi alrededor. En el mejor de los casos no creo que llegara a una treintena de
metros lo que mi vista podía alcanzar. Lo llamé por su nombre, esperando, aunque lejana, la pronta
respuesta de su ladrido alegre, con el que siempre parecía mostrar una especie de cordial acuerdo
en acatar la orden. Pero nada, otra vez. Más desesperado por encontrarle cuanto antes, por dejar
de estar solo, que por ubicar la dirección de vuelta a casa, empecé a brincar de lado a lado de uno
y otro barranco, dando vueltas, subiendo al borde que me parecía el más alto en un momento, solo
para descubrirlo como otro punto de indistinta altura al instante siguiente. Di vueltas y vueltas, es
posible que incluso pisara varias veces sobre los mismos montículos. Llamaba a Coto
constantemente, apresurado, casi sin aliento entre el corretear arriba y abajo de las pendientes y el
constante pronunciar a pleno pulmón del nombre del perro. Tropezaba con mis propios pies cuando
alguna masa de rocas sueltas cedía bajo mi peso, o cuando algunas capas de tierra seca y alzada
sobre los estrechos cauces se rompían con el impacto de mis pasos. Ya estaba loco de dar vueltas,
derrengado por el absurdo frenesí, cuando me decidí a estarme quieto un momento, cada pie
apoyado al lado contrario del fondo de uno de aquellos riachuelos secos.
»Me calmé y respiré hondo. Fui consciente del sudor que se me amontonaba en gruesas gotas por
la frente. Allí abajo, esperé a refrescarme mientras ponía en orden mi mente. Lo único que tenía
que hacer era ubicar la dirección de regreso al pueblo y echar andar. No tenía que buscar a Coto.
Él me encontraría a mí. Y era hasta muy probable que se hubiera quedado rezagado y nos
reuniéramos de esa manera, al decidirme yo por volver. Calmado, refrescado por una suerte de
balsas de aire frío que parecían llenar los espacios de los barrancos, por fin me decidí a subir una
última vez y avanzar por los altiplanos en dirección lo más directa posible de regreso a casa.
»Hasta ahí, todo había vuelto a la normalidad, podríamos decir. Incluso me permití reírme de mí
mismo. Un chaval de quince años recién cumplidos, ¡lo que era prácticamente un hombre ya!,
5. volviéndose loco en un laberinto de barrancos porque estaba solo, sin su perro, unos minutos de
nada, y apenas a unos cuantos kilómetros de su casa, a la distancia de un paseo largo. ¡Era ridículo!
Pensándolo en frío, ni siquiera comprendía el proceso excepcional por el que había acabado por
adoptar aquel comportamiento. Nunca antes lo había experimentado, y en ese momento tampoco
sabía definirlo o denominarlo tal como era, pero ahora comprendo que había supuesto un ataque
de pánico. ¡Pánico!
»Ahora, recordando con tan sorprendente detalle la cadena de sucesos, me da incluso por pensar
que aquello pudiera haber sido una especie de premonición. Un presentimiento, un retorcimiento
sobrenatural de mi alma ante lo que estaba realmente aconteciendo. Pero que haya o no sido así,
es ahora, como lo fue entonces, del todo irrelevante. Seguí camino en dirección a Tibi, bien
orientado, hasta dejar de largo atrás el campo de escabrosos y pequeños barrancos. Los escuálidos
brotes casi secos de distintas plantas empezaron a asomar por el terreno, que se volvía más regular,
pasando de tierra pedregosa sin labrar a ocasionales segmentos de tierra anaranjada arada, quizá
hacía varios lustros. Matojos aquí y allá adornaban un campo árido del que tenía vista casi hasta
el mismo horizonte. Con una punzada de inquietud, pensé de nuevo en Coto. ¿Dónde podría estar
para no alcanzar a verlo? Me detuve un segundo para mirar atrás. El único sitio donde podría no
haberlo visto, teniéndolo incluso a unos cinco metros, era el campo de barrancos. ¿Estaría allí?
¿Tirado en alguno de aquellos lechos? ¿Incapaz de moverse o ladrar? ¿Quizá agonizando? No
podía ser. El sitio no era tan agreste como para ser peligroso de recorrer, y menos para un animal,
¡un perro!, que además estaba en la flor de la vida, como se suele decir. A Coto lo había visto
triscar por peñascos con una soltura que quizá no fuera equiparable a la de una cabra, pero desde
luego que lo hacía con la misma temeridad, y aunque esa leve punzada de duda me detuvo un
momento, mi absoluta confianza en el animal me animó a continuar. Estaba seguro de que, de un
momento a otro, el perro aparecería. Lo encontraría más adelante, afanado en rascar alguna
madriguera o retozando sobre alguna porquería, o llegaría a la carrera de una forma inaudita,
asustándome como otras muchas veces lo había hecho. Reanudé con paso firme el improvisado
camino de vuelta, seguro de Coto, de su natural cualidad para la manifestación espontánea cuando
uno menos se lo espera.
»Ya me había olvidado de él para centrarme en mi creciente sensación de hambre. Era pronto, más
bien la hora de la merienda, pero recuerdo a la perfección cómo se me hacía la boca agua pensando
6. en cenar las sobras del guiso de carne mechada que mi madre había preparado para comer. Solo
por llegar a casa cansado y con hambre de sobra para saborear con mayor deleite cualquier plato,
ya valía la pena nuestra costumbre de perdernos durante horas por los campos.
»Inesperadamente, me pareció oír el lamento inequívoco de Coto. Fue de forma tan leve que el
sonido llegó a mí, que en un primer momento hube de detenerme y aguantar la respiración para
cerciorarme de que aquella inconfundible voz se repetía. Y así fue. Un lánguido y largo quejido
del animal, más parecido al que llegaba a hacer cuando se asustaba que cuando en alguna ocasión
se hacía daño, pero mucho más triste y agónico, tremendamente desconsolado. Coto estaba
llorando, lloraba con tal pesar que ese lejano aullido puso dentro de mi pecho un peso que cayó
hacia las entrañas en una angustiosa sensación de náusea.
»Llamé a Coto, desesperado, mirando alrededor. No era capaz de ubicar de dónde procedía el
insistente lamento del perro. Todo era descampado, y a simple vista no parecía haber lugar en que
el animal pudiera haber quedado atascado, que se hubiera podido caer o donde estuviera tan solo
esperando a verme llegar, angustiado de alguna forma por no ser capaz de encontrarme antes. Me
moví desviándome a uno y otro lado de la dirección que me llevaba de vuelta a casa, tratando de
distinguir hacia donde debía seguir los aullidos. Casi sin ver, concentrado solo en seguir la señal
captada en mis oídos, di paso tras paso hasta pasar muy cerca de un almendro ennegrecido por
algún hongo, muerto mucho tiempo atrás. Cuando ya lo estaba pasando de largo, aún zigzagueando
por el secarral, me di cuenta de que el lamentable aullido de Coto venía de muy cerca del árbol.
Desde el suelo, como si el animal estuviera atrapado entre las raíces. Escuché con más atención, y
seguí un poco más los lamentos del perro hasta encontrar que un gran agujero se abría en la tierra,
con un cierto desnivel que hacía pensar en el aspecto de las madrigueras de los topos.
»Me quedé perplejo ante el descubrimiento. El túnel era de un tamaño considerable, lo bastante
grande como para pasárseme por la cabeza la locura de pensar que lo hubiera excavado un jabalí,
aunque por entonces ya estaba muy seguro de que tal animal no tenía por costumbre horadar la
tierra como no fuera para encontrar alimento bajo la superficie. Aquella excavación, aunque
irregular, daba la impresión de una esmerada e insistente acción para darle su forma. El gemido
penoso de Coto llegaba hasta mí directamente desde su inescrutable fondo, contagiándome de una
claustrofobia que hasta entonces me era por completo desconocida. Coto lloraba y lloraba, soltaba
un largo gemido tras otro, con muy pocas variaciones. Y no parecía que esperara que yo le
7. encontrara o ayudara a salir de allí. Simplemente penaba, como ya dije, sonando más asustado que
dolorido. Lo llamé por su nombre varias veces, sabiendo de antemano que era incapaz de salir por
sí solo, fuera por el motivo que fuera. Me di cuenta de que, en cuanto fue consciente de mi
presencia, en cuanto pudo oírme llamarle, Coto aceleró sus lamentos, como si le torturara saberme
tan cerca y, de algún modo, estar incapacitado para volver conmigo.
»Enseguida me eché cuerpo a tierra, apoyándome de rodillas y palmas de las manos sobre la tierra
seca, y tanteé inclinándome hacia delante un par de veces, buscando alcanzar a ver, si la había,
alguna alimaña salvaje que me pudiera dar un molesto mordisco. Dentro, con la clara luz del sol
de la tarde, podía ver despejada la pared excavada, cuya estrechez daba cabida con cierta holgura
a mi propio cuerpo. Me arrastré dentro, llamando de nuevo a Coto un par de veces. Pensé que, si
el animal seguía llorando, se encontraría bien, al fin y al cabo. Estaría atascado, como mucho. La
capa de tierra sobre nosotros no era muy gruesa, y estaba tan asustado por Coto, y tan molesto por
tener que arrastrarme allí dentro, que estaba seguro de poder salir de allí debajo empujándome con
los brazos, levantando la superficie del secarral como una bestia indómita y gigante, como el
mismo Godzilla.
»Avancé arrastrándome sobre codos y rodillas lo que debieron ser un par de metros, sumiéndome
en una penumbra que era mi propia sombra. El túnel se estrechaba haciendo que la luz apenas
lograra sortear mi cuerpo reptante, y aun con eso, llegué a ver a Coto. Los brillantes ojos negros
me sobresaltaron, a pesar de reconocerlos al principio del largo hocico marrón. Al verme llegar,
Coto abrió las mandíbulas para jadear como alegre, pero al instante siguiente soltó un largo y triste
aullido. Las orejas hacia atrás, las encías retraídas, los ojos abiertos de par en par, con el blanco
asomando ocasionalmente. Parecía que se sintiera culpable.
»Recuerdo que le pregunté varias veces algo como “¿qué te pasa, chico?”, porque no entendía
nada. A simple vista, bueno, dentro de lo que distinguía en la penumbra, Coto parecía tener espacio
de sobra para arrastrarse hacia mí, hacia la salida. Movía la cabeza con relativa libertad, y aunque
era capaz de agitar ante mí ligeramente las patas delanteras, no avanzaba. “¿Qué cojones hacías
para meterte aquí?”, le pregunté. Él bajó la cabeza cerrando las mandíbulas, sin dejar de centrar el
brillo de sus ojos en mí, como si entendiera y le avergonzara la pregunta. En ese momento, y ya
menos turbado al ver que parecía estar bien, me di cuenta del olor: un intenso olor a carne, a sangre,
el tipo de olor que atrae el instinto de animales carroñeros… o de perros como Coto. Alargué la
8. mano para toquetear su grueso collar de cuero, seguro de que debía de estar enganchado en algo.
Quizá en una gruesa raíz o una dura roca inamovible. Pero nada. Tiré entonces ligeramente de
Coto desde el collar, animándole a acercárseme. No se movió lo más mínimo, dejó que su piel se
arrugara en su coronilla y frente, mientras mantenía su vidriosa mirada culpable, reanudando sus
largos lamentos. “¡Vamos, Coto! ¡Vámonos pa casa!”, le animaba, pero nada. Salvo porque me
miraba, nada cambiaba en su actitud.
»Tiré de él, ya bastante cabreado, pensando que el perro tenía que poner un poco de su parte si su
problema era que estaba atascado, pero entonces ocurrió lo más irracional. Fui yo el arrastrado
hacia el interior del agujero, agarrado como estaba al ajustado collar de Coto. Alguna fuerza
repentina tiró del perro y de mí con una facilidad e ímpetu abrumadores. El susto que me llevé en
ese repentino desplazamiento casi me detiene el corazón, pero aquello no era nada en comparación
con lo que estaba viendo.
»El cuerpo de Coto se había introducido en una suerte de angosta y grasienta garganta carnosa
como resultado del tirón. La masa, rosada en su mayor parte y veteada como de gruesas venas de
lo que parecía un palpitante tocino blanquecino, se movía entera hacia el fondo, como si todo ello
fuera una especie de cinta transportadora tubular. A la piel, a la carne, en fin, de mi querido Coto,
se enganchaban los gruesos garfios calcáreos desperdigados como rudimentarios dientes en aquella
especie de vorágine viva, de aquella boca con forma de sumidero, de torbellino. Traté de
engancharme de pies y de mano libre a la irregular pared del túnel, en vano. En estado de pánico,
me resistí a soltar a Coto, a abandonarlo a su suerte dentro de aquella aplastante y punzante
pesadilla que lo enganchaba una y otra vez, desde arriba, desde abajo, desde uno y otro lado, para
hundirlo más y más en el ya casi invisible e informe fondo. En la casi absoluta oscuridad, aún
distinguí cómo los ojillos de Coto parecían irse a salir de sus cuencas cuando los garfios llegaron
a deslizarse sobre la piel de su cabeza, tirando de la capa de pelo y músculos con una fuerza
irresistible. Apenas fui consciente en ese momento de que tenía casi medio brazo dentro de aquel
absurdo monstruo, pues solo era capaz de llorar de desesperación y rabia, luchando sin fuerza
posible contra el arrastre del pobre animal. No podía sentir mi propio dolor, aturdido como me
encontraba de pánico ante aquel horror y de desconsuelo ante los espeluznantes y aterrorizados
aullidos finales del perro. Coto se hundió entre aquellos pliegues deslizantes al son de gemidos
ahogados y el crujir de sus huesos descoyuntados, aplastado todo él.
9. »¿Y yo? Seguía enganchado. La masa se había cerrado alrededor de mi antebrazo. Mi mano,
derrotada, había perdido en algún momento el agarre al collar del perro, pero el monstruo me había
atrapado. Sin embargo, se había detenido. Estuve varios minutos, quizá demasiados, aún
lamentando la desaparición de Coto, tratando de asumir que estaba atrapado en aquella
inconcebible pesadilla. Con el brazo enganchado por la acción de aquellos garfios y la presión
inamovible de aquella grasienta masa muscular. No sé por qué no siguió arrastrándome en aquel
momento hacia el interior con Coto. Quizá, y lo dudo mucho, yo no era del todo plato de su gusto.
O ya había mordido, hasta ese momento, más de lo que podía digerir.
»Sin embargo, estaba atrapado. Era cuestión de tiempo que perdiera la vida, ya fuera porque la
cosa me arrastrara también hacia el interior, o por no ser capaz de salir nunca de allí. Hice esfuerzos
por sacar el brazo, pero los tirones me desgarraban la carne. Notaba que los garfios se hincaban
hasta lo más profundo, abriendo profundas laceraciones antes de anclarse por efecto de su grosor,
resistencia y número. Al mismo tiempo, empezó a parecerme que la sustancia grasienta que
empapaba la vorágine de mandíbulas me quemaba. Y la quemazón empeoraba a cada minuto.
Tengo la impresión de que me estaba deshaciendo, preparando lo poco de mí que había mordido
para realizar una suerte de digestión. Estaba experimentando la digestión que, sin duda, habría de
haber padecido el propio Coto. Dejé de oírle tan pronto como desapareció cubierto por la vorágine
del agujero, pero no sabría decir si en verdad murió en el acto o sufrió mucho más allí dentro…
Aún en estos días, a veces, rezo porque el animal estuviera del todo muerto antes de eso.
»En cambio, yo estaba aún atrapado, tratando de sobreponerme a la certeza de la muerte, de una
agonía horrible allí dentro, una idea que se iba diluyendo cada vez más entre la ponzoña del intenso
calor en torno a mi mano atrapada, que se iba haciendo insoportable. Me dolía tanto que hubo un
momento en que estallé en incontenibles alaridos de agonía. Lloraba y gritaba hasta quedarme sin
aliento, revolviéndome con piernas y brazos allí dentro, tratando de tirar hacia atrás, golpeando
con mi mano libre la tensa masa de carne cerrada hasta la mitad de mi antebrazo, arañándola hasta
abrirme las uñas sin lograr que se moviera un solo milímetro. Y mientras me desgañitaba sin
aliento y temblando por el miedo, por unas fuerzas al borde la flaqueza, mi mano se cocía allí
dentro, atrapada en un espacio tan prieto e inamovible que ni siquiera me permitía sentir el
movimiento de los dedos. Quizá era solo una imagen mental, pero la recuerdo como si en verdad
la hubiera visto con mis propios ojos: la piel húmeda y reblandecida retirándose con sus diversas
10. capas de sobre los pequeños músculos y tendones de mi mano, estos hinchándose antes de empezar
a secarse como deshidratados para luego partirse y empezar a separarse del hueso por algún tipo
de acción de succión que se producía desde todas direcciones allí dentro…
»Lo más probable es que, fuera lo que fuera que estuviera haciéndome en la mano, los daños no
fueran realmente tan espantosos como el dolor y mi horrorizada imaginación me estaban
retratando. Pero ya no podía más. Con la mano izquierda, me tomé unos minutos hurgando por el
suelo del túnel, incluso escarbando en la pared, buscando una piedra pesada, que tuviera además
alguna superficie lo bastante afilada. Me llevó varios minutos decidirme por una de las tres mejores
opciones que había sido capaz de encontrar, tomando una roca que ocupaba la práctica totalidad
de mi palma casi con la ergonomía de una pelota, quedando al lado contrario una corta superficie
aserrada. No me parecía afilada lo suficiente para lo que quería hacer, pero prefería el buen agarre
que me otorgaba frente a las otras dos piedras. Terminé por apartarlas para que no limitaran mis
movimientos, empuñé con terrible saña la elegida en mi zurda y la dejé caer con todas mis fuerzas
sobre mi brazo derecho, lo más cerca posible de la presa de la vorágine monstruosa.
»Aquello sonó como una gruesa rama partida por el peso de un pisotón. El dolor, un denso y romo
impacto de mis nervios, me aturdió, lográndome hacer olvidar la irritante y apremiante quemazón.
Desesperado, con la mente obnubilada, estoy seguro de que muy cerca de perder el conocimiento
por conmoción, examiné mi brazo. Burbujeaba abundante sangre, y estaba roto, pero no partido
del todo. Así no iba a salir. Los latidos retumbaban en mis sienes, y una suerte de luz blanquecina
empezó a refulgir alrededor de mi vista, pero haciendo que lo que veía se oscureciese. Antes de ir
a perder por completo la conciencia, repetí el salvaje ataque a mi brazo.
»No sé cómo pude conseguirlo. Asumo que mi desesperación, el saber que iba a quedarme allí
para pudrirme, me dio las fuerzas. Y la posición de mi brazo, ligeramente alzado a media altura
del túnel por la extraña boca de la vorágine, hizo más sencillo partirlo. Sea como sea, entre un
borboteo constante de líquido rojo, me descubrí reptando hacia atrás frenéticamente. Me di la
vuelta como pude dentro del túnel cuando este era lo bastante amplio, y miré hacia la luz del
atardecer, contra la que avancé sobre mano, codo y rodillas hasta salir como catapultado desde el
borde irregular del agujero.
11. »La terminación de mi brazo derecho era un jirón de carne y piel rotos que rodeaban un par de
gruesas astillas afiladas de hueso. Tiene gracia lo mucho que me recuerdan las puntas de este garfio
plateado aquella impresionante visión. Imbuido de una rabia por la supervivencia inaudita en toda
mi vida, me quité como pude el cinturón de gastado cuero de mi pantalón y me lo cerré con saña
sobre el antebrazo, muy cerca del codo. Rezando para que aquello retrasara la pérdida de sangre
lo suficiente, eché a andar en dirección al pueblo…
»El resto te lo imaginarás. Sí que logré llegar, a duras penas. Se hicieron cargo de mis heridas, y
se armó durante varias semanas un buen revuelo en el pueblo, tanto por el suceso en sí como por
mis explicaciones al respecto sobre una especie de monstruo subterráneo. Pero la cosa no fue a
mayores, se fueron diluyendo las historias y rumores con el tiempo, y yo terminé por recuperarme
y acostumbrarme a tener una sola mano.
»Cuando me vi con fuerzas, con un valor cuyo origen era la indigna y absurda muerte del pobre
Coto, y pasado más de un año de aquel encuentro, regresé hasta donde el almendro muerto provisto
de una pala, un pequeño bidón de gasolina y cerillas. Sin embargo, fue frustrante ver que no estaba
por ningún lado el agujero maldito que llevaba hasta la espeluznante vorágine. Calculé dónde se
habría de hallar aproximadamente el monstruo y me afané en cavar. Palada tras palada, te podrás
imaginar lo difícil que me fue sin tener aún una prótesis, pero lo hice. Me pasé la tarde cavando,
haciendo hoyos aquí y allá, alrededor del árbol, pero nada. No encontré ni rastro del monstruo.
Acabé tan cansado ese día que solo podía pensar en lo infructuoso de todo el trabajo.
»En cambio, esa misma noche, una vez en casa, lo pensé mejor. Y ese pensamiento ha regresado
a mí con tanta frecuencia como ocasiones tengo de estar solo, perdido en mis propias reflexiones,
y da igual lo mucho que intente distraerme o las solapadas capas de ideas que procure ponerle
encima: la cosa, la vorágine monstruosa, tenía la capacidad de desplazarse. No sabía nada de ella,
no tenía intuición alguna de hacia dónde podría haberse movido, si era capaz de hacerlo de qué
modo y a qué velocidad, si tan solo medraba en los secarrales o le daba igual el lugar. Durante los
días siguientes, con la excusa de haber retomado mis largos paseos, dejé Tibi igualmente
pertrechado, y cavé. Cavé aquí y allá por los terrenos alrededor del almendro muerto, siguiendo
una pauta concéntrica primero, pasando a elegir lugares al azar después, y busqué e indagué por
agujeros en el terreno que se parecieran al que le sirvió de trampa al pobre Coto. Pero nada. Supe
12. que no lo encontraría jamás, y para todo el mundo yo me habría quedado manco por causa de un
absurdo accidente que sepultó a mi perro.
»No sé hasta dónde se podría mover esa cosa, y lo que es peor, no sé si habrá más. Así que, te lo
imploro, hijo, por mis nietos, y hasta por tu propia seguridad. No los dejes solos, no los pierdas de
vista. Y si es posible, no deambuléis más por la zona de Tibi.
31 de marzo, 2022