Alejandro Magno convocó a sus generales cuando se encontraba al borde de la muerte y les comunicó tres últimos deseos: que su ataúd fuese transportado por médicos para mostrar que la muerte no puede ser curada, que sus tesoros fuesen esparcidos para mostrar que los bienes materiales se quedan atrás, y que sus manos se balancearan fuera del ataúd para mostrar que llegamos con las manos vacías y nos vamos igual.