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Reservados todos los derechos.
De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270
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reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen publicamente,
en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientifica,
fijada en cualquier tipo de soporte.
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Ministerio de Educcci6n, Culture y Deporte.
© Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza, 2013
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Deposito legal: M-1.502-20 13
lmpreso en Lavel, S.A.
Humanes (Madrid)
omprender el pasado
Una historia de Ia escritura
y el pensamiento hist6rico
Jaume Au rei!, Catalina Balmaceda,
Peter Burke y Felipe Soza
aka!
Pr61ogo
Parad6jicamente, cuando los cambios soci;lles y culturales se
aceleran, el interes por el conocimiento del pasado se revitaliza.
En las ultimas decadas hemos experimentado el fenomeno de la
explosion de la memoria, la expansion vertiginosa del interes por
el pasado, especialmente por el pasado reciente, que ha tornado
forma de museos, exposiciones, cine historico, documentales tele-
visivos, recreaciones de eventos del pasado, publicacion de memo-
rias y, por supuesto, de libros y artfculos, tanto de ambito academi-
co como divulgativos. Quiza la explicaci6n de esta paradoja es
que, en la edad en que la vida cotidiana se transforma tan rapida-
mente, la gente se siente desorientada. Entonces, un modo de re-
sistirse al cambio es aferrarse a las memorias del pasado, volviendo
la mirada a la historia para orientarse en el presente. Algunos
piensan que es preferible que el pasado, o por lo menos algunos
eventos del pasado, continue en el olvido, pero incluso aquellos
que desearfan enterrarlo son ahora forzados a introducirse en un
debate abierto, de fuertes connotaciones publicas y sociales.
El estudio de la historia de la historiograffa esta tambien go- Historia de Ia historiografia
zando de un boom analogo. Relegado durante mucho tiempo a la
periferia de los intereses por los propios historiadores profesio-
nales, este tema se ha vuelto mucho mas nuclear y generalizado
durante la ultima generaci6n, gracias a lo que ha sido llamado el
<<giro reflexivo» en el estudio de las humanidades y de las ciencias
sociales, asf como el enfasis que el posmodemismo ha puesto en
algunos puntas de vista, tal como se comenta en este libro. Aun-
que los autores de este estudio colectivo no se describen a sf mis-
mos como <<posmodemistas>> ni se adscriben a esta tendencia, to-
dos ellos estan convencidos de la importancia del conocimiento
de las tendencias del pensamiento historico no solo para cual-
quiera que aspire a la escritura de la historia, E;ino tambien para
los lectores de historia en general.
Somos conscientes de que recientemente se han publicado al-
gunas historias de la historiograffa, entre otras A History ofHistories
5
Autorfa colectiva
(Historia de las historias), del ingles John Burrow (2007), A Global
History of History (Historia global de la historia), del canadiense Da-
niel Woolf (2011 ), ysobre todo la importante obra conjunta Oxford
History of Historical Writing (2011-2012), rodavfa con algunos vo-
iumenes en prensa. Sin embargo, pensamos que aun hay espacio
para una nueva. Por una parte, sostenemos que, en esta epoca de
hiperespecializacion, es diffcii, si no imposible, para un individuo
dominar la masa de informacion disponible sobre este tema, por lo
que se precisan especialistas de cada periodo. Por otra parte, una
obra escrita por muchos autores, como la Oxford History of Histori-
cal Writing, aunque util como obra de referencia, ofrece solo un
conocimiento fragmentado de la materia. Por este motivo, parti-
mos del convencimiento de que un pequefio grupo de academicos,
cuatro en este caso, provenientes de diferentes especialidades, pero
que comparten intereses comunes, y procedentes de distintos pafses
y continentes, pero con disponibilidad para reunirse con frecuen-
cia y mantener una correspondencia asidua, ofrece una solucion
mas efectiva para solventar el problema de combinar la disponibi-
lidad de una informacion masiva con la presentacion de un cuadro
general inteligible.
Para conseguir una mayor unidad en la autorfa, el trabajo ha
sido dividido entre los diferentes miembros del equipo segun sus
intereses, especializacion y experiencia, pero los cuatro nos he-
mos sentido responsables de la escritura de todos los capftulos,
por lo que hemos mantenido frecuentes intercambios de ideas y
de manuscritos entre nosotros, dando como resultado un libro que
puede ser considerado realmente una empresa colectiva. Compa-
tible con esta autorfa colectiva, nos ha parecido oportuno que
cada capitulo lleve la firma del autor o autores que han llevado a
cabo la version inicial sobre la que despues hemos trabajado todos
conjuntamente.
Durante los afios de elaboracion de este libro, hemos experi-
mentado tambien los beneficios de haber puesto en comun la di-
versa pertenencia generacional de los autores: Peter Burke ha
dedicado toda una vida a la historia, y por tanto ha experimenta-
do (y, en algunos casos, ha contribuido a generar) las tendencias
analizadas en los ultimos capitulos; Jaume Aurell y Catalina Bal-
maceda estan ahora en un punto medio de su carrera y gozan ya
de una cierta perspectiva, pero tienen tambien mucho camino
por recorrer; y Felipe Soza se halla en los inicios de su trayectoria,
aportando una vision fresca y renovada de la historiografia.
Los cuatro autores hemos tenido en mente escribir para una
audiencia basicamente de habia hispana y portuguesa. Aunque el
libro de Burrow ha sido recientemente traducido al castellano, la
obra esta claramente disefi.ada para un publico anglofono. Ade-
6
mas, a diferencia de Burrow, que omite esta informacion, los au-
tares hemos incluido ejemplos de la historiograffa espanola desde
la Edad Media a la actualidad, y hemos dedicado un largo y con-
tundente capitulo espedfico para Latinoamerica.
Nos gustarfa tambien llamar la atencion del lector sobre otros
rasgos espedficos de este libro. En primer lugar, nos hemos pro-
puesto describir las tendencias generales de la escritura y el pen-
samiento historico, especialmente la perteneciente a la tradicion
occidental, pero hacienda algunas referencias a otros modos al-
ternativos de concebir y escribir la historia, especialmente las tra-
diciones china y arabe, a las que se dedica un capitulo especffico.
En segundo lugar, no hemos querido ignorar lo que se podrfa Ha-
mar practica de la cultura historiografica, es decir, la informacion
no solo sobre los historiadores y sus obras, sino tambien sobre los
receptores de la historia: para quienes era destinada, d6nde se
lefa, c6mo era conservada y que tipo de debates generaba. Por
ultimo, como consideramos a la historia de la historiograffa ver-
dadera historia intelectual, nos ha parecido oportuno situar estas
corrientes en su contexto historico, cultural, social y polftico, lo
que incluye los principales eventos de su tiempo, la posicion so-
cial de los autores y las actitudes y valores que estos han compar-
tido con sus contemporaneos. Sin embargo, no l:lemos pretendido
ofrecer un panorama general que ahogara los ejemplos mas carac-
terfsticos. Hemos intentado, mas bien, combinar una exposici6n
general de las principales tendencias con las oportunas referen-
cias de los historiadores mas representativos de cada periodo,
algunos de eHos separados en pequefi.as biograffas que aparecen
aparte del texto.
Para hacer esos ejemplos todavfa mas vivos y llevar a los lee-
tares a un contacto mas directo con los textos hist6ricos, hemos
combinado esos perfiles de historiadores con breves pasajes de sus
obras. Esperamos que este metoda, inspirado en el famoso estudio
del historiador de la !iteratura aleman Erich Auerbach, Mimesis
(1946), haga nuestro libro mas expresivo y estimule a algunos
lectores a buscar y analizar los textos originales. Ademas, hemos
complementado cada uno de los capitulos con una breve bibliogra-
ffa basica comentada, y tambien con esquemas de las principales
tendencias, autores y obras mas representativas de cada periodo.
Finalmente, pensando en los estudiantes de historia que tratan
de orientarse en el laberinto de las tendencias que hoy rivalizan
por la hegemonfa, hemos dedicado una particular atenci6n a la
situaci6n y los problemas del pensamiento y la escritura de la his-
toria en el pasado mas reciente y en la actualidad, por lo que las
ultimas tendencias ocupan, proporcionalmente, un mayor espa-
cio en ellibro.
7
Historiografia como
historia intelectua!
Agradecimientos
Los autores agradecemos a Javier Beltran H. su minuciosa ta-
rea de revision del manuscrito, en su fase final. Para terminar, los
autores querrfamos dejar constancia de nuestro especial reconoci-
miento hacia Tomas Rodriguez, cuyo aliento editorial ha sido ba-
sico para la realizacion de este libro. En el largo itinerario de la
elaboracion de este libro, los autores nos hemos senridos honra-
dos de poder trabajar con un profesional que conserva las cuali-
dades que cualquier historiador querrfa para su editor: una gran
pasion por la historiograffa, un juicio personal sobre los debates
teoricos y practicos en torno a la disciplina, y un profundo cono-
cimiento del mundo editorial.
Cambridge / Santiago de Chile / Pamplona,
mayo de 2012
8
La ntiguedad clasic:a: Grecia y Roma
(Catalina Balmaceda)
La mayorfa de lo que hoy conocemos del pasado grecorromano
!o hemos obtenido de sus historiadores, aunque no por esto se
minusvalora el trabajo de la epigraffa, la numismatica y la arqueo-
logfa,, que, a traves del estudio de inscripciones, monedas y otros
restos materiales, ha enriquecido la reconstruccion de ese pasado.
En general, el estudio de la historiograffa anrigua se ha centrado
principalmente en los autores y sus fuentes, donde y como han
obtenido la informacion necesaria y los metodos que han utiliza-
do para reconstruir o representar el pasado en una narracion co-
herente. Sin embargo, puede resultar interesante trazar antes un
panorama amplio sobre la naturaleza misma de la escritura de la
historia en la Antigiiedad.
Cuando hablamos de historiograffa en la Antiguedad clasica Cronologia
nos estamos refiriendo a escritos historicos de griegos y romanos
de un periodo que cubre alrededor de 800 afi.os, desde las Historias
de Herodoto, escritas a mediados del siglo V a.C., hasta las Res
gestae de Amiano Marcelino, compuestas a finales del siglo IV d.C.
Estudiar un periodo tan amplio, agrupando a sus variados repre-
sentantes bajo un mismo techo -la Antigiiedad clasica-, condi-
ciona nuestra vision de la historiograffa antigua, pues nos puede
llevar a generalizaciones o simplificaciones donde realmente
hubo diferencia y complejidad. Nose puede negar quelo que lla-
mamos en la actualidad «historiograffa clasica» presenta unas ca-
racterfsticas comunes, peculiares y propias de ese tiempo, pero
tampoco serfa correcto pensar en una especie de uniformidad de
los historiadores antiguos al enfrentar su tarea de escribir historia.
Pero para el estudio de la historiograffa clasica no solo es conve-
niente tener en cuenta su gran extension temporal, sino tambien el
estado fragmentario de la evidencia que poseemos. El porcentaje
que ha llegado a nosotros de lo que fue realmente escrito como
texto historico en la Antigiiedad es extremadamente pequefi.o. De
muchos historiadores solo tenemos referencias indirectas a traves
de testimonies o citas de otros autores, fragmentos sueltos, resume-
9
Caracteristicas generales
nes o epitomes hechos por escritores posteriores. Toda esta infor-
macion debe ser utilizada con cautela principalmente por dos ra-
zones. Primero, porque los autores en la Antiguedad casi siempre
citaban de memoria, es decir, a veces eran vagos, podfa..n. confundir-
se o no recordar correctamente la cita, y segundo, porque eran muy
selectivos y podfa ser que interpretaran las palabras del autor origi-
nal en un sentido que este no quiso darle.
Las cronologfas pueden tambien ser un problema a la hora de
estudiar la historiograffa del mundo clasico. Al no existir un con-
sensa o una cronologfa absoluta, cada pueblo se regfa por sus pro-
pios parametros: para los griegos los afios se contaban por olimpfa-
das y as! los cuatro afios entre unos juegos olfmpicos y otros eran
una manera de poder fechar los acontecimientos. Pero tambien cada
polis tenfa su propia manera de contar el tiempo y a veces los perio-
dos tomaban los nombres de sus reyes o gobemantes, o de ciertas
festividades religiosas. Para Roma, en cambia, la historia comenza-
ba con la fundacion de su ciudad (ab urbe condiw =AVC) y los afios
tenfan los nombres de los magistrados anuales, los consules.
Ademas estaba la dificultad de que la contabilidad del ciclo
anual, si bien coincidfa a grandes rasgos en Grecia y Roma, no era
exactamente igual, pues en cada pueblo variaba la duracion del
llamado «mes intercalado>>, que era necesario incluir cada algu-
nos afios para hacer coincidir el calendario con el ciclo solar. En
Grecia era un mes completo, porque los meses eran mas cortos y
segufan el calendario lunar, mientras que en Roma eran solo unos
dfas que se agregaban al final del mes de febrero por decision del
pontffice maximo. Si bien se ha avanzado mucho en el estudio de
la medicion del tiempo, una fecha exacta en el mundo grecorro-
mano es diffcil de obtener y para los periodos mas antiguos no
queda otra altemativa que basarse en ciertas convenciones.
A pesar de lo audaz que puede ser agrupar en un mismo conjun-
to a autores con casi nueve siglos de diferencia y a pesar de que
conozcamos solo una fraccion de toda la producci6n del periodo,
estudiar la historiograffa antigua tiene ala vez un valor en sf mismo
y un valor agregado: por una parte, nos permite conocer el desarro-
llo de la conciencia historica del hombre y su postura intelectual
frente al pasado y, por otra, somos capaces de reconocer lo que
permanece hasta hoy de esos modelos clasicos y que constituyen los
fundamentos de la tradicion historiografica occidental.
En este capftulo se trataran con mas detalle los historiadores
de los que se tiene mas evidencia y de los cuales su obra ha llega-
do hasta nosotros en un estado relativamente completo. Aunque
no se trata de una lista exhaustiva de autores, en cierta medida
resulta una lista coherente y valida para sacar algunas conclusio-
nes generales. Algunos de los historiadores cuyos escritos posee-
10
mos en estado mas fragmentario se nombran junto con su obra,
pero no nos detenemos a analizarlos; la bibliograffa del final del
libro puede complementar la informacion.
LA HISTORIA COMO INVESTIGACION
Para el analisis global de la historiograffa clasica que presenta-
mos a continuaci6n tomamos como gufa unas palabras de la obra
C6mo se escribe Ia historia (oDe historia conscribenda), de Luciano
de Samosata. Luciano fue un escritor griego del siglo II d.C. (125-
180) que nos dej6 uno de los textos mas signi5.cativos que nos
han llegado de la Antiguedad sobre la teorfa y la practica de la
escritura hist6rica. En su obra, Luciano presenta sobre todo los
estandares y fundamentos a partir de los cuales se debe cimentar
una buena historia segun los canones del mundo antiguo.
«Algunos piensan que escribir historia es algo facil y simple, y
que cualquiera puede hacerlo si pone por escrito lo que le viene a
la mente. Con respecto a esto, estoy seguro de que tu sabes tan
bien como yo que la historia no es una de esas cosas que puede
componerse sin esfuerzo o a la ligera, sino que es algo que necesi-
ta, quiza mas que nada en la literatura, mucha reflexi6n si quiere
llegar a ser lo que deda Tuddides, "una posesion para siempre"»
(De hist. conscr. 5).
La palabra <<historia» -del griego historfe- significaba origina- Definicion de historia
riamente averiguaci6n, investigacion y este fue el sentido que
Herodoto le clio cuando en su pr6logo sefial6 que iba a presentar
el <<resultado de sus averiguaciones» (vease Her6doto). El verbo
historefn implicaba en griego tambien una forma de conocer: co-
nocer por medio de investigaci6n. En un primer momenta, en-
tonces, estas <<historias» de Herodoto no tenfan el sentido especf-
fico de narrar los acontecimientos del hombre en el pasado, sino
que mas bien daban una idea general de que lo que Her6doto iba
a presentar era producto de un paso cognitivo, es decir, un modo
de conocimiento. De hecho, el nacimiento de este genera litera-
rio ode este <<invento» griego nos dice mucho acerca del modo de
conocer que tenfan los griegos de ese tiempo: investigando. En
otras palabras, <<historia» como la entendemos hoy no tuvo que
ver en su origen con lo que la palabra histone significaba para los
griegos antes de Her6doto; sin embargo, ya se apreciaba su carac-
ter abierto y un rico potencial para el desarrollo especffico del
concepto que mas tarde le darfa Her6doto.
En la palabra <<historia» se ve ademas, desde un principia, el
componente de investigaci6n, trabajo y esfuerzo que sefiala tam-
bien Luciano en la primera parte de su obra. Historefn como verbo
l!
transitivo significa aprender a traves de la averiguacion, es decir,
un aprendizaje activo, y el historiador se ve a sf mismo como un
hombre con una labor o accion personal entre manos. El historia-
dor no es simplemente un instrumento de alguna divinidad que
recita algo que casino le pertenece, como podemos ver en el pri-
mer verso de la Il!ada: << iCanta, oh Musa, la colera del Pelida
Aquiles!>>. Se puede decir que la historia, tal como se entiende
hoy, solo pudo haber nacido en el siglo de la razon en Grecia.
Fueron los griegos del siglo V a.C. -tiempo en que se busco exten-
der y racionalizar el conocimiento- quienes desafiaron h poesfa
epica y las genealogfas mitologicas como unico modo de conocer
el pasado e intentaron, a traves de la aplicacion metodica de los
principios de la investigacion, conocer las acciones del hombre
en el tiempo. Es muy probable, por ejemplo, que Herodoto y Tu-
cfdides hayan sido influidos poderosamente por los so:fi.stas de su
epoca. De hecho, estos ultimos y los historiadores compartieron
el objetivo de transmitir un conocimiento util para la practica
polftica (Nicolai, 2007).
La escritura de ia historia Desde un comienzo, entonces, se per:fi.la la escritura historica
como un trabajo activo y, segun Luciano, tambien arduo para el
que lo practica. Y es que en este nuevo genera literario se combi-
nan diferentes factores que tambien individualmente son de una
gran complejidad. Escribir historia es primero «averiguar>> lo que
ha pasado y luego «contarlo» con maestrfa:
«En cuanto a los acontecimientos, el historiador no debe re-
unirlos al azar, sino solo despues de una laboriosa y ardua investi-
gacion. Tiene que ser, de preferencia, testigo ocular, perc- si no se
puede, tiene que ofr a aquellos que cuentan la narracion mas im-
parcial, los que son menos propicios a sustraer de los hechos o a
anadirles por favoritismo o malicia. Cuando esto suceda, que
muestre agudeza y habilidad para presentar el relata mao crefble.
Una vez que haya recopilado la mayor cantidad de hechos, que
primero haga una serie de notas, un cuerpo de material todavfa
sin belleza o continuidad. Luego, despues de ordenados, que les
de belleza y los perfeccione con los toques de expresion.. figura y
ritmo» (De hist. conscr. 47-48).
Veracidad de Ia historia Investigaci6n, entonces, se relaciona directamente con vera-
cidad. Este es uno de los complejos aspectos de la escritura hist6-
rica y el que la distingue de otros generos literarios en boga en la
Antigiiedad como la tragedia o la poesfa. zPor que habrfa de po-
nerse tanto esfuerzo por «averiguar» lo que realmente pas6 si la
historia no buscaba establecer un relato «verdadero» del pasado?
La historiograffa se diferencia porque la exactitud de lo que se
cuenta importa. Pretende narrar hechos porque los hechos son
importantes para la reconstruccion del pasado. El texto ~istorico
12
~
no solo tiene un valor intrfnseco como cualquier otro texto lite-
rario, sino que ademas quiere hacer referenda a unos hechos ex-
ternos que la historia llama «realidad».
«Esto, como ya he dicho, es el elemento peculiar de la histo-
ria: solo se debe sacrificar a la verdad. Cuando alguno va a escribir
historia, debe ignorar todo lo dem;is» (De hist. conscr. 40).
Ya antes de Luciano, Tucfdides, en su primer libro de la Guerra
de! Pdoponeso, habfa hablado de una busqueda de la verdad (1.22)
y tambien Ciceron habfa puesto el fundamento de lo que se verfa
como el edificio de la historia en la veracidad de lo que se narra.
Esa era la primera ley de !a historia, conocida por todos, dice el
insigne orador. El historiador clasico sabe que su relato debe ajus-
tarse de la manera mas fidedigna posible a los acontecimientos
del pasado y para eso averigua. «La historia no se puede permitir
una mentira, ni siquiera una pequefia» (De hist. conscr. 7), sigue
diciendo Luciano, y la veracidad sera uno de los criterios para
juzgar la calidad del historiador en el mundo antiguo. Volveremos
sobre este tema mas adelante.
UTILiDAD Y FINES DE LA HISTORIA
«Algunos piensan que pueden hacer una buena distincion en
la historia entre lo que da placer y lo que es uti.!, y por esta raz6n
elaboran encomios para agradar y entretener a sus lectores; pero
zno te das cuenta de que lejos estan de la verdad? En primer lugar,
la distinci6n que realizan es falsa: la historia tiene una tarea y un
fin -lo que es util- y eso viene de la verdad sola.. Porque Tuddides
dice que el esta escribiendo una posesion para siempre, no una
obra para ganar un concurso, y por eso no incluye ficcion, sino
que deja a la posteridad el relato verdadero de lo que ha pasado.
Tambien advierte sobre la cuesti6n de la utilidad y sobre lo que es
seguramente el objetivo de la historia: que si alguna vez los hom-
bres se encuentran de nuevo en una situaci6n similar, que pue-
dan, por la consideracion de los hechos pasados, enfrentar correc-
tamente las circunstancias que les toea vivir» (De hist. conscr. 9).
La meta de una narraci6n hist6rica nunca era solamente cog- Utilidad de Ia historia
nitiva o intelectual. La historia debfa ser util. Una gran parte del
valor de la historia en el mundo antiguo era percibido como co-
nectado con su funci6n educacional. De una u otra manera se
vefa la historia como una beneficiosa gufa para la conducta o una
maestra de vida: magistra vitae (Cic., De oratore 2.36). Polibio ya
lo habfa enfatizado antes de estas memorables palabras de Cice-
ron. AI inicio de su obra, el historiador griego senalo el doble
prop6sito de la historia: «Practicamente todos los autores nos
13
Ensefianza poHtica
Ensenanza moral
proponen una apologfa de la historia al principia o al final de sus
obras; aseguran que del aprendizaje de Ia historia resultan la for-
macion y la preparacion para una actividad polftica; afirman tam-
bien que la rememoracion de las peripecias ajenas es la mas clari-
vidente y la unica maestra que nos capacita para soportar con
entereza los cambios de fortuna>> (1.1.2). Brindar instruccion po-
lftica y consejo, por un lado, y proveer ejemplos morales, exempla,
por otro, eran dos grandes metas de la historia.
Si bien estos dos aspectos estan presentes tanto en la historio-
graffa griega como en la latina, se puede decir que cada una les
otorga un enfasis distinto. Sin dejar de !ado la ensefianza etica que
entregaba la historia, para los griegos esta debfa sobre todo proveer
lecciones para el politico, formar a Ia clase gobemante con modelos
y sistemas polfticos para ser imitados y tambien dar cuenta de los que
hubieran fracasado para no caer en ellos en el futuro. Tucfdides
dice explfcitamente que la historia debe ser una «posesion para
siempre» (klima es aiei), es decir, nose escribe solo para el presente,
sino que la historia debe ser una referenda para el futuro. Luciano
se enmarca dentro de esta misma tradici6n griega cuando sefiala:
«No escribas con tus ojos puestos en el presente para ganar alaban-
za y honor de tus contemporaneos; aspira a la etemidad y prefiere
escribir para la posteridad» (De hist. conscr. 61).
Los historiadores romanos, en cambio, parecen estar mas preo-
cupados por influir en su propio presente, especialmente porque,
de entre las cosas que se puede aprender de la historia, quiza la
central para ellos era la ensefianza moral. El historiador romano
quiere mover a un cambio en la conducta de los romanos de su
tiempo. Ellos velan los cambios, incluso los cambios politicos, en
terminos morales y tambien vefan importantes aspectos historicos
-la causalidad entre ellos- como una cuestion fundamentalmente
moral (vease Salustio). Silos romanos intentaban describir y ex-
plicar a los hombres y sus acciones en el tiempo, la explicacion y
las causas de su conducta tenfan que estar, para ellos, ligadas a las
mores, es decir, las costumbres, los habitos, disposiciones y mane-
ras de ser. <<El centro de atencion para mf -dice Livio en su prefa-
cio- es saber cual fue la vida, cuales las costumbres [quae vita, qui
mores], por medio de que hombres [...] fue creado y engrandecido
el imperio>>. La «moralidad», entonces, en su sentido etimologico
y original era un rasgo esencial cuando se trataba de ilustrar y
dar sentido al pasado. Asl, la historia debla hacer algo mas que
contar relatos interesantes sobre este: debfa entregar un juicio
moral. Porque era del estudio del pasado, de las virtudes y los vi-
cios de los antecesores, de donde los romanos derivaban el con-
cepto de moralidad publica (cfr. Tacito, Annales 3.65). Se esfor-
zaran por relatar un pasado idealizado o un presente corrupto, los
14
historiadores buscaban mover a sus lectores a comportarse de una
manera determinada. Esta preocupacion etica marco Ia historio-
araffa antigua tan profundamente que ha sido considerada -junto
~on ia retorica- como una de sus caracterfsticas mas distintivas
(Auerbach, 1946).
Otro proposito de la escritura historica era, sin duda, preservar
la memoria y construir una identidad colectiva. Esto se puede ver
claramente en Herodoto cuando distingue la servidumbre de los
barbaros de Ia libertad de los griegos (5.78), o en Tucfdides cuan-
do, en el discurso funebre de Pericles, sefiala las caracterfsticas
del sistema democratico que agrupa a todos los atenienses (2.37).
Tambien los historiadores romanos eran especialmente dados a
querer proyectar una imagen particular de Roma y usaban todos
los medios que tenfan al alcance para transmitirla. La descripcion
de la gente y de las instituciones es entregada para mostrar sus
caracterfsticas esenciales y su naturaleza: escribir acerca de la his-
toria de Roma actuaba, en cierto modo, como un instrumento de
polftica «domestica» dentro de Ia misma sociedad romana. La
descripcion de la vida publica y de la res publica; las relaciones
entre la elite gobernante y la plebe; los militares, el crecimiento
del imperio y el aumento de la importancia de los actores indi-
viduales; los poderosos nuevos lfderes y sus decisiones polfticas,
en fin, todo servia para descubrir quienes eran y como continuar
comportandose como buenos romanos, incluso cuando cambian
las circunstancias como puede verse especialmente en Tito Livio
y mas tarde en Tacito.
La historia, por tanto, no tenfa los mismos fines que otras ra-
mas de la literatura. La escritura hist6rica, entonces, aunque im-
plicata un acto de creaci6n similar al de la escritura poetica, se
distingufa no solo por ellenguaje en verso o en prosa sino, como
dice Polibio, por su finalidad: «El poeta tragico busca excitar y
encantar a su audiencia por un momento expresando discursos
verosfmiles a traves de sus personajes, pero la tarea del historia-
dor es instruir y persuadir a estudiosos serios a traves de la verdad
de las palabras y acciones que presenta, y este efecto debe ser
permanente y no temporal» (2.56.10-12). Para Aristoteles, en
cambio, «la diferencia se encuentra en que el historiador habla
de los eventos que han ocurrido, el poeta, en cambio, de los que
podrfan ocurrir. Es por esta raz6n que la poesfa es a la vez mas
filosofica y mas seria que la historia, porque la poesfa habla de lo
universal y la historia de lo particular>> (Poetica 9.1451a). Pode-
mos estar o no de acuerdo con estas afirmaciones, pero lo que
esta claro es que los historiadores, aunque ponfan en juego su
capacidad creativa, se vefan a sf mismos hacienda algo diferente
de la escritura poetica.
IS
Preservaci6n de Ia
memoria colectiva
Historia y literatura
La ret6rica
La inventio
H!STORlAY RETORICA
Para que se pudiera aprender algo del pasado, los hechos de-
bfan estar adecuadamente registrados y ordenados. Este orden era
lo que en definitiva le otorgaba sentido a la narraci6n y solo asf
podfa venir luego la ensefi.anza. En el mundo antiguo este ordena-
miento lo daba principalmente la aratoria y, sin duda, esto es lo
que quiere decir Cicer6n cuando afirma que la historia «se trata
de una cosa como ninguna otra digna de un orador>> (opus orato-
rium maxime; De legibus 1.5).
Desde muy temprano la historia extrajo ventajas de la ret6rica
para su pmvecho propio: una mirada inquisitiva para buscar la
evidencia, el olfato para detectar la parcialidad, el estar alerta para
proponer argumentos desde la probabilidad y la capacidad para im-
poner una estructura en diferentes tipos de material hist6rico. La
historia necesitaba de la ret6rica: los hechos tenfan que ser inter-
pretados; el material, organizado; los detalles, seleccionados; los
eventos, reconstruidos; y las palabras, armonizadas con los hechos
(Comber, 1997).
La division tradicional de la aratoria se hacfa en cinco partes:
elocutio (estilo), inventio (invenci6n), dispositio (orden), memoria
(memoria) y pronuntiatio (dicci6n). El aspecto que mas acarrea
problemas cuando hablamos de que la historiograffa antigua se
apoya en gran medida en las tecnicas ret6ricas es, naturalmente,
inventio. Inventio no tiene una traducci6n directa; no significa sim-
plemente invenci6n, sino que, viniendo de invenio, es mas bien
encontrar y descubrir, buscar por medio de la refi.exi6n, encontrar
una posible explicaci6n usando la creatividad. Los manuales de
ret6rica definen inventio como <<el hallazgo de cosas verdaderas o
verosfmiles que hagan probable la causa» (Cic., De inventione
1.9). Inventio, entonces, era algo absolutamente necesario; deal-
guna manera, reconstruir el pasado era -y todavfa lo es- siempre
un acto imaginative. Al revisar a historiadores como Her6doto,
Tito Livio o algunos analistas romanos, que narran acontecimien-
tos tan lejanos a su propio tiempo y con tan escaso material, se
concluye que, hacienda uso de su misma formaci6n ret6rica -que
necesariamente habrfan tenido como hombres de letras-, deben
haber llenado los vados con una narrativa circunstancial, algu-
nas veces reconstruyendo creativamente lo que ·<<deberfa haber
pasado>> (probabile), a veces para explicar o dar sentido, a veces
simplemente para lograr un efecto artfstico o poetico. Los histo-
riadores del mundo antiguo eran conscientes de que la tendencia
a «embellecer» o <<completar» los relatos no debia oscurecer el
compromise con el descubrimiento de la verdad: discuten la con-
fiabilidad del material que utilizan, no son siempre credulos de
16
~
sus predecesores_ y tienen conciencia de l~s peligros que podfa
raer la utilizacwn de este mstrumento retonco -la mventw- en
~l campo de la h istoria (cfr. Polibio, 12; Tito Livio, 33.10.8;
Tacita, 13.20).
Luciano sefi.ala tambien en numerosos pasajes la importancia
del c6mo debe relatarse la historia, pues el estilo, al narrar la his-
wria, se hada casi tan importante como la historia misma:
<<En cuanto allenguaje, esta debe ser Ia meta principal: ex- El relato hist6rico
poner el material exactamente y disponerlo lo mas lucidamente
posible, sin usar palabras desconocidas o rebuscadas ni tampoco
ellenguaje vulgar de los mercados, sino el que la gente corrien-
te pueda entender y los estudiosos alabar. [...] La dicci6n debe
mantener los pies en la tierra: elevarse con la belleza y grandeza
de los temas y asemejandose lo mas posible a ellos, pero sin
volverse extrafia o dejandose llevar mas de lo que la ocasi6n
amerita. [...] El orden o disposici6n de los hechos debe ser
moderado [...] con un delicado arreglo de los eventos, ilumi-
nandolos lomas vfvidamente posible [...] y adornandolos con
las virtudes propias de la narrativa que progresa pareja y equili-
bradamente [...], y asf se logra la claridad deseada» (De hist.
conscr. 44-55).
Ademas del estilo clara y Iucido con que se debfa contar la
historia, su lenguaje debfa ser elevado e ir en correlaci6n con los
hechos que narraba. La historia en la Antiguedad generalmente
relataba acontecimientos importantes realizados por personajes
importantes y, por lo tanto, las palabras debfan expresar ese nivel.
Una historia de personajes vulgares relatada con palabras comu-
nes era mas bien lo propio de la comedia, no de la historia.
El estilo era la manera como el historiador elegfa explicar El estilo hist6rico
algo. Ei. historiador elige y desarrolla un estilo que se adecua a su
historia y, por esto, el contenido y la forma no pueden ser divor-
ciados: se alimentan el uno al otro de una manera redproca
como sefi.ala Cicer6n en De oratore 2.63. Contenido (res) y for-
ma (verba) pueden dar sentido a una buena historia, pero los
fundamentos no se pueden olvidar: si no es un reporte verdade-
ro del pasado, sin importar cuan atractiva 0 interesante sea la
narraci6n, no sera historia. lnvestigaci6n del pasado y ordena-
miento ret6rico de los acontecimientos no son dos realidades
contradictorias ni opuestas, sino que se pueden dar -y se dieron
en la Antiguedad- como una alianza que ayudaba al historiador
a cumplir su misi6n.
Algunos elementos propios de la ret6rica que forman parte
tambien de las caracterfsticas de la historiograffa antigua y que
veremos a continuaci6n son los discursos y el uso de la caracteri-
zaci6n y las emociones.
17
La inserci6n de discursos
Funci6n de los discursos
lnterpretativa
Discursos
«Si se tiene que introducir a alguien que va a dar un discurso,
primero que nada, que e! lenguaje sea adecuado y corresponda a
esa persona y a su tema, y, segundo, que sea lo mas claro posible.
Entonces es cuando puedes creerte un orador y mostrar tu elo-
cuencia» (De hist. conscr. 58).
Tal vez uno de los aspectos que puede resultarles mas ajeno a
nuestros ojos modemos respecto ala conexion de Ia historiograffa
clasica con la retorica es Ia elaboracion de discursos y su insercion
dentro de la narrativa historica; aspecto del que serfa diffcil, por
lo demas, enfatizar exageradamente Ia importancia de su rol en Ia
escritura de Ia historia en el mundo antiguo. A un historiador
griego o romano no se le habrfa ocurrido escribir una narrativa
historica completa sin incluir algun discurso. Como dice Lucia-
no, es ese el momento en que mas y mejor puede el historiador
lucir sus habilidades como orador.
Si bien Ia aratoria y la historia pertenecen formalmente a ge-
neros distintos, como hemos visto, tienen algunas de sus caracte-
rfsticas y tecnicas en comun. La base de toda Ia educacion en Ia
Antigi.iedad era retorica, es decir, guiada a dar herramientas con
las cuales las personas se pudieran comunicar y expresar mejor;
ademas, el historiador mismo, que siempre fue hombre publico en
su sociedad (salvo alguna excepcion), tambien habrfa tenido que
dar discursos y, por eso, su confeccion no le resultarfa algo extra-
no 0 forzado.
El discurso de un personaje dentro de Ia narrativa historica de Ia
Antigi.iedad muchas veces era utilizado como una herramienta o
como un medio para que el historiador expresara de manera indi-
recta Ia razon de los acontecimientos: indicara las causas de una
decision, explicara Ia motivacion intema del personaje que habla-
ba e incluso proveyera de un analisis mas abstracto de los principios
de base que justificaban las acciones y sucesos. Muchos de los dis-
cursos insertados por Tuddides en su Guerra del Peloponeso son un
ejemplo de este querer dar una explicacion que no aparezca como
venida del autor, sino del personaje mismo que realiza la accion,
otorgando asf autoridad a lo que se expresa (vease Tuddides).
La seleccion de lo que se dice, la disposicion y ellugar donde se
inserta el discurso, todo contribuye a la interpretacion que el histo-
riador quiere que se haga de los hechos. En ellos, ademas, el his-
toriador juega con la focalizacion, es decir, el punto de mira desde
el cual se escribe el relato y que le da al mismo una exposicion mas
dinamica. Herodoto, por ejemplo, en el debate constitucional
(3.80) que tienen los persas cuando hablan de los sistemas de go-
biemo, intenta poner en boca de los interlocutores una vision po-
18
lftica diferente de la griega (aunque nunca, por supuesto, se podra
desprender el autor de sus propias categorfas intelectuales griegas)
v, con eso, amplfa la mirada y el foco se traslada al interlocutor
· ersa. Algunos historiadores romanos ponfan en boca de los ene-
~ioos de Roma discursos en los que mostraban «la otra cara de la
rn:Clalla>>, es decir, focalizando en sus oponentes podfan entablar
un 8
.nalisis poiftico crftico que era relevante para la situacion par-
ticular y tambien para temas mas generales como la conquista y el
imperio. Esto puede verse, por ejemplo, en los discursos de Mitrida-
tes en las Historias de Salustio (4.69), en el de Anfbal en Tito Livio
(30.30), en el de Calgaco en el Agricola de Tacito (30-32), en los
que los historiadores romanos ponen en boca de estos barbaros des-
piadadas palabras condenatorias del imperialismo de Roma:
<<Los romanos, cuya soberbia en vano se evita con la obediencia
yel sometimiento, saqueadores del mundo, cuando les faltan tierras
para su sistematico pillaje, dirigen sus ojos escrutadores al mar. Si el
enemigo es rico, se muestran codiciosos; si es pobre, despoticos; ni
el Oriente ni el Occidente han conseguido saciarlos; son los unicos
que codician con igual ansia las riquezas y la pobreza. A robar, ase-
sinar y asaltar Haman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la
desolacion». Estas expresivas palabras puestas en boca de un barba-
ro revelan mas sobre la oratoria del propio Tacito que sobre lo que
podrfa haber sido el discurso real dellfder britano.
Los discursos tenfan tambien, por supuesto, un fin estetico, dan-
dole variacion a la narrativa: marcaban los momentos mas drama-
ticos antes de tomar una decision o creaban suspenso retardando la
accion del relato. Muy comun era insertar discursos antes de narrar
una batalla importante. Esto retrasaba y hada asf todavfa mas inte-
resante lo que entonces se consideraba quiza una de las partes mas
<<populares» de la narracion historica. La belleza de un discurso
hablaba de la habilidad y competencia del historiador y le otorgaba
autoridad para narrar los acontecimientos (Marincola, 1997).
Otro aspecto importante sobre la inclusion de discursos en la
historiografia antigua es la pregunta sobre su veracidad. Estos dis-
cursos eran compuestos por los historiadores y puede caber Ia duda
de si relataban lo que realmente se habfa dicho en esa oportunidad
o eran construcciones retoricas basadas mas bien en la inventio o lo
probabile. La discusion sobre la historicidad de los discursos de la
narrativa historica tiene ya una larga trayectoria y no se ha llegado
a conclusiones definitivas; todo dependera de la vision que se tenga
en general sobre la escritura historica antigua. Lo que sf se puede
afinnar es que los mismos historiadores no dicen que sus discursos
sean la reproduccion exacta de las palabras pronunciadas en la oca-
sion, sino que reconocen la dificultad de su tarea y se cuidan intro-
duciendo frases como <<habl6 de este modo>> o <<diciendo estas co-
19
:ii.........._
Estetica
Historicidad
de los discursos
Caracterfsticas
de los discursos
Funci6n mediadora entre
el pasado y el presente
sas». Un ejemplo de esto seve en las palabras que Salustio pone en
boca del general Mario cuando arenga al pueblo para que se wme a
su ejercito y luche contra Yugurta (vease ellargo capitulo 85 de la
obra). Lo significativo en este caso es que Salustio pareciera escoger
esta ocasion para exponer lo que es quiza el tema central de su obra:
la virtud como algo personal y no heredado de los antepasados, re-
forzando asf las bases para una <<meritocracia>>. No podremos saber
con certeza si se trata de las palabras exactas de Mario (se pueden
ver algunos paralelos de este discurso en Plutarco, en Mario 9) o si
Salustio nos deja solo lo que resultaba apropiado que dijera en una
situacion de ese estilo, pero podemos decir sin temor a equivocar-
nos que, por una parte, existe fidelidad al sentido original y, por
otra, invencion. Afortunadamente no tenemos que escoger entre
la una y la otra -los antiguos tampoco lo hacfan-, sino dejar convi-
vir a ambas en un delicado equilibria.
Los discursos del relato historico tenfan un codigo de ccnven-
ciones propias que era tacitamente aceptado por todos. Por ejem-
plo, ellargo de los discursos en la narrativa era mas corto que el que
se habfa pronunciado en la situacion real; el orador siempre iabla-
ba en un lenguaje equilibrado y elegante, mas propio del historia-
dor que escribfa que del parlante historico: todos los discursos en
Tuddides son en griego atico, sin importar la procedencia del in-
terlocutor; en Tacito, incluso los discursos dados por barbaros son
expresados en un latfn claro y refinado. Los recurrentes dis::ursos
antes de las batallas tenfan tambien unos temas que aparecfan cons-
tantemente: la exhortacion del general a sus tropas a luchar con
valentfa, el honor, la ayuda de los dioses, etc. Tambien algo acepta-
do era que, en general, el historiador evitaba incluir en su historia
un discurso que hubiera sido ya publicado o que estuviera di.sponi-
ble al publico de alguna manera, pues se habrfa sentido constrefiido
por su contenido, y se concentraba en cambio en llenar aquellos
vacfos que hubieran dejado sus predecesores.
El discurso en !a historiograffa antigua podfa actuar como me-
diador entre el pasado y el presente: el pasado se hace presente a
traves del personaje historico que habla no solo cuando este da
ejemplos del pasado que gatillan la reflexion del lector sobre su
propio tiempo, sino tambien cuando, con cierto anacronismo, el
historiador transmite un problema de su propio periodo po:- boca
del personaje historico y permite asf recrear el debate historico
que finalmente nos !leva a examinar el proposito y valor de la
historia en si. Los historiadores antiguos se preocupaban mas de
encontrar continuidades que rupturas ~~ la historia; buscaban esas
verdades permanentes, principalmente de naturaleza humana, y
de ahf su insistencia en ver el pasado en el presente y este en el
pasado. No siempre resultaba facil exponer estas ideas dentro de
20
~··
'::w;'
~
l rnisrna narrativa hist6rica, y un discurso, funcionando casi
a rno un rodo autonomo, lo podia hacer, a veces, mucho mejor.
co
Los historiadores modernos, en cambio, parecen mas interesados
en hacer notar las diferencias entre pasado y presente, y se distan-
cian asf de este tipo de recursos.
Caracterizad6n
La descripcion de caracteres en la historiograffa antigua desem-
penaba un papel muy importante. Silos sucesos oc:urrfan principal-
mente como consecuencia de las decisiones humanas -y este fue
justamente uno de los aspectos que en un primer momento diferen-
ci6 a !a historia del mito--, se hada, por tanto, necesario entender
por que se habfan tornado esas decisiones y como eran esas perso-
nas que, actuando de una determinada manera, hadan historia.
Parecfa importante conocer la personalidad de Alcibfades para en-
tender que los atenienses se hubieran lanzado a la dramatica expe-
dici6n de Sicilia en la guerra del Peloponeso (Tucfdides, libros 6 y
7) y tambien observar los temperamentos de Caton y Escipion,
quienes se enfrentaron al debate que f,nalmente decidirfa el co-
mienzo de la tercera guerra punica (Tito Livio, libros 48 y 49).
Se ha insistido mucho en la vision de la Antiguedad sobre el El caritcter de los
caracter como un fenomeno estable y casi inmutable en la persona. personajes historicos
La idea de consistencia del caracter se entiende como el actuar
coherente de alguien con lo que se conoce como su personalidad,
educacion o motivaciones internas. Ejemplos de esto encontra-
mos a lo largo y ancho de la escritura historica antigua (veanse
Herodoto, 7.237.1; Polibio, 8.36.2-3; Tacito, Hist. 2.37). Si bien
esta cierta inmutabilidad del caracter se da en general, esto no
signifi.ca que siempre todas las caracterizaciones respondan a este
principia, como si los antiguos no tuvieran el concepto de desa-
rrollo o no aceptaran el cambio en el caracter. Por el contrario,
las descripciones mas profundas, y por ello tal vez mas fascinan-
tes, suelen ser de personajes en los que se dan a la vez elementos
aparentemente inconsistentes y paradojicos con otros aspectos de
su caracter, donde el vicio convive con la virtud o, mas aun, don-
de un vicio se parece y se asemeja en algunas c:lrcunstancias ala
virtud (vease el caso de Catilina en Salustio, 5). En sus caracteri-
zaciones, los historiadores mas sofisticados eran perfectamente
conscientes de la interaccion entre las tendencias enraizadas de
una persona y el estfmulo externo que podia hacer variar su ac-
tuar de acuerdo a esta tendencia, y algunos lo expresaron con
marcada sutileza, como es el caso de Tacito al explicar las varia-
ciones en el comportamiento de Tiberio a lo largo de su vida:
21
Funciones de Ia
caracterizaci6n
«Su conducta cambi6 con los tiempos: se distingui6 por su
vida y por su fama, tanto en los asuntos privados como en los
cargos desempenados bajo Augusto; fue reservado y enganoso para
fingir virtudes mientras vivian Germanico y Druso; [...] detesta-
ble por su crueldad, pero encubrfa sus vicios mientras aprecio o
temio a Sejano; al final se lanzo simultaneamente a crfmenes y
bajezas, despues que, perdido el temor y la vergi.ienza, solo obraba
segun su naturaleza>> (Annales 6.51 ).
Los historiadores tenian diferentes maneras de dar a conocer
el caracter de sus personajes y esta variedad le otorgaba ala narra-
cion un toque de incognita, como una sombra que siempre ha
estado ahf, pero que se va revelando poco a poco. Por supuesto, la
descripci6n directa del autor es la forma mas obvia de caracterizar
a un personaje, pero tambien encontramos a menudo una carac-
terizacion indirecta, ya sea a traves de los discursos, como la que
nos entrega Salustio sobre Mario en el discurso de este (Guerra de
Yugurta 85), ya sea a traves del mismo actuar de la persona a lo
largo de la narrativa, como lo vemos con los ejemplos de celeri-
dad y rapidez de Cesar (Guerras de las Galias 1.37).
La caracterizacion de los personajes en la escritura historica de
la Antigi.iedad tenfa una funci6n muy importante para la com-
prension de por que se actuaba como se actuaba, ayudando en-
tonces a encontrar, en cierta medida, el sentido del desarrollo de
los acontecimientos. Para los historiadores, mas que las estructu-
ras o fuerzas impersonales, el hombre era el agente de cambio en
la historia y, por lo tanto, conocer su caracter tenia una relevan-
cia incomparable. Pero, para los historiadores grecorromanos, la
presentacion y descripcion de caracteres podia tambien ayudar a
revelar el estilo propio del autor: el personaje aparece en un de-
terminado momento atendiendo al orden y la disposicion que
conforma la estructura de la obra y desempefi.ando el papel que el
autor le ha asignado en el relato hist6rico. En esto pueden verse,
una vez mas, los elementos de ordenamiento propios de la ret6ri-
ca presentes en la historiografia antigua.
Emociones y emulaci6n
Otra caracterfstica derivada del vinculo entre historiografia y
ret6rica es Ia importancia del agradar y conmover (Cic., De fin.
5.19.51). Delectare y movere era lo que un orador debia lograr para
ser considerado exitoso, y eran legftimos objetivos para la historia
tambien. Despertar emociones en los oyentes -como los oradores
con sus discursos- era algo valido y razonable en la escritura his-
t6rica, siempre y cuando el autor suscitara los sentimientos apro-
22
-
iados en la audiencia, asegurandose de que los personajes con los
pue animaba a simpatizar merecieran realmente esa simpatia (o
;ntipatfa, segun el caso). Las emociones causadas en la audiencia
no solo derivan del analisis hist6rico y moral, sino que tambien
yudan a reforzar y apoyar este analisis (Levene, 1997). Polibio,
aor ejemplo, no critica al historiador Filarco porque excite las
~rnociones en su audiencia, sino porque exagera o inventa los
hechos cuando los narra para lograr este objetivo:
<<Por el deseo de suscitar en los lectores la compasi6n y con-
moverlos con su relato, introduce en su narraci6n mujeres que se
abrazan, se arrancan los cabellos y se descubren el seno; y ademas
lagrimas y lamentos de hombres y mujeres arrastrados junto con
sus hijos y sus ancianos padres. Este es el metodo que sigue a lo
largo de toda su historia, tratando de poner en cada episodio he-
chos terribles ante los ojos» (2.56.7-8). Es la exageracion y la
falta a la verdad historica lo que se reprocha, no el que despierte
una reacci6n o emoci6n en ellector.
La cualidad agonfstica de la oratoria tambien esta presente Competitividad
en la historiografia antigua. Competencia y emulaci6n apare-
cen claramente en las obras de los historiadores grecorromanos.
Quiza el ejemplo mas obvio es Tito Livio, porque el mismo lo
dice sin escrupulos:
<<Nose con seguridad si merecera la pena que cuente por escri-
to la historia del pueblo romano desde los orfgenes de Roma, y
aunque lo supiera no me atreverfa a manifestarlo. Y es que veo
que es un tema viejo y manido, al aparecer continuamente nue-
vos historiadores con la pretension, unos de que van a aportar en
el terreno de los hechos una documentaci6n mas consistente,
otros de que van a superar con su estilo el desalino de los anti-
guos. Como quiera que sea, ai menos tendre la satisfacci6n de
haber contribuido tambien yo, en la medida de mis posibilidades,
a evocar los hechos gloriosos del pueblo que esta a la cabeza de
todos los de la tierra» (prefacio 1-3).
Livio compite y espera ser el mejor. El reto de Salustio es dife-
rente, pero tambien esta presente. Su desafio no es solo con otros
historiadores, sino tambien con los mismos actores de los hechos
que esta narrando: <<Se me antoja especialmente arduo escribir
historia; en primer lugar, porque hay que igualar hechos con pa-
labras [facta dictis exaequanda]» (Conjuraci6n de Catilina 3.2). En
su rechazo al estilo ciceroniano esta tambien compitiendo para
intentar alcanzar, por otros medios, la gloria del orador. La com-
petencia en la que Tacito esta implicado es mas sutil: despues de
la batalla de Accio no habia historiadores que pudieran escribir
historia propiamente tal, <<primero, porque eran ignorantes en
materia polftica ya que no era de su competencia; luego, porque
23
Historia y experiencia
El historiador-politico
tenfan un apasionado deseo de halagar, o tambien por odio a sus
dominadores. Asf, entre la hostilidad de un grupo y el servilismo
del otro, la posteridad fue ignorada>> (Historias 1.1). Con unas
pocas palabras, Tacito se presentaba a sf mismo como mejor pre-
parade que los historiadores anteriores para escribir historia (vea-
se tambien Tucidides, 1.22.4). Esta claro que la rivalidad con los
predecesores y contemporaneos era un motivo comun.
EL. HISTORIADOR
«Porque no prometo tomar a cualquier hombre y transbrmar-
lo en historiador>> (Luciano, De hist. conscr. 35). El historiador en
la Antigtiedad, salvo contadas excepciones, no era un profesional
que se hubiera dedicado toda su vida a la escritura o un academi-
co que, encerrado en su torre de marfil, produjera a ciertm inter-
vales obras historicas notables. Mas bien era el hombre publico o
el polftico quien se transformaba en historiador.
Varios siglos antes de Luciano ya lo habfa dicho Polibio (12.27.4-
28.1). Es la experiencia y conocimiento que el historiador posee
de los sucesos que narra -belicos o civiles, pero siempre politicos-
lo que le otorga autoridad al relato y tambien lo que jusdica la
manera con que el historiador intenta persuadir a su audiencia de
que el es el mas apto para contar esa historia.
<<Opino que el mejor escritor de historia viene equipado de
dos supremas cualidades: entendimiento politico y poder de ex-
presion; el primero es un don innato de la naturaleza; en cambio,
la expresion puede conseguirse con mucha practica, trabajo per-
severante e imitacion de los antiguos» (De hist. conscr. 34).
No era poco frecuente que el politico que se retiraba de ia vida
publica, ya fuera por razones de edad o de desencanto personal, se
dedicara a escribir historia; el era el que mejor y mas adecuadamen-
te podia hacerlo. Se podrfa decir que el escribir historia era visto
casi sin solucion de continuidad con la actividad publica aunque
utilizara otros medios de expresion. Salustio, por ejemplo, habla de
su paso de polftico a historiador sin ninglin complejo (cfr. Conjura-
ci6n de Catilina 3.3-4.2) e intenta ademas darle a su nueva ocupa-
cion -la escritura de la historia- el mismo peso que su servicio a la
Republica en cargos politicos (cfr. Guerra de Yugurta 4.1-4).
Como se vera en los perfiles individuales, casi todos los historia-
dores tratados, tanto griegos como romanos, habfan tenido alguna
panicipacion activa en la vida publica de su ciudad o estado. La
gran excepci6n es Tito Livio, que, si bien no era un politico, a juz-
gar por su obra se puede decir que estaba especialmente provisto de
ese <<entendimiento polftico» que sefiala Luciano. Her6doto, Tud-
24
dides y Jenofonte, por ejemplo, participaron en lc vida de sus polis
hasta fueron exiliados de su patria por razones polfticas, y casi
y dos los historiadores romanos o detentaron algtin puesto del cur-
t~ honorum o fueron miembros del Senado de Roma.
5
<<Antes que nada y sobre todo que su mente sea libre, que no lmparcialidad
tenla a nadie ni espere nada, de lo contrario sera como un mal
·uez: que vende su veredicto para ganarse favores o satisfacer el
~dio» (De hist. conscr. 28).
El historiador en la Antiguedad tambien aspiraba a la impar-
cialidad. Esta era una cualidad que contribufa fuertemente a que
el autor ganara credibilidad. Precisamente porque no se dejaba
llevar por odios ni favoritismos, su relato serfa mas concordante
con la verdad y, por lo tanto, mas digno de ser crefdo. Casi todos
los historiadores antiguos profesaban su imparcialidad en alguna
parte de su obra mas o menos explfcitamente (veanse Dionisio de
Halicarnaso, Antiguedades romanas 1.4.3; Salustio, Conjuraci6n de
Catilina 4.2; Tacito, Historias 1.1).
El historiador no solo intenta ser imparcial, sino que tambien La cri:ica de las fuentes
se presenta como la persona con el conocimiento adecuado para
juzgar la veracidad de sus fuentes. Polibio, por ejemplo, sefiala
que, siendo imposible la omnipresencia del historiador en todos
los acontecimientos, es necesario dar credito sOlo a las fuentes fi-
dedignas y ser un crftico habil de sus referencias (Polibio, 12.4c.5).
Tito Livio, por otra parte, a quien a veces se ha acusado de ser
credulo y poco riguroso con los datos tornados de sus predeceso-
res, tiene muchos pasajes en su obra donde cuestiona sus fuentes.
Especialmente manifiesto es cuando dice:
<<No resulta facil decidirse por un hecho frente a otro ni por un
autor frente a otro. Creo que la historia fue alterada en los elogios
funebres y en las falsas inscripciones de los retratos, al inclinar a
su favor las familias la fama de sus hazafias y los cargos con men-
tiras que inducen a error; de ahf, sin duda, la confusion entre las
gestas individuales y los vestigios historicos publicos; no queda
ademas ningun escritor de la epoca en cuya autoridad basarse con
seguridad suficiente» (8.40.4-5).
Como todo narrador, el autor de una historia tambien puede El historiador como autor
estar mas o menos presente en su texto. Los historiadores roma-
nos, por ejemplo, son menos dados que los griegos a dar detalles
propios o a aparecer de una manera explfcita en la narrativa. Su
presencia se puede advertir a veces en el prologo o en una mane-
ra impersonal de juzgar los acontecimientos. Los griegos, en cam-
bio, generalmente estan mas activos a lo largo de todo el relato,
presentandose en las primeras paginas, haciendo participar allec-
tor de lo que ha sido su tarea como historiador y dando opiniones
personales. Herodoto es quiza el narrador que mas interrumpe su
25
La audiencia
narracion dando a conocer como realiza su o:ficio de historiador:
«Pero si yo quisiera decir por que los consideran sagrados [a los
animales], con mi discurso bajarfa a temas divinos, y yo evito mu-
cho discutirlos. Cuando los rozo y en consecuencia he narrado
algo asf, he hab!ado cogido por la necesidad» (Historias 2.64).
Muchas de las caracterfsticas presentes en los autores de relatos
epicos pueden verse tambien en el historiador antiguo: como narra-
dor omnisciente tiene acceso a los pensamientos y emociones de
sus personajes (vease, por ejemplo, Salustio, Guerra de Yugurta 13.5,
89.2); organiza, controla y explica los sucesos que narra, dando el
contexto necesario cuando es preciso hacerlo (vease, por ejemplo,
!a Hamada <<arqueologfa>> de Tucfdides en 1.1-19 o el pr6logo de
Apiano, 1.1-14). La persona del autor de una narraci6n historica
acarrea ademas una importancia para el significado del texto, por-
que es en gran parte su voz ia que nos hace creer que lo que leemos
puede ser relevante para nosotros. El delicado y sutil juego de la voz
del historiador puede hacer que el lector atienda a ese relato en
particular, con sus juicios e interpretaciones, precisamente porque
confiamos en ese autor como narrador (Dewald, 2007).
Nos ilustra tambien otros aspectos sobre la preparacion del his-
toriador el saber para quien escribfa su obra o, dicho de otra mane-
ra, quienes eran sus lectores. El publico de la historia se relacionaba
directamente con el objetivo para el que era escrita: el conocimien-
to del pasado para sacar lecciones en el presente, ya fueran polfticas,
estrategico-militares o, por supuesto, morales. Las narraciones his-
toricas eran lefdas por politicos, por hombres publicos y, en general,
por el grupo culturalmente mas privilegiado de la sociedad, aunque
esto no impedfa que hubiera instancias donde tambien los sectores
mas populares pudieran enterarse de los contenidos de estas narra-
ciones. Dada la dificultad y el costo que implicaba cada copia de un
libro en la Antigiiedad, esto se realizaba muchas veces con lecturas
en voz alta ante un grupo de personas reunidas para tal fin.
Con el tiempo, la funci6n educativa de la historia se ampli6 y
esta se empez6 a estudiar ademas en las escuelas de ret6rica. Las
obras de los historiadores fueron aqu!, primeramente, modelos a
seguir por su estilo, pero tambien funcionaron como vehfculos
para expresar un contenido etico proveyendo de todo tipo de
ejemplos a sus lectores.
METODO Y FUENTES
Si bien el metodo del historiador antiguo ha quedado en parte
perfilado al referirnos ala historia como investigacion y al uso de los
recursos retoricos, parece necesario explicitar un poco mas cual
26
·ideraban los mismos historiadores del periodo clasico su proce-
con"ento 0 metoda al escribir historia. Tal vez sea oportuno desta-
duTll A · ·· d d · ' 1 1 - d · 'fi
_ ue en la nttgue a no extstla a go como e «meto o oenn -
cac q 1 h. · ' b. · d l
, plicado a a tstona; este es mas 1en un concepto prop!O e a
oo•a .
dernidad (que se explicara condetalle mas adelante). Cuando se
rno 1 -r: 'd"d ' · -L d
d·ce 00r ejemp o, que 1UC1 1 es es mas «C1entwco» que su pre e-
150~·Herodoto, se quiere dar a entender que Tucfdides es capaz de
ce- alar una evidencia mas con:fiable o creible para sus afirmaciones
sen · H 'd 1 d
explicaciones que las que ero oto entrega en a gunas partes e
~u relato, especialmente cuando se basa en oraculos o suefios.
El rexto ya citado de Luciano (De hist. conscr. 47-48) nos ha-
bla de la necesidad de contar con un metodo de indagacion que
oarantice la conformidad de lo que se narra con los hechos suce-
didos. Esto en un primer momenta se consiguio por la via oral:
relaros contados por testigos oculares o conservados en la memo-
ria por sus descendientes, recogidos en viajes y entrevistas, que
Juego eran recopilados y ordenados. Mas tarde, el documento es-
crito se considero como una fuente muy valiosa para obtener cier-
to tipo de informacion, como la forma de gobierno de las ciuda-
des, medidas tomadas por la autoridad -como la declaracion de la
guerra o de la paz- y otros aspectos oficiales de la vida de un esta-
do. Tambien las inscripciones, los escritos publicos y las obras de
otros historiadores serfan fuentes comunes para que el historiador
tuviera material con el cual construir su relata. Aunque el no
podfa «probar» todo lo que afirmaba, sf se le pedfa que entregara
algun tipo de evidencia que convenciera al lector y que pudiera
ser rastreada por este, al menos en parte, para verificar las inter-
pretaciones que hacfa el historiador.
Ciertamente uno de los principales problemas para llegar a las
fuentes de informacion en la historiografia clasica, y de esa manera
entender mejor como funcionaba su metodologfa, es que los histo-
riadores griegos o romanos no acostumbraban citar consistente-
mente las fuentes que habfan utilizado para presentar su version de
los sucesos historicos. Precisamente porque es muy diffcil contar
como un historiador antiguo construye o compone cualquier parte
de su narrativa, con bastante frecuencia -sobre todo a partir del
siglo XIX- ha habido una tendencia a ser condescendientes con
ellos, a mirarlos «por encima del hombro» por no responder a la
idea cientffica de la veracidad y exactitud en la historia.
En la actualidad todavfa existe un acalorado debate sobre si el
historiador antiguo trabaja del mismo modo que el moderno. La
postura mas conservadora sefiala que el historiador de todos los
tiempos ha hecho siempre esencialmente lo mismo (Fornara, 1983;
Brunt, 1993b; Cornell, 1995). El historiador antiguo, como el roo-
demo -sefiala este grupo de academicos-, tambien se vefa a sf mis-
27
.~
El metodo hist6rico
Historiadores cl2.sicos
e historiadores modernos
mo componiendo un recuento verdadero de los hechos v, por lo
tanto, el ingrediente principal de su actividad hist6rica era la in-
vestigaci6n. La otra postura plantea, por el contrario, que el impac-
to de la educaci6n ret6rica habrfa sido de tal magnitud que habrfa
afectado completamente la aproximaci6n al pasado y al registro
que de el hadan los antiguos (veanse especialmente Wiseman, 1979
y Woodman, 1988). La ret6rica como forma de segunda educaci6n
-dicen ellos- habrfa dejado sus marcas en la literatura y, muy par-
ticularmente, en la historiograffa, llegando a ser el centro mismo de
la escritura hist6rica. Los historiadores clasicos, llevando la marca
de la oratoria, aparecfan como responsables de un pensamiento no
hist6rico o unhisto-rical thinking, especialmente revelado en las com-
posiciones de discursos, en el completar la narrativa con considera-
ciones plausibles, pero inventadas, y en los prestamos y peticiones
de ayuda a otros generos literarios. Este serfa el maquillaje de la
historia o, como sefiala Wiseman, los «cosmeticos de Clfo>> (Wise-
ma.'l., 1979, pp. 41-53).
Sin embargo, este requerir de otras areas de la literatura o re-
currir a las tecnicas oratorias para hacer mas clara la narraci6n
hist6rica no significaba necesariamente mezclar estos aspectos
con el propio objeto de estudio y metodo de la historia. Es mas,
Luciano reprocha a quienes los confunden: «Esos escritores pare-
cen no estar conscientes de que la historia tiene un objetivo y
unas reglas distintas de la poesfa. En el caso de esta ultima, la li-
bertad es absoluta y hay una sola ley: la voluntad del poeta» (De
hist. conscr. 8). El que el historiador no posea esa libertad absolu-
ta a la hora de escribir nos habla precisamente de un metodo no
basado en !a imaginaci6n, sino rigurosamente fundamentado -
aunque los estandares de rigor varfen segun cada autor- en la
realidad de los hechos. No es necesario, por tanto, distinguir
<<esencialmente» la historiograffa clasica de la modema; mas bien
se concluye que, de alguna manera, el historiador de todos los
tiempos, quiza inconscientemente, busca persuadir con fuerza a
traves de nuevos argumentos, presenta la evidencia en una dispo-
sici6n que favorece su propia causa, ataca, defiende y dispone al
lector a tomar partido por una opinion. La ret6rica, el arte de
hablar bien, como instrumento o como anna es en sf algo neutro,
todo depende de c6mo y para que se utilice. En este sentido, apli-
cada a la historia, la ret6rica no es sin6nimo de insinceridad, sino
que es una herramienta primordial para interpretar, decodificar y
traer los hechos al presente de una manera adecuada. Se puede
decir entonces que, mas que la esencia del metodo hist6rico, lo
que ha cambiado es el centro de atenci6n.
En esta primera secci6n dellibro se ha visto conveniente pre-
sentar, por orden y claridad, los perfiles de los autores griegos y
28
os al final de la parte que da cuenta de la naturaleza y ca-
rornan 1 d l h. . f' . s· b
fsticas genera_es e a Istonogra 1a anngua. m em argo,
racter .d . ·n .,
·rnportante cons1 erar que esto no s1gm ca una presentacwn
es ~ irnplique una especie de <<desarrollo cronol6gico» de los his-
~u iadores, como si se fuera avanzando en el tiempo hacia la cum-
~~: de la escritura hist6rica con una mirada teleol6gica, sino que,
~1 contrano, lo que se 1ntenta destacar es la plurahdad de es-
Pf~~~hi~t6ricos. La variedad de la historiograffa clasica -al igual
nue la de los demas periodos hist6ricos- no puede ser reducida a
forrnulas de progresiones o regresiones lineales. Como se muestra
en los breves estudios que presentamos a continuaci6n, los dife-
rentes historiadores tenfan distintas preocupaciones, tematicas,
rnodos de construir su narrativa, y no se desprende de ello, por lo
tanto, un desarrollo uniforme de la historiograffa. La escritura de
la historia es, en cierto modo, dependiente de las preocupaciones
contemporaneas y, a la vez, responde en alguna medida a las
necesidades de su tiempo. Los historiadores griegos y romanos
-como los de hoy- tambien formaron parte de su propio contexto
hist6rico y miraron al pasado para comprender su presente.
LA HISTORIA EN GRECIA
Como todos los generos de la literatura griega, la historia tam- Historia y poesia epica
bien se vio influenciada por los poemas homericos. El narrador de
la Iliada y la Odisea, si bien cantaba un poema, tenfa l6gicamente
un gran sentido hist6rico, pues narraba grandes hazafias que ha-
bfan ocurrido en un tiempo pasado. Podemos ver que ciertas ca-
racterfsticas de estos poemas se repiten en la escritura hist6rica
-que se desarrolla bastante mas tardfamente que la poesfa-, por
ejemplo, la narraci6n en tercera persona, la adopci6n de un len-
guaje formal y elevado y, sobre todo, la conmemoraci6n e inmor-
talizaci6n de acontecimientos pasados para que no caigan en el
olvido y sus actores no se queden sin su merecida fama. Aunque
la historiograffa seguirfa un camino distinto al de la poesfa epica,
no se puede negar que los primeros historiadores griegos, de algu-
na manera, compiten tambien con Homero cuando escriben sus
narraciones para la posteridad.
Los primeros cronistas que desarrollaron un tipo de escritura Los log6grafos
hist6rica en Grecia aparecieron en el siglo VI a.C. y fueron cono-
cidos como <<log6grafos». Su nombre vino de logos, tomado en el
sentido de relato o narraci6n, y graphein, que quiere decir escribir.
Ellos son los que precedieron a Her6doto en narraciones de tipo
hist6rico, pero no han sido considerados como historiadores pro-
piamente tales, principalmente porque la crftica que ejercieron
29
Hecateo de Mileto
Her6doto,Tucidides
y Jenofonte
sobre sus fuentes fue muy escasa. Casi todos provenfan de Jonia,
en Asia Menor, y por lo tanto escribieron en el dialecto jonio -al
igual que Herodoto- y preservaron un cankter poetico siguiendo
el modeio epico: narraban principalmente fundaciones de ciuda-
des y sus tradiciones, genealogfas de las clases gobernantes, cos-
tumbres y modos de vida de diferentes pueblos. Entre ellos se
cuenta a Helanico de Lesbos, que escribio cronologfas y obras de
geograffa, principalmente de la region de Atica, en las que se es-
forzo por distinguir mitologfa de historia. Otros logografos fueron
Xantos de Sardes, uno de los primeros en escribir sobre la historia
de Lidia, y Hecateo de Mileto.
Quiza sea Hecateo el logografo mas importante y cercano a
Herodoto en escritos con contenido historico. Al parecer habrfa
vivido entre los afios 550 y 480 a.C., pero la informacion que te-
nemos de el es muy escasa para dar fechas con seguridad. Sabemos
que escribio al menos dos obras en prosa, que hoy se encuentran
perdidas, salvo algunos fragmentos: Periegesis (Viaje alrededor del
mundo) y Genealog(as. En la primera, Hecateo ofrece informacion
sobre el mundo conocido alrededor del Mediterraneo y marNe-
gro, empezando por el estrecho de Gibraltar y siguiendo con Eu-
ropa y luego Asia, para terminar en Marruecos, Africa. En cada
uno de los lugares tratados, Hecateo entrega no solo una descrip-
cion de la tierra y los pueblos que la habitan, sino tambien una
brevfsima historia. Las Genealog(as, en cambio, si bien no aban-
donan totalmente las historias maravillosas y relatos insolitos,
son un intento de racionalizar y dar consistencia al conjunto de
mitos que componfan el cuerpo de la tradicion griega acerca de su
pasado, tal como lo anuncia el mismo en el prologo: «Hecateo de
Mileto cuenta [mutheftai] esto: lo que yo escribo aquf es lo que a
mf me parece verdadero, pues los escritos de los griegos son, en mi
opinion, multiples y ridfculos>> (Jacoby, Fr.Gr.Hist. 1).
El objeto de la historia y el modo de esciibirla se perfilo en
Grecia de manera mas definida a partir de Herodoto (ca. 484-ca.
425). Fue el quien establecio unos primeros principios que luego
consolidarfan a la historia como un tipo especffi.co de representa-
cion escrita de los acontecimientos del pasado. A la narracion de
las guerras medicas entre griegos y persas de Herodoto la sigui6 el
relato de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta escrito
por Tuddides (ca. 460-ca. 398 a.C.). Serfa este historiador ate-
niense junto con su predecesor, Herodoto, y su sucesor, Jenofonte
(ca. 430-ca. 354 a.C.), quienes abarcarfan la historia de Grecia
desde su periodo de esplendor en el siglo v a.C., luego del triunfo
sobre los persas, pasando mas tarde por las hegemonfas ateniense,
espartana y tebana hasta los inicios del surgimiento de Macedo-
nia como potencia a mediados del siglo IV. El interes de estos tres
30
.. riadores fue dejar un registro de los hechos memorables que
htoto d .! . . - -1 d d .
b
-
11
ocurri o con a mtencton no so o e recor ar smo, tam-
ha ta .~ 1 . .
., ie dar un senttuo a .os acontee1m1entos.
hten, u
Herodoto
En la introducci6n a los llamados Nue-
l.bros de la historia de Her6doto, Haman
ve !
la arenci6n aigunas palabras queseran cia-
«En lo que sigue Herodoto de Halicarnaso
ne el resultado de sus averiguaci,~nes, par
l~,-,mP.mnri:-1
para entender la nueva d1soplma que
ve L . d .
a uf se presenta. a primera, s1n uda, es
q / (h' / ) '
«averiguacion>> rstane , que es prectsamen-
te como el autor elige distinguir su trabajo
del de sus predecesores, especialmente los
poetas epicos. Herodoto narra -como Ho-
mero- grandes hazafias del pasado, pero su obra no ha visto la luz
gracias a la inspiraci6n de una musa, sino que ha sido el fruto,
primero, de un proceso de recoleccion de informacion y, luego,
de la elaboracion de la misma en una narracion continua y con
sentido. La busqueda de <<causas» (aitiai), que tendran a su vez sus
correspondientes efectos, es una de las razones que mueve a He-
r6doto a realizar este trabajo, asf como tambien el poder guardar
en la memoria la justa <<fama» (kleos) de los hombres que han
participado de grandes acontecimientos.
Herodoto (ca. 484-425 a.C.), nace en Halicarnaso, una ciu-
dad griega en la costa de Asia Menor, que en ese momenta se
encontraba bajo ei control de Persia y de la que es exiliado mas
tarde por haber participado en algunas luchas polfticas. Este he-
cho, sumado ala curiosidad natural de Herodoto, lo lleva a viajar
y a recorrer tierras lejanas y exoticas, circunstancia que repercuti-
ra fuertemente tanto en el metodo como en el contenido de su
obra historica. En el metodo porque Herodoto recoge su informa-
cion principalmente de lo que el mismo ha podido ver e investi-
gar en el curso de sus viajes y, si no puede recogerla en primera
persona, lo hace a naves de fuentes orales y lo que le cuentan los
mismos nativos de los sitios que visita; en el contenido porque
incorporara historias menores de gran colorido local-a veces bas-
tante sensacionalistas- que se alejaran un tanto del objetivo prin-
cipal de su obra, que es narrar las causas del conflicto entre grie-
gos Y persas. Cronologfas sucesorias de reinos, datos etnografi.cos
de pueblos vecinos y una descripci6n detallada de su geograffa
muestran a un Herodoto profundamente abierto e interesado por
conocer los orfgenes y caracterfsticas de distintos pueblos barba-
ros como los persas, escitas, babilonios y egipcios. Sin embargo,
3!
Metodo
Historicidad
Legado
este interes no sobrepasara el de transmitir otros grandes temas
que le preocupan: la inestabilidad de la fortuna humana, la justi-
cia retributiva, la accion de lo sobrenatural en e! mundo, !as dife-
rencias entre lo griego y lo barbaro, y los niveles de causalidad
que presentan los acontecimientos humanos.
Herodoto esta constantemente contando al lector como y de
donde ha sacado la informacion de sus investigaciones y no deja
de registrar los desacuerdos que hay entre las fuentes o la credibi-
lidad que le merecen, como si quisiera hacer patente el esfuerzo
que ha supuesto dar forma a su obra. Es un autor que esta muy
presente en la narracion a traves de intrusiones frecuemes y di-
rectas que pueden darse como comentarios generales, juicios de
alabanza o reprension, expresiones de incredulidad o conjeturas
de motivaciones.
Las Historio.s de Herodoto, aunque no rechazan por completo
la presencia de lo sobrenatural en el mundo, pueden ser conside-
radas como una muestra del momento intelectual que se vivfa en
Grecia en el siglo V a.C. El intento serio del autor de pasar del
mito all6gos se ve reflejado, por ejemplo, en el analisis de tono
cientffico de las fuentes del Nilo (2.19-27), el debate constitucio-
nal sobre la mejor forma de gobiemo (3.80) o las razones de la
defensa de Atenas como salvadora de Grecia (7.139).
A pesar de lo sefialado, la reputacion de Herodoto ha variado
en el tiempo. For algunos ha sido considerado como un serio prac-
ticante del oficio de historiador en sus rasgos mas esenciales, que se
reflejan en buscar la explicacion de unos hechos pasados y de pre-
servarlos en la memoria. Para otros, en cambio, la narracion que el
hace de diversos sucesos se acercarfa mas a lo fantastico, y lo han
aproximado mas a un escritor de ficcion interesado en narrar deta-
lles sensacionalistas que a un historiador propiamente tal. Afor-
tunadamente, podemos decir que la disyuntiva de elegir entre un
Herodoto «confiable>> y un «cuentacuentos», se encuentra hoy casi
totalmente superada en los sectores academicos, pues no interesa
tanto refutar los errores, inexactitudes y exageraciones que pudiera
haber como analizar y valorar la obra en su conjunto, su apertura
tematica o la complejidad del material trabajado. No sin razon lla-
mo Ciceron a Herodoto el <<Padre de la Historia» (De legibus 1.5).
Tuddides
Ya desde la Antigiiedad misma, Tuddides ha sido considerado
como el mas grande de los historiadores y el mas digno de sec emula-
do. Su declaracion de principios al comienzo de su unica obra, la
Guerra del Peloponeso, lo pone a u..TJ. nivel casi <<cientffico» y es asf
32
0
se le ha visto hasta nuestros dfas. La
~o~idad del contenido de este texto ha ser-
e;o no solo para elaborar una definicion de ~
--·
En cuanto a los acontecimientos que tuvieron
;~r en Ia guerra, no cref oportun? escribirlos en~
, ter:andome por cualqurera nt gUJandome por m1
opinion, sino que relate cosas en las que yo estuve
VI b"' l .
historia, sino tam 1en para mostrar a sene-
dad y comprom1so con que un autor que es-
·be historia se debe relaoonar con su obra.
en
Tucfdides (ca. 460-ca. 398 a.C.) es el
rimer historiador, del que tenemos regis-
p h h ' '
0 que narra ec os contemporaneos a s1
tr , ,
mismo. El, como aristocrata ~teniense invo-
)ucrado con su polis, participa activamente
en el conflicto contra Esparta y nana los he-
chos de la guena cuando esta aun no ha ter-
minado. Es, por tanto, testigo presencia! de
una gran parte del desarrollo de las opera-
ciones y, cuando no lo es, puede recurrir a
presente o sobre las que inten·ogue a los otros
con toda exactitud posible. La verdad fue halla-
da con trabajo; porque los testigos de cada suceso
no decfan lo mismo a~erca de las mismas cosas,
sino de acuei"do con las simpatfas y Ia memoria de
cada uno.[...] Para una lectura publica, Ia falta de
color mftico de esta historia parecera un tanto
desagradable; pero me .conforrnarfacon que cuan-
tos quisieran enterarse de Ia verdad.de lo sucedi-
do y de Ia de las cosas que alguna otra vez hayan
ser iguales o semejantes seguh el comporta-
o humane, !p. juzguen Util. Pues no es una
de concurso que se destina a un instante,
que es una posesion para siempre.»
Guerra del Peloponeso 1.22.2-4
otros testigos oculares vivos. Esto le dio -y le sigue dando- una
enorme autoridad y credibilidad como historiaclor. Tucfdides se
contagia con la peste que azoto Grecia entre los afios 430 y 427,
pero se recupera y llega a comandar la expedicion que tenia como
mision salvar ala ciudad de Amffpolis de manos del general espar-
tano Brasidas. El intento fracasa y Tucfdides es enviado al exilio.
SOlo vuelve a Atenas una vez que ha terminado la guerra, veinte
afios mas tarde, en el404 a.C., y muere con su obra inconclusa.
Las nuevas valoraciones sobre la complejidad de la narrativa
historica han hecho que hoy el analisis de la obra de Tuddicles no
se centre solo en la consideracion de la veracidad y confiabilidad
de su relato para reconstruir la guerra entre Atenas y Esparta
(431-404 a.C.), sino tambien en la demostracion de su capacidad
como artista literario. Una de sus tecnicas mas efectivas es el pa-
pel que le otorga a la focalizacion, que, como ya se ha dicho, se
refiere a la habilidad para presentar las acciones y deliberaciones
desde el punto de vista de los mismos participantes. Tucfdides,
ademas, retrata los caracteres muy vfvidamente; es un maestro
para describir emociones y adscribir motivacion e intencionali-
clad a sus personajes historicos. Los discursos, que desempefian un
papel principalfsimo en la obra de Tucfdides, van a ser el media
con el que el autor elija explicar realidades complejas a los lecto-
res, como se puede ver en uno de los discursos de Pericles (el fa-
vorito de Tucfclides), que ante sus compatriotas atenienses expli-
ca el concepto de democracia:
«Tenemos un regimen polftico que no envidia las !eyes de los
vecinos y somos mas bien modelo para algunos que imitadores de
los demas. Recibe el nombre de democracia, porque se gobiema por
la mayorfa y no por unos pocos; conforme a la ley, todos tienen
~
-
33
El historiador-testigo
La maestrfa de Ia narraci6n
Historicidad
iguales derechos en los litigios privados y, respecto a los honores,
cuando alguien goza de buena reputacion en cualquier aspecto, se
le honra en su comunidad por sus meritos y no por su clase social; y
tampoco la pobreza, con la oscuridad de consideracion que conlle-
va, es un obstaculo para nadie, si tiene algun beneficio que hacerle
ala ciudad. [...] Practicamos !a libertad tanto en los asuntos publi-
cos como en los mutuos recelos procedentes del trato diario, y no
nos irritamos con el vecino, si hace algo a su gusto, ni afligimos a
nadie con castigos, que no causan dafi.o ffsico, pero resultan peno-
sos a la vista. Y asf como no nos molestamos en la convivencia
privada, tampoco transgredimos las !eyes en los asuntos publicos,
sobre todo por temor, con respeto a los cargos publicos de cada
ocasion y a las leyes y, entre estas, particularmente a las que estan
puestas en favor de las vfctimas de la injusticia. [...] En resumen,
afirmo que Atenas es la escuela de Grecia>> (2.37-41).
La cuestion de la historicidad de este tipo de discursos interca-
lados en la obra de Tuddides ha sido debatida largamente, pero
nose ha llegado a una conclusion defmitiva (vease al mismo Tu-
ddides en 1.22.1 ). Lo que sf se puede ver es que la seleccion de
temas y frases, junto con la disposicion y lugar del discurso en
el relato, ya llevan consigo una interpretacion, es decir, lo que el
autor ha considerado importante guardar para la posteridad: te-
mas esenciales como libertad, necesidad, razon, imperialismo,
fuerza y condicion humana. Los dioses aquf no desempefi.an nin-
gun papel; es el hombre, con su capacidad de sufrir y hacer sufrir,
el responsable de la guerra. La profundidad del pensamiento de
Tuddides hara que en adelante la historia no sea solo recuerdo o
narracion, sino tambien una materia de honda e intensa reflexion.
Jenofonte
Jenofonte (ca. 430;ca. 354 a.C.) sigue el modelo de Tuddides,
y continua con las narraciones en que el autor relata su propio
tiempo presente. En sus Hellenica, Jenofonte, que sirvio en el cuer-
po de caballerfa ateniense en la guerra del Peloponeso, completa la
historia que su predecesor no habfa podido terminar; tanto es asf
que las primeras palabras de esta obra son: <<despues de estas co-
sas... >> (mew de tauta), como para realzar su proposito de continui-
dad con Tuddides. La Aruibasis (Marcha tierra adentro) narra la ex-
pedicion del candidato al trono de Persia, Ciro, al corazon de Asia.
Jenofonte desempefi.a aquf un papel mas importante todavfa, espe-
cialmente una vez que ha muerto Ciro y los griegos que lo acompa-
fi.aban deciden volver a su patria, pero ni saben el camino, ni son lo
suficientemente poderosos para defenderse del rey Artajerjes. Jeno-
34
[. te sera elegido para dirigir al ejercito de
1011 G . . . - b h fi
lta a reCia, m1s1on astante onorf ca
vue
arriesgada, que el autor relatara en terce-
~a. persona. y sin excesiva grandilocuencia.
Jenofonte fue un autor no solo de obras
historicas, sino tambien muy prolffico en
orros generos de trabajos, donde se puede
percibir cierta influencia del pensamiento
de Socrates (a quien Jenofonte habrfa co-
nocido personalmente), especialmente en
sus tra.tados politicos, morales y did:icti-
cos: Ciropedia, Apologia, Simposio, Consti-
tuci6n de los espartanos, Sabre la caballeria,
entre otros.
«Cuando se hadan estas reflexiones volviemn los
ojos hacia jenofonte. Los capitanes le dijeron, acer-
e<indose a el, que asf pensaba el ejercito y, ponien-
do. de relieve cada uno su afecto por el, trataba de
convencerle para que aceptara el mando.jenofon-
te, por una parte, lo quena, en Ia creencia de que
asf se incrementarfa su estima entre los amigos
y su nombre l!egana con mas grandeza a su ciu-
dad. Ademas, quiza podna hacer tambien algun
bien para el ejercito. Tales reflexiones lo incita-
ban a desear llegar a ser jefe con plenos poderes.
Pero, cuando reflexionaba que es incierto para
todo hombre como sera el futuro y que, por esto,
inc uso con·fa el riesgo de perder Ia fama adquirida
con anterioridad, dudaba.»
Historiadores helenfsticos
Otros historiadores griegos del siglo IV a.C. se caracterizan
rambien, como Jenofonte, sobre todo por la fuerte herencia que
reciben de Tuddides. Tanto la tematica tucidfdea -continuacion
de la historia de Grecia despues de la guerra del Peloponeso- como
su emulacion estilfstica (aunque con bastante distancia) pueden
verse en una serie de Hellenica, o Sabre casas griegas, como las de
Teopompo, las Hellenica de Oxyrrinco, de autor desconocido, y en
otros autores como Calfstenes, Filarco, Eforo o Timeo. Algunos de
estos historiadores helenfsticos han sido juzgados por !a crftica
como menos preocupados por referir los hechos historicos tal cual
ocurrieron y mas interesados en contarlos muy bien adomados es-
teticamente, incluso «tragicamente>>, para lograr mover las emo-
ciones del lector. El uso de tecnicas retoricas para la persuasion
vario segun los autores, pero en algunos casos se habrfa llegado al
abuso de estos recursos y los mismos contemporaneos no dudaron
en denunciarlo, como puede verse en el ataque que hace Polibio
contra Timeo o Filarco en sus Historias (libro 12).
En el afi.o 168 a.C. la batalla de Pidna pone fin ala guerra entre
Roma y Macedonia. Perseo, rey de Macedonia, es derrotado y con
el cae tambien su monarqufa. El triunfo romano se afianzarfa toda-
vfa mas con la victoria sabre la ciudad de Corinto en ell46 a.C. La
conquista de Grecia por parte de Roma fue un acontecimiento que,
de alguna manera, cambio el modo de enfocar de la historia griega.
Si bien es cierto que algunos historiadores griegos continuaron es-
cribiendo solo sobre Grecia en sus Hellenica, otros, principalmente
aquellos que tuvieron contactos personales con Roma, se abrieron
a contar y explicar el desarrollo historico de la nueva potencia del
35
'-----
Anabasis 6. I.I9-22
Historiadores griegos
bajo Roma
Mediterraneo. Estos historiadores buscaron establecer conexiones
o relaciones entre su propia patria y lade los conquistadores y, aun-
que todos ellos escriben en griego y para un publico mayoritaria-
mente griego, eran conscientes de que tambien serfan lefdos por la
elite romana mas culta, que se manejaba con soltura en esta lengua.
En algunos casos, se dieron acerrimos defensores de la poiftica ro-
mana, como Dionisio de Halicamaso o Apiano, pero tambien otros
fueron mas crfticos y menos halagadores con Roma, como Plutar-
co. Sin duda, el historiador griego mas destacado que escribiera
historia de Roma fue Polibio.
Polibio
Despues de la batalla de Pidna, Grecia paso a formar parte del
Imperio romano y muchos griegos fueron deportados aRoma. Poli-
bio de Megalopolis (ca. 200-ca. 118 a.C.) fue uno de estos griegos
cultos que se establecio en Roma y llego a convertirse en un refe-
rente intelectual de la epoca; se hizo amigo y mentor de Escipion
Emiliano y probablemente lo acompafio en sus campafias a Espana
y Africa. En ell46 a.C. presencio, tambien
«Porque Ia propic. originalidad de los hechos acer- junto a Escipion la destruccion total de
ca de los cuales nos hemos propuesto escribir C d .'d. - L 1 1··' ·
basta para atraer y estimular a cualquiera, joven y artago, que eo 10 una mente e Lermmo
anciano, a Ia lectura de nuestra obra. En· efecto, de las guerras plinicas a favor de Roma.
(puede haber algun hombre tan ne~io o negligen: La intensa carrera de Polibio y su parti-
Te que no se 1merese en conocer como y por que . · - ,. l' · d· 1 - ·
genero de constituci6n polltica fue denrotado casi opaoon. en asuncos P0 ltlcos, 1P OITlatl,
todo el universo en cincuenta ytres afios no cum- cosy mthtares hacen natural que le extja al
plidos, y cay6 bajo el imperio indiscutido de.los historiador ideal no solo una formacion en
romanos? Se puede comprobar que antes esto no 1 - d· - · b t d
habfa ocurrido nunca.» as mas 1versas areas, smo so re o o una
Histories 1.1.5 preparacion basada en la actividad y expe-
riencia polftica. Este sera un aporte nota-
Unidad politica y moral bl.e al pensamiento historiografico, pues Polibio es explfcito en
sefialar que la historia ciertamente debe dar ensefianzas morales,
pero que debe tambien tener una utilidad polftica y ensefiar el
arte del gobiemo a los mas jovenes. Este objetivo solo se logra-
rfa si el que narra la historia es ei mismo un buen politico. Asf
se explicarfa el interes de Polibio por analizar con detalle la cons-
titucion de Roma, ya que ella serfa en gran parte la causa de la
grandeza y durabilidad de su imperio.
Ellibro sexto de las Historias -clave para entender toda la his-
toria de Roma- explica los tipos de gobiemos siguiendo el mode-
lo aristotelico y presenta la teorfa del ciclo de constituciones o
«anaciclosis>>. Seglin Polibio, la constitucion romana era lamas
perfecta porque reunfa en uno solo los tres tipos de gobiemos
puros y esto le daba una estabilidad inigualable:
36
«Asi pues, estas tres clases de gobierno que he citado domina-
] constitucion y las tres estaban ordenadas, se administraban
ban a . . .
artian tan eqmtatlvamente, con tanto aoerto, que nunca
YreP · · ; · h -b - d'd fi
die. ni ran stqutera ,os natlvos, a nan po 1 o a rmar con se-
na ·dad si el regimen era totalmente monarquico, aristocratico 0
gun C l . c- l
d ocratico. osa muy natura , pues s1 nos HJaramos en a potes-
e;de los consules, nos parecerfa una constitucion perfectamente
raonarquica y real; si atendie~amos a la del senado, aristocratica,
rn consideraramos el poder del pueblo, nos darfa la impresion de
y Sl . . _
enconrrarnos, sm duda, ante una democraoa» (6.11.11-12).
Estudiar el tema de la dominacion romana, expandida por todo Historia universal
e1 Occidente conocido, da pie a que Polibio pueda decir que es-
cribe una <<historia universal» (kath6lou), no solo porque trata la
historia de todo el mundo habitado (oikoumene), sino especial-
mente porque los acontecimientos parecen moverse hacia un fin
comlin; los sucesos analizados permiten una vision de conjunto
que forma un todo coherente.
Aunque Polibio generalmente puede sefialar, y sobre todo ex- La fortuna
plicar, las causas de los acontecimientos que suceden al hombre,
tambien la fortuna desempenara en su obra un papd importante.
La fortuna o tyche tendra en Polibio diferentes significados, que van
desde el mas neutro e impersonal azar o suerte, hasta la cuasi divi-
nidad que formula el plan que dirige y gufa el curso de los asuntos
humanos. Pero la fortuna, por tanto, al no ser totalmente racional,
no sera invocada por Polibio como explicacion causal de nada.
Polibio fue el primer griego que presento el poderfo y la gran-
deza de Roma a sus compatriotas, quiza en un intento de acercar
el vencido al vencedor y de mostrar los fundamentos de la supe-
rioridad de este ultimo, aunque no por eso dejo de senalar y aler-
tar los posibles peligros que conllevaba esta misma grandeza.
Dionisio, Diodoro, Apiano, Arriano
Varios fueron los griegos que continuaron en la tradicion de
Polibio y se dedicaron a contar la historia de Romano solo en un
afan de informar al mundo de habla griega, sino tambien atrafdos
por el proceso de desarrollo del Imperio romano como tal. Un
representante de esta tendencia en el siglo I a.C. fue Dionisio de Dionisio de Halicarnaso
Halicamaso (ca. 60-ca. 7 a.C.), que vivio en Roma como profesor
de ret6rica y escribio una historia de Roma en veinte libros: An-
tiguedades romanas. Lamentablemente no ha sobrevivido la obra
completa y solo tenemos la narracion desde las leyendas funda-
cionales romanas hasta el inicio de las guerras punicas. A veces se
le ha criticado a Dionisio el presentar en su obra una mirada de-
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Diodoro
Apiano
Arriano
Las Vidas parole/as
masiado positiva hacia Roma, derivando esta casi en un panegfri-
co de sus virtudes. Otro escrito muy interesante de Dionisio es su
Sabre Tucfdides, que es uno de los pocos tratados de la Antigiledad
en que un historiador critica y analiza formalmente la obra de
otro historiador.
Diodoro Sfculo, tambien del siglo I a.C., narra en su Biblioteca
la historia del mundo conocido desde sus orfgenes mfticos hasta
el ano 60 a.C. A partir del relata sobre Filipa de Macedonia el
texto se vuelve fragmentario; sin embargo, para algunos aconteci-
mientos individuales de la historia de Grecia, Sicilia o Roma, se
considera que Diodoro arroja importantes luces.
A fines del siglo I d.C. aparece la figura destacada de Apiano
(ca. 95-ca. 165), historiador griego nacido en Alejandrfa que ob-
tuvo la ciudadanfa romana y fue un ferviente admirador de Roma.
Apiano establece como causa del exito romano las virtudes de su
gente, especialmente la paciencia, la firmeza y la moderacion. Su
obra esta estructurada etnograficamente y trata individualmente
a cada pueblo que fue conquistando Roma: los samnitas, los cel-
tas, los cartagineses, entre otros. El relato que hace Apiano en sus
Guerras Civiles es particularmente importante para nosotros ya
que la mayorfa de las fuentes sabre este tema se encuentran des-
aparecidas.
Del mismo siglo es Arriano (ca. 86-ca. 170), quien se identifi-
caba a sf mismo como un <<segundo Jenofonte>>, especialmente
por el estilo. La mayorfa de sus obras se encuentran hoy perdidas,
pero contamos con algunos fragmentos muy interesantes que na-
rran las campanas de conquista del emperador Trajano en Orien-
te y otros fragmentos sobre Alejandro Magno. Otros ejemplos
destacados de historiadores griegos que narran la historia de Roma
son Plutarco y, ya en el siglo Ill d.C., Dion Casio.
Plutarco
Siempre dentro de la categorfa de griegos que escriben sobre la
historia de Roma, aunque en un genero distinto, encontramos a
Plutarco. Nacido en Queronea alrededor del afio 50 d.C., Plutarco
desarrollo el genero biografico y, por lo tanto, son <<vidas>> (bioi) lo
que el nos entrega y no historia propiamente, como senala en el
prefacio a las vidas de Alejandro Magno y Julio Cesar.
La primera obra de Plutarco fue la Vida de los emperadores ro-
manos, que iba desde Augusto hasta Vitelio, pero de la cual no
nos queda mas que la biograffa de los emperadores Galba y Oton.
Fueron, sin duda, sus Vidas paralelas las que le atrajeron fama y
popularidad incluso ya en el mundo antiguo. La originalidad de
38
~L
reo es haber concebido estas biogra-
pluta .
_ ,., pare]·as: una gnega y una romana
fao e,.
1
una comparacion de ambas al final
con y . d. . ~
~ crisis). a es m 1canvo ver como pre-
(syn
ta Plutarco sus pares; por ejemplo, pone
sen d D ~ c·
. ros a los ora ores emostenes y lce-
JLln d. b·~
~ ~ 0sa que no sorpren e, pero tam 1en
ron, ~- .
une a Alejandro Magno, el gran conqws-
redor del enorme imperio helenfstico, con
J:lio Cesar, conquistador de las Galias y
dictador en Roma. Claramente Plutarco
asimila a estos dos hombres en su afan im-
erialista, y quiza podrfan encontrarse mas
p 1 .~ d
azones para a umon e estos persona-
;es, pero lamenta?lemente la syncrisis en-
tre Alejandro y Cesar se encuentra perd1da.
Plutarco se presenta a sf mismo como
un pintor que realza los rasgos mas caracte-
rfsticos de sus personajes, y estos son, preci-
samente, sus vicios y virtudes. Este intento
r--- -~,
1 «Habiendonos propuesto escribir en este libro Ia :
1 vida de Alejandr-o y Ia de Cesar (el que venci6 a 1
i Pompeyo) por Ia muchedumbre de hazafias de uno
y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a los
lectores, y es que si no las referimos todas, ni aun
1 nos detenemos con demasiado detalle en cada una
de ias mas celebradas, sino que cortamos ysuprimi-
mos una g1-an parte, no por esto nos censuren y
reprendan. Porque no escribimos historias, sino vi-
das; y no es en las acciones mas ruidosas en las que
se manifiestan Ia virtud o el vicio, sino que muchas
veces un hecho de un momento, un dicho agudo y
una pequeiiez sirven mas pat·a mostrar el catcicter
que batallas en que mueren millares de hombres,
numerosos ejercitos y sitios de ciudades. Por tanto,
as( como los pintores toman para retratar las seme-
janzas del rostm aquellas facciones en que mas se
manifiesta Ia Indole y el caracter, cuidandose poco
de todo lo demas, de Ia misma manera debe a no-
sotros concedersenos el que atendamos mas a las
sefias del alma y que por elias dibujemos Ia vida de
cada uno, dejando a otros los hechos de grande
aparato y los combates.»
Vida de Alejandro I.I
de narrar una biograffa centrandose mas en ilustrar el caracter y
temperamento de la persona que sus grandes acciones ha sido cri-
ticado por algunos como una tediosa pretension moralizadora.
Sin embargo, la popularidad de Plutarco a traves de los siglos
(Shakespeare, Montaigne, Rousseau son algunos de sus deudores)
refleja ciertamente que al momenta de escribir w1a biograffa son
muchas veces los detalles y las anecdotas los que logran captar
mejor la particularidad propia de una persona y que son tambien
ellos los que pueden ser presentados como modelo a imitar en una
historia que busca ante todo ser <<maestra de vida».
La biograffa
Di6n Casio
La Historia romana de Dion Casio (ca. 155-229 d.C.) presenta
un tema dominante -aunque la obra completa narra desde la fun-
dacion de la ciudad hasta el afio 235 d.C.- que es nada menos que
el cambio del sistema republicano al imperial. Dion senalara ex-
plfcitamente que la monarqufa es la unica que puede garantizar
una cierta estabilidad al gobiemo de un imperio tan extenso y
diverso, afirmacion que seguramente no habrfa sido del agrado de
Augusto, que se proclamaba como el restaurador de la Republica.
La activa vida polftica de este griego como senador, pretor,
legado militar y consul bajo distintos emperadores hace que su
interpretacion de la historia romana venga de una fuente experi-
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  • 1.
  • 2. Maqueta Cubierta Sergio Ramirez Diseno Interior RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del C6digo Penal, podran ser castigados con penas de multa y privaci6n de libertad quienes sin Ia preceptiva autorizaci6n reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen publicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientifica, fijada en cualquier tipo de soporte. iiiGOBIERNO DE ESPANA MIN!STERIO DE EDUCAC!6N. CULTUAA Y DEPORTE Esto obro ho recibido uno oyudo a Ia edici6n del Ministerio de Educcci6n, Culture y Deporte. © Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza, 2013 © Ediciones Akal, S.A., 2013 Sector Foresta, I 28760 Tres Cantos Madrid - Espana Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.akal.com ISBN: 978-84-460-3727-9 Deposito legal: M-1.502-20 13 lmpreso en Lavel, S.A. Humanes (Madrid) omprender el pasado Una historia de Ia escritura y el pensamiento hist6rico Jaume Au rei!, Catalina Balmaceda, Peter Burke y Felipe Soza aka!
  • 3. Pr61ogo Parad6jicamente, cuando los cambios soci;lles y culturales se aceleran, el interes por el conocimiento del pasado se revitaliza. En las ultimas decadas hemos experimentado el fenomeno de la explosion de la memoria, la expansion vertiginosa del interes por el pasado, especialmente por el pasado reciente, que ha tornado forma de museos, exposiciones, cine historico, documentales tele- visivos, recreaciones de eventos del pasado, publicacion de memo- rias y, por supuesto, de libros y artfculos, tanto de ambito academi- co como divulgativos. Quiza la explicaci6n de esta paradoja es que, en la edad en que la vida cotidiana se transforma tan rapida- mente, la gente se siente desorientada. Entonces, un modo de re- sistirse al cambio es aferrarse a las memorias del pasado, volviendo la mirada a la historia para orientarse en el presente. Algunos piensan que es preferible que el pasado, o por lo menos algunos eventos del pasado, continue en el olvido, pero incluso aquellos que desearfan enterrarlo son ahora forzados a introducirse en un debate abierto, de fuertes connotaciones publicas y sociales. El estudio de la historia de la historiograffa esta tambien go- Historia de Ia historiografia zando de un boom analogo. Relegado durante mucho tiempo a la periferia de los intereses por los propios historiadores profesio- nales, este tema se ha vuelto mucho mas nuclear y generalizado durante la ultima generaci6n, gracias a lo que ha sido llamado el <<giro reflexivo» en el estudio de las humanidades y de las ciencias sociales, asf como el enfasis que el posmodemismo ha puesto en algunos puntas de vista, tal como se comenta en este libro. Aun- que los autores de este estudio colectivo no se describen a sf mis- mos como <<posmodemistas>> ni se adscriben a esta tendencia, to- dos ellos estan convencidos de la importancia del conocimiento de las tendencias del pensamiento historico no solo para cual- quiera que aspire a la escritura de la historia, E;ino tambien para los lectores de historia en general. Somos conscientes de que recientemente se han publicado al- gunas historias de la historiograffa, entre otras A History ofHistories 5
  • 4. Autorfa colectiva (Historia de las historias), del ingles John Burrow (2007), A Global History of History (Historia global de la historia), del canadiense Da- niel Woolf (2011 ), ysobre todo la importante obra conjunta Oxford History of Historical Writing (2011-2012), rodavfa con algunos vo- iumenes en prensa. Sin embargo, pensamos que aun hay espacio para una nueva. Por una parte, sostenemos que, en esta epoca de hiperespecializacion, es diffcii, si no imposible, para un individuo dominar la masa de informacion disponible sobre este tema, por lo que se precisan especialistas de cada periodo. Por otra parte, una obra escrita por muchos autores, como la Oxford History of Histori- cal Writing, aunque util como obra de referencia, ofrece solo un conocimiento fragmentado de la materia. Por este motivo, parti- mos del convencimiento de que un pequefio grupo de academicos, cuatro en este caso, provenientes de diferentes especialidades, pero que comparten intereses comunes, y procedentes de distintos pafses y continentes, pero con disponibilidad para reunirse con frecuen- cia y mantener una correspondencia asidua, ofrece una solucion mas efectiva para solventar el problema de combinar la disponibi- lidad de una informacion masiva con la presentacion de un cuadro general inteligible. Para conseguir una mayor unidad en la autorfa, el trabajo ha sido dividido entre los diferentes miembros del equipo segun sus intereses, especializacion y experiencia, pero los cuatro nos he- mos sentido responsables de la escritura de todos los capftulos, por lo que hemos mantenido frecuentes intercambios de ideas y de manuscritos entre nosotros, dando como resultado un libro que puede ser considerado realmente una empresa colectiva. Compa- tible con esta autorfa colectiva, nos ha parecido oportuno que cada capitulo lleve la firma del autor o autores que han llevado a cabo la version inicial sobre la que despues hemos trabajado todos conjuntamente. Durante los afios de elaboracion de este libro, hemos experi- mentado tambien los beneficios de haber puesto en comun la di- versa pertenencia generacional de los autores: Peter Burke ha dedicado toda una vida a la historia, y por tanto ha experimenta- do (y, en algunos casos, ha contribuido a generar) las tendencias analizadas en los ultimos capitulos; Jaume Aurell y Catalina Bal- maceda estan ahora en un punto medio de su carrera y gozan ya de una cierta perspectiva, pero tienen tambien mucho camino por recorrer; y Felipe Soza se halla en los inicios de su trayectoria, aportando una vision fresca y renovada de la historiografia. Los cuatro autores hemos tenido en mente escribir para una audiencia basicamente de habia hispana y portuguesa. Aunque el libro de Burrow ha sido recientemente traducido al castellano, la obra esta claramente disefi.ada para un publico anglofono. Ade- 6 mas, a diferencia de Burrow, que omite esta informacion, los au- tares hemos incluido ejemplos de la historiograffa espanola desde la Edad Media a la actualidad, y hemos dedicado un largo y con- tundente capitulo espedfico para Latinoamerica. Nos gustarfa tambien llamar la atencion del lector sobre otros rasgos espedficos de este libro. En primer lugar, nos hemos pro- puesto describir las tendencias generales de la escritura y el pen- samiento historico, especialmente la perteneciente a la tradicion occidental, pero hacienda algunas referencias a otros modos al- ternativos de concebir y escribir la historia, especialmente las tra- diciones china y arabe, a las que se dedica un capitulo especffico. En segundo lugar, no hemos querido ignorar lo que se podrfa Ha- mar practica de la cultura historiografica, es decir, la informacion no solo sobre los historiadores y sus obras, sino tambien sobre los receptores de la historia: para quienes era destinada, d6nde se lefa, c6mo era conservada y que tipo de debates generaba. Por ultimo, como consideramos a la historia de la historiograffa ver- dadera historia intelectual, nos ha parecido oportuno situar estas corrientes en su contexto historico, cultural, social y polftico, lo que incluye los principales eventos de su tiempo, la posicion so- cial de los autores y las actitudes y valores que estos han compar- tido con sus contemporaneos. Sin embargo, no l:lemos pretendido ofrecer un panorama general que ahogara los ejemplos mas carac- terfsticos. Hemos intentado, mas bien, combinar una exposici6n general de las principales tendencias con las oportunas referen- cias de los historiadores mas representativos de cada periodo, algunos de eHos separados en pequefi.as biograffas que aparecen aparte del texto. Para hacer esos ejemplos todavfa mas vivos y llevar a los lee- tares a un contacto mas directo con los textos hist6ricos, hemos combinado esos perfiles de historiadores con breves pasajes de sus obras. Esperamos que este metoda, inspirado en el famoso estudio del historiador de la !iteratura aleman Erich Auerbach, Mimesis (1946), haga nuestro libro mas expresivo y estimule a algunos lectores a buscar y analizar los textos originales. Ademas, hemos complementado cada uno de los capitulos con una breve bibliogra- ffa basica comentada, y tambien con esquemas de las principales tendencias, autores y obras mas representativas de cada periodo. Finalmente, pensando en los estudiantes de historia que tratan de orientarse en el laberinto de las tendencias que hoy rivalizan por la hegemonfa, hemos dedicado una particular atenci6n a la situaci6n y los problemas del pensamiento y la escritura de la his- toria en el pasado mas reciente y en la actualidad, por lo que las ultimas tendencias ocupan, proporcionalmente, un mayor espa- cio en ellibro. 7 Historiografia como historia intelectua!
  • 5. Agradecimientos Los autores agradecemos a Javier Beltran H. su minuciosa ta- rea de revision del manuscrito, en su fase final. Para terminar, los autores querrfamos dejar constancia de nuestro especial reconoci- miento hacia Tomas Rodriguez, cuyo aliento editorial ha sido ba- sico para la realizacion de este libro. En el largo itinerario de la elaboracion de este libro, los autores nos hemos senridos honra- dos de poder trabajar con un profesional que conserva las cuali- dades que cualquier historiador querrfa para su editor: una gran pasion por la historiograffa, un juicio personal sobre los debates teoricos y practicos en torno a la disciplina, y un profundo cono- cimiento del mundo editorial. Cambridge / Santiago de Chile / Pamplona, mayo de 2012 8 La ntiguedad clasic:a: Grecia y Roma (Catalina Balmaceda) La mayorfa de lo que hoy conocemos del pasado grecorromano !o hemos obtenido de sus historiadores, aunque no por esto se minusvalora el trabajo de la epigraffa, la numismatica y la arqueo- logfa,, que, a traves del estudio de inscripciones, monedas y otros restos materiales, ha enriquecido la reconstruccion de ese pasado. En general, el estudio de la historiograffa anrigua se ha centrado principalmente en los autores y sus fuentes, donde y como han obtenido la informacion necesaria y los metodos que han utiliza- do para reconstruir o representar el pasado en una narracion co- herente. Sin embargo, puede resultar interesante trazar antes un panorama amplio sobre la naturaleza misma de la escritura de la historia en la Antigiiedad. Cuando hablamos de historiograffa en la Antiguedad clasica Cronologia nos estamos refiriendo a escritos historicos de griegos y romanos de un periodo que cubre alrededor de 800 afi.os, desde las Historias de Herodoto, escritas a mediados del siglo V a.C., hasta las Res gestae de Amiano Marcelino, compuestas a finales del siglo IV d.C. Estudiar un periodo tan amplio, agrupando a sus variados repre- sentantes bajo un mismo techo -la Antigiiedad clasica-, condi- ciona nuestra vision de la historiograffa antigua, pues nos puede llevar a generalizaciones o simplificaciones donde realmente hubo diferencia y complejidad. Nose puede negar quelo que lla- mamos en la actualidad «historiograffa clasica» presenta unas ca- racterfsticas comunes, peculiares y propias de ese tiempo, pero tampoco serfa correcto pensar en una especie de uniformidad de los historiadores antiguos al enfrentar su tarea de escribir historia. Pero para el estudio de la historiograffa clasica no solo es conve- niente tener en cuenta su gran extension temporal, sino tambien el estado fragmentario de la evidencia que poseemos. El porcentaje que ha llegado a nosotros de lo que fue realmente escrito como texto historico en la Antigiiedad es extremadamente pequefi.o. De muchos historiadores solo tenemos referencias indirectas a traves de testimonies o citas de otros autores, fragmentos sueltos, resume- 9
  • 6. Caracteristicas generales nes o epitomes hechos por escritores posteriores. Toda esta infor- macion debe ser utilizada con cautela principalmente por dos ra- zones. Primero, porque los autores en la Antiguedad casi siempre citaban de memoria, es decir, a veces eran vagos, podfa..n. confundir- se o no recordar correctamente la cita, y segundo, porque eran muy selectivos y podfa ser que interpretaran las palabras del autor origi- nal en un sentido que este no quiso darle. Las cronologfas pueden tambien ser un problema a la hora de estudiar la historiograffa del mundo clasico. Al no existir un con- sensa o una cronologfa absoluta, cada pueblo se regfa por sus pro- pios parametros: para los griegos los afios se contaban por olimpfa- das y as! los cuatro afios entre unos juegos olfmpicos y otros eran una manera de poder fechar los acontecimientos. Pero tambien cada polis tenfa su propia manera de contar el tiempo y a veces los perio- dos tomaban los nombres de sus reyes o gobemantes, o de ciertas festividades religiosas. Para Roma, en cambia, la historia comenza- ba con la fundacion de su ciudad (ab urbe condiw =AVC) y los afios tenfan los nombres de los magistrados anuales, los consules. Ademas estaba la dificultad de que la contabilidad del ciclo anual, si bien coincidfa a grandes rasgos en Grecia y Roma, no era exactamente igual, pues en cada pueblo variaba la duracion del llamado «mes intercalado>>, que era necesario incluir cada algu- nos afios para hacer coincidir el calendario con el ciclo solar. En Grecia era un mes completo, porque los meses eran mas cortos y segufan el calendario lunar, mientras que en Roma eran solo unos dfas que se agregaban al final del mes de febrero por decision del pontffice maximo. Si bien se ha avanzado mucho en el estudio de la medicion del tiempo, una fecha exacta en el mundo grecorro- mano es diffcil de obtener y para los periodos mas antiguos no queda otra altemativa que basarse en ciertas convenciones. A pesar de lo audaz que puede ser agrupar en un mismo conjun- to a autores con casi nueve siglos de diferencia y a pesar de que conozcamos solo una fraccion de toda la producci6n del periodo, estudiar la historiograffa antigua tiene ala vez un valor en sf mismo y un valor agregado: por una parte, nos permite conocer el desarro- llo de la conciencia historica del hombre y su postura intelectual frente al pasado y, por otra, somos capaces de reconocer lo que permanece hasta hoy de esos modelos clasicos y que constituyen los fundamentos de la tradicion historiografica occidental. En este capftulo se trataran con mas detalle los historiadores de los que se tiene mas evidencia y de los cuales su obra ha llega- do hasta nosotros en un estado relativamente completo. Aunque no se trata de una lista exhaustiva de autores, en cierta medida resulta una lista coherente y valida para sacar algunas conclusio- nes generales. Algunos de los historiadores cuyos escritos posee- 10 mos en estado mas fragmentario se nombran junto con su obra, pero no nos detenemos a analizarlos; la bibliograffa del final del libro puede complementar la informacion. LA HISTORIA COMO INVESTIGACION Para el analisis global de la historiograffa clasica que presenta- mos a continuaci6n tomamos como gufa unas palabras de la obra C6mo se escribe Ia historia (oDe historia conscribenda), de Luciano de Samosata. Luciano fue un escritor griego del siglo II d.C. (125- 180) que nos dej6 uno de los textos mas signi5.cativos que nos han llegado de la Antiguedad sobre la teorfa y la practica de la escritura hist6rica. En su obra, Luciano presenta sobre todo los estandares y fundamentos a partir de los cuales se debe cimentar una buena historia segun los canones del mundo antiguo. «Algunos piensan que escribir historia es algo facil y simple, y que cualquiera puede hacerlo si pone por escrito lo que le viene a la mente. Con respecto a esto, estoy seguro de que tu sabes tan bien como yo que la historia no es una de esas cosas que puede componerse sin esfuerzo o a la ligera, sino que es algo que necesi- ta, quiza mas que nada en la literatura, mucha reflexi6n si quiere llegar a ser lo que deda Tuddides, "una posesion para siempre"» (De hist. conscr. 5). La palabra <<historia» -del griego historfe- significaba origina- Definicion de historia riamente averiguaci6n, investigacion y este fue el sentido que Herodoto le clio cuando en su pr6logo sefial6 que iba a presentar el <<resultado de sus averiguaciones» (vease Her6doto). El verbo historefn implicaba en griego tambien una forma de conocer: co- nocer por medio de investigaci6n. En un primer momenta, en- tonces, estas <<historias» de Herodoto no tenfan el sentido especf- fico de narrar los acontecimientos del hombre en el pasado, sino que mas bien daban una idea general de que lo que Her6doto iba a presentar era producto de un paso cognitivo, es decir, un modo de conocimiento. De hecho, el nacimiento de este genera litera- rio ode este <<invento» griego nos dice mucho acerca del modo de conocer que tenfan los griegos de ese tiempo: investigando. En otras palabras, <<historia» como la entendemos hoy no tuvo que ver en su origen con lo que la palabra histone significaba para los griegos antes de Her6doto; sin embargo, ya se apreciaba su carac- ter abierto y un rico potencial para el desarrollo especffico del concepto que mas tarde le darfa Her6doto. En la palabra <<historia» se ve ademas, desde un principia, el componente de investigaci6n, trabajo y esfuerzo que sefiala tam- bien Luciano en la primera parte de su obra. Historefn como verbo l!
  • 7. transitivo significa aprender a traves de la averiguacion, es decir, un aprendizaje activo, y el historiador se ve a sf mismo como un hombre con una labor o accion personal entre manos. El historia- dor no es simplemente un instrumento de alguna divinidad que recita algo que casino le pertenece, como podemos ver en el pri- mer verso de la Il!ada: << iCanta, oh Musa, la colera del Pelida Aquiles!>>. Se puede decir que la historia, tal como se entiende hoy, solo pudo haber nacido en el siglo de la razon en Grecia. Fueron los griegos del siglo V a.C. -tiempo en que se busco exten- der y racionalizar el conocimiento- quienes desafiaron h poesfa epica y las genealogfas mitologicas como unico modo de conocer el pasado e intentaron, a traves de la aplicacion metodica de los principios de la investigacion, conocer las acciones del hombre en el tiempo. Es muy probable, por ejemplo, que Herodoto y Tu- cfdides hayan sido influidos poderosamente por los so:fi.stas de su epoca. De hecho, estos ultimos y los historiadores compartieron el objetivo de transmitir un conocimiento util para la practica polftica (Nicolai, 2007). La escritura de ia historia Desde un comienzo, entonces, se per:fi.la la escritura historica como un trabajo activo y, segun Luciano, tambien arduo para el que lo practica. Y es que en este nuevo genera literario se combi- nan diferentes factores que tambien individualmente son de una gran complejidad. Escribir historia es primero «averiguar>> lo que ha pasado y luego «contarlo» con maestrfa: «En cuanto a los acontecimientos, el historiador no debe re- unirlos al azar, sino solo despues de una laboriosa y ardua investi- gacion. Tiene que ser, de preferencia, testigo ocular, perc- si no se puede, tiene que ofr a aquellos que cuentan la narracion mas im- parcial, los que son menos propicios a sustraer de los hechos o a anadirles por favoritismo o malicia. Cuando esto suceda, que muestre agudeza y habilidad para presentar el relata mao crefble. Una vez que haya recopilado la mayor cantidad de hechos, que primero haga una serie de notas, un cuerpo de material todavfa sin belleza o continuidad. Luego, despues de ordenados, que les de belleza y los perfeccione con los toques de expresion.. figura y ritmo» (De hist. conscr. 47-48). Veracidad de Ia historia Investigaci6n, entonces, se relaciona directamente con vera- cidad. Este es uno de los complejos aspectos de la escritura hist6- rica y el que la distingue de otros generos literarios en boga en la Antigiiedad como la tragedia o la poesfa. zPor que habrfa de po- nerse tanto esfuerzo por «averiguar» lo que realmente pas6 si la historia no buscaba establecer un relato «verdadero» del pasado? La historiograffa se diferencia porque la exactitud de lo que se cuenta importa. Pretende narrar hechos porque los hechos son importantes para la reconstruccion del pasado. El texto ~istorico 12 ~ no solo tiene un valor intrfnseco como cualquier otro texto lite- rario, sino que ademas quiere hacer referenda a unos hechos ex- ternos que la historia llama «realidad». «Esto, como ya he dicho, es el elemento peculiar de la histo- ria: solo se debe sacrificar a la verdad. Cuando alguno va a escribir historia, debe ignorar todo lo dem;is» (De hist. conscr. 40). Ya antes de Luciano, Tucfdides, en su primer libro de la Guerra de! Pdoponeso, habfa hablado de una busqueda de la verdad (1.22) y tambien Ciceron habfa puesto el fundamento de lo que se verfa como el edificio de la historia en la veracidad de lo que se narra. Esa era la primera ley de !a historia, conocida por todos, dice el insigne orador. El historiador clasico sabe que su relato debe ajus- tarse de la manera mas fidedigna posible a los acontecimientos del pasado y para eso averigua. «La historia no se puede permitir una mentira, ni siquiera una pequefia» (De hist. conscr. 7), sigue diciendo Luciano, y la veracidad sera uno de los criterios para juzgar la calidad del historiador en el mundo antiguo. Volveremos sobre este tema mas adelante. UTILiDAD Y FINES DE LA HISTORIA «Algunos piensan que pueden hacer una buena distincion en la historia entre lo que da placer y lo que es uti.!, y por esta raz6n elaboran encomios para agradar y entretener a sus lectores; pero zno te das cuenta de que lejos estan de la verdad? En primer lugar, la distinci6n que realizan es falsa: la historia tiene una tarea y un fin -lo que es util- y eso viene de la verdad sola.. Porque Tuddides dice que el esta escribiendo una posesion para siempre, no una obra para ganar un concurso, y por eso no incluye ficcion, sino que deja a la posteridad el relato verdadero de lo que ha pasado. Tambien advierte sobre la cuesti6n de la utilidad y sobre lo que es seguramente el objetivo de la historia: que si alguna vez los hom- bres se encuentran de nuevo en una situaci6n similar, que pue- dan, por la consideracion de los hechos pasados, enfrentar correc- tamente las circunstancias que les toea vivir» (De hist. conscr. 9). La meta de una narraci6n hist6rica nunca era solamente cog- Utilidad de Ia historia nitiva o intelectual. La historia debfa ser util. Una gran parte del valor de la historia en el mundo antiguo era percibido como co- nectado con su funci6n educacional. De una u otra manera se vefa la historia como una beneficiosa gufa para la conducta o una maestra de vida: magistra vitae (Cic., De oratore 2.36). Polibio ya lo habfa enfatizado antes de estas memorables palabras de Cice- ron. AI inicio de su obra, el historiador griego senalo el doble prop6sito de la historia: «Practicamente todos los autores nos 13
  • 8. Ensefianza poHtica Ensenanza moral proponen una apologfa de la historia al principia o al final de sus obras; aseguran que del aprendizaje de Ia historia resultan la for- macion y la preparacion para una actividad polftica; afirman tam- bien que la rememoracion de las peripecias ajenas es la mas clari- vidente y la unica maestra que nos capacita para soportar con entereza los cambios de fortuna>> (1.1.2). Brindar instruccion po- lftica y consejo, por un lado, y proveer ejemplos morales, exempla, por otro, eran dos grandes metas de la historia. Si bien estos dos aspectos estan presentes tanto en la historio- graffa griega como en la latina, se puede decir que cada una les otorga un enfasis distinto. Sin dejar de !ado la ensefianza etica que entregaba la historia, para los griegos esta debfa sobre todo proveer lecciones para el politico, formar a Ia clase gobemante con modelos y sistemas polfticos para ser imitados y tambien dar cuenta de los que hubieran fracasado para no caer en ellos en el futuro. Tucfdides dice explfcitamente que la historia debe ser una «posesion para siempre» (klima es aiei), es decir, nose escribe solo para el presente, sino que la historia debe ser una referenda para el futuro. Luciano se enmarca dentro de esta misma tradici6n griega cuando sefiala: «No escribas con tus ojos puestos en el presente para ganar alaban- za y honor de tus contemporaneos; aspira a la etemidad y prefiere escribir para la posteridad» (De hist. conscr. 61). Los historiadores romanos, en cambio, parecen estar mas preo- cupados por influir en su propio presente, especialmente porque, de entre las cosas que se puede aprender de la historia, quiza la central para ellos era la ensefianza moral. El historiador romano quiere mover a un cambio en la conducta de los romanos de su tiempo. Ellos velan los cambios, incluso los cambios politicos, en terminos morales y tambien vefan importantes aspectos historicos -la causalidad entre ellos- como una cuestion fundamentalmente moral (vease Salustio). Silos romanos intentaban describir y ex- plicar a los hombres y sus acciones en el tiempo, la explicacion y las causas de su conducta tenfan que estar, para ellos, ligadas a las mores, es decir, las costumbres, los habitos, disposiciones y mane- ras de ser. <<El centro de atencion para mf -dice Livio en su prefa- cio- es saber cual fue la vida, cuales las costumbres [quae vita, qui mores], por medio de que hombres [...] fue creado y engrandecido el imperio>>. La «moralidad», entonces, en su sentido etimologico y original era un rasgo esencial cuando se trataba de ilustrar y dar sentido al pasado. Asl, la historia debla hacer algo mas que contar relatos interesantes sobre este: debfa entregar un juicio moral. Porque era del estudio del pasado, de las virtudes y los vi- cios de los antecesores, de donde los romanos derivaban el con- cepto de moralidad publica (cfr. Tacito, Annales 3.65). Se esfor- zaran por relatar un pasado idealizado o un presente corrupto, los 14 historiadores buscaban mover a sus lectores a comportarse de una manera determinada. Esta preocupacion etica marco Ia historio- araffa antigua tan profundamente que ha sido considerada -junto ~on ia retorica- como una de sus caracterfsticas mas distintivas (Auerbach, 1946). Otro proposito de la escritura historica era, sin duda, preservar la memoria y construir una identidad colectiva. Esto se puede ver claramente en Herodoto cuando distingue la servidumbre de los barbaros de Ia libertad de los griegos (5.78), o en Tucfdides cuan- do, en el discurso funebre de Pericles, sefiala las caracterfsticas del sistema democratico que agrupa a todos los atenienses (2.37). Tambien los historiadores romanos eran especialmente dados a querer proyectar una imagen particular de Roma y usaban todos los medios que tenfan al alcance para transmitirla. La descripcion de la gente y de las instituciones es entregada para mostrar sus caracterfsticas esenciales y su naturaleza: escribir acerca de la his- toria de Roma actuaba, en cierto modo, como un instrumento de polftica «domestica» dentro de Ia misma sociedad romana. La descripcion de la vida publica y de la res publica; las relaciones entre la elite gobernante y la plebe; los militares, el crecimiento del imperio y el aumento de la importancia de los actores indi- viduales; los poderosos nuevos lfderes y sus decisiones polfticas, en fin, todo servia para descubrir quienes eran y como continuar comportandose como buenos romanos, incluso cuando cambian las circunstancias como puede verse especialmente en Tito Livio y mas tarde en Tacito. La historia, por tanto, no tenfa los mismos fines que otras ra- mas de la literatura. La escritura hist6rica, entonces, aunque im- plicata un acto de creaci6n similar al de la escritura poetica, se distingufa no solo por ellenguaje en verso o en prosa sino, como dice Polibio, por su finalidad: «El poeta tragico busca excitar y encantar a su audiencia por un momento expresando discursos verosfmiles a traves de sus personajes, pero la tarea del historia- dor es instruir y persuadir a estudiosos serios a traves de la verdad de las palabras y acciones que presenta, y este efecto debe ser permanente y no temporal» (2.56.10-12). Para Aristoteles, en cambio, «la diferencia se encuentra en que el historiador habla de los eventos que han ocurrido, el poeta, en cambio, de los que podrfan ocurrir. Es por esta raz6n que la poesfa es a la vez mas filosofica y mas seria que la historia, porque la poesfa habla de lo universal y la historia de lo particular>> (Poetica 9.1451a). Pode- mos estar o no de acuerdo con estas afirmaciones, pero lo que esta claro es que los historiadores, aunque ponfan en juego su capacidad creativa, se vefan a sf mismos hacienda algo diferente de la escritura poetica. IS Preservaci6n de Ia memoria colectiva Historia y literatura
  • 9. La ret6rica La inventio H!STORlAY RETORICA Para que se pudiera aprender algo del pasado, los hechos de- bfan estar adecuadamente registrados y ordenados. Este orden era lo que en definitiva le otorgaba sentido a la narraci6n y solo asf podfa venir luego la ensefi.anza. En el mundo antiguo este ordena- miento lo daba principalmente la aratoria y, sin duda, esto es lo que quiere decir Cicer6n cuando afirma que la historia «se trata de una cosa como ninguna otra digna de un orador>> (opus orato- rium maxime; De legibus 1.5). Desde muy temprano la historia extrajo ventajas de la ret6rica para su pmvecho propio: una mirada inquisitiva para buscar la evidencia, el olfato para detectar la parcialidad, el estar alerta para proponer argumentos desde la probabilidad y la capacidad para im- poner una estructura en diferentes tipos de material hist6rico. La historia necesitaba de la ret6rica: los hechos tenfan que ser inter- pretados; el material, organizado; los detalles, seleccionados; los eventos, reconstruidos; y las palabras, armonizadas con los hechos (Comber, 1997). La division tradicional de la aratoria se hacfa en cinco partes: elocutio (estilo), inventio (invenci6n), dispositio (orden), memoria (memoria) y pronuntiatio (dicci6n). El aspecto que mas acarrea problemas cuando hablamos de que la historiograffa antigua se apoya en gran medida en las tecnicas ret6ricas es, naturalmente, inventio. Inventio no tiene una traducci6n directa; no significa sim- plemente invenci6n, sino que, viniendo de invenio, es mas bien encontrar y descubrir, buscar por medio de la refi.exi6n, encontrar una posible explicaci6n usando la creatividad. Los manuales de ret6rica definen inventio como <<el hallazgo de cosas verdaderas o verosfmiles que hagan probable la causa» (Cic., De inventione 1.9). Inventio, entonces, era algo absolutamente necesario; deal- guna manera, reconstruir el pasado era -y todavfa lo es- siempre un acto imaginative. Al revisar a historiadores como Her6doto, Tito Livio o algunos analistas romanos, que narran acontecimien- tos tan lejanos a su propio tiempo y con tan escaso material, se concluye que, hacienda uso de su misma formaci6n ret6rica -que necesariamente habrfan tenido como hombres de letras-, deben haber llenado los vados con una narrativa circunstancial, algu- nas veces reconstruyendo creativamente lo que ·<<deberfa haber pasado>> (probabile), a veces para explicar o dar sentido, a veces simplemente para lograr un efecto artfstico o poetico. Los histo- riadores del mundo antiguo eran conscientes de que la tendencia a «embellecer» o <<completar» los relatos no debia oscurecer el compromise con el descubrimiento de la verdad: discuten la con- fiabilidad del material que utilizan, no son siempre credulos de 16 ~ sus predecesores_ y tienen conciencia de l~s peligros que podfa raer la utilizacwn de este mstrumento retonco -la mventw- en ~l campo de la h istoria (cfr. Polibio, 12; Tito Livio, 33.10.8; Tacita, 13.20). Luciano sefi.ala tambien en numerosos pasajes la importancia del c6mo debe relatarse la historia, pues el estilo, al narrar la his- wria, se hada casi tan importante como la historia misma: <<En cuanto allenguaje, esta debe ser Ia meta principal: ex- El relato hist6rico poner el material exactamente y disponerlo lo mas lucidamente posible, sin usar palabras desconocidas o rebuscadas ni tampoco ellenguaje vulgar de los mercados, sino el que la gente corrien- te pueda entender y los estudiosos alabar. [...] La dicci6n debe mantener los pies en la tierra: elevarse con la belleza y grandeza de los temas y asemejandose lo mas posible a ellos, pero sin volverse extrafia o dejandose llevar mas de lo que la ocasi6n amerita. [...] El orden o disposici6n de los hechos debe ser moderado [...] con un delicado arreglo de los eventos, ilumi- nandolos lomas vfvidamente posible [...] y adornandolos con las virtudes propias de la narrativa que progresa pareja y equili- bradamente [...], y asf se logra la claridad deseada» (De hist. conscr. 44-55). Ademas del estilo clara y Iucido con que se debfa contar la historia, su lenguaje debfa ser elevado e ir en correlaci6n con los hechos que narraba. La historia en la Antiguedad generalmente relataba acontecimientos importantes realizados por personajes importantes y, por lo tanto, las palabras debfan expresar ese nivel. Una historia de personajes vulgares relatada con palabras comu- nes era mas bien lo propio de la comedia, no de la historia. El estilo era la manera como el historiador elegfa explicar El estilo hist6rico algo. Ei. historiador elige y desarrolla un estilo que se adecua a su historia y, por esto, el contenido y la forma no pueden ser divor- ciados: se alimentan el uno al otro de una manera redproca como sefi.ala Cicer6n en De oratore 2.63. Contenido (res) y for- ma (verba) pueden dar sentido a una buena historia, pero los fundamentos no se pueden olvidar: si no es un reporte verdade- ro del pasado, sin importar cuan atractiva 0 interesante sea la narraci6n, no sera historia. lnvestigaci6n del pasado y ordena- miento ret6rico de los acontecimientos no son dos realidades contradictorias ni opuestas, sino que se pueden dar -y se dieron en la Antiguedad- como una alianza que ayudaba al historiador a cumplir su misi6n. Algunos elementos propios de la ret6rica que forman parte tambien de las caracterfsticas de la historiograffa antigua y que veremos a continuaci6n son los discursos y el uso de la caracteri- zaci6n y las emociones. 17
  • 10. La inserci6n de discursos Funci6n de los discursos lnterpretativa Discursos «Si se tiene que introducir a alguien que va a dar un discurso, primero que nada, que e! lenguaje sea adecuado y corresponda a esa persona y a su tema, y, segundo, que sea lo mas claro posible. Entonces es cuando puedes creerte un orador y mostrar tu elo- cuencia» (De hist. conscr. 58). Tal vez uno de los aspectos que puede resultarles mas ajeno a nuestros ojos modemos respecto ala conexion de Ia historiograffa clasica con la retorica es Ia elaboracion de discursos y su insercion dentro de la narrativa historica; aspecto del que serfa diffcil, por lo demas, enfatizar exageradamente Ia importancia de su rol en Ia escritura de Ia historia en el mundo antiguo. A un historiador griego o romano no se le habrfa ocurrido escribir una narrativa historica completa sin incluir algun discurso. Como dice Lucia- no, es ese el momento en que mas y mejor puede el historiador lucir sus habilidades como orador. Si bien Ia aratoria y la historia pertenecen formalmente a ge- neros distintos, como hemos visto, tienen algunas de sus caracte- rfsticas y tecnicas en comun. La base de toda Ia educacion en Ia Antigi.iedad era retorica, es decir, guiada a dar herramientas con las cuales las personas se pudieran comunicar y expresar mejor; ademas, el historiador mismo, que siempre fue hombre publico en su sociedad (salvo alguna excepcion), tambien habrfa tenido que dar discursos y, por eso, su confeccion no le resultarfa algo extra- no 0 forzado. El discurso de un personaje dentro de Ia narrativa historica de Ia Antigi.iedad muchas veces era utilizado como una herramienta o como un medio para que el historiador expresara de manera indi- recta Ia razon de los acontecimientos: indicara las causas de una decision, explicara Ia motivacion intema del personaje que habla- ba e incluso proveyera de un analisis mas abstracto de los principios de base que justificaban las acciones y sucesos. Muchos de los dis- cursos insertados por Tuddides en su Guerra del Peloponeso son un ejemplo de este querer dar una explicacion que no aparezca como venida del autor, sino del personaje mismo que realiza la accion, otorgando asf autoridad a lo que se expresa (vease Tuddides). La seleccion de lo que se dice, la disposicion y ellugar donde se inserta el discurso, todo contribuye a la interpretacion que el histo- riador quiere que se haga de los hechos. En ellos, ademas, el his- toriador juega con la focalizacion, es decir, el punto de mira desde el cual se escribe el relato y que le da al mismo una exposicion mas dinamica. Herodoto, por ejemplo, en el debate constitucional (3.80) que tienen los persas cuando hablan de los sistemas de go- biemo, intenta poner en boca de los interlocutores una vision po- 18 lftica diferente de la griega (aunque nunca, por supuesto, se podra desprender el autor de sus propias categorfas intelectuales griegas) v, con eso, amplfa la mirada y el foco se traslada al interlocutor · ersa. Algunos historiadores romanos ponfan en boca de los ene- ~ioos de Roma discursos en los que mostraban «la otra cara de la rn:Clalla>>, es decir, focalizando en sus oponentes podfan entablar un 8 .nalisis poiftico crftico que era relevante para la situacion par- ticular y tambien para temas mas generales como la conquista y el imperio. Esto puede verse, por ejemplo, en los discursos de Mitrida- tes en las Historias de Salustio (4.69), en el de Anfbal en Tito Livio (30.30), en el de Calgaco en el Agricola de Tacito (30-32), en los que los historiadores romanos ponen en boca de estos barbaros des- piadadas palabras condenatorias del imperialismo de Roma: <<Los romanos, cuya soberbia en vano se evita con la obediencia yel sometimiento, saqueadores del mundo, cuando les faltan tierras para su sistematico pillaje, dirigen sus ojos escrutadores al mar. Si el enemigo es rico, se muestran codiciosos; si es pobre, despoticos; ni el Oriente ni el Occidente han conseguido saciarlos; son los unicos que codician con igual ansia las riquezas y la pobreza. A robar, ase- sinar y asaltar Haman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la desolacion». Estas expresivas palabras puestas en boca de un barba- ro revelan mas sobre la oratoria del propio Tacito que sobre lo que podrfa haber sido el discurso real dellfder britano. Los discursos tenfan tambien, por supuesto, un fin estetico, dan- dole variacion a la narrativa: marcaban los momentos mas drama- ticos antes de tomar una decision o creaban suspenso retardando la accion del relato. Muy comun era insertar discursos antes de narrar una batalla importante. Esto retrasaba y hada asf todavfa mas inte- resante lo que entonces se consideraba quiza una de las partes mas <<populares» de la narracion historica. La belleza de un discurso hablaba de la habilidad y competencia del historiador y le otorgaba autoridad para narrar los acontecimientos (Marincola, 1997). Otro aspecto importante sobre la inclusion de discursos en la historiografia antigua es la pregunta sobre su veracidad. Estos dis- cursos eran compuestos por los historiadores y puede caber Ia duda de si relataban lo que realmente se habfa dicho en esa oportunidad o eran construcciones retoricas basadas mas bien en la inventio o lo probabile. La discusion sobre la historicidad de los discursos de la narrativa historica tiene ya una larga trayectoria y no se ha llegado a conclusiones definitivas; todo dependera de la vision que se tenga en general sobre la escritura historica antigua. Lo que sf se puede afinnar es que los mismos historiadores no dicen que sus discursos sean la reproduccion exacta de las palabras pronunciadas en la oca- sion, sino que reconocen la dificultad de su tarea y se cuidan intro- duciendo frases como <<habl6 de este modo>> o <<diciendo estas co- 19 :ii.........._ Estetica Historicidad de los discursos
  • 11. Caracterfsticas de los discursos Funci6n mediadora entre el pasado y el presente sas». Un ejemplo de esto seve en las palabras que Salustio pone en boca del general Mario cuando arenga al pueblo para que se wme a su ejercito y luche contra Yugurta (vease ellargo capitulo 85 de la obra). Lo significativo en este caso es que Salustio pareciera escoger esta ocasion para exponer lo que es quiza el tema central de su obra: la virtud como algo personal y no heredado de los antepasados, re- forzando asf las bases para una <<meritocracia>>. No podremos saber con certeza si se trata de las palabras exactas de Mario (se pueden ver algunos paralelos de este discurso en Plutarco, en Mario 9) o si Salustio nos deja solo lo que resultaba apropiado que dijera en una situacion de ese estilo, pero podemos decir sin temor a equivocar- nos que, por una parte, existe fidelidad al sentido original y, por otra, invencion. Afortunadamente no tenemos que escoger entre la una y la otra -los antiguos tampoco lo hacfan-, sino dejar convi- vir a ambas en un delicado equilibria. Los discursos del relato historico tenfan un codigo de ccnven- ciones propias que era tacitamente aceptado por todos. Por ejem- plo, ellargo de los discursos en la narrativa era mas corto que el que se habfa pronunciado en la situacion real; el orador siempre iabla- ba en un lenguaje equilibrado y elegante, mas propio del historia- dor que escribfa que del parlante historico: todos los discursos en Tuddides son en griego atico, sin importar la procedencia del in- terlocutor; en Tacito, incluso los discursos dados por barbaros son expresados en un latfn claro y refinado. Los recurrentes dis::ursos antes de las batallas tenfan tambien unos temas que aparecfan cons- tantemente: la exhortacion del general a sus tropas a luchar con valentfa, el honor, la ayuda de los dioses, etc. Tambien algo acepta- do era que, en general, el historiador evitaba incluir en su historia un discurso que hubiera sido ya publicado o que estuviera di.sponi- ble al publico de alguna manera, pues se habrfa sentido constrefiido por su contenido, y se concentraba en cambio en llenar aquellos vacfos que hubieran dejado sus predecesores. El discurso en !a historiograffa antigua podfa actuar como me- diador entre el pasado y el presente: el pasado se hace presente a traves del personaje historico que habla no solo cuando este da ejemplos del pasado que gatillan la reflexion del lector sobre su propio tiempo, sino tambien cuando, con cierto anacronismo, el historiador transmite un problema de su propio periodo po:- boca del personaje historico y permite asf recrear el debate historico que finalmente nos !leva a examinar el proposito y valor de la historia en si. Los historiadores antiguos se preocupaban mas de encontrar continuidades que rupturas ~~ la historia; buscaban esas verdades permanentes, principalmente de naturaleza humana, y de ahf su insistencia en ver el pasado en el presente y este en el pasado. No siempre resultaba facil exponer estas ideas dentro de 20 ~·· '::w;' ~ l rnisrna narrativa hist6rica, y un discurso, funcionando casi a rno un rodo autonomo, lo podia hacer, a veces, mucho mejor. co Los historiadores modernos, en cambio, parecen mas interesados en hacer notar las diferencias entre pasado y presente, y se distan- cian asf de este tipo de recursos. Caracterizad6n La descripcion de caracteres en la historiograffa antigua desem- penaba un papel muy importante. Silos sucesos oc:urrfan principal- mente como consecuencia de las decisiones humanas -y este fue justamente uno de los aspectos que en un primer momento diferen- ci6 a !a historia del mito--, se hada, por tanto, necesario entender por que se habfan tornado esas decisiones y como eran esas perso- nas que, actuando de una determinada manera, hadan historia. Parecfa importante conocer la personalidad de Alcibfades para en- tender que los atenienses se hubieran lanzado a la dramatica expe- dici6n de Sicilia en la guerra del Peloponeso (Tucfdides, libros 6 y 7) y tambien observar los temperamentos de Caton y Escipion, quienes se enfrentaron al debate que f,nalmente decidirfa el co- mienzo de la tercera guerra punica (Tito Livio, libros 48 y 49). Se ha insistido mucho en la vision de la Antiguedad sobre el El caritcter de los caracter como un fenomeno estable y casi inmutable en la persona. personajes historicos La idea de consistencia del caracter se entiende como el actuar coherente de alguien con lo que se conoce como su personalidad, educacion o motivaciones internas. Ejemplos de esto encontra- mos a lo largo y ancho de la escritura historica antigua (veanse Herodoto, 7.237.1; Polibio, 8.36.2-3; Tacito, Hist. 2.37). Si bien esta cierta inmutabilidad del caracter se da en general, esto no signifi.ca que siempre todas las caracterizaciones respondan a este principia, como si los antiguos no tuvieran el concepto de desa- rrollo o no aceptaran el cambio en el caracter. Por el contrario, las descripciones mas profundas, y por ello tal vez mas fascinan- tes, suelen ser de personajes en los que se dan a la vez elementos aparentemente inconsistentes y paradojicos con otros aspectos de su caracter, donde el vicio convive con la virtud o, mas aun, don- de un vicio se parece y se asemeja en algunas c:lrcunstancias ala virtud (vease el caso de Catilina en Salustio, 5). En sus caracteri- zaciones, los historiadores mas sofisticados eran perfectamente conscientes de la interaccion entre las tendencias enraizadas de una persona y el estfmulo externo que podia hacer variar su ac- tuar de acuerdo a esta tendencia, y algunos lo expresaron con marcada sutileza, como es el caso de Tacito al explicar las varia- ciones en el comportamiento de Tiberio a lo largo de su vida: 21
  • 12. Funciones de Ia caracterizaci6n «Su conducta cambi6 con los tiempos: se distingui6 por su vida y por su fama, tanto en los asuntos privados como en los cargos desempenados bajo Augusto; fue reservado y enganoso para fingir virtudes mientras vivian Germanico y Druso; [...] detesta- ble por su crueldad, pero encubrfa sus vicios mientras aprecio o temio a Sejano; al final se lanzo simultaneamente a crfmenes y bajezas, despues que, perdido el temor y la vergi.ienza, solo obraba segun su naturaleza>> (Annales 6.51 ). Los historiadores tenian diferentes maneras de dar a conocer el caracter de sus personajes y esta variedad le otorgaba ala narra- cion un toque de incognita, como una sombra que siempre ha estado ahf, pero que se va revelando poco a poco. Por supuesto, la descripci6n directa del autor es la forma mas obvia de caracterizar a un personaje, pero tambien encontramos a menudo una carac- terizacion indirecta, ya sea a traves de los discursos, como la que nos entrega Salustio sobre Mario en el discurso de este (Guerra de Yugurta 85), ya sea a traves del mismo actuar de la persona a lo largo de la narrativa, como lo vemos con los ejemplos de celeri- dad y rapidez de Cesar (Guerras de las Galias 1.37). La caracterizacion de los personajes en la escritura historica de la Antigi.iedad tenfa una funci6n muy importante para la com- prension de por que se actuaba como se actuaba, ayudando en- tonces a encontrar, en cierta medida, el sentido del desarrollo de los acontecimientos. Para los historiadores, mas que las estructu- ras o fuerzas impersonales, el hombre era el agente de cambio en la historia y, por lo tanto, conocer su caracter tenia una relevan- cia incomparable. Pero, para los historiadores grecorromanos, la presentacion y descripcion de caracteres podia tambien ayudar a revelar el estilo propio del autor: el personaje aparece en un de- terminado momento atendiendo al orden y la disposicion que conforma la estructura de la obra y desempefi.ando el papel que el autor le ha asignado en el relato hist6rico. En esto pueden verse, una vez mas, los elementos de ordenamiento propios de la ret6ri- ca presentes en la historiografia antigua. Emociones y emulaci6n Otra caracterfstica derivada del vinculo entre historiografia y ret6rica es Ia importancia del agradar y conmover (Cic., De fin. 5.19.51). Delectare y movere era lo que un orador debia lograr para ser considerado exitoso, y eran legftimos objetivos para la historia tambien. Despertar emociones en los oyentes -como los oradores con sus discursos- era algo valido y razonable en la escritura his- t6rica, siempre y cuando el autor suscitara los sentimientos apro- 22 - iados en la audiencia, asegurandose de que los personajes con los pue animaba a simpatizar merecieran realmente esa simpatia (o ;ntipatfa, segun el caso). Las emociones causadas en la audiencia no solo derivan del analisis hist6rico y moral, sino que tambien yudan a reforzar y apoyar este analisis (Levene, 1997). Polibio, aor ejemplo, no critica al historiador Filarco porque excite las ~rnociones en su audiencia, sino porque exagera o inventa los hechos cuando los narra para lograr este objetivo: <<Por el deseo de suscitar en los lectores la compasi6n y con- moverlos con su relato, introduce en su narraci6n mujeres que se abrazan, se arrancan los cabellos y se descubren el seno; y ademas lagrimas y lamentos de hombres y mujeres arrastrados junto con sus hijos y sus ancianos padres. Este es el metodo que sigue a lo largo de toda su historia, tratando de poner en cada episodio he- chos terribles ante los ojos» (2.56.7-8). Es la exageracion y la falta a la verdad historica lo que se reprocha, no el que despierte una reacci6n o emoci6n en ellector. La cualidad agonfstica de la oratoria tambien esta presente Competitividad en la historiografia antigua. Competencia y emulaci6n apare- cen claramente en las obras de los historiadores grecorromanos. Quiza el ejemplo mas obvio es Tito Livio, porque el mismo lo dice sin escrupulos: <<Nose con seguridad si merecera la pena que cuente por escri- to la historia del pueblo romano desde los orfgenes de Roma, y aunque lo supiera no me atreverfa a manifestarlo. Y es que veo que es un tema viejo y manido, al aparecer continuamente nue- vos historiadores con la pretension, unos de que van a aportar en el terreno de los hechos una documentaci6n mas consistente, otros de que van a superar con su estilo el desalino de los anti- guos. Como quiera que sea, ai menos tendre la satisfacci6n de haber contribuido tambien yo, en la medida de mis posibilidades, a evocar los hechos gloriosos del pueblo que esta a la cabeza de todos los de la tierra» (prefacio 1-3). Livio compite y espera ser el mejor. El reto de Salustio es dife- rente, pero tambien esta presente. Su desafio no es solo con otros historiadores, sino tambien con los mismos actores de los hechos que esta narrando: <<Se me antoja especialmente arduo escribir historia; en primer lugar, porque hay que igualar hechos con pa- labras [facta dictis exaequanda]» (Conjuraci6n de Catilina 3.2). En su rechazo al estilo ciceroniano esta tambien compitiendo para intentar alcanzar, por otros medios, la gloria del orador. La com- petencia en la que Tacito esta implicado es mas sutil: despues de la batalla de Accio no habia historiadores que pudieran escribir historia propiamente tal, <<primero, porque eran ignorantes en materia polftica ya que no era de su competencia; luego, porque 23
  • 13. Historia y experiencia El historiador-politico tenfan un apasionado deseo de halagar, o tambien por odio a sus dominadores. Asf, entre la hostilidad de un grupo y el servilismo del otro, la posteridad fue ignorada>> (Historias 1.1). Con unas pocas palabras, Tacito se presentaba a sf mismo como mejor pre- parade que los historiadores anteriores para escribir historia (vea- se tambien Tucidides, 1.22.4). Esta claro que la rivalidad con los predecesores y contemporaneos era un motivo comun. EL. HISTORIADOR «Porque no prometo tomar a cualquier hombre y transbrmar- lo en historiador>> (Luciano, De hist. conscr. 35). El historiador en la Antigtiedad, salvo contadas excepciones, no era un profesional que se hubiera dedicado toda su vida a la escritura o un academi- co que, encerrado en su torre de marfil, produjera a ciertm inter- vales obras historicas notables. Mas bien era el hombre publico o el polftico quien se transformaba en historiador. Varios siglos antes de Luciano ya lo habfa dicho Polibio (12.27.4- 28.1). Es la experiencia y conocimiento que el historiador posee de los sucesos que narra -belicos o civiles, pero siempre politicos- lo que le otorga autoridad al relato y tambien lo que jusdica la manera con que el historiador intenta persuadir a su audiencia de que el es el mas apto para contar esa historia. <<Opino que el mejor escritor de historia viene equipado de dos supremas cualidades: entendimiento politico y poder de ex- presion; el primero es un don innato de la naturaleza; en cambio, la expresion puede conseguirse con mucha practica, trabajo per- severante e imitacion de los antiguos» (De hist. conscr. 34). No era poco frecuente que el politico que se retiraba de ia vida publica, ya fuera por razones de edad o de desencanto personal, se dedicara a escribir historia; el era el que mejor y mas adecuadamen- te podia hacerlo. Se podrfa decir que el escribir historia era visto casi sin solucion de continuidad con la actividad publica aunque utilizara otros medios de expresion. Salustio, por ejemplo, habla de su paso de polftico a historiador sin ninglin complejo (cfr. Conjura- ci6n de Catilina 3.3-4.2) e intenta ademas darle a su nueva ocupa- cion -la escritura de la historia- el mismo peso que su servicio a la Republica en cargos politicos (cfr. Guerra de Yugurta 4.1-4). Como se vera en los perfiles individuales, casi todos los historia- dores tratados, tanto griegos como romanos, habfan tenido alguna panicipacion activa en la vida publica de su ciudad o estado. La gran excepci6n es Tito Livio, que, si bien no era un politico, a juz- gar por su obra se puede decir que estaba especialmente provisto de ese <<entendimiento polftico» que sefiala Luciano. Her6doto, Tud- 24 dides y Jenofonte, por ejemplo, participaron en lc vida de sus polis hasta fueron exiliados de su patria por razones polfticas, y casi y dos los historiadores romanos o detentaron algtin puesto del cur- t~ honorum o fueron miembros del Senado de Roma. 5 <<Antes que nada y sobre todo que su mente sea libre, que no lmparcialidad tenla a nadie ni espere nada, de lo contrario sera como un mal ·uez: que vende su veredicto para ganarse favores o satisfacer el ~dio» (De hist. conscr. 28). El historiador en la Antiguedad tambien aspiraba a la impar- cialidad. Esta era una cualidad que contribufa fuertemente a que el autor ganara credibilidad. Precisamente porque no se dejaba llevar por odios ni favoritismos, su relato serfa mas concordante con la verdad y, por lo tanto, mas digno de ser crefdo. Casi todos los historiadores antiguos profesaban su imparcialidad en alguna parte de su obra mas o menos explfcitamente (veanse Dionisio de Halicarnaso, Antiguedades romanas 1.4.3; Salustio, Conjuraci6n de Catilina 4.2; Tacito, Historias 1.1). El historiador no solo intenta ser imparcial, sino que tambien La cri:ica de las fuentes se presenta como la persona con el conocimiento adecuado para juzgar la veracidad de sus fuentes. Polibio, por ejemplo, sefiala que, siendo imposible la omnipresencia del historiador en todos los acontecimientos, es necesario dar credito sOlo a las fuentes fi- dedignas y ser un crftico habil de sus referencias (Polibio, 12.4c.5). Tito Livio, por otra parte, a quien a veces se ha acusado de ser credulo y poco riguroso con los datos tornados de sus predeceso- res, tiene muchos pasajes en su obra donde cuestiona sus fuentes. Especialmente manifiesto es cuando dice: <<No resulta facil decidirse por un hecho frente a otro ni por un autor frente a otro. Creo que la historia fue alterada en los elogios funebres y en las falsas inscripciones de los retratos, al inclinar a su favor las familias la fama de sus hazafias y los cargos con men- tiras que inducen a error; de ahf, sin duda, la confusion entre las gestas individuales y los vestigios historicos publicos; no queda ademas ningun escritor de la epoca en cuya autoridad basarse con seguridad suficiente» (8.40.4-5). Como todo narrador, el autor de una historia tambien puede El historiador como autor estar mas o menos presente en su texto. Los historiadores roma- nos, por ejemplo, son menos dados que los griegos a dar detalles propios o a aparecer de una manera explfcita en la narrativa. Su presencia se puede advertir a veces en el prologo o en una mane- ra impersonal de juzgar los acontecimientos. Los griegos, en cam- bio, generalmente estan mas activos a lo largo de todo el relato, presentandose en las primeras paginas, haciendo participar allec- tor de lo que ha sido su tarea como historiador y dando opiniones personales. Herodoto es quiza el narrador que mas interrumpe su 25
  • 14. La audiencia narracion dando a conocer como realiza su o:ficio de historiador: «Pero si yo quisiera decir por que los consideran sagrados [a los animales], con mi discurso bajarfa a temas divinos, y yo evito mu- cho discutirlos. Cuando los rozo y en consecuencia he narrado algo asf, he hab!ado cogido por la necesidad» (Historias 2.64). Muchas de las caracterfsticas presentes en los autores de relatos epicos pueden verse tambien en el historiador antiguo: como narra- dor omnisciente tiene acceso a los pensamientos y emociones de sus personajes (vease, por ejemplo, Salustio, Guerra de Yugurta 13.5, 89.2); organiza, controla y explica los sucesos que narra, dando el contexto necesario cuando es preciso hacerlo (vease, por ejemplo, !a Hamada <<arqueologfa>> de Tucfdides en 1.1-19 o el pr6logo de Apiano, 1.1-14). La persona del autor de una narraci6n historica acarrea ademas una importancia para el significado del texto, por- que es en gran parte su voz ia que nos hace creer que lo que leemos puede ser relevante para nosotros. El delicado y sutil juego de la voz del historiador puede hacer que el lector atienda a ese relato en particular, con sus juicios e interpretaciones, precisamente porque confiamos en ese autor como narrador (Dewald, 2007). Nos ilustra tambien otros aspectos sobre la preparacion del his- toriador el saber para quien escribfa su obra o, dicho de otra mane- ra, quienes eran sus lectores. El publico de la historia se relacionaba directamente con el objetivo para el que era escrita: el conocimien- to del pasado para sacar lecciones en el presente, ya fueran polfticas, estrategico-militares o, por supuesto, morales. Las narraciones his- toricas eran lefdas por politicos, por hombres publicos y, en general, por el grupo culturalmente mas privilegiado de la sociedad, aunque esto no impedfa que hubiera instancias donde tambien los sectores mas populares pudieran enterarse de los contenidos de estas narra- ciones. Dada la dificultad y el costo que implicaba cada copia de un libro en la Antigiiedad, esto se realizaba muchas veces con lecturas en voz alta ante un grupo de personas reunidas para tal fin. Con el tiempo, la funci6n educativa de la historia se ampli6 y esta se empez6 a estudiar ademas en las escuelas de ret6rica. Las obras de los historiadores fueron aqu!, primeramente, modelos a seguir por su estilo, pero tambien funcionaron como vehfculos para expresar un contenido etico proveyendo de todo tipo de ejemplos a sus lectores. METODO Y FUENTES Si bien el metodo del historiador antiguo ha quedado en parte perfilado al referirnos ala historia como investigacion y al uso de los recursos retoricos, parece necesario explicitar un poco mas cual 26 ·ideraban los mismos historiadores del periodo clasico su proce- con"ento 0 metoda al escribir historia. Tal vez sea oportuno desta- duTll A · ·· d d · ' 1 1 - d · 'fi _ ue en la nttgue a no extstla a go como e «meto o oenn - cac q 1 h. · ' b. · d l , plicado a a tstona; este es mas 1en un concepto prop!O e a oo•a . dernidad (que se explicara condetalle mas adelante). Cuando se rno 1 -r: 'd"d ' · -L d d·ce 00r ejemp o, que 1UC1 1 es es mas «C1entwco» que su pre e- 150~·Herodoto, se quiere dar a entender que Tucfdides es capaz de ce- alar una evidencia mas con:fiable o creible para sus afirmaciones sen · H 'd 1 d explicaciones que las que ero oto entrega en a gunas partes e ~u relato, especialmente cuando se basa en oraculos o suefios. El rexto ya citado de Luciano (De hist. conscr. 47-48) nos ha- bla de la necesidad de contar con un metodo de indagacion que oarantice la conformidad de lo que se narra con los hechos suce- didos. Esto en un primer momenta se consiguio por la via oral: relaros contados por testigos oculares o conservados en la memo- ria por sus descendientes, recogidos en viajes y entrevistas, que Juego eran recopilados y ordenados. Mas tarde, el documento es- crito se considero como una fuente muy valiosa para obtener cier- to tipo de informacion, como la forma de gobierno de las ciuda- des, medidas tomadas por la autoridad -como la declaracion de la guerra o de la paz- y otros aspectos oficiales de la vida de un esta- do. Tambien las inscripciones, los escritos publicos y las obras de otros historiadores serfan fuentes comunes para que el historiador tuviera material con el cual construir su relata. Aunque el no podfa «probar» todo lo que afirmaba, sf se le pedfa que entregara algun tipo de evidencia que convenciera al lector y que pudiera ser rastreada por este, al menos en parte, para verificar las inter- pretaciones que hacfa el historiador. Ciertamente uno de los principales problemas para llegar a las fuentes de informacion en la historiografia clasica, y de esa manera entender mejor como funcionaba su metodologfa, es que los histo- riadores griegos o romanos no acostumbraban citar consistente- mente las fuentes que habfan utilizado para presentar su version de los sucesos historicos. Precisamente porque es muy diffcil contar como un historiador antiguo construye o compone cualquier parte de su narrativa, con bastante frecuencia -sobre todo a partir del siglo XIX- ha habido una tendencia a ser condescendientes con ellos, a mirarlos «por encima del hombro» por no responder a la idea cientffica de la veracidad y exactitud en la historia. En la actualidad todavfa existe un acalorado debate sobre si el historiador antiguo trabaja del mismo modo que el moderno. La postura mas conservadora sefiala que el historiador de todos los tiempos ha hecho siempre esencialmente lo mismo (Fornara, 1983; Brunt, 1993b; Cornell, 1995). El historiador antiguo, como el roo- demo -sefiala este grupo de academicos-, tambien se vefa a sf mis- 27 .~ El metodo hist6rico Historiadores cl2.sicos e historiadores modernos
  • 15. mo componiendo un recuento verdadero de los hechos v, por lo tanto, el ingrediente principal de su actividad hist6rica era la in- vestigaci6n. La otra postura plantea, por el contrario, que el impac- to de la educaci6n ret6rica habrfa sido de tal magnitud que habrfa afectado completamente la aproximaci6n al pasado y al registro que de el hadan los antiguos (veanse especialmente Wiseman, 1979 y Woodman, 1988). La ret6rica como forma de segunda educaci6n -dicen ellos- habrfa dejado sus marcas en la literatura y, muy par- ticularmente, en la historiograffa, llegando a ser el centro mismo de la escritura hist6rica. Los historiadores clasicos, llevando la marca de la oratoria, aparecfan como responsables de un pensamiento no hist6rico o unhisto-rical thinking, especialmente revelado en las com- posiciones de discursos, en el completar la narrativa con considera- ciones plausibles, pero inventadas, y en los prestamos y peticiones de ayuda a otros generos literarios. Este serfa el maquillaje de la historia o, como sefiala Wiseman, los «cosmeticos de Clfo>> (Wise- ma.'l., 1979, pp. 41-53). Sin embargo, este requerir de otras areas de la literatura o re- currir a las tecnicas oratorias para hacer mas clara la narraci6n hist6rica no significaba necesariamente mezclar estos aspectos con el propio objeto de estudio y metodo de la historia. Es mas, Luciano reprocha a quienes los confunden: «Esos escritores pare- cen no estar conscientes de que la historia tiene un objetivo y unas reglas distintas de la poesfa. En el caso de esta ultima, la li- bertad es absoluta y hay una sola ley: la voluntad del poeta» (De hist. conscr. 8). El que el historiador no posea esa libertad absolu- ta a la hora de escribir nos habla precisamente de un metodo no basado en !a imaginaci6n, sino rigurosamente fundamentado - aunque los estandares de rigor varfen segun cada autor- en la realidad de los hechos. No es necesario, por tanto, distinguir <<esencialmente» la historiograffa clasica de la modema; mas bien se concluye que, de alguna manera, el historiador de todos los tiempos, quiza inconscientemente, busca persuadir con fuerza a traves de nuevos argumentos, presenta la evidencia en una dispo- sici6n que favorece su propia causa, ataca, defiende y dispone al lector a tomar partido por una opinion. La ret6rica, el arte de hablar bien, como instrumento o como anna es en sf algo neutro, todo depende de c6mo y para que se utilice. En este sentido, apli- cada a la historia, la ret6rica no es sin6nimo de insinceridad, sino que es una herramienta primordial para interpretar, decodificar y traer los hechos al presente de una manera adecuada. Se puede decir entonces que, mas que la esencia del metodo hist6rico, lo que ha cambiado es el centro de atenci6n. En esta primera secci6n dellibro se ha visto conveniente pre- sentar, por orden y claridad, los perfiles de los autores griegos y 28 os al final de la parte que da cuenta de la naturaleza y ca- rornan 1 d l h. . f' . s· b fsticas genera_es e a Istonogra 1a anngua. m em argo, racter .d . ·n ., ·rnportante cons1 erar que esto no s1gm ca una presentacwn es ~ irnplique una especie de <<desarrollo cronol6gico» de los his- ~u iadores, como si se fuera avanzando en el tiempo hacia la cum- ~~: de la escritura hist6rica con una mirada teleol6gica, sino que, ~1 contrano, lo que se 1ntenta destacar es la plurahdad de es- Pf~~~hi~t6ricos. La variedad de la historiograffa clasica -al igual nue la de los demas periodos hist6ricos- no puede ser reducida a forrnulas de progresiones o regresiones lineales. Como se muestra en los breves estudios que presentamos a continuaci6n, los dife- rentes historiadores tenfan distintas preocupaciones, tematicas, rnodos de construir su narrativa, y no se desprende de ello, por lo tanto, un desarrollo uniforme de la historiograffa. La escritura de la historia es, en cierto modo, dependiente de las preocupaciones contemporaneas y, a la vez, responde en alguna medida a las necesidades de su tiempo. Los historiadores griegos y romanos -como los de hoy- tambien formaron parte de su propio contexto hist6rico y miraron al pasado para comprender su presente. LA HISTORIA EN GRECIA Como todos los generos de la literatura griega, la historia tam- Historia y poesia epica bien se vio influenciada por los poemas homericos. El narrador de la Iliada y la Odisea, si bien cantaba un poema, tenfa l6gicamente un gran sentido hist6rico, pues narraba grandes hazafias que ha- bfan ocurrido en un tiempo pasado. Podemos ver que ciertas ca- racterfsticas de estos poemas se repiten en la escritura hist6rica -que se desarrolla bastante mas tardfamente que la poesfa-, por ejemplo, la narraci6n en tercera persona, la adopci6n de un len- guaje formal y elevado y, sobre todo, la conmemoraci6n e inmor- talizaci6n de acontecimientos pasados para que no caigan en el olvido y sus actores no se queden sin su merecida fama. Aunque la historiograffa seguirfa un camino distinto al de la poesfa epica, no se puede negar que los primeros historiadores griegos, de algu- na manera, compiten tambien con Homero cuando escriben sus narraciones para la posteridad. Los primeros cronistas que desarrollaron un tipo de escritura Los log6grafos hist6rica en Grecia aparecieron en el siglo VI a.C. y fueron cono- cidos como <<log6grafos». Su nombre vino de logos, tomado en el sentido de relato o narraci6n, y graphein, que quiere decir escribir. Ellos son los que precedieron a Her6doto en narraciones de tipo hist6rico, pero no han sido considerados como historiadores pro- piamente tales, principalmente porque la crftica que ejercieron 29
  • 16. Hecateo de Mileto Her6doto,Tucidides y Jenofonte sobre sus fuentes fue muy escasa. Casi todos provenfan de Jonia, en Asia Menor, y por lo tanto escribieron en el dialecto jonio -al igual que Herodoto- y preservaron un cankter poetico siguiendo el modeio epico: narraban principalmente fundaciones de ciuda- des y sus tradiciones, genealogfas de las clases gobernantes, cos- tumbres y modos de vida de diferentes pueblos. Entre ellos se cuenta a Helanico de Lesbos, que escribio cronologfas y obras de geograffa, principalmente de la region de Atica, en las que se es- forzo por distinguir mitologfa de historia. Otros logografos fueron Xantos de Sardes, uno de los primeros en escribir sobre la historia de Lidia, y Hecateo de Mileto. Quiza sea Hecateo el logografo mas importante y cercano a Herodoto en escritos con contenido historico. Al parecer habrfa vivido entre los afios 550 y 480 a.C., pero la informacion que te- nemos de el es muy escasa para dar fechas con seguridad. Sabemos que escribio al menos dos obras en prosa, que hoy se encuentran perdidas, salvo algunos fragmentos: Periegesis (Viaje alrededor del mundo) y Genealog(as. En la primera, Hecateo ofrece informacion sobre el mundo conocido alrededor del Mediterraneo y marNe- gro, empezando por el estrecho de Gibraltar y siguiendo con Eu- ropa y luego Asia, para terminar en Marruecos, Africa. En cada uno de los lugares tratados, Hecateo entrega no solo una descrip- cion de la tierra y los pueblos que la habitan, sino tambien una brevfsima historia. Las Genealog(as, en cambio, si bien no aban- donan totalmente las historias maravillosas y relatos insolitos, son un intento de racionalizar y dar consistencia al conjunto de mitos que componfan el cuerpo de la tradicion griega acerca de su pasado, tal como lo anuncia el mismo en el prologo: «Hecateo de Mileto cuenta [mutheftai] esto: lo que yo escribo aquf es lo que a mf me parece verdadero, pues los escritos de los griegos son, en mi opinion, multiples y ridfculos>> (Jacoby, Fr.Gr.Hist. 1). El objeto de la historia y el modo de esciibirla se perfilo en Grecia de manera mas definida a partir de Herodoto (ca. 484-ca. 425). Fue el quien establecio unos primeros principios que luego consolidarfan a la historia como un tipo especffi.co de representa- cion escrita de los acontecimientos del pasado. A la narracion de las guerras medicas entre griegos y persas de Herodoto la sigui6 el relato de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta escrito por Tuddides (ca. 460-ca. 398 a.C.). Serfa este historiador ate- niense junto con su predecesor, Herodoto, y su sucesor, Jenofonte (ca. 430-ca. 354 a.C.), quienes abarcarfan la historia de Grecia desde su periodo de esplendor en el siglo v a.C., luego del triunfo sobre los persas, pasando mas tarde por las hegemonfas ateniense, espartana y tebana hasta los inicios del surgimiento de Macedo- nia como potencia a mediados del siglo IV. El interes de estos tres 30 .. riadores fue dejar un registro de los hechos memorables que htoto d .! . . - -1 d d . b - 11 ocurri o con a mtencton no so o e recor ar smo, tam- ha ta .~ 1 . . ., ie dar un senttuo a .os acontee1m1entos. hten, u Herodoto En la introducci6n a los llamados Nue- l.bros de la historia de Her6doto, Haman ve ! la arenci6n aigunas palabras queseran cia- «En lo que sigue Herodoto de Halicarnaso ne el resultado de sus averiguaci,~nes, par l~,-,mP.mnri:-1 para entender la nueva d1soplma que ve L . d . a uf se presenta. a primera, s1n uda, es q / (h' / ) ' «averiguacion>> rstane , que es prectsamen- te como el autor elige distinguir su trabajo del de sus predecesores, especialmente los poetas epicos. Herodoto narra -como Ho- mero- grandes hazafias del pasado, pero su obra no ha visto la luz gracias a la inspiraci6n de una musa, sino que ha sido el fruto, primero, de un proceso de recoleccion de informacion y, luego, de la elaboracion de la misma en una narracion continua y con sentido. La busqueda de <<causas» (aitiai), que tendran a su vez sus correspondientes efectos, es una de las razones que mueve a He- r6doto a realizar este trabajo, asf como tambien el poder guardar en la memoria la justa <<fama» (kleos) de los hombres que han participado de grandes acontecimientos. Herodoto (ca. 484-425 a.C.), nace en Halicarnaso, una ciu- dad griega en la costa de Asia Menor, que en ese momenta se encontraba bajo ei control de Persia y de la que es exiliado mas tarde por haber participado en algunas luchas polfticas. Este he- cho, sumado ala curiosidad natural de Herodoto, lo lleva a viajar y a recorrer tierras lejanas y exoticas, circunstancia que repercuti- ra fuertemente tanto en el metodo como en el contenido de su obra historica. En el metodo porque Herodoto recoge su informa- cion principalmente de lo que el mismo ha podido ver e investi- gar en el curso de sus viajes y, si no puede recogerla en primera persona, lo hace a naves de fuentes orales y lo que le cuentan los mismos nativos de los sitios que visita; en el contenido porque incorporara historias menores de gran colorido local-a veces bas- tante sensacionalistas- que se alejaran un tanto del objetivo prin- cipal de su obra, que es narrar las causas del conflicto entre grie- gos Y persas. Cronologfas sucesorias de reinos, datos etnografi.cos de pueblos vecinos y una descripci6n detallada de su geograffa muestran a un Herodoto profundamente abierto e interesado por conocer los orfgenes y caracterfsticas de distintos pueblos barba- ros como los persas, escitas, babilonios y egipcios. Sin embargo, 3! Metodo
  • 17. Historicidad Legado este interes no sobrepasara el de transmitir otros grandes temas que le preocupan: la inestabilidad de la fortuna humana, la justi- cia retributiva, la accion de lo sobrenatural en e! mundo, !as dife- rencias entre lo griego y lo barbaro, y los niveles de causalidad que presentan los acontecimientos humanos. Herodoto esta constantemente contando al lector como y de donde ha sacado la informacion de sus investigaciones y no deja de registrar los desacuerdos que hay entre las fuentes o la credibi- lidad que le merecen, como si quisiera hacer patente el esfuerzo que ha supuesto dar forma a su obra. Es un autor que esta muy presente en la narracion a traves de intrusiones frecuemes y di- rectas que pueden darse como comentarios generales, juicios de alabanza o reprension, expresiones de incredulidad o conjeturas de motivaciones. Las Historio.s de Herodoto, aunque no rechazan por completo la presencia de lo sobrenatural en el mundo, pueden ser conside- radas como una muestra del momento intelectual que se vivfa en Grecia en el siglo V a.C. El intento serio del autor de pasar del mito all6gos se ve reflejado, por ejemplo, en el analisis de tono cientffico de las fuentes del Nilo (2.19-27), el debate constitucio- nal sobre la mejor forma de gobiemo (3.80) o las razones de la defensa de Atenas como salvadora de Grecia (7.139). A pesar de lo sefialado, la reputacion de Herodoto ha variado en el tiempo. For algunos ha sido considerado como un serio prac- ticante del oficio de historiador en sus rasgos mas esenciales, que se reflejan en buscar la explicacion de unos hechos pasados y de pre- servarlos en la memoria. Para otros, en cambio, la narracion que el hace de diversos sucesos se acercarfa mas a lo fantastico, y lo han aproximado mas a un escritor de ficcion interesado en narrar deta- lles sensacionalistas que a un historiador propiamente tal. Afor- tunadamente, podemos decir que la disyuntiva de elegir entre un Herodoto «confiable>> y un «cuentacuentos», se encuentra hoy casi totalmente superada en los sectores academicos, pues no interesa tanto refutar los errores, inexactitudes y exageraciones que pudiera haber como analizar y valorar la obra en su conjunto, su apertura tematica o la complejidad del material trabajado. No sin razon lla- mo Ciceron a Herodoto el <<Padre de la Historia» (De legibus 1.5). Tuddides Ya desde la Antigiiedad misma, Tuddides ha sido considerado como el mas grande de los historiadores y el mas digno de sec emula- do. Su declaracion de principios al comienzo de su unica obra, la Guerra del Peloponeso, lo pone a u..TJ. nivel casi <<cientffico» y es asf 32 0 se le ha visto hasta nuestros dfas. La ~o~idad del contenido de este texto ha ser- e;o no solo para elaborar una definicion de ~ --· En cuanto a los acontecimientos que tuvieron ;~r en Ia guerra, no cref oportun? escribirlos en~ , ter:andome por cualqurera nt gUJandome por m1 opinion, sino que relate cosas en las que yo estuve VI b"' l . historia, sino tam 1en para mostrar a sene- dad y comprom1so con que un autor que es- ·be historia se debe relaoonar con su obra. en Tucfdides (ca. 460-ca. 398 a.C.) es el rimer historiador, del que tenemos regis- p h h ' ' 0 que narra ec os contemporaneos a s1 tr , , mismo. El, como aristocrata ~teniense invo- )ucrado con su polis, participa activamente en el conflicto contra Esparta y nana los he- chos de la guena cuando esta aun no ha ter- minado. Es, por tanto, testigo presencia! de una gran parte del desarrollo de las opera- ciones y, cuando no lo es, puede recurrir a presente o sobre las que inten·ogue a los otros con toda exactitud posible. La verdad fue halla- da con trabajo; porque los testigos de cada suceso no decfan lo mismo a~erca de las mismas cosas, sino de acuei"do con las simpatfas y Ia memoria de cada uno.[...] Para una lectura publica, Ia falta de color mftico de esta historia parecera un tanto desagradable; pero me .conforrnarfacon que cuan- tos quisieran enterarse de Ia verdad.de lo sucedi- do y de Ia de las cosas que alguna otra vez hayan ser iguales o semejantes seguh el comporta- o humane, !p. juzguen Util. Pues no es una de concurso que se destina a un instante, que es una posesion para siempre.» Guerra del Peloponeso 1.22.2-4 otros testigos oculares vivos. Esto le dio -y le sigue dando- una enorme autoridad y credibilidad como historiaclor. Tucfdides se contagia con la peste que azoto Grecia entre los afios 430 y 427, pero se recupera y llega a comandar la expedicion que tenia como mision salvar ala ciudad de Amffpolis de manos del general espar- tano Brasidas. El intento fracasa y Tucfdides es enviado al exilio. SOlo vuelve a Atenas una vez que ha terminado la guerra, veinte afios mas tarde, en el404 a.C., y muere con su obra inconclusa. Las nuevas valoraciones sobre la complejidad de la narrativa historica han hecho que hoy el analisis de la obra de Tuddicles no se centre solo en la consideracion de la veracidad y confiabilidad de su relato para reconstruir la guerra entre Atenas y Esparta (431-404 a.C.), sino tambien en la demostracion de su capacidad como artista literario. Una de sus tecnicas mas efectivas es el pa- pel que le otorga a la focalizacion, que, como ya se ha dicho, se refiere a la habilidad para presentar las acciones y deliberaciones desde el punto de vista de los mismos participantes. Tucfdides, ademas, retrata los caracteres muy vfvidamente; es un maestro para describir emociones y adscribir motivacion e intencionali- clad a sus personajes historicos. Los discursos, que desempefian un papel principalfsimo en la obra de Tucfdides, van a ser el media con el que el autor elija explicar realidades complejas a los lecto- res, como se puede ver en uno de los discursos de Pericles (el fa- vorito de Tucfclides), que ante sus compatriotas atenienses expli- ca el concepto de democracia: «Tenemos un regimen polftico que no envidia las !eyes de los vecinos y somos mas bien modelo para algunos que imitadores de los demas. Recibe el nombre de democracia, porque se gobiema por la mayorfa y no por unos pocos; conforme a la ley, todos tienen ~ - 33 El historiador-testigo La maestrfa de Ia narraci6n
  • 18. Historicidad iguales derechos en los litigios privados y, respecto a los honores, cuando alguien goza de buena reputacion en cualquier aspecto, se le honra en su comunidad por sus meritos y no por su clase social; y tampoco la pobreza, con la oscuridad de consideracion que conlle- va, es un obstaculo para nadie, si tiene algun beneficio que hacerle ala ciudad. [...] Practicamos !a libertad tanto en los asuntos publi- cos como en los mutuos recelos procedentes del trato diario, y no nos irritamos con el vecino, si hace algo a su gusto, ni afligimos a nadie con castigos, que no causan dafi.o ffsico, pero resultan peno- sos a la vista. Y asf como no nos molestamos en la convivencia privada, tampoco transgredimos las !eyes en los asuntos publicos, sobre todo por temor, con respeto a los cargos publicos de cada ocasion y a las leyes y, entre estas, particularmente a las que estan puestas en favor de las vfctimas de la injusticia. [...] En resumen, afirmo que Atenas es la escuela de Grecia>> (2.37-41). La cuestion de la historicidad de este tipo de discursos interca- lados en la obra de Tuddides ha sido debatida largamente, pero nose ha llegado a una conclusion defmitiva (vease al mismo Tu- ddides en 1.22.1 ). Lo que sf se puede ver es que la seleccion de temas y frases, junto con la disposicion y lugar del discurso en el relato, ya llevan consigo una interpretacion, es decir, lo que el autor ha considerado importante guardar para la posteridad: te- mas esenciales como libertad, necesidad, razon, imperialismo, fuerza y condicion humana. Los dioses aquf no desempefi.an nin- gun papel; es el hombre, con su capacidad de sufrir y hacer sufrir, el responsable de la guerra. La profundidad del pensamiento de Tuddides hara que en adelante la historia no sea solo recuerdo o narracion, sino tambien una materia de honda e intensa reflexion. Jenofonte Jenofonte (ca. 430;ca. 354 a.C.) sigue el modelo de Tuddides, y continua con las narraciones en que el autor relata su propio tiempo presente. En sus Hellenica, Jenofonte, que sirvio en el cuer- po de caballerfa ateniense en la guerra del Peloponeso, completa la historia que su predecesor no habfa podido terminar; tanto es asf que las primeras palabras de esta obra son: <<despues de estas co- sas... >> (mew de tauta), como para realzar su proposito de continui- dad con Tuddides. La Aruibasis (Marcha tierra adentro) narra la ex- pedicion del candidato al trono de Persia, Ciro, al corazon de Asia. Jenofonte desempefi.a aquf un papel mas importante todavfa, espe- cialmente una vez que ha muerto Ciro y los griegos que lo acompa- fi.aban deciden volver a su patria, pero ni saben el camino, ni son lo suficientemente poderosos para defenderse del rey Artajerjes. Jeno- 34 [. te sera elegido para dirigir al ejercito de 1011 G . . . - b h fi lta a reCia, m1s1on astante onorf ca vue arriesgada, que el autor relatara en terce- ~a. persona. y sin excesiva grandilocuencia. Jenofonte fue un autor no solo de obras historicas, sino tambien muy prolffico en orros generos de trabajos, donde se puede percibir cierta influencia del pensamiento de Socrates (a quien Jenofonte habrfa co- nocido personalmente), especialmente en sus tra.tados politicos, morales y did:icti- cos: Ciropedia, Apologia, Simposio, Consti- tuci6n de los espartanos, Sabre la caballeria, entre otros. «Cuando se hadan estas reflexiones volviemn los ojos hacia jenofonte. Los capitanes le dijeron, acer- e<indose a el, que asf pensaba el ejercito y, ponien- do. de relieve cada uno su afecto por el, trataba de convencerle para que aceptara el mando.jenofon- te, por una parte, lo quena, en Ia creencia de que asf se incrementarfa su estima entre los amigos y su nombre l!egana con mas grandeza a su ciu- dad. Ademas, quiza podna hacer tambien algun bien para el ejercito. Tales reflexiones lo incita- ban a desear llegar a ser jefe con plenos poderes. Pero, cuando reflexionaba que es incierto para todo hombre como sera el futuro y que, por esto, inc uso con·fa el riesgo de perder Ia fama adquirida con anterioridad, dudaba.» Historiadores helenfsticos Otros historiadores griegos del siglo IV a.C. se caracterizan rambien, como Jenofonte, sobre todo por la fuerte herencia que reciben de Tuddides. Tanto la tematica tucidfdea -continuacion de la historia de Grecia despues de la guerra del Peloponeso- como su emulacion estilfstica (aunque con bastante distancia) pueden verse en una serie de Hellenica, o Sabre casas griegas, como las de Teopompo, las Hellenica de Oxyrrinco, de autor desconocido, y en otros autores como Calfstenes, Filarco, Eforo o Timeo. Algunos de estos historiadores helenfsticos han sido juzgados por !a crftica como menos preocupados por referir los hechos historicos tal cual ocurrieron y mas interesados en contarlos muy bien adomados es- teticamente, incluso «tragicamente>>, para lograr mover las emo- ciones del lector. El uso de tecnicas retoricas para la persuasion vario segun los autores, pero en algunos casos se habrfa llegado al abuso de estos recursos y los mismos contemporaneos no dudaron en denunciarlo, como puede verse en el ataque que hace Polibio contra Timeo o Filarco en sus Historias (libro 12). En el afi.o 168 a.C. la batalla de Pidna pone fin ala guerra entre Roma y Macedonia. Perseo, rey de Macedonia, es derrotado y con el cae tambien su monarqufa. El triunfo romano se afianzarfa toda- vfa mas con la victoria sabre la ciudad de Corinto en ell46 a.C. La conquista de Grecia por parte de Roma fue un acontecimiento que, de alguna manera, cambio el modo de enfocar de la historia griega. Si bien es cierto que algunos historiadores griegos continuaron es- cribiendo solo sobre Grecia en sus Hellenica, otros, principalmente aquellos que tuvieron contactos personales con Roma, se abrieron a contar y explicar el desarrollo historico de la nueva potencia del 35 '----- Anabasis 6. I.I9-22 Historiadores griegos bajo Roma
  • 19. Mediterraneo. Estos historiadores buscaron establecer conexiones o relaciones entre su propia patria y lade los conquistadores y, aun- que todos ellos escriben en griego y para un publico mayoritaria- mente griego, eran conscientes de que tambien serfan lefdos por la elite romana mas culta, que se manejaba con soltura en esta lengua. En algunos casos, se dieron acerrimos defensores de la poiftica ro- mana, como Dionisio de Halicamaso o Apiano, pero tambien otros fueron mas crfticos y menos halagadores con Roma, como Plutar- co. Sin duda, el historiador griego mas destacado que escribiera historia de Roma fue Polibio. Polibio Despues de la batalla de Pidna, Grecia paso a formar parte del Imperio romano y muchos griegos fueron deportados aRoma. Poli- bio de Megalopolis (ca. 200-ca. 118 a.C.) fue uno de estos griegos cultos que se establecio en Roma y llego a convertirse en un refe- rente intelectual de la epoca; se hizo amigo y mentor de Escipion Emiliano y probablemente lo acompafio en sus campafias a Espana y Africa. En ell46 a.C. presencio, tambien «Porque Ia propic. originalidad de los hechos acer- junto a Escipion la destruccion total de ca de los cuales nos hemos propuesto escribir C d .'d. - L 1 1··' · basta para atraer y estimular a cualquiera, joven y artago, que eo 10 una mente e Lermmo anciano, a Ia lectura de nuestra obra. En· efecto, de las guerras plinicas a favor de Roma. (puede haber algun hombre tan ne~io o negligen: La intensa carrera de Polibio y su parti- Te que no se 1merese en conocer como y por que . · - ,. l' · d· 1 - · genero de constituci6n polltica fue denrotado casi opaoon. en asuncos P0 ltlcos, 1P OITlatl, todo el universo en cincuenta ytres afios no cum- cosy mthtares hacen natural que le extja al plidos, y cay6 bajo el imperio indiscutido de.los historiador ideal no solo una formacion en romanos? Se puede comprobar que antes esto no 1 - d· - · b t d habfa ocurrido nunca.» as mas 1versas areas, smo so re o o una Histories 1.1.5 preparacion basada en la actividad y expe- riencia polftica. Este sera un aporte nota- Unidad politica y moral bl.e al pensamiento historiografico, pues Polibio es explfcito en sefialar que la historia ciertamente debe dar ensefianzas morales, pero que debe tambien tener una utilidad polftica y ensefiar el arte del gobiemo a los mas jovenes. Este objetivo solo se logra- rfa si el que narra la historia es ei mismo un buen politico. Asf se explicarfa el interes de Polibio por analizar con detalle la cons- titucion de Roma, ya que ella serfa en gran parte la causa de la grandeza y durabilidad de su imperio. Ellibro sexto de las Historias -clave para entender toda la his- toria de Roma- explica los tipos de gobiemos siguiendo el mode- lo aristotelico y presenta la teorfa del ciclo de constituciones o «anaciclosis>>. Seglin Polibio, la constitucion romana era lamas perfecta porque reunfa en uno solo los tres tipos de gobiemos puros y esto le daba una estabilidad inigualable: 36 «Asi pues, estas tres clases de gobierno que he citado domina- ] constitucion y las tres estaban ordenadas, se administraban ban a . . . artian tan eqmtatlvamente, con tanto aoerto, que nunca YreP · · ; · h -b - d'd fi die. ni ran stqutera ,os natlvos, a nan po 1 o a rmar con se- na ·dad si el regimen era totalmente monarquico, aristocratico 0 gun C l . c- l d ocratico. osa muy natura , pues s1 nos HJaramos en a potes- e;de los consules, nos parecerfa una constitucion perfectamente raonarquica y real; si atendie~amos a la del senado, aristocratica, rn consideraramos el poder del pueblo, nos darfa la impresion de y Sl . . _ enconrrarnos, sm duda, ante una democraoa» (6.11.11-12). Estudiar el tema de la dominacion romana, expandida por todo Historia universal e1 Occidente conocido, da pie a que Polibio pueda decir que es- cribe una <<historia universal» (kath6lou), no solo porque trata la historia de todo el mundo habitado (oikoumene), sino especial- mente porque los acontecimientos parecen moverse hacia un fin comlin; los sucesos analizados permiten una vision de conjunto que forma un todo coherente. Aunque Polibio generalmente puede sefialar, y sobre todo ex- La fortuna plicar, las causas de los acontecimientos que suceden al hombre, tambien la fortuna desempenara en su obra un papd importante. La fortuna o tyche tendra en Polibio diferentes significados, que van desde el mas neutro e impersonal azar o suerte, hasta la cuasi divi- nidad que formula el plan que dirige y gufa el curso de los asuntos humanos. Pero la fortuna, por tanto, al no ser totalmente racional, no sera invocada por Polibio como explicacion causal de nada. Polibio fue el primer griego que presento el poderfo y la gran- deza de Roma a sus compatriotas, quiza en un intento de acercar el vencido al vencedor y de mostrar los fundamentos de la supe- rioridad de este ultimo, aunque no por eso dejo de senalar y aler- tar los posibles peligros que conllevaba esta misma grandeza. Dionisio, Diodoro, Apiano, Arriano Varios fueron los griegos que continuaron en la tradicion de Polibio y se dedicaron a contar la historia de Romano solo en un afan de informar al mundo de habla griega, sino tambien atrafdos por el proceso de desarrollo del Imperio romano como tal. Un representante de esta tendencia en el siglo I a.C. fue Dionisio de Dionisio de Halicarnaso Halicamaso (ca. 60-ca. 7 a.C.), que vivio en Roma como profesor de ret6rica y escribio una historia de Roma en veinte libros: An- tiguedades romanas. Lamentablemente no ha sobrevivido la obra completa y solo tenemos la narracion desde las leyendas funda- cionales romanas hasta el inicio de las guerras punicas. A veces se le ha criticado a Dionisio el presentar en su obra una mirada de- 37
  • 20. Diodoro Apiano Arriano Las Vidas parole/as masiado positiva hacia Roma, derivando esta casi en un panegfri- co de sus virtudes. Otro escrito muy interesante de Dionisio es su Sabre Tucfdides, que es uno de los pocos tratados de la Antigiledad en que un historiador critica y analiza formalmente la obra de otro historiador. Diodoro Sfculo, tambien del siglo I a.C., narra en su Biblioteca la historia del mundo conocido desde sus orfgenes mfticos hasta el ano 60 a.C. A partir del relata sobre Filipa de Macedonia el texto se vuelve fragmentario; sin embargo, para algunos aconteci- mientos individuales de la historia de Grecia, Sicilia o Roma, se considera que Diodoro arroja importantes luces. A fines del siglo I d.C. aparece la figura destacada de Apiano (ca. 95-ca. 165), historiador griego nacido en Alejandrfa que ob- tuvo la ciudadanfa romana y fue un ferviente admirador de Roma. Apiano establece como causa del exito romano las virtudes de su gente, especialmente la paciencia, la firmeza y la moderacion. Su obra esta estructurada etnograficamente y trata individualmente a cada pueblo que fue conquistando Roma: los samnitas, los cel- tas, los cartagineses, entre otros. El relato que hace Apiano en sus Guerras Civiles es particularmente importante para nosotros ya que la mayorfa de las fuentes sabre este tema se encuentran des- aparecidas. Del mismo siglo es Arriano (ca. 86-ca. 170), quien se identifi- caba a sf mismo como un <<segundo Jenofonte>>, especialmente por el estilo. La mayorfa de sus obras se encuentran hoy perdidas, pero contamos con algunos fragmentos muy interesantes que na- rran las campanas de conquista del emperador Trajano en Orien- te y otros fragmentos sobre Alejandro Magno. Otros ejemplos destacados de historiadores griegos que narran la historia de Roma son Plutarco y, ya en el siglo Ill d.C., Dion Casio. Plutarco Siempre dentro de la categorfa de griegos que escriben sobre la historia de Roma, aunque en un genero distinto, encontramos a Plutarco. Nacido en Queronea alrededor del afio 50 d.C., Plutarco desarrollo el genero biografico y, por lo tanto, son <<vidas>> (bioi) lo que el nos entrega y no historia propiamente, como senala en el prefacio a las vidas de Alejandro Magno y Julio Cesar. La primera obra de Plutarco fue la Vida de los emperadores ro- manos, que iba desde Augusto hasta Vitelio, pero de la cual no nos queda mas que la biograffa de los emperadores Galba y Oton. Fueron, sin duda, sus Vidas paralelas las que le atrajeron fama y popularidad incluso ya en el mundo antiguo. La originalidad de 38 ~L reo es haber concebido estas biogra- pluta . _ ,., pare]·as: una gnega y una romana fao e,. 1 una comparacion de ambas al final con y . d. . ~ ~ crisis). a es m 1canvo ver como pre- (syn ta Plutarco sus pares; por ejemplo, pone sen d D ~ c· . ros a los ora ores emostenes y lce- JLln d. b·~ ~ ~ 0sa que no sorpren e, pero tam 1en ron, ~- . une a Alejandro Magno, el gran conqws- redor del enorme imperio helenfstico, con J:lio Cesar, conquistador de las Galias y dictador en Roma. Claramente Plutarco asimila a estos dos hombres en su afan im- erialista, y quiza podrfan encontrarse mas p 1 .~ d azones para a umon e estos persona- ;es, pero lamenta?lemente la syncrisis en- tre Alejandro y Cesar se encuentra perd1da. Plutarco se presenta a sf mismo como un pintor que realza los rasgos mas caracte- rfsticos de sus personajes, y estos son, preci- samente, sus vicios y virtudes. Este intento r--- -~, 1 «Habiendonos propuesto escribir en este libro Ia : 1 vida de Alejandr-o y Ia de Cesar (el que venci6 a 1 i Pompeyo) por Ia muchedumbre de hazafias de uno y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aun 1 nos detenemos con demasiado detalle en cada una de ias mas celebradas, sino que cortamos ysuprimi- mos una g1-an parte, no por esto nos censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vi- das; y no es en las acciones mas ruidosas en las que se manifiestan Ia virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una pequeiiez sirven mas pat·a mostrar el catcicter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejercitos y sitios de ciudades. Por tanto, as( como los pintores toman para retratar las seme- janzas del rostm aquellas facciones en que mas se manifiesta Ia Indole y el caracter, cuidandose poco de todo lo demas, de Ia misma manera debe a no- sotros concedersenos el que atendamos mas a las sefias del alma y que por elias dibujemos Ia vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combates.» Vida de Alejandro I.I de narrar una biograffa centrandose mas en ilustrar el caracter y temperamento de la persona que sus grandes acciones ha sido cri- ticado por algunos como una tediosa pretension moralizadora. Sin embargo, la popularidad de Plutarco a traves de los siglos (Shakespeare, Montaigne, Rousseau son algunos de sus deudores) refleja ciertamente que al momenta de escribir w1a biograffa son muchas veces los detalles y las anecdotas los que logran captar mejor la particularidad propia de una persona y que son tambien ellos los que pueden ser presentados como modelo a imitar en una historia que busca ante todo ser <<maestra de vida». La biograffa Di6n Casio La Historia romana de Dion Casio (ca. 155-229 d.C.) presenta un tema dominante -aunque la obra completa narra desde la fun- dacion de la ciudad hasta el afio 235 d.C.- que es nada menos que el cambio del sistema republicano al imperial. Dion senalara ex- plfcitamente que la monarqufa es la unica que puede garantizar una cierta estabilidad al gobiemo de un imperio tan extenso y diverso, afirmacion que seguramente no habrfa sido del agrado de Augusto, que se proclamaba como el restaurador de la Republica. La activa vida polftica de este griego como senador, pretor, legado militar y consul bajo distintos emperadores hace que su interpretacion de la historia romana venga de una fuente experi- 39