El alcohol afecta el sistema nervioso central alterando los neurotransmisores y modificando la estructura y función del cerebro, lo que produce efectos como pérdida de coordinación, temblores y alucinaciones. También daña órganos como el hígado, riñones y corazón, y aumenta el riesgo de cáncer. El alcoholismo se trata con medicamentos, terapias psicológicas y de grupo, y la abstinencia es crucial para la recuperación.