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El universo, una inmensidad inimaginable, infinita, grandiosa en cuyo seno nacemos y
morimos todos los seres vivos. Enorme, vacío, frío… pero sin embargo, increíblemente
hermoso. Todos sus hijos lo observamos hipnotizados por su incomprensible belleza, de
la misma forma que un insecto observa por primera vez el mundo fuera de su
madriguera. Su mera visión me hace cuestionar la veracidad de todo lo real, y hace
surgir en mi mente preguntas cuyas respuestas escapan al raciocinio de los seres
terrenales.

Todos formamos parte de esta conjunción astral, somos motas de polvo pertenecientes a
este ser, nos ha creado y finalmente acabará devorándonos cual bestia sedienta de
sangre, y así abandonando esa chispa en el universo que es nuestra vida volveremos a
nuestro origen.
Así es el universo frío, cruel, vacío, inmenso, desolador… y bello.

¿Quién soy? ¿Acaso importa? Solamente una mota de polvo más en el seno de esta
criatura, pero supongo que podéis llamarme Drize, así solían llamarme.
Hace no mucho mi vida tenía sentido, era el exitoso capitán de una flota de defensa de
una importante compañía comercial interestelar. Partimos hace dos semanas para
realizar la última entrega de la temporada. Después volvería a casa con mi mujer y mi
hijo, Amanda y Dyle, solo tiene cuatro años, hace dos que no los veo. Pero en el espacio
el destino tiene una desagradable tendencia a la crueldad.
En uno de los múltiples saltos al hiperespacio de nuestro viaje, el ordenador de ruta se
estropeo, conduciéndome hacia unas coordenadas distintas a las predeterminadas, con
tan mala suerte que entre de lleno en un pequeño campo de asteroides, que amablemente
se encargaron de destrozar los reactores principales de la nave.

Esto ocurrió hace aproximadamente unos cuatro días. Es difícil conservar la noción del
tiempo en un entorno inmutable. Afortunadamente el reciclador de oxigeno todavía
funciona y tengo suficientes provisiones como para aguantar una buena temporada hasta
que llegue la ayuda. Nada más fui consciente de esta mi situación mande un mensaje de
socorro por radio. Solo me queda esperar.

Lo único bueno de esta situación es que he tenido tiempo para pensar, desde aquí todo
se ve diferente que desde la perspectiva al nivel del suelo. Desde aquí ya nada importa
lo suficiente, es desalentador. A diario vemos la lucha de todo ser viviente para
perdurar, para ser alguien, esta es la razón de la vida: luchar. Pero aquí observo como
todo carece de sentido, los planetas no dejaran de girar por que tu hayas alcanzado el
más inverosímil logro, las estrellas no dejaran de irradiar su luz, el universo no dejará de
moverse por ti.

Conforme pasa el tiempo esta sensación de desasosiego y melancolía se cierne más y
más sobre mí. A pesar de tener aquí las condiciones necesarias para el mantenimiento
de la vida, a cada segundo que pasa me siento cada vez más cercano a la muerte. La
única motivación para mi vida es regresar y cada vez parece más insustancial. Me doy
cuenta que cada vez más dejo pasar el tiempo observando tristemente las estrellas,
observando su belleza. Me resisto a pensar de esta forma, he de concentrar toda la
energía de mi cuerpo en vivir.

Sigue pasando el tiempo y la esperanza de una respuesta de alguna nave interestelar
cercana se convierte en poco más que en una ilusión. Poco a poco se cierne sobre mi
una sensación de claustrofobia abrumadora, esta nave se esta convirtiendo en una
prisión. Trato de ocupar el tiempo con diferentes actividades, pero mi motivación y mi
energía han desaparecido. Estos fútiles intentos solo hacen más que reavivar mí ansía
por volver mi vista al vacío y perderme en él. Verlo devuelve a mi atormentada mente a
un estado de paz interior y calma. Esto actúa en mí de la misma forma que una droga,
me causa placer y adicción a este. Poco a poco paso más y más tiempo sentado, en
silencio sin ninguna otra ocupación más que hallar consuelo en el vacío.

Ya no recuerdo cuanto tiempo hace desde que ocurrió aquel desafortunado accidente,
ahora ya no importa, ahora ya nada importa, he encontrado el consuelo que nadie ha
podido darme en la inmensidad del universo, es extraño creo que he llegado a amarlo.
Las presentes palabras parecen el testimonio de un loco, pero la soledad hace mella en
la mente mejor amueblada, además ¿acaso la humanidad no ha sentido fascinación por
el universo desde el mismo momento en el que posó sus ojos en la bóveda celeste? Esta
sobreexposición al universo ha ahondado en mi mente.
 No recuerdo la última vez que he comido, últimamente lo hago con poca frecuencia,
incluso estoy comenzando a dejar de dormir por el placer de contemplar un segundo
más esa abrumadora perspectiva.
 Cuando duermo oigo su voz susurrándome suave y sinuosamente, palabras olvidadas
en el amanecer de los tiempos, no puedo resistir su cálido canto que igual que el de una
sirena nubla la razón y llena la mente de vagos pensamientos.

Hoy me doy cuenta que estoy perdiendo la razón cual reloj de arena deja escapar
lentamente sus granos testimonio del paso del tiempo. Hace un par de horas mis deseos
de abandonar esta prisión, debidos a un severo ataque de claustrofobia; me han
conducido ha colocarme un traje espacial y salir al vacío.
 Una vez abandoné el amparo de mi nave, una sobredosis de euforia sobrecogió mi
cuerpo, debido al gran cambio de situación, pasar de estar preso en un cubículo de
escasas dimensiones a estar expuesto a la infinitud aparente del universo era más de lo
que mi ser podría aguantar.
 Pase mucho tiempo ahí fuera, embriagado por ese cúmulo de sensaciones. Incluso
cuando los indicadores de oxígeno comenzaron a emitir su chirriante señal de aviso, yo
continúe inmóvil disfrutando lascivamente del placer que se me ofrecía. En el momento
en el cual mi cuerpo empezó a acusar la falta de oxígeno, milagrosamente un atisbo de
cordura sacudió mi cuerpo y conseguí reunir el valor y la fuerza necesarios para regresar
a la nave. No sin esfuerzo milagrosamente logré entrar antes de caer inconsciente.
Y sin embargo, puede que hoy haya sido el mejor día de mi confinamiento.

Sigo mirando al infinito, buscando algo que delate la presencia de la tan esperada ayuda,
sin embargo la suerte parece que dejó de sonreírme hace mucho.
Estoy destrozado, tanto física como psicológicamente. La falta de ejercicio físico ha
hecho mella en mi cuerpo, a duras penas consigo moverme. Además la falta de sueño se
ha hecho patente. Prácticamente he dejado de vivir, paso las horas mirando al vacío,
inmóvil, en un estado cercano a la inconsciencia. Es una sensación indescriptible, como
si hubiera abandonado mi cuerpo, ahora convertido en no más que una carcasa inerte y
mirase el mundo desde fuera de mí.
Lloraría si tuviese fuerzas.

Estoy atrapado en la noche eterna del universo, la melancolía, el desconsuelo y el
desánimo son más poderosos que mis pocas ganas de sobrevivir. Veo cercana mi
muerte. Mi mente se llena de febriles sueños y deseos. Sueño con abandonar la prisión
de acero en la que mi nave se ha convertido. Deseo ser libre por unos momentos aunque
eso signifique una muerte segura. A mi parecer, mejor vivir libre un solo instante que la
muerte lenta y penosa en este ataúd de hierro. Esta idea se cuela por todos los recovecos
de mi mente, inundando mis pensamientos. Esta decidido. Alea jacta est.

Reuniendo mis últimas fuerzas, me arrastro hasta la cámara de descompresión de salida.
Puede parecer que la locura ha ganado la batalla a la razón, pero creedme jamás he
estado tan cuerdo. Antes de mi fin, mis últimos pensamientos vuelven hacia mi esposa y
mi hijo, os quiero, siento haceros esto, pero mis fuerzas han llegado a su límite, siento
no ser lo suficientemente fuerte como para resistir un segundo más.
Me acerco a la consola donde tecleo lentamente los códigos de apertura. La cámara
comienza a descomprimirse y el mecanismo de apertura comienza a activarse. Las
compuertas se abren lentamente sin emitir sonido alguno. Comienzo a entrever la luz de
millones de estrellas, la superficie rocosa de los planetas circundantes y algún solitario
cometa. La visión del universo todavía produce ese extraño efecto en mi cuerpo, me
estremece su enormidad, su infinitud. Estamos tan acostumbrados a que todo tenga un
principio y un fin que algo de proporciones tan colosales nos embauca y apasiona.
Poco a poco salí de la nave, conservando todo el oxígeno que mis pulmones pudieron
atrapar, eso me daría unos treinta segundos, tiempo suficiente para disfrutar de mi
muerte, ya que es lo único que paradójicamente me queda por vivir.
Aquí estoy yo, flotando en la nada admirando cada detalle de la galaxia, reteniendo en
mi retina cada porción de su inmensa belleza.
El tiempo se acaba, mis pulmones buscan desesperados una bocanada de oxigeno,
aprietan mi cuerpo que lucha por vivir contra todo pronóstico.
No me importa el dolor, por primera vez en este tiempo vuelvo a ser libre. A
Aunque solo sea para morir.
Noto como los latidos de mi corazón se detienen, a falta de combustible, mi visión se
vuelve turbia, mi cerebro al no recibir oxígeno comienza a apagarse, lo último que logra
retener es una imagen y una sensación. La imagen: el resplandor de las estrellas, la
sensación: paz.


Javier Jiménez Gómez

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comerciales.

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  • 3. una sensación de claustrofobia abrumadora, esta nave se esta convirtiendo en una prisión. Trato de ocupar el tiempo con diferentes actividades, pero mi motivación y mi energía han desaparecido. Estos fútiles intentos solo hacen más que reavivar mí ansía por volver mi vista al vacío y perderme en él. Verlo devuelve a mi atormentada mente a un estado de paz interior y calma. Esto actúa en mí de la misma forma que una droga, me causa placer y adicción a este. Poco a poco paso más y más tiempo sentado, en silencio sin ninguna otra ocupación más que hallar consuelo en el vacío. Ya no recuerdo cuanto tiempo hace desde que ocurrió aquel desafortunado accidente, ahora ya no importa, ahora ya nada importa, he encontrado el consuelo que nadie ha podido darme en la inmensidad del universo, es extraño creo que he llegado a amarlo. Las presentes palabras parecen el testimonio de un loco, pero la soledad hace mella en la mente mejor amueblada, además ¿acaso la humanidad no ha sentido fascinación por el universo desde el mismo momento en el que posó sus ojos en la bóveda celeste? Esta sobreexposición al universo ha ahondado en mi mente. No recuerdo la última vez que he comido, últimamente lo hago con poca frecuencia, incluso estoy comenzando a dejar de dormir por el placer de contemplar un segundo más esa abrumadora perspectiva. Cuando duermo oigo su voz susurrándome suave y sinuosamente, palabras olvidadas en el amanecer de los tiempos, no puedo resistir su cálido canto que igual que el de una sirena nubla la razón y llena la mente de vagos pensamientos. Hoy me doy cuenta que estoy perdiendo la razón cual reloj de arena deja escapar lentamente sus granos testimonio del paso del tiempo. Hace un par de horas mis deseos de abandonar esta prisión, debidos a un severo ataque de claustrofobia; me han conducido ha colocarme un traje espacial y salir al vacío. Una vez abandoné el amparo de mi nave, una sobredosis de euforia sobrecogió mi cuerpo, debido al gran cambio de situación, pasar de estar preso en un cubículo de escasas dimensiones a estar expuesto a la infinitud aparente del universo era más de lo que mi ser podría aguantar. Pase mucho tiempo ahí fuera, embriagado por ese cúmulo de sensaciones. Incluso cuando los indicadores de oxígeno comenzaron a emitir su chirriante señal de aviso, yo continúe inmóvil disfrutando lascivamente del placer que se me ofrecía. En el momento en el cual mi cuerpo empezó a acusar la falta de oxígeno, milagrosamente un atisbo de cordura sacudió mi cuerpo y conseguí reunir el valor y la fuerza necesarios para regresar a la nave. No sin esfuerzo milagrosamente logré entrar antes de caer inconsciente. Y sin embargo, puede que hoy haya sido el mejor día de mi confinamiento. Sigo mirando al infinito, buscando algo que delate la presencia de la tan esperada ayuda, sin embargo la suerte parece que dejó de sonreírme hace mucho. Estoy destrozado, tanto física como psicológicamente. La falta de ejercicio físico ha hecho mella en mi cuerpo, a duras penas consigo moverme. Además la falta de sueño se ha hecho patente. Prácticamente he dejado de vivir, paso las horas mirando al vacío, inmóvil, en un estado cercano a la inconsciencia. Es una sensación indescriptible, como si hubiera abandonado mi cuerpo, ahora convertido en no más que una carcasa inerte y mirase el mundo desde fuera de mí. Lloraría si tuviese fuerzas. Estoy atrapado en la noche eterna del universo, la melancolía, el desconsuelo y el desánimo son más poderosos que mis pocas ganas de sobrevivir. Veo cercana mi
  • 4. muerte. Mi mente se llena de febriles sueños y deseos. Sueño con abandonar la prisión de acero en la que mi nave se ha convertido. Deseo ser libre por unos momentos aunque eso signifique una muerte segura. A mi parecer, mejor vivir libre un solo instante que la muerte lenta y penosa en este ataúd de hierro. Esta idea se cuela por todos los recovecos de mi mente, inundando mis pensamientos. Esta decidido. Alea jacta est. Reuniendo mis últimas fuerzas, me arrastro hasta la cámara de descompresión de salida. Puede parecer que la locura ha ganado la batalla a la razón, pero creedme jamás he estado tan cuerdo. Antes de mi fin, mis últimos pensamientos vuelven hacia mi esposa y mi hijo, os quiero, siento haceros esto, pero mis fuerzas han llegado a su límite, siento no ser lo suficientemente fuerte como para resistir un segundo más. Me acerco a la consola donde tecleo lentamente los códigos de apertura. La cámara comienza a descomprimirse y el mecanismo de apertura comienza a activarse. Las compuertas se abren lentamente sin emitir sonido alguno. Comienzo a entrever la luz de millones de estrellas, la superficie rocosa de los planetas circundantes y algún solitario cometa. La visión del universo todavía produce ese extraño efecto en mi cuerpo, me estremece su enormidad, su infinitud. Estamos tan acostumbrados a que todo tenga un principio y un fin que algo de proporciones tan colosales nos embauca y apasiona. Poco a poco salí de la nave, conservando todo el oxígeno que mis pulmones pudieron atrapar, eso me daría unos treinta segundos, tiempo suficiente para disfrutar de mi muerte, ya que es lo único que paradójicamente me queda por vivir. Aquí estoy yo, flotando en la nada admirando cada detalle de la galaxia, reteniendo en mi retina cada porción de su inmensa belleza. El tiempo se acaba, mis pulmones buscan desesperados una bocanada de oxigeno, aprietan mi cuerpo que lucha por vivir contra todo pronóstico. No me importa el dolor, por primera vez en este tiempo vuelvo a ser libre. A Aunque solo sea para morir. Noto como los latidos de mi corazón se detienen, a falta de combustible, mi visión se vuelve turbia, mi cerebro al no recibir oxígeno comienza a apagarse, lo último que logra retener es una imagen y una sensación. La imagen: el resplandor de las estrellas, la sensación: paz. Javier Jiménez Gómez Licencia Creative Commons, reconocimiento de autoria, compartir igual, fines no comerciales.