Este poema bendice la ignorancia por traer paz y consuelo al embriagar la mirada y llevar a las personas placenteramente por el mar, además de dibujar soles en las pestañas en medio de la tormenta. Alaba la ignorancia por no necesitar salidas de sus laberintos y por emanar lucidez desde su cascara seca hacia lo profundo, bendiciendo cada una de sus formas que son siempre la misma. Finalmente, bendice el espacio vacío que llena de nada la nada y el resplandor brillante de la noche que se retira