El cuento presenta un diálogo entre las cuatro estaciones del año, donde cada una argumenta por qué es la más importante. La primavera habla de la belleza que aporta, mientras que el verano destaca los frutos que produce. El otoño señala su labor de preparar las semillas. Cuando le toca hablar, el invierno explica que su oscuridad y frío benefician a las plantas. Al final, todas reconocen que cada estación es necesaria para el ciclo natural.