Este documento resume conceptos clave sobre la prudencia según Aristóteles. Explica que la elección es el principio de la acción y surge de la deliberación racional y el deseo recto. Define al hombre prudente como aquel capaz de deliberar y elegir hábilmente los medios para alcanzar el bien. Finalmente, señala que la prudencia no consiste en aplicar reglas generales sino en escoger lo oportuno en cada caso particular, considerando las circunstancias.
4. EL PRINCIPIO DE LA ACCIÓN
“El principio de la acción (praxis) es, pues, la elección (proairesis) —como fuente de movimiento y no de finalidad—, y el de la elección es el
deseo (orexis) y la razón (logos) por causa de algo” (EN 6,2).
El momento inmediatamente previo a una acción realizada es una “elección” o “decisión”, por la que nos movemos o realmente actuamos en
la realidad concreta.
La elección es un deseo deliberado (orexis bouletike):
Elección buena = Razonamiento verdadero + Deseo recto
5. EL HOMBRE PRUDENTE
“Parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente (kalos bouleusasthai) sobre lo que es bueno y conveniente para sí
mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general (eu zen holos)” (EN 6,5).
“Resta, pues, que la prudencia es un modo de ser racional verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre” (EN 6,5)
• La persona prudente es aquella capaz de…
• Deliberar rectamente acerca del fin: BOULESIS (deliberación).
• Elegir hábilmente los medios para alcanzarlo: PROAIRESIS (elección).
8. EL HOMBRE PRUDENTE
“Escoger lo oportuno en cada caso, lo más prudente, no consiste en aplicar una teoría ya conocida de antemano ni una regla universal que
valga para todos los casos parecidos. Lo interesante de la prudencia es que en ella está la regla, pero esa regla no es ni formulable ni
generalizable. Es prudente realizar algunas acciones que nunca querríamos por sí mismas. Por ejemplo, puede ser prudente obedecer al
tirano de buen grado, tirar por la borda las riquezas en caso de naufragio, o decidir, como hizo el propio Aristóteles, huir de Atenas para no ser
acusado de idolatría y dar a los atenienses la oportunidad de cometer un nuevo crimen contra la filosofía (como habían hecho anteriormente
con Sócrates condenándolo a muerte). ¿Quiere decir esto que Sócrates fue menos prudente que Aristóteles? Seguramente Aristóteles diría
que el curso de los acontecimientos acaba determinando cuáles han sido las acciones prudentes, actos que no dependen sólo del carácter de
quien los ejecuta sino de otras circunstancias ajenas al sujeto” (Victoria Camps, Breve historia de la ética, p. 69).