El emperador encargó al pintor Chang-Seng-Yu pintar un gran dragón dorado en el salón del templo. Chang era conocido por hacer obras que parecían cobrar vida. Al terminar la pintura, el discípulo de Chang notó que el dragón no tenía ojos, y cuando preguntó por qué, Chang respondió que si tuviera ojos se iría volando y no regresaría. Sin embargo, el discípulo no creyó a Chang y le puso ojos al dragón, haciendo que efectivamente este cobrara vida y se fuera