Este poema reflexiona sobre la fragilidad humana y la necesidad de abrirse a lo esencial en la vida. Usa la metáfora de las cenizas que se desvanecen con un soplido para recordar que el ser humano es polvo y ceniza. Invita al lector a detenerse y cuestionarse hacia dónde se dirige en la vida, y a estar abierto a recibir la misericordia divina y emprender el camino que lleva a la verdadera libertad.