El documento describe el origen del crédito en Europa entre los siglos XV y XVI. En ese entonces, los orfebres poseían cajas fuertes donde guardaban el oro que la gente les confiaba, y emitían cartas de crédito que permitían a los portadores realizar pagos a otros en lugar de transportar el oro personalmente, lo que incrementó la eficiencia del sistema de pagos. Con el tiempo, los banqueros comenzaron a ofrecer servicios de intermediación financiera a través de la transferencia de recursos entre acreedores y deudores.