1. El término objeto volador no identificado, más conocido por sus
siglas O.V.N.I. (calco del acrónimo inglés UFO oUnidentified Flying Object), se
refiere a la observación de un objeto volante, real o aparente, que no puede ser
identificado por el observador y cuyo origen sigue siendo desconocido después de
una investigación.
El acrónimo fue creado para reemplazar al de "platillo volante" y ha llegado a
trascender más allá de las simples observaciones aéreas. Aunque autores como Erik
von Daniken (1999) o Jacques Fabrice Vallée (1976) han apuntado que los antiguos
carros de los dioses o las apariciones y raptos en bosques y pantanos podían ser el
equivalente a los relatos ovni actuales, el fenómeno-mito comenzó en 1947,
íntimamente vinculado a los medios de comunicación.
2. A finales del siglo XIX y principios del XX, Percival Lowell había publicado varias obras sobre Marte,
en las cuales postulaba que las líneas oscuras divisadas por Giovanni Virginio Schiaparelli en la
superficie marciana constituían una red de canales, creados por una civilización inteligente, para traer
agua desde los polos al ecuador del Planeta Rojo.3 Pese a que las observaciones de Lowell se revelarían
erróneas, el público en general consideró la existencia de vida extraterrestre inteligente y cercana a la
Tierra como un hecho probado científicamente. Tuvo que ser la Mariner 9 en 1971 quien refutara esa
posibilidad (Sagan, 1996, p. 232).
En 1944 la Luftwaffe había conseguido hacer operativo el Heinkel He 178. Este avión sorprendió por su
sencillez de motor al no necesitarbielas, pistones, cigüeñal, aceite y los demás elementos utilizados
hasta el momento. También su velocidad, cercana a los 700 Km/h, dejaba bastante atrás a los mejores
aparatos de la época, caso del Supermarine Spitfire.
3. El primer nombre dado a luces o formas en el cielo desconocidas para el
espectador fue el de platillo volante o platillo volador, del
inglés flying saucer. El término "platillo volador" se popularizó
en 1947 debido a un error periodístico. El 24 de junio, el piloto civil
norteamericano Kenneth Arnold vio una formación de nueve objetos
en forma de búmeran volando a una velocidad estimada por él superior
a 1500 Km/h, mientras pilotada sobre las montañas Cascada en la
cordillera de las Rocosas, estado de Washington.1
Como se ha indicado, a finales de la Segunda Guerra Mundial se vivía
como posible la existencia de prototipos rápidos y muy
manejables, desarrollados por otros países y nunca vistos hasta el
momento
4. No existe acuerdo respecto al momento en que
comienzaron la historia de las observaciones de ovnis. Para
Wilding-White, JJ Benitez, Erik von Daniken o Jacques
Vallé los avistamientos de objetos sin identificar se
remontan tanto como historia tiene la Humanidad. Para
autores como Ricardo Campo, Luis Alfonso Gámez1 o Carl
Sagan es un mito contemporáneo que comienza a finales de
los años 40 del siglo XX.
5. Como se ha resumido en el apartado Terminología, el gobierno de Harry Truman
emprendió una investigación para saber si el espacio aéreo estadounidense estaba siendo
violado con cierta periodicidad por prototipos o ejemplares de pre-serie fabricados por
otras naciones, especialmente la URSS. La primera de dichas investigaciones oficiales
comenzó en 1947 bajo el nombre de Proyecto Signo, en 1949 se rebautizó como Proyecto
Fastidionota 2 y en 1952 como Proyecto Libro Azul que seguiría investigando casos hasta
1969 (Wilding-White, 1977, p. 11).
Los objetivos de dichos programas eran tres:
1) Esclarecer si el espacio aéreo estadounidense estaba siendo violado.
2) Saber si los platillos volantes podían constituir un peligro para Estados Unidos.
3) Obtener, en la medida de lo posible, algún conocimiento u ventaja tecnológica.
6. En 1969 la USAF había reunido unos 40.000 informes (Wilding-White, 1977, p. 10) que daban como
resultado:
El 27% de los expedientes ovni resultaron ser estrellas, planetas y otros objetos astronómicos.
Otro 27% de los expedientes se debieron a globos y aviones.
Un 23% fue producido por meteoritos, satélites artificiales y otros objetos cercanos a la Tierra.
Hubo 23% que quedó sin explicación, pero se hicieron suposiciones sobre la mayoría de dichos casos y
se afirmó que podían haberse resuelto si los observadores hubiesen dado más datos.
Con el tiempo, varias fuerzas aéreas y organismos independientes han realizado investigaciones
similares, como la presentada por Balester Ólmos (2000). Las conclusiones han sido análogas,
llegando también a unos porcentajes parecidos, es decir y agrupados por número de casos causados,
en primer lugar estarían las observaciones provocadas por objetos fuera de la órbita terrestre