1. Para transformarnos, ¿es suficiente con hacer algunos cambios o
mejorar algunas cosas? No.
Para entenderlo, pongamos un ejemplo. A veces, algunos fabricantes
le ponen a un producto un ingrediente extra o un envoltorio nuevo y
lo venden como “mejorado”. Pero ¿puede decirse que han
“transformado” el producto? No, porque en realidad sigue siendo casi
el mismo que antes. Algo parecido pasa con el consejo de Pablo
en Romanos 12:2.
Para transformarnos, no basta con mejorar algunas cosas, como
dejar los vicios, no decir malas palabras o no tener relaciones
sexuales inmorales. Eso también lo hacen algunas personas que
no conocen la Biblia. Entonces, ¿qué quiso decir Pablo cuando habló
de transformarse? Un libro explica que Pablo se refería a que
debemos dejar que el espíritu santo renueve o cambie por completo
nuestra forma de ser y pensar. Por lo tanto, si queremos
transformarnos de verdad, ¿qué tenemos que hacer?
El apóstol Pablo dijo que, para transformarnos, debemos rehacer la
mente. Veamos qué significa esto. Cuando la Biblia habla de la
mente, se refiere a lo que pensamos, pero también a nuestra actitud
y a nuestra forma de razonar. Pablo dijo que muchos romanos tenían
un “estado mental desaprobado” porque eran malos, injustos,
egoístas y envidiosos. Además, siempre estaban haciendo cosas
malas, peleando y engañando, y hasta llegaban a asesinar a otras
personas (Romanos 1:28-31). Como Pablo sabía que algunos
cristianos habían crecido rodeados de esas personas, les aconsejó:
“Transfórmense rehaciendo su mente”.
Hoy día, en el mundo hay muchas personas que tienen una mente
como la que describió Pablo. Opinan que vivir según unas normas
morales está pasado de moda y que nadie debe imponerle sus
principios a los demás. Muchos padres y maestros dejan que los
niños hagan lo que quieran. Les enseñan que todo el mundo tiene
derecho a hacer lo que le parezca correcto. Piensan que en realidad
nadie puede decir lo que está bien y lo que está mal. Hasta hay
quienes dicen que creen en Dios pero no les parece que tengan que
2. obedecerle (Salmo 14:1). Los cristianos debemos tener mucho
cuidado con esta actitud. Si no lo hacemos, podríamos dejar de
obedecer a la organización de Dios y hasta empezar a quejarnos de
cualquier decisión que no nos guste. También podríamos empezar a
dudar de los consejos bíblicos que recibimos sobre las
diversiones, Internet o los estudios superiores.
Pablo también aconsejó a los cristianos que dejaran de amoldarse a
este sistema de cosas, es decir, que no se dejaran influir por el
mundo. Si no queremos tener la misma forma de ser que la gente del
mundo, tenemos que pensar con sinceridad en cómo somos
realmente. Debemos preguntarnos qué pensamos, qué sentimos,
qué buscamos en la vida y qué normas seguimos. Puede que los
demás nos digan que estamos haciendo las cosas bien, pero ellos
no pueden ver nuestro interior. Solo nosotros sabemos si las cosas
que aprendemos en la Biblia nos están transformando de verdad (
Santiago 1:23-25).
Para transformarnos, tenemos que cambiar nuestro interior, o sea,
nuestra forma de ser. La Biblia puede ayudarnos a hacer este cambio
tan profundo. ¿Cómo? Cuando leemos la Biblia, aprendemos cómo
quiere Dios que seamos. Y si nos fijamos en cómo reaccionamos a lo
que aprendemos, descubriremos cómo somos realmente en nuestro
interior. Así sabremos qué cosas necesitamos cambiar para hacer lo
que Dios quiere (Romanos 12:2; Hebreos 4:12).
En mi caso yo creo que tengo muchas cosas que transformar, una de
ellas es que así como quiero me desilusiono muy fácilmente, me
cuesta volver a confiar, pero también sé que es una debilidad que
debo mejorar porque significa que sólo lo veo desde mi punto de vista
y eso es egoísmo de mí, también puede detenerme y pensar que si
bien esa persona se ha equivocado, esa persona también tiene
derecho a preguntar mi molestia para resolver un mal entendido, de
esto último también hay responsabilidad del otro. Ahora, lo positivo
es que me doy cuenta de eso , porque no puedo pretender que la
mente de mi hermano sea igual que la mía, porque yo no sé en
profundidad sus problemas o si a esa persona también le cuesta
expresar sus sentimientos.
3. A veces me complica pensar de qué pasará cuando mis pastores
queridos ya dejen su lugar, si seré capaz de aceptar a otros. Yo
pienso que es por el cariño inmenso que les tengo, yo siento ese
miedo, pero ya al pasar el tiempo tal vez deje de pensar en eso
porque mi compromiso es con Dios.
Sólo sé que para seguir transformando mi vida debo ser más
prudente hoy en mis juicios, debo seguir orando y tratar de hacer el
bien a mi prójimo , comprender a quien no me saluda ni lo hará jamás,
orar por quien me hiere y tener misericordia.
Un último consejo llegó profundamente a mi corazón de una gran
amiga, me dijo que cuando uno iba a la iglesia uno tenía que ir
dispuesta a estar con Dios, y que nada de lo que ocurriera a mi
alrededor debía perturbar mi conexión con Dios. Que aunque todo
saliera más o menos, un coro , una predicación u otra cosa, eso para
mi sería nada grave porque mis ojos sólo estarían en Cristo, esto
cuesta mucho lo sé pero podemos ser capaces.
La pregunta que debemos hacernos es que si HOY de verdad nos
hemos transformado en Dios y de corazón o sólo es para que crean
que me he arrepentido de mis situaciones anteriores? Si estuviera
engañada de mí misma de esto último pido a Dios que inculque
entonces el temor hacía él y que aparte de mí los elogios de los
demás si les hubiere engañado porque de no hacerlo será en vano
mi caminar,….. porque Dios es el único quien me conoce y no le
puedo engañar.