Este documento explora la historia de la violencia en el fútbol argentino, citando varios incidentes tempranos en las décadas de 1910 y 1920. Argumenta que la violencia se ha convertido en algo habitual en las gradas y que la Asociación del Fútbol Argentino ha priorizado el enriquecimiento sobre la seguridad de los fanáticos. Finalmente, señala que los clubes y jugadores ahora se unen contra la violencia con mensajes como "Somos rivales, no enemigos".