Emma García Suárez escribió en su diario personal sobre su ascensión nocturna a un monte sagrado con unos amigos para cumplir un rito y contemplar el fenómeno de la aurora. Al día siguiente, se preparó para observar el prodigio de la aurora al amanecer desde lo alto de la montaña, viendo como el sol iluminaba el templo y las llanuras mientras el mar aún estaba en sombras, sintiéndose el primer beneficiario de la mañana.