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Parque Nacional Iguazú



                                                                                         Rugido guazú
                                                                                               Oche Califa
                                                                           ¿Quieren conocer el canto musical de los pájaros? Pues
                                                                        no es el mejor lugar la selva, donde todos cantan a la vez
                                                                        y otros animales también emiten sus sonidos. La selva es
                                                                        bullicio general, en la que sólo a veces un grito, un aulli-
                                                                        do o un canto logran imponerse sobre otros. Y en Iguazú,
                                                                        además, también canta el agua. O mejor dicho, ruge.
                                                                           Por eso es que el yaguareté un día se sintió envidioso
                                                                        de las cataratas. Fue hace mucho, y tal vez ocurrió porque
“Rugido guazú”, de Oche Califa                                          los demás animales quisieron hacerle una broma.
Ilustraciones: Diego Florio                                                Lo cierto es que el yaguareté estaba acostumbrado a que
Diseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura                          su rugido enmudeciera la selva entera. Ah, cuan-
                                                                                               do él lo lanzaba, entonces sí que todo
Colección: “Parques Nacionales: leelos, cuidalos, disfrutalos”

Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
Unidad de Programas Especiales
Campaña Nacional de Lectura
Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075
campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees

República Argentina, 2007
callaba y hasta podía oírse el paso de los insectos sobre la     la iguana, el macuco, el mono caí… y hasta los mosquitos.
tierra roja.                                                        –Es un gritón y un bravucón –dijo un vencejo.
   El yaguareté no tiene la potencia de su pariente el              –Si usted lo dice –agregó el zorro, como haciéndose el
león africano cuando ruge, pero hay algo en él que pro-          que no opinaba nada, pero dándole letra al discurso con-
duce un miedo instantáneo. Esto (lo del rugido), por             tra el gran felino.
suerte no ocurre todos los días. Porque los yaguaretés              Otros animales asintieron. El tapir
no son tantos en la selva y porque tienen por costum-            movió su trompa en señal de que
bre recorrer distancias enormes, ir de aquí para allá. Así       estaba de acuerdo.
que la visita de un yaguareté en un lugar determinado               –Habría que darle
puede ocurrir de vez en cuando.                                  una lección.
   Mientras tanto, aúllan los monos, cantan los pájaros,            –Eso.
y otros animales golpean los árboles, chapotean en el               –Que aprenda…
agua, desgarran hojas, ramas y frutos. Como decíamos:               –… lo que es bueno.
un batifondo.                                                       –Y lo que es malo.
   Pero ni bien la hembra del yaguareté ruge y el macho             Todo esto dijeron
le contesta con su bramido… ¡Silencio total!                     los allí reunidos.
   Entonces, muchas veces el yaguareté lanza su grito               –Pero, ¿qué le hacemos? –preguntó
sólo por hacer callar a los demás.                               el zorro vinagre.
   Eso, al menos, se dieron a suponer un día los vencejos, tan      Y ahí callaron todos. ¿Qué podría ser?
hábiles voladores que son capaces de hacer sus nidos detrás      Parecía que nadie tenía idea de qué proponer. El bullicio
de las cataratas, cuyos chorros de agua sortean con increíble    en la selva, mientras, seguía, porque no estaban todos los
habilidad. Y se lo dijeron -y convencieron de que era así- al    animales reunidos allí, sino un grupo. A otros, como suele
tapir, que salió embarrado de un gran charco, donde es feliz     ocurrir en muchos casos, el tema les resbalaba o bien
con esa costumbre. Y también lo creyó así el zorro vinagre,      decían no temerle al felino.
aunque en el caso de él cualquier cosa que se diga contra el        Entonces un vencejo dijo:
yaguareté será creíble, porque le tiene envidia.                    –¡Ya sé! Cuando el yaguareté ruja hay que ignorarlo y
   La opinión, finalmente, corrió por toda la selva del Iguazú   si pregunta por qué yo sabré qué contestarle.
y al rato estaban convencidos de que el yaguareté disfruta-         –¿Qué? –preguntaron varios animales.
ba asustándolos, varios animales: la corzuela enana, el coatí,      –En su oportunidad lo sabrán –contestó el vencejo. Y

4                                                                                                                        5
ro. Vio la “fiesta” del ruido en Iguazú y rugió. Los anima-
                                                              les iban a callar, como siempre, pero recordaron que
                                                              habían decidido ignorarlo. El yaguareté, desconcertado,
                                                              pensó que no había rugido lo suficiente y volvió a hacer-
                                                              lo. Pero, nada: el bullicio siguió.
                                                                 Entonces el vencejo de la idea revoloteó alrededor del feli-
                                                              no y parándose sobre una rama a prudente distancia le dijo:
                                                                 –Perdón, ¿dijo algo?
                                                                 El yaguareté no podía creerlo. ¿Cómo era que no lo
                                                              oían? Entonces dijo:
                                                                 –He rugido, me han oído y nadie se ha dado por enterado.
                                                                 –Ah, disculpe –dijo el vencejo, como no dando impor-
                                                              tancia a la cuestión–. Lo que sucede es que con el “rugi-
                                                              do guazú” de por medio, nada es muy fuerte.
                                                                 –¿Rugido guazú? –preguntó el yaguareté.
                                                                 –Sí, usted sabe: los guaraníes le dicen guazú a todo lo
                                                              grande. (Cierto: la mayoría de
                                                              las palabras que


así se dio por terminada
la reunión.
   La vida siguió. Bulli-
ciosa, recordémoslo. Los monos caí en grupo saltando
entre los árboles para abastecerse de frutos. El tapir cha-
poteando en el agua. Los boyeros cantando sobre las pal-
meras pindó. Los vencejos desafiando los chorros de las
cataratas.
   Hasta que un día apareció el yaguareté, sigiloso y segu-

6                                                                                                                          7
situación, los animales que lo espiaban también se dieron a
                                                               observar las cataratas. Después de un buen rato, el yagua-
                                                               reté giró sobre sus patas y, viendo a los demás, dijo:
                                                                  –“Rugido guazú”, es verdad. Nunca podré contra él.
                                                               Hoy, al menos, y aquí, me ha vencido.
                                                                  Con paso lento, el yaguareté volvió a internarse
                                                               en la selva. Un vencejo dijo:
                                                                  –El yaguareté ha aprendido una lección. Y es que
                                                               hay alguien más poderoso que él. A nadie le viene
designan plantas, animales, lugares y propiedades de ellos     mal aprender algo así de vez en cuando.
pertenecen al idioma guaraní).                                    Los otros animales asintieron. El “rugido
   –¿Y quién es el autor del “rugido guazú”?                   guazú” de las cataratas fue el fondo musical de
   –¿Cómo quién? –exclamó el vencejo como si no pudie-         esta escena. Hasta que desde selva adentro
ra creer que el yaguareté no supiera–. ¡Las cataratas del      volvió a oírse el rugido del yaguareté, que en
Iguazú! ¿O acaso no las oye?                                   su camino se había prometido no competir
   El yaguareté alzó sus orejas puntiagudas. Sí, el “rugido    jamás con las cataratas. Oírlo dio a todos
guazú” de las cataratas se oía perfectamente. No estaban       un poco de temor y
lejos y, además… era un ruido que no se detenía nunca.         callaron… pero un
   El yaguareté bajó la cabeza y se encaminó hacia ellas.      momento,
El vencejo -y otros animales que espiaban la escena- lo        nomás.
siguieron a prudente distancia. Había un caminito abierto
por los coatíes y por él se dirigió el felino.
   Al fin llegó a un montículo desde el que las cataratas se
vieron en toda su majestuosidad. El agua caía y parecía
explotar, un ruido tremendo de golpes de agua contra agua
y de agua contra piedras, enormes salpicadas y una nebli-
na de millones de gotitas armaban el batifondo mayor de
Iguazú o, como le había dicho el vencejo, el “rugido guazú”.
   El yaguareté se quedó un largo rato mirando. En esa

8
MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA

                 Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología
                              Lic. Daniel Filmus

                  Jefe de la Unidad de Programas Especiales
                             Prof. Ignacio Hernaiz

              Coordinadora de la Campaña Nacional de Lectura
                           Margarita Eggers Lan

                  Equipo de Campaña Nacional de Lectura
          Diseño Gráfico: Micaela Bueno, Juan Salvador de Tullio,
                  Mariana Monteserin y Paula Salvatierra.
       Comunicación: Leticia Zattara. Secretario: Gastón Havandjian.
    Administración: Alejandra Arnau, Bruno Rosenberg, Ignacio Infantino.

         Pizzurno 935 (C1020ACA) Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Tel: (011) 4129-1075 / campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees


               ADMINISTRACIÓN DE PARQUES NACIONALES

                                   Directorio
 Ing. Agr. Héctor Espina (Presidente); Juan Carlos Garitano (Vicepresidente);
Dra. Patricia Gandini (Vocal); Raul Chiesa (Vocal); Lic. Cristina Armata (Vocal)

           Director Nacional de Conservación de Áreas Protegidas
                           Lic. Roberto Molinari

              Directora de Interpretación y Extensión Ambiental
                                Florencia Lance

   Equipo de trabajo para la Campaña: Pablo Reggio, María Eugenia Nalé,
     Cristian Blanco, Gisela Jaure, Mariana Altamiranda y Alicia Liva.

         Alsina 1418 6º piso (1188) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: (011) 4381-8606 / educacion@apn.gov.ar - www.parquesnacionales.gov.ar



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   Si querés conectarte con los chicos de las escuelas cercanas al Parque
   Nacional Iguazú podés hacerlo escribiéndoles a Victoria Aguirre N° 66.
           Puerto Iguazú. (C. P. N° 3370). Provincia de Misiones.
                Por correo electrónico a iguazu@apn.gov.ar
Rugido guazu

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Rugido guazu

  • 1.
  • 2. Parque Nacional Iguazú Rugido guazú Oche Califa ¿Quieren conocer el canto musical de los pájaros? Pues no es el mejor lugar la selva, donde todos cantan a la vez y otros animales también emiten sus sonidos. La selva es bullicio general, en la que sólo a veces un grito, un aulli- do o un canto logran imponerse sobre otros. Y en Iguazú, además, también canta el agua. O mejor dicho, ruge. Por eso es que el yaguareté un día se sintió envidioso de las cataratas. Fue hace mucho, y tal vez ocurrió porque “Rugido guazú”, de Oche Califa los demás animales quisieron hacerle una broma. Ilustraciones: Diego Florio Lo cierto es que el yaguareté estaba acostumbrado a que Diseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura su rugido enmudeciera la selva entera. Ah, cuan- do él lo lanzaba, entonces sí que todo Colección: “Parques Nacionales: leelos, cuidalos, disfrutalos” Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología Unidad de Programas Especiales Campaña Nacional de Lectura Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075 campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees República Argentina, 2007
  • 3. callaba y hasta podía oírse el paso de los insectos sobre la la iguana, el macuco, el mono caí… y hasta los mosquitos. tierra roja. –Es un gritón y un bravucón –dijo un vencejo. El yaguareté no tiene la potencia de su pariente el –Si usted lo dice –agregó el zorro, como haciéndose el león africano cuando ruge, pero hay algo en él que pro- que no opinaba nada, pero dándole letra al discurso con- duce un miedo instantáneo. Esto (lo del rugido), por tra el gran felino. suerte no ocurre todos los días. Porque los yaguaretés Otros animales asintieron. El tapir no son tantos en la selva y porque tienen por costum- movió su trompa en señal de que bre recorrer distancias enormes, ir de aquí para allá. Así estaba de acuerdo. que la visita de un yaguareté en un lugar determinado –Habría que darle puede ocurrir de vez en cuando. una lección. Mientras tanto, aúllan los monos, cantan los pájaros, –Eso. y otros animales golpean los árboles, chapotean en el –Que aprenda… agua, desgarran hojas, ramas y frutos. Como decíamos: –… lo que es bueno. un batifondo. –Y lo que es malo. Pero ni bien la hembra del yaguareté ruge y el macho Todo esto dijeron le contesta con su bramido… ¡Silencio total! los allí reunidos. Entonces, muchas veces el yaguareté lanza su grito –Pero, ¿qué le hacemos? –preguntó sólo por hacer callar a los demás. el zorro vinagre. Eso, al menos, se dieron a suponer un día los vencejos, tan Y ahí callaron todos. ¿Qué podría ser? hábiles voladores que son capaces de hacer sus nidos detrás Parecía que nadie tenía idea de qué proponer. El bullicio de las cataratas, cuyos chorros de agua sortean con increíble en la selva, mientras, seguía, porque no estaban todos los habilidad. Y se lo dijeron -y convencieron de que era así- al animales reunidos allí, sino un grupo. A otros, como suele tapir, que salió embarrado de un gran charco, donde es feliz ocurrir en muchos casos, el tema les resbalaba o bien con esa costumbre. Y también lo creyó así el zorro vinagre, decían no temerle al felino. aunque en el caso de él cualquier cosa que se diga contra el Entonces un vencejo dijo: yaguareté será creíble, porque le tiene envidia. –¡Ya sé! Cuando el yaguareté ruja hay que ignorarlo y La opinión, finalmente, corrió por toda la selva del Iguazú si pregunta por qué yo sabré qué contestarle. y al rato estaban convencidos de que el yaguareté disfruta- –¿Qué? –preguntaron varios animales. ba asustándolos, varios animales: la corzuela enana, el coatí, –En su oportunidad lo sabrán –contestó el vencejo. Y 4 5
  • 4. ro. Vio la “fiesta” del ruido en Iguazú y rugió. Los anima- les iban a callar, como siempre, pero recordaron que habían decidido ignorarlo. El yaguareté, desconcertado, pensó que no había rugido lo suficiente y volvió a hacer- lo. Pero, nada: el bullicio siguió. Entonces el vencejo de la idea revoloteó alrededor del feli- no y parándose sobre una rama a prudente distancia le dijo: –Perdón, ¿dijo algo? El yaguareté no podía creerlo. ¿Cómo era que no lo oían? Entonces dijo: –He rugido, me han oído y nadie se ha dado por enterado. –Ah, disculpe –dijo el vencejo, como no dando impor- tancia a la cuestión–. Lo que sucede es que con el “rugi- do guazú” de por medio, nada es muy fuerte. –¿Rugido guazú? –preguntó el yaguareté. –Sí, usted sabe: los guaraníes le dicen guazú a todo lo grande. (Cierto: la mayoría de las palabras que así se dio por terminada la reunión. La vida siguió. Bulli- ciosa, recordémoslo. Los monos caí en grupo saltando entre los árboles para abastecerse de frutos. El tapir cha- poteando en el agua. Los boyeros cantando sobre las pal- meras pindó. Los vencejos desafiando los chorros de las cataratas. Hasta que un día apareció el yaguareté, sigiloso y segu- 6 7
  • 5. situación, los animales que lo espiaban también se dieron a observar las cataratas. Después de un buen rato, el yagua- reté giró sobre sus patas y, viendo a los demás, dijo: –“Rugido guazú”, es verdad. Nunca podré contra él. Hoy, al menos, y aquí, me ha vencido. Con paso lento, el yaguareté volvió a internarse en la selva. Un vencejo dijo: –El yaguareté ha aprendido una lección. Y es que hay alguien más poderoso que él. A nadie le viene designan plantas, animales, lugares y propiedades de ellos mal aprender algo así de vez en cuando. pertenecen al idioma guaraní). Los otros animales asintieron. El “rugido –¿Y quién es el autor del “rugido guazú”? guazú” de las cataratas fue el fondo musical de –¿Cómo quién? –exclamó el vencejo como si no pudie- esta escena. Hasta que desde selva adentro ra creer que el yaguareté no supiera–. ¡Las cataratas del volvió a oírse el rugido del yaguareté, que en Iguazú! ¿O acaso no las oye? su camino se había prometido no competir El yaguareté alzó sus orejas puntiagudas. Sí, el “rugido jamás con las cataratas. Oírlo dio a todos guazú” de las cataratas se oía perfectamente. No estaban un poco de temor y lejos y, además… era un ruido que no se detenía nunca. callaron… pero un El yaguareté bajó la cabeza y se encaminó hacia ellas. momento, El vencejo -y otros animales que espiaban la escena- lo nomás. siguieron a prudente distancia. Había un caminito abierto por los coatíes y por él se dirigió el felino. Al fin llegó a un montículo desde el que las cataratas se vieron en toda su majestuosidad. El agua caía y parecía explotar, un ruido tremendo de golpes de agua contra agua y de agua contra piedras, enormes salpicadas y una nebli- na de millones de gotitas armaban el batifondo mayor de Iguazú o, como le había dicho el vencejo, el “rugido guazú”. El yaguareté se quedó un largo rato mirando. En esa 8
  • 6. MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología Lic. Daniel Filmus Jefe de la Unidad de Programas Especiales Prof. Ignacio Hernaiz Coordinadora de la Campaña Nacional de Lectura Margarita Eggers Lan Equipo de Campaña Nacional de Lectura Diseño Gráfico: Micaela Bueno, Juan Salvador de Tullio, Mariana Monteserin y Paula Salvatierra. Comunicación: Leticia Zattara. Secretario: Gastón Havandjian. Administración: Alejandra Arnau, Bruno Rosenberg, Ignacio Infantino. Pizzurno 935 (C1020ACA) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075 / campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees ADMINISTRACIÓN DE PARQUES NACIONALES Directorio Ing. Agr. Héctor Espina (Presidente); Juan Carlos Garitano (Vicepresidente); Dra. Patricia Gandini (Vocal); Raul Chiesa (Vocal); Lic. Cristina Armata (Vocal) Director Nacional de Conservación de Áreas Protegidas Lic. Roberto Molinari Directora de Interpretación y Extensión Ambiental Florencia Lance Equipo de trabajo para la Campaña: Pablo Reggio, María Eugenia Nalé, Cristian Blanco, Gisela Jaure, Mariana Altamiranda y Alicia Liva. Alsina 1418 6º piso (1188) Ciudad Autónoma de Buenos Aires Tel: (011) 4381-8606 / educacion@apn.gov.ar - www.parquesnacionales.gov.ar RED DE LECTORES Si querés conectarte con los chicos de las escuelas cercanas al Parque Nacional Iguazú podés hacerlo escribiéndoles a Victoria Aguirre N° 66. Puerto Iguazú. (C. P. N° 3370). Provincia de Misiones. Por correo electrónico a iguazu@apn.gov.ar