La segunda revolución industrial en Francia en 1850 dio origen al impresionismo, un movimiento artístico que plasmaba paisajes rurales y momentos de la vida cotidiana a través de pinceladas cortas y rápidas en cuadros realizados al aire libre que capturaban las luces y sombras. Los impresionistas se alejaban del realismo, que plasmaba la realidad de forma objetiva, y enfatizaban la observación.