El Papa Benedicto le pide al chofer que le deje conducir la limusina. A pesar de las reservas del chofer, el Papa se sienta al volante y acelera a gran velocidad, asustando al chofer. Un policía los detiene por exceso de velocidad, pero cuando ve que el conductor es el Papa mismo, llama a su jefe sin saber qué hacer. El jefe ordena el arresto pero el policía duda que puedan arrestar a alguien tan importante. Finalmente, el policía le revela al jefe que cree que el