El siglo XIX fue testigo de grandes cambios económicos, incluida la Revolución Industrial que transformó la producción a través de la mecanización, la división del trabajo y el uso de nuevas fuentes de energía como el vapor. Esto llevó a un rápido crecimiento económico y al surgimiento de nuevas clases sociales. El comercio también se expandió a nuevos mercados globales a medida que las naciones europeas colonizaron otras partes del mundo.